Disclaimer: Los personajes de Shingeki no Kyojin/Attack on Titan pertenecen a Hajime Isayama. Este Fanfiction es escrito sin fines lucrativos.
Advertencias: Yaoi (temática homosexual). Universo alterno. Palabras altisonantes. Drama. Infidelidad.
Pareja(s): Eren/Levi (o Ereri), Erwin/Eren (leve, sólo capítulo 1)
Notas del capítulo: POV de Eren (al principio). El resto es omnisciente.
Historia de un engaño
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Son las 7:06 de una noche de viernes. A través de la ventana, la ciudad ofrece una de sus vistas más espectaculares: Los vehículos formando serpientes de luces, los locales concurridos e iluminados en varios colores, el clima refrescante. Mientras la urbe late emocionada, me coloco la misma loción que dejé de usar cuando empezamos a vivir juntos. Me aplico muy poco, pero aprieto el pestillo hasta dejar el aire cargado. Quiero que lo huela. Quiero que se dé cuenta.
No era la primera vez que engañaba a Levi. Aunque nunca le había dejado tantas pistas como hoy.
Además del perfume, dejé varias camisas arrugadas en el armario —como si las hubiera revuelto en el pánico de no saber qué ponerme—, el grifo del baño mal cerrado, el piso mojado, un recibo de un restaurante italiano al que nunca vamos y las llaves del apartamento en el suelo, como quien tiene un ataque de prisa y de nervios. Necesito que lo vea, que note que algo está mal en cuanto entre. Quiero que lo sepa.
El sujeto con quien lo voy a engañar es totalmente diferente a él: Sus ojos brillan con la generosidad y dulzura de quienes en algún momento de su vida han sido tratados como mierda y tomaron la decisión de mostrar al ser humano más amable que pudieran ser; su voz es grave pero cálida, es un caballero como pocos que existen y que tal vez gracias a basuras como yo se extinguen. Soy el asesino de las almas hermosas.
Cuando salí del apartamento, en el reloj brillaban en rojo las 7:10.
Su historial de citas iba para largo. No era que estuviera orgulloso de ello; en realidad, era algo que prefería mantener en silencio.
Hasta ahora, el récord iba más o menos así: Había engañado al anterior con Levi, a alguien más con el "anterior", hasta formar una cadena...
Había adoptado la manía de no llamarlos por su nombre, por lo que normalmente los olvidaba o los pocos nombres que recordaba los llegaba a entremezclar en su mente, asimismo los recuerdos. A veces no se acordaba de con quién había ido adónde, o se le venía a la mente un rostro y no tenía idea de lo que habían hecho... Así que empezó a tomar notas pequeñas y a mandárselas como mensajes a un nuevo correo, con fechas y lugares y breves descripciones de sus citas con algún detalle que las identificara.
"Rubio con cara de matón"
"Pelón que habla rápido"
"Castaña de coleta que habla de comida"
Le había resultado muy útil.
Después de la incomodísima vez que se encontró con un "agua pasada" y volvió a presentarse, supo que tenía que hacer algo para evitar esos momentos tan desagradables...
De eso habían pasado dos meses.
—Ahm, buenas noches. Mi amigo reservó una mesa...
Porque, ante la sociedad, todos sus amantes eran sus amigos.
—Por supuesto. ¿Eren Jaeger? —El aludido asintió— Sígame, lo llevaré a su mesa.
Eren caminó apenas levantando la cabeza —lo suficiente para ver adónde se dirigían— siguiendo los pies del empleado desfilando entre las mesas. No quería destacar mucho, varios meseros lo conocían.
—¡Eren! —El alto rubio se levantó para recibirlo. El empleado se retiró.
—Perdón, te hice esperar mucho...
—Es mi culpa, dijiste que te quedaba lejos este restaurante y aun así te hice venir. Quería pasar por ti. —Agregó, amable pero firme.
—Tenía que cubrir un turno… y no quería tenerte esperando afuera. —Excusó.
