La oscuridad la envolvía por completo, acariciaba cada centímetro de su piel, como si se tratase de una extensión de su cuerpo. Algo que la acompaña en cada momento y amenazaba con no marcharse jamás. Podía sentir como esa presencia rodeaba su cuello con unas frías e invisibles manos que la asfixiaban, le robaban el aire poco a poco con una perturbadora satisfacción que quería que Emma notase. Ahí estaba la diversión. Esa oscuridad la perseguía desde niña y usaba su miedo para hacerse más fuerte, para divertirse a su costa pero siempre era capaz de liberarse, al final de todo, y volver a respirar. No era tan débil como la oscuridad creía, pero tampoco lo suficiente fuerte como para acabar con ella y salir de la prisión que eran esas pesadillas. Pero está vez era diferente. Alguien estaba dispuesta a ayudarla, a ser la luz que acabase con su oscuridad.
—Emma.
—¡Emma!...Solo es un sueño. —Ya no estaba dormida pero escuchaba la voz de Killian como algo lejano, aunque podía sentir el calor del cuerpo masculino junto al suyo —.Abre los ojos. No tienes que tener miedo. Yo te tengo —Una mano se colocó sobre su abdomen desnudo, ya que la tela de la camiseta se había subido hasta la altura de sus costillas al moverse en sueños, y sintió que su piel ardía por el contacto.
—Ki... Killian. —El azul de sus pupilas se clavó en las suyas al abrir los ojos y encontró un sosiego que le ayudó a calmar su respiración —! No dejes de mirarme, por favor!
—No podría, aunque quisiera, amor —Apoyó el codo derecho sobre la almohada y sus dedos se enredaron entre los mechones dorados, proporcionando paz a ambos con ese gesto.
Ya no había ni rastro de aquella oscuridad, que siempre había sido una sombra a la que le gustaba atormentarla, pero aún podía sentir la presión de aquellos inexistentes dedos rodeando su cuello y sin permitirse ni un solo segundo para el arrepentimiento juntó sus labios con los de Killian en un desesperado intento para borrar aquel recuerdo sensorial con otro más agradable, más excitante.
—Swan, para de llorar. —Posó la mano, que antes dibujaba pequeños círculos alrededor del ombligo de ella, en las húmedas mejillas para secar el reguero de tristeza —.No lo puedo soportar.
—No puedo. —dejó un fugaz beso en el dorso de su mano cuando esta rozó su boca —.Tengo miedo.
—¿De qué tienes miedo, pequeña? —Se quedó paralizado al darse cuenta de sus palabras, en concreto, de aquella que reflejaba una gran muestra de afecto y de la reacción de ella, que tensó su cuerpo por completo —.Perdona... lo he dicho sin pensar.
—No me pidas perdón -Dejó que su cuerpo volviera a relajarse —.Solo me ha pillado por sorpresa... No que me lo hayas llamado sino que me ha gustado —Descendió su mirada hasta el musculoso pecho que se movía de arriba a abajo ante ella, en busca de una distracción para así no enfrentarse a la de él pero Killian la obligó a mirarlo al colocar una mano sobre su mentón y levantando su cara —.Haces que todo sea diferente.
Volvió a buscar a aquellos labios, que se habían vuelto una necesidad que pensaba satisfacer todas las veces que quisiera.
—Tengo miedo... —recapituló la conversación justo donde lo habían dejado antes de ese apelativo cariñoso —...de que cuándo sepas quién soy, qué he hecho, dejes de mirarme de esta manera.
—Emma, no hay nada que puedas hacer que rompa este hechizo con el que me has robado el corazón. —Sintió un pequeño golpe en el hombro y desvió su mirada a la zona, donde ahora estaba la mano de la rubia.
—Deja de ser tan cursi o te echaré de mi cama.
—Hablo en serio, Swan. —Su rostro tornó más serio pero la ternura continuaba reflejándose en sus ojos, como si fuera una tonalidad más de aquel perfecto azul —.No seas tonta...no hay nada que pueda hacer que yo cambie mi opinión sobre ti y además no me importa la persona que fuiste sino la que eres cuando estás conmigo.
