Para mi amiga Hizuri Ken. Siento la tardanza y ¡muchas felicidades!

Nota: La historia se sitúa en un AU (Universo Alternativo).

Disclaimer: Kaichou Wa Maid Sama no me pertenece.


Misaki todavía no daba crédito a lo que había hecho: ¡había desobedecido las órdenes de su padre! Este le había pedido que bajo ninguna circunstancia dejara a Suzuna ver a su novio. ¿Y qué había hecho ella? Pues justo lo contrario. Ahora se arrepentía, pero ya no había vuelta atrás. Para que no le pesara tanto la conciencia se decía a sí misma que era para la felicidad de su amada hermana. Además, también quería conocer (o poner a prueba) su novio. Suzuna le había propuesto un trato: si la dejaba reunirse con él, los presentaría. Aunque al principio se negó al final acabó por rendirse y acceder, harta de la insistencia de su hermana.

Ahora mismo se encontraba en una cafetería junto a Suzuna, esperando a su novio. Mientras esperaban juntas, su hermana le iba contando cosas de él: sus gustos, su trabajo… Suzuna tenía unos estándares muy altos y era muy selectiva con la gente con la que salía, así que por muy poco realistas que fuesen las descripciones que su hermana hacía de su novio dio por supuesto que al menos la mitad de ellas eran ciertas.

– Suzuna –se oyó una voz desde lejos. El novio de su hermana había llegado.

– ¡Takumi! –ella fue a su encuentro. Se levantó de su asiento seguida por la mirada atenta de Misaki.

Mientras Suzuna iba al encuentro de su novio y se daban un beso, Misaki se preparaba mentalmente para el encuentro. Su enemigo por fin había llegado. El hombre que había robado el corazón y la atención de su hermana ahora estaba ante ella. Cogió un poco de aire, se levantó de su sitio y se dio la vuelta, lista para soltarle unas cuantas palabras, que no llegaron a salir porque no esperaba que fuese el recién llegado el que la dejase sin ellas. En cuanto se dio la vuelta lo primero que vio fue a un hombre alto y con rasgos caucásicos.

– Takumi, ella es mi hermana mayor, Misaki. One-chan, él es Takumi, mi novio –Suzuna pronunció las últimas palabras orgullosamente.

Takumi alargó la mano a Misaki, a lo que ella correspondió alargándole la suya. Debía admitir que era un hombre muy apuesto, pero no por ello dejaría de desconfiar de él; le haría falta algo más que un aspecto físico atractivo para considerarle bueno para su hermana.

– No disponemos de mucho tiempo porque luego tengo una reunión –dijo él mientras miraba su reloj–. Suzuna y yo iremos a ver una película. Después iremos a ver una exposición y tomaremos algo. La traigo de vuelta a las 18h, aquí.

Aunque Misaki estaba deseosa de someterle a un interrogatorio para poner a prueba su capacidad intelectual, pero le sabía mal restarle a su hermana tiempo que podría pasar con él así que se dijo mentalmente que ya tendría unas palabras con él en otra ocasión.

– De acuerdo, aquí nos vemos. Pasadlo bien. Suzuna, ten cuidado. –Misaki sonrió a su hermana.

– Gracias, one-chan –Suzuna se despidió de ella con un beso en la mejilla.

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Cuando Suzuna hubo vuelto de su cita con Usui y mientras se encaminaba a casa con Misaki le comentó que le había dado su número para que pudieran mandarse mensajes, cosa que enfadó a Misaki.

– Sabes que papá revisa mi historial de llamadas. Si hablo con él utilizando tu móvil no sospechará nada. Confía en ti, pero en mí no. Por favor… –le rogó Suzuna.

Misaki iba a negarse, pero en cuanto su hermana le recordó el favoritismo que tenía su padre por ella se sintió mal y no supo decir que no.

