Disclaimer: Nada de lo que puedas reconocer me pertenece.
Plenitud
by
MissKaro
I
Con un suspiro, Kotoko abrió la maleta que dejó en su cama y comenzó a guardar las prendas de ropa que había doblado previamente. Nuevamente había dejado la tarea para la última noche antes del vuelo, y el sueño estaba ganándole. Haciendo cosas como esa, se enojaba consigo misma por actuar como la irresponsable que fue antaño, cuando veía el mundo color de rosa.
Bueno, en realidad no había cambiado mucho en ese último aspecto, dirían sus fanáticos. La historia que había comenzado a escribir en su último año de secundaria había sido un éxito de ventas, para asombro suyo y de sus conocidos, que no creyeron que el repetido argumento de la chica tonta enamorada del chico genio tendría buenos frutos.
No obstante, en el tiempo presente sabía que las historias de amor imposibles, divertidas, y con un final feliz, alimentaban las ilusiones de muchas chicas —como ella—, que guardaban la esperanza de que su enamorado las tomara en cuenta.
Aunque tal vez con un poco más de amor propio, reflexionó riendo entre dientes. Quizá la fama de su historia se debía a la convicción de la protagonista, esas inmensurables fuerzas para seguir luchando por un amor unilateral, enfrentando los obstáculos que constantemente se le presentaban.
Su Itazura na Kiss seguía siendo un éxito, y la gira que terminaba ese día era prueba de ello.
Pero no podía sino preguntarse si ella habría hecho todo lo que obligó a hacer a su protagonista.
Y nunca lo sabría.
Probablemente era mejor así, que hubiera volcado su atención en hacer lo mejor de ella, en su historia, y no en un amor por el genio de su generación, Irie Naoki.
Claro que no fue sino hasta después de graduarse de la universidad que publicó su historia —con todas las correcciones que le hizo, después de las habilidades que sus difíciles años de estudio le proveyeron. ¿Habría llegado a ser una enfermera, esposa y madre a los veintiséis, su actual edad?
Se encogió de hombros con otro suspiro, ¿por qué pensaba en todo ello?
Porque volvería a Japón tras año y medio de ausencia. También por volver a responder la pregunta de una fanática sobre qué le inspiró para escribir sus dos libros. Si tan sólo la gente supiera…
Como si fuese una coincidencia, llegó el turno del abrigo café en que guardaba su inspiración. Buscó en el bolsillo interior y sonrió sentándose en la cama, extrayendo la carta que escribió hacía ocho años, con la que iba a confesarle su amor a Irie. No necesitó abrirla, conocía perfectamente su contenido, lo había repasado innumerables veces durante las noches de insomnio en que no sabía cómo concluir la segunda parte de su libro.
De alguna forma había sido su amuleto de buena suerte, pero ya no más. Tenía otros proyectos en puerta, muy diferentes a su primera obra; era tiempo de deshacerse de la carta.
—Pero será en Japón. —Su voz rompió el silencio de la habitación de hotel australiano. —Donde comenzó todo…
Con ánimos renovados, saltó de la cama para seguir guardando sus pertenencias, lo que hizo con el entusiasmo que su padre y amigos le conocían.
Había tratado de madurar todos esos años, aunque por momentos se comportaba de forma tan risueña que dudaba haber alcanzado su cometido. Con mucho esfuerzo, había tratado de mejorar sus notas, no llegando a estar entre los cincuenta mejores, pero sí consiguiendo un puesto en la universidad; sus habilidades culinarias no eran perfectas pero le permitían sobrevivir por sí sola; tenía un trabajo, quizás peculiar, pero podía mantenerse.
Y todo lo había hecho por ella, no por un amor no correspondido.
En lo más profundo de su ser, le guardaba un especial cariño a Irie por ser su primer amor, pero estaba segura que podía verlo en persona sin sentir su respiración y latidos acelerados, sus palmas sudando, su rostro sonrojándose y su mente poniéndose en blanco. Si todo iba bien viéndolo salir en las noticias por su papel como vicepresidente de la compañía de su padre y estudiante modelo de la universidad de Tokio, al tenerlo frente a frente no ocurriría nada.
El tiempo y la distancia habían hecho su trabajo. Agradecía que las reuniones de su padre y el señor Irie se presentaran cuando ella no estaba, o se habría visto obligada a verlo.