—Sé que crees en lo que dices, —Levantó su pierna derecha y la colocó sobre el muslo de él, acercándose tanto que sus pechos comenzaron a rozar la piel desnuda del torso masculino —, pero tarde o temprano me acabarás odiando y cuando lo hagas, cuando me desprecies, no podré volver a besar estos labios. —Los recorrió con uno de sus dedos, dibujando lentamente su contorno —.Y eso me mata.
—Podría darte mil razones para que cambies de opinión, para que te des cuenta de que no puedo odiarte, pero tu cuerpo rodeado el mío me está matando a mí. —Cuando se quiso dar cuenta su mano ya recorría ese cuerpo en movimientos ascendentes hasta su cadera y luego retrocedía a la altura de la rodilla, dejando un leve cosquilleo en las yemas de sus dedos. Y así una y otra vez —.Eres preciosa.
—Tú haces que me sienta preciosa. —Ambos sabían que no estaban hablando solo de la belleza física, sino de algo más profundo —. Aunque sé que no merezco esto no puedo evitar sentirlo.
—¿Qué sientes? —Dejó de acariciar las perfectas curvas de su cuerpo para detener la desesperada mano en el límite de su espalda y así, con un único movimiento, la colocó encima de él —¿Y por qué no te lo mereces? —preguntó dejando un rápido beso en su boca.
—¡Killian! —Su nombre fue un susurró envuelto en placer cuando él la movió un poco hacia abajo, agarrándola por las caderas, para colocarla justo sobre su excitación, de la cual era dueña por completo —.Dr. Jones, no sé si podré continuar hablando en estas condiciones —No fue consciente de ello, pero con cada palabra que salía de su boca se apretaba más contra él, aumentando así el calor que sentía entre sus piernas y provocando que el moreno contuviera la respiración, un par de veces.
—¡Joder, Swan! —Inclinó la cabeza para buscar aquella boca que estaba a punto de llevarlo a la locura y atrapó su labio inferior entre los dientes, ejerciendo la presión perfecta para darle placer sin hacerle daño, y la hizo soltar un pequeño gemido que inundó su propia boca tener una conversación racional contigo, hablar, consolarte.
—Quizá no quiera hablar... —Hundió la cara en la curva de su cuello, y sintió como él se estremecía bajo su cuerpo, cuando ahora era ella quien clavaba los dientes y lamia la herida —...quizá solo quiero que me consueles, pero sin que uses tu boca para hablar.
—Emma, nunca dejas de sorprenderme. —Una ladina sonrisa se dibujó en sus labios —¿Desde cuándo eres tan atrevida?
—No sé... —Ladeó la cabeza, provocando que su largo pelo cayera sobre el hombro de él —¿Hace cuánto tiempo que estoy encima tuya? —De su boca salió el sonido más precioso que Killian jamás había escuchado en su vida, una risa llena de felicidad y deseo.
—Amor, no te voy a presionar, no haré ninguna pregunta, ni quiero saber nada que tú no me quieras contar... —Hizo una pequeña pausa para disfrutar de la idílica imagen de ver a aquella mujer tan fuerte derretirse entre sus manos cuando estas descendieron de su cadera hacia sus muslos, clavándole las puntas de sus dedos en un gesto posesivo —...pero debes saber que todos tenemos cicatrices que deseamos ocultar a los ojos de los demás pero eso no hará que desaparezcan... Debes usarlas como un recordatorio de que ahora podrás esquivar el golpe.
—Gracias... —Si Killian no dejaba de tocar ese tema no tardarían en aparecer las lágrimas que siempre seguían a cada recuerdo doloroso, y se quedaría sin tocar aquello tan apetecible que no paraba de crecer y hacerse más duro debajo de ella —Si no dejas de hablar no podré concentrarme. —dijo colocando una mano en la boca de el para que callara de una vez
—¿Para qué necesitas concentración? —preguntó cuando consiguió zafarse de la mordaza en la que se había convertido la mano de Emma alrededor de sus labios.
