¡Bienvenidos a este pequeño nuevo mundo! Espero que les guste esta historia de romance y humor, pues a mí me ha gustado escribirla para ustedes.

Sin más que decir, espero que les guste! O.-/

PD: Esto es como una advertencia, querido lector. Si bien el título y el resumen sugieren un fic que relata la relación entre hermanos, ésta es una historia con una trama algo... trillada. No por eso deja de ser divertida, aquí he querido plasmar muchas actitudes que, de seguro, todos nosotros hemos tenido más de una vez con nuestros hermanos, seas el mayor, el mediano o el pequeño. Es por eso, sólo una advertencia. Espero no defraudarte :3

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Despertó temprano esa mañana, tal y como lo hacía durante los días de clase. Le tomó veinte minutos desperezarse y poder levantarse de una vez, algo habitual en ella, se dirigió hacia el baño y se miró al espejo, sus ojos reflejaba la molestia que sentía por tener que hacerlo aun cuando podría estar en la cama por media hora más, y sí, media hora más era mucho cuando se trataba de dormir. Cerró la puerta de manera pastosa y comenzó con su rutina diaria, primero el pequeño taburete que le permitía quedar a la altura del maldito espejo, maldecía a sus padres por colocarlo tan alto, y es que ella medía tan sólo un metro cuarenta y cuatro, "Nunca seis centímetros más ¿no? Digo, para completarla, tal vez" pensaba una vez más, como todos los días, ofuscada por su situación, sólo alcanzaba a ver sus ojos en el maldito espejo; segundo los dientes, cinco minutos a reloj cepillándose los dientes con suma precisión y cautela, pues bien le había enseñado su padre de pequeña que unos dientes bien cuidados decían mucho de la higiene de la persona; luego la cara, una vez que se enjuagaba la boca comenzaba a lavar su rostro con abundante agua y un jabón especial que sólo ella utilizaba. Hoy era lunes, ¡ah sí! Día de limpieza facial con la crema exfoliante que su buena amiga Rangiku le había recomendado meses atrás. Una vez lista cepilló su cabello, corto hasta los hombros y de color negro, peinándoselo como solía hacerlo siempre: cabello suelto y un mechón que caía entre sus ojos del cual ya se había resignado desde pequeña a dejarlo estar cuando notó que por más método que utilizara para llevárselo hacia atrás éste volvía a su lugar.

Cualquiera pensaría que eso era todo, ahora sólo faltaba cambiarse de ropa y bajar a desayunar. No para Rukia. Volvió a su habitación y, por supuesto que luego de cambiarse a su usual uniforme escolar, tomó un estuche mediano que guardaba en un cajón exclusivamente reservado para el mismo, lo depositó en su cama y lo abrió dejando ver todo tipo de cosméticos que toda mujer desearía tener, hizo uso de los más habituales para ella y se acercó al enorme espejo que estaba incrustado en una buena porción de pared. Comenzó a maquillarse primero con el corrector de ojeras e imperfecciones, luego la base líquida y encima la base en polvo. Cuando tocó el turno de los ojos, sólo tomó el iluminador y se lo colocó suavemente para que se viera natural, delineó a penas el borde de sus ojos y terminó con el marcador de pestañas. ¡Ah, casi lo olvidaba! Rebuscó entre las cosas del maletín el brillo labial, era ridículo que se perdiera si ella lo ponía siempre en un mismo lugar… ¡Ahí estaba! Junto a los pinceles de las sombras, ¿tal vez se hubiera caído en un descuido suyo? Antes de tomar su portafolio se miró una vez más al espejo, la verdad es que no hacía falta todo ese maquillaje y ella lo sabía, su cutis era perfecto desde que era una niña y sus pestañas largas resaltaban sus enormes ojos violetas aun si no llevara maquillaje, pero… era difícil de explicar.

– ¡Rukia, se te hace tarde para ir a la escuela! – se escuchó el gritó de su madre desde la cocina. ¿Qué? ¿Ya era tan tarde? ¡Pero si cuando despertó todavía era muy temprano!

Recogió sus cosas y las guardó en el estuche, y luego a éste en su cajón. Tomó finalmente su portafolio y salió corriendo escaleras abajo.

Una vez llegó a la cocina su madre terminaba de colocar sobre la mesa su café con leche, espumoso, tal y como le gustaba. Se sentó y bebió de él a la par que tomaba una tostada.

– La próxima semana comenzaremos con los exámenes de fin de curso. El mundo entero está aterrado por lo que eso significa en Historia. – dramatizó la pelinegra mirando a su madre.

– No creo que todo el mundo. Exageras, hija. – le dijo dulcemente una mujer de casi cuarenta años que era físicamente idéntica a su hija.

–No, mamá, no lo hago. Deberías conocer al profesor, te da miedo el sólo estar cerca de él. Recuerdo que durante el último examen hizo llorar a Asano Keigo, un compañero de clase.

– Pues lo que oí durante la reunión de padres fue que él había entregado el examen a los cinco minutos de haber comenzado y sólo llevaba escrito su nombre. Creo que el Señor Yamamoto tenía razón al regañarlo.

– Aun así creo que él da miedo. – finalizó Rukia bebiendo de su taza. – Papá, creo que hoy saldré con las chicas al centro comercial, necesito dinero.

– Pues buena suerte consiguiéndolo. – desde la cocina su esposa se aguantó la risa y volvió su vista a la mesa para apreciar la reacción de su hija mayor.

– ¡Papá! – lo regañó Rukia al darse cuenta de que éste le estaba tomando el pelo. Su padre, quien hasta entonces leía el diario matutino como todas las mañanas, levantó la vista hacia su hija y enarcó una ceja.

– ¡Ah, ya entiendo! ¿Entonces se suponía que eso era una pregunta? Hisana ¿a ti te lo pareció? – la aludida lo miró antes de subir por las escaleras a apurar a los niños, parecía comunicarse telepáticamente con su esposo y su hija, pues a él le decía "Ya deja de jugar" y ella "Y tú pide amablemente las cosas". Ambos resoplaron al verla desaparecer y Rukia fue la primera en hablar.

– Querido, hermoso, inteligente y grandiosísimo padre de mi alma ¿Podrías prestarle a tu humilde hija, quien te pide de rodillas, psicológicamente, un poco de dinero para que vaya a pasar una tranquila tarde de amigas con sus compañeritas de clase? – preguntó con ojitos de cachorro y sus manos juntas en forma de súplica.

– Oh por Dios. La bruja está intentando hechizar a papá para conseguir salirse con la suya ¿Quién sabe qué perverso plan tendrá ideado ahora? – decía una niña de aproximadamente diez años terminando de bajar las escaleras, siendo seguido por su hermano de igual edad. Ambos pequeños tenían el cabello oscuro y más o menos corto. La niña, tenía ojos marrones y era de contextura delgada. Su hermano, de la misma estatura y complexión, llevaba el pelo un poco más largo en cuanto a la parte delantera, que caía en forma de flequillo por ambos lados de su cara y hasta su mentón; sus ojos, de color azul intenso, estaban enmarcados por unos lentes finos y rectangulares que utilizaba como consecuencia de su problema de vista.

– ¡Ustedes dos no tienen nada que opinar, mocosos, así que cierren la boca! – los regañó Rukia a los gritos.

– ¡Ahh! – gritaron al unísono ambos niños. – ¡La bruja vuelve a mostrar su naturaleza monstruosa!

– Malditos…

– Podrías haberte ahorrado todo el dramatismo, pero está bien. – intervino Byakuya, su padre, antes de que nuevamente su desayuno se viera afectado por la batalla campal entre sus hijos. – Te daré lo que pides sólo si me haces un favor. – Rukia frunció el ceño imaginando que nada bueno podría continuar de esa última frase.

– Ya me encargué de pasear a Kon ayer por la tarde, esta vez les toca a esos renacuajos. – respondió señalándolos.

– ¡Oye! – le reprocharon los menores a lo que ésta les sacó la lengua en señal de burla.

– Rukia, deja a tus hermanos en paz y escucha a tu padre. Tatsuki, Uryu, apúrense o llegaran tarde a clase. – Intervino ahora su madre.

– Como te decía, deberás hacerme un pequeño favor para conseguir el dinero. ¿Lo harás?

– No tengo opción. – respondió derrotada.

– Necesito que lleves por hoy a los niños al Instituto, debo encargarme de algo importante antes de ir a mi trabajo.

– ¡¿QUÉ?! – se escuchó a coro por parte de los tres hermanos.

– Lo que han oído, deberán tratar de no matarse en el trayecto a clases. – respondió indiferente su padre volviendo a concentrarse en las noticias del diario.