Las próximas semanas Suzuna y Takumi mantuvieron el contacto mediante el móvil de Misaki. Cada vez que querían verse cierta hermana acudía a la otra para que la ayudara a planear su encuentro con su novio. Misaki era muy prudente e intuitiva y su intuición rara vez le fallaba. Las pocas veces que lo hacía, su mente actuaba a una velocidad impresionante para encontrar solución al problema. Fue ella quien sugirió no fijar un día de la semana para quedar constantemente y quien decidía si Suzuna debía o no arriesgarse a encontrar con él. Pero todo marchaba bien no solo gracias a ella si no también a Usui. Él seguía todas las indicaciones de Misaki al pie de la letra e incluso tomaba más precauciones que ella en algunos casos.

Misaki había encontrado un digno oponente en él. Debía admitir que aunque al principio no le gustaba, ahora sentía algo de envidia de su hermana. Además, en parte le estaba agradecida. La verdad es que gracias a él su relación con Suzuna había mejorado.

Cuando Suzuna salía con sus exnovios nunca acudía a ella, ni le contaba detalles sobre su vida amorosa, pero desde que Sakuya le prohibió salir con Usui su hermana había estado buscando apoyo en ella. Suzuna empezó a relatarle cosas sobre él y sus citas. Cada vez que Suzuna tenía un problema referente a su relación sólo acudía a ella. A nadie más. Porque era un secreto entre ellas dos.

Pero el transcurso de estas cosas no estaba destinado a durar siempre…

Ese día Suzuna había quedado con Usui y se despidieron más temprano de lo usual, sin saber que no volverían a verse hasta semanas más tarde.

Sin nada que hacer y con mucho tiempo que perder decidió visitar a su amigo Aoi. Aoi era uno de sus amigos más cercanos y un brillante diseñador de moda. Para ella solo era cuestión de tiempo que alguien, un pez gordo, descubriese a Aoi y se decidiese a darle a conocer.

– Supongo que si estás aquí es por lo de siempre –dijo él. Aoi no se sorprendió en ver a Suzuna porque sus visitas sorpresas para probarse sus diseños ya eran algo usual en su vida.

– Si soy la inspiración para esos vestidos, al menos debería tener el derecho de ser la primera en probarlos, ¿no crees? –le guiñó un ojo Suzuna mientras entraba en su estudio.

En las paredes del estudio de Aoi estaban colgados fotos de modelos con sus diseños (donde Suzuna tenía gran protagonismo), diseños suyos, post its, páginas arrancadas de revistas, dibujos, artículos de moda… Y para Suzuna todo aquello era una obra de arte.

Aoi y Suzuna se detuvieron ante una mesa donde se encontraba amontonado montañas de papeles y donde parecía que se hubiese librado una batalla. Era el caos absoluto. Aoi tardó en rescatar los bocetos que quería enseñar a Suzuna.

– Vaya... ¡Son todos impresionantes! –exclamó Suzuna–. No me esperaba menos de ti. – Sus ojos no se despegaban de los bocetos y prestaba atención al mínimo detalle.

– ¿Verdad? Sabía que te gustarían.

– Creo que ya sé cual me pondré para el desfile de la semana que viene –su mirada se detuvo ante el boceto de un vestido de un color rosa pálido y de un estilo muy atrevido; era un vestido inspirado en el que Paris Hilton llevó cuando cumplió los veintiún años.

– ¿Te lo quieres probar ahora? –preguntó Aoi.

–¿Cómo? ¿Ya lo tienes? –Los ojos de Suzuna adquirieron un brillo. Maldito seas, Aoi, siempre sabes lo que quiero.

– Desde hace días. Era sólo cuestión de tiempo de que vinieras y lo reclamaras.

En la cara de Suzuna se dibujó una sonrisa. ¡Cuánto amaba a su mejor amigo! Aunque no se contaban mucho de la vida del otro a ella eso le encantaba, pues para ella era más cómodo ya que no insistía mucho en preguntarle, la escuchaba y para hacerla sonreír sólo tenía que hacerla probar sus diseños. Suzuna pasó unos ratos más examinando los diseños de Aoi y escogió más vestidos para probárselos.

Cuando volvió ese día a su casa no sabía la reprimenda que la esperaba. Misaki se había preocupado ya que ni Suzuna ni Usui contestaban el teléfono y temió lo peor. Ante las preguntas de su padre y su falta de habilidad en mentir acabó por escupir todo. De verdad que no era su intención.

