Los personajes no me pertenecen, sino a Cressida Cowell y DreamWorks. La imagen no es mía, la encontré vagando en Internet. La historia es mía, Cualquier copia y reproducción de esto sin mi autorización es un PLAGIO. Los párrafos de la canción que de repente aparecerá por aquí son de A Thousand Years de Christina Perri.
Disfruten. Reviews con cuenta registrada responderé con gusto.
10.
Entonces, cuando sus nudillos perdieron fuerza y sus extremidades se ahogaban en espasmos por el esfuerzo y el dolor, Astrid se levantó en silencio y fue a ponerse sus zapatos de deporte y tomar su reproductor de música de la mesita de noche de su habitación. Ignoró olímpicamente su estómago rugiendo de hambre y caminó mecánicamente hacia la puerta. No pensó, no analizó lo que estaba haciendo, simplemente se movió. No se detuvo cuando salió del edificio, tampoco se detuvo ante las miradas interrogantes de los pocos transeúntes a esa hora de la mañana.
Como un gesto robotizado, sacó el reproductor de música, reproduciendo una única canción.
Heart beats fast.
Colors and promises.
How to be brave?
How can I love when I'm afraid to fall.
Y mientras la canción seguía y las estrofas se clavaban en su corazón, Astrid siguió caminando. No supo ni calculó cuánto tiempo lo hizo, ni le importó tampoco. Siguió andando en silencio, reproduciendo la canción una y otra vez hasta que el reproductor hizo una alarma de que se estaba quedando sin batería, pero tampoco le importó. Ignoró cualquier mirada que le dirigían las demás personas que pasaban a su lado y milagrosamente la notaban en medio de sus bulliciosas vidas, que se daban cuenta de aquella chica que parecía una muerta en vida andando sin rumbo fijo. Incluso cuando la tarde cayó y el reproductor yacía sin carga, Astrid seguía sin detenerse y sin quitarse los audífonos.
Finalmente pareció reaccionar y emprendió el camino de vuelta a casa. No supo cómo es que llegó ni qué hora era, pero Anna y Elsa estaban muy preocupadas al verla en su estado catatónico. No habían sabido nada de ella en todo el día pero no le habían tomado mayor preocupación porque supusieron que Astrid había ido al parque a hacer ejercicio y se le había pasado la hora, como usualmente sucedía. Pero la idea se esfumó cuando vieron su deplorable expresión, la falta de brillo y humor en sus ojos azules.
La llamaron. Anna y Elsa llamaron a Astrid miles de veces para saber qué ocurría, y lo único que ella dijo fue que iba a dormir. A la mañana siguiente, luego de haber dormido sin descansar y llorar hasta que las fuerzas se le acabaron, Astrid se despertó a primera hora y fue al aeropuerto a esperar patéticamente a Hiccup.
Y otra vez, con los audífonos puestos y una sola canción en específico, se sentó en la banca y esperó. Esperó de nuevo a que algún vuelo arribara y trajera a Hiccup, para poder golpearle tan duro por haberla hecho esperar, que desearía no haber nacido. Y después besarlo hasta dejarlo sin aire. Entonces Astrid siguió esperando, y las horas pasaron y el reproductor volvió a quedarse sin batería luego de estar sonando entre mensajes de sus hermanas y la canción que tenía tatuada a pulso.
El lunes, Astrid de arrastró fuera de su cama para ir a clases, a pesar de que no tenía ningún deseo de hacerlo. La herida de Hiccup estaba latente, pero patéticamente la vida seguía, y ella debía aprender una vez más a seguir sin él. Aunque el pecho se le desgarraba por dentro con cada movimiento que hacía, con cada respiración sin él presente.
―¿Astrid? ―llamó Elsa suavemente desde el quicio de la puerta―. ¿Qué está pasando? ―preguntó. Había intentado averiguarlo todo el fin de semana pero no había conseguido ninguna respuesta.
―Aun no quiero decirlo ―respondió Astrid escuetamente, intentando trenzar su cabello sin que pareciera que un nido de pájaros lo había atacado salvajemente.
Elsa suspiró, rindiéndose. No insistió, pese a que estaba muy preocupada por su hermana. Sabía que Astrid sólo hablaría hasta que estuviera lista y no habría manera de presionarla de lo contrario.
―Siempre estaremos para ti ―animó en su lugar, dándole un rápido abrazo antes de irse de nuevo a la cocina a desayunar.