– ¡No iré con estos demonios por la calle! ¡La gente pensará que somos hermanos!

– De hecho lo son, querida. – le dijo desde la cocina su madre.

– De hecho, mamá, somos medio-hermanos, recuerda que somos adoptados y por suerte no llevamos la misma sangre bestial que Rukia. – respondió Uryu llamando la atención de su madre.

– ¡Oye! – reclamó la mayor siendo pasada por alto.

– Entonces, si no se consideran parte de esta familia por completo tendré que cancelar su mesada hasta nuevo aviso. – avisó su padre sin demostrar enojo o molestia por lo dicho por su hijo.

– ¡Alto al fuego, padre! – exclamó Tatsuki apoyando su taza ya vacía en la mesa con algo de brusquedad. – Creo que lo que Uryu intentaba decir es que a pesar de no llevar la misma sangre salvaje que lleva nuestra hermana mayor, estamos agradecidos de poder formar parte de una familia tan maravillosa que nos quiere mucho y nos da una buena y justa mesada todos los meses. No hay necesidad de bromear así ¿no lo crees? – los tres mayores se quedaron viendo perplejos a la pequeña niña de diez años que hablaba tan formalmente como lo haría Rukia tal vez.

– Espero que no se les haga costumbre. – refunfuñó Rukia saliendo de su asombro y tomando el billete que su padre ya había sacado de su billetera momentos antes y ahora sostenía en el aire. – Tienen dos minutos antes de que me vaya y los deje a la deriva. – amenazó en la entrada de la puerta mientras se colocaba sus zapatos y el abrigo.

– Mmh… Piensa, hermanito. – dijo Tatsuki en pose pensativa. – Ir solos como niños grandes y demostrarles a nuestros compañeros lo geniales que somos… o ir con Rukia y en cambio mostrarles a la bruja que se oculta en nuestra familia. –Uryu adoptó la misma pose agarrándose el mentón con una mano y sosteniendo su brazo con la otra.

– Ir o no ir… esa es la cuestión. – modificó un poco las líneas de una obra literaria de Shakespeare sorprendiendo a sus padres.

– Niños, mejor se van ahora o Rukia los dejará en serio solos. – aconsejó su madre. Al ver que ellos se miraban entre sí sonriendo, agregó. – Vayan o para la próxima añadiré a su almuerzo brócoli y tomates. – al instante, los pequeños ya se habían colocado sus zapatos y abrigos y escapaban de la casa gritando detrás de sí un "¡Adiós mami y papi, los queremos!"

– ¡Qué demonios hacían para perder tanto tiempo! Llegaremos tarde si no nos apuramos. – los reprendió Rukia al verlos salir corriendo de la casa. Los pequeños maldijeron su suerte por tener que ir con la bruja de su hermana, en cuanto llegaran al salón deberían explicarles a sus compañeros quién era esa chica.

– Diremos que es la nueva mucama temporal, Chizuru está de vacaciones. – le susurró Tatsuki a su hermano y este asintió de acuerdo.

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Cuando iban llegando a mitad de camino, los tres hermanos alzaron la vista hacia el cielo preguntándose qué demonios habían hecho mal para merecer tal castigo. Unos pasos más adelante, Rukia tropezó contra una persona y cayó sentada al suelo y los pequeños comenzaron a reír a carcajadas.

– ¡Pero qué demonios te pasa, idiota! ¿No ves que venía de frente? – reprendió al sujeto que se había interpuesto en su camino. Sin embargo, los siguientes insultos murieron en su boca al ver de quién se trataba. – Tú…

– Lo siento. – se disculpó ofreciéndole una mano para ayudarla a levantarse. – Es que venía pensando y no me fijé. – le dijo sonriendo y tallándose la nuca avergonzado.

– N-no, yo lo siento. – se apresuró a corregirlo. – No venía atenta al camino así que fue mi culpa. Yo lo siento. – le respondió hablando rápido y nerviosa.

– ¿Te parece si repartimos la culpa? – le extendió la mano en señal de tregua y ésta le correspondió gustosa y con una sonrisa. – Por cierto, soy Ichigo Kurosaki. – ¿Se presentaba? ¿Es que era tan despistado como para no darse cuenta de que ambos eran compañeros de clase? Por supuesto que ella sabía su nombre, cómo no si él era el más popular entre las chicas, Rukia lo admiraba desde hacía dos años.

Ciertamente era un chico alto y bien formado, le llevaba a Rukia treinta y siete centímetros de diferencia, y sí, ella se había encargado de investigarlo; ojos color avellana y un característico color de cabello anaranjado que, aunque muchos no creyeran, era natural. Debido a que eso último le había supuesto muchos problemas con delincuentes de otros institutos y hasta con la policía en consecuencia de los otros tipos, Ichigo había desarrollado a través del tiempo una tendencia a llevar el ceño fruncido casi todo el tiempo, sin embargo eso contrastaba mucho con su forma de ser tan bondadosa y comprensiva con los demás, por eso mismo era tan popular entre las chicas y también chicos de su instituto, de los cuales era muy amigo de todos.

– Ahh… Kuchiki Rukia. – se presentó.

– También vas al Instituto Karakura a juzgar por tu uniforme escolar…

– Soy tu compañera de clases, Ichigo. – respondió algo decepcionada al sentir que el chico jamás había notado su presencia. Por su parte, Ichigo sintió esa aclaración como un balde de agua fría, pues de ser eso cierto entonces se estaba comportando como un completo imbécil e insensible.

– ¡L-lo siento! – exclamó de inmediato. – N-no fue… no fue mi intención es que yo soy muy malo tratando de recordar nombres. Te aseguro que a veces me cuesta hasta recordar el nombre de mis amigos.

Rukia enarcó una ceja y lo miró incrédula ¿era tan idiota como para olvidarse hasta el nombre de sus amigos? Al ver que éste asentía jurándoselo y recontra jurándoselo, pensó que aun así se veía apuesto, sonrió y pronto comenzó a reír por lo bajo.

– ¿Eh? ¿De qué te ríes? – preguntó confundido.

– De ti, eres un tonto. – Ichigo se la quedó viendo por unos segundos y luego sonrió, al menos ya estaba mejor.

– ¡Apresúrate Yuzu! – regañó una niña de, aparentemente, diez años y cabello negro a otra de su misma edad y estatura pero con cabello de color marrón. La aludida cerró la puerta y corrió detrás de la primera hasta llegar donde Ichigo se encontraba.

– Qué mala eres, Karin. Tenía que terminar con el pastel de cumpleaños de Rurichiyo, se lo prometí.

– No entiendo por qué. Eres muy buena, hermanita. – se quejó la pequeña pelinegra con molestia.

– Karin… – susurró Yuzu ya a punto de llorar.

– Espero que para mi cumpleaños sea un pastel mucho más grande y delicioso. – Yuzu sonrió ampliamente y asintió prometiéndoselo.

– Bien, niñas, ¿les parece si nos vamos? Todavía debo conocer la ruta de camino a su escuela y ya se nos está haciendo tarde. – les aconsejó su hermano mayor viendo la hora de su reloj.

– ¿Eh? Uryu, Tatsuki ¿Qué hacen aquí? – preguntó Karin al notar que sus compañeros también las miraban sorprendidos. – ¿Acaso van solos a la escuela? – los pequeños se vieron entre ellos y sonrieron.

– ¡Así es! – exclamaron al unísono sacando pecho y creyéndose importantes.

– ¡Oigan! Aún estoy aquí. – los regañó Rukia siendo callada por ambos.

– ¿Ustedes ya se conocen? – preguntó Ichigo.

– Sí, somos compañeros de la misma clase, ellos son Uryu y Tatsuki. Él es nuestro hermano, Ichigo. – los presentó Yuzu con una amable sonrisa.

– ¿Y tú quién eres? – preguntó Karin a la chica que miraba todo casi como fuera de escena.

– ¡Oh, lo siento! Soy Rukia, hermana de estos dos dem… digo estos dulces niños. – tanto Uryu como Tatsuki se dieron la vuelta mirando con su mejor cara de terror a su hermana. ¿Es que acaso ella los había llamado "dulces niños"?

– ¿Eh? ¿Tatsuki y Uryu tienen una hermana mayor? Nunca se lo contaron a la clase. – los reprendió Yuzu, a lo que estos evitaron encontrar su mirada con la de Rukia.

– Bu-bueno… verás… t-tratábamos de encontrar el mejor momento para… ya sabes… y eso… – balbuceaba Tatsuki con algo de temor al sentir un aura frío y tenebroso detrás de sí.

