Epílogo.
Pepa vertió el café ardiendo en dos tazas y le echó un poco de leche a una de ellas. Dejó la cafetera encima de la encimera y esperó pacientemente a que las tostadas se hicieran mientras ojeaba unos informes. Tenía el pelo suelto, un tanto ondulado, y vestía unos vaqueros cómodos, unas deportivas negras y una camisa azul de manga larga. Miró las tostadas cuando la tostadora las expulsó y, con un bostezo, las puso encima de la mesa.
-Silvia, el desayuno ya está.
-Voy, voy…-Se escuchó desde fuera de la cocina.
-¿Qué haces?
-Nada.
Pepa frunció el ceño y salió al pasillo. Era una casa diferente, tenía dos pisos y estaba en una urbanización cercana a la antigua casa de Silvia, cerca de la casa de Paco. Se mudaron allí poco después de casarse de nuevo. Noah quería tener una habitación para ella sola, Pepa quería un estudio más grande y a Silvia le habían ascendido, por lo que pudieron permitirse comprar una casa más amplia. No era una mansión pero por lo menos estaba más insonorizada, que era algo que tanto madres como hijos necesitaban.
La morena sonrió cuando vio a Silvia muy atenta mirándose el pelo en el espejo del taquillón de la entrada.
-¿Qué estás haciendo?-Preguntó cogiéndola de la cintura y mirándose también en el espejo.
-Mira-Dijo la pelirroja muy indignada señalándose un mechón.
-¿Qué?
-Me han salido canas.
Pepa bufó y forzó la vista.
-Tienes el pelo claro, no se te nota.
-¿¡Que no se me nota!? Pepa, ahí está.
La morena se centró aún más y al final puso los ojos en blanco.
-Una cana, cariño. Una.
-Claro, para ti es fácil decirlo, tú llevas teniendo canas desde los dieciocho.
-Y no me muero.
-¡Porque es algo genético! A mí, las canas que me salen son de vejez.
Pepa suspiró y la soltó. Se puso frente a ella y la miró de arriba abajo.
-Estás muy sexy.
Silvia sonrió. Llevaba un vestido de mangas largas morado y unas botas negras por encima de las medias también negras.
-Que me lo digas tú no vale, eres mi mujer.
-Vete a tomar por culo…-Murmuró Pepa empezando a caminar por el pasillo para volver a la cocina. Silvia sonrió y la paró para abrazarla. Se dieron un corto beso en los labios.
Era cierto que había aparecido alguna que otra arruga, pero el físico de ambas estaba realmente bien. Últimamente hacían muchos operativos y el ejercicio estaba dando resultado. Los años pasaban por ellas haciéndose poco de notar. Su relación llevaba estable desde que se casaron por segunda vez y, aunque no pasaban más de dos meses sin discutir, estaban muy felices.
-¿Le has hecho el desayuno a los niños?-Preguntó Silvia acariciándole el cuello con los dedos.
-No, que luego se quejan. Que si la leche está demasiado dulce, que si las tostadas están frías…
Silvia sonrió y la besó.
-Me encantan las mañanas antes de ir a trabajar-La volvió a besar-. Estás muerta de sueño y te dejas hacer de todo.
Esta vez fue Pepa la que sonrió.
-No hagas que te provoque…-Volvieron a besarse profundamente.
-¡Sal de una vez!-Escucharon arriba gritar-. ¡El baño no es solo tuyo!
Se separaron con poca gana, una suspirando y la otra volteando los ojos.
-Se acabó la paz…-Murmuró Silvia.
Fueron juntas a la cocina y la pelirroja se sentó a desayunar. Pepa prefirió tomarse las tostadas de pie. Segundos después escucharon pasos tranquilos bajar las escaleras y por la puerta apareció un niño de mediana estatura, moreno, con pelo corto y ojos oscuros. Venía con el ceño fruncido.
-Qué pesada está, qué pesada está…-Murmuraba.
-¿Qué pasa?-Preguntó Pepa.
-Noah, que está insoportable.
Echó leche y cacao en un vaso y lo metió al microondas. Se sentó al lado de su madre mientras esperaba.
Iker tenía doce años y estaba hecho todo un hombrecito. Vestía una sudadera ancha y un pantalón de chándal. Ese año acababa de entrar al instituto y estaba ilusionadísimo. Su hermana, por el contrario, odiaba verle por los mismos pasillos por los que ella pasaba más de una vez en sus seis horas de clase.
-Tanto maquillaje y tanta tontería….Murmuró Iker-. Si sigue igual de imbécil.
Pepa le dio un golpecito en la cabeza y él se quejó. Sacó la leche del microondas cuando esta se hubo calentado y se la empezó a beber junto a una magdalena que su madre le pasó.
-Ya te tocará a ti-Añadió Silvia-. Conocerás a alguien, querrás ligar, empezarás a echarte gomina, colonia...
-Pufff, esas cosas son una tontería.
Silvia y Pepa se miraron y sonrieron. Escucharon unos pasos rápidos bajar y Noah llegó a la cocina.
-Hola mamás-Saludó. Pasó tras su hermano para coger un zumo de la nevera-. Aparta, cabezón.
-¿Empieza ella o no empieza ella?-Preguntó Iker señalándola.
-Pero si lo hago de cariño-Ironizó dándole un golpecito pequeño en la cabeza.
-¿Os importaría dejar de golpearme la cabeza? Me tengo que sacar las oposiciones para policía.
