Mi Cielo Prohibido

Capitulo 4

Disclaimer: Naruto y sus personajes, así como sus elementos, pertenecen a Masashi Kishimoto. Yo solo los uso con el fin de entretener.

Ah, otra vez era de mañana y ya me tocaría irme al trabajo, dejando a mi esposa nuevamente sola. Me levanté lentamente de nuestra cama y procedí a quitarme la ropa. Casualmente estaba frente al espejo, por lo que aproveché a inspeccionar mi cuerpo un poco.

Ciertamente ya no era el muchacho de antaño que correteaba por todos lados y salvaba al mundo cada dos por tres. Aunque se podría decir que me conservaba en buena forma, quizás hasta podría ser modelo de revistas.

― ¿Qué hay, guapetón? ―pregunté al espejo, riéndome de mis propias tonterías.

Me puse mi traje y bajé a hacerme un buen desayuno. Este día tenía ganas de comer hasta reventar, este sería un largo día y que necesitaría energía extra. Según me enteré, unos dignatarios de un país extranjero vendrían para formar otra alianza con la aldea, lo cual significaba que tendría a un grupo de lamebotas besándome el trasero.

Dios sabía cuánto odio a los aduladores. Pero bueno, ¿Qué se le va a hacer? Es algo que viene con el trabajo. Desde que entré al ruedo de la política me enteré que siempre habría un trasero que besar y alguien a quien mantener contento. Bueno, no me consideraría un besatraseros, pero tampoco era un manso corderito.

He pensado incluso en regalar botecitos de miel por si quieren acaramelar antes de lamer. Okay, eso fue algo perturbador, pero sigue siendo culpa de ellos por ser tan mequetrefes.

La política era un juego muy aburrido en el que se necesitaban nervios de acero y capacidad de estrategia, cosa que se le daba más a Shikamaru que a mí. Pero como yo soy el Hokage, me jodo.

Me fui a dar una ducha y luego me puse mi traje de Hokage. Muchos dicen que me parezco a mi papá cuando todavía vivía, yo digo que me veo más viejo que él, y eso que tenemos la misma edad. Bueno, la misma que cuando murió. Es más, yo hasta tengo patas de gallo, y él era tan fresco como una lechuga. Mierda, seguro de alguna forma saqué la vejez prematura de ero-Sennin.

Hablando de él, me pregunto si está en el paraíso espiando ángeles en algún baño mixto. Qué diablos, debe de estar revolcándose en el infierno, rodeado de súcubos y cosas así. Tengo una mente bastante retorcida; pero bueno, ninguno de mis conocidos es algo así como que la imagen de la salud mental.

Ya vestido (y diabólicamente guapo), bajé a la cocina para hacerme un desayuno y un café bien cargado. Pero ¡Oh, sorpresa! Mi esposa ya estaba ahí, con su delantal rosa.

―El desayuno está listo, cariño ―dijo mi linda Hinata, quien me había preparado una gran torre de panqueques cubiertos con miel y mantequilla. Eso era un infarto en un plato, pero tampoco era como si fuera a rechazar una comida hecha por mi mujer.

Mi mujer, era extraño cuando lo decía. Si hace veinte años me hubieran dicho que yo le diría así a Hinata, posiblemente me hubiera partido de la risa y hubiese dicho que quizás sería a Sakura. Las vueltas de la vida son verdaderamente interesantes a veces. Siempre quise a Sakura, ¿Pero saben qué? No me he arrepentido ni un solo día de haber elegido a Hinata.

Caminé hacia Hinata y la besé apasionadamente en los labios, como el marido amoroso y amable que soy, modestia aparte.

― ¡Gracias, amor! ―dije e inmediatamente me puse a desayunar.

¡Dios mío! ¡Estos panqueques sabían a gloria! Sip, definitivamente hice la elección correcta al desposar a mi Hinata. No solo era cálida y amable, sino que tenía una sazón que haría a los mismos dioses caer a sus pies.

― ¿Vas a hacer algo hoy? ―preguntó, tratando de hacer algo de conversación, mientras que ella se servía su propio desayuno; ella comía ensalada de frutas, tan saludable como siempre.

