Aclaración: Ningún personaje lleva mi nombre en sus créditos así que nop, no me pertenecen. Tal mundo maravilloso es obra de una dama muy admirada: J. K. Rowling. Así es señores, el debido respeto a ella. *ovación*
Summary: Cuando el Torneo de los Tres Magos llega a Hogwarts todo el mundo enloquece y se pregunta ¿qué sucederá? Sin embargo, cuando asumen al Harry Potter de ese año la pregunta cambia un poco… ¿qué demonios es lo que está pasando?
¡ATENCIÓN!
Ahora, antes que nada me gustaría darles la bienvenida y recordarles que se trata de una nueva versión más "madura" de mi anterior historia. Mi más sincero agradecimiento a los que decidieron darle otra oportunidad, y claro, mi más cordial recibiendo a los nuevos lectores.
Espero disfruten tanto como yo lo estoy actualmente haciendo mientras
escribo. :D
What hell is happening?
I
Si piensas que hay algo extraño…
Shhh.
Despertó hundido en la nada, sin poder sentir cualquiera de sus miembros. Qué curioso, él podía jurar que no tenía idea de donde estaba. Con la neblina abandonando su mente, actuó por costumbre y estiró su mano para coger sus anteojos, jugueteando con él sin intención de levantarse.
Por las cortinas rojo carmesí sabía que estaba en Hogwarts… sin embargo, ¿en qué tiempo sería? Miles de recuerdos revoloteaban en su mente, demasiada información para concentrarse en algo que no fuese obvio y propio. Hogwarts, disfrutó de la palabra susurrada en su interior, una voz familiar y confortante empañando sus sentidos. Una voz femenina y ligeramente mandona.
Hermione, reconoció, dejando caer sus párpados soltó un profundo suspiro encantado, prácticamente drogado en las sensaciones que despertaba su nombre y el encantador sonido que escapaba de sus labios cuando hablaba.
No supo cuánto estuvo allí, asimilándolo todo en medio de los familiares ronquidos de sus compañeros de Gryffindor, pero cuando volvió a abrir los ojos la tonalidad verde esmeralda de estos se encontraba tan pulida y brillante como la misma gema. Era una mirada repleta de determinación.
Incorporándose con movimientos lentos –¿es que siempre había sido tan pequeño, así de frágil?- se acomodó los anteojos sobre la nariz y cogió su varita, acariciando distraídamente la madera suave entre sus dedos. Familiaridad gorjeó bajo su piel, en su misma sangre, y se extendió por todo su cuerpo.
Sonriendo en la bienvenida de su varita se dirigió a pasos cuidadosos al baño, notando la entrada de la luz por las ventanas a través de las cortinas de oro. Todos dormían, incluso él. Su mirada atravesó la tela mal echada en una de las camas, observando el pelo rojo con labios apretados.
Su mano tembló.
Hazlo, una voz susurró con malicia, acabalo ahora. Nadie lo notará.
Apretó su varita, la magia zumbando a su alrededor peligrosamente.
Vamos, es lo que más deseas. Él jamás volverá a despertarse, no habrá oportunidad de que le haga daño. ¡Hazlo! ¡Mátale!
… No. Contó mentalmente hasta tres, aspirando el aire y alejándose precipitadamente en dirección al baño. Sólo cuando el agua fría se deslizó sobre su cuerpo, atravesando la tela y goteando ruidosamente sobre las baldosas dejó escapar un grito de enojo, magia inconscientemente vertida en las paredes para amortiguar el sonido.
Se recordó quién era, por qué estaba allí. Una y otra vez. No caería. No sería un esclavo de su furia. Demasiados errores se habían escrito con la tinta venenosa de su enojo. No, se repitió, descansando la frente contra la pared fresca, notando distraídamente el temblor de su cuerpo.
Soltando un largo suspiro de cansancio se sentó en el suelo, sosteniéndose la cabeza entre sus manos y sobre sus rodillas dobladas. Con las emociones enfriándose lo que más sentía en ese momento era dolor, un pálpito continuo y molesto como el ruido de un tractor en su parte superior.