Para la hora de la salida de clases, todo el grupo de amigos estaba especulando acerca de qué estaba pasando con Astrid y su nueva actitud de "odio a la vida, no quiero hablar con nadie". La teoría más osada había sido la de Tufnutt, que especuló acerca de que a Hiccup "Le habían cortado la otra pierna y ahora ya no regresaría porque tenía un trauma con ser Oliver Atom", lo cual se ganó un sinfín de regaños y risas disimuladas. Sin embargo nadie se acercó a preguntarle a Astrid qué había pasado. Si algo sabían bien es que los puñetazos de Astrid podrían dejarte en coma, y recibir uno era una probabilidad muy alta en ese momento como para arriesgarse.
Astrid en cambio notaba la actitud de sus amigos. Sabía que ellos tenían la incertidumbre pero no tenía ninguna intención de aclararla. No cuando el dolor seguía lacerando y aun no se hacía a la idea de que Hiccup estaba muerto.
Se le pasaban por la cabeza muchos momentos con juntos, pero había uno en concreto que le dolía: la promesa de Hiccup antes de marcharse. Esta vez no tomó como terapia ir al aeropuerto a esperarlo, sino algo mucho más drástico y de acuerdo a ella: compró un saco de box y lo colgó en la terraza del complejo de apartamentos. Y lo atacó. Lo golpeó con movimientos rudos y rápidos, con puño y patadas, incluso con cabezazos. Lo golpeó de manera viciosa y enajenada hasta que los nudillos se abrieron y el saco se manchó con su sangre.
El quinto día de golpear el saco hasta que los músculos se detuvieron por el espasmo y la obligaron al caer al suelo derrotada, escuchó que abrían la puerta de la terraza. Demasiado cansada y físicamente inhabilitada para siquiera voltear a mirar en la dirección para echar a patadas a la persona intrusa en su nuevo lugar sagrado, simplemente se quedó mirando al cielo con la respiración entrecortada.
―Astrid ―llamó Anna con un retintín emocionado en su voz―. ¡Hiccup…!
―¡Es un imbécil! ―interrumpió Astrid gritando, apretando con fuerza los puños y la tristeza de la perdida transformándose en enojo de nuevo. Furia vacía y amargado. No le importó el hecho de que Anna se había acercado a ella, más decidida a ignorar a todos como con los demás. Total, tenía toda la vida para sentirse miserable y superar la situación. Por hoy, quería seguirse sintiendo un maldito despojo humano y nadie se lo iba a impedir―. ¡Es una maldita sabandija mentirosa que jamás puede cumplir sus estúpidas promesas!
Justo cuando pensaba volver a insultar a diestra y siniestra para liberar su frustración, la persona que se había acercado obstaculizó su campo de visión del cielo con su rostro. Y el maldito tiempo se detuvo al darse cuenta que no era Anna en realidad quien se había acercado.
―¿Ya tan pronto empezamos con los insultos?
The day we met.
Frozen, I held my breath right from the start
I knew that I found a home for my.
Astrid parpadeó repetidamente y cerró los ojos. ¿Tan afectada y loca estaba, que oía y veía dónde no había nada?
―Esto es el colmo ―dijo amargamente.
―No me ignores ―dijo la ilusión que se parecía a Hiccup, siendo aun más persistente y obligando a Astrid a que abriera los ojos de nuevo para mirarlo―. No soy un fantasma aún, Astrid.
―¿Hiccup? ―se tomó otro minuto para asimilar la situación y cuando finalmente se dio cuenta de que efectivamente eso era real, toda su energía pareció haberse recuperado de golpe. Soltó un chillido que en otra situación le hubiera parecido patético y demasiado femenino y se abalanzó a su cuello, tirándolo al suelo encima de ella en un abrazo―. ¡Hiccup!
―¡Ay! Eso duele ―objetó él, riendo a su pesar y correspondiendo el gesto de vuelta con fuerza―. ¿Por qué llorabas, Astrid?
―¿Y cómo mierda pretendías que no lo hiciera? ¡Me dijeron que no sabían nada de ti! Pensé… ―dijo, pero no pudo termina la oración.
Hiccup suspiró y le acarició a Astrid el cabello.
―Es una muy larga historia.
―Quiero saberlo todo ―contestó apresuradamente.
Hiccup le acarició el rostro con su palma, deleitándose de la suavidad de la piel de Astrid, de tenerla junto a él después de pensar que la muerte ahora sí vendría en su búsqueda. Pese a que era una historia difícil de recordar, no podía guardarle ningún secreto a Astrid, así que se lo dijo. Comenzó hablándole acerca del hecho de que les tendieron una emboscada en la casa de seguridad de Drago Bludfist, de cómo nadie se imaginaba que algo malo iba a pasar hasta que Dagur le apuntó en la frente a Hiccup con un arma.