Ella me miró un poco desconcertada y dijo―: Pues había pensado en visitar a Hanabi y Konohamaru, ya ves que a veces necesitan ayuda con Kimiko-chan. Después pensaba en visitar a Sakura en el hospital para hacerme un chequeo médico.

Eso último no me gustó.

― ¡¿Qué pasa?! ¡¿Te sientes mal?! ―pregunté, preocupado como un loco.

Ella rió de buena gana y respondió mientras se levantaba para acariciarme la mejilla, como si fuera un mocoso.

―Estoy bien. Es solo un chequeo de rutina. Te preocupas demasiado.

Me puse de pie y fui hasta ella, para abrazarla contra mi pecho y besar su coronilla, mientras aspiraba su suave aroma a lavanda.

―Si me preocupo es porque eres el amor de mi vida ―dijo, abrazándola aún más fuertemente.

Ella naturalmente se sonrojó y comenzó a calentarse, pero no dijo nada y simplemente se dejó hacer. No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero pareció como si fueran siglos. Me hubiese gustado quedarme así para siempre.

―Naruto.

― ¿Sí?

―Se te va a hacer tarde para tu reunión con los dignatarios.

―Que le besen el trasero a Shikamaru mientras llego.

Ella se carcajeó y luego se separó de mí, no sin antes darme un besito en los labios.

―Mejor apresúrate. Sé que te encanta que te inflen el ego.

―Solo si eres tú.

Ella volvió a reír y luego se concentró en terminar su desayuno, riéndose de vez en cuando. Cuanto amaba aquella risa.

Luego de varios minutos de desayuno, este al fin se terminó. Subí a lavarme los dientes y luego me tocó irme a la oficina. Mi Hinata tenía razón, se me hacía tarde.

Utilicé el Hiraishin de papá y aparecí en mi oficina, donde Shikamaru trataba con los dignatarios, los cuales mantenían su falsa sonrisa de "relaciones públicas". Como se notaba que mi amigo estaba hasta el cuello de mierda.

Tan pronto aparecí, los buitres cambiaron de carroña y se lanzaron sobre mí como si ni hubiera mañana.

― ¡Oh! ¡Pero si es el brillante Hokage, Naruto Uzumaki! ―exclamó una mujer vestida de secretaria, violando inmediatamente mi espacio personal. Era linda, pero no le llegaba ni a los talones a mi esposa.

― ¡Es un gusto conocerlo! ―dijo otro, un calvo con un kimono verde de muy mal gusto.

Mantuve mi propia sonrisa de "Relaciones Públicas" y los saludé cordialmente. Tan pronto pudieron, comenzaron a llenarme de lisonjas y a besarme el trasero. Quizás lo de la miel no era tal mala idea.

Este sería un largo, laaaaaaargo, muy jodidamente largo día.

Desperté sintiendo la suavidad de mis sabanas de seda importada (Un regalo de mi tía Hinata, de uno de sus viajes). Verdaderamente no quería levantarme hoy, pero bueno, tendría que hacerlo para poder irme a trabajar, la pereza no da de comer.

Asomé mis ojos por la ventana y pude ver que ya era bien entrada la mañana, quizás serían las siete u ocho, incluso podrían ser las nueve.

Lentamente me puse de pie y me estiré, para sacudirme la modorra de la mañana. Este día tendría que ir a entrenar al bosque, ya que ayer había perdido un día entero y no quería tomar la costumbre de holgazanear.

Ya bien despierta, me quité la ropa y me cubrí con una toalla, para luego ir al baño, donde puse a llenar la tina y esparcí cuidadosamente unas sales de baño, las cuales me regaló mi madre en mi pasado cumpleaños. Ese era un regalo extraño si me lo preguntan. Tanteé la temperatura con el pulgar de mi pie izquierdo, estaba tibia, justo como me gusta.

Adoro los baños de tina, son relajantes y me agrada la suave fragancia de las sales. Me gusta consentirme antes y después de mis entrenamientos, culpo a mi tía Ino que me metió esas cosas en la cabeza.

