Disclaimer: Naruto y sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto

Hola, gracias por entrar n.n

Bueno, llegó el momento de la despedida. El fic comenzó con muy pocas lecturas y reviews, realmente me sorprendió mucho