La situación sólo empeoró a partir de ahí: Dagur, como el lunático que era, le dijo el cómo todo fue planeado, que Drago estaba vendido a cambio de que su seguridad fuera asegurada, de cómo a Dagur le importó un pimiento el trato con Drago y fue al primero al que le cortó la cabeza con un cuchillo de cocina. Las cosas empeoraron aún más cuando Stoick apareció de pronto.
Hiccup no asimila muy bien qué pasó a partir de allí. Recuerda muy vagamente que su padre y Dagur discutieron y se amenazaron. Dagur no sabía si debía apuntar a Stoick o a Hiccup y Stoick parecía a punto de saltarle a Dagur por la yugular. Hiccup aprovechó un momento de descuido de Dagur y lo atacó por el costado, desarmándolo y utilizando la pistola para amenazarle que no hiciera ningún movimiento.
Pensó erróneamente que la pesadilla al fin acabaría, pero Dagur se volvió más lunático si eso era todavía posible, y sacó una bomba de su pantalón. Ni siquiera la seguridad de que iba a morir también, lo hizo desistir de quitarle el seguro y recordarles a Hiccup y a Stoick que los vería en el infierno.
Sólo la experiencia de Stoick pudo hacer algo. Le disparó a Dagur en la cabeza con la pistola que sacó de su pechera, y luego arrojó la bomba hacia el pasillo. Ni siquiera le dijo a su hijo una sola palabra cuando lo empujó hacia afuera de la casa por una de las ventanas cuyo vidrió se incrustó en el cuerpo de ambos cuando salieron volando.
Fue casi un milagro lo que sucedió. La bomba explotó y la casa quedó hecha añicos. Stoick y Hiccup había corrido lejos lo más rápido que podían, y el fuego casi los alcanza por completo. La fuerza de la explosión los había lanzado varios metros en el aire, y sólo gracias a que sabían cómo caer y rodar distribuyendo el impacto, es que se salvaron de quebrarse la cabeza y morir. Sufrieron múltiples heridas y contusiones, Hiccup más que Stoick. El fuego no los había calcinado por completo, pero ambos estaban cubiertos de hollín y suciedad.
Hiccup había gritado al sentir las ardientes brazas en su espalda. Y luego cuando Stoick le abrió el uniforme es que comprobó que tenía quemaduras severas. Las cosas se pusieron delicadas, pero Stoick, acostumbrado a vivir entre la guerra y ver el peor sufrimiento de la gente, no entró en pánico.
Tranquilizó a su hijo y le aseguró que se pondría bien. Ambos se ayudaron a mantenerse en pie. Stoick sacó lo que parecía un botón del interior de su chaqueta militar, y lo presión en una sucesión frenética que Hiccup vagamente interpretó como una señal de SOS en clave morse.
Esperaron al menos dos horas a la intemperie, Hiccup luchando contra el dolor de las quemaduras, Stoick sin despegarse ni un segundo de su lado y sin quejarse de sus propias lesiones. Cuando una furgoneta se detuvo y una mujer bajó histérica y gritando en un idioma incomprensible, Hiccup perdió el conocimiento.
Cuando Hiccup despertó, estaba acostado en una camilla de un modesto cuarto blanco. Tenía todo el pecho vendado y múltiples suturas por todo el cuerpo, pero tuvo que admitir que no se sentía tan al paso de la muerte como pensó.
Naturalmente, Stoick estaba a su lado, acostado en una camilla y casi en las mismas condiciones que él. Tras el paso del shock inicial de haberse salvado de algo grave por segunda vez, padre e hijo compartieron una larga conversación.
Stoick le contó que no estaban en un hospital, si no en una clínica privada de una vieja amiga de su madre, una compañera enfermera que Stoick también había conocido durante la guerra en la que se enamoró de su Valka. Le dijo que absolutamente nadie sabría donde estaban, ya que la mujer estaba retirada y sólo atendía enfermos en su clínica, en un pueblo pequeño a poco más de una hora de la explotada casa de seguridad, un lugar que tal vez ni aparecía en el mapa.