—Para esto... —Esa mismo mano, en la que aún podía sentir su húmedo aliento, descendió por el desnudo y agitado pecho con una perturbadora lentitud hasta quedar entre ambos cuerpos tras separar un poco su cintura de la de él, lo suficiente, la introdujo en el interior de la única prenda de ropa que Killian no se había quitado antes de meterse en la cama, y acogió la palpitante longitud entre sus dedos.
—Mmm —Aquella mujer y lo que le estaba haciendo era el éxtasis para sus sentidos, ya no quedaba ningún pensamiento en su cabeza y solo podía escuchar su propios jadeos pero se obligó a sí mismo a hablar —.Quiero tu boca, bésame. —Deslizó una de sus temblorosas manos sobre el dorado cabello y tirando de ella la obligo a míralo a los ojos pero en vez de sentir sus labios sobre los suyos, necesitados, lo que obtuvo fue una combinación de mordiscos y pequeños besos a los largo de su mandíbula, cubierta por una descuidada pero no muy espesa barba.
Le gustaba verla, admirar su belleza embriagadora, no apartar sus ojos del verde de los de ella. Quería besarla, pero estaba claro que él no llevaba las riendas de la situación. Pero era algo que, sin duda, no le importaba. Sí ella quería jugar sería el juguete más entretenido que jamás ha tenido entre sus manos. Literalmente.
—¡Swan! —Un grito ahogado se escapó de su garganta cuando Emma ejercicio más presión con sus dedos y bajó la mirada hacía ella —¿Te gusta hacerme sufrir, eh? —No recibió más respuesta que un profundo gemido que ella ahogo presionando la boca contra su pecho, estaba muy excitada, como si aquellos dedos estuvieran en su interior y no recorriéndolo de arriba a abajo, sin ningún tipo de piedad.
—Ki...Killian... —Susurró al mismo tiempo que clavaba las uñas de la mano que tenía libre en el hombro de él al sentir como una mano se colaba entre su ropa interior, ya inservible, y varios dedos se introdujeron en ella, haciendo que su espalda se curvase y apretándose más contra él, dando placer a ambos con ese movimiento —.Esto me gusta, tú me gustas, mmm.
—¿Quieres más? —Le preguntó apartando su mano levemente de ella.
—¡Sí! —Su voz sonaba ronca y suplicante.
—Pues aparta tu mano —Ella frunció el ceño con incertidumbre pero le hizo caso y saco la mano del interior de los calzoncillos para colocarla a un lado de la cintura de él —.Confía en mí.
—Lo hago —Dejó que Killian se colocará encima de ella, sin apartar sus cuerpos ni un segundo, y cerró los ojos al sentir que continuaba con lo que había dejado a medias —No está mal —Bromeó. Sin duda aquello que le estaba haciendo era perfecto, tanto que podría volverse adicta a esos dedos y a la perfecta coreografía de caricias que dejaban dentro de ella.
—Ah, ¿Sí? ¿Así que no está mal? —Se incorporó, quedando de rodillas y llevándose una mano al corazón, fingiendo que le había hecho daño pero sus manos no tardaron en volver a ella demostraré que lo puedo hacer mejor -La acarició con las yemas de los dedos hasta llegar a sus pechos, bajo la tela gris de la camiseta, que a continuación fue lanzada al suelo, el mismo destino de la ropa interior de encaje negro. La quería desnuda, para él.
—Yo también te quiero desnudo, quítatelos... —Contuvo la respiración al sentir el cálido aliento de Killian sobre uno de sus pezones, que a continuación fue devorado —Mmm... ya.—Colocó su mano derecha sobre la cinturilla de dicha prenda y tiró de ella hacia abajo mientras elevaba sus caderas para apretarse más, y más, contra él.
—Shhh, es mi turno.