– ¿Rukia, t-te… te molestaría si…? – comenzó Ichigo sin saber bien como preguntar. La aludida dejó de perforar a sus hermanos con la mirada para prestar atención a lo que su compañero quería decirle, aunque en realidad no le entendía. – ¿Qué te parecería si vamos juntos al instituto? – algo dentro de ella se movilizó y su corazón comenzó a palpitar acelerado y alocado. – Digo… así puedes mostrarme el camino que lleva hasta la escuela de los niños. – pronto ese sentimiento desapareció y Rukia cayó de su nube rosada imaginaria. – Es que mis padres no están y debo encargarme de mis hermanas pero lo cierto es que aún no conozco la ruta que lleve hasta su instituto.

Rukia lo miró y apreció cada detalle de su perfecto rostro, era tan lindo… "¡Concéntrate!" le gritó su conciencia pegándole una cachetada psicológica.

– C-claro, si eso no te molesta. – respondió con una sonrisa cortés.

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– ¡Bien, niñas, hemos llegado! – exclamó Ichigo haciendo sonreír a las pequeñas hermanas. – Bueno, ya saben que deberán esperarme un poco antes de que venga a buscarlas…

– Porque tú sales a la misma hora que nosotras, ya lo sabemos. – completó la frase Karin. – Tranquilo, te esperaremos sentadas por allá, no te tardes mucho con la "princesita odiosita" – dijo lo último con asco. Rukia se extrañó por el comentario, ¿acaso las niñas se referían a…?

– Ya les dije que no llamaran así a Orihime, niñas. Además ella no es mala.

– ¡No! Sólo odiosa, eso es lo que dije, hermano. Acéptalo, ni nuestros padres la soportan con esa vocecita chillona llamando "Ichigo, Ichigo". – dijo lo último imitando la voz de su novia. – Me hace querer cambiarte el nombre.

– Karin tiene razón, hermanito. Ella no es buena, la última vez criticó la comida de mamá y sabes que a papá eso no le gusta. – Rukia escuchaba sin poder creérselo, pues Orihime siempre daba impresión de ser buena e inocente pero ella sabía que era sólo una pantalla para poder agradar a todo el mundo y así poder manipularlos, al final no era la única que pensaba así ¡tenía razón!

– Sólo había preguntado si le había puesto suficiente sal a la comida, hasta yo lo sentí. – trató de justificarla con una sonrisa de disculpa. – En fin, es hora de que vayan entrando si no quieren que su profesora las regañe.

Las niñas se colgaron del cuello de su hermano abrazándolo de manera cariñosa, se despidieron con un beso y un "buena suerte" y se adentraron al instituto. Rukia se quedó de piedra, esa relación entre hermanos era tan… perfecta que hasta parecía mentira. Miró a sus hermanos, que ya comenzaban a caminar por donde las niñas habían desaparecido, tomó valor e hizo lo que estaba segura que era un crimen contra su naturaleza.

– ¡Niños! – llamó con un tono de voz dulce. Los aludidos se dieron vuelta mecánicamente al percatarse de que la voz, aunque bruscamente cambiado el tono, era el su hermana. – ¿Es que no piensan saludar a su querida hermanita? ¡Vengan aquí! – los llamó a la par que ella iba a su encuentro.

– No recuerdo haberle hecho nada aun… – le dijo Uryu a su hermana con temor. Tanto él como Tatsuki cerraron los ojos esperando el golpe por parte su hermana, pues eso era lo único que podría ocurrir si ella se acercaba, sin embargo éste nunca llegó. Por el contrario, sintieron como eran rodeados por los brazos de Rukia.

– Tengan un lindo día ¿sí? – Eso fue el colmo, ambos pequeños se alejaron con torpeza y brusquedad de la bruja y se abrazaron entre ellos con miedo.

– ¿Q-qué te ocurre, Rukia? – preguntaron ambos casi temblando del miedo.

– ¿Eh? – se hizo la desentendida. – ¿Pero de qué hablan? Sólo soy como siempre, no bromeen. – se acercó hasta Uryu y trató de darle un beso en la frente pero éste al sentir su peligroso acercamiento la apartó de sopetón haciendo que cayera sentada al suelo.

– ¡Aléjate de nosotros, bruja malvada! ¿Quién sabe qué macabro plan estarás tramando ahora? – Rukia lo fulminó con la mirada tratando de que esa manera cerrara la boca. Detrás de los tres hermanos se encontraba Ichigo mirando la escena entre divertido y confundido, si bien no era muy común ver una reacción tan brusca de parte de un hermano menor, era muy buena obra cómica para una comedia familiar de televisión.

– Sólo quería darte un beso, Uryu. – dijo entre dientes con su fingida amabilidad.

– ¡¿Es que acaso te has vuelto loca, Rukia?! – gritó Tatsuki desesperada. – Creo que deberías llamar a papá y pedirle que te lleve al hospital, ¡estás delirando!

– ¡Sí! ¿Quién sabe? Hay una alta probabilidad de que el beso de una bruja perversa me mate.

Ichigo apretó los labios con fuerza y se tapó la boca para no ser grosero pero era imposible no reírse ante semejante comentario. Sin embargo, eso fue el colmo, Rukia se levantó del suelo y se acercó a Uryu emanando un aura completamente oscura.

– Mira, pequeño insecto, intento ser buena para poder hacer que esto funcione y tú no me ayudas en lo absoluto, de hecho ninguno lo hace. – le decía con voz de ultratumba y de manera que sólo los dos pequeños escucharan. Más atrás de ellos, Ichigo observaba sin poder escuchar. – ¿Crees que a mí me agrada tener que desviar mi usual camino? Estoy tan molesta como tú, incluso más, así que te voy a pedir que ¡DEJES DE COMPORTARTE COMO UN IDIOTA Y ENTRES DE UNA MALDITA VEZ AL MALDITO INSTITUTO ANTES DE QUE PATEE TU MALDITO TRASERO! – gritó lo último sorprendiendo completamente a su compañero.

Uryu salió corriendo casi en el acto siendo observado por tres pares de ojos. Uno de los tres espectadores, específicamente su hermana menor, suspiró pesadamente y volvió su vista hacia el chico de extraña cabellera, "Por Dios, hasta parece un delincuente. Pero qué gustos más raros tienes, hermanita." Pensaba Tatsuki con un deje de maldad asomándose en forma de sonrisa en su cara. Se acercó a Ichigo muy a pesar de la perforadora mirada de su hermana mayor y se lo quedó observando casi como analizándolo.

– ¿Cómo dices que te llamabas? – preguntó sin delicadeza. Ichigo se agachó hasta su altura y sonrió.

– Kurosaki Ichigo, compañero de Rukia. ¿Tú eres Tatsuki?

– Tatsuki Arisawa, el gusto es tuyo. – le respondió estrechándole la mano y dejando perplejo al chico.

– Ahh… claro. – alcanzó a decir. – Espera, ¿dijiste Arisawa? Creí que eras hermana de Rukia.

– Es una larga historia que no tienes por qué saber. – le dijo con naturalidad pero sin mucha educación. – Pero, en resumen, Uryu y yo somos adoptados, nuestros padres nos dejan seguir presentándonos con nuestros verdaderos apellidos aunque en el registro de la profesora seamos Kuchiki. Como sea, sólo quiero decirte que este monstruo que osa llamarse nuestra hermana es un peligro para la sociedad y como yo soy una de las que mejor la conoce me veo obligada a advertirte que tengas cuidado con ella, pues cuando las brujas se enamoran es probable que hechicen a la persona desafortunada.

– ¿Eso crees? – preguntó sonriendo y viendo que detrás de la pequeña, Rukia se sonrojaba cada vez más tomando el color de un tomate.

– ¡No lo creo, lo sé! Y déjame decirte, amigo mío, que tú eres esa desafortunada persona de la que esta bruja se ha enamorado. Te lo vuelvo a advertir, – le dijo colocando una mano en su hombro y mirándolo con suma seriedad. – aléjate de Rukia si no quieres ser hechizado por la bruja que lleva dentro. – Rukia abrió grande los ojos y antes de poder dejarla decir algo más la tomó del brazo bruscamente y la dirigió hacia el interior del instituto.

– ¡Oh, vaya! Qué mal que no puedas seguir hablando con Ichigo, Tatsuki, debes ir a clases. – la empujó para que desapareciera de allí. Tatsuki se dio la vuelta y le sacó la lengua, a lo que Rukia le susurró que la mataría esa misma tarde al llegar a casa.

Cuando volvió con Ichigo éste evitaba mirarla mientras respiraba hondo y exhalaba con lentitud.

– Lo siento por lo anterior. – le dijo con vergüenza la pelinegra.

– No te preocupes. – le contestó tajante.