¿La razón por la estaban ahí y no en otro lugar? Simple, necesitaban refugiarse en lo que sus heridas se recuperaban, lejos de posibles aliados de Dagur que hayan quedado desperdigados y puedas aprovecharse de la convalecencia de ambos para atacar. Stoick le había dicho que la casa de seguridad había sido elegida por él mismo por la simple razón de que si las cosas salían mal, tendrían una ruta de escape. Le había dicho que en una situación de tal peligro como lo era Dagur, no podía fiarse de nadie, y lo mejor había sido tomar todas las precauciones incluso sin informarle a Hiccup de la situación, para evitar que alguien pudiera escuchar. Y como la vieja enfermera era absolutamente de confianza y nadie sabía de su existencia, era la candidata perfecta para ser su salvaguarda en dado caso de necesitarlo.
Hiccup no podía estar más sorprendido de su padre y su asertividad, aun si le hubiera dicho que llevaba una doble vida donde era bailarina exótica.
―Durante todo el tiempo que estuvimos recuperándonos, me recordó porque tenía que sobrevivir. No solo por mi vida y por demostrarle de qué material estoy hecho, sino porque había personas había afuera que rezaban por mi seguridad y por salir vivo de esta ―sonrió, intentando transmitirle a Astrid tranquilidad―. Cuando Gobber se enteró de lo sucedido, movió todas sus influencias para asegurarse de que la amenaza de Dagur había acabado, y tratar de encontrarnos. Sin embargo, creo que nos escondimos demasiado bien ―se rió de manera nerviosa, tratando de quitarle peso a la situación.
Astrid recordó al amable hombretón rubio y se sintió mal por cómo lo trató, comprendiendo que en ese momento él también estaba pasando por un duelo.
―¿Él sabe que están vivos? ―preguntó con un titubeo, consciente de lo frágil que se escuchaba su voz después de llorar. No le importó su debilidad, no cuando estaba compartiendo ese momento con Hiccup
Hiccup asintió y acarició la espalda de Astrid, deleitándose con la manera en la que el cuerpo de ella reaccionaba a sus caricias. De cómo Astrid se aferraba a él y no quería soltarlo. Soltó un suspiro y en ese momento es que por fin pudo relajarse y disfrutar de estar vivo. Sólo teniendo a su lady cerca, es que todos los males dejaban de importar. Toda la angustia, la preocupación. Mientras Astrid lo amara, mientras ella correspondiera su afecto, todo lo demás era secundario.
―Llegamos esta mañana a Berk ―siguió contando, sonriendo cuando Astrid se acurrucó en su pecho dócilmente. Era demasiado contadas las ocasiones en que alguien como ella se permitía ser así de frágil, y le gustaba ver esa otra faceta. Quería memorizar todos sus gestos, toda su esencia, y guardarla para sí―. Casi le da un infarto cuando nos vio en la puerta de su casa. Creo que gritó que la muerte había venido a llevárselo también ―rió con nostalgia, y el sonido vibrante de la risa de Astrid también lo acompañó.
Hiccup recordaba muy bien la reacción de Gobber. Le había tomado al menos diez minutos dejar de llorar, alegando que estaba muy feliz de verlos, y eso lo puso sentimental también. Pocas veces te encuentras con personas que valoren tanto tu presencia, y el mejor amigo de su padre sin duda era una de ellas. Luego, los tres se habían puesto a hablar de los acontecimientos, rememorando la historia de lo sucedido en la casa de seguridad, hasta todo lo que Gobber había hecho en sus ausencias, encargándose de mantener las cosas en orden y lo mejor posible como albacea de los bienes.
Casi al final de la conversación, el nombre de Astrid fue tocado, y Gobber le informó de cómo había ido al hogar de la chica a informarle de lo sucedido hacía apejas unos días atrás. Había querido postergarlo más con la esperanza de que estuvieran vivos, pero los días seguían pasando y al no haber paradero, Gobber había tomado la difícil pero correcta decisión de informarle a Astrid de las cosas.
Hiccup recordaba muy bien el hueco que había sentido en el pecho sólo de imaginar a Astrid sufriendo por él, de nuevo. Por esa misma razón es que no había esperado ni un segundo más y prácticamente había corrido a casa de ella a aclarar las cosas.
―Lo siento tanto, Astrid ―se disculpó Hiccup sinceramente, acariciando las mejillas de ella con sus dedos y rogándole con su mirada que le perdonara―. Temí que después de todo por lo que te he hecho pasar, cuando me vieras a ver… ya no quisieras nada de mí ―tragó saliva y desvió la vista de los hermosos ojos azules de Astrid, que le miraban con asombro―. Mis sentimientos no han cambiado. Nunca lo harán ―volteó a mirar a Astrid de nuevo y recargo la frente contra la suya―. Te amo, Astrid. Y seré el hombre más feliz del mundo si me aceptas de nuevo.