—Sabes que no hay problema.
Eren agachó la cabeza ante esas palabras. Ante su generosidad.
—Gracias por estar aquí. —Cortó Eren, sonriendo levemente.
La cena pasó sin más contratiempos. Dos platillos, un vino, algunas risas, coqueteos y sonrojos; el ambiente era ameno, la conversación dinámica y relajante. Si había algo que le encantaba de Erwin, era su mirada honesta, sabia, su plática brillante...
Y la protección que sentía estando en sus brazos, como en ese momento.
—¿Aquí vives?
Eren le había guiado al edificio donde vivía Armin. Contemplaba su apartamento a lo lejos, casi cerca del penthouse.
—Sí —mintió—. Te invitaría a pasar pero mi compañero debe estar dormido, ha trabajado mucho estos días.
—Comprendo. —Respondió, sin despegar sus ojos del castaño. Se preguntó si Eren tendría idea de lo bien que se veía esa noche: sus ojos preciosos cuan jades, su sonrisa radiante, su cara llena de vida y emoción. Eren parecía tan enérgico e inquieto, como un niño pequeño conociendo el mundo. Era casi perfecto. Casi.
Si no hubiera notado ese pequeño detalle.
Eren no era el tipo de chico con iniciativa para abrazar y besar, pero notó que, al recibir afecto, su cuerpo reaccionaba casi hambriento. Eren pareció estremecerse cuando el rubio lo abrazó pero, como respuesta, se aferró con fuerza a su torso, presionándolo entre sus brazos. Oyó la respiración del menor fluyendo en una sensación de paz; lo que, de alguna manera, le recordó a un adicto que recibe su dosis tras un largo tiempo. Escuchó que Eren susurraba, pero lo único que alcanzó a entender, fue:
—Hazlo más seguido...
Pero, más que enamorado, parecía hambriento.
Erwin era un hombre minucioso, con una tremenda capacidad de análisis y de atar cabos en un instante: Un detalle ínfimo podía construir un sinfín de posibilidades si se lo observaba lo suficiente.
Por eso, Erwin sabía que cada una de ocho personas en el restaurante miraban al castaño; al menos, lo veían con la suficiente atención de haberlo reconocido pero temer hablarle, como vigilando de tanto en tanto sus movimientos. Igualmente, los meseros le habían preguntado a Eren las opciones del menú que éste aceptaba inmediatamente, sin sugerir nada, viéndolo como si lo conocieran de antaño. En el restaurante italiano había pasado lo mismo.
Y su observación se extendía… tal vez a un terrero más doloroso.
Eren era experto en los cambios de tema en conversaciones que implicaban un futuro como pareja, además de que sólo le había dado a Erwin su correo electrónico y un número de celular que no había contestado ni una vez, pero del que el rubio sí había recibido alguna llamada cuando Erwin y él tenían problemas encontrándose. Jamás se habían tomado una foto juntos; no había conocido a ningún amigo del menor ni sabía exactamente dónde trabajaba. Del mismo modo, Eren se oponía a pasar más de cinco horas con el rubio, así como a las citas fuera de la ciudad o viajes cortos. No hablaba de sus amigos, su familia ni sus aspiraciones. Mantenía su teléfono apagado, con problemas de la batería o del saldo, y siempre tenía una excusa inmediata para todo, veloz cuan reflejo.
Era claro que Eren estaba jugando con él, pero...
También sabía que, en cada cita, sus brazos y sus ojos verdes parecían gritarle a Erwin que lo necesitaba, que no lo dejara, que no lo abandonara.
Y Erwin ciertamente no podía; porque, en los minutos que había pasado con Eren... La manera en la que hablaba, cómo sonreía, cada reacción y matiz de él, todo sobre él y con él se sentía tan bien...
Pero ¿qué tan real era este Eren? ¿Había alguien que lo conociera? ¿Al chico que no ríe, al joven cansado sin ganas de hablar, al que llora y se derrumba y te abraza a mitad del colapso, al que no es perfecto, al que se muestra cuan libro abierto?