-¡Pero si te quedan cuatro años, enano!
Efectivamente, su sueño era ser policía. Le encantaba participar de alguna forma u otra en parte del trabajo de sus madres y, alguna que otra vez, Pepa le había llevado a la sala de tiro para practicar. Por supuesto sin que se enterase Silvia. Iker era muy buen estudiante, mucho mejor que su hermana, que el trimestre pasado había suspendido dos asignaturas.
Noah tenía casi diecisiete años, un cuerpo increíble y un carácter rebelde. De su madre había heredado la altura. A su edad no era tan alta como ella pero sí bastante más que las de su clase. Su color tostado de piel era, ahora a principios de enero, una ventaja. Sus ojos azules seguían destacando con su pelo negro como el carbón. Se seguía pareciendo a Pepa pero, a medida que había ido creciendo, había adquiridos ciertas facciones de Sara y hasta de Paco. El pelo al final se le había rizado. No tanto como su madre Silvia pero sí como su prima. Era una chica muy guapa.
Se había metido en el bachillerato de humanidades, amaba latín y griego, le encantaba la historia y, en un futuro, quería ser periodista. Tenía muchas ambiciones pero su rebeldía a veces la metía en líos.
-Bueno, yo me voy.
-¿Ya?-Preguntó Silvia-. Es muy temprano, ¿no?
-Tengo examen y… Ya sabes, queremos consultarnos las dudas unos a otros antes de entrar.
Pepa frunció el ceño, Iker volteó los ojos y Silvia suspiró.
-No vuelvas a saltarte las clases ¿eh?-Ordenó la pelirroja levantando el dedo índice.
-Que no mamá…-Se acercó a ella para darle un beso en la mejilla y Silvia sonrió.
Noah besó también a Pepa y se dispuso a irse, pero antes, la morena la cogió de la mochila.
-No tan rápido-Pepa, muy seria, se acercó a ella lo suficiente como para intimidar-. Que no me entere de que vuelves a faltar.
Noah suspiró
-Ay, qué pesada… vale, vale.
Se giró de nuevo pero Pepa, tras esta respuesta, se colocó las manos en las caderas.
-Shhhht-La llamó. Noah tuvo que girarse un tanto mosqueada-. Ni pesada ni nada. Como me vuelvan a llamar del instituto te quedas un mes sin salir, que te quede claro.
Noah suspiró de nuevo y miró a Silvia quien sonrió encogiéndose de hombros.
-Es lo que hay cariño, hasta los dieciocho somos la autoridad en esta casa. Anda, llévate algo para comer.
Noah, enfadada, cogió una magdalena. Lo cierto era que lo de saltarse las clases lo había hecho más de una vez, y dos, y tres. Ahora que estaba en bachillerato no llamaban a sus madres continuamente desde el instituto pero eso de que apareciese a partir del recreo no les hacía mucha gracia y acababan informando a Pepa y Silvia.
-¿Puedo irme ya?-Preguntó con sorna-. ¿O me vais a poner cadenas?
Silvia la miró enfada y Pepa suspiró.
-No me cabrees que luego sabes que llegan los castigos-Dijo la morena-. Venga, largo.
Noah negó con la cabeza y salió de casa con prisas. Iker terminó de desayunar.
-¿Y tú por qué no nos dices que tu hermana no va al instituto?-Preguntó Silvia a Iker después de darle el último sorbo a tu café.
-Mi amor, que un hermano no puede decir eso-Le defendió Pepa.
-¿Y por qué?
-Porque no, mamá-Aclaró él-. Los hermanos somos todo lo cabrones que tengamos que ser, pero nunca chivatos.
Silvia le dio otro golpe en la cabeza.
-¡Eh!-Se quejó él.
-No digas palabrotas-Le riñó la pelirroja-. Es entrar en el instituto y empezar a hablar mal.
Pepa sonrió.
-Si es que el niño se nos hace mayor.
-Hablando de mayor…-Comenzó él levantándose de la mesa-. ¿Me dejáis irme a cenar esta noche a casa de unos amigos?
-No-Contestaron las dos con decisión.
-¿Esto es hacerse mayor? ¡Pues vaya mierda!-Silvia le miró y él se alejó de ella esperando no recibir un nuevo golpe. Pepa rió-. No me hace gracia, mi hermana puede venir a las doce de la noche un viernes y yo tengo que estar a las ocho en casa.
-Tu hermana tiene dieciséis años y tú tienes doce-Explicó Pepa.
-Pues no es justo. Porque yo vendría a las doce de la noche después de estar jugando al fútbol, y Noah viene de comerle la boca al novio.
Silencio en la cocina. Pepa miró con los ojos como platos a Iker y este frunció el ceño. Silvia se puso la mano en la frente esperando lo que vendría ahora.
-¿Perdón?-Preguntó la morena sin creérselo.
-Pues que se va con el novio.
-¿Novio?-Preguntó Pepa-. ¿Qué novio?
-Pepa, déjalo-Pidió Silvia.
-La madre que la… ¡Por eso siempre falta a clase!
-Iker, ¿dónde cojones está eso de no ser un chivato con respecto a los hermanos mayores?-Cuestionó Silvia mirándolo con reproche. Conocía a Pepa y sabía que haría un drama exagerado sobre el tema. Durante un tiempo estaría como un perro rabioso, aunque luego se le pasaría.