Astrid negó enérgicamente con la cabeza y de nuevo lo abrazó fuertemente, ignorando las quejas de Hiccup por el dolor.
―¿Y tienes que preguntar todavía? ―le reclamó, riéndose casi histéricamente aunque sin humor―. Te amo Hiccup, siempre te voy a esperar.
Sus bocas se encontraron a medio camino, sellando aquella promesa, buscando sentir que después de todo si era real, que ya no había nada que pudiera separarlos esta vez.
A la mañana siguiente, justo cuando el sol ya estaba en lo alto y la luz se filtraba juguetonamente a través de las cortinas entreabiertas de la habitación, Astrid abrió los ojos lentamente con el mimo de unos dedos acariciando su cabello y brindándole un estado de tal paz que podría asemejarse al nirvana. Enfocó poco a poco y reparó en dónde estaba, recordando que se había dado una escapada con Hiccup, en un impulso por la bienvenida y ambos habían terminado alquilando una habitación de un hotel. Se rió suavemente cual tonta enamorada de recordar el cómo casi no habían dormido, y miró a Hiccup con una sonrisa perezosa entre los labios, descubriendo que él también la miraba de vuelta, quizá desde hace algunos minutos antes de que ella despertara.
—Buenos días —susurró.
—Buenos días —saludó Hiccup en un susurro. Tenía el rostro de Astrid frente a él, y no pudo evitar tocarle las mejillas con sus dedos justo al momento de acercarse a besarle, de manera lenta y suave. Disfrutando el momento, sin prisas.
Al separarse, Hiccup rodeó a Astrid con sus brazos y la acercó hacia él para pegarla contra su cuerpo. No pudo evitar sonreír de manera complacida al sentir perfectamente todas las formas del cuerpo semidesnudo de Astrid. Y aunque no se comparaba a lo que había pasado antes de caer dormidos, sin duda el momento era un gran aliciente a permanecer todo el día acostado junto a su, ahora y finalmente, novia.
—Tengo hambre —dijo Astrid, recargando su cabeza en el pecho de Hiccup, escuchando los latidos acompasados de su corazón. Hiccup sabia cuanto le gustaba a ella estar así, por lo que sólo le siguió acariciando tranquilamente el pelo con su mano—. ¿Qué hora es?
—Las nueve de la mañana —respondió Hiccup, levantando el brazo izquierdo para mirar su reloj—. Creo que tenemos tiempo suficiente para desayunar antes de hablarles a los chicos.
Ambos habían acordado reunir a todos sus amigos de sorpresa sin que ellos supieran que Hiccup había vuelto, así el impacto sería mayor. Aunque había una parte de ellos que creían que Anna —quien había abierto la puerta a Hiccup en el departamento Hofferson—, ya había esparcido la noticia a todos.
—También hay tiempo suficiente para ponernos al día otra vez —respondió Astrid vagamente, más ocupada en recordar lo que había sucedido la noche anterior. Le besó en el cuello y Hiccup sintió un escalofrío recorriendo su espalda. No pudo hacer más que consentir cualquier deseo de su lady.
"I'll love you for a Thousand more…"
.
Tres años después.
En momentos como éste, es que Hiccup se preguntaba por qué rayos tomó la palabra de Jack de ir a un bar. Se suponía que habían ido con sus amigos para relajarse, pero él claramente no se sentía relajado en lo absoluto, más bien un poco histérico. Y pensaba seriamente en que sus amigos tenían que estar profundamente mal de la cabeza, porque después de parpadear un buen rato y escucharlos, Hiccup se dio cuenta de que debía de ser así para estar hablando de esas cosas.
Ese día había sido muy normal a su parecer: un desayuno balanceado en casa, donde obviamente él cocinó, porque si hubiera sido Astrid, que ese día estaba casualmente de visita en su casa porque Stoick había ido a una ciudad vecina a visitar a un viejo colega militar suyo, las cosas habrían transcurrido muy diferentes. Empezando porque él estaría en el hospital víctima de una infección estomacal del tamaño de "dios me libre". Luego, los arreglos para obtener finalmente su título universitario y poder ejercer como docente en The Academy, seguido de una hora tranquila de entrenamiento cardiovascular.
A eso de las seis de la tarde, Jack le había dicho que se reunirían en el bar de siempre, y él obviamente no pudo decir que no porque su amigo prácticamente lo amenazaba con que debía asistir. Tampoco es que pusiera mucha resistencia, ciertamente: siempre era agradable reunirse con sus amigos, ahora que se habían graduado y comentaban a tomar rumbos diferentes y lejanos.
