Llegaron a la mesa y dejaron sus mochilas tiradas con aire casual. Si pensaba en que los estuvo evitando, se sentiría mal. Como un cobarde. Pero tomarse su tiempo para entender ciertas cosas sobre las relaciones en general fue necesario. Hinata pensó en muchísimas cosas entre la noche anterior y el mediodía del día de hoy.
Estaba listo, con Kageyama a su lado, para enfrentarse a sus amigos. Además de los nervios, sentía un entusiasmo extraño, así que todo estaba bien. ¿Por qué no lo estaría?
El primero en estallar fue Nishinoya.
― ¡Ja! LO SABÍA.
― Noya, tranquilo ―dijo Asahi― no deberías incomod-
― ¡¿No aprendieron nada de la secundaria?! ―exclamó Tanaka― Tienen tanto que aprender. ¡Se pone una corbata en el pomo de la puerta cuando están "ocupados"! ―hizo las comillas con los dedos, con una fingida indignación.
― No tengo corbatas ―se quejó Kageyama con toda naturalidad.
Hinata supo que antes de comer tendría que pasar toda esta discusión. Miró con anhelo la fila donde su almuerzo lo esperaba. Pero sus amigos volvían a gritarles. Entre el barullo se alzó la voz de Daichi.
― ¡Basta! Déjenlos en paz. Si quieren decirles algo háganlo como personas civilizadas.
― ¿Qué pasa, Daichi? ―preguntó Sugawara con una sonrisa socarrona― ¿Estás enojado porque perdiste la apuesta?
Daichi se quedó callado.
― ¿Qué apuesta? ―inquirió Hinata.
― Apostamos cuánto tiempo tardarían en darse cuenta que se gustaban ―explicó Suga con toda tranquilidad― y parece que gané.
Daichi no dijo nada, como una afirmación silenciosa. Nishinoya se empezó a reír. Era curioso que hasta Tsukishima y Yamaguchi no parecieran asombrados. Hinata se sintió increíblemente relajado. Un peso menos de encima.
― ¿Eso significa que ya podemos tomarnos de las manos en público? ―le preguntó a Kageyama, para molestarlo (y porque de verdad le parecía bonito).
― Nunca hicimos eso ―replicó, hostil como siempre.
― Pero si quisiéramos...
― Yo no quiero.
Hinata no sabía si lo decía para devolverle las molestias o porque le daba vergüenza. O porque no quería de verdad. No tuvo ni tiempo para responderle con una mirada caprichosa, ya que Nishinoya le lanzó un cucharazo de puré de papá a la cabeza.
― ¡No seas malo, Kageyama!
La papa se escurrió por el pelo, golpeó la nariz y cayó en su zapato. Hinata no quería, pero no pudo evitar las carcajadas, igual que Tanaka. Nishinoya no se reía. Exclamó una plegaria a dios y salió corriendo, perseguido por Kageyama, que por supuesto, no olvidó llevar la bandeja de puré de papa.
― ¿Algún día van a crecer? ―se quejó Suga, siguiéndolos― ¡No jueguen con la comida...!
Daichi se rió y se acercó hacia él. Le apoyó la mano en el hombro amistosamente.
― ¿Ves que todo salió bien al final?
― ¡Sí!
Pero se acercó con aire misterioso y, al oído, le susurró:
― ¿Seguro que no quieres los condones?
Hinata se volvió a reír por puro nerviosismo.
― ¿Está... bien? ―se suponía que era una afirmación.
Y como si hubiera estado esperando el momento, Daichi sacó varios del bolsillo y se los dio. Hinata se volvió a reír nerviosamente y se escabulló a buscar la comida. En la fila, apareció Kageyama con mala cara, pero era su mala cara "normal", así que estaba bien. Almorzaron y, de alguna manera, fue maravilloso: Kageyama parecía más tranquilo, Hinata era feliz de la vida y Nishinoya todavía se quitaba restos de puré del cabello y las orejas.
Más tarde, Hinata lo acompañó a Kageyama al cuarto porque, según él, había olvidado la camiseta del equipo de vóley. Olía a escusa, una escusa barata y poco original. Aunque, siendo él, era posible que la hubiera olvidado.
― ¿Realmente olvidaste la camiseta o es una escusa para estar a solas conmigo? ―lo fastidió.
Kageyama dirigió un golpe hacia él pero lo esquivó. Lo que no esquivó fue el beso.
― La olvidé de verdad ―bufó, señalando el closet.
― Tonto, tenías que decir que era una escusa.
― Pero no lo era.
― Pero lo dices aunque sea mentira, porque es lindo ―continuó gastándolo.
