Una mano pálida de largos dedos sostenía con fuerza una varita frente a su cara. El temor inundó sus sentidos, la presencia de aquella figura oscura frente a él lo hacía sentirse más asustado que nunca. Las manos le temblaban, atadas detrás de su espalda, el suelo frío y sucio del bosque hacía que le dolieran las rodillas y el frío le calaba hasta los huesos. No podía ver nada más allá de esa varita que lo apuntaba, pero sabía que no estaban solos, no. Ellos también estaban ahí, los cazadores que lo perseguían en la noche, los enmascarados, los aliados que se volvieron enemigos.
- Mírame – una voz fría y atemorizante lo obligó a alzar la vista.
Y ahí los vio, esos ojos rojos como rendijas, inexpresivos. En persona era mucho más temible que todas las historias que se pudieran contar acerca de su maldad. Temió por su vida una vez más, pensó en sus padres, pensó en todo lo que estaban sufriendo.
- Me has decepcionado, Draco – su voz era parecida al siseo de una serpiente.
- Amo, yo…
- Calla, no te he dado permiso para hablar – lo interrumpió y Draco calló, temiendo enfrentarse a su furia.
La oscura figura comenzó a pasearse delante suyo, silenciosa, como si flotara en vez de caminar.
- Tenías una misión, una sola misión y fallaste. Eres igual de cobarde que tu padre y ahora tendrás que pagar el precio de tu ineptitud.
- N-no… no, por favor, lo haré. Volveré a intentarlo, deme otra oportunidad – gimió Draco.
- Es demasiado tarde para segundas oportunidades, Draco – dijo mientras levantaba la varita - ¡Avada Kedavra!
Y de pronto, todo se volvió verde.
- Draco, despierta, Draco.
La luz bañaba la habitación y le dificultaba abrir los ojos, las sábanas se le pegaban al cuerpo por el sudor y el corazón parecía que se le iba a salir del pecho.
- Draco, estás bien, estamos en la Sala Común, estás en Hogwarts. Despierta – dijo una segunda voz.
Cuando por fin se acostumbró a la luz, pudo ver dos pares de ojos sobre su cabeza que lo observaban preocupados. Se incorporó abruptamente y chocó su cabeza con la de Theo.
- Auch, eso duele – se quejó el castaño alejándose un poco de la cama.
- ¿Estabas teniendo esas pesadillas de nuevo? – preguntó Zabini un tanto preocupado.
- No, claro que no, simplemente decidí hacer una maravillosa interpretación de Myrtle la Llorona en medio de la noche – gruñó Malfoy haciendo a un lado las sábanas.
- Tranquilo, Theo, sigue siendo el mismo gilipollas de siempre – apuntó Zabini poniendo los ojos en blanco.
Theodore esbozó una sonrisa y se cruzó de brazos mientras se sentaba en la punta de la cama del rubio, mientras que Blaise se quedó parado al lado de la cama con el ceño fruncido y cara de pocos amigos.
- No es normal que todas las noches te despiertes gritando y en este estado, te estás enfermando ¿por qué no nos dices lo que te aqueja? Podemos ayudarte – le suplicó Theodore.
- No, ya les dije que no puedo decirles, tengo que hacerlo solo. Él fue muy explícito en eso, debo llevar a cabo esta misión yo solo – se llevó las manos a la cabeza, el dolor que sentía era insoportable.
- Ya déjalo, no va a decirnos nunca qué es lo que le encomendaron, debe estar todo orgulloso de ser él quien tenga que cumplir una misión para el Señor Tenebroso y no quiere compartir la gloria con nosotros – replicó Zabini ofendido.
- ¿En serio eres tan estúpido de pensar que estoy orgulloso? ¡Yo no quería esta maldita misión! – le gritó mientras se ponía de pie para hacerle frente.
- Ya basta los dos, dejen de pelear por tonterías, no es lo que necesitamos ahora. Y Blaise, debemos ayudar a Draco, no torturarlo con tus resentimientos. Tú no eres mortífago y él sí, supéralo – le espetó Nott.
Zabini se alejó sin decir ni una palabra más y se dirigió hacia su cama, cerrando las cortinas de dosel enfurecido.