-Un hermano no chivatea si el hermano mayor le cuenta lo que está haciendo. Noah no me ha dicho nada de su novio así que tengo todo el derecho del mundo a contarlo.
-¿Y cómo sabes que tiene novio?-Preguntó la pelirroja.
-Novio o novia, no sé. Habla por el móvil a las doce de la noche, le llegan mensajes continuamente, llega a casa con una sonrisa estúpida y cuando se pone a estudiar está en las nubes. Además, un día la vi montarse en un coche con alguien, no sé si era chico o chica.
-Sería el coche de Sabina-Se apresuró a explicar la pelirroja.
-No, no era el suyo.
Pepa miró a Silvia con la boca abierta y esta intentó amansarla.
-Pepa…
-La mato-Sentenció-. Tiene prohibido montarse en la moto de los amigos, y claro, ahora se monta en el coche del novio… La mato, lo voy a hacer, Silvia, la voy a matar.
Llamaron a la puerta e Iker se acercó para abrirla.
-Tómate las cosas con calma, ¿quieres? Está en la edad-La defendió Silvia.
-En la edad… ¡En la edad para meterse en líos! Con su edad empecé a fumar y me había tirado a medio barrio.
Iker soltó una carcajada y Silvia miró a su hijo.
-Pepa, ¿delante del niño?
-Sé de sobras que mamá fue una macarra-Dijo él abriendo la puerta-. Me habéis contado la historia mil veces. ¡Hola!
-Buenos días, familia-Saludó Sabina con alegría.
Era una mujer en toda regla. Tenía diecinueve años, el pelo rubio y liso cortado en una pequeña melena por los hombros y el bolso colgado en el brazo. Sus ojos marrones seguían siendo los mismos y eran el espejo de un alma dulce y tranquila. Era una chica muy razonable y madura, muy fiel a sus principios y muy querida por todos. Era becaria en la comisaría de San Antonio y adoraba su trabajo.
-Buenos días-Saludó Silvia con alegría. Aquella visita había desviado el tema-. Ven a darle un beso a tu madrina, anda.
Silvia se levantó y Sabina le dio un sonoro beso en la mejilla. Se acercó a darle otro a Pepa y le revolvió el pelo a Iker.
-Iba para comisaría y me he equivocado en la rotonda-Comentó ella. Silvia sonrió, ya se conocía esa historia-. Ya que estaba aquí y como es temprano… Quizás Noah quería que la acercara al instituto.
-Pues no está-Dijo Pepa-. Se ha ido antes hoy.
La expresión de la cara de Sabina cambió por completo durante un segundo casi imperceptible. La sonrisa que mostró después fue falsa pero pareció dar un poco el pego.
-Pues nada, ya la veré esta tarde si se pasa por comisaría.
-Vale. Ten cuidado.
-Claro. Adiós.
-Adiós.
Silvia cerró la puerta y sonrió metida en su mundo. Iker besó a ambas madres y salió por la puerta. A él siempre lo esperaban en la esquina. Las mañanas solían ser así, con desayunos animado en familia, a veces sin Noah, otras sin Pepa y casi siempre con Silvia e Iker.
Iker y Noah se peleaban bastante pero su relación había mejorado considerablemente este último año. Iker había madurado y ya podían hacer cosas juntos. Pepa, en cambio, a medida que había ido creciendo Noah, se había ido peleando más con ella, tal y como había predicho Silvia. En cierto modo se parecían mucho y por eso discutían tanto. Noah nunca había sido capaz de callarse cuando debía y las malas contestaciones habían conseguido provocarle más de un castigo. Después, en cambio, madre e hija eran las más unidas del mundo.
Silvia era, por así decir, la paz de la casa. Siempre trataba de mediar entre Pepa y Noah y excusaba muchas veces a sus hijos. Por eso, la mayoría de veces, era ella la que se enteraba antes de los asuntos de ambos. Si los niños pedían permiso para algo, siempre se lo pedían a ella primero aunque después les dijese que hablaran con Pepa. Las notas, si eran malas, las veía primero ella y, como siempre, prefería una conversación seria a una discusión.
De todas formas, cuando Silvia se enfadaba, podía ser horrible. Las peores notas de Noah fueron en tercero de secundaria. Silvia ya estaba enfadada por la preocupación que le había hecho pasar la chica cuando llegó dos horas más tarde de la hora acordada y, al ver los cinco suspensos, rompió las notas, la mando directa a su habitación y le dijo que en las vacaciones se pasaría de lunes a miércoles en casa, estudiando de cinco a siete.
Y es que Noah no tenía maldad, era muy buena persona, pero le gustaba ser independiente, hacer lo que pensaba y disfrutar de la adrenalina que le producía el ser un poco desobediente. Lo de las notas no era por gusto, por supuesto. Simplemente estaba tan centrada en salir y tenía tantas cosas en la cabeza que le era imposible concentrarse.
Eso antes. En cuarto de secundaria mejoró y ahora, en bachillerato, estaba empezando a bajar el nivel de nuevo. No solo por la dificultad, sino también por esa persona que la hacía perderse en su propio mundo.
Iker, que había sido más desobediente de pequeño, parecía mucho más centrado que su hermana a su edad. Pepa y Silvia temían ver su transformación ahora que estaba en el instituto pero él era buen estudiante por naturaleza, disfrutaba más jugando al fútbol que saliendo a ligar –por ahora- y esa cobardía hacia los monstruos y la oscuridad que nunca tuvo su hermana de pequeña pero él sí sufrió, se había ido transformando en una especie de respeto de las normas. No le gustaba meterse en líos. Eso sí, había recibido más de una regañina por no saber callarse cuando era necesario.