Unos toques en su puerta interrumpieron sus pensamientos.
—Señorita Aihara, aquí está su cena —dijo una voz desde el otro lado de la puerta. Empleaba el inglés, que tanto le había costado aprender y con el que seguía batallando hoy día.
—Ya voy —contestó en el mismo idioma, cerrando su bata al tiempo que abría la puerta para dejar pasar al empleado. Por el aspecto del carrito, sería otra copiosa cena, culpa de su representante.
Después de darle una propina al empleado, volvió a permanecer sola, lo que menos le gustaba.
Kotoko se sentó a degustar sus alimentos, sumida en los sonidos que hacía el tenedor al cortar la carne. Sin haberse dado cuenta, la soledad le había pasado factura y se había vuelto un poco callada. En realidad, estaba acostumbrada a estar sola; de vuelta en casa, la compañía de su padre era muy escasa, y sus amigos también tenían sus propias vidas, incluso si encontraban momentos para reunirse. Jinko y Satomi estaban casadas y con hijos, sorprendentemente Kinnosuke también lo estaba, después de haber superado su amor por ella.
Sólo entonces pensaba que ella debía encontrar con quien asentarse, pero no había hallado a la persona correcta.
—Inconscientemente comparas a los posibles candidatos con el protagonista que te inventaste, tonta —rezongó tragando un pedazo de carne. Qué patético de su parte, los personajes ficticios no eran iguales a las personas reales. Enamorarse de uno de ellos era una pérdida de tiempo, pero alimentaba su alma.
Dio un sorbo al vino y frunció el ceño, tenía que poner los pies en la tierra.
Al pisar suelo japonés, botaría la carta.
Su próximo libro sería un romance adolescente, con ese hombre no estaría obnubilada.
Sí, en Japón botaría la carta que nunca fue entregada. La estrella fugaz a la que había pedido señales para dársela o no, había sido la causante de que no llegara a manos de su destinatario. El fatídico día se había dormido y llegado tarde al instituto, y él, tras un perfecto record de asistencia, se había enfermado y no asistido.
Estaba convencida, ya era momento de decirle adiós a esa carta.
Kotoko se arregló sus cabellos castaños rojizos observándose en la ventana del tren, haciendo una mueca al ver las aparentes ojeras que tenía, pues sin una pizca de maquillaje eran notorias. En ese momento daba lo mismo, estaba agotada, lo único que quería era llegar a su hogar, tomar un baño y recostarse en su propia cama.
Más adelante anunciaría a sus conocidos su regreso no anticipado, deseaba recuperar fuerzas antes de entregar los obsequios que, según su casera, llegaron por paquetería el lunes pasado.
Cogió el asa de su maleta al arribar a la estación y salió sonriente al saber que le quedaba muy poco, no había tenido ganas de tomar un taxi, prefería sus caminatas hasta su casa. Toda su vida las había llevado a cabo, y sus piernas estaban fortalecidas y acostumbradas por ello.
Extrañaba esos días en los que no tenía grandes preocupaciones por el futuro, cuando podía extender sus brazos y sentir las flores de cerezo al principio de curso, cayendo sobre ella con el soplar del viento. Lo haría en uno de esos días, aprovechando la estación.
—Oh. —Tan inmersa estaba en su fantasía, que no se percató que extendió sus brazos y había chocado con una persona. Rápidamente realizó una inclinación para disculparse. —Lo siento —musitó avergonzada observando los zapatos negros del hombre con el que se había cruzado.
Y otra cosa más, un teléfono móvil.
Tragó saliva y abrió los ojos con incredulidad, había sido una tonta.
Lo tomó con premura y lo alzó sobre su cabeza para que la persona lo agarrara.
—Lo siento —volvió a inclinar su cabeza—, si le he hecho algún daño, notifíquemelo y se lo pagaré de inmediato.
Esperó unos segundos hasta oír el suspiro del hombre, trató de ladear su cabeza para verlo, pero decidió no hacerlo por temor a ofenderlo.
—Tenga cuidado. Lo siento también, la llamada me distrajo. —La voz del hombre era firme, muy masculina; educada, pero vacía, carecía de emoción aunque pareciese ser de alguien joven. Comenzó a soñar despierta, imaginándose la clase de vida que tendría su dueño.
Cabía la posibilidad que fuese un hombre ocupado, un abogado con un caso importante que requería su atención; o un reconocido empresario que había salido a dar una vuelta antes de una reunión de suma...