Me distraje tanto que al final había pasado casi una hora desde que entré a la tina y hasta casi me quedo dormida. Reaccioné rápidamente y salí de ahí, puesto que no podía perder más tiempo en eso. Volví a cubrirme en mi toalla y me fui a mi habitación.

Ya en mi cuarto, busque mis ropas de entrenamiento, que eran exactamente iguales a mi ropa de misiones. Siempre me gusta tener un par extra por cualquier cosa y de todos modos es ropa muy cómoda.

― ¡Sarada, a comer! ―gritó mi madre desde la cocina, seguramente se había despertado a hacerme el desayuno mientras me bañaba. Por un momento me sentí fastidiada de escuchar su voz, ya que a mi mente regresaron los malos ratos que ella me había hecho pasar. Pero luego recordé la conversación con mí querido tío Naruto y me di cuenta de que él tenía razón, no solo de mi padre, sino de mi madre.

En mi resentimiento, había olvidado las noches en vela que lloraba al estar sola, esperando a que su amado volviera. Ella también sufría y se refugiaba en sus interminables horas en el hospital, para así tratar de olvidar su propia soledad. Sin duda también se había olvidado de mí un poco.

Decidí que daría otra oportunidad a mi madre, puesto que no podría odiarla por más que quisiera.

Antes de salir de mi cuarto, decidí darme una mirada al espejo para ver que todo estuviera en orden. Todo estaba bien, solamente que me decepcioné al ver mi pequeño busto, ¡Diablos! Con quince años y aun plana como una tabla, hasta Himawari tenía más senos que yo, y eso que ella era dos años menor. Al menos tengo una bonita cara, o eso es lo que me habían dicho algunas personas. Con lo fría que soy, nadie pensaría que también puedo tener problemas de autoestima. Soy patética.

Fui de mi cuarto al comedor y ahí estaba mi madre, luciendo una enorme sonrisa en su rostro, radiante como no la había visto en mucho tiempo. Sentado a la mesa estaba mi padre, quien sonrió tenuemente al verme; era extraño verlo hacer eso.

― ¡Buenos días, cariño! ―gritó mamá, corriendo a abrazarme y darme un empalagoso beso en la mejilla, al parecer había decidido ignorar lo de la noche anterior.

―Buenos días, mamá ―dije, sonriendo de vuelta, me senté a la mesa frente a mi padre y mi madre me sirvió el desayuno; mis amados hotcakes.

Mamá continuó sirviendo a mi padre y se sirvió de última, tomándose su tiempo para poder observar su trabajo. Cierto que no era la mejor cocinera del mundo, pero podía llegar a sorprender cuando se esforzaba.

Luego de un rato de haber comenzado el desayuno, papá se me quedó viendo fijamente, con esos ojos penetrantes.

― ¿Vas a entrenar hoy? ―me preguntó, esperando pacientemente mi respuesta; su rostro inmutable como siempre.

―Sí ―respondí planamente, tratando de que mi respuesta no sonara hostil.

―Si quieres… ―comenzó papá, desvió su mirada levemente ―. Puedo ayudarte en tu entrenamiento ―finalizó, llevándose a la boca otro bocado de su ensalada de tomates. Dios, este hombre ama los tomates.

Me quedé muy sorprendida al escuchar su oferta, no era la primera vez que me ayudaba con mis entrenamientos, pero sí la primera en que lo hacía sin que mamá se lo pidiera. Al parecer él también estaba haciendo de su parte para ser mejor padre; bueno, al menos lo intentaba.

Desvié mi mirada hacia mi madre, tratando de encontrar en ella la respuesta. Mamá me sonrió cálidamente y asintió levemente, animándome a aceptar la propuesta de papá. Sus ojos verdes brillaban con esperanza.

―Bueno… ―dije, sintiéndome extrañamente nerviosa.

El desayuno continuó en silencio, con mi madre sonriendo, mi padre comiendo y yo, yo solo los observaba. Ellos eran tan diferentes entre sí, que me asombraba que pudieran compenetrarse tan bien juntos.