Tranquilízate, Potter, se dijo, alzando uno de sus brazos para cerrar el grifo. La otra mano se hallaba actualmente prácticamente pegada a un trozo de madera por lo que la considera inútil por ese momento.
Con sus emociones bajo control se puso de pie, inclinando la cabeza en consideración a su estado. Con unas pocas palabras y un movimiento tenue de sus dedos se vio seco y limpio, ni una sola gota incluso en su cabello despeinado.
Casi mecánicamente salió del cuarto, revisando su cofre en busca de su uniforme. Ya cambiado y listo tenía un pequeño y último detalle que cuidar.
¿En qué tiempo exactamente se encontraba?
Cuando la fluida viruta de humo azul se transformó en números él no pudo evitar la sonrisa leve que asomó en sus labios. Estaba en los primeros días de su cuarto año. Y eso significaba que tenía una enorme oportunidad de acabar con Voldemort, de una vez por todas.
Él terminaría lo que empezó una noche en Halloween, lo que debería haberse puesto fin hace muchos años.
Con más ánimo se dirigió hacia la salida del dormitorio, sabiendo que cierta personita estaría en la Sala Común. Ignoró con todas fuerzas al pelirrojo dormido, prefiriendo guardar su sed de sangre a la serpiente mayor.
Ronald Weasley ciertamente no valía una estadía en Azkaban.
Como lo esperaba se encontró con la chica frente la chimenea, un libro abierto sobre su regazo. Harry tomó nota de como las llamas sacaban a relucir reflejos de oro en los rizos achocolatados y como su piel resplandecía cálidamente. La forma en que se mordía el labio inferior en determinadas ocasiones, como sus dedos pasaban tan cuidadosamente las hojas. Todos esos detalles eran de ella, eran Hermione en todo su esplendor, y él no pudo evitar el ardor en su pecho.
Su mejor amiga estaba bien. Su amor de verdad estaba allí, frente a él. Viva, llena de hermosura y tan inteligente como quien había decidido que Hermione debía de existir.
Lentamente se acercó.
Ella no lo notó. No hasta que estuvo a milímetros de su cuerpo y se abrazó a su cintura como lo haría un hombre en medio del mar a un flotador.
— ¿Harry?—miró preocupada a su amigo, a sabiendas que él realmente no era del contacto personal. No obtuvo ninguna respuesta entendible salvo el aumento de fuerza en su agarre. Probablemente tuvo una pesadilla, resolvió lógicamente, dejando el libro a un lado y pasando sus brazos sobre la espalda masculina para abrazarlo a su vez.
Debió de haber sido una muy mala, se dijo con tristeza, recordando algunas noches atrás. No supo muy bien qué hacer con el sentimiento que se extendió por su pecho al pensar que Harry la había elegido para recibir consuelo. A ella. No Ron o alguien más. Basta, se obligó a detener cualquier flujo de pensamientos en esa dirección.
Ron debía de estar durmiendo y Harry era muy considerado para despertarlo, por lo que era la opción obvio que por descarte debía de ser ella. Pero él nunca nos abrazó por cuenta propia, una vocecita replicó en alguna parte de su mente. Fingió no prestar atención, dividida entre la tristeza por el sufrimiento de su amigo y el disfrute de saber que él confiaba lo suficiente para buscar consuelo.
Ajeno a lo que pasaba en la mente de la muchacha, Harry se debatió en salir corriendo y golpearse la cabeza contra la superficie más dura que pudiese hallar o disfrutar de tener a la persona más querida en su corazón entre sus brazos. Bien podría hacer la dos, pensó, acurrucándose un poco más. Primero gozar y después reflexionar en qué diablos estaba pensando al actuar así.