No le apartó sus manos, le gustaba ese contacto y sentir como le clavaba las uñas cada vez que temblaba de placer sobre o bajo su cuerpo. Y cuando descendió hasta colocarse en la postura perfecta para hacer lo que tenía en mente, ella deslizó con fuerza sus dedos por su piel, arañándole toda la espalda y eso lo excitó más, todavía más. Se volvería loco si esperaba más, pero Emma estaba disfrutando y no había nada que le gustara más que darle placer a ella.
—Abre las piernas. —Podría haberlo hecho él, sus manos estabas a ambos lados de sus caderas, pero quería que fuera ella.
—Vale... lo retiro —Sus dedos se perdieron entre los espesos mechones de ébano y ejerció presión para indicarle que no parara, que por nada del mundo, retirará aquella boca de entre sus piernas —. Lo haces muuuy bien.
En respuesta a sus palabras, Killian aceleró los movimientos de su lengua hasta que la tenía como quería. Tan lista que con un solo roce más llegaría al orgasmo. ¿Y para qué retrasarlo más? Quería sentir todo su caliente placer en la boca, pero esta vez no usó la lengua. La rozó con los dientes y dejó un profundo mordisco en el interior de su muslo derecho.
—¡Killian! —Consiguió decir unos minutos después, tras volver del cielo —.Ven, entra en mí, ya.
—Eres muy mandona, Swan —Eso le gustaba, era una mujer que sabía lo que quería y en aquel momento cada célula de su cuerpo lo quería a él, así que hizo lo que le pedía.
Volvió a la postura anterior, su cuerpo sobre el de ella pero parecía que esos no eran los planes de cierta rubia, cuyos ojos se habían oscurecido por la excitación que se reflejaba en ellos.
—Quiero tenerte debajo. —Con un ágil movimiento ya estaba sobre él, a horcajadas, pero antes debía encargarse de algo.
Dejo un beso en su hombro y descendió, pasando por aquella colección de abdominales que la había vuelto loca desde la primera vez que los vio, hasta llegar a esos malditos calzoncillos y se deslizó de ellos. Ahora sí, desnudo y todo para ella.
Se sentó en sus caderas, sintiendo la enorme erección cerca de su húmeda intimidad, pero antes quería besarlo, en los labios.
—Te avisé... te dije que si no te ibas no me podría resistir... —Susurró sobre sus labios, los mismos que Killian mordió al sentir como ella elevaba levemente su cuerpo para bajar a continuación e introducir su dolorosa longitud dentro de ella.
—¡Joder! —Agarró con fuerza la sábana, que acariciaba la piel de su espalda, entre sus manos pero no cerró los ojos, quería contemplarla, sobre él, entrando y saliendo.
—Hazlo ya, no te contengas más... —Ella ya lo había hecho, le había dado tal placer, que al recordarlo aún podía sentir aquella lengua de fuego dentro y ese recuerdo le hizo contraer los músculos internos. Lo que pareció encantarle al moreno ya que le hizo caso, dejó de resistirse y un mar de incandescente lava la atravesó —¡Oh, Dios! Necesitaba esto, te necesitaba a ti, dentro.
Ninguna palabra. Pero tampoco silencio. Killian ahogó un grito en la curvatura del cuello de Emma cuando llegó al orgasmo.
Ella no dejó de moverse encima de él, describiendo movimientos que comenzaban con suavidad pero que se volvían más intensos a medida que lo tenía dentro.
—Tu turno, otra vez. —Consiguió decir a duras penas en un susurro ronco, que Emma pudo entender solo porque estaban tan cerca el uno del otro que sus agitadas respiraciones eran solo una —Disfrútalo conmigo. —Y ella también llegó al orgasmo, tocando las nubes con el cielo cuando ambos llegaron al clímax junto, entrelazando sus manos y compartiendo gemidos que pasaban de una boca a la otra, en una deliciosa y acompasada danza de sus desnudos y relajados cuerpos.
