DISCLAIMER: La serie Avatar: La leyenda de Aang y sus personajes no me pertenecen.

Este fic participa en el reto "Historias de un colchón" del Foro ¡El Cometa de Sozin!


Antojos nocturnos

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Katara despertó abruptamente, con los labios secos y unas inmensas ganas de comer.

—Ahora no, pequeño —Posó una mano en su vientre donde un bebé de cuatro meses demandaba comida.

La maestra agua cerró los ojos y se sentó en la cama cuidadosamente.

Dio una respiración honda, tratando de eliminar aquel antojo nocturno.

No funcionó.

—¿Katara? —Aang se volteó en la cama, intentando mirar a su esposa en la oscuridad de la habitación.

—Hola, Aang.

El Avatar encendió una vela y se apoyó en su codo, observando a la morena preocupado.

—¿En qué te ayudo, cariño? —preguntó.

—Hoy fue un largo día para ti, Aang. Sigue durmiendo. No me pasa nada —aseguró.

—No te creo, Katara —dijo, con voz divertida —Tienes antojos ¿no es cierto?

Ella se limitó a asentir.

—¿Qué quieres?

—Que quiere él, querrás decir —dijo juguetonamente su mujer, mientras deslizaba su mano por su vientre.

—Cierto —Aang sonrió.

—Pasteles de luna estarían bien.

Katara observó como su marido abandonaba la habitación. Minutos después, oyó los sonidos de los utensilios en la cocina siendo movidos.

Acomodó la almohada en su cabeza y cerró los ojos.

Estaba cansada y muy hambrienta.

No era la primera vez que su hijo la despertaba a media noche y exigía algún platillo propio de los Nómadas Aire.

Tampoco sería la última.

Abrió los ojos al percibir que alguien se aproximaba.

—Aquí está —Aang entró, poniendo en alto el último pastel de luna.

—Ven con mamá —susurró Katara al momento de tomar el plato con el manjar culinario.

Al terminarlo, miró a Aang, con una pequeña sonrisa y un ligero sonrojo.

—¿Harías dos más?

Aang rió ante esto.

—Por supuesto —Se movió, otra vez, hacia la cocina y Katara no pudo evitar sentir culpa.

Él debía de estar más exhausto que ella.

Es decir, la morena había pasado todo el día acostada mientras escuchaba con atención los relatos divertidos que contaba su hermano (el cual se encontraba muy feliz al saber que en algunos meses sería tío), mientras que Aang, con su enorme deber como el Maestro de los cuatro elementos —y sus derivados— viajó hacia el Palacio Real de la Tribu del Agua del Norte a hablar de política con personas importantes que podrían decir unas mil palabras por minuto apenas deteniéndose a respirar como es debido.

Eso cansaría a cualquiera y el Avatar no era la excepción.

Sin embargo, él seguía complaciendo sus antojos con una gran sonrisa en el rostro sin queja alguna.

Katara se sentía bendecida (y lo era, de muchas maneras).

—Dos pasteles de luna y un plato de fideos entrante —Aang se sentó en la cama, entregándole los fideos en una bandeja de plata.

—Gracias, cariño.

—No hay de qué —Una sonrisa tiró de los labios del maestro aire.

—Deberías dormir.

—Nada de eso. No hasta que tú puedas seguir durmiendo.

Después de comer aquellos deliciosos platillos, Katara sonrió satisfecha.

—El bebé ha sido complacido.

—Sí, claro, el bebé —susurró en broma Aang, haciendo que la morena riera.

—Buenas noches —La sanadora se inclinó para darle un corto beso en los labios a su pareja, el cual lo aceptó gustoso.

—Buenas noches, Katara —dijo en voz baja.

Dos horas después, la ojizarca despertó, queriendo probar bolas de masa hervidas.

—¿En serio? —musitó con voz calmada y soñolienta.