Y esa no fue tan buena idea, desde el momento en que las copas volaron y los ánimos subieron de intensidad.
—Entonces, ¿Quién creen que tenga el mejor trasero? —soltó Snotlout de repente, haciendo sonrojar de sobremanera a Hiccup y casi ahogar a Fishlegs con su cerveza.
—¿Qué clase de conservación es esa? —preguntó Jack bastante curioso. Ciertamente a él esos temas no le causaban ningún conflicto.
Snotlout se cruzó de hombros.
—No tengo ningún interés en nadie más que mi novia, así que no empiecen a pensar estupideces —hizo un gesto de reflexión por un instante y luego sonrió—. La verdad es que soy realista, y aunque me guste las jugosas curvas de Ruffnut, sí que acepto que su retaguardia es muchísimo mejor que su delantera.
Flynn se rió con él y le siguió el rumbo de la conversación.
—Es cierto. Yo también tengo algo por las de mayor equipaje trasero —asintió, complacido y convencido a la vez—. Y ahora que me pongo a pensar, creo que todas las chicas son en general más de atrás que de adelante.
Aunque no lo admitieran, todos empezaron a pensar en ello. Habían sido un círculo de amigos tan grande por tantos años, que se conocían demasiado bien y había la suficiente confianza como para hablar de estos temas sin molestarse entre sí. Y después de analizarlo, tuvieron que aceptar que Flynn tenía razón en su comentario.
—De acuerdo —concedió Guy con los brazos cruzados en un gesto de pensamiento—.
¿Pero saben qué realmente he notado? Astrid está más dotada últimamente.
—¡Creí que era el único que había visto eso! —animó Tuffnut demasiado pronto para el gusto de Hiccup, que frunció el ceño—. Sí, creo que Astrid está haciéndose algo porque de repente tiene como una talla extra de sostén.
—Ahora que lo pienso, si, es cierto. Y también engordó de las caderas —dijo Kristoff de manera sincera y con un ligero sonrojo.
Hiccup sintió un tic nervioso amenazar su ojo izquierdo, pero lo contuvo, preguntándose de nuevo en qué estaba pensando cuando los eligió precisamente a ellos como amigos. Todos parecían muy enfrascados en la conversación, detallando con espeluznante emoción la manera en la que el cuerpo de su novia se había desarrollado. El único que se había mantenido al margen fue Fishlegs, que los escuchaba con una inusitada tranquilidad y expresión sumamente pensativa. Y no fue hasta que Jack comentó casualmente que hace unos días que se había quedado con Elsa por la noche, escuchó a Astrid vomitar en la mañana y luego al día siguiente de nuevo lo volvió a hacer, que Hiccup esta vez prestó mucha atención a los detalles.
Y aparentemente Fishlegs también lo hizo, porque súbitamente volteó a mirarlo con sorpresa.
—¿Estas pensando lo que creo que estas pensando? —preguntó, y eso le hizo a Hiccup pensar aun más en el asunto.
—Solo hay una forma de averiguarlo —susurró Hiccup de vuelta, y su voz sonó bastante más esperanzadora y estupefacta de lo que hubiera imaginado.
Al día siguiente por la tarde, Anna tomó otro sorbo de su jugo de manzana por medio del popote, y la sensación de su fruta favorita le hizo sonreír. Era una calurosa tarde de reunión de chicas en su departamento, y todas se encontraban charlando en la terraza que tenía una agradable palaba para cubrir el sol.
—¿Es mi imaginación, o milagrosamente hace calor? —preguntó hacia sus hermanas y amigas.
Ruffnut hizo un exagerado gesto de su mano de abanicarse, mientras devoraba un cheescake como si fuera el manjar más apetitoso, sin preocuparse siquiera en masticarlo, tan sólo engullendo en grandes bocados.
—¿Calor? ¡Me estoy quemando aquí! —respondió.
—¡No seas quejica! —reprendió Eep, acariciando su abultado vientre de embarazo. Llevaba siete meses de gestación y ya sentía que iba a explotar, y su varoncito saldría al ataque gritando en cualquier segundo—. Tú no estás tan llena de hormonas que te hacen sentir como en un maldito sauna.
Astrid miró el estómago de su amiga y la idea le hizo sonreír plenamente. Su estomago pareció comprender lo que estaba pensando en ese momento porque se apretó de expectación, algo parecido a sus entrañas revoloteando de felicidad. Tal vez era una señal para dar la noticia.