Pero Hermione no parece molesta, se dijo, sintiendo los brazos tímidamente envueltos a su alrededor. Cerrando los ojos aspiró el aroma tan familiar. No olía tan femenina como la mayoría de las chicas lo hacían, como flores o frutillas o algo bien dulce, sino más bien era un olor tenue, delicado y afrutado. No conocía a qué exactamente pero le recordaba a las vides madurando bajo el sol, al canto de las aves y al movimiento agraciado de las mariposas, así de frágiles y efímeras.
Esas eran cosas tan poco… tomadas realmente en cuenta. Y sin embargo, el mundo se convertía en lugar triste sin ellas. Así como el suyo sin Hermione. Él no deseaba volver a vivir uno sin ella.
El sonido de un gruñido interrumpió sus pensamientos.
¿Mmm? Parpadeó, alejándose ligeramente del estómago femenino contra el que había estado presionando su cara. Miró hacia arriba, notando el encantador carmesí de las mejillas de su amiga. Qué bonita, pensó, tomando unos segundos para salir de su atontamiento y llegar a qué es lo que había sucedido.
— ¡Lo siento!—se disculpó avergonzado mientras la soltaba.
Recibió una sonrisa como respuesta— No es ninguna molestia, Harry—aseguró, perdiendo poco a poco el calor en su rostro— tal vez sería mejor ir a desayunar—sugirió, decidiendo que le preguntaría después que es lo que había soñado. No pensaba quedarse quieta si su mejor amigo había vuelto a soñar con Voldemort. Nadie y mucho menos él se lo merecía.
De pie, el joven asintió, estirando su mano hacia ella— Tienes razón. Venga, vamos—ayudándola a levantarse, cogió el libro aparentemente pesado, sorprendiéndose al notar que era más ligero que lo cualquiera podría suponer— ¿estás utilizando encantos de ligereza, Hermione?—inquirió, curioso.
— Obviamente. ¿Sino cómo podría llevar tantos?—contestó, sonriendo.
Acordándose de haberla visto cargar pilas de varios gruesos tomos él se rió entre dientes— No lo sé. ¿Tal vez sólo pensé que eras muy fuerte?—bromeó, siguiéndola por la puerta hacia el comedor.
Ella resopló— Tendría que ser una súper-heroína al menos…
Harry miró "inocentemente", acercándose para susurrar— Llevas el traje debajo del uniforme, ¿verdad? ¿Piensas crear una cabina o quieres que te cubra?
Fue su turno para verse sorprendida, antes que la risa brotó de sus labios como una fuente cristalina— Te lo agradezco, Harry, pero prefiero no revelar ningún secreto aún—y dejándose llevar por un impulso le dio un guiño rápido.
El muchacho se rió entre dientes, un ligero calor en su rostro que ambos fingieron no prestar atención. Ni él ni Hermione tampoco comentaron acerca de la poca distancia que existía, ocupados en su conversación.
Como de costumbre, aún si era temprano, el Gran Salón se encontraba lleno, sobre todo por los alumnos más grandes y con mayor capacidad de levantarse a primeras horas. La única diferencia era que también habían estudiantes con diferentes uniformes, no solamente en color sino en forma.
Los alumnos de Beauxbatons y los de Durmstrang también se encontraban allí, sus voces unidas en el revuelo del desayuno. Él encontró fácilmente a Fleur, quien un día llegaría a apellidarse Weasley, en medio de los Ravenclaw, su risa de campanas causando a los niños de su alrededor pelearse por sentarse a su lado.
Viktor Krum, por otra parte, no parecía la más feliz de las personas. Nadie de Durmstrang lo hacía, en realidad. Había un aire sombrío a su alrededor, como si el peso del mundo estuviese puesto sobre sus hombros. Y eso que soy yo quien lleva esta cicatriz, soplando un mechón de pelo negro, se llevó un poco de salchichas a la boca.
Ya tendría tiempo para intentar hablarles. Por el momento se concentraría en cosas más importantes.
Como su hermosa amiga, por ejemplo.
Lamentablemente las cosas no permanecen felices y tranquilas por mucho tiempo.