– ¿Estás enojado? – le preguntó con temor.

– Para nada.

– Claro. – bajó la mirada y contempló el suelo con decepción, gracias a esos mocosos su relación con Ichigo había pasado de cero a menos cien.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por una risa ahogada que provenía del chico delante de ella, no la estaba mirando pero podría jurar que él se reía… y de ella.

– ¿Qué ocurre?

– Nada, nada. ¿Nos vamos ya?

– ¿Te estás riendo… de mí?

– Para nada, ¿cómo puedes pensar eso?

– ¡TE RÍES DE MÍ, MALDITO! – Rukia comenzó a pegarle con su portafolio haciendo que Ichigo soltara de lleno las carcajadas que intentaba reprimir. Luego de unos minutos, al final retomaron su camino hacia el instituto.

– Tienes una relación muy… particular con tus hermanos. – comentó Ichigo con una sonrisa burlista al recordar todo lo anterior.

– Sí, siento que hayas visto eso. – se disculpó. – P-pero no siempre somos así, no sé qué ocurrió hoy, generalmente nos llevamos de maravilla, ja, ja, ja, ja. – se corrigió a sí misma apenas comprendió el error que cometió. Ichigo comenzó a reír por lo bajo incomodando a la pelinegra. – Aun así, siento mucho lo que te dijo Tatsuki, fue… fue una broma de hermanas pero creo que esta vez se pasó de la raya. – "En serio, esta vez se pasó de la raya." Pensó ofuscada.

– Tranquila, tampoco es como si creyera eso de ti. Cómo iba a gustarte cuando es la primera vez que hablamos- – Rukia se quedó helada al oírlo, aun cuando fuera eso justo lo que quería que creyera, era cruel de su parte decirlo tan… directamente.

– Ja, ja, ja, c-claro, tienes toda la razón. – reía nerviosamente.

– ¿Lo ves? No hay nada de qué preocuparse, yo te entiendo. – le dijo sonriendo.

– S-seguro… – le respondió forzando una sonrisa y agachando la mirada, ese chico sí que era cruel aun sin darse cuenta.

Los minutos pasaron y pronto llegaron al instituto, justo a tiempo, por suerte. Ichigo esperó gentilmente a que Rukia terminara de ponerse los zapatos y entonces ambos se encaminaron a su salón. No se imaginaban que la reacción de sus compañeros iba a ser tan particular.

Debido a que Ichigo y Rukia solían actuar como dos completos desconocidos, el verlos juntos atravesar la puerta de entrada al salón había sido una auténtica sorpresa, ni mala ni buena, sólo una sorpresa. Ichigo no notó, o al menos ignoró, la mirada tan extraña y asombrada de sus amigos y compañeros, no así Rukia que trataba de llegar a su asiento sin cruzar mirada con ninguno de los que la rodeaban, pues sentía que con sólo hacer contacto visual podría escuchar sus voces en su cabeza decir "¿Qué intentas con él, Kuchiki?". Se separaron cuando Rukia siguió el pequeño pasillo entre los asientos hasta su correspondiente e Ichigo seguía de largo hasta el suyo al frente de toda la clase y al lado de su novia.

Al sentarse, Rukia maldijo estar relativamente tan lejos de él, cuatro asientos más atrás era demasiado y no lograba escuchar lo que Orihime le decía tan cariñosamente en clase para hacerlo sonreír. Qué mala suerte, quería ser ella quien lo hiciera sonreír, quien pudiera abrazarlo mientras apoyaba su cabeza en su hombro justo como lo hacía Orihime ahora que había llegado a la clase.

– Mira el lado realista, Rukia. Aunque pudieras no alcanzarías su hombro con tu magnífica altura. – se dijo así misma mientras sonreía.

– ¡Hey! ¿Ya te estás volviendo tan loca como para hablar contigo misma? Avísame cuando deba llamar al psiquiátrico. – le dijo una chica de aproximadamente un metro setenta y dos, casi tan alta como Ichigo, de atributos femeninos demasiado exuberantes para su edad, ojos celestes, labios gruesos y cabello ondulado rubio. En síntesis una belleza humana de quince años de edad.

– ¡Rangiku, me has asustado! – exclamó al verla apoyada en su mesa y demasiado cerca de su rostro.

– Bueno, llegué a los pocos segundos de que te sentaste, sólo que no me notaste por estar viendo a tu príncipe anaranjado. – al instante dos manos se estamparon contra su boca.

– ¿Quieres cerrar la boca? ¡Puede escucharte! – le gritó en susurros mientras miraba a Ichigo.

– Bien, bien. Lo siento. – le respondió quitándose de encima sus manos. – Pero apuesto a que ni siquiera has notado a Momo ¿verdad? – le dijo señalando del otro lado de su hombro. Al girarse, Rukia ahogó un grito al ver a Momo apoyada de la misma manera que Rangiku momentos atrás.

– ¡Oh, no te disculpes! Si era por ver a tu apuesto príncipe entonces estás perdonada. Sólo cuida de que no te descubra babeando por él. – le dijo en forma de burla mientras le guiñaba un ojo.

Momo era una linda chica de mediana estatura, más alta que Rukia y menos que Matsumoto. Sus ojos eran marrones, y el color de su cabello azabache, el cual llevaba recogido en una coleta alta. Era la más tímida de las tres, resultando su interacción con los chicos un fracaso a la hora de "coquetearles"; sin embargo, estando entre ellas podía ser tan burlista como la rubia.

– ¡Ya cierren la boca si no quieren que hable de ustedes! ¿O será que no recuerdan cuando Rangiku tropezó frente a Gin y todos sus amigos manchándose con helado el vestido nuevo que estrenaba esa noche? ¿O quizá cuando Momo intentó hablar normalmente con Toshiro y ambos terminaron hablando del equipo favorito de él aun cuando ella ni siquiera sabía de lo que hablaba? – Ambas chicas fruncieron los labios y entrecerraron los ojos en señal de derrota.

– Tú ganas esta vez pero no lo dejaremos así. – la señaló acusadoramente Rangiku mientras se iba a su asiento.

– Siento llegar tarde, el loco del profesor de ciencias me ha pedido un favor y… ¡Ah pero si ni siquiera han empezado con la clase! Perfecto. – susurró una pelinegra de cabello largo y recogido en dos largas trenzas y flequillo recto, mientras se sentaba en su asiento al lado de Rukia.

– ¡Soi! – exclamaron las tres a modo de saludo.

– ¿Qué cuentan, niñas? – les respondió ella.

– Así que… ¿el profesor de ciencias? ¿No te llamó la semana pasada también para que lo ayudes con un pedido del director? – preguntó intencionalmente Rukia.

– Tsk, ese idiota dice que necesita de mi ayuda para poder hacerlo rápido y así poder volver con las tareas del club de ciencias.

– Sí, bueno… podría pedirle ayuda también a Hanatarou, él es del club de ciencias también.

– Sí pero dice que sólo confía en mí. Es un pesado. – alegó Soi resoplando mientras se recostaba en la mesa.

– Pero no niegues que eso te agrada. – le provocó Rukia recostándose de la misma manera mientras la miraba con ojos acusadores. Soi la miró confundida.

– ¿El qué?

– Que toda su atención se centre en ti.

– Tsk, eso es porque soy la capitana del club.

– ¿Ah sí? Que yo recuerde nunca hubo una votación para elegir capitán de club. – fue el turno de Rangiku.

– Es que él los escoge de acuerdo a la dedicación que los integrantes tengan por las actividades. – se defendió.

– Según las reglas del instituto, todo club debe elegir a su capitán mediante votación. Además creo que Hanatarou también quería ser capitán. – atacó esta vez Momo.

– Recuerda que es un club que se re-formó este año, las cosas son diferentes.

– Sí, y fue gracias a que el profesor Urahara cumplió tu sueño. – le guiño un ojo Rukia y las demás comenzaron a reír.

– ¿Qué? ¿Y cuándo demonios he dicho que fuera mi sueño?

– Desde hace dos años, y desde que el profesor Urahara y tú están tan juntos todo lo que le pidas él lo cumple. Sospechoso ¿No lo creen, chicas? – La acusó Rangiku y las otras dos asentían mirándola divertidas.

– ¡Ya cierren la boca, mal pensadas! ¿Qué demonios es lo que piensan de mí y ese profesor loco? – Soi se levantó de su asiento completamente enojada y las fulminó con la mirada a las tres. Las aludidas comenzaron a reír a todo pulmón en cuento notaron el sonrojo de la pelinegra, era tan fácil molestarla que casi se había convertido en un hábito matutino.

