Disclaimer: Los personajes son, y siempre serán, de Stephanie Meyer.

Este fic participa del Reto "Títulos de viñetas" del foro "Sol de medianoche".


''Estoy cansado de bares, ''

Escribía Carlisle una tarde de abandono, era esa máquina antigua que le había regalado su padre antes de mudarse para Arizona, que lo llevaba a un universo de infinitos.

''de besos sin nombre, de no ver el amor entre tantos amores, ''

Desde el escritorio observa los estantes de su biblioteca, todos están repletos de los diarios que escribe desde que era niño, cientos de páginas que tratan de detener la vida en palabras. Él está consiente que su diario nunca va a ser tan famoso como el de Anaïs Nin, su vida era bastante aburrida como para obtener soberano reconocimiento.

''de amantes de temporada y caricias aceleradas. ''

Esa tarde de martes apenas pudo llegar a casa cuando el cielo se desplomó sobre las calles y azoteas. En la cocina preparó té, y se dispuso a entregar su desolada noche al estimable tiempo de crear.

Cuando se trabó por enésima vez, decidió cortarlo ahí, no tenía caso, no lograba la plena concentración que siempre obtenía al momento de sentar verdadera cabeza.

Se levanta y se dirige a la ventana, observa la lluvia y se imagina historias vestidas de carreteras y azoteas con música de violines desde que las que cuelgan prendas sacuden sus colores al viento, vio a esos seres que caminan por las calles, sujetos anónimos con historias recostadas sobre sus espaldas, seres que bajo la mirada del escritor se convertirán en personajes y transitarán el teclado de su computadora.

Vio, entre esas, a una mujer empapada de la cabeza hasta los pies, vestía una chaqueta negra y traía unas botas del mismo color, botas que devoraban sus rodillas. Las gotas de agua acuchillaban su cuerpo sin clemencia alguna, era una mujer pequeña, y, sin sus lentes, no podía lograr distinguir de quien se trataba.

Al cabo de un rato la perdió de vista entre persona tras persona con sus paraguas abiertos sobre sus cabezas y que pasaban frente a ella. Volvió a su escritorio, pero antes de que le diese tiempo de sentarse, el timbre de la puerta de su casa resonó por las esquinas.

Cuando la abrió, pestañeó sorprendido.

Era Esme.

Por un momento, se limitaron a mirarse, mientras afuera Las gotas de lluvia estallaban contra el negro asfalto como plantas de floración rápida.

Parecía preocupada, estaba mordiéndose el labio inferior. De repente, tenía casi el aspecto de una niña, inmersa excepcionalmente en un conflicto. Algo le pasaba, era evidente, y Carlisle esperó sin decir nada mientras ella tomaba una decisión, con la lluvia pegándole el pelo a la cabeza y emplastándole la camiseta al cuerpo como si fuese pintura negra.

―No quiero ser así ―dijo por fin, apartándose el pelo mojado de la cara―. Vamos. Quiero hablar contigo.

Las gotas de agua se resbalaban desde sus pestañas hacia sus mejillas como si fueran lágrimas.

Carlisle se hizo a un lado y ella entró, chorreando agua y formando un charco debajo de sus botitas y en la entrada de la casa. Pero a Carlisle no le importó, tomó su chaqueta y la colgó en el perchero.

―Siempre he sido distinta a mis hermanos. ―dijo ella sin preámbulos―. Me refiero a que ellos nunca han tenido problemas para enamorarse, de hecho lo están, para siempre. Acabados. Confían en todo el mundo, mientras que yo, como habrás podido comprobar, no confío en nadie.

―Cada uno es distinto ―dijo, tratando de sonar comprensivo, encarándola―. Todo esto no significa que ellos no sean más felices que tú…

―Seguro que sí ―dijo Esme―. ¿Piensas que no lo sé? ―lo miró fijamente― Mi padre le fue infiel a mi madre, yo tenía entonces trece años. Ninguno de mis hermanos lo supo, mi madre me explicó que simplemente no se puede confiar en los hombres, y me dijo que no se lo contara a nadie.

Carlisle pensó en Esme más joven, guardando el secreto, sin contárselo nunca a nadie, escondiéndoselo a sus hermanos. Sabiendo cosas sobre su familia que ellos nunca sabrían.

―Creía que saberlo me hacía especial, no pensé en aquel momento cómo podía influirme. Pero ahora veo a mis hermanos entregar su corazón y pienso: «¿Sabéis lo que os hacéis?». Los corazones se parten. Y nunca vuelves a ser el de antes.

―Tal vez eres alguien mejor ―dijo Carlisle―. Yo sé que eres alguien mejor. Porque tú sólo eliges a tíos que nunca irán en serio contigo. Para no tener que ir en serio con ellos.

Esme se lo quedó mirando con ojos brillantes, pero no dijo nada. Ella dio un paso hacia él. Estaban muy juntos en esa pequeña estancia y él podía escuchar el sonido de su respiración, olía a champú y a perfume de gardenias. Esme asintió.

Sin darse cuenta, rozó su mano con la de Carlisle. Él la tomó y la llevó a su cabello. Dejó que Esme lo acariciara, su rostro, su boca.

Levantó la cara para mirarlo con gran intimidad. Sus ojos eran un cristal nítido.

Entonces sus bocas se encontraron en un beso poderoso, apasionado, con la acompasada cadencia de sus labios que se reconocían, jugando a quemarse con fuego, con el auténtico ardor de sus cuerpos que se despertaban.

―Sí ―dijo ella pegada a su boca, entre beso y beso― sí estoy enamorada de ti.

Se abrazaron con mucha fuerza, tratando de comunicarse a través de los poros de su piel la manera en que se necesitaban.

A la mañana siguiente, la luz del sol despertó a Carlisle, su compañera, acalorada, había echado las cobijas a un lado y desnuda, con la dulce serenidad de una ninfa que duerme, le pareció más hermosa que nunca.

Sobre su escritorio, vio su máquina de escribir, y, sobre ella, plasmado en una hoja, el pequeño relato que no había terminado.

Se levantó, menos desorientado, y comenzó a terminar eso que había empezado sin rumbo.

''Anoche volvió a suceder:''

Escribía.

''El deseo nos llevó a empujones a ese bar.

Volvimos a sentir

Que hay heridas que se cierran

Cuando dos piernas se abren.''


N/A: Recuerden, un review es una sonrisa, y las sonrisas son la vitamina del mundo.