— Hey, amigo, ¿por qué despertaste tan temprano?—Ronald Weasley apareció, tomando asiento frente ambos y metiendo alimentos en su plato con la gula de un pobre animal perdido en medio de la nada al que luego de meses de hambruna se le ofrece un banquete. Pero ese era Ron de todas formas— Hola, Hermione—saludó, en medio de pedazos de tocino.
— Buenos días, Ron—devolvió, mirando ligeramente asqueada en la visión de la comida entre los dientes.
— Buenos días—él repitió, bebiendo un poco de jugo de calabaza. Aunque sus labios sonreían en su interior todo ardía en ganas de lanzarse y apretar el cuello desgarbado hasta que las pecas resaltasen sobre piel azul.
Ron le lanzó una mirada extrañada antes de al parecer darse cuenta de que lo que sea que estaba pasando no era más importante que los huevos fritos.
Harry bebió un poco más de jugo y fingió un movimiento no predeterminado para acercarse más a Hermione. En ese momento eran las dos únicas alegrías que le impedían ir a Azkaban de por vida.
Fue bueno que inesperadamente los gemelos se dejasen caer a un lado del Weasley niño más joven, amplias sonrisas idénticas en su rostro— Buenos días, pequeño Ronninkis, Harrinkis y Hermione—saludaron felizmente, desestimando la expresión de vergüenza y molestia enviadas por su hermano y la ceja alzada de Harry.
— Buenos días, Fred, George—Hermione repitió la cortesía, un pastelito de chocolate en sus manos.
— ¿Por qué solamente a Hermione no llaman con esos nombres tontos?—Ron exigió saber, mordiendo con molestia en su tenedor.
Los gemelos no fueron los únicos que le miraron como si fuese estúpido— Porque, nuestro querido y tonto hermano pequeño…—uno comenzó.
—… nosotros no tenemos ningún deseo de morir antes de tiempo.
— ¿Te imaginas? Sería una horrible tragedia.
— Un mundo sin gente tan guapa como nosotros. ¡No!…—sacudió su cabeza con falso horror.
— Una total tragedia—acordaron juntos.
Hermione resopló— Oh, por favor—pero las esquinas de sus labios parecían estar luchando para seguir hacia abajo.
Harry sonrió antes de preguntar— ¿Realmente están pensando en entrar su nombre al Torneo?
— Oh, mira Gred, el pequeño Harrinkis sabe nuestro secreto.
— Lo veo y no lo creo, Feorge—compartiendo una mirada, se inclinaron hacia él— Así que, ¿cuánto por su silencio?
— ¿Por qué no mejor hacer una apuesta?—propuso, Harry.
El interés brilló en los ojos azules.
Hermione, a su lado, alzó una delicada ceja en cuestionamiento acerca de que se trataba.
Él les sonrió a ambos.
— ¿Y qué podrías querer apostar, mi estimado amigo?
— Si su truco funciona les prestaré mi mapa por todo el año sin preguntar. Sé que saben donde está cada pasillo oculto pero no si alguien más anda por ahí.
— Bueno, eso es cierto—Feorgue admitió— ¿pero qué hay de si no lo hace?
El último Potter les dedicó una expresión de clara "inocencia"— Si no funciona… van a tener que darnos un pase libre de sus bromas—señaló a Hermione y a él, antes de recordar que técnicamente Ron también era su amigo por lo que se vería extraño no incluirlo— y ayudarme con algunas proyectos que tengo.
— Es un negocio duro el que conduces, mi pequeño Harrinkis—Gred murmuró, pensativo.
— No más bromas a nuestro hermano pequeño—Feorge suspiró con tristeza, mirando con nostalgia al susodicho atiborrarse de más comida.
Él intentó -y logró gracias a su columna vertebral de mithril- no añadir "a menos que esté siendo un maldito bastardo traicionero". Eso sí que sería realmente raro para el personaje de Harry Potter.
— Pero él dijo "ayuda"—el mayor sonrió, la palabra "travesuras" escrito en su frente y más que visible en sus ojos— ¿cómo es que podríamos negarnos a eso?
— Mi querido hermano, ya lo has dicho tú, casi hace que desee perder.
