Takuya en realidad nunca había dejado de pensar en ella, la niña del aire, la de cabellos dorados y con personalidad hacía que su estadía en el digimundo fuera algo único.

Desde el primer acercamiento, el vergonzoso incidente de la biblioteca, en que ambos se miraban fijamente y sus mejillas se ruborizaban a la par, desde ese justo momento, fue cuando una pequeña y tímida brisa hizo tambalear aquel corazón humeante.
Con cada risa, cada sarcasmo que ella daba y esas discusiones constantes con gusto a "necesito hacer algo", hacían que el corazón de él diera un suspiro y quizás uno que otro latido con dedicación.
Solo sabía que el digimundo y el ser un elegido era nada más que una vil conspiración para que se encontrasen, quizás él nunca la deseó pero que si tuviera que elegir lo haría una y mil veces. Izumi era su alegría.

El de las googles siempre hablaba con Agunimon, su compañero, que lo impulsaba a declararse antes de que se fueran al mundo real y quizás nunca más se vean. Y era aquello lo que le aterraba, que en el mundo real cada uno fuera por su lado, y que hicieran lo del digimundo y su química solo un recuerdo.

En los pocos días de descanso que tenían, siempre se acuerda de la isla, la playa, la cabaña, su hermosa figura, aquel pequeño incidente. Como no mirarla, si ella era bella a toda hora, con sus rabietas, su traje de baño, nadando o durmiendo, ella era única.

¿Izumi se daría cuenta de los sentimientos de Takuya alguna vez?