…
Noah miró la hora y aceleró el paso. Terminó de comerse la magdalena y comenzó a correr calle abajo. Aunque el instituto estuviera a la derecha ella giró a la izquierda. Pasó unas cuántas calles más y, al ver un coche rojo, sonrió. Se miró en un escaparate y se arregló un poco el pelo. Cogió aire para serenarse y, sin poder borrar la sonrisa de la cara, abrió la puerta del copiloto y subió.
-Hola-Saludó.
Aitor la miró. Era él el conductor del coche, el hombre que más de una vez la llevó al instituto y aquel que se dejó convencer tantas veces para que fueran juntos algunas noches a dar una vuelta.
Noah se inclinó hacia él y le dio un pico.
-¡Noah!-Se quejó él.
-Si lo estás deseando.
-Me vas a meter en un lío. Lo sabes ¿no?
-No seas tonto-Se acercó de nuevo a él y Aitor se separó para evadir aquel beso. La chica sonrió, se acomodó en su asiento y se puso el cinturón-. Venga, vamos a dar una vuelta.
Aitor la miró de arriba abajo y cuando ella le miró, él suspiró.
-Yo no sé por qué hago esto…-Murmuró acelerando.
-Porque te encanto.
-Tienes la autoestima por las nubes ¿verdad?
-Es que no hay que ser muy lista para ver lo nervioso que te pones cuando estás conmigo-Comentó sugerente levantando una ceja.
-Me pongo nervioso porque tienes dieciséis años.
-Casi diecisiete.
-Te doblo la edad. Y más, ya estoy cerca de los cuarenta.
-Ya… Y me estás llevando a dar una vuelta en tu coche sabiendo que estoy loca por ti y que ahora debería estar en el instituto.
Aitor frenó en un semáforo y la miró.
-Eres igual que tu prima, ¿lo sabías?
Noah se encogió de hombros.
-Algo me han dicho.
-Ya sé como se sintió Lucas…-Murmuró él volviendo a arrancar.
Aceleró hasta llegar a un parque infantil lejos del barrio y frenó de nuevo. Estaba desierto, era muy temprano.
-¿Ves? Esa historia salió bien-Dijo Noah quitándose el cinturón. Lo miró seductora-. Quizás a nosotros nos pueda pasar lo mismo…
Noah se acercó mucho a él y Aitor, agobiado, abrió la puerta y salió del coche. Noah soltó una carcajada. El chico se pasó las manos por la cara y suspiró. Odiaba dejarse manejar por una adolescente, pero había algo en ella que le encantaba. ¿Estaba enamorado? No podía saberlo. Por su cabeza no dejaba de pasar la relación de Sara y Lucas. Le estaba pasando lo mismo y no quería copiar aquello, sería demasiado irónico.
Aunque lo suyo era peor.
Se había enamorado de la madre de esa chica, se había acostado dos veces con ella y tenían un hijo en común, cosa que Noah desconocía por completo. Es decir, si sintiese algo por ella, sentiría algo por la hermana de su hijo, es decir, casi por su hija. Sacudió la cabeza.
-Esto es una puta telenovela…-Pensó.
Estuvieron en silencio unos segundos. Noah salió del coche y se puso a su lado, mirándole ya sin picardía, simplemente pensando. Tampoco ella sabía muy bien lo que hacía. Ella decía estar enamorada, mucho. Lo cierto es que quería a Aitor y le gustaba bastante, pero de ahí al amor había un paso que no sabía si había pasado. Le gustaba mirarle, le gustaba su sonrisa, deseaba besarle… Pero no se veía en un futuro con él. Sabía que saldría de dudas en el momento en que de verdad pasase algo entre ellos, pero Aitor le rehuía.
-Aitor-Le llamó. Él la miró-. ¿Por qué no me besas?
Aitor sonrió con ironía y negó con la cabeza.
-No voy a besarte.
-No te pido que lo hagas. Pregunto por qué no lo haces.
-Pues porque no, Noah. Porque te doblo…
-No me vengas con que me doblas la edad, hazme el favor-Pidió ella con el ceño fruncido-. Tengo una familia llena de amores imposibles, ¿crees de verdad que me voy a tragar eso? Tengo dos madres y mi prima tiene un hijo con alguien que, precisamente, le dobla la edad-Lo miró fijamente y esta vez Aitor no apartó la vista-. ¿Por qué no me besas?
Se quedaron unos segundos más mirándose. Aitor se frotó las manos y se las metió en el bolsillo. Hacía frío.
-Porque no sabes lo que quieres-Sentenció-. Y si me besas yo a lo mejor no puedo parar.
Noah lo miró con los ojos muy abiertos, no se esperaba esa respuesta.
-¿Tienes miedo de no poder parar?
-Sí. No quiero… simplemente no quiero arriesgarme a querer más.
-¿Pero qué me estás contando?-Preguntó sin creérselo. Empezaba a enfadarse, odiaba que la trataran como una cría-. ¿Y qué si quieres más? ¿Y qué si te quisieras acostar conmigo? Yo quiero hacerlo.