— Mmm—asintiendo entre sí se volvieron al de cabello negro— Muy bien, Harrinkis, aceptamos.
Sonriendo, se volvió a su amiga— Hermione, ¿podrías elaborarnos un contrato?—y al escuchar la protesta de los gemelos, explicó— No es que no confíe en ustedes, chicos, pero hará las cosas más serias. Un poco de práctica para el futuro si así quieres verlo.
— No tengo problema en hacerlo, Harry—ella sonrió, un poco dulce. Probablemente pensando en lo que sucederá si no cumplen las condiciones, se dijo el muchacho, recordando lo sucedido a Marietta.
— ¿Práctica?—Feorge repitió para sí mismo— ¿a qué te refieres específicamente, Harry?
Recibió una sonrisa tanto divertida como secreta— Ya hablaremos en otra ocasión, George, Fred. Ahora es momento de ir a clases—incorporándose, tendió la mano a su mejor amiga para ayudarle a levantarse. Suelta su mano, chico malo, se ordenó, controlando tanto sus ansias de mantener el contacto como las de hacer un puchero por no poder hacer lo que deseaba.
— ¿No vienes, Ron? Llegaras tarde—Hermione habló, deteniéndose.
Frunciendo un poco el ceño, el pelirrojo dejó a regañadientes su bien custodiado plato de comida — Ya voy, Herms. De todas formas tenemos Encantos, el profesor Flitwick no se enojará si llegamos unos pocos minutos tarde—refunfuñó, buscando el apoyo en su amigo.
No obtuvo la respuesta deseada.
— No significa que tenemos que probar nuestra suerte—replicó, manteniendo el ácido en el borde.
Hermione suspiró con resignación— No sé dónde acabarás si sigues de esa forma, Ron—luego añadió— y por cierto, nada de "Herms" ni "Mione". Odio los nombres de mascota, te lo he dicho antes.
Ron resopló, visiblemente irritado por la falta de apoyo y la risa de sus hermanos mayores a su costa.
A la par que caminaba con la dueña de su corazón Harry no pudo evitar estremecerse en anticipación. Con el anuncio de los campeones del Torneo al fin podría prescindir de la molestia pelirroja sin plantear demasiadas preguntas. Y tendría todo el tiempo para pasarlo con ella.
Aún si en su última vida el Torneo no había sido más que un enorme accidente lleno de acontecimientos catastróficos, en esta él aprovecharía cada oportunidad dada. No había sabido en la primera oportunidad quién realmente era su amigo y quien era simplemente un puñetero traidor, y eso le había costado lo más importante. Tampoco había sabido ni podido llevar abajo la amenaza de Voldemort.
Sin embargo, eso no volvería a suceder.
Todavía quedarán cosas sin resolver, él se dijo así mismo, y muchos errores que enmendar. El juicio de Sirius es algo de que ocuparse. Y están Snape y Dumbledore, anotó, mirando a su costado. Con ojos más suaves se movió más cerca, pero lo más importante es mantenerla a salvo. No pienso perderla de nuevo.
Él lo está haciendo de nuevo, advirtió, sintiendo un cosquilleo inexplicable en sus brazos. No podía dejar de pensar que algo inundablemente le había pasado a su mejor amigo, algo lo suficientemente fuerte para no solo acercarse a ella sino también unirse. No es como si fuese a quejarse pero había llegado a darse cuenta de que Harry tendía estar del lado de su pelirrojo amigo, muy probablemente por "camaradería".
Ella realmente lo había esperado a estar de acuerdo con Ron.
Pero no lo hizo, y es un poco menos extraño que esta sensación, reflexionó. Tampoco había dejado de darse cuenta que aún cargaba con su libro y que el espacio entre ambos era bastante acaso. No es que se quejaría de todo eso, claro que no.
Solamente era un comportamiento no tan Harry.
Tal vez las secuelas desde su desastrosa transformación en mitad-gato en su segundo año no se habían borrado totalmente, la curiosidad sin duda tenía que ser felina. Esperaba no terminar como el dicho.