Las carcajadas eran tan sonoras que retumbaban por todo el salón llamando la atención de todos sus compañeros y haciéndolos sonreír, de seguro ya habían hecho enojar a Soi. A lo lejos, un grupo de amigos no fue ajeno a lo que ocurría, sin embargo Ichigo sólo se concentró en la risa y sonrisa de una de las tres chicas en particular, pues ahora que la notaba Rukia era linda.

– Bueno, bueno. Suficiente de Soi, ahora pasemos a los títulos principales ¿quieren? – propuso Rangiku llamando la atención de las otras tres amigas. – Soi Fong, siéntate. – le ordenó de manera autoritaria, a lo que ésta obedeció, pues si así de seria era entonces el asunto se trataba de Rukia, y eso sí le interesaba. – ¿A quién crees que hemos visto, Momo y yo, con estos perfectos ojitos, venir bien acompañada, nada más ni nada menos, que de Ichigo Kurosaki? – Soi automáticamente posó su mirada en Rukia y ésta rodó los ojos mientras se desplomaba en su silla.

– Ya deja de dramatizar, Rangiku. Sólo vinimos juntos porque fue una coincidencia, nos encontramos en el camino, nada más. – terminó de confirmar para asombro de las demás.

– ¡¿Qué?! ¡¿Entonces tiene razón?! – preguntó Soi asombrada.

– ¿Tengo razón? – preguntó la rubia confundida.

– ¡Tienes razón! – exclamó Momo festejando por lo dicho por su amiga.

– Ahh… – "Demonios, te has delatado sola, idiota" se regañó a sí misma mordiéndose la lengua. Suspiró, de todas formas terminaría contándoselos tarde o temprano. – Bien, pero intenten quedarse calmadas, no quiero que se dé cuenta de que hablamos de él.

En cuanto las tres asintieron como niñas ansiosas de escuchar un cuento de hadas, Rukia les pidió que se acercaran más a ella y comenzó a contarles todo lo sucedido esa mañana, acabando siendo molestada por sus amigas debido a las ocurrencias de sus adorables hermanos.

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La mañana había transcurrido sin mayores problemas, sólo la hora de matemáticas había sido una tortura para Rangiku y Momo que pedían a cada rato ayuda de sus otras dos amigas para no ser fulminadas por la mirada de la mujer-ogro, como llamaban a su dulce profesora. Durante la hora del almuerzo, mientras varios alumnos iban a la cafetería para comprar lo suyo y otros simplemente buscaban un mejor lugar para comer que su salón de clases, Momo y Rangiku giraban sus asientos para poder formar una ronda junto a Rukia y Soi y así poder comer todas juntas. Pasaron quince minutos en los que nadie más que la rubia hablaba a diestra y siniestra acerca de la salida que había tenido con su novio el fin de semana pasado, al parecer no simplemente era interesante escuchar sus aventuras con Gin Ichimaru, alumno de último año y uno de los mayores galanes del instituto, sino que también preferían dejar el trabajo de entretenimiento a Rangiku mientras todas ellas comían con ganas sus respectivos almuerzos.

–…fue entonces cuando Gin me miró y me dijo que estaríamos juntos siempre, incluso si yo engordaba y me salían grandes granos en la cara. – dijo entusiasmada y con ojos de enamorada. Las demás la quedaron viendo con los ojos entrecerrados, ¿en serio un chico sería capaz de decir algo así a su novia? – Él no me lo dijo, yo le pregunté y el me respondió que incluso si eso pasaba no dejaría de amarme. – agregó al notar lo que sus miradas significaban. Por su parte, Momo, Soi y Rukia relajaron su semblante y sonrieron por la ocurrencia. – Demonios, el almuerzo acabará dentro de quince minutos más y yo apenas he tocado mi comida, ¿Por qué siempre me dejan hablar a mí sola? – se quejó al percatarse que, una vez más, había sido de entretenimiento para sus amigas.

– Si tan sólo abrieras la boca únicamente para comer esto no te pasaría tan a menudo. – le espetó Soi indiferente.

– Eres mala, Soi. – le respondió sacándole la lengua.

– Sólo realista, Ran. – le guiñó un ojo la pelinegra.

– Ahh… disculpen… – las cuatro amigas dirigieron su vista hacia la persona que las llamaba y por supuesto ninguna ocultó su sorpresa al notar que no se trataba de otro más que de Kurosaki Ichigo, el chico que nunca antes había reparado en la existencia de ese grupo de amigas. – Siento interrumpirlas a la mitad de su almuerzo pero… – rascaba su nuca mientras sonreía con nerviosismo, dirigió su vista hacia la pelinegra de ojos violetas y a ésta se le aceleró el corazón al encontrarse con su mirada. – Rukia, ¿te molestaría si hablamos unos minutos? – y si la sorpresa había sido grande al principio, nada se compararía a lo que todas sintieron al escuchar esas últimas palabras, como si todas estuvieran enamoradas del mismo chico, en resumen, a todas se le había parado el corazón para segundos después sentirlo más acelerado que en una clase intensiva de educación física.

Rangiku soltó sus palillos ahogando un grito de emoción, mentiría si dijera que no había estado esperando ese momento desde que su amiga le dijo que estaba enamorada de él, el sonrojo en sus mejillas y el brillo de emoción en sus ojos no eran para nada disimulados, miró a Rukia de manera perforadora y ésta tan sólo evitó devolverle la mirada para no pasar mayor vergüenza, pues ya se encontraba completamente sonrojada; Momo también miró a su amiga con una sonrisa de completa felicidad pensando que ya era hora de que ese idiota se diera cuenta de que la mejor persona para estar a su lado era Rukia y no la aprovechada de su actual novia; por último, Soi, aunque por dentro compartía sentimientos similares a los de las otras dos, llamó la atención de sus tres amigas y el chico parado a su lado alegando que debía ir al baño antes de que terminara el receso y que por lo menos Momo y Rangiku deberían acompañarla, las aludidas intentaron protestar pero, literalmente, Soi las tomó por las muñecas y las arrastró fuera del salón dejando a Rukia e Ichigo solos.

Si bien la situación anterior había sido completamente extraña para el chico, lo dejó pasar por alto como si en realidad fuera lo más normal del mundo, después de todo él nunca antes se había tomado las molestias de conocer a otros grupos más que el suyo. Volvió a ver a Rukia y la encontró con su mirada preocupada dirigida hacia la puerta por la cual las demás habían salido momentos antes, se veía sonrojada y algo nerviosa, y por alguna extraña razón eso lo hizo sonreír divertido.

– ¿Qué ocurre? Pareciera que has visto pasar un fantasma por la expresión en tu rostro. – rompió el silencio Ichigo mientras se sentaba en la silla frente a la de ella. Rukia volvió en sí y lo miró sonriéndole, se sonrojó aún más pensando en lo lindo que se veía más de cerca, desvió la mirada y tomó su botella de agua para simular hacer algo.

– N-no es eso, es que… es que… – Maldición, no encontraba ninguna excusa para inventarle.

– Está bien, de seguro te ha sorprendido que venga a hablarte cuando jamás hemos cruzado palabra antes. – Rukia lo volvió a mirar y él sonreía con algo de culpa. – Lo siento por eso, supongo que antes nunca había encontrado la ocasión para hablarte.

– O tal vez simplemente no habías reparado en mi existencia. – soltó sin darse cuenta de que lo decía y no lo pensaba.

– ¿Eh? – preguntó sorprendido. De hecho era eso justamente pero no quería decirlo de esa manera tan… hiriente. – L-lo siento, yo no…

– ¡N-no, no, yo lo siento! No quise decir eso… yo… no quise decirlo en realidad… – quiso aclarar la pelinegra.

– Pero en cierto modo es lo que piensas ¿verdad? – ambos suspiraron, Rukia no lo había negado, pues era cierto. Un incómodo silencio se formó a su alrededor y ninguno de los dos sabía bien cómo disiparlo.

– B-bueno… ¿De qué querías hablarme? – se animó a romper el silencio Rukia.

– Ah, sí. – sonrió nuevamente con nerviosismo, respiró hondo para tomar aire y le sonrió. – Primero que nada quería agradecerte por lo de esta mañana, sin ti probablemente habríamos llegado tarde al instituto de las niñas, después de todo… yo no conozco la ruta para llegar hasta allí. – y comenzó a reír de vergüenza, Rukia sonrió y le hizo entender que no había sido molestia. – Y… bueno… yo quería saber… saber si tú… – la pelinegra lo vio confundida y sin comprender a qué quería llegar exactamente.

– No creo que sea para tanto, sólo dímelo. – lo instó a seguir, el aludido asintió con más confianza y volvió a intentar decírselo.

