Había una vez, hace muchos, muchos años atrás, un chico llevó a su hermana menor a esquiar a un lago congelado.

Lo que se supone que debió haber sido diversión, se convirtió en una tragedia. Aquel chico de amable corazón y juguetona personalidad, cayó al lago congelado para salvar a su hermanita de aquel terrible destino

"¡JACK!"

Fue lo último que pudo escuchar.

El agua helada invadía sus pulmones y sentía millones de agujas clavadas por todo su cuerpo con cada movimiento que hacía para salir del agua. Quería desesperadamente salir de ahí. No para respirar, no para vivir. Quería asegurarse que su hermana estaba bien y entonces así podría morir en paz.

Era gracioso en realidad. Cualquiera que estuviera en su situación estaría preocupándose más por salvar su propia vida que pensar en la seguridad de alguien más. Pero él nunca fue como cualquier persona.

Comenzó a cansarse de seguir intentando y en su lugar sintió un gran sueño apoderarse de él. Estaba cerrando sus ojos color café para jamás volver a abrirlos de nuevo. Y aún así, su último pensamiento fue si su hermana estaba a salvo.

Y fue absorbido por una tremenda oscuridad.

Si esto hubiera sido un acontecimiento normal, aquí terminaría esta historia. Pero hubo un testigo fuera de lo común, quien vio la valentía y sinceridad con que este joven salvó a su hermana.

El Hombre de la Luna, tan sabio y bondadoso, sintió una emoción indescriptible que creyó jamás volver a sentir en su eterna vida. Este pobre chico tenía mucho que ofrecer y había sido una total desgracia lo que le sucedió.

Él podía ver que este joven era especial.

Y con una magia llena de pureza, le dio a este chico una segunda oportunidad. El cabello castaño del chico comenzó a tornarse blanco y algo en su interior estaba cambiando. Aquellos ojos que no debían volver a abrirse comenzaron a hacerlo.

Hacía frío, y él tenía miedo.

Lo primero que miró con sus ahora ojos azules fue la hermosa luna llena detrás del hielo. Era muy grande y muy brillante, que le daba la impresión de que ahuyentaba esa oscuridad que le estaba rodeando.

El chico no caía en cuenta que estaba flotando para salir de aquel lago congelado, la verdad, eso era irrelevante en ese momento.

Cuando salió del agua, dio un gran bocado de aire y muchas preguntas atravesaron su mente.

¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba en el fondo de un lago? ¿Cómo es que no sentía tanto frío con este clima que estaba haciendo?

Pero miró nuevamente la luna y todo ese miedo junto con sus preguntas se dispersaron. No entendía que estaba sucediendo pero a la vez lo estaba entendiendo. Con tan sólo ver la luna, una tranquilidad lo invadía y lo hacían sentir seguro.

Con tan sólo poner un dedo en el hielo, éste volvió a formarse perfectamente, como si nunca hubiera salido de él. Miró sus manos blancas con interés y la ropa que llevaba puesta. . Aún sin entender bien, caminó entre el hielo y encontró una especie de bastón. Y cuando lo tocó, el bastón de madera se llenó de escarcha.

Era asombroso, a decir verdad.

Comenzó a jugar con el hielo que podía producir. Creaba escarcha tan hermosa y perfecta que lo llenaba de orgullo. Y justo cuando creyó que nada podía ser más asombroso, algo todavía más asombroso sucedió. ¡Él podía volar!

Por un momento, todo lucía genial.

Pero al final, nada de eso importó.

Porque cuando descubrió que nadie podía oírlo, verlo ni tocarlo, una presión en su corazón lo lastimó mucho. No sabía el por qué le estaba sucediendo esto a él.

En ese momento, él sólo sabía una cosa con certeza.

Su nombre es Jack Frost.

Fue lo único que el Hombre de la Luna le dijo.


Un eterno amor congelado

Capítulo uno

Y lo conocí


Setenta y cinco años después de aquel día, el nombre de Jack Frost era conocido por todo el mundo. La leyenda dice que él era el hombre que traía el invierno y la escarcha a todas partes; cada nevada, cada glaciar, cada copo de nieve eran su creación.

A pesar de que todas las personas sabían sobre Jack Frost, nadie creía en él. Era otra simple historia que le cuentan a los niños para mantenerlos entretenidos. Así que esto traía la consecuencia de que nadie lo podía ver todavía.

Jack Frost ha viajado por todo el mundo con la esperanza de encontrar a alguien que creyera en él, alguien que le diera una razón para esta vida inmortal. Porque hay que decir que en todos estos años, Jack no había cambiado ni un poco su apariencia.

Y en estos viajes que ha hecho por el mundo, ha descubierto cosas sobre él y lo que es.

Él es un espíritu. Y no era el único, pues había muchos espíritus al rededor de todo el mundo. Espíritus más poderosos que él y débiles también, había incluso espíritus buenos y espíritus malos. Cada uno se encargaba de una tarea diferente y específica, aunque para él, algunas de estas tareas no tenían mucho sentido que digamos.

Los espíritus tenían una sociedad -si así la quieren llamar- y debían de respetarla. También descubrió que existían unos Guardianes. ¿Guardianes de qué? Quién sabe. Sabía que tenía algo que ver con los niños, pero su misión no la tenía muy en claro y no le importaba en lo absoluto.

Él era alguien libre. Disfrutaba volar por todas partes, de hacer travesuras y divertirse en la nieve.