— Hermione, ¿podríamos hablar después?—su nerviosismo era entrañable, de verdad. Y le recordó a días anteriores frente a cierta Ravenclaw china.
— Claro que sí, Harry—sería su opinión perfecta para preguntar qué es lo que lo había sacudido.
Obtuvo una sonrisa feliz a cambio, haciéndola desear que fuese más fuerte contra el calor que misteriosamente se había propagado por sus mejillas. Tranquilízate, Hermione, se ordenó pensar con claridad. Ella obtendría sus respuestas y sabría exactamente qué estaba pasando y cómo actuar. Pronto estaría libre de cualquier clase de esperanza.
Pensando en ello ignoró la punzada y se enfocó en llegar a la clase de Encantamientos. Eso era lo más importante en el momento, no conseguir ninguna cosa mal, se dijo a sí misma.
No puedo creer que acabo de decirle eso, maldijo en su mente. Había su plan enamorar a su mejor amiga poco a poco, no simplemente ir y echarle un "¿quiere salir conmigo?" en la primera oportunidad. Realmente, Potter, eres un idiota.
Ahora tenía que pensar en qué podría decirle. Genial.
Después de una eternidad –para él- decidió dejar a Hermione sentarse en medio de él y el Weasley. Sería demasiada tentación estar dos horas cerca del chico irritante y no hacer nada. Sí, sería lo mejor para ambos. Mantendría vivo al de pelo rojo y a él fuera de la cárcel. (No es como si fuesen a atraparlo)
Fingió pasar la lección un poco cojo, teniendo un poco de risa irónica en el hecho de que el hechizo de convocación le había prácticamente salvado la vida. Pero no esta vez. No pensaba entrar a un ring a enfrentarse contra un dragón con una escoba y unas palabas de rezo a la entidad superior de turno.
Tendría un verdadero plan esta vez.
Poniendo a un lado cualquier reflexionó no estaba de más decir que se había pasado la clase observando lo más disimuladamente –o no, no mucho en realidad- a su compañera. Ni siquiera notó cuando Ronald llegó, ocupado en notar la forma en que la chica de cabello rizado se mordisqueaba el labio en concentración o como lidiaba con un par de mechones rebeldes que caían sobre sus ojos.
Si el profesor notó algo no lo vocalizó en ningún momento, pululando entre las mesas para ayudar a cualquier Gryffindor o Hufflepuff en necesidad de ayuda.
— Hey, compañero, ¿qué estás haciendo?—Ron preguntó con extrañeza al final de la clase— Tenemos una hora Adivinación aún.
Harry sacudió la cabeza— Quería hablar con la profesora McGonagall sobre eso. Pienso dejar Adivinación por otra materia, tal vez Runas Antiguas.
— ¡¿Qué?! ¿Pero de qué demonios estás hablando, Harry?—frunció el ceño profundamente— ¿Estás intentando convertirlo en un ratón de biblioteca como tú?—exigió a la chica esta vez, no viendo la más mínima posibilidad de que su amigo tomaría una clase "difícil" por el placer de hacerlo.
— Buena forma de hablar a tu amiga, Ron—le dio una sonrisa escalofriante— será mejor que cuides tu tono—siseó, deslizándose hasta enfrentarse al pelirrojo. Toda su magia pedía eliminar la amenaza, en ese mismo momento. Y él podría haberlo hecho, sí, pero una mano suave en su brazo se lo impidió.
— Está bien, Harry, Ronald solo está haciendo el tonto—apaciguó, antes de volver una mirada furiosa al muchacho— Voy a tener en cuenta tu opinión hoy cuando vengas a pedirme la tarea de Pociones, Ronald Bilius Weasley—informó, secamente, antes de volverse a su mejor amigo— Vamos, te acompañaré a hablar con la Jefa de Casa.
Asintiendo, Harry relajó su postura antes de dedicarle una expresión que podría fácilmente haber congelado el infierno y luego hacerlo arder por gusto, antes de seguir a la muchacha. Cuenta con Ron para hacer las cosas más fáciles, si seguía así ni siquiera tendría que esperar la escena del Cáliz.