En cuanto Suzuna volvió Sakuya le preguntó adónde había ido y con quién. Ella, sabiendo que tanto Usui y Aoi eran considerados una compañía indeseable por su padre, mintió. ¿Qué otra cosa podía hacer?

Y Sakuya, que ya tenía una idea de dónde y con quién había estado, se enfadó con ella por haberle mentido. Suzuna no tuvo escapatoria cuando su padre le dijo que Misaki le había contado sus planes de esa tarde y no pudo evitar enfadarse con su hermana.

– ¿Se los has contado? –Suzuna buscó la mirada de su hermana. En su voz se apreciaba un tono de tristeza.

Sabía que Misaki no lo había hecho con malas intenciones pero la había traicionado. Misaki, por su parte, se sintió muy mal por no cumplir su promesa y trató de justificarse, pero Suzuna no le dio ninguna oportunidad. Suzuna se retiró a su habitación sin dar tiempo tampoco a su padre de decir lo que él quería.

Misaki quería ir tras Suzuna, pero su padre se lo impidió. Misaki no estaba dispuesta a revelar más detalles a Sakuya y en su lugar intentó defender a su hermana.

– No es justo, papá. Suzuna y Usui no están haciendo nada malo. Tampoco es la primera vez que Suzuna tiene un novio. ¿Por qué estás tan en contra de que salga con él?

– Usui… –los ojos de Sakuya evitaban la mirada de su hija. Parecía haber algo más que quería decir, pero se contuvo–. En cualquier caso, yo no estoy en contra de que tu hermana salga con alguien, solo que no quiero que sea con él. No me gusta ese tipo.

– A lo mejor si le conocieras... –las palabras salieron de su boca antes de que ella pudiera detenerlas. Misaki se pateó mentalmente por tales palabras. Claro, como si papá fuese a tomarse las molestias de hacer eso.

– No. No quiero ni me hace falta.

– ¿Por qué le odias tanto?

– Porque se está aprovechando de tu hermana. Ella viene de una familia adinerada y ya sabes qué suele ocurrir con estas historias.

– Pero... –Misaki contuvo lo que iba decir y cambió sus palabras– ¿Sabes qué, papá? Si desde un principio hubieras aceptado lo que quería hacer Suzuna no estaríamos llegando esto.

– ¿Modelar? Hija, sabes lo que opino de eso. No es una profesión decente.

– Para ti, papá. A Suzuna le gusta mucho modelar y se le da muy bien. Si Usui y Suzuna se conocieron y empezaron a salir fue porque ella encontró apoyo en él. Nuestra familia falló en darle el apoyo que quería y necesitaba y por eso ella fue a buscarlo en otra parte. Tanto mamá como yo nos arrepentimos de eso. Ahora eres el único que no lo acepta.

Sin nada mejor que decir Misaki decidió retirarse también a su habitación. Esa noche pensaría en cómo obtener el perdón de su hermana. Le había fallado tantas veces a su hermana que no se extrañaría que esta decidiera en no volver a confiar en ella.

Sakuya, por su parte, se quedó en su despacho pensando en lo que había sucedido antes. Sin saberlo Misaki, le había proporcionado una idea a Sakuya.

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Dos semanas más tarde Suzuna fue llamada por su padre a su despacho. Misaki estuvo muy preocupada por lo que pudiera pasar dentro, pero todo eso fue en vano ya que cuando su hermana salió de él estaba muy contenta. Todo eso se debía a que su padre había accedido a dejarla modelar y como prueba de ello financiaría sus estudios y cubriría todos sus gastos durante su estancia en Nueva York.

– Suzuna, ¡es fantástico! ¡Me alegro mucho por ti! –la felicitaba Misaki. Le había costado mucho, pero finalmente había obtenido el perdón de Suzuna hace unos días.

– Gracias –dijo Suzuna en un tono que le extrañó a Misaki.

– ¿Pasa algo? Pensaba que estarías más emocionada.

– Usui –respondió ella.