Y aunque disfrutaba de su libertad, siempre estaba solo. En las raras ocasiones que convivía con otros espíritus, siempre sentía un vacío en su corazón cuando ellos se escondían para que los humanos no se dieran cuenta de su presencia -sobre todo con los niños-. Él, en cambio, se quedaba quieto y algunas personas incluso lo atravesaban.

Era triste.

Y cuando esa sensación de tristeza lo invadía, volaba hacia su archipiélago favorito. Luk Tuk era como las personas lo llamaban. Ahí había una isla donde nevaba nueve meses al año y granizaba los otros tres. Aquí, Jack podía divertirse creando montones de nieve y congelando ríos y lagunas, pues las persona que vivían ahí eran rudas y no se quejaban del frío como el resto del mundo.

Por el momento él estaba en una cala, recostado sobre una roca cubierta de nieve al igual que el resto del lugar. Tenía su bastón a un lado de él y una pierna cruzada sobre la otra. Respiró con mucha tranquilidad. Ya había hecho nevar lo suficiente y por el momento se estaba tomando un merecido descanso.

Todo estaba transcurriendo aburridamente bien. Pero entonces oyó unos pasos acercarse a él.

Jack abrió su ojo derecho y observó a un joven llegar a la cala, de cabello castaño y un suéter color verde, con un chaleco de pelaje café y un pantalón y botas color café. El chico lucía delgado y delicado en cierto punto. Se sentó no muy lejos de él y sollozó levemente.

Aunque Jack quisiera consolarlo, el cual fue su primer pensamiento al oírlo sollozar, sabía que era algo inútil. El chico entonces elevó su mirada y lo observó, bueno, miró en la dirección en donde estaba. Jack no le dio importancia y volvió a cerrar su ojo.

No era como si el chico lo hubiera visto.

La paz estaba volviendo en él y pensó entonces que tal vez sería una buena idea en...

"¡¿Qué estás haciendo!?"

Jack abrió sus ojos de golpe y se encontró con una cara pecosa muy cerca de la suya, con los ojos verdes más hermosos que haya visto jamás. Dio un pequeño grito de sorpresa y cuando levantó su cabeza, chocó su frente contra el rostro del joven. Ambos dieron una queja dolor.

"¡Ah! ¡Eso dolió!" exclamó Jack adolorido.

"¿No me digas?" dijo el otro chico mientras se examinaba la nariz "Dime por favor que no me está sangrando"

Jack apartó sus manos de su roja frente y luego negó con la cabeza. El castaño entonces suspiró aliviado.

Entonces Jack cayó en cuenta de algo.

"¿Me puedes ver?"

El chico lo miró confundido por unos momentos, pero entonces se quitó su chaleco de piel y se le extendió a Jack.

"Tómalo" le dijo mirándolo preocupado "Está helando aquí afuera. No entiendo cómo fue que se te ocurrió acostarte en la nieve"

Jack guardó silencio y se quedó con la boca abierta. ¿Estaba hablando con alguien? ¿Acaso estaba conversando con un humano?

"¿Me puedes ver?" repitió.

El chico rodó sus ojos y puso el chaleco al rededor de Jack.

"Creo que la nieve ya te afectó"

Cuando el joven castaño iba a retirar sus manos, Jack tomó una. No conforme que este chico lo podía ver, también podía tocarlo. El contacto de la mano era cálido y nuevo para él.

"¡Estás helado!" exclamó algo asustado el chico

Jack comenzó a reírse.

Muy bien, esto se estaba convirtiendo en algo extraño.

El castaño retiró su mano de la del extraño y lo miró detenidamente. Al principio creyó que era un anciano, vamos, ese cabello blanco solo puede ser visto en una persona mayor. Pero ahora que lo miraba mejor, parecía ser solo tres años más grande que él. Su piel estaba muy pálida, podría decirse que casi de ese tono grisáceo que se adquiere luego de estar tanto tiempo en el frío.

"Creo conocer a todas las personas que viven en Berk, por lo que aseguro que no eres de por aquí ¿verdad?"

Jack detuvo su risa y le sonrió tan sinceramente, que le provocó un pequeño sonrojo al castaño. Retiró el chaleco que amablemente le había sobrepuesto y se lo devolvió.

"Soy Jack, Jack Frost"

"¿Jack Frost? ¿Cómo la leyenda?"

Sin pensarlo, Jack se elevó unos centímetros del luego y con su mano creó una bola de nieve. El chico castaño ahora abrió su boca con sorpresa y luego lo miró de la misma manera.

"No es cierto..."

Las probabilidades de que esto estuviera pasándole ahora eran muy improbables. ¿Tal vez la nieve lo estaba haciendo delirar ya? A lo mejor y no debió haber salido corriendo de su casa, pero no podía haber aguantado estar encerrado otro momento más ahí. Tan solo de recordar la discusión que tuvo con su padre, mordió su labio inferior y su mirada se tornó triste. Jack notó su cambio.

"¿Cómo te llamas?" le preguntó una vez que dejó de volar

"Hiccup Horrendous Haddock III"

De no haberlo dicho con un tono tan triste, Jack se hubiera reído peor que hace un momento. ¿Quién nombraría a su hijo de esa forma?

"Es un gusto conocerte, Hiccup"

Jack le extendió su mano y Hiccup aceptó el saludo.

Este era solo el principio de esta historia.