El Weasley varón más joven se quedó allí, sorprendido más allá de sus nueces. No entendía que había salido mal. No, espera. Todo había comenzado esa mañana, con las miraditas y las sonrisas y Harry no acompañándolo en el desayuno…
Pero en serio, ¿qué es lo que pasó?
Harry siguió a la chica por los pasillos trascurridos, pasando a toda máquina a través de lo sucedido minutos antes. Aún si para él se trataba de una inmensa alegría poder disfrutar de un entorno sin un especifico Weasley, Hermione acababa de ser gritada por un supuesto mejor amigo.
Tentativamente se acercó a la fémina— Hermione—llamó con cautela, estirando su mano para alcanzar la más pequeña— no creo que Ron estaba pensando cuando te llamó eso—murmuró, intentando sufrir un infarto por el solo hecho de que estaba defendiéndolo— Ya sabes, Ron no suele pensar mucho en lo que sale de su boca—añadió, bromeando ligeramente para ocultar su propia amargura respecto al nombrado.
Ella se detuvo abruptamente, apretando suavemente la mano unida a la suya— Yo… sé—suspiró a penas, encogiéndose un poco— pero me gustaría que fuese diferente algunas veces—confesó a media voz.
Alargando el otro brazo absorbió a la niña en un confortable gesto, apartando a ambos del flujo de alumnos curiosos y no tan curiosos con un determinado movimiento— Lo siento mucho, Hermione—se disculpó, sincero arrepentimiento en sus palabras— No fui muy diferente a él en estos años—apretó el abrazo— si me despertase un día y no estuviese no sé qué sería de mí.
No fue una declaración totalmente sincera.
Fue una promesa.
Él no volvería a levantarse en un mundo sin ella.
Hermione se movió un poco, alzando la cabeza hacia arriba para mirarlo con atención, topándose con un par de ojos verdes oscurecidos— ¿Tú…—mojó los labios extrañamente nerviosa— tuviste un sueño acerca de mi muerte?
Inclinando la nariz hasta tocar su frente, él asintió, tristeza visible en sus rasgos— Fue horrible. Me hizo totalmente asustado—admitió, sin abandonar la vista fija de los encantadores pozos marrones que le observaban a su vez.
Hermione parpadeó, apoyándose en su mejor amigo. Ah. Eso lo explica, su lado lógico intentó concentrarse en eso y no en lo bien que olía o como se sentía estar entre sus brazos. No estaba bien, Harry era su amigo y solamente eso. Recuérdalo, Granger.— ¿Ayudaría si te digo que no pienso irme hasta ser vieja y haber logrado todas mis metas?—murmuró con suavidad, intentando confortarlo.
— Un poco. Pero preferiría saber qué piensas seguir con vida…—continuó lentamente, susurrando—y conmigo.
El silencio sobrevino hasta que ella aumentó la fuerza del agarre en su cintura, que había venido a realizar desde el primer momento— Oh, Harry—musitó, calidez llenando su tono— por supuesto que sí.
Él podría haberla besado.
Un paso a la vez, Potter, se recordó con firmeza, conformándose por el momento con irse a clases del brazo de su intención no declarada… aún.
Tenía todo el año para ganarse su corazón y hacer su jugada.
Sólo debía de ser paciente. Tiempo era, después de todo, lo que había ganado.
Uff. 4000 mil palabras.
Como verán, solamente el comienzo es similar al primer capítulo de la otra historia. Me fui más por el lado explicativo que productivo hoy, pero un poco de pre-pelusa (¿eso incluso existe? xD) no hace daño a nadie, ¿verdad?
En fin, me encantaría saber que piensan sobre esto.
Nos vemos en el segundo capítulo ^-^
¡Besos de gotas de chocolate y abrazos de cereales azucarados –así de crujientes, sí-!
Pdta.: Yo solo… tipo que extrañaba esto c.