– ¿Tú crees que por las próximas dos semanas podamos ir juntos llevando a los niños al instituto y luego hasta aquí? – preguntó tímidamente. – Es que ya te había dicho que mis padres no están y debo encargarme de las niñas. Verás, ellos están de viaje por trabajo y durante dos semanas debo encargarme de ellas y de la casa, el problema es que aún no he comprendido cómo llegar hasta la escuela de Yuzu y Karin y soy muy malo con las indicaciones. La mujer que se encargaba de llevarlas ha enfermado y por eso me toca a mí hacerlo. – Ichigo observó cómo Rukia lo veía sorprendida y hasta tal vez incrédula, lo más probable sería que no pudiera creer que alguien que jamás en su vida le había hablado le estuviera pidiendo semejante cosa, pero al menos debía intentarlo. – Si no puedes está bien, no tienes porqué comprometerte. – agregó antes de que ella pudiera decir algo. Rukia despertó de su ensoñación, pues haberlo escuchado pedirle un favor sólo a ella había sido maravilloso.

– No te preocupes, Ichigo, llevó a mis hermanos a la escuela la gran mayoría del tiempo por el trabajo de mi padre, por supuesto que no es problema ir contigo y con las niñas. – Ichigo vio la sonrisa radiante de la chica frente a él y algo muy dentro de sí se removió, esa sonrisa era incluso más cálida que la de su novia. – ¿Qué te parece si comenzamos a partir de hoy? – "¿Acaso yo dije eso?" se preguntó por el atrevimiento, sin embargo no podía detenerse ahora que había comenzado. – De seguro no sabes cómo llegar de aquí hasta el instituto de las niñas. – sonrió ahora retadora haciendo que Ichigo frunciera el ceño y desviara la mirada algo sonrojado.

– C-claro que lo recuerdo, ¿por qué no lo haría? – preguntó con su orgullo herido.

– Oh ¿en serio? Pues bien, mi padre me ha dicho hace un rato que no tendría problema en buscar a los niños hoy, sale más temprano del trabajo. – Ichigo se sintió acorralado, al final debería ceder y decirle que estaba en lo cierto.

– Bien, no recuerdo el camino hasta el instituto de las niñas… – respondió resignado. – Por favor ¿puedes acompañarme esta tarde? – preguntó aun algo molesto. Rukia sonrió y no aguantó por más tiempo, comenzó a carcajear a los ojos del chico que la miraba sorprendido y un poco embelesado por el sonido de sus risas.

– Eres un chico muy orgulloso, Ichigo Kurosaki. Sin embargo, como veo que te preocupas más por tus hermanas creo que tal vez podría decirle a mi padre que yo iré por los míos. – le dijo tratando de sonar interesante. Ichigo enarcó una ceja analizando lo dicho por esa enana.

– ¿Tal vez podrías? ¿Es una broma? – preguntó enfadándose cada vez más. Rukia se aguantó la risa y lo miró recargando su brazo en la mesa y su cara en su mano.

– Tranquilo, era broma. Por supuesto que no hay problema, iremos juntos a buscar a las niñas hoy y durante las próximas dos semanas. – le dijo sonriéndole una vez más y dejando a Ichigo prendido de su sonrisa nuevamente. Pronto reparó en lo que hacía y carraspeó mientras se levantaba rápidamente del asiento.

– Ahh… Muchas gracias, Rukia. – le dijo de forma estoica desapareciendo del lugar lo más pronto posible para que ésta no viera el tremendo sonrojo en sus mejillas.

– ¿Qué ocurrió? – se preguntó confundida, sin embargo no tuvo más tiempo de pensar en ello ya que había reparado en un pequeño detalle, debía avisarle a su padre que ella se haría cargo de los niños ese día… y por las próximas dos semanas.

Corrió a todo pulmón hasta los baños ignorando el timbre que daba por finalizado el receso y hora de almuerzo. Una vez allí, marcó el teléfono de su padre y esperó ansiosa a que éste contestara.

– ¿Rukia? ¿Qué ocurre? No sueles llamarme en períodos de clase. – habló su padre a forma de saludo.

– Papá, no te preocupes por los pequeños demonios hoy, yo me haré cargo de ellos, los iré a buscar una vez termine mi período de clases.

– ¿Qué? – preguntó asombrado. ¿Su hija pidiéndole hacerse cargo de sus hermanos, y a voluntad propia?

– ¡Lo que escuchaste! – respondió ella impaciente. – Escucha, no tengo tiempo, el receso ha terminado y debo volver a clases, te veo en casa, adiós. – y cortó la llamada sin darle tiempo a su padre de preguntarle nada.

Antes de salir del baño se miró al espejo para ver que todo en ella estuviera bien, sin embargo algo llamó su atención. Giró su cabeza y pudo ver que a su lado yacían Momo y Rangiku esposadas a la cañería de uno de los lavabos, mientras que Soi estaba muy tranquila sentada en la mesada de los mismos limándose las uñas.

– Creo que algo grande ha ocurrido para que tú decidieras hacerte cargo de los pequeños demonios. – dijo la pelinegra con suma tranquilidad. Rukia iba a replicar pero en realidad nada salía de su boca, al menos nada coherente. – Tranquila, ya tendrás tiempo de contárnoslo todo. Ahora vamos a clase antes de que el profesor nos castigue por llegar tarde. – Bajó de las mesadas y comenzó a caminar hacia la salida. – ¿Vienes? – preguntó al ver que Rukia no se movía de su lugar.

– Pero y… – señaló a sus otras dos amigas que intentaban decirle algo y no lo lograban debido a la cinta que cubría sus bocas.

– Ahh… cierto, debo liberarlas. – comentó con inocencia como si realmente lo hubiera olvidado. Se acercó a ellas y se agachó a su altura mirándolas con una sonrisa en su cara. – Lo siento, esto dolerá. – sin más que decir y ante las miradas aterradas de las dos esposadas tomó la esquina de la cinta que cubría sus bocas y se las quitó al mismo tiempo dejando escuchar por todo el instituto un alarido agudo y escandalosamente fuerte. Las desposó y las cuatro volvieron al salón para encontrarse con la mirada furiosa de su profesor de historia.

– No creo que sea necesario decir que esto bajara un punto de su calificación en el próximo examen. Sin embargo, si a las señoritas Matsumoto y Hinamori les sigue pareciendo gracioso, bajaré dos puntos y no uno. – Rukia, alarmada, miró a sus dos amigas las cuales cubrían sus bocas con ambas manos, no de la risa, pues ellas estaban más aterradas que Rukia al pensar que si eso ocurría directamente reprobarían Historia, sino para ocultar la marca roja que la cinta les había dejado al ser quitada de manera tan brutal por parte de Soi. Cuando, luego de pelear entre las cuatro, las dos chicas bajaron sus manos, el profesor pudo observar con horror lo que tanto deseaban ocultar, tomó las manos de las jóvenes y se las llevó a sus bocas asintiendo en señal de aprobación. Momo y Rangiku se miraron entre ellas y comenzaron a llorar teatralmente. – Tranquilas, niñas. – las consoló con pesar. – Vayan a la enfermería y tarden lo que deban tardar, yo las entiendo. – les dijo soltando una lágrima mientras observaba a lo lejos como recordando algo.

Mientras las aludidas se retiraban del salón, Soi y Rukia entraron pensando en la suerte que aquellas dos tenían al ser liberadas de las horas más tediosas del día.

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– ¿Qué dices? Hemos tenido favoritismo tan sólo porque el profesor Urahara se siente atraído por ti. – habían terminado el día escolar con la clase de Biología impartida por el profesor Kisuke Urahara, un hombre con pinta de vago pero muy sabio a pesar de todo. Se suponía que debían entregar una monografía, trabajo con nota, y Rangiku había olvidado cargarlo en su portafolio esa mañana; muy a pesar de las miradas de odio y ganas de asesinarla que sus tres amigas le enviaban miraron al profesor con temor y algo de súplica, no sabían cómo pedirle que las esperara hasta el día siguiente. – De no ser porque tú le pediste que nos esperara hasta mañana, posiblemente estaríamos lamentándonos ser reprobadas. – seguía molestándola Rukia a Soi.

– Sólo lo ha hecho porque me debe favores. – respondió sin más.

– ¿Ah sí? ¿Y qué clase de favores son los que un profesor podría deberte? – fue el turno de Rangiku. Soi se sonrojó por la vergüenza, ¿es que no tenían un poco de sentido común para preguntar cosas más sensatas que esas?

– ¡Sabes a lo que me refiero, idiota! – gritó exasperada. – ¡El club de ciencias!

