DISCLAIMER: La serie Avatar: La leyenda de Korra y sus personajes no me pertenecen.
Este fic participa en el reto "Historias de un colchón" del Foro ¡El Cometa de Sozin!
N/A: ¡Segundo aporte! ¡Disfruten!
Mi amor, ¡despierta!
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Era una mañana soleada en Ciudad República. Las personas comenzaba a despertar para poder continuar con su, siempre presente, rutina.
Levantarse de la cama totalmente despiertos era el primer paso. Más sencillo para aquellas personas que dormían lo suficiente y poseían una gran fuerza de voluntad.
Ese era el caso de Mako: Al sonar la alarma, que marcaba las siete de la mañana, se puso de pie y se dirigió al baño.
Diez minutos después, se acercó a su prometida.
—Cariño, despierta —Ella se removió, pero no abrió, ni siquiera un poco, sus ojos.
Mako caminó hacia la cocina, recalentó el café y llenó dos tazas con el líquido. Volvió a su habitación.
Se sentó en la punta del colchón, observando su lado aseado y el lado de la morena; desordenado.
—Korra, llegarás tarde a la reunión con Raiko —le recordó.
—Realmente estoy… —Hasta ahí Mako entendió lo que ella había dicho contra la almohada.
—Vendré en cinco minutos; quiero verte lista —dijo con firmeza el joven.
No era la primera vez que Korra quería aferrarse a su almohada, sin importarle sus compromisos y cómo eso le afectaba. La última vez que ella había decidido amarrarse a su cama, él perdió su trabajo.
Sin embargo, él comprendía su cansancio. Como Avatar, casi siempre debía madrugar para reuniones importantes o controlar disturbios matutinos que requieran su presencia. Normalmente, llegaba casi a medianoche, exhausta.
Eso le había causado una enfermedad de estrés o algo así (no era que no prestó atención a la sanadora, él no entendía sus términos), donde tuvo un reposo obligatorio. La sanadora había dicho que ella debía dormir más.
Korra no parecía querer desobedecerla, mas dos días atrás, ella le había hecho prometer a Mako que no importara cuántas veces le reclamara, él debía despertarla y hacer mover su bonito trasero hacía el Ayuntamiento.
Cuando Mako volvió, miró la posición de su amada: Acostada boca arriba, desarropada.
Suprimió cualquier deseo de querer arroparla.
—Cariño —Él se sentó a su lado y tomó su mano —¿Podrías levantarte? Sé que estas cansada y, te prometo, que cuando vuelvas te haré un masaje de esos que…
—Suena prometedor —Korra murmuró.
—Realmente —Mako besó el dorso de la mano de la Avatar.
—Tengo sueño —musitó.
—Si te levantas… Y vas al Ayuntamiento… —El chico de ojos dorados fue dejando besos a lo largo del brazo de Korra con cada palabra que decía.
—¿Si? —Ella se sentó en la cama.
Su cabello estaba suelto y sus ojos azules se veían cansados.
—Compraré dos potes de helado de chocolate.
—Que sean tres —Korra rodeó con sus brazos el cuello de su prometido —. ¿Tenemos un trato?
—¿Un beso para cerrarlo? —preguntó con picardía el maestro fuego.
—Ajá —susurró, uniendo sus labios con los del muchacho.
—Buenos días para ti, Mako —bromeó el susodicho en voz baja, al separarse.
oOo
Ella se lo había prometido.
En el momento que el sol pasara por la ventana, Korra estaría despierta.
Y así fue.
Preparó el café, leyó el periódico y cocinó el desayuno.
Frunció el ceño, al notar que algo (o alguien) faltaba.
—¡Mako! —Korra entró en la habitación, con una mano en la cadera, gritó: —¿Ahora quién es el dormilón?
—Cinco minutos más —pidió, su voz siendo amortiguada por las sábanas.
—Tienes que ir a trabajar.
—No, es mentira —dijo, con voz juguetona.
—Me comeré las bolas de masa hervidas yo sola —anunció, saliendo por la puerta.
—¡Ya desperté!