Planes vacacionales
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Hanabi y Kiba llevaban la mañana entera comparando precios de boletos de avión, había sido un largo debate sobre la línea aérea, el servicio y las malas experiencias de Akamaru, que habían dejado un terrible traumatismo en el pobre e "indefenso animalito", según el idiota ese que no entendía lo que espacio personal significaba. Al final, Hanabi había ganado la batalla y ahora tenían un segundo round, después de un receso de una hora, en el que ella salió a caminar para tranquilizar su desesperación y no terminar asesinando al muchacho.
– No lo sé, Hanabi…
– Esta cadena hotelera es buena, en el viaje de graduación de Hinata nos hospedamos en uno.
– Es que, el jodido servicio varía. – Murmuró, rascándole la cabeza a Akamaru, que casi babeaba sobre sus regazos.
Inhaló, exhaló. – Si te estoy diciendo que es buena, Inuzuka, es porque es buena.
Los ojos negros rodaron, luego se posaron sobre ella y la miraron, desestimándola, como si ella no supiera; apretó los labios, esperando la estúpida respuesta que le soltaría el estúpido ese.
– Tú qué sabes de hoteles Hanabi…
– Más que tú, chucho estúpido. – Masculló y Akamaru aulló, ofendido. – Pasa, que yo me he hospedado allí.
– Está bien, está bien. – Cedió, temeroso de que le arrancara la cabeza. Se inclinó sobre la pantalla del computador, mirando las fotografías del hotel. – Si… se ve bien.
Respiró profundo, una ligera sonrisa triunfal se empezó a dibujar en sus labios.
– ¡Ay, no Hanabi, ese hotel no!
Su rostro cambió a uno de incredulidad, que no pudo disimular, tomó el computador y lo miró. – ¡¿Qué tiene de malo?!
Kiba la miró ofendido. – ¡No permiten mascotas!
Miró el ordenador en silencio. – Claro.
Derrotada, cerró el portátil y se puso en pie, incomodando a Akamaru. Tomó sus cosas, se echó su bolso al hombro y caminó hacia la puerta. Kiba miró confundido la puerta, ¿por qué se iba? ¿Qué había dicho? Miró a Akamaru, que parecía confundido también y echó la cabeza en dirección a la puerta dos veces; asintió.
– ¡Flaca!