¡Bienvenidos a todos!

Moría de ganas por empezar un proyecto, así que espero que sea del agrado de muchos de ustedes.

Ésta historia es Yaoi, verán KagaKuro, y otras parejas que desarrollaré a lo largo de la trama. No planeo hacerlo tan largo, pero eso dependerá de las ideas que lleguen a mi cabeza.

Disclaimer: Todos los personajes de Kuroko no Basuke le pertenecen a Tadatoshi Fujimaki, yo sólo los utilizo para fines recreativos.

No molestaré más, ¡gracias por darle una oportunidad!


Cerezo Divino

— ¡Hermano! ¡Papá! ¡¿Dónde están?!

El pequeño lagrimeaba, no podía ver nada a causa de las llamas y el humo que éste desprendía al quemar todo a su paso. Movió su flequillo para tratar de visualizar algo a su alrededor; nada, todo estaba obscuro y las personas que antes corrían a su lado ya se habían alejado. Sólo quedaban él y los desechos.

Cayó de rodillas, resignado. «Es tarde…» y apretó sus puños con furia. Ya no quedaba nada, todos huyeron, y él estaba solo, por huir de casa por una simple estupidez: pelear con su hermano menor. Su padre lo castigó, con un largo sermón de que él debía cuidar del más joven —aunque tan solo se llevaran unos meses— y que no debía echarle la culpa por sus travesuras.

Himuro se había cansado, siempre era él el problemático, y el otro, tan sólo el consentido perfecto.

No era justo, o al menos, no en su mentecita. Él era el primogénito, el niño que había aprendido a hablar perfectamente a los tres cortos años de vida, el más inteligente… ¡Y su hermanito! ¡Su hermanito era hijo de otra mamá! ¡Él no merecía tratos especiales!

Huyó, lo más lejos de la choza que sus piernas aguantaban, llorando con amargura y dolor, y al llegar a una colina se sentó a descansar. Musitó algún que otro insulto, y se tranquilizó. La brisa de allí arriba realmente lo relajaba, por algo era su lugar preferido. Notó unas nubes a lo lejos, y relámpagos por igual. «Debería regresar…» No tenía miedo, por supuesto que no, él era un chico de cinco años recién estrenados y podía manejar las lluvias perfectamente.

Se levantó sin curarse del enfado aún, y antes de volver, pateó el tronco que había usado de asiento. — ¡Quiero que todo sea diferente! ¡No más niño malo, seré bueno ahora y siempre!… ¡Lo prometo!

-.-.-.-

Miró asustado cómo las llamas aumentaban, y bailaban en sus ojos negros. El rayo que había caído tras decir las palabras de antes lo había dejado paralizado, y ahora… hacía calor, y su garganta fallaba al pedir por ayuda.

Tenía que ir a casa, ahora.

-.-.-.-

— ¡Himuro! ¡Himuro dónde estás!

Abrió los ojos con ilusión, reconocería esa voz algo mandona pero siempre dulce al oído en cualquier lado.

— ¡Papá! ¡Aquí estoy!

El hombre lo atrapó en brazos, temblaba, su cuerpo estaba cubierto de quemaduras y las ropas estabas chamuscadas por el fuego. Pero ya nada importaba, había encontrado a su pequeño, y eso serviría para apaciguar cualquier dolor.

— ¡Gracias a los Dioses, estás bien!— Peinó con brusquedad los cabellos ajenos, suaves pero pajosos al tacto por tanta tierra, por su parte, un chiquillo de pelo rojo a su lado lo miraba con lágrimas en los ojos, imitando a su hermano.

— ¡Muro-nii! ¡Papá y yo tábamos muy pocupados por ti! ¡No vuelvas a idte así!

El mayor aceptó ambos abrazos, musitando un "¡Lo siento! ¡De verdad lo siento!" a oídos de su padre. Éste los tomó a ambos en sus hombros y comenzó a correr hacia donde parecía, habría aire respirable.