Una vez que terminamos de comer, me fui a lavar los dientes y checar que todo estuviera listo para mi entrenamiento. Nunca me han gustado la idea de dejar cabos sueltos, quizás eso venga de mi padre.

― ¿Estás lista? ―preguntó papá, quedándose detrás de la puerta, al parecer ya respetaba mi espacio personal.

― ¡Sí! ―respondí, mirándome en el espejo por enésima vez antes de salir.

Espero que éste sea un día mejor que el de ayer.

Oficialmente estaba hasta el cuello de mierda. ¡Esta gente nunca se calla! Ya llevan dos malditas horas lamiéndome las suelas para que poder aprovecharse y obtener algo de mí. Si dios me escucha, que les dé un maldito infarto. Pero bueno, mientras sean peras o sea manzanas, mantendré mi sonrisa de "relaciones públicas".

― ¡Y esperamos que su gloriosa aldea pueda establecer profundos lazos con nuestro humilde país! ―dijo el hombre del kimono verde, gesticulando exageradamente.

Dios, solo mátalos.

― ¡Yo también lo espero! ―dije, haciendo una actuación majestuosa, deberían darme un premio al mejor actor.

Ambos se pusieron de pie e hicieron una horrendamente exagerada reverencia, ni que fuera el Daimyo.

―Hemos terminado por hoy ―dijo el hombre del kimono, cuyo nombre nunca pude recordar.

¡Maldita sea! ¡Al fin!

―Vendremos mañana para intimar detalles del tratado ―añadió la mujer de traje, creo que su nombre era Hagakure o algo así.

¡¿Y encima me amenaza con continuar esta tontería?! ¡La muy maldita!

―Será un placer recibirlos ―dije, tratando de mantener mi forzada sonrisa y que no vieran que era falsa, aunque a este nivel, poco importaba. Me tenían hasta los cojones. Estreché mi mano con la de ellos y luego se retiraron, parloteando más tonterías que no alcancé a escuchar.

―Por fin sólo ―murmuré, desparramándome sobre mí silla, pensando en qué haría si tenía la desgracia de volver a estar con esas cotorras en celo.

La puerta se abrió y por ella entró Shikamaru, quien cargaba en sus manos una taza de té y unos calmantes. No es que sea desviado, pero amo a este hombre.

― ¿Cita difícil? ―preguntó mientras ponía a mi alcance el té y los calmantes.

―No son ni las diez y ya quiero largarme ―respondí, tomándome el té y las pastillas de golpe.

Este no era mi primera cita de negocios, pero si había sido una de las peores. En mi vida había visto a un par de lambiscones peor que los que salieron de mi oficina.

―Sería una lástima que tuvieras otras tres citas más ―dijo Shikamaru, sonriendo de forma maliciosa. El muy maldito.

―También sería una lástima que alguien te golpeara con un Rasengan.

―Solo bromeaba.

―Ojalá pudiera decir lo mismo.

― ¿Hasta el cuello de mierda?

―Hasta las cejas.

Shikamaru chasqueó la lengua y luego sacó un cigarrillo. El fumar había sido una de las cosas que Shikamaru heredó de su sensei, Asuma.

―Prohibido fumar dentro de edificios públicos ―dije, arrancando un chasquido de su boca.

Luego de impedirle fumar su amado cigarrillo, mi consejero comenzó a pasearse por mi oficina, observando que todo estuviera en orden, tan callado y fastidiado como siempre. Una vez se cercioró de que todo estuviera en su lugar, caminó hasta ponerse frente a mí y luego se sentó en la silla a su derecha―Aún hay una tonelada de papeles que hay que firmar ―soltó finalmente; yo permanecí inmutable.

―Sabes, de niño solía pensar que se Hokage era solo mandar y que te obedecieran, que alguien haría el papeleo por ti y solamente podría disfrutar del cargo.

―Bueno pues, bienvenido al mundo real ―dijo sarcásticamente este cretino pelinegro, haciendo algo similar a una sonrisa desganada.

