Ni ouat ni sus personajes me pertenecen, por el contrario la historia sí es mía.

Este fic va dedicado a mis chicas del whatsapp swanqueen, a las del grupo evil regals, a mi petita, a mi morena, a Irina, a amandis la tetis y por supuesto a mi manager adorada.

A mi Miss Swan tata favorita por soportarme cada día y demostrarme que más que una amiga es mi familia, a mis hijas Kathe, Valen y Regina Jr, a mi tatita vero por ser tan dulce y buena conmigo, a mi princesita Gen porque siempre me saca una dulce sonrisa, muy en especial a Bego, porque sin ella este fic no existiría ni tendría sentido alguno, porque ha sido artífice, juez y sobre todo una compañía fiel durante esta historia, porque la quiero y gracias a ella hoy soy una persona mejor, porque Regina está inspirada en ella, es guapa, está soltera, muy inteligente, vive en Madrid y su usuario es Begobeni12 y por último pero no menos importante a Natalia, ella que se toma su tiempo para regalarnos tan buenas historias, gracias Nat.

Gracias a los que me leen y comentan, ayuda mucho saber vuestras opiniones. Sin más os dejo disfrutar del capítulo no sin antes recordaros que debéis leer a franchiulla, my dark queen, MaryMontoya17, EvilSwanQueen21, Erpmeis, el lado ciego del amor, Carne fresca, Mi pequeña Emma y a esthefybautista.

CAPÍTULO 33 QUEBRANDO LAS MÁSCARAS

Bajar del coche tomando su mano se le antojó tan cotidiano que por un instante todo su mundo se tambaleó. Regina clavó su mirada oscura en los ojos claros de Emma, esta le sonreía dulcemente, sujetaba su mano con firmeza, sus cabellos rubios despeinados por el viento como signo propio de identidad, Emma en toda su esencia, en todo su esplendor.

Sus ojos se humedecieron sin llegar a soltar las lágrimas, un suspiro se escapó de sus labios mientras, de la mano de la mujer que amaba, comenzaba a caminar hacia su portal, recordando una vez más sin pretenderlo el accidente, la oscuridad, el metálico sabor de la sangre y el frío glaciar de la muerte sobre ella, el pánico que se ancló a sus huesos, perder a todos aquellos que amaba, perder a Kathe, perder a Emma…

Recordar a Kathe la entristeció, había salido del hospital en medio de la jornada escolar de su hija, no la vería hasta las tres de la tarde y una punzada de añoranza se alojó en su vientre, mientras apretaba con fuerza la mano de Emma.

La joven escritora se detuvo en la puerta, tomándola por la cintura y besando sus labios con sed infinita, un beso suave y dulce, un beso que la obligó a cerrar los ojos y dejarse arrastras por el remolino de emociones que Emma despertaba en ella con cada roce, con cada toque, con su sola presencia.

Tras unos instantes cortó el dulce contacto, dibujando con sus dedos los labios de Regina y sonriendo, susurrando con ternura en la comisura, besando con cariño la cicatriz tan característica de su morena que la enloquecía.

-Bienvenida a casa Gina

Sin pronunciar palabra, abrió la puerta y permitió que la morena entrase en primer lugar, saboreando la alegría de volver al hogar tras tanto tiempo en una cama de hospital. El viaje en ascensor se dio entre besos largos, risas y miradas cargadas de cariño y afecto. Regina constató que a su Emma le temblaban las manos, le fallaba la voz y que por un instante parecía aterrada, tomó su rostro entre sus manos, obligándola a mirarla a los ojos y regalándole una sonrisa dulce y tranquilizadora.

-"¿Qué ocurre Emma?"

-Nada

-"Te conozco Emma Swan ¿Qué te ocurre?"