— ¡Himuro, Kagami, no se suelten por nada del mundo de mis hombros! ¡¿Oyeron bien?!

— ¡Sí papá!

-.-.-.-

— ¡Kiyoshi! ¡Encontraste a los niños!— Una mujer de pelo castaño largo hasta los hombros, y ropa desgastada los saludaba a lo lejos, para besar las frentes de los niños al llegar, y los labios de su marido con preocupación. — ¡Mi bebé! ¡Kagami, no vuelvas a preocupar a tu madre así!— Sollozó besando los cachetes del chiquillo.

— ¡Pedón mami! ¡Papá me contró en mi cuadto y corrió muy mucho muy rápido! Muro-nii había codido muy mucho también, y él code muy muy rápido, así que fuimos por él.

—Muro-kun…— susurró. —No vuelvas a escapar así, ¡el pueblo arde en llamas, podrías… podrías haber-…!

— ¡No me digas así!

Todos los presentes, incluso el pequeño Kagami, se sorprendieron, y silenciaron al escuchar chico Kiyoshi alzar la voz; cosa que nunca nadie habría imaginado hasta al menos su adolescencia.

—Tú…—cabizbajo, apretó los puños. —Tú… ¡Tú no eres mi madre!— Gritó con todos sus pulmones. Había imagino esa escena… o bueno, no exactamente en esas circunstancias, pero sí a él diciéndole la verdad: no era su hijo, y jamás lo seria.

— ¡Tú eres la madre de él!— Señaló al más joven — ¡pero tú y yo no tenemos lazos de sangre, ni ahora ni nunca!

— ¡HIMURO!

— ¡E-Es la verdad! ¡S-Sólo digo la verdad!— contestó al llamado de su padre, no iba a negar que su sangre se había helado al escucharlo, pero había aguantado mucho tiempo por decirlo, y debía hacerlo antes de que comenzara a llorar, o no podría pronunciar palabra alguna.

Y ahí estaban, las lágrimas que amenazaban con salir hace años.

—Teppei, déjalo.

— ¡Riko, no tienes por qué escuchar semejantes palabras! ¡Éste pequeño aprenderá por las buenas, o por las malas, que tú eres parte de ésta familia!— Llevó su furiosa mirada castaña a su hijo — ¡le guste, o no!

— ¡P-Pues n-no me… no… no me gusta!

Se hizo un silencio sepulcral, las personas que se habían estado escuchando la situación a su lado los miraban sorprendidos.

Era cierto, aquella mujer había dado a luz a un jovencito de hermosos ojos rojos, y pelo de igual color. Aunque ella y su nuevo marido no tuvieran ninguno de los atributos, su propio padre sí, y la genética había jugado una broma que a los ojos de cualquiera, pareciera que fuera un niño adoptado.

Pero no, era puro de esa pareja, amorosa como ellos sólo sabían, y eran felices. El otro integrante era un chico moreno de ojos negros brillantes, un lunar adornaba su mejilla derecha, recordando en todo su esplendor, lo que su madre había sido.

Hasta que la misma había huido.

Todos en el pueblo conocían la historia de Teppei Kiyoshi. Un hombre trabajador que cortaba y vendía leña para así mantener a su familia. Se había juntado con una muchacha preciosa de su edad hacía algún tiempo, y su pasión había dado como fruto al pequeño Himuro. Sin embargo, y por razones que ni el mismo Kiyoshi sabría algún día descubrir, aquella mujer lo había abandonado una noche de invierno, mientras él y su hijo de escasos meses de vida, dormían profundamente.

La depresión no había tardado en llegar; y la cura tampoco.

Riko Aida había sido su amiga desde la infancia, y, como el destino jugaba a su gusto, también la poseedora de su primer beso. Siendo tan sólo infantes se habían enamorado, primero en juego, y luego con un verdadero corazón. Ella permaneció fuera por mucho tiempo, y al volver, se encontró con su amigo con el mismo joven, destrozado.