― No necesito escusas para estar contigo ―respondió, poniendo sus ojos en blanco antes de buscar su camiseta.
Esa respuesta era mejor que mil escusas bobas.
Lo tomó del rostro y lo besó, en puntas de pie. Kageyama correspondió, dejando la prenda olvidada sobre la cama.
― Hinata ―gruñó Kageyama.
Pensó que lo rechazaría. En vez de eso, suspiró con irritación. Luego lo empujó contra su cama e intensificó el beso. Hinata lo abrazó con fuerza y aprovechó su oportunidad de meter sus dedos dentro de los pantalones del otro. Pero apenas. Porque tenía la cara roja de la vergüenza y no sabría si tenía el coraje de seguir.
No hizo falta. Los dedos fríos de Kageyama también se metieron con su ropa. Le quitó el abrigo, y con esa prenda arrastró la camiseta. Más rápido de lo que podía entender, ya estaba la mitad desnudo. Sintió su cara arder y se la tapó.
― Hinata, ¿Quieres continuar? ―dudó Kageyama.
¿Era broma? Por supuesto que quería continuar. Tuvo que tragarse el bochorno y mirarlo a través de los dedos.
― Sí.
Ya era mayor de edad y se avergonzaba como si fuera un niño. Pero no lo podía evitar.
Los dedos fríos se volvían cálidos contra su piel. Clavó la vista en el techo tratando de convencerse de que no ganaba nada con los nervios. Kageyama le quitó el pantalón con lentitud, pero quedó en sus rodillas. Entonces, Hinata recordó algo importante.
― No. No hables de eso. Ignóralo.
Kageyama sonrió con sorna. Ahora sí tenía razones para sentir toda la vergüenza del mundo. Se volvió a tapar la cara. No fue buena idea escoger de la ropa interior que le compraba su mamá junto a su hermanita, porque simplemente...
― Tiene muchos corazones... ―dijo Kageyama, parecía hacerle gracia.
― Lo sé. Cierra la boca.
Enojado, Hinata comenzó a besarlo para no ver su cara y ni escuchar su risa burlona. El otro correspondió en seguida, quitándole la última prenda.
Poquito a poco, fueron quedando desnudos y el resto dejó de importar. Tal vez Kageyama cedió a sus deseos porque se dio cuenta que esto iba más allá de lo sexual. Tal vez cedió a los deseos de Hinata porque eran tan grandes que podía albergar a ambos, como siempre tenía doble energía cuando él no la tenía, o una sonrisa tan grande que cubría la falta de ella en el rostro de Kageyama. Fuera lo que fuera, dejó de ser lo que era para convertirse en puro amor.
Descubrió que solo necesitaba tener sus brazos alrededor suyo para ser feliz. Y fue una revelación así de simple. Había más besos y caricias que cualquier otra cosa. Era muy perfecto hasta la siguiente parte. Donde tuvieron que detenerse un momento para ver cómo funcionaba el condón. No era que no supieran, sino que nunca habían usado uno. Kageyama se exasperó y Hinata se rió de él. No había tensiones ni incomodidades. Ni una sola pizca de dolor.
Le dio pudor por saber exactamente cómo prepararse, pero Kageyama no dijo nada al respecto. Al sentirlo adentro de él, fue una de las glorias más grandes que experimentó. Tan esperado y hecho realidad...
Cada embestida enviaba una ola de placer a todo su cuerpo. Se aferró de sus hombros con fuerza, oyendo las respiraciones agitadas de siempre, pero con un significado diferente. Kageyama no estaba agitado por un partido, estaba excitado. Ese pensamiento le hizo soltar una sonrisa y abrió los ojos, mas tuvo que desviar la mirada porque estaba siendo observado. Todo el tiempo. Se sonrojó intensamente al sentir sus ojos azulados en él, como si fuera lo más importante del mundo. Hinata soltó sus hombros y tiró de él hacia abajo en un abrazo. Eso sacó a Kageyama de su concentración y gimió contra su cuello. Quiso reír de felicidad, pero no pudo hacer más que responder de la misma manera.
Estaba en su límite. Balbuceó su nombre y lo abrazó con fuerza mientras se venía. Tembló y oyó las respiraciones apresuradas de su novio. Y con el último aliento, Kageyama murmuró:
― Te amo.
No lo dejó separarse. Ni cuando llegó al orgasmo, ni después. Lo mantuvo apretado contra su cuerpo hasta que pasó un largo rato y pensó que él se había dormido. Pero no estaba dormido, porque comenzó a quejarse, bajito y arrastrando la voz, como quien no quiere la cosa.
