Título: "Primeras Veces"

Autora: Rohe.

Género: Romance/Family

Rating: T

Disclaimer: La historia me pertenece, todo el resto es de S. Meyer.

Resumen: "Esto va de las primeras veces de Carlisle y Esme."

Advertencia: completamente AU, OoC.


"Con un amigo a tu lado, ninguna carretera es demasiado larga"- Proverbio japonés.

— ¿Cómo van con la casa? —Preguntó Sulpicia, tomando un sorbo de té—. Supe por Aro que quieres ayudar a pagar el alquiler.

—Sí, eso es cierto—asintió Esme, esbozando una sonrisa—. No me parece que Carlisle page todo solo. Además, ¿por qué no puedo hacerlo también?

Sulpicia se rió.

—No se trata de eso, querida—dijo ella, tomando la mano de Esme sobre la mesa y dándole un cariñoso apretón—. Carlisle quiere que te sientas feliz aquí, cómoda y sin obligaciones.

Esme frunció los labios. Esa no era su idea de felicidad. No quería ser una ama de casa. Quería trabajar, contribuir con su hogar.

—Por casualidad…—susurró, mirando de reojo a Sulpicia—. ¿No sabes de alguien que necesite una ayudante? ¿Algún café, o restaurante?

—No, linda, no sé—respondió ella, alzando el mentón—. Pero, ¿Qué tal si trabajas como maestra? Escuché una vez que dijiste que querías serlo.

— ¿No se necesitan estudios para ello?

—Aquí no—sonrió Sulpicia. A Esme siempre le pareció que ella era demasiado hermosa y elegante para ser real—. Tampoco será una escuela demasiado grande, pero podrías trabajar con niños pequeños. ¿Qué dices?

Vaya, era una gran oportunidad. Había querido ser maestra y quedarse en Forks, pero sus padres jamás lo hubieran permitido. Allá en Italia era libre de hacer lo que ella quisiera; podía seguir sus sueños.

—Claro—aceptó, escondiendo una gran sonrisa—. ¿Cuándo podría empezar?


— ¡Carlisle! —Llamó Esme, cerrando la puerta de su casa—. ¡Ya llegué!

Su casa tenía un piso. Su sala de estar era muy pequeña con un sofá color marrón que Carlisle eligió la primera semana que alquilaron aquél lugar. También poseía un jardín que Esme cuidaba con esmero. Todo era de color blanco y siena; justo como el paisaje.

— ¿Carlisle? —murmuró, entrando a la estancia. Su novio estaba en el sofá, con la camisa desabrochada y los ojos cerrados. Esme esbozó una sonrisa tierna—. Cariño, ¿al menos te diste una ducha?

—No hay tiempo para ello—dijo él en un susurro. Abrió un ojo y sonrió—. Hola, nena.

Esme se acercó al sofá y se sentó junto a él, dándole un beso en la nariz. Carlisle tenía el rostro pálido y grandes ojeras bajos los ojos.

—No deberías trabajar tanto—le riñó suavemente, acariciando su rostro—. No debes llegar a los extremos.

—Sé eso, pero Aro me necesitaba en la empresa hoy. Hubo un problema con los camiones y el recibo del cargamento, entonces…

Esme escuchó atentamente todo lo que Carlisle tenía que decir con respecto a su trabajo hasta que se quedó dormido con la cabeza apoyada en el brazo de su novia.

Ella sabía que él no era completamente feliz en ése empleo. Ya llevaban medio año así y Carlisle parecía cada vez más cansado. ¿Qué podía hacer ella? ¿Obligarlo a escoger lo que él realmente quería? Y eso sólo la llevaba a un solo lugar: medicina.

Carlisle despertó cerca de las diez de la noche y Esme lo obligó a tomarse una ducha. Mientras ella preparaba la cena, pensó las palabras correctas con las cuales decirle a su novio que debía ser sus sueños.

Cuando ambos estaban en la mesa, Esme se levantó y fue a sentarse en su regazo. Luego dijo a boca de jarro: "Deberías estudiar medicina."

—No puedo —dijo—. No puedo hacerlo.

—Tonterías —repuso Esme, poniendo las manos sobre los hombros de Carlisle—. Sí puedes.

El labio de él tembló ligeramente.

—No creo poder, Esme. Siempre quisieron que lo hiciera y ahora…

—No se trata sobre lo que ellos quieren—le interrumpió ella, y aunque su voz era dulce, también fue firme—. Se trata de lo que tú quieres, de tus deseos. Al diablo el resto. Si quieres estudiar medicina, estúdialo.

—No tengo el dinero suficiente.

Esme rodó los ojos.

—Deja de darme escusas, hombre. Todas son inútiles—Carlisle esbozó media sonrisa. Ella continuó: — Trabajaré. Entrarás a la universidad y estudiarás lo que te gusta. Si no podremos seguir pagando este lugar, buscaremos otro. No hay problema. Haremos esto juntos.

— ¿Por qué quieres hacer esto?

Esme le dio un fuerte golpe en el hombro que hizo que Carlisle soltara un quejido.

— ¡Qué idiota, por Dios! —murmuró ella, exasperada—. Porque quiero que seas feliz.

Una expresión extrañamente intensa, de emoción o alegría, asomó en los ojos de Carlisle.

—Vaya.

— ¿Por qué te sorprendes? —exclamó ella, de malhumor.

Carlisle rompió a reír.

— ¿Qué haré por ti para que tú también seas feliz?

—Quédate conmigo para siempre—susurró ella, besando su nariz.

Él la abrazo con fuerza, depositando un beso sobre su hombro.

—Hecho.