Y, con todo el trabajo que una mujer puede hacer, logró sanar esa herida, trayendo al mundo al pequeño Kagami.

Se sabía que los hermanos peleaban continuamente, y que a pesar de llevar un año de diferencia, Himuro hablaba a la perfección, mientras que el pelirrojo no pronunciaba del todo bien.

Pero al parecer, no eran riñas simples de chicos…

—Teppei— nombró a su pareja, dulce. —Himuro tiene razón, no tienes que decirle nada más.

— ¡Riko!

—No— cortó —él tiene razón…— acunó al ojirrojo en brazos. —Himuro-kun… te entiendo…— dijo, y sonrió. —Entiendo que no seré nunca tu madre, entiendo que estés celoso de Kagami…, lo entiendo. —Himuro escuchaba, atento. —Sé… que estos años no son lo que hubieras querido, y créeme, que hice mi más grande esfuerzo por ganarme tu aprobación.

— ¡El fuego avanza, debemos irnos!— Un campesino gritó desde el fondo de la fila, movilizando a todos aquellos que observaban a la mujer. Teppei intentó hacer que ésta se levantara, pero fue un esfuerzo inútil al notar su tobillo herido.

— ¡R-Riko! ¡T-Tenemos que irnos!

—Himuro-kun— el moreno se tensó, la voz que antes era comprensiva y tranquila, ahora se quebraba a cada sílaba, y se notaba un dejo de dolor en ellas. —Perdóname…— dedicó una sonrisa triste, y una lágrima deslizó por su cara. —De verdad lo intenté…

Los árboles comenzaron quebrarse, todos los del pueblo ya se habían alejado, y el leñero temía por su familia. —Podemos seguir luego, ¡debemos irnos ya!

—Himuro…

Crack…

—R-Ri…Riko-san…

Lágrimas.

Ramas crujiendo.

—…Cuida de Kagami, pero no como mi hijo…—estiró los brazos, dejando al chiquillo en brazos del mayor y con los ojos desorbitados. —Sino… como tu hermano.

— ¡RIKO! ¡CUIDADO!

— ¡R-RIKO-SAN!

-.-.-.-

Kagami Kiyoshi, es tu hermano menor, protégelo… por favor, Himuro-kun.

— ¡PAPÁ! ¡RIKO-SAAAAAN!

. . .

—…suya… Tatsuya… ¡Oi, Tatsuya!

— ¡¿Eh?! ¡É-É-É-ÉSTA FRÍAAAA!

— ¡Eso pasa cuando no te despiertas, vago!

El chico pelirrojo sostenía un balde vacío, traía consigo ropa deportiva y una sonrisa aburrida. Por su parte, el moreno temblaba del frío tras recibir el agua en su cuerpo.

— ¡Podías despertarme con sólo llamarme, idiota!

— ¡Te he estado llamando toda la mañana, estúpido!

— ¡Pues acabo de escucharte!

— ¡¿Y yo cómo carajos voy a saberlo?! ¡Siempre te haces el dormido y faltas a la práctica!

— ¡ESE NO ES TÚ PROBLEMA!

— ¡SÍ, SÍ LO ES! ¡PARA QUE SEPAS, ME REGAÑAN A MÍ PORQUE TÚ NO FALTAS SIEMPRE!

— ¡SILEEEEENCIOOOOOO!

Ambos jóvenes dejaron salir aire por la nariz, y cruzaron sus brazos, ofendidos y aburridos, ya conocedores de lo que se avecinaba.

— ¡¿Cuántas veces les he dicho que no griten desde tan temprano?! ¡¿Eh?!

— ¡Es culpa de Tatsuya por no despertar!— Culpó el de ojos rojos.

— ¡No me interesa de quien es la culpa, los gritos fueron de ambos, y ambos serán los responsables!

— ¡PERO…!