Elsa en cambio, debía de tener muy desarrollado su sentido de melliza, porque justo en ese momento volteó a mirar a Astrid como si ella tuviera un gigante cartel sobre su cabeza que dijera lo que estaba pensando. No podía dejar pasar la manera en la que Astrid sonreía como si compartiera un gran secreto, y sus ojos brillaban de una manera espeluznantemente maternal.
—¿Astrid? —la llamó, mirándola con duda. Elsa había notado que Astrid últimamente estaba muy soñadora, además de que parecía muy reacia a comer tocino, siendo que antes lo atacaba como si fuera el amor de su vida. Sin mencionar el hecho de que tendía a vomitar por las mañanas y obviamente sus pechos estaban más grandes. ¡Era una chica, ella bien qué notaba esas cosas!—. ¿Hay algo que no nos has dicho?
Astrid volteó a mirarla y su sonrisa pareció ensancharse. Esperó inusualmente paciente a que Elsa llevara su vaso de agua a la boca para hablar, con un regodeo sin igual en su tono de voz.
—¿Recuerdas cuándo fue mi último período?
Elsa automáticamente arrojó todo el contenido de su boca hacia afuera en una brizna de agua. Anna se quedó con el vaso a medio camino de sus labios, congelada de lo que Astrid había dicho y bastante estupefacta como para siquiera respirar, Eep sonrió como si lo hubiera sabido desde siempre, a Rapunzel parecía que se le iban a salir los ojos del puro asombro e iba a tener una catarsis en ese instante, y Ruffnut se atragantó tanto con su postre que se golpeó el pecho como un cavernícola, haciendo sonidos lastimeros de ahogo.
—¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo? —inquirió Rapunzel suavemente, temiendo que de pronto su amiga fuera a estallar en ruidosas carcajadas y burlándose de sus expresiones estupefactas.
—Puede ser —dijo Astrid vagamente con un encogimiento de hombros y la sonrisa satisfecha que a toda luces la delataba.
—¿Ya te hiciste una prueba…? —preguntó Elsa, cada vez más a la expectativa.
Astrid esperó otros diez segundos donde sus amigas prácticamente estaban al borde de su asiento, y rió.
—Positivo.
Medio segundo después, todo el grupo estalló en gritos y chillidos emocionados. Anna prácticamente saltó de su asiento para abrazar efusivamente a Astrid, riendo como si acabara de ganarse la lotería.
—¡Oh por dios! —gritó Anna con un chillido, incapaz de creérselo aun del todo pero aceptando aquella idea como toda una bendición—. ¡Oh por dios!
Rapunzel también se abalanzó sobre Astrid, llorando de felicidad.
—¡Nuestra Astrid está embarazada! —gritó también, apretando a Astrid—. ¡Voy a ser tía!
—¡Quítense perras, es mi turno! —bramó Ruffnut, arrojándose también al manojo de brazos y felicidad, también apretándolas en un efusivo abrazo— ¡Maldita suertuda, yo quería ser la siguiente!
Eep negó con la cabeza y las miró desde una distancia segura. No debía ser buena idea arrojarse también con la prominente panza, a menos que quisiera atropellarlas a todas y causar un accidente.
—¡Estoy tan feliz por ti! —sonrió Eep maternalmente, palmeándole el hombro.
Elsa, que se había mantenido al margen completamente estupefacta por semejante noticia, aun más pálida de lo normal y casi temblando, finalmente pareció reaccionar con un parpadeo confuso de sus ojos y entró en pánico.
—¿Ya le dijiste a Hiccup? ¿Desde cuándo? ¿Cómo? ¿Qué? —negó con la cabeza ante la obvia evidencia de cómo había sucedido, y se sonrojó—. ¿Qué crees que será? —se acercó a su hermana y las demás le hicieron espacio plenamente consientes de que aquello era un momento aun mas especial por el plus de que eran mellizas y su vinculo más cercano. Es ese momento, también sonrió enormemente y se arrojó al círculo de abrazos—. ¿Puedo malcriarlo cuando nazca?
Astrid rió enternecida y justo iba a responder, cuando se escuchó como la puerta metálica de la terraza se abría, y todas prácticamente saltaron a sus lugares en el momento en que el cuerpo de Hiccup se asomaba para buscarlas.
—Aquí están —obvió Hiccup con una sonrisa, yendo hacia ellas—. ¿A qué se debe tanta felicidad?
—¿Y cómo no lo vamos a estar, estúpido, si Astrid está…?
Astrid se arrojó sobre la boca de Ruffnut, callándola tan fuerte que ambas casi se van de espaldas.