Y tan rápido como se dibujó una sonrisa en su cara, desapareció. Misaki lo comprendió todo. El hecho de que Suzuna se fuera implicaría y afectaría a muchas cosas. De alguna manera Misaki tenía el presentimiento de que si su hermana se iba, a su regreso, tendría remordimientos. Era extraño, pero era como si algo le estaba diciendo que a la vuelta de Suzuna, muchas cosas habrán cambiado y no todo sería placentero para ella.

– Suzuna…

– Yo... Amo a Takumi, pero siempre he deseado tener esta oportunidad de demostrar a todos que merezco pertenecer a esta familia –Suzuna interrumpió a su hermana.

Misaki de verdad quería decirle a Suzuna sobre su presentimiento, pero se arrepintió de todo. Si se lo decía temía hacerle las cosas más complicadas a su hermana. Lo que importaba era hacerle saber que eligiera lo que eligiera ella estaría allí para ella.

Los próximos días Suzuna estuvo planteándose la oportunidad de ir a Nueva York y tomó una decisión. No fue fácil, pero lo hizo.

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– Akino Yuusuke, queda usted arrestado por tráfico de drogas –dijo el hombre de hermosas facciones mientras le esposaba y lo retenía contra el suelo.

Una multitud se había congregado a su alrededor y al hombre esposado. No era de extrañar. La detención había tenido lugar en el aeropuerto y durante el proceso, a pesar de haber intentado causar las menores molestias posibles, había sido inevitable dar empujones y romper filas causando que más de uno se lo quedara mirando.

Sus compañeros tardaron unos momentos en llegar donde estaba él y de mantener las personas a una distancia prudencial.

– Tan rápido como siempre, Usui. Gracias por tu gran trabajo –comentó su superior una vez hubo llegado a donde estaban ellos.

– Sólo cumplo con mi trabajo, señor –dijo él, humildemente.

– Metedlo en el coche y llevadlo a Comisaría –ordenó a sus hombres. Se dirigió a Usui–. Creo que después de noches sin descansar para cerrar todo este caso nos merecemos unas copas. Yo invito.

Iba a aceptar la invitación de su superior, pero en cuanto alzó la vista algo captó su atención y tuvo que rechazarla.

– Señor, temo que no voy a poder aceptar su oferta esta vez. Me acaba de surgir algo. Discúlpeme –dicho esto, se fue en la dirección donde la había visto.

Estaba seguro de que era ella. Pero ¿qué hacía allí, en el aeropuerto? En cuanto ella se detuvo a buscar algo en su bolso, él se le acercó.

– ¿Vas de vacaciones con la familia? –la pregunta sobresaltó a la mujer.

– ¿Usui? –Misaki estaba claramente sorprendida de verle allí.

– Un gusto verte por aquí, Ayuzawa-san.

– ¿Qué haces aquí?

– Asuntos policiales –contestó él mientras señalaba el grupo de policías que se encontraba a una cierta distancia de ellos–. ¿Qué hay de ti?

– … –Misaki no sabía qué responder.

– ¿Te vas?

– No... –Misaki dejó ir un suspiro. Decidió contarle la verdad–. Suzuna.

Entonces Usui lo comprendió todo. Hacía semanas que no veía su novia y suponía que algo había ocurrido. Esa noche Misaki le había enviado un mensaje contándole todo lo sucedido, pero aún así él tampoco podía hacer nada y ella ya le había pedido disculpas. Suzuna, a través de Misaki, también le había hecho llegar la noticia de que su padre se había ofrecido a pagar sus estudios de modelaje en el mismo día en que se lo comunicaron a ella. Este hecho le resultó muy extraño pero ahora sabía que había un precio a pagar.

– Ella se va. No yo –continuó Misaki.

– Ayúdame a hablar con ella –dijo él mientras en sus ojos se apreciaban un ruego.

– De acuerdo. 5 minutos –Misaki iba a negarse pero se sentía mal por él así que accedió.

Usui la siguió con la mirada mientras Misaki alcanzaba a su familia. Esperaron en la sala de embarque y pasado un tiempo se despidieron de Suzuna. En cuanto Misaki le dio un abrazo a su hermana le susurró algo en el oído. Esto la dejó sorprendida, pero pudo disimularlo.