— ¡SIN PEROS!— Interrumpió a ambos chicos, y llevó una mano a su frente, suspirando. —Santos Cielos… los vecinos vendrán a reclamar de nuevo…— acomodó su ropa de dormir, y ató los cabellos rubios en alto con una coleta rosa. —Ustedes irán y pedirán disculpas como todos uno caballeros maduros que YA son, dentro de un año no me haré responsable de sus travesuras de niños, ¡¿oyeron?!

—S-si mamá…

La mujer asintió seria, satisfecha al escuchar a los adolescentes asentir y acatar sus órdenes. —Bueno… ahora Tatsu, ve a cambiarte, que así no conquistarás a ninguna chica, pareces un perro faldero. Y tú, Taiga, ordena éste desastre. El desayuno está listo, en cuanto terminen, bajen.

—Sí mamá…— La misma respuesta, la misma sonrisa. «Ah… Alex, algún día, verás a ése par de chiquillos casados y caminando al altar, y hasta tal vez con un bebé en brazos…» Soltó una carcajada. «Bueno, falta mucho tiempo, y al ritmo al que van, les doy cincuenta años más…» Notó a sus chicos mirarla extrañada, por lo que volteó y bajó a la cocina diciendo: — ¡No se les ocurra llegar tarde a la práctica! ¡En especial tú, Tatsuya!

Taiga comenzó a reír satisfecho. —Tal vez no te convenza, pero ella lo hace con solo verte. Por lo que mi trabajo por hoy está terminado.

—Engendro…— masculló, mientras salía de las sábanas mojadas. —Me las pagarás.

—Y yo te lo devolveré con gusto.

Sonrisas cómplices, y un choque de puños.

—Ahora ve, mamá no se equivocaba, te ves pésimo, así ni con un palo se te acercará ninguna lindura.

—Al menos me mirarían a la cara para verme mejor, contigo no es necesario. —Devolvió, y agregó: —Tu olor se siente desde el pueblo vecino.

—Imbécil…

Nuevas correteadas, nuevos gritos, nuevas risas.

-.-.-.-

— ¿Tienes todo, cierto Tai?

—Así es, desde anoche.

—Muy bien— la mujer de ojos verdes sorbió su café. —¿Y tú, Tatsu?

—Por supuesto.

—Excelente muchachos— sonrió, para besarles la mejilla a ambos. —Recuerden no volver tarde… ¡y saluden a Takao-kun por mí!

— ¡Eso haremos!— Tatsuya contestó por ambos, y salieron rumbo al parque de entrenamiento.

El pueblo era cálido, siempre calmo y pacífico. Todos solían saludar a quien pasara, después de todo, al ser un lugar chico era fácil reconocer a quien habías visto en el mercado ayer. Los hermanos Tatsuya y Taiga sostenían sus mochilas en los hombros, llegando a un lugar donde había una cancha de básquet y pelotas por doquier, sumado a los jóvenes de su edad practicando jugadas difíciles y algunas no tanto.

—Tatsuya…— el moreno respondió observándolo. —He estado pensando… que tal vez deje de jugar…— soltó una risa al ver la sorpresa del chico. —No, no es que me haya aburrido, de eso jamás. Es… sólo que…— masajeó su nuca, nervioso. —Mamá está más débil de salud últimamente… y… creo… creo que es hora de que comience a trabajar… No quiero ser una carga para ella, tú ayudas en las escuelas por la tarde, yo sólo limpio y hago la cena. —Suspiró. —Tengo… un mal presentimiento… y no quiero sentirme culpable en un futuro.

El moreno volteó, en silencio. —Ya veo… —y golpeó el hombro del pelirrojo. —Puedo ayudarte, buscaremos algo que genere ingresos, pero aún así puedas jugar.

— ¿De verdad crees que podré hacer ambas cosas?

—Por supuesto, eres mi hermano después de todo— rieron felices, y siguieron hasta un grupo de chicos que los esperaba.

— ¡Ah, Tatsuyaaa, Taigaaa! ¡Por aquí!

— ¡Bakao!

— ¡Te dije que no me llamaras así, pelirrojo hueco!