-Por un momento creí que te perdería, ahora estás aquí conmigo y solo sé que no quiero perderte, que quiero estar contigo

Regina no pronunció palabra, sus sentimientos eran suyos y apenas los compartía, depositó un beso suave en los labios de esa joven escritora que había puesto su mundo de cabeza y volvió a tomar su mano, sabía perfectamente que ese gesto tan suyo, tan efímero y a la vez fuerte, bastaba para que Emma dejase de temer.

Las puertas del ascensor se abrieron y con prisa se encaminó a la puerta de su casa, impaciente, mientras Emma entre risas giraba la llave en la cerradura y abriéndola, penetrando ambas en el lugar. Nada más entrar al recibidor, el grito atronador e infantil de su hija llegó a sus oídos mientras su correteo retumbaba por toda la casa y su maraña de cabellos rubios se lanzaba a sus brazos. La carcajada cristalina de Emma hizo sombra al rostro estupefacto de Regina, con su hija en sus brazos, hablando sin parar de lo feliz que se sentía la verla en casa. Cuando por fin ancló los pies en el suelo y pudo encajar dos pensamientos coherentes, bajó a su hija y fusiló a Emma con la mirada.

-"¿Por qué no está en la escuela? Tiene clase Emma y ¿Quién la estaba cuidando?"

La rubia alzó los brazos como signo de rendición mientras buscaba las palabras indicadas, hasta que Kathe rompió el silencio aferrándose a la pierna de su madre.

-Fue idea mía mamá, no quise ir al colegio, quería esperarte y darte una sorpresa, la abuela está en la cocina, no es culpa de mami ella se negó pero la convencí

Regina alternó la mirada de su hija a Emma, asombrada con el inmenso parecido que había entre ambas, la misma mirada aguamarina cargada de sueños, la misma sonrisa dulce, los mismos cabellos imposibles de domar. Supo que no podía pelear con ellas al igual que supo, en ese mismo instante, que si había vuelto a la vida era para estar con ellas, su familia.

Suspiró dándoles la victoria sobre esa batalla y ambas empezaron a reír, andando frente a ella en dirección a la cocina mientras Regina podía escuchar retazos de la conversación, algo sobre competición de devorar tortitas, sin poder evitar sonreír.

Entrando en la cocina saludó a su madre con un beso en la mejilla y tras unas palabras de cortesía esta se marchó, dejándola sola con sus terremotos favoritos, viendo el desastre que tenían montado, el paso de Emma Swan por su apartamento era notablemente visible ya que había llenado su frigorífico de golosinas y coca cola.

Las observó durante un instante interactuar, la complicidad que habían desarrollado, una sonrisa adornó su rostro y, mirando el perfil de Emma sentada en su cocina comiendo tortitas, supo que quería pasar junto a esa mujer hasta el último día de su vida.

6 años más tarde:

No había sonado el despertador, era tarde, muy tarde, Regina saltó de la cama como un rayo, Kathe tenía un examen y llegarían muy tarde, ¿Por qué no había sonado el despertador?

Tras salir de la ducha perfectamente vestida sus ojos se posaron sobre la espalda de Emma, la rubia seguía dormida y ni una bomba nuclear la despertaría. Una sonrisa nació en su rostro mientras salía de la habitación, al fin y al cabo era el gran día de su Emma, recibiría el reconocimiento a toda su carrera y presentaría su último libro, "Quebrando las máscaras". El último de la trilogía empezada con "Tras las huellas de tu nombre", trilogía que la llevó a la fama, le dio fortuna y la empujó a conocer a la mujer con la que compartía su día a día, su vida entera, su mujer, Regina.

Salió del dormitorio con prisa y se dio de bruces con Kathe, toda una adolescente, con una dulce sonrisa le tendió un café recién hecho.

-Mami apagó el despertador, se fue a dormir como a las cuatro de la mañana preparando su discurso

-"Vamos a clase, después volveré y mataré a tu madre"

-Está nerviosa mamá

-"¿Tú cómo sabes que se fue a dormir tan tarde?"