Media hora después de sumirse en un profundo sueño, envuelta en el cálido contacto del cuerpo de Killian bajo el de ella, abrió los ojos instintivamente y se aferró más a él, que ahora dormía a su lado, para cerciorarse de que estaba a salvo. Y mientras él estuviera ahí lo estaría. Era tan escaso el espacio que los separaba que sus frentes se rozaban, proporcionándole un agradable cosquilleo cuando los rebeldes mechones oscuros rozaban la piel sensible de su rostro. Quería quedarse en esa posición para siempre. Ser testigo de la tranquilidad que emanaba por cada poro de aquella piel, cuyo sabor salado continuaba en su boca, le daba una paz que nada antes había podido igualar.
Al posar su mano en el brazo que Killian tenía sobre su cadera, rodeándola, dejó un mar de caricias que no lograron despertarlo, pero provocaron que este se moviera, dándole la espalda a Emma.
— ¡Oh, Dios mío! —Ahogó un grito, que amenazaba con rasgar cada parte de su interior, y exhaló el aire que ni siquiera sabía que estaba reteniendo dentro de sus pulmones.
"Cicatrices"
Se sintió idiota. Ella se compadecía cada día del dolor que vivía en su pecho, meses antes vació y despojado de sentimientos buenos, pero él llevaba el dolor marcado en su piel, un eterno recordatorio, una tinta que jamás podría borrar. Reconocería aquellas marcas en cualquier sitio. Sus ojos habían sido testigo, demasiadas veces, de la violencia marcada en los inocentes cuerpos de los niños que eran llevados al hospital como víctimas de maltrato infantil. Las de Killian tenían muchos años, y se mezclaban con los moratones de la palizada que había recibido en el callejón, pero no tenía duda que las más antiguas seguían aquel patrón.
Se acercó más a él, rodeando con ambos brazos su cintura, y dejó profundos besos en su hombro y a lo largo de la curvatura de su cuello. No haría preguntas, No sacaría el tema. Si él necesitaba hablar de ello sería todo oídos, pero no lo presionaría. Le daría la misma libertad que él le dio al no hacer ninguna pregunta sobre aquel pasado que quería borrar.
-CS-
Podía sentir la cálida caricia del sol, que entraba por la ventada, a lo largo de su cuerpo desnudo. Era placentero. Pero no era ese tipo de caricias que quería en su piel, deseaba esas manos que durante la noche se habían convertido en su fuente particular de placer, pero cuando abrió los ojos solo se encontró con la soledad. La golpeó sin ningún tipo de piedad y el miedo de haberse equivocado otra vez la acorralo, pero Killian no era de ese tipo de hombres. Se lo había prometido, no sería solo sexo.
Se incorporó y cada músculo de su cuerpo se quejó. Pero era un dolor placentero que le recordaba "todo" lo que habían hecho en aquella cama, tan inapreciable sin él. ¡Mierda! Debía encontrarlo de una vez para saciar esa necesidad que despertó con el recuerdo. Estaba muy caliente, otra vez. ¿Qué tipo de magia estaba usando con ella para encenderla sin ni siquiera estar presente?
Fue a la cocina, pero ni rastro de Killian, solo encontró un desastre en su encimera, todo lleno de comida y platos sucios. Pero al acercarse vio una pequeña nota colocada en la nevera con un pequeño imán.
"Swan, te estaba preparando el desayuno y quería que "comiéramos" juntos en la cama, pero me tengo que marchar al hospital, es urgente.
P.D: Te lo compensaré, ¿Esta noche?
Killian"
—Será idiota. —dijo en voz alta al entender el doble sentido de esas comillas y no pudo evitar sonreír.
-cs-
—¿Sabes dónde puedo encontrar al ? —preguntó a una enfermera que pasaba por la recepción del hospital y tras recibir una respuesta se dirigió a la habitación que le había indicado la menuda mujer.
Necesitaba verlo, hablar con él y tenía pensado esperar cerca de la puerta a que saliera. Tenía que confirmar que todo era real.
Pero al acercarse vio la puerta abierta, y Killian no estaba dentro, pero si reconoció una cara familiar.
— ¿Rose? ¿Eres la mujer del ascensor, verdad? —preguntó sin atreverse a entrar por si no la recordaba —.Soy...