— ¡¿A quién le dices hueco?!

Tatsuya ignoró la pelea matutina, y se sentó cambiando su calzado.

—Ah, Kazunari, mamá te envía saludos.

— ¿En serio? ¡Pues yo también a ella!— El chico de ojos azules y pelo azabache se acercó al moreno. —Y… ¿cómo se encuentra?

—Está algo… delicada— contestó— y nuestras travesuras infantiles la suelen molestar… pero fuera de eso, está bien. Mientras sonría día a día, no hay de qué preocuparse

—Me alegro entonces.

—Kazu, ¿otro?— Taiga señaló a su cuello, a un moratón que no se veía para nada bien y parecía inflamarse a cada rato un poco más.

—Ah… bueno, no es correcto comer galletas a medianoche, ¿cierto?— Contestó sonriente. —No es nada, de verdad.

—Amigo… tienes dieciséis ya, no puedes seguir soportando esos tratos…— el pelirrojo pasó un brazo por sus hombros. —Deberías decirle a-…

— ¡No!— Interrumpió, al notar que ambos lo miraban asustados, se tranquilizó. —N-No…, no hace falta, ellos tienen sus razones, están ocupados con mis hermanos… Yo soy el mayor, merezco el castigo.

—Sea lo que sea que hayas hecho, no se arreglará a golpes.

—Tatsuya…— suspiró. —Estoy bien, vamos a jugar. ¡Hay movimientos que quiero enseñarles!

Los hermanos siguieron al chico correr hasta las pelotas, preocupados y para nada tranquilos.

—Siempre ha sido así, ¿no?

—Siempre— el chico de ojos negros infló el pecho. —Vamos, debemos alegrarle el día. —Y recibiendo el asentimiento del menor, tomaron un balón y comenzaron los ejercicios.

. . .

—Uf… no recuerdo que la abuela haya mencionado el cambio de temperatura…

—Bakao, es invierno, por supuesto que hará frío de noche.

— ¡Que no me llames así diablos!

Taiga tomó un sorbo de agua, y rió suave.

—Es… hermoso— ambos voltearon a ver al moreno que miraba al cielo, naranja y rosa, oscureciendo al fondo.

—Te has vuelto sensible, ¿eh Tatsuya?

—Si fuera un bruto como tú, con suerte alguien se me declararía, Taiga— sonrió ante la rabieta que su hermano le hacía. «Ése idiota… cómo hará para verse tierno cuando se enoja…» sonrió ante sus pensamientos.

—Esto me recuerda a una historia que me contaban de pequeño…— Kazunari descansó su cabeza en ambas manos, con la vista en el cielo. —Mi abuela me la contaba a veces, cuando, bueno… aún no eran los episodios...—habló un poco más bajo, refiriéndose a los golpes que sufría su cuerpo como rutina.

—Cuéntala, pero no tardes… La señora García nos matará si llegamos apenas haya una estrella en el cielo— el de ojos rojos se estiró un poco, y recostó en el césped.

Takao sonrió. —Bueno, la verdad no creo que sea cierta, suena demasiado irreal, pero piensen que tenía cinco años…— tosió un poco. —Es una leyenda, se dice que hace muchos años, milenios más bien, en el centro del bosque que rodea al pueblo, existió un Sakura… sí, un cerezo… ¡no me miren así idiotas! ¡No termina ahí! La cosa es que, éste Sakura, no era rosado, sino celeste. Dicen las antiguas lenguas, que sus hojas son híper delicadas, un mal movimiento, o el simple echo de agarrarlas mal, hará que se rompan. Lo curioso de éste árbol, es que sus frutos son capaces de curar cualquier herida o enfermedad.

Pensarán, ¿por qué nadie habla de él? Bueno, lo cierto es que no es difícil de encontrar, se dice que en un solsticio de invierno cada cien años, la luna ilumina un sendero de piedras blancas, brillantes a la luz. Si lo sigues te llevará a él… pero lo complicado viene ahora. El cerezo es sagrado, una criatura divina lo protege con cuerpo y alma, diciendo que es su patrón. Nadie sabe como luce, algunos dicen que es un monstruo, otros que es lo más bello que nunca jamás verás ni podrás comparar, pero para llegar hasta él… debes cruzar a sus cinco protectores.