– ¡Oh, claro, el club de ciencias! – enfatizó las últimas palabras Momo guiñándole un ojo a las demás y provocando nuevas carajadas. Siguieron molestando a Soi hasta llegar a la entrada del instituto.

– Ichigo… – musitó Rukia al verlo recargado sobre el muro. – Demonios, lo había olvidado. – se dijo a sí misma recordando que le había prometido ir juntos a buscar a los niños.

– Entonces ¿qué dicen si vamos juntas al centro comercial? He visto un vestido hermoso para Momo, y no saben la blusa con encajes que también vi en una tienda, ¡perfecta para Rukia! – seguía Rangiku con la plática, ajena a la reacción de la pequeña pelinegra.

– Ahh… lo siento, hoy no podré. Recuerdan que hoy hablé con Ichigo ¿verdad? – les dijo en tono confidencial. – Bueno, mañana les explicaré todo ¡lo juro! – agregó al ver que la rubia ya iba a protestar. – Pero hoy me iré con él.

– Sólo no hagan nada impropio. – soltó de la nada Momo haciendo sonrojar a Rukia.

– Ya, ya. Mejor dejamos a lo tortolitos solos y nos vamos nosotras al centro comercial ¿Qué querías ver, Ran? – preguntó antes de dejar hablar a la mencionada mientras arrastraba a las dos chicas por la espalda y dejaba a Rukia sola.

Rukia se acercó con el corazón acelerado hasta donde Ichigo estaba concentrado jugando con su celular. Al llegar lo vio sin saber que decir, hasta que él se dio cuenta de su presencia.

– ¡Ah, Rukia! Comenzaba a creer que tal vez ya te habrías ido. – le dijo guardando su celular.

– Lo siento… las chicas…

– No te preocupes. – la cortó mostrando una sonrisa amable. – ¿Nos vamos ya? Llegaremos muy tarde si no nos apresuramos.

– ¡Claro! – le respondió ella con una misma sonrisa. Algo le decía que pasar todos esos días juntos iba a traer buenos recuerdos.

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– Demonios… ¿desde cuándo papá se tarda tanto para venir a buscarnos? – preguntó por décima vez Tatsuki.

– Sí, tienes razón. Somos los únicos que quedan además de las gemelas Kurosaki. – resopló Uryu. A los poco segundos, entrecerraron los ojos tratando de atar cabos. Su padre nunca se retrasaba, incluso siempre estaba afuera esperando por ellos; los únicos que quedaban esperando eran ellos y las gemelas Kurosaki; el hermano mayor de esas dos había dicho que debería encargarse de ellas por las próximas dos semanas…

– Uryu… ¿No creerás que…?

–E-eso…sería más que imposible. – dijo con el mismo temor que su hermana. Eso de verdad sería imposible, su hermana no vendría a por ellos… ¿o sí?

– ¡Hermano! – se escuchó el grito de ambas niñas que bajaban de los juegos y corrían hacia la entrada del instituto.

– No puede ser… – dijeron al unísono viendo como a lo lejos Rukia se acercaba caminando con ese chico de cabello naranja, hablaban muy a gusto vaya uno a saber de qué, de todos modos lo más importante ahora era que la bruja los venía a buscar.

Yuzu y Karin corrieron al encuentro de su hermano que los recibió agachado y con los brazos abiertos, listo para atraparlas en cuanto se lanzaran hacia él. Rukia miraba la escena completamente encantada, ese amor que se tenían entre hermanos era algo que, ella sabía, jamás sucedería en su familia; vio a lo lejos cómo sus hermanos estaban sentados en una de las bancas del patio escolar, ambos le daban la espalda, tal vez ni siquiera habrían reparado en su llegada. Suspiró, rogaba a los cielos que por favor no armaran un escándalo al verla a ella en vez de a su padre.

Luego de saludar a las niñas, que sorpresivamente la abrazaron de la misma manera amorosa que a su hermano, se encaminó resignada hasta la banca donde esos pequeños demonios estaban. Suspiró nuevamente y antes de que los otros tres hermanos llegaran, los llamó por sus nombres. Uryu y Tatsuki se dieron la vuelta para mirar el perfil de la cara de su hermana algo sonrojada, ella les devolvió la mirada sorprendiéndose y asustándose un poco de la sonrisa macabra que llevaban.

– He… he venido a buscarlos. – les dijo con voz temblorosa.

–¡Hermanita! – gritaron al mismo tiempo, saltando de la banca y abrazándola con fuerza… con mucha fuerza.

Ichigo miró la escena sonriendo, pues a pesar del pequeño problema que habían tenido durante la mañana podía notar cuánto se querían esos tres, o al menos eso era lo que creía.

– O-oigan, ¿qué les pasa, pequeños demonios? – preguntó casi sin aire Rukia mientras trataba de librarse del agarre de los niños.

– ¡Te extrañamos mucho! – exclamó Tatsuki con ojos llorosos.

– ¡Sí, te has tardado en venir! ¿Tuviste muchos problemas en la escuela? – preguntó de igual forma Uryu.

– ¿Eh? – preguntó aún sin entender nada.

– ¿Sabes? Hice un hermoso dibujo en clases de arte, es para ti, Rukia.

– Yo también dediqué mi dibujo a ti. Además, hoy el profesor de karate dijo que estoy avanzando mucho en mis prácticas, si sigo así podré ir a las competencias de fin de año, ¡te las dedicaré a ti, hermana! – ambos niños sonrieron y eso perturbó aún más a la pelinegra mayor.

– ¡Hola, niños! – saludó Ichigo acercándose un poco. Los niños corrieron a saludarlo y contarle a él también todo lo que habían hecho durante el día. "De acuerdo, esto es demasiado raro" pensó para sus adentros Rukia. –…en serio que es increíble, Tatsuki. Si sigues así, de seguro serás capitana del club de karate en nuestro instituto. – la niña sonrió entusiasmada, ya no le caía nada mal ese tipo. – Bueno, ¿qué les parece si ya nos vamos? Se hará tarde y creo que todos ustedes tienen tarea que hacer. – los cuatro niños protestaron y comenzaron a caminar fuera de la escuela. Rukia salió de su ensimismamiento cuando sintió que Ichigo la llamaba y cuando iban a irse ellos también apareció Uryu corriendo.

– Rukia, lo siento pero… ¿pueden esperarme unos minutos aquí? Es que dejé mis dibujos en el salón, si no los termino para mañana la profesora me regañará. – ambos mayores se miraron y asintieron.

– Pero vuelve rápido ¿sí? – Uryu asintió y salió corriendo hacia el interior del instituto.

Ya había pasado un largo rato desde que el pequeño había ido a buscar sus cosas y no volvía. Ichigo comenzaba a preocuparse, no así Rukia que se encontraba sentada en una banca limándose las uñas tranquilamente. Tatsuki se acercó a Ichigo preguntándole por su hermano y éste reaccionó por fin acercándose a su compañera de clase.

– Oye, ¿no crees que Uryu ya se está tardando mucho? Podría haberle pasado algo. – Rukia lo miró y se lo pensó antes de responder.

– Tranquilo, ese niño es demasiado astuto como para dejar que algo le pasara. Estará bien, de seguro no encuentra sus dibujos. – le dijo volviendo su atención a sus uñas.

Sin embargo, al instante se escuchó un grito dentro del instituto. Antes que cualquier otro, Rukia arrojó su lima y corrió hacia el interior del instituto siendo seguido por Ichigo. En cuanto las gemelas Kurosaki iban a hacer lo mismo, sintieron que eran agarradas por las muñecas, giraron la vista y se encontraron con Tatsuki que las miraba con una sonrisa enigmática en su rostro.

– ¡Uryu! – gritó por tercera vez Rukia sin conseguir respuesta alguna. Recorrió la mayoría de los pasillos buscando alguna sombra detrás de las puertas pero nada, él no estaba. Cuando iba a volver su búsqueda a la planta baja del edificio, escuchó al fondo del pasillo la voz de su hermano. – ¡Uryu! – exclamó nuevamente mientras corrió lo más rápido que pudo hasta el salón de donde esa voz provenía. Abrió la puerta sólo para enterarse de que un balde lleno de pintura roja esperaba la señal, en cuanto esa puerta fue abierta, la misma cayó sobre Rukia bañándola por completo. Se quitó el balde de encima y lo arrojó lejos adentrándose algo desorbitada al salón, sin quererlo, tropezó con el armario a un costado y éste movió a un pequeño auto de juguete que bajó a través de una rampa, curiosamente improvisada, hasta chocar contra un cúmulo de libros mal apilados el cual cayó sobre una tabla de madera que con el peso de los mismos impulsó a una caja llena de plumas hacia arriba y, con increíble puntería, cayó también sobre Rukia.