—Emma, te recuerdo. —Le regaló una tierna sonrisa, lo que le dii luz a su rostro cansado, y le hizo gesto con la mano para que entrará —. Me alegro de volver a verte.
—Y yo. —Dio un par de pasos indecisos hasta colocarse cerca de la cama, donde la mujer estaba recostada — ¿Qué te sucede? ¿Es grave? —No la conocía, pero no pudo evitar que la preocupación tintase su voz.
-Me estoy muriendo -Colocó su mano sobre la de Emma al ver que la sorpresa la dominó tras sus palabras -. Nunca me he atrevido a decir esto en alto y he intentado ocultarlo a las personas que quiero, para que no sufran, pero por alguna razón me siento cómoda contigo.
—A veces es más sencillo ser sincero con un desconocido, que no te conoce, que no te juzga. —Fue difícil, pero le devolvió la sonrisa. Si aquella mujer sonreía, también lo haría ella.
—¿Qué haces por aquí? -Su cabello estaba recogido en una sencilla coleta y era de un color negro precioso que hacía que sus ojos azules destacaban más — ¿Aún sigues con ese hombre?
Le sorprendió que fuera tan directa, pero respondió con un gesto de cabeza. Ella había compartido un gran secreto y quería compensarla siendo sincera en cada cosa que le preguntara.
—Mmm, pareces una mujer racional... —La miró de arriba a abajo —...debe ser muy bueno para hacerte perder la razón.
—Lo es. —Una sonrisa pícara se posó en los labios de la morena segura de que te gustaría... me recuerdas a él.
"Milah, ya he vuelt... ¿Emma?", la voz que en la noche le había susurrado al oído ahora sonaba fría y distante. Puro hielo que provocó un escalofrío a lo largo de su columna. Pero antes de poder responder la otra mujer ya había empezado a hablar.
—¿Os conocéis? —Emma permaneció en silencio así que Killian respondió.
—Ambos trabajamos en este hospital, ella es enfermera en otra planta. —Hablaba con la mujer tumbada en la cama, pero sus ojos permanecían fijos en la otra, que estaba tan quieta que parecía de piedra —¿Vosotras...?
—Nos conocimos hace unas semanas, cuando fui a verte al hospital —Desvió sus ojos del uno al otro —. Es fantástica, cariño —Ese apelativo fue como una puñalada en lo más profundo de su ser.
—Sí, lo es. —Apretó su puño, frustrado por no poder acercarse a Emma, y borrar aquella lagrima que amenazaba con escaparse —. Emma, necesito hablar contigo sobre un tema del hospital. ¿Podemos salir?
No recibió respuesta. Y eso era muy malo. Se limitó a seguirla cuando ella salió de la habitación, dejando atrás a una desconcertada desconocida.
—¿Emma? —Necesitaba saber si estaba bien. No había dicho ni una sola palabras desde que se metieron en aquel pequeño armario.
—No vas a dejarla... —Sintió unas manos cálidas que agarraron su rostro —...y creo que es lo correcto.
—¿Lo sabes? —Verla llorar rompía su corazón.
—Sí, me ha dicho que se está... —Él completó la frase con su voz totalmente rota.
—Lo siento, amor. —La besó y al contrario de lo que esperaba, ella no se apartó —Te juró que le iba a contar la verdad, pero su enfermedad a empeorando. Me lo ha estado ocultando. —La ira estaba presente en cada palabra —. Se ha enfrentado a esto sola y no puedo permitirlo. Fui un idiota al pensar que ella me estaba engañando con otro. Solo me protegía.
—Lo entiendo. —Cerró los ojos y apoyó su frente contra la de él —. Eres un buen hombre.
Emma lo de anoche... —Una mano se posó en sus labios para prohibirle continuar.
—Shhh, quizá lo nuestro esté destinado a ser cosa de una noche. —Lo rodeó con los brazos y devoró sus labios, otra vez, de una forma desesperada. De la forma en la que se da el último beso.