-Noah…
-No, escúchame. Ya no soy una niña, ¿vale? Si no lo hago contigo lo haré con otra persona en cualquier momento. ¿Cómo puedes decir que no quieres besarme solo por… por no querer acostarte conmigo?
-No quiero que hagas algo de lo que después nos arrepintamos, tanto tú como yo.
-Yo no me voy a arrepentir.
-Eso no lo sabes.
-Pero…
-Deja de actuar como una cría si dices que no lo eres.
Hubo un silencio. Aitor la miró con firmeza y Noah agachó la cabeza.
-Es que no lo entiendo…-Murmuró ella.
-Yo sí que podría no arrepentirme. ¿Crees que no sería fácil meternos en el coche ahora que no hay nadie por aquí y hacerlo en la parte de atrás? Lo disfrutaríamos pero después las cosas cambiarían. Tú te arrepentirás en el momento en que me veas agarrado de la mano de otra y yo me arrepentiré de estar haciéndote daño. Porque solo sería un polvo. Un calentón, ya está.
-Quizás no…-Dijo Noah-. Puede que después dejes de esconderte bajo esa puta coraza que te has creado y podamos estar juntos.
Él negó con la cabeza y le sonrió con ternura. Sí que la quería, pero seguramente como lo que era, su primo. Había algo más, pero era normal. Una chica guapa que intenta seducirte puede acabar consiguiéndolo. Aún así estaba seguro de que ella no quería eso. Estaba con las hormonas revolucionadas, le gustaba un chico mayor, quería cometer toda clase de locuras con él… Pero un día una persona se le cruzaría. Una persona de la que se enamoraría de verdad. Y podía pasar en cualquier momento, porque ya tenía edad de enamorarse. Pero no de él, porque llevaba desde los trece años mirándole con ojitos de niña buena. Un día se arrepentiría de haber malgastado su primera vez con alguien que solo fue "un momento", alguien en quien fijarse para saber en qué pensar por las noches. Porque querría vivir esa sensación con la persona de la que se enamoraría y Aitor la quería demasiado como para quitarle algo que no era suyo, algo que le pertenecía a otra persona que aún no había aparecido. O quizás sí y no se había dado cuenta.
-Mira, te doy un tiempo-Dijo él-. Tienes dieciséis años y…
-Casi diecisiete.
Aitor sonrió.
-Lo que sea. Si cuando cumplas los diecinueve no has encontrado a nadie a quien querer de verdad, yo estaré ahí.
-¿Diecinueve? ¿Y por qué no dieciocho?
-Porque en un año puede que no te de tiempo.
-¡Aitor!
-Hablo en serio. Mejor eso que nada ¿no?
Noah lo miró y suspiró con los ojos en blanco.
-Lo que tú digas… Pero no rompas la promesa.
-Que no. Venga, entra al coche que te llevo al instituto.
Noah entró, se puso el cinturón y cuando Aitor arrancó, miró la hora.
-Mierda…-Murmuró ella-. No me puedes llevar al instituto, están hartos de que llegue después del recreo. Si me paso fuera todo el día puedo falsificar un justificante, pero como llegue ahora, llaman a mis madres fijo.
-¿Falsificas justificantes?
-La firma de mi madre Pepa es fácil.
Aitor sonrió y negó con la cabeza. Le hacía muchísima gracia esa chica.
-Increíble…-Murmuró-. Pues yo tengo que trabajar, ya me dirás dónde te quedas.
-Pues en comisaría, ¿no?
-¿Tengo que recordarse que tus madres también son policías?
-Mi madre Silvia tiene un operativo en no sé dónde y mi madre Pepa está de guardia por un barrio que está a más de tres kilómetros de comisaría. ¿Te vale?
Aitor la miró fingiendo asombro.
-Estás informada.
-Entonces ¿me llevas o no? Nadie sabrá que me has llevado tú. Me abres la puerta de atrás y yo me iré con Sabina. Estará en el almacén ordenando viejos ficheros, es lo que tiene ser becaria. Lo bueno es que allí nadie me verá-Aitor chasqueó la lengua, pensándolo. No solo ella podría meterse en un lío, también él. Lo que le faltaba encima, que Silvia y Pepa supieran que su hija se iba con él por las mañanas e intentaba seducirle-. Va, porfa…
Pero es que le miraba con esos ojitos tan bonitos… No pudo hacer otra cosa, siempre se rendía.
-Vale, pero yo no sé nada.
-¡Gracias!
…
Noah pasó entre las cajas con cuidado para no hacer ruido. Solo los policías tenían acceso a esa puerta, que era una de las de emergencias. Abrió otra puerta más para llegar al almacén y sonrió al ver que solo estaba Sabina, de pie, guardando unos archivos ya ordenados en un fichero viejo. Tarareaba.
-¡Hey!-Exclamó Noah abrazando por detrás a la rubia, que se sobresaltó enseguida.
-¡Joder, me has asustado!
-Es lo que pretendía.
Sabina sonrió al verse entre los brazos de su mejor amiga y los acarició, profundizando aún más ese gesto de cariño. Noah se sintió muy bien cuando esto pasó y cerró los ojos. Le dio un beso en el hombro.
Siempre estaban así. Bueno, casi siempre. Cuando no estaban riendo, hablando o haciendo alguna que otra estupidez, podían abrazarse y demostrarse su cariño durante horas.
-¿Y qué haces aquí?-Preguntó Sabina.
-No quería ir hoy al instituto.
-¿Otra vez? ¿Y así pretendes sacarte la carrera?