Completamente desorbitada y sin entender nada, dio unos pasos hacia atrás pisando una pelotita de goma que la terminó de desestabilizar, antes de tocar suelo sintió como era agarrada por Ichigo. Al final, abrió los ojos y vio cómo su compañero ahogaba unos quejidos de dolor, pues claro, él había servido de soporte para que ella no se lastimara, en otras palabras se podría decir que él absorbió todo el daño que debería haber sufrido ella al caer.

– ¿Estás… bien? – preguntó con algo de dificultad. La pelinegra se alejó un poco de su cara y al moverse sintió cómo él la tenía agarrada de manera protectora por la cintura. Se sonrojó, su corazón comenzó a latir con fuerza y para que Ichigo no lo notara se levantó rápidamente.

– S-sí, lo siento… no sé qué… – abrió los ojos sorprendida, ¿acaso estaba por decir que no sabía lo que había pasado? ¡Claro que lo sabía! Ese maldito mocoso lo había planeado todo, ¡los dos habían sido!

Salió del salón a punto de gritar a todo pulmón el nombre del maldito demonio que había causado todo, sin embargo no vio venir lo que le esperaba afuera. Abrió la boca dispuesta a gritarle, pero toda palabra murió en su boca al sentir cómo era atacada con dos cajas llena de purpurina, una de cada lado, y ambos pequeños se retorcían de la risa mientras la señalaban como si se tratara de un payaso. A lo lejos y escondidas detrás de un enorme letrero, Karin tomó la foto que Tatsuki les había pedido a ambas hermanas que hicieran cuando estaban afuera; se sorprendió al notar que no era una broma tan inocente como la niña les había dicho en un principio, se imaginó que ella no sería capaz de hacérselo a su hermano, era muy cruel.

– Esto está mal, Karin. No debimos ayudarlos, Rukia es buena. – se lamentaba Yuzu mientras miraba la foto que su hermana había tomado con la cámara vieja de la escuela.

– Creo lo mismo. Tal vez debamos… – pero dejaron de hablar cuando vieron a su hermano salir detrás de Rukia, se escondieron más, se sentían aún más culpables.

– ¿Estás bien? – volvió a preguntar Ichigo al ver que su estado ahora era peor. Si bien sus hermanos querían divertirse un poco, ahora creía que ya se habían pasado de la raya, lo que habían hecho era cruel.

Rukia se giró para verlo completamente avergonzada, si no fuera porque él estaba ahí presente, hace rato que ya estaría torturando a sus hermanos por lo que habían hecho. Sin embargo era humillante ver que estaba toda desarreglada frente a Ichigo, y de seguro su maquillaje estaba todo corrido. Comenzó a respirar agitada, las lágrimas querían salir pero primero debía huir lejos, se dio la vuelta ya preparada para comenzar a correr, pero Ichigo fue más rápido y la tomó por la muñeca obligándola a frenar sus pasos. Rukia no pudo contenerse más y comenzó a llorar de impotencia, era lo único que podía hacer, se tapó la boca para hacer menos audibles sus sollozos pero era inútil, de seguro él los escucharía. Ichigo la soltó y se quitó su saco para ponérselo a ella, con el frío que hacía de seguro enfermaría debido a la pintura fresca; Rukia dejó de llorar y él la tomó por los hombros girándola y obligándola a mirarlo, le secó una lágrima que escapaba por su mejilla y le sonrió. Se quedaron unos minutos de esa manera, observándose mutuamente sin decir palabra alguna, y Yuzu, desde su escondite, le quitó la cámara a su hermana y tomó una foto de ese momento, su padre debería pagarle bien si pretendía tener la foto algún día.

Antes de volver a sus casas, los seis limpiaron y acomodaron todo, sino fácilmente serían descubiertos al día siguiente, pues ellos cuatro habían sido los últimos en irse. Al final, terminaron por pasar por la casa Kurosaki primero, de esa manera Rukia podría arreglarse antes de que sus padres la vieran así y sus hermanos se ahorrarían el castigo. Los pequeños casi lloran de agradecimiento a los pies de Ichigo cuando éste se lo propuso a Rukia y ella aceptó "amablemente", pues si bien sabían que en cuanto llegaran el castigo no sería por parte de sus padres, Rukia los tendría como a dos sirvientes personales.

Fue divertido para los cuatro menores poder realizar sus tareas juntos y luego ver una película mientras tomaban el té con galletas. Mientras, Rukia tomaba una ducha rápida mientras su uniforme estaba en la lavadora, una vez lista Ichigo le indicó que podría cambiarse en la habitación de las niñas; allí en la cama de Yuzu esperaba un lindo vestido que, para desgracia de Rukia, le quedaba perfecto.

– ¿Así que fácilmente podrías compartir ropa con mis hermanas? – decía Ichigo aguantándose la risa.

– Cállate, no es divertido. – bufó la pelinegra desviando la mirada.

– Ven, siéntate. ¿Quieres café o prefieres té?

– Café está bien, gracias. – le dijo sentándose en la mesa y tomando una galleta. – ¡Estás galletas están muy buenas! – exclamó con la boca llena.

– Las hizo Yuzu.

– ¿En serio?

– Mi madre le ha enseñado y ahora es ella la que prácticamente se encarga del desayuno y la cena cuando nuestros padres están de viaje. – sonrió con nostalgia.

– ¿Viajan muy a menudo? – preguntó en cuanto recibía su taza.

– Sí, pero ellas lo entienden y yo no hago mucho caso. Creo que nos hemos acostumbrado a estar más entre nosotros que con ellos. – Rukia agachó la mirada, no sabía qué responder a eso. Si debía comparar, sus padres siempre estaban presentes, aun cuando no lo quisieran, y casi nunca se habían quedado solos en la casa por más de dos días. – Ah, pero no es que éste enojado con ellos o preocupado, también lo entiendo y no los culpo, después de todo es su trabajo. Sólo que… a veces quisiera poder compartir un poco más con ellos, como una familia normal. – la mirada de Ichigo se veía nostálgica y Rukia no sabía qué hacer para poder levantarle el ánimo.

– De seguro ellos sienten lo mismo. Creo que aun estando en viaje ellos deben pensar en ustedes todo el tiempo y en el día que vuelvan a verlos. – Rukia sonrió e Ichigo hizo lo mismo, sin saber cómo eso lo había puesto mejor.

Una vez terminado el café y en cuanto su ropa estuvo lista, Rukia volvió a cambiarse con su uniforme y se despidió de los hermanos Kurosaki alegando que los vería al día siguiente.

– ¡¿QUÉ?! – preguntaron confundidos y hasta sorprendidos Tatsuki y Uryu.

– Luego les explico, niños. – les dijo entre dientes Rukia. – Bien, nos veremos mañana. – y así se alejaron rumbo a su casa.

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Durante la noche, tanto Hisana como Byakuya se encontraban tomando un café y pensando sorprendidos sobre el rotundo cambio de su hija mayor. Rukia se había ofrecido voluntariamente a ayudar a sus hermanos con las tareas de la escuela y hasta ahora no habían escuchado ningún tipo de ruido que les hiciera saber que uno de los tres estaba por morir a manos de los otros dos, ¡Se estaban llevando de maravilla!

Qué equivocados estaban.

–…por eso es que una parábola es la representación gráfica de una ecuación de segundo grado. – finalizó su discurso Rukia. – ¿Alguna pregunta? – Uryu levantó la mano. – Qué bueno que hayan entendido. Si abren sus cuadernos verán una hoja repleta de ejercicios los cuales terminaran antes de irse a dormir…

– ¿QUÉ? – Exclamó Tatsuki incrédula.

–…o sino me veré obligada a contarles a papá y mamá acerca del pequeño incidente de esta tarde. Cómo quieran, niños. – dijo de forma natural. Los niños tragaron grueso y se pusieron a hacer los ejercicios, si bien ese tema no lo verían hasta años más adelante tampoco querían enojar más a su hermana… o morirían.

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Okey, si les ha gustado o no, comenten qué les ha parecido. Recibo todo tipo de críticas excepto las que están mal dirigidas (insultos, etc.), así que anímense jaja (eso también me da ánimos :3)

En cuanto a la historia, va paralela a otra que también está en curso (pueden leerla cuando gusten *V*) pero no se preocupen, el resumen de ésta ya está listo por lo que se diría que está escrito hasta el final incluso antes de ser publicada jaja; en sí la historia consta de seis o siete capítulos, dependiendo de sí haré un epílogo o no (lo único que no he escrito), así que siéntanse seguros de que la historia no será abandonada.

Bueno, entonces... Nos leemos pronto! Bye! O.-/