―Hinata, tenemos que...
― Cállate.
Prácticas. Vóley. Claro. Por supuesto que quería jugar, pero tenía más ganas de dormir. Se quedó un momento en silencio antes de que Kageyama se separara. Creyó que se iría a la cancha, pero en vez de eso lo miró con los ojos llenos de calma y apretó sus cachetes. Entonces creyó que lo besaría, pero tampoco hizo eso. Solo apretó sus cachetes.
Hinata rió y se deshizo de él. Disfrutaba de reírse.
― Vamos.
― Deberíamos ducharnos antes...
― Da igual ―dijo y de un saltó recobró sus energías.
Iría a la cancha y daría lo mejor de él. Sería el mejor señuelo de todos los tiempos (por más que fuera una práctica, lo sería). El peso de la fatiga desapareció. Todavía sentía unas cosquillas agradables en el cuerpo, que no sabía si fue el orgasmo o tan solo estaba contento.
― Estoy hecho un asco, ve tú ―murmuró Kageyama―. Te alcanzo enseguida.
Iba a hacer un chiste tonto, pero el otro se inclinó como para darle un beso, y aunque fue apenas un roce de labios, cualquier pensamiento coherente dejó de existir. Después de oír el sonido del agua correr en el baño, caminó mecánicamente hacia la puerta. Con la mano en el picaporte, recordó que antes de salir, sería conveniente ponerse ropa. Una vez que se vistió, trotó hasta donde el equipo entrenaba sin ellos. Obviamente, llegó tarde. Obviamente, todos los miraban con curiosidad. Obviamente, evitó sus miradas con vergüenza.
Todos comenzaron a cuchichear, mas distinguió la voz de Suga por sobre el resto.
― No crean que les perdonaré sus deudas. Gané limpiamente.
― No fue limpio, seguro que Hinata te dijo que iban a hacerlo ―replicó Nishinoya.
― Hinata no me dijo nada ―hablaban como si él no estuviera enfrente de ellos, mortificado―. Les dije que era el viejo truco de la camiseta olvidada. Es la escusa más vieja para tener sexo.
Y dicho eso, le regaló una sonrisa juguetona a Daichi, quien miró hacia otro lado haciéndose el desentendido. Las discusiones sobre las apuestas que habían hecho a sus espaldas no se detuvieron hasta que Daichi puso orden en el grupo para poder continuar con la práctica. Que fue más o menos cuando apareció Kageyama.
Cuando Hinata tocó la pelota que su novio le mandó, supo que no necesitaba nada más en su vida. Amor y vóley. Ver el otro lado de la red, a sabiendas de que la persona que amaba estaba a su lado, en la cancha y fuera de ella.
Eso era todo lo que necesitaba para ser feliz.
La cabeza de Kageyama estaba vacía. Solo masticaba. Era todo lo que necesitaba para ser feliz. Una buena comida después un partido amistoso pero serio contra Nekoma. Probablemente, i le preguntasen en otro momento qué lo hacía feliz realmente, respondería algo así como vóley, más comida, vóley, no seguir reprobando, vóley, Hinata, vóley y Hinata. Más o menos así. Pero ahora, lo mejor que podía hacer era bajarse el plato con carne y arroz. En especial porque Hinata no estaba, el partido terminó y no había manera que aprobara.
Nishinoya estaba de especial humor y Asahi intentaba lidiar con él, y eran como una pareja de cachorros. De los que dan vueltas y son insoportables, pero nadie se puede enojar con ellos porque son adorables. Su propia historia tuvo un final feliz (después de todo, se lo merecían, ¿No? Hinata se lo merecía, Kageyama lo sabía bien), pero supuso que no todos pueden tenerlo. O, tal vez, necesitaban más tiempo para darse cuenta de sus sentimientos. O peor; Kageyama se estaba volviendo un romanticón y al diablo, tenía que dejar de pensar en sus amigos de esa manera. En el fondo, era extraño. Debían resolver sus propios conflictos amorosos, y confiaba en que, tarde o temprano, lo harían. Quizá, más tarde que temprano.
Entre todo el alboroto que siempre reinaba a la hora de comer, Tanaka recibió una llamada que le llamó la atención. Porque claramente estaba involucrado.
― ¿Y por qué me llamas a mi? Llámalo directamente, es tu novio. ¿Qué? Sí, eso cierto, parece el demonio cuando está molesto pero... sí, me está mirando ahora mismo, así que mejor te lo paso. ¡No! Es tu problema.
Tanaka le dio su teléfono y Kageyama lo recibió. Sabía que era Hinata antes de escuchar su voz chillona al otro lado de la línea.