- Algún día lo superará – fue lo último que dijo Theodore antes de dejarlo solo.
Draco enfurruñado se volvió a acostar y contempló el techo. No se le ocurría nada para llevar a cabo su misión. Le habían ordenado matar a Albus Dumbledore, el único mago capaz de hacerle frente al Señor Tenebroso y tenía que matarlo él. Él. Un niñato de dieciséis años que ni siquiera había terminado los estudios. Pensó en huir, alejarse de todos, tomar su escoba y volar hasta algún otro continente. Pero claro que era imposible, no solo lo de volar hasta otro continente, sino que jamás podría abandonar a su madre a merced de la furia de Voldemort. Tenía que hacerlo, tenía que asesinarlo y debía encontrar la forma pronto.
Las horas pasaron y él seguía sin pegar un ojo, seguía contemplando el techo como si allí fuera a encontrar las respuestas a su suplicio, pero lo único que encontró fue una enorme mancha de humedad con forma de algo, pero no lograba descifrar qué. De repente lo recordó, Granger, el golpe, Weasley, ¡el ensayo! Maldición, cómo podía haberse olvidado del maldito ensayo de Pociones.
Se incorporó de un salto, se puso un pantalón, su bata verde botella y bajó las escaleras hasta la Sala Común. Estaba desierta, como esperaba, así que se dirigió a uno de los sillones que estaba al lado de la chimenea y se puso a completar el ensayo que se suponía debía hacer la Comadreja. Maldita Granger, todo por su culpa, si tan solo se hubiese dignado a hacer lo que le ordenó, pero claro que no, tenía que ser una orgullosa insufrible. Maldita, maldita Granger y su maldito estúpido cabello y su maldita horrible cara. Había estado apretando tan fuerte la pluma que dejó un surco en el pergamino. Una vez más maldijo a Granger.
El Gran Comedor parecía más ruidoso que de costumbre esa mañana, o tal vez era el hecho de que Hermione Granger no se sentía con ánimos de hablar con nadie. Observó lentamente a la muchedumbre, intentando encontrar alguna pista de quién podía ser su admirador secreto, pero no tenía sentido, no era como si de la nada fuera a aparecer una flecha gigante señalándolo o algo por el estilo. Bufó de lo tonto que había sido ese pensamiento y se dedicó a untar manteca en una tostada.
- Es lo que yo dije, Slytherin no tiene posibilidades de ganar el próximo partido, hemos mejorado mucho en las prácticas – le oyó decir a Ron muy entusiasmado.
A veces no podía entender qué veía en él, era bruto y tenía poco tacto para todo, pero era… especial.
- Estás muy callada hoy, Hermione – le dijo Harry mirándola intrigado - ¿Te pasa algo?
- Oh no, Harry, solo estoy un poco cansada hoy.
La respuesta pareció conformarlo porque le sonrió y siguió hablando con su amigo sobre estrategias de Quidditch y demás cosas que ella no entendía. Harry sí que hubiera sido un buen pretendiente, era atento, amable, cariñoso y bastante inteligente, pero siempre fue más como un hermano para ella, aunque sabía que la mujer que lograra conquistarlo sería muy afortunada. Hermione estaba cien por ciento segura de que ninguno de sus dos amigos había sido el muchacho de la nota, por lo que se dedicó a observar el resto de la mesa de Gryffindor, pero no podía imaginar a ninguno de ellos haciendo algo así. Bufó nuevamente y decidió que eso era realmente absurdo, se levantó de la mesa, saludó a sus amigos y se dirigió a la biblioteca. No tenía ninguna razón en particular para ir allí, pero era algo así como su refugio, entre esos estantes llenos de libros se sentía protegida.