Misaki había convencido a su padre de dejar a Suzuna un margen de tiempo para organizarse un poco antes de entrar en el avión. Cuando ya estaban muy lejos, se dio la vuelta y desde la distancia distinguió a Usui acercándose a Suzuna. Deseó suerte a su hermana.

Suzuna se encontraba nerviosa. Desde que su hermana le había dicho que él estaba allí no había parado de pensar en qué decirle. Y ahora él se estaba acercando.

– Hola –saludó él. A Suzuna se le encogió el corazón al percibir la frialdad de su tono.

– Hola –le devolvió el saludo.

– No me habías dicho que te ibas.

– … –Suzuna agachó la cabeza. No se atrevía a mirarle a los ojos.

– ¿Por qué no me has dicho que te ibas?

– … –Suzuna seguía sin responderle.

– ¿Cómo crees que me siento ahora, ahora que me acabo de enterar que te vas?

– Takumi, yo te quiero, pero mi sueño es mi prioridad. Te lo dije cuando nos conocimos, ¿verdad? –dijo Suzuna fríamente. Tenía que esconderse detrás de esa máscara, tenía un actuar como si no le importaba o de lo contrario, ella se derrumbaría–. Mi padre me dio una oportunidad y me dio a elegir. Yo simplemente elegí lo que más me convenía.

– Lo sé. Y elegiste romperme el corazón.

Lo último dicho por Usui calló a Suzuna. Ella quería decirle que no era así; que no era su intención. Suzuna había cedido: no podía seguir manteniéndose bajo esa fachada y abrió la boca para decirle lo que opinaba.

– Si me esperas… –empezó a decir ella.

– ¿Cómo tienes el descaro de pedirme eso?–interrumpió Usui. Sabía cómo acabaría la petición de Suzuna–. Si no hubiera visto a tu hermana hoy y no me lo hubiese contado, ¿qué habrías hecho? ¿Te habrías ido a Nueva York y cuando estuvieras allí, contármelo todo?

Lo cierto es que él había dado en el clavo. ¿Por qué Usui tenía que complicarle tanto las cosas? Al fin y al cabo, en un principio ella solo pensaba utilizarle para conseguir su tan ansiado viaje a Nueva York. Pero ahora… Ahora había encontrado un motivo para quedarse.

Usui, harto de su silencio, volvió a hablar.

– No puedo prometerte que a tu regreso las cosas vuelvan a ser como antes entre nosotros. Quizá conozcas a alguien allí y decidas que te has aburrido de mí. Del mismo modo en puedo conocer otra persona aquí –dijo él.

Suzuna sintió un pinchazón al corazón. Las palabras de Usui le parecieron muy amenazantes y dolorosas. No me digas eso, por favor.

– ¿Quieres irte a pesar de estas posibilidades? No te detendré. Solo espero que a tu regreso no te arrepientas de nada.

Suzuna estaba a punto de decir algo pero en cuanto oyeron la voz del megáfono que pedía a los pasajeros hacer cola para entrar a la sala de embarque se arrepintió de todo.

– Adiós, supongo... –Usui se dio una media vuelta y se dispuso a salir de aquel lugar. Tenía la cara ensombrecida.

– Adiós... –susurró Suzuna mientras él se alejaba. Las lágrimas pudieron más con ella. Cerró los ojos y dejó que siguieran cayendo. Ella había elegido aquello. No tenía ningún derecho a llorar, pero no podía evitarlo.

Una vez en el avión, miró por la ventanilla. Vio que él se quedaba contemplando el avión en el que iba. Unas lágrimas volvieron a rodar por sus mejillas. Desvió la mirada, se secó las lágrimas y se dijo a sí misma que no volviese a mirar hacia atrás. No volvería en mucho tiempo.


Nota de la autora:

¡Y aquí dejo las cosas! Gracias al lector/a por llegar hasta aquí.

Hizuri Ken: MUY tarde, pero ¡felicidades!

No te puedo dar un regalo de verdad porque te encuentras en la otra punta del mundo pero espero que esto lo compense.

Mil gracias por tener tanta paciencia conmigo, apoyarme y ser tan comprensiva

Espero que te haya gustado.

Un especial agradecimiento a mutemuia por su ayuda y sus consejos.

27/12/2018 – Editado