― Kageyama, no me mates, ¿Sí? Me olvidé la billetera arriba de la cama, ¿Podrías...?
― No.
― ¡Por favor! Solo tienes que subir y...
― No.
―...traérmela. No es mucho lio. Subes escaleras y las bajas. Así de fácil.
― Estoy comiendo. Te dije que no.
― Subes escalones, agarras la billetera que dejé arriba de mi cama, bajas los mismos escalones y te espero en la entrada.
―Yo sé cómo subir y bajar una escalera, imbécil. Te dije que no.
La única respuesta que hubo fue un silencio. Kageyama se llevó el tenedor con arroz a la boca, sin despegar el teléfono de la oreja.
― Hinata ―dijo luego de que estuviera callado un buen rato sin cortar.
― ¿Cuánto?
― ¿Cuánto qué?
― ¿Cuánto dinero me harás gastar en tus comidas?
― Mucho.
― Está bien. Ugh, solo tráemela rápido.
― Mmh... ―tragó mientras lo pensaba y suspiró―. Sí.
― Solo subes escalones, tomas la billetera y...
Cortó la llamada antes de oír de nuevo las instrucciones. Devolvió el celular y se odió durante cientos de escalones por haber aceptado. Descendió con la billetera en la mano y cruzó la entrada hacia donde aguardaban Hinata y Kenma.
― ¡Gracias!
Y la sonrisa de Hinata hacía que las cosas valieran la pena. Al menos un poco. Porque fueron cientos de escalones.
― Es solo por la recompensa ―dejó en claro, por las dudas.
― Ya lo sé ―Hinata bajó las cejas como si estuviera ofendido o algo.
― Siempre es por la recompensa ―añadió Kenma, levantando la vista de la pantalla de su celular.
Y allí estaba otra vez. Ese tono neutro de sutil sarcasmo.
Hinata notó que estaba a punto de estallar una guerra entre ambos (o por lo menos, de parte de Kageyama) y se metió en el medio.
― Entonces ya nos vamos. Buenas noches.
Kageyama se inclinó y lo besó. No le importaba que Kenma estuviera allí. Quería despedirse apropiadamente. Bueno, si con eso le cerraba la boca a Kenma, sería un punto adicional. Y cuando se alejó, pudo ver que sus ojos no estaban en la pantalla y los miraba con los ojos bien abiertos. Y tuvo que admitir que fue entretenido. Pero la expresión que valía la pena era la de Hinata. Se puso completamente rojo, sus mejillas haciendo juego con su cabello. E incluso en la noche, seguía pareciendo un sol.
― Buenas noches ―respondió.
Entró de nuevo en la universidad. Aun sentía los rayos cálidos en su pecho, porque aun cuando está nublado y el sol no se ve, siempre está. Y eso era lo que más amaba de Hinata. Que siempre estuvo, siempre está, y siempre estará.
No se enojen conmigo. Ya sé que tardé muchísimo tiempo en actualizar y me sentí un poco culpable porque siento que soy responsable por mis fics y toda la bola. Pero en el medio de todo este tiempo, me diagnosticaron una enfermedad que no sabíamos qué mierda era y me tuve que hacer un montón de estudios, a eso súmenle problemas familiares graves. Y cuando lo mio más o menos se solucionó, arrastré una depresión con la que estuve sin ánimos para absolutamente nada, hasta hace una semana que me empecé a sentir mejor y que escribí todo de un tirón. No estoy conforme con el capítulo (soy muy mala para hacer los finales de las cosas largas), pero al mismo tiempo siento que está bien y que no puedo tomarme un año para actualizar, especialmente (y para los que no saben) cuando me quiero ocupar de terminar el libro que estoy escribiendo, ya que se supone que eso va en serio y los fics son solo un hobbie (que ojo, no los estoy desprestigiando, pero es hora de que me ponga a producir de verdad si quiero tener un futuro en esto).
En fin, si lo entienden bien, y si no me chupa un huevo 3
Me alegra haber terminado este fic que empecé con tanto cariño y que fue recibido de la misma manera. Agradezco inmensamente todos sus comentarios :D
Por último, como regalito y/o compensación (?) publico también el prólogo de un nuevo long-fic de Haikyuu! y mañana publicaré el primer capítulo. Si a alguien le interesa, chequeen mi perfil.
Para el que quiera tener noticias sobre mis originales, sobre los fics que voy publicando o sobre el libro que estoy escribiendo, les dejo mi página de facebook: www . facebook com/milanganesa (sáquenles los espacios, porque FF no me deja poner links)
Gracias otra vez 3