―Y al de los adultos.

Shikamaru se puso de pie y salió de mi habitación, no sin antes despedirse con un gesto de su mano derecha. Este hombre tiene una pereza increíble.

Segundos después, volvió cargando una carretilla con papeles que debía de leer y firmar, sin mencionar el asignar misiones a los equipos.

Sip, un día jodidamente largo.

Llegamos al campo de entrenamiento relativamente rápido, ya que no nos entretuvimos durante el camino. Habíamos llegado al antiguo campo de entrenamiento de papá, donde por primera vez había hecho trabajo en equipo con mamá y el tío Naruto. A decir verdad, no era gran cosa. Era un campo de entrenamiento pequeño y simple, que bien podría pasar como un claro donde los niños irían a jugar pelota.

―Este lugar me trae recuerdos ―dijo papá, luciendo una microscópica sonrisa en sus labios. Y yo que creía que no podía sonreír―. Aquí fue donde mi equipo se formó por primera vez. Donde aprendí lo que era el valor de la amistad, y donde venía cada vez que me sentía solo.

Mierda, ahora su mirada se había oscurecido, seguramente recordando sus años de oscuridad antes y después de irse de la aldea. Ahora que lo recuerdo, él se había criado solo después de la masacre perpetrada por mi tío Itachi, que en paz descanse.

― ¿Valoras a tus compañeros? ―me preguntó, dirigiendo una indescifrable mirada hacia mí.

La pregunta me pareció extraña, pero decidí seguirle la corriente y simplemente asentí.

―Los valoro mucho, quizás me sacan de quicio, pero no los cambiaría.

Él sonrió más abiertamente ahora, su mirada casi parecía… tierna. Era la primera vez que lo veía hacer algo así, y ciertamente me sacaba un poco de balance. Quizás no era el monstruo insensible que siempre pensé que era.

―Me alegra oír eso ―dijo, acarició mi cabello y se adelantó un poco para preparar el lugar antes del entrenamiento.

Me quedé lejos, recostaba al pie de un árbol viendo cómo el diligentemente arreglaba todo para nosotros.

Sonreí. Por primera vez en mi vida comencé a ver un lado de mi padre que no conocía: su lado amoroso.

Al parecer sí estaba aprovechando la segunda oportunidad que le di. Más le vale, porque no habrá una tercera.

― ¡Todo está listo! ―me gritó, asentí y corrí hacia él. Todavía mantenía su sonrisa en el rostro.

Este sería un gran día.

¡Hasta aquí!

Muy bien, quizás no era el cap que todos esperaban, pero sirve de introducción para el siguiente, el cual si voy a actualizar un poco más rápido. Jeje, disculpen por tardar más de un año en actualizar. Pero bueno, dejemos de mortificarnos y mejor vamos a lo importante: La historia.

No crean que este tiempo se ha ido en vano, no. Lo he aprovechado para mejorar muchísimo lo que es la trama, añadir y quitar cosas que considere necesarias. En fin, la historia principal quedó muchísima más guapa de lo que esperaba y lo mejor es que lo tengo apuntado todo en un block de notas. Así que no se preocupen que voy a actualizar más pronto. En estos momentos estoy subiendo nuevas historias y actualizando las viejas. La verdad me gusta hacer nuevas historias, porque así la creatividad fluye y las viejas se ven beneficiadas. Quizás les he dicho esto antes, pero tranquilos, que aunque sea tarde, todas mis historias serán actualizadas XDDD.

Por cierto, para la persona que dijo que no le gustaban mis historias, no hay problemas. No es como si esperara que de pronto todo el mundo sea mi fan. Por ejemplo, aunque Stephen King es un gran escritor, personalmente no me gustan demasiado sus escritos y prefiero leer historias como Dune o Geralt de Rivia. No te preocupes si tratas de leer algo y no te gusta; porque para gustos, los colores, mi amigo. Igual te deseo suerte .

Pero bueno, ya me alargué mucho más de lo que quería. Solo quiero desearles suerte y que la luz de luna los guíe en su camino.

¡Hasta la próximaaa!