Al entrar en la biblioteca observó que había varios alumnos con cara de estresados sentados en las primeras mesas, no entendía cómo hacían para estar atrasados en los deberes con el poco tiempo de clases que llevaban desde que había comenzado el año escolar. Pronto vería a sus dos amigos suplicándoles que los deje copiarse de sus ensayos. Caminó entre los estantes como si supiera de memoria la ubicación de cada uno de los libros, cosa que era casi del todo cierta, tomó uno de ellos y se sentó en una de las mesas más alejadas. Abrió su tomo de "Libro estándar de hechizos, grado 6" y comenzó a repasar sobre hechizos no verbales. Habían pasado alrededor de diez minutos cuando el ruido de un libro cerrándose con fuerza la desconcentró. En la mesa del frente se encontraba Draco Malfoy, pálido, ojeroso y de muy mal humor. Tenía la corbata casi desanudada del todo y el pelo, que normalmente se hallaba impoluto, muy desordenado. No había que ser muy inteligente para saber que era un muchacho sumamente atractivo y ese aire de desorden le sentaba bien, si tan solo no fuera por su asquerosa personalidad…
- ¿Qué miras? ¿Es la primera vez que estás frente a un hombre de verdad? Ya lo creo, después de estar tanto tiempo alrededor de Potter y la Comadreja, hasta Hagrid parece un príncipe encantador – escupió la serpiente dejando entrever una media sonrisa socarrona.
- Púdrete, Malfoy.
Lo que ya decía ella, una personalidad asquerosa en un envase bonito. No, gracias. Intentó ignorarlo, pero parecía que la serpiente ahora había cambiado su foco de atención hacia ella y eso no podía ser nada bueno.
- ¿Ya echaron a Weasley del equipo de Quidditch? A veces creo que deberíamos pagarle una comisión por ayudarnos tanto siendo tan mal guardián – río maliciosamente.
- Para que sepas, Ron mejoró bastante su desempeño.
- Claro que dirías lo que fuera para que tu novio parezca un héroe, pero lo sabes tan bien como yo, apesta jugando.
- ¿Y tú? ¿Qué otra cosa les has regalado a los del equipo para que te dejen jugar nuevamente? – dijo Hermione sintiéndose bastante orgullosa cuando al hurón se le borró la sonrisa de la cara.
- Yo no tengo que comprar mi puesto, soy mucho mejor que Potter y Weasley juntos – dijo altanero.
- Claro, eso dices tú, pero las copas ganadas demuestran lo contrario, Malfoy.
El rubio parecía haberse quedado sin forma de refutar su afirmación y eso complació demasiado a la castaña.
- Oh, ya veo, el mismísimo Draco Malfoy se quedó sin palabras ¿Es que no puedes estar a mi altura intelectualmente como para seguir la conversación? – sabía que lo provocaba, pero ya había perdido toda la concentración en su libro y molestar a Malfoy parecía una buena segunda opción.
- Quién querría mantener una conversación contigo, sangre impura. No me vuelvas a hablar, no te creas igual a mí y mucho menos superior – después de decir esas palabras de la forma más hiriente que pudo se levantó y se marchó.
Por un segundo hasta había llegado a pensar que podría mantener una conversación con el Slytherin sin que la llamara de esa forma, pero se había equivocado. Sin embargo, no le importaba en lo más mínimo, no quería mantener una relación siquiera cordial con alguien tan horrible. Levantó sus cosas y se marchó a su primera clase del día.
En un principio, pelear con Granger había sido divertido, pero no le gustaba para nada cuando no podía arremeter contra alguno de sus ingeniosos comentarios y como él nunca podía dejar de ser quien tuviera la última palabra, la insultó. Su escape de siempre.
La clase de Transformaciones de ese día no fue nada fuera de lo normal, aburrida y tediosa como la vieja que la enseñaba. Lo único que lo distrajo lo suficiente como para no morir de aburrimiento fue tirarle bolas de papel a Potter en la cabeza.
- Pansy, oye, Pansy – sacudió a la morena que se había quedado dormida sobre su pupitre.
- No estaba durmiendo, profesora McGonagall, lo jur… Oh, eres tú ¿Qué pasa? – dijo mirándolo ceñuda.
- Quiero hablar contigo después de clases. A solas – señaló cuando ella estaba por objetar algo.
- Estúpido Malfoy – dijo Harry mientras se intentaba quitar el resto de bolitas de papel que tenía en el cabello.
- Está siendo igual de malvado que siempre ¿notaste eso, Harry? No está actuando extraño como tú dices, hoy hasta me llamó sangre impura como de costumbre – les contó Hermione.