Las pruebas son diferentes, pero nunca nadie logró superar todas, y si no lo haces, debes jurar que no dirás nada sobre el resultado, en el caso de que hayas pasado la prueba anterior.

—Se oye… muy de niña…

—Sh, déjalo terminar Taiga.

—Como decía, además de que sea el árbol más codiciado por lo grandes dioses, la criatura que vive de él también es querida. Algunos dicen que con verte te enamorará, y te hará su protector. Otros, que sus lágrimas de felicidad son rubíes, y las de tristeza, zafiros… Luego que tal vez mueras con solo tocar el árbol o alguna de sus hojas, pero sinceramente siempre me dormía llegada a ésta parte, y eso es lo que recuerdo.

—Es interesante— dijo Taiga —pero aún así lo sigo viendo como un cuento de hadas…

—Te dije que no era verdad…

Tatsuya los oía discutir, hasta que el sonido de su celular vibró en su bolsillo.

— ¿Hola?... Sí, soy yo, ¿qué sucede?

-.-.-.-

— ¡Taiga, tenemos que irnos!— Gritó, tomando su mochila y la de su hermano.

— ¿Eh? ¿Por qué?

— ¡Llamaron del hospital! ¡Mamá tuvo una recaída!

El moreno notó como los ojos del pelirrojo temblaron ante tales palabras, y supo que era momento de correr, correr como nunca lo habían hecho en los entrenamientos.

— ¡¿Qué estamos esperando?! ¡Vámonos!

— ¡Yo voy con ustedes!— Takao tomó sus pertenencias y los siguió al trote.

. . .

A pie, tardaron casi una hora, pues el hospital quedaba más lejos de lo que recordaban. Los hermanos definitivamente no extrañaban ese lugar, ya que lo habpian visitado varias veces hacía unos años, y afortunadamente su madre estaba mejor actualmente.

Sin embargo, no era cierto.

— ¡Somos Tatsuya y Taiga, hijos de Alex García!— Gritó el de ojos negros.

—Pasen por aquí— la enfermera le sindicó el número y el pasillo, subieron cuatro pisos —ya que no tenían tiempo para esperar el elevador— y entraron sin siquiera tocar.

— ¡Mamá!

— ¡Alex-san!

Los tres jóvenes quedaron paralizados.

La imagen de la mujer rubia, con sus pelos atados en una coleta, sus brazos, piernas y boca conectadas a máquinas, y con una respiración débil que parecía no existir. Taiga se acercó dejando lo suyo en el suelo, tomó su mano y un escalofrío recorrió su espina dorsal.

—Tai…ga…

—M-Mamá… no hables, por favor— un asentimiento leve como respuesta. —Doctor, ¿cómo está?

—Muchacho, creo que es mejor que hablemos fuera. —Contestó —he de suponer que eres su hijo.

—Yo también lo soy— Tatsuya intervino en la conversación. El hombre de edad avanzada los invitó a salir, dejando a Kazunari sólo en el cuarto con Alex.

—Los esperamos aquí.

—Gracias, Kazu— Takao sonrió a su amigo pelirrojo, y asintió diciéndole con éste gesto que vaya con el resto.

-.-.-.-

—Su salud es débil, demasiado, y está por debajo de los parámetros— comenzó. —Haremos lo que esté a nuestro alcance, pero no podemos desafiar al cielo. Su estado ha empeorado con los años que no ha venido a la institución, y sólo la medicación habitual le ha hecho peor.