-Estaba estudiando, mamá no se lo digas pero detesto las letras, quiero ser médico

-"Seas lo que seas ella lo va a aceptar y te va a apoyar"

Tras beberse su café, se encaminó junto a su hija a la salida de esa apartamento que hacía ya unos años compartían las tres como una familia, cada pared, cada estantería estaba adornada en un perfecto desorden, en armonía juntando tres personalidades muy distintas convertidas en familia. Marcos con imágenes sonrientes sobre la chimenea, largos años creando sueños, alcanzando metas, ilusiones… Vida.

Ante ellas se avecinaba un día largo, la noche más importante de Emma, no podían fallarle, estarían ahí para verla recibir su premio, su galardón tan merecido por su duro trabajo y dedicación al arte escrito.

El día pasó volando, antes de darse cuenta ya eran las ocho y las tres entraban al gran salón donde todas las celebridades del mundo de las letras estaban reunidas. Con la mirada localizaron su mesa, donde familia y amigos ya estaban esperando, la sonriente cara de Gen, la indiscutible alegría de Mery riendo a carcajadas de algún chiste de Tam, Cora y Henry esperando verlas aparecer.

Con su hija que casi le llegaba por el hombro de lo mucho que había crecido y Emma aferrada a su mano, se dirigieron a sus asientos, donde pronto su rubia empezó a sudar y a ponerse nerviosa, tenía que dar un discurso y estaba aterrada.

Con suavidad se acercó a su oído, susurrando palabras de aliento, se conocían, se comprendían y se amaban, más cada día si eso era posible.

-"No tengas miedo Emma, superaste mucho más que unas palabras ante cuatro peces gordos"

-¿Cómo sabes que no haré el ridículo?

-"Porque al final conseguiste enamorarme, puedes conseguir cualquier cosa Emma, solo tienes que luchar por ello, lo sabes"

Una nueva sonrisa, un dulce beso en los labios y en un instante, el presentador del evento anunciaba el nombre de Emma, la rubia se levantaba de su asiento, el vestido rojo que llevaba puesto se adhería a ella regalándole un porte elegante y regio, al igual que sus cabellos recogidos y la capa de maquillaje que adornaba su rostro.

El hombre que la había llamado deposito el galardón entre sus manos, con un nudo en la garganta miró a sus espectadores, reconociendo a muchos de ellos, hasta que su mirada aguamarina se clavó en los ojos oscuros de Regina, en ese momento salieron las palabras sin necesidad de meditarlas.

-Es un honor para mí recibir esta condecoración, jamás imaginé que llegaría hasta aquí con unas cuantas líneas escritas en un banco perdido de Nueva York. Debo agradecérselo a Andrea ya que siempre confió en mí, a todos aquellos que durante estos años han leído mis historias, se han emocionado con ellas, han amado, han reído, han llorado… Se lo debo a mi hermana Katherine, esté donde esté siempre será esa estrella que me ilumina, a mi pequeña Kathe, cuyas huellas me guiaron por el camino correcto, pero por encima de todo debo agradecérselo a la mujer que ancló mis pies en el suelo, que me enseñó a tirar las máscaras, a enfrentar los fantasmas, me enseñó a no librar guerras inútiles, me enseñó que la felicidad está al alcance de mi mano y que el miedo jamás debe ser un impedimento, a ser mujer, a ser mejor persona, se lo debo a ella, a Regina, la mujer a la que amo y la misma que día tras día me da su apoyo incondicional.

Y ahí, sobre el podio, mirando a la morena que día tras día le recordaba lo que era ser feliz, despertar a su lado cada mañana, acostarse a su lado cada noche, compartir su rutina, sus sueños, sus ilusiones, compartir sus vidas tanto con las virtudes y los defectos, en épocas de infinita alegría y épocas duras y oscuras como el infierno.

Regina le sonreía desde la mesa, con infinito orgullo, con infinito amor y por esa sonrisa supo que todo había valido la pena, cada caída en el camino, cada lágrima, cada herida, todo pues las huellas la guiaron hasta Regina, su final feliz, el principio del resto de sus vidas.

FIN