- Ese Malfoy es un maldito, voy a matarlo – Ron se había puesto rojo de la furia.
- Tranquilo, Ron. Ya no me afecta como antes – dijo mientras le sonreía.
- Sigo creyendo que oculta algo y debo averiguar qué es.
- Hola chicos – los saludó Luna acercándose a saltitos.
- Hola Luna, hace mucho no te veíamos – la saludó Hermione.
- Oh, sí, he estado muy ocupada investigando sobre los Torposoplos, son criaturas muy interesantes ¿sabes? Podría contarte todo sobre ellos – sus ojos empezaron a observar el horizonte dando una clara señal de que ya se encontraba divagando sobre sus criaturas extrañas.
- Em, fantástico - Harry rompió el incómodo silencio, pero era claro que no sabía que más decir.
- Oh, ya recuerdo a que vine, toma Hermione, es para ti – dijo volviendo a la realidad y entregándole un pequeño sobre dorado a la castaña.
- G-gracias, Luna ¿Quién te lo dio? – la voz de la muchacha temblaba de la emoción y la vergüenza.
- Una niña de primer año de Hufflepuff, no la conozco, pero me dijo que era para ti. Bueno, eso es todo. Nos vemos luego – y volvió a alejarse dando saltitos.
Hermione escondió rápidamente el sobre, aunque era inútil, era obvio que sus amigos ya lo habían visto.
- ¿Qué es eso? ¿Quién te lo manda? Déjame verlo – le espetó Ron intentando sacarle el sobre del bolsillo de la túnica.
- De nadie, no lo sé, debo irme – y la Gryffindor salió corriendo antes de que pudieran hacerle más preguntas.
Hermione dobló en todos los recodos posibles, corriendo sin rumbo para perder a sus amigos. Cuando el aire comenzó a faltarle tuvo que detenerse y apoyarse contra una pared para recuperar el aliento. Fue ahí cuando decidió abrir el sobre. Dentro de él había dos cosas, una nota y un pequeño cuaderno de anotaciones. Tomó la nota con decisión y la abrió.
"Hola otra vez, esta vez me pareció oportuno que pudieras responderme los mensajes que te hago llegar así que le hice un encantamiento proteico a este anotador, de manera que podremos comunicarnos. Cuando tú escribas, yo podré verlo, así también cuando yo lo haga. Pero sé que no hace falta que lo explique, eres la bruja más inteligente de Hogwarts. Te estaré esperando."
Dobló nuevamente la pequeña nota y tomó el cuaderno de anotaciones. Las tapas eran de cuero negro y parecía bastante nuevo, lo abrió y vio que no había nada anotado en él. Estaba esperando a que ella hablara por primera vez. Hermione suspiró profundamente, se sentía intrigada por saber más de aquel admirador secreto, pero no sabía si era sensato comenzar a escribirle cartas a un desconocido. Estaba abstraída en sus pensamientos hasta que un par de voces que se acercaban la hicieron volver a la realidad.
- Nunca… pensé… que… - una voz femenina se iba haciendo más clara a medida que se acercaba.
- Cállate, no quiero hablar – dijo una voz familiar para Hermione, bastante familiar.
Hermione sabía que debía esconderse o irse, pero se quedó paralizada y pronto dos figuras entraron en su campo de visión. Pansy Parkinson tenía el cabello alborotado, la ropa desarreglada y besaba apasionadamente a Draco Malfoy. Era una imagen desagradablemente explícita. Malfoy subía su mano por debajo de la falda de la morena, mientras ella con una mano le revolvía el cabello y con la otra lo arrastraba de la corbata. Era una situación que parecía nunca iba a acabar, Hermione tenía las mejillas encendidas de la vergüenza que le producía estar presenciando esa escena tan… privada. Cuando Malfoy acorraló a Parkinson contra la pared, supo que era momento de largarse de allí, dio media vuelta y chocó con la estatua de la bruja tuerta, el impacto hizo que sus pertenencias cayeran al piso haciendo el ruido necesario para que la pareja de Slytherins se separara.
- ¿Granger? – dijo la voz de Parkinson a su espalda.