—¡Pero el doctor anterior nos dijo que ya era seguro!— Tatsuya posó la mano en el hombro de su hermano, tratando de calmarlo. —Se supone… que ya no deberíamos preocuparnos…

—Lo lamento mucho… He tomado éste caso en manos cuando el doctor Hasawa dejó el hospital, y he hecho lo necesario para que no deba llamarlos—. Una pausa— Alex-san debe quedarse, no es seguro que esté fuera en esta circunstancias.

—Doctor, se salvarás, ¿cierto?

—Joven Tatsuya, le he dicho que haré todo lo que pueda— un suspiro. —Pero no soy Dios, y no soy quien decide quién se queda, y quién se va…

El ojirrojo temblaba, furioso, lleno de ira. Esto no podía sucederle. No a él, ¡no a ellos! No era justo… ¡no era para nada justo! — ¡Nosotros no tenemos dinero para pagar una estadía en el hospital!

El hombre lo observó, serio. — ¿No la tienen?

— ¡Pero claro que no! ¡No somos millonarios, vivimos en un pueblo en las lejanías! ¡¿Por qué cree que no hemos venido todos los días aquí?!

—Taiga, tranquilízate, por favor— el mayor lo detuvo. —Señor, entendemos que su deber es cuidar a los enfermos, y que les paguen por ellos, pero por el momento mi hermano y yo no disponemos de recursos para poder pagar los días que fuesen necesarios para nuestra madre.

—No los tienen— dijo, con una voz gruesa. —Pero los pueden tener— se irguió al notar a los muchachos verlos con sorpresa. —Les daré quince días, a partir de mañana, para buscar una solución al problema económico que los envuelve.

— ¡¿Acaso está usted loco?! ¡¿Cree que somos magos o brujos?!

—Te agradecería que no levantes la voz— pidió educado, y sin ver a Taiga a los ojos. —De no ser cumplido, se devolverá a la mujer a su casa tal y cómo se la encontró.

— ¡Eso… Eso es injusto! ¡No pueden hacernos eso!

—Taiga…— Tatsuya no sabía qué decir, su sangre hervía, no estaba menos enojado que su hermano, pero no podía perder el control así como así.

—Los dejaré verla unos minutos más, hasta entonces— y sin decir nada más, se retiró a otro cuarto.

-.-.-.-

—Han vuelto— Takao sonrió, sentado en un banquillo al costado de la mujer. — ¿Y bien?

No obtuvo respuesta, y de echo era lo que esperaba. Sus caras no demostraban felicidad, y no iba a presionarlos. Si le iban a contar, que fuera a su propio tiempo.

Taiga caminó hasta su madre, y tomó una de sus manos con delicadeza. —Mamá…—ésta sonrió. —Te repondrás, ya lo verás, y podrás verme jugar en las nacionales… lo prometo— besó su frente y salió. Tatsuya imitó el gesto, pero con la mano contraria, la izquierda.

—No coquetees con el doctor, ¿sí? Tiene fea pinta, y está muy arrugado— recibió una mueca de asco, y rió por lo bajo. Besó su mejilla con cuidado. —Kazu…

—Recupérese Alex-san, ¡la estaré esperando!— Una sonrisa, y el cuarto quedó vacío de ruidos, exceptuando los beep de las máquinas alrededor de la rubia; quien cerró sus ojos con cansancio.

«No hagan ninguna locura, muchachos. »

-.-.-.-

—Takao— Taiga pronunció su nombre tras salir del edificio. —El bosque de la historia, es el de nuestra casa, ¿cierto?

—…Según dicen…

—Taiga… ¿qué es lo que estás pensando?

—En lo mismo que tú, hermano— frenó, y elevó la vista al cielo estrellado. —Voy a salvar a mamá, aunque arriesgue mi vida por ello.


¡Siii! :D

Les pido mil disculpas si hay alguna falta de ortografía o tipeo, lo último lo escribí rápido por el tiempo se me terminaba.

Dejen sus reviews, me hacen muy muy feliz, en serio... además, si no recibo al menos algunos dudo mucho seguir subiendo los capítulos...

Espero que les haya interesado, ¡ojalá los lea pronto!

Atte: Goni~