-Venga, que por un par de días no voy a destrozar mi futuro, que sois todos una panda de exagerados-Sabina sonrió-. Además, ha valido la pena.
-¿Ah sí?
-Sí. He estado con Aitor.
La sonrisa de la cara de Sabina desapareció y esta vez no pudo disimular. Con un suspiro deshizo el abrazo y continuó con su trabajo. Noah la miró extrañada.
-¿Qué pasa?
-Nada.
-Venga ya, Sabi. Últimamente estás insoportable.
-Será porque últimamente el único tema de conversación del que hablas es de Aitor, Aitor, Aitor y, si queda tiempo, Aitor.
Noah soltó una carcajada. Dejó de reír en el mismo instante en que Sabina la miró con seriedad y negó con la cabeza, volviendo a mirar unos informes.
-Ah, que me lo estás diciendo en serio…
-Pues sí, hablo en serio. Podrías madurar un poquito ¿no? Siempre estás diciendo que quieres que te traten como una adulta pero pocas veces demuestras que lo eres. Ya va siendo hora de que aprendas cuando algo va en serio y cuando no.
-Oye, estás exagerando un poquito, ¿no?-Dijo Noah con el ceño fruncido.
La rubia bufó con una sonrisa irónica.
-¿Yo? ¿Exagerar? Perdona, no soy yo la que se pasa el día hablando de lo mismo a todas horas.
-¿Se puede saber por qué te molesta?
Sabina cerró la boca al instante pero continuó con el ceño fruncido. Suspiró.
-De verdad, es que nunca te enteras de nada, coño…-Murmuró.
Noah se extrañó ante este comentario pero el móvil de Sabina sonó y la morena se limitó a bufar mientras lo cogía. Estaba más cerca de ella que de su amiga y se lo tendió.
La expresión enfadada de Sabina cambió radicalmente cuando leyó el mensaje, sacando una sonrisa brillante. Noah se percató de esto, por supuesto.
-¿Quién es?-Preguntó.
-¿Eh?
-Que quién es-Señaló el móvil-. Un poco más y chillas de alegría.
La mayor la miró sin comprender y se encogió de hombros.
-No es nada.
Noah bufó.
-Genial…-Susurró sentándose en una caja.
-¿Se puede saber qué coño te pasa a ti ahora?
-¿Es que no te has visto? Estabas que echabas chispas y ahora no dejas de sonreír… ¿Tienes novio y no me lo has dicho?
Sabina se extrañó aún más.
-¿Qué?
-¿Por qué no me has dicho que tenías novio? Claro, yo te lo cuento todo pero luego tú te callas las cosas importantes-Sabina no sabía qué decir, estaba alucinada-. Esto es increíble…
Noah se cruzó de brazos y apartó la mirada, enfadada. Sabina se fijó en su expresión y sacó una sonrisa. Una sonrisa que acabó en carcajada.
-¡Estás celosa!-Exclamó-. ¡Pero qué mona!
-Yo no estoy celosa.
-Es un mensaje de mi padre, tonta-Explicó acercándose a ella. Noah la miró sin creérselo y Sabina se lo mostró-. ¿Ves? Dice que ya vuelve de Alemania. Hace mucho que no lo veo y me ha hecho ilusión, simplemente.
Noah, con la mirada gacha, seguía con el ceño fruncido. Sabina sonrió aún más. Le recordaba a cuando inflaba los mofletes siendo pequeña. Lo que más le gustaba de Noah era su inocencia. Aunque pareciera muy lanzada en cuanto a Aitor y a meterse en líos, se enfurruñaba como una cría de cinco años. Sabina volvió a reír.
-Eres una orgullosa, Noni.
-Bah…
-Me hace gracia que te pongas celosa, en serio. Así veo que no soy la única-Noah levantó la cabeza y la miró. Sabina puso los ojos en blanco-. Lo siento, ¿vale? Por estar así últimamente. Pero es que parece que todo se centra en Aitor y… no sé, ya no me siento tan importante para ti.
-¿En serio?-Preguntó Noah ya sin el ceño fruncido.
Sabina suspiró un tanto nerviosa pero acabó sonriendo.
-En serio.
-Pues vaya tontería-Aclaró la más pequeña. Se levantó de la caja y se acercó a su amiga-. Tú eres lo más importante para mí.
-Por ahora.
-Ahora y siempre, Sabi. Tenga pareja o no, no significa que te vaya a dejar de lado. ¡Eres mi mejor amiga! Contigo me he metido en líos, he salido de ellos, me ayudaste después del secuestro, me diste mi primer beso…
Sabina comenzó a reír y Noah se contagió de esta risa.
-¡¿Aún te acuerdas!?
-¡Pues claro!
-Éramos unas crías.
-Sí… Aunque me gustó-Sabina apagó su sonrisa un poco y la miró. Noah miraba hacia otro lado-. Bueno… Ya sabes…
-Ya…
Un nuevo silencio. Noah no se sentía muy cómoda en aquella situación y se frotó las manos. Lo dijo sin querer, aunque de verdad lo sentía. A veces le pasaba pero ese día las emociones estaban jugando con ella y estaba más sensible.
Fue a decir algo pero escucharon como la puerta del almacén se abría y la morena deseó desaparecer en ese momento. Si la veían en comisaría avisarían a sus madres y se llevaría un buen castigo. Otro más para su lista.