Su plan de escabullirse sigilosamente estaba arruinado, no tenía más opción que darse la vuelta y afrontar la situación.
- Ya me iba, así podrán seguir con… lo suyo – dijo la muchacha más seria de lo normal.
- ¿Tan pronto? ¿Segura que no quieres quedarte a ver? Digo, tal vez así aprendas algo – añadió Malfoy en tono malicioso, secundado por una risita de Pansy.
- Eres desagradable, Malfoy – le espetó furiosa.
- Vamos, Granger, no seas tan mojigata ¿O es que tú nunca lo has hecho? – dijo dejando entrever una sonrisa sarcástica.
- Eso no es asunto tuyo, no te metas donde no te llaman.
- ¿Yo? Esa eres tú, observando a escondidas. Mira todo lo que quieras, Granger, jamás estarás en su lugar – tomó a Pansy de la mano y entraron en un aula vacía al otro lado del corredor.
La sangre le bullía de la rabia, podría haber abofeteado miles de veces más a ese estúpido hurón en su asquerosamente perfecta cara. Era un desgraciado, descarado, infame… Pero Hermione ya sabía qué hacer, esta se las pagaría. Corrió lo más rápido que pudo y se detuvo frente al despacho de la profesora McGonagall, llamó insistentemente a la puerta y esperó a que saliera.
- ¿Granger? ¿Por qué esos golpes? ¿Ha pasado algo? – preguntó la confusa profesora.
- Profesora, escuché ruidos extraños y gritos en un aula del tercer piso, me pareció prudente avisarle a algún profesor para que fuera a ver qué ocurría – dijo con toda la inocencia que pudo.
- Hiciste bien, Granger, voy de inmediato – anunció la profesora mientras cerraba la puerta de su despacho y se dirigía al lugar de los hechos.
Bien. Lo único que debía hacer ahora era comprobar que su plan funcionaba. Se dirigió tranquilamente hacia los relojes de arena donde se contaban los puntos de las Casas, justo para ver como el reloj de Slytherin perdía una significante cantidad de esmeraldas. "Toma esa, Malfoy" pensó muy satisfecha consigo misma.
Eso había sido obra de Granger, lo tenía tan claro como que su nombre era Draco Lucius Malfoy. En ese preciso momento le declaraba la guerra a la Gryffindor. Mientras tanto la profesora McGonagall seguía gritando cosas sobre moral, ética y reglas del colegio, pero daba igual porque ya no la escuchaba, vieja exagerada, solo los había encontrado a punto de tener sexo, no era nada que mereciese tremendo escándalo.
- Y que no se repita o me veré obligada a darle a conocer la situación a nuestro director que demasiado ocupado está ya como para llevarle problemas de niños… ¡calenturientos! – dicho eso se acomodó la túnica y salió del aula gritando a Pansy que la siguiera.
Draco terminó de arreglarse la camisa lentamente y comenzó a caminar en dirección a las mazmorras. Ese día cuando le dijo a Pansy que necesitaba hablar con ella a solas no tenía pensado terminar así, pero una cosa llevo a otra y cuando se dio cuenta ya estaba besándola apasionadamente. Cosas que pasan. Maldita Granger, le arruinó toda la diversión. Seguramente celosa de que nadie quiera encontrarse en aulas vacías con ella. Y no los culpaba, quién querría tener sexo con ella, si se veía tan… frígida.
Al entrar a la Sala Común vio como Pansy se le acercaba, pero decidió ignorarla olímpicamente y subir las escaleras hasta su habitación. Ya se había divertido demasiado, tenía trabajo que hacer, planes que formular y un armario que reparar.
¡Gracias por leer!
Sí, lo sé, otra vez yo. Es que estos últimos días he tenido un ataque de inspiración y no puedo desperdiciarlo. Ahora pasando al fic, pronto se vienen muchas más escenas entre nuestra pareja favoritaaa. Por lo pronto voy a seguir escribiendo para llenarlos de capítulos y mantenerlos felices.
No se olviden de dejar reviews que no tienen una idea de la ilusión que me hacen.
Nos vemos pronto.
PD: ¿Qué les parece el largo de los capítulos? ¿Los quieren más largos, más cortos o están bien así?