—¡Muy feliz por nuestro aniversario! —le interrumpió rápidamente—. Y agresiva —y añadió con una mirada fulminante hacia su amiga.
Hiccup las miró rápidamente, escudriñándolas. Finalmente, enfocó su atención a quien sabía que podría revelar la verdad con sólo un poco de presión. Obviamente ahí había algo sospechoso, y añadiendo las conjeturas que habían sacado él y sus amigos en el bar, definitivamente quería llegar al quid de la cuestión.
—¿Anna? —llamó él, acercándose a su lado y mirándole como si fuera un cachorrito abandonado. Sabía bien cuál era las debilidades de su cuñada, y en momentos de crisis había que explotar todos sus recursos—. ¿Me están ocultando algo?
Anna sudó frío y volteó la mirada hacia cualquier otro lado que no fuera Hiccup, prácticamente roja por soltar la noticia. No se perdió de las profundas miradas de sus amigas, especialmente de Astrid, que casi la mataba allí mismo con tal de que no hablara.
—¿Qué? No —balbuceó de manera incoherente, con el rubor subiendo de intensidad por su cara a cada palabra—. Estamos perfectamente bien, ya sabes… nadie está en ningún estado diferente ni nada de eso —se mordió la lengua tan pronto como habló, y le envió a su hermana una mirada de suplicante disculpa.
Esta vez, Hiccup observó seriamente a Rapunzel, su segunda opción en cuanto se tratase de soltar información sin poderlo evitar.
—¿Entonces en qué estado está Astrid?
Rapunzel tragó saliva y carraspeó, jugando con su cabello como siempre lo hacía que estaba nerviosa.
—Pues, ya sabes, ese que estás cuando estás feliz y luego estás más feliz y estas…
Y probablemente hubiera continuado diciendo incoherencias aun con menos sentido que las de Anna de no ser porque Eep rodó los ojos y la interrumpió.
—¡Ya! —dijo exasperada, sus hormonas de embarazada actuando aun más en su contra—. ¡Tiene que enterarse de todos modos!
Astrid se levantó de golpe. Con el súbito mal humor y las ganas rabiosas de golpear a todas por no ser capaz de mantener sus bocas cerradas.
—¡Maldición! ¡Se nota que son amigas Ruffnut y tú porque son igual de chismosas! —gritó frustrada—. ¡Y si! ¡Estoy embarazada pero no quería que Hiccup se enterara así!
Hubo un súbito segundo de implacable silencio y sorpresa, hasta que de pronto Eep rió y se acarició el estomago con victoria.
—Bueno, se estaba tardando —dijo suavemente, aliviada.
Hiccup en cambio la miró perplejo, con la boca totalmente abierta y desencajada de la sorpresa. Pestañeó una par de veces y se levantó sin decir nada, quedando frente a Astrid.
—¿En serio…? —preguntó, aun mirándola con sorpresa. Sintió como de pronto su corazón de detuvo para inmediatamente después acelerarse a mil por segundo en un arrebato de felicidad. Reaccionó por la noticia y sonrió enormemente, mientras tomaba entre sus brazos y la levantaba, dándole vueltas en el aire y riendo y gritando de júbilo—. ¡VOY A SER PAPÁ!
Todas las mujeres parecieron explotar de felicidad junto con la pareja. Al menos las cosas habían salido bien.
.
El capitulo pasado les dije que Jamás abandonaría el fic, este será terminado. Y lo cumplo. Sí, me tarde horrores, y claro que pensé en ustedes y en la historia muchísimas veces a lo largo de este tiempo. A veces, hay cosas que suceden en la vida que ponen todo tu mundo de cabeza, y eso fue lo que me pasó, cosas muy serias que me absorbieron totalmente. No entraré en detalles, sólo les diré que agradezco mucho todos los mensajes que me mandaron preguntándose dónde estaba, en especial a Esther Coutoi, que no importaba el tiempo, seguía mandándome mensajes.
Este capítulo es por ti Esther, y por todas las personas especiales que llegaron a apreciar este fic. Está un poco más largo de lo normal, y Solo queda el epílogo y la historia se cierra oficialmente. Aclaro que ya está escrito, así que sólo queda recibir su opinión acerca de si aun quieren leerme o si no. ¡Por favor déjenme saber lo que piensan!
En cuanto a Entre el Aire y la Tierra, espero ponerme al día con eso también.
Hasta la próxima. Besos, Higushi.
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Pd. Disculpen por no contestar los reviews del capítulo anterior, prometo responder estos que me manden, ¡Los amo a todos!