Miró a Sabina suplicándole ayuda y esta comenzó a mirar a todas partes. También se la cargaría ella si la veían hablando con una amiga y no trabajando. Tiró del brazo de Noah hasta esconderse con ella tras unos ficheros altos y la pegó a sí misma pidiéndole silencio.
Pasaron unos segundos tensos en los que unas voces masculinas hablaban de no se qué partido del sábado. Los policías dejaron unas cajas en el almacén y volvieron a cerrar la puerta tras de sí. Noah se separó un poco de Sabina.
-Por los pelos…-Murmuró.
Se miraron a los ojos durante unos segundos. Estaban muy cerca, demasiado para que el autocontrol que Sabina tenía siempre siguiera vigente. Y es que estaba enamorada. Estaba locamente enamorada de aquella amiga de la infancia. Había tenido algún que otro novio en su adolescencia pero en su cabeza siempre había estado Noah. No le había dicho nada porque cuando se dio cuenta de lo que sentía, su amiga aún no había cumplido los trece. Ahora que tenía dieciséis –casi diecisiete- todo era más fácil, pero estaba tan centrada en Aitor… Aún así no pudo evitar acariciar con los dedos la cara de Noah y hacer que esta sonriera levemente. Se acercó poco a poco a ella y dejó en sus labios un beso como aquel, el de hace años. No quería profundizarlo de más por si salía mal, así podía excusarse diciendo que era un gesto cariñoso.
De todas formas Noah no pensaba igual. Aquel beso le vino de improvisto pero le encantó. Hipnotizada por los ojos de su amiga, se acercó levemente a sus labios y le regaló otro suave y corto beso. Porque vale, le gustaba Aitor, pero también Sabina. Le gustaba su sonrisa, su mirada, su cariño… todo. Más de una vez había deseado besarle pero el hecho de ser su mejor amiga la echaba hacia atrás. Pensaba que quizás estaba confundida, que la quería pero no de esa forma. Aún así, de la misma manera en que la rubia no se pudo controlar, tampoco lo hizo ella. Se volvieron a acercar lentamente y se dieron otro beso, y otro más. Las manos temblorosas de Noah subieron lentamente al cuello de Sabina y lo sujetaron con fuerza para besarla con más profundidad. Los labios dejaron paso a las lenguas que, tímidas, realizaron un suave primer contacto que estremeció a Noah. Se continuaron besando durante unos segundos más y, en cuanto Sabina coló las manos bajo la blusa de Noah, volvieron a escuchar la puerta del almacén y se separaron a gran velocidad.
-¿Sabina?-Preguntó una voz femenina. Era Rita.
-Di…Dime, mamá-Contestó saliendo de su escondite con la cara sonrojada.
-Te llaman, tienes que hacer no se qué cosa con un detenido.
-Vale… ya voy-Se giró y vio como Noah asentía semi escondida tras el fichero.
Le dedicó una sonrisa cariñosa y salió del almacén notando como las piernas le temblaban.
No estaban mejor las de Noah, que la hicieron sentarse de nuevo en una de las cajas.
-Pero… ¿qué coño…?
No se lo creía. No se creía que Sabina le hubiese besado, que ella le hubiese respondido…. Y mucho menos que hubiese sentido aquello. Tenía calor, le ardían las mejillas y tuvo que quitarse la rebeca. Aquello solo le pasaba con Aitor pero esa vez había ocurrido con su mejor amiga. Cierto era que más de una vez había tenido que separarse de Sabina para que las cosquillas en el estómago no fueran a más, pero nunca se había sentido así, nunca se había puesto tan… tan caliente.
-Vale…-Murmuró-. Vale, me largo. Doy una vuelta, a la hora de la salida del instituto vuelvo a casa, esta noche me cuesto temprano y…. y mañana lo veré todo de otra forma, con más claridad.
Tragó saliva, respiró profundamente para tranquilizarse y se dirigió hacia la puerta de atrás. En cuando la abrió vio a sus madres acercarse y cerró de golpe.
-¡Joder! ¡¿Se puede saber qué pasa hoy?!
No sabía dónde meterse. Los policías nunca entraban por ahí, jamás. Silvia y Pepa no tenían que coger nada del almacén porque para eso ya tenían a los becarios por debajo de ellas. ¿Podría existir una excepción ese día para que al final Noah fuese descubierta?
La chica se hizo un escondite provisional con cajas vacías lejos de la puerta de atrás y cerca de la puerta de entrada a comisaría. Se tapó la boca esperando no hacer ruido al respirar.
-Me vas a meter en un lío…-Escuchó susurrar seductora a Silvia.
-Anda ya, si aquí nunca hay nadie-Dijo Pepa.
Noah se asomó entre las cajas y abrió los ojos como platos al ver a sus madres besarse con pasión. Superando los cuarenta y con el mismo amor que cuanto empezaron a salir.
-No puede ser…-Pensó-. ¿Ahora vienen a enrollarse en el almacén? ¿Cómo adolescentes?
Miró a todas partes deseando encontrar una vía de salida. No tuvo prisa hasta que escuchó como Pepa le bajaba la cremallera del vestido a Silvia. Se tapó los oídos.
-Son mis madres, yo no puedo escuchar estas cosas, yo no puedo escucharlas…
Se decantó por abrir la puerta que daba a comisaría e inventarse alguna excusa si alguien le pillaba. Prefería eso a enterarse de cómo sus madres hacían el amor.
Tuvo la grandísima suerte de parar cerca del montacargas. Miró a ambos lados y suspiró con tranquilidad cuando vio que por ahora no pasaba nadie por ahí. Abrió la puerta del montacargas y entró en él.
-¡Ah!-Chilló cuando se encontró a Aitor dentro-. ¡Por dios, qué mal rato!
-¿Noah?-Aitor parecía anonadado. Cerró la puerta a toda velocidad y pulsó el botón que señalaba el aparcamiento-. ¿Se puede saber qué coño haces aquí?
-Eso me pregunto yo…
El montacargas comenzó a moverse y Noah, aún con la cara sonrojada, se pasó las manos entre el pelo, suspirando.
-Qué día, joder. Qué día…
-Tú me quieres meter en un lío ¿verdad?
-No, la que se va a meter en un lío soy yo. Hay salida desde el aparcamiento ¿verdad?
-Sí, pero ¿por qué no has salido por la puerta de atrás?
-Estaba bloqueada-Dijo con poca gana-. Acabo de enterarme que mis madres son peores que yo.
-¿Eh?
-Nada, déjalo. Sal delante y dime si hay alguien.
Aitor suspiró, abrió el montacargas, sacó la cabeza y se aseguró de que estaban solos.
-Vía libre.
A veces se preguntaba por qué ayudaba tanto a Noah. La sacaba de casi todos los líos, aunque en muchos de ellos la había metido él. Lo cierto era que quería mucho a esa chica. Como un padre, como un amigo o, tal vez, como algo más. Pero la quería y seguramente por eso la protegía. De todas formas sabía que, si de verdad quería ayudarla, debería avisar a sus madres de muchas cosas que hacía pero, ¿de qué serviría? Noah era un espíritu libre, una cabra loca. Si no se iba con él, se iría con cualquier otra persona. Y aunque le costara reconocerlo, disfrutaba de su compañía. Le encantaba que fuera "una niña mala".
Se extrañó cuando vio que estaba pensando en cualquier cosa, mirando el suelo, preocupada.
-¿Te pasa algo?
-¿Qué?
-Estás en las nubes.
Sonrió tímidamente.
-No, no es nada.
-Oh…
Llegaron a la puerta del aparcamiento y Noah miró a Aitor con una sonrisa.
-¿Estás preocupado?
-No. Serán las hormonas, que bastante revueltas las tienes.
-Ya… Eres un orgulloso.
-Habló la más indicada…-Ironizó Aitor-. Venga, largo. Al final te pillan y me la cargo.
-Vale, vale….
Aitor vio que se recogía el pelo en una coleta. La chica aún tenía calor. Se giró con una sonrisa alegre para despedirse de él y al chico le dio un vuelco al corazón. Era tan guapa… Rebelde, traviesa, alocada, pero dulce a su manera.
-Eh-La llamó.
Noah se volvió a girar, Aitor le tiró del brazo y, sin que ella lo esperara, la besó. Lo había pensado muy bien durante todo el día. Besarla no solo serviría para que la chica se aclarara, sino para que él mismo lo hiciera.
Noah cerró los ojos, agarró con fuerza la chaqueta de Aitor y profundizó el beso con ganas. Labios y lengua jugaban entre ellos y, en cuanto la morena le quitó la chaqueta, él se separó.
-Eh, eh, eh, no tengas tanta prisa.
Se miraron. Él con una sonrisa, ella sin saber qué hacer. Si ya estaba caliente antes, ahora esto había sido la gota que colmaba el vaso. Por su cabeza se paseaba la imagen de Sabina, así como la de Aitor. Quería besarle a él pero también a ella. Quería decirle a Sabina que la quería con locura y a Aitor que lo adoraba. Al mirar al chico a los ojos no supo si besarle de nuevo. No sabía si en sus labios encontraría un placer real de él o una simple fantasía de ella.
Apretó los puños, cogió aire y se puso la mano en la cabeza. Estaba confusa, muy confusa. Su vida sentimental, a su edad, estaba muy dividida. Los momentos tan emocionantes que vivía con Aitor se comparaban con los alegres vividos con Sabina. Nunca antes le había pasado aquello de sentir, de una vez, las dos emociones a la vez.
-Me…Me tengo que ir-Murmuró un tanto titubeante. Se giró y comenzó a correr en cuanto dobló la esquina. Correr hacia un lugar solitario en el que pensar durante las dos horas que tenía que pasar fuera de casa. Porque tenía que pensar. Tenía que pensar y aclararse. Las hormonas de la adolescencia estaban empezando a flojear porque ya no era una adolescente. Pronto sería una adulta y esas hormonas se estaban transformando en verdadero amor. ¿Pero por quién? ¿De quién estaba enamorada? ¿De Sabina o de Aitor?
Esa es otra historia. Es la historia del "camino de Noah". Un camino que Pepa y Silvia sabían que estaba empezando a recorrer sola, sin ellas. Un camino que, por encima de todo, Pepa quería aplanar y hacer desaparecer los baches, pero su sentido de la lógica, su razón, Silvia, le había hecho entender que todos empezamos a viajar solos en algún momento y debía dejar que su niña se tropezase.
Ahora acababa de caerse por primera vez, y quizás, en un tiempo, una de las dos personas que había provocado aquella caía le tendería la mano y la levantaría del suelo para caminar a su lado. Solo ella sabría la respuesta en un futuro.