Y, además de Erwin, ¿cuántos más se estarían haciendo las mismas preguntas?
Erwin sabía que el final sería trágico: Había amado a Eren tal vez más de lo que éste merecía, y dicha emoción se lo comería vivo.
Eran las 2:25 cuando Eren regresó a su hogar, tras caminar unos cuarenta minutos desde el apartamento de Armin hasta el suyo. No había servicio de metro a esa hora y no tuvo ganas de quedarse tirado a media calle con su mejor ropa y el olor a vino y loción, además de que le quedaba la suficiente vergüenza para no despertar a Armin a esas horas. No quería abusar del chico, ya lo había salvado de muchas y se merecía al menos una noche de descanso sin un amigo vomitón apropiándose de su baño, sólo porque la infancia se dedicó a juntarlos.
Abrió la puerta con la llave en su cartera; por primera vez había pensado en algo reconociendo un defecto suyo. En el clóset seguían amontonadas las camisas, el baño mojado, las llaves en el suelo... Y una mano blanca sobresaliendo del colchón.
Suspiró, acuclillándose a su lado.
"Llegaste bien…"
Levi tenía la cara hundida entre las dos almohadas, en una posición que le hizo pensar que el moreno perdió el conocimiento en cuanto su pecho tocó el colchón. No roncaba, no se movía; el cuarto sumergido en un silencio casi absoluto.
Con lentitud, se acercó al más bajo, y sintió un escalofrío en cuanto su nariz rozó los cabellos negros.
Pensó en alejarse, pero a ese punto ya tenía la nariz perdida entre las hebras azabaches. El aroma de Levi era siempre a cuidado y aseado, a pesar de que esta vez se había acostado directamente —tal vez demasiado cansado como para limpiar, aunque lo hacía frecuentemente; de hecho, ésa debía ser la segunda vez en un año que Levi se acostaba dejando una parte de la vivienda sucia o desatendida—.
Eren pasó su brazo por encima de su cabeza, rodeándola, como si lo abrazara pero sin tocarlo y besó su pelo como quien roza un pétalo con los labios. Levi siguió inmóvil. Eren debía levantarse o tendría problemas... Qué ganas de estrujarlo contra su cuerpo, de fundirlo consigo, de besar cada parte de él y amarlo por horas y horas, de decirle tantas cosas y arrancarle muchas otras...
Las 2:55. Podía ver a ese hombre toda la noche, era como si sus sentidos se alcoholizaran con sólo eso. Moría por escucharlo, sentirlo, moría por tantas cosas...
Parpadeó, sintiendo cómo trituraba unos asomos de lágrimas entre sus pestañas.
"Nadie puede, Levi... Nadie puede causarme lo que tú me causas. Lo he comprobado".
Se levantó y, cuidando el ruido de sus pasos, tomó el recibo del restaurante y lo rompió, acomodó las camisas en el armario, secó el baño. El apartamento había vuelto a su estado impecable. Eran las cuatro y diez cuando se acostó en su esquina, en el lugar que Levi había asignado para él. El que había conocido sus lágrimas. El que le escuchaba y, en ocasiones, le oía preguntar: "¿Por cuánto tiempo podré seguir así?" con una voz cada vez más quebrada; una pregunta hilada entre sollozos que se rompían contra su almohada.
Fin del capítulo 1.
Notas: Bueno, es lo primero que publico de SNK, a ver cómo sale. He leído el tema de la infidelidad en algunos fics, varios desarrollados desde el ángulo de la víctima o parte que recibe el engaño; pocos, desde la parte que lo causa, y la que intenté describir en este capítulo.
Espero que les haya agradado esta historia. Por supuesto, cualquier comentario, opinión, crítica constructiva y/o sugerencia es bienvenida y se agradece bastante ^^ Gracias a quien leyó, les mando un abrazo y espero que nos leamos de nuevo en el próximo capítulo :)
~Nicot