—Ya puede levantarse —dijo él con un deje de irritación. ¿Cuánto tiempo había pasado?
Se irguió sonrojada para ver el rostro del hombre con el que se había tropezado y la disculpa que iba a salir de sus labios quedó atorada en su garganta.
Los ojos fríos de Irie Naoki le observaban con desinterés, y sus labios formaban una línea recta.
En persona muestra la misma falta de sentimientos que en las imágenes, pensó Kotoko al contemplarlo ofrecerle una ligera reverencia por chocarse con ella. Recuperó su compostura en el momento en que tuvo frente a sus ojos sus cabellos castaños claros.
—¿Irie Naoki? —susurró y él, al erguirse, alzó una ceja con levedad y… arrogancia. Seguramente estaba acostumbrado a ser reconocido y admirado.
Sonrió divertida, percatándose también que su corazón era el único que daba signos de nerviosismo, pero nada más. Soltó una risa y cogió su maleta para seguir avanzando, imitándolo a él, que la rodeaba para dirigirse a un tren.
Apretó su bolso contra su pecho y se detuvo en seco, mirando sobre su hombro al hombre que caminaba con elegancia pero con la apariencia de que el mundo le pertenecía. Introdujo su mano en su bolso y encontró lo que buscaba.
—Es ahora o nunca, Kotoko. —Se armó de valor y soltó a correr en dirección a Irie, deteniéndose tras su espalda ancha, bajo el traje gris a la medida que utilizaba. —¿Irie? —llamó y él se volteó alzando una ceja interrogante.
Ella sonrió por tomarlo desprevenido y extendió el pequeño sobre para que él lo tomara. Su aspecto viejo y desgastado por el tiempo siendo un factor para ser ignorado.
—Esto le pertenece —declaró y soltó una risa cuando Irie lo aceptó con una mirada extrañada, disponiéndose a abrirla con ojos entornados.
Todavía no era tiempo, por lo que hizo lo que nunca pensó llegaría a hacer.
Se puso en puntas y lo besó, buscando concluir algo que nunca tuvo un comienzo, pero que necesitaba para continuar, para seguir con su vida dejando atrás a un viejo amor, para no quedarse con el "y si", para acabar con la verdadera historia de Irie Naoki y Kotoko Aihara. Lo besó con las pocas habilidades que tenía, alargando el momento lo suficiente, sintiendo que él le respondía a pesar de la estupefacción. No le preocupaba lo que vendría después, si Irie averiguaba su identidad (o intuía, y acertaba, lo más seguro), sólo quería ese beso que no se dieron en el pasado, con el que finalizaba su enamoramiento adolescente.
Se separó con su corazón latiendo desbocado y dio una vuelta para echar a correr, agradeciendo el club de atletismo al que se unió durante la universidad y a la adrenalina que recorría sus venas después de su atrevimiento.
No miró atrás por si él le seguía, ni esperó que lo hiciera cuando levantó su maleta para huir. Ni siquiera había mirado su rostro una vez concluido el beso.
Simplemente lo dejó allí, sin sentirse mortificada por sus acciones.
Adiós, Irie-kun…
Se soltó a reír llena de júbilo, abriéndole los brazos al futuro. Sin tener expectativas de pronunciar:
Y todo comenzó con un beso…
NA: ¡Finalmente me armé de valor! Saludos a todos.
La idea la venía cargando desde hace algún tiempo, casi me atraganto al ver que se acaba de publicar en inglés una historia con la idea de Kotoko publibacando su vida, por suerte en español no lo hay. Es mi primer fic en este fandom, siempre quise hacerlo, aunque no sabía qué, soy malísima con la cultura japonesa, pero luego pensé que no importaba. En mi anterior cuenta no lo hice, ahora por lo menos dejo un fic.
¿Cómo estuvo? ¿Malo?, ¿bueno?, ¿regular?, ¿qué dicen?, ¿dos que tres? Estoy viendo INK 2: Love in Tokyo, y la verdad que por mucho que me guste la bonita pareja que hacen (seguí la línea del anime), no podía publicar algo con la Kotoko que humillan mucho (si en el futuro escribiera otra cosa, dudo hacerlo). Quería a la chica no dependiendo de él, vaya.
En todo caso, me gustaría conocer sus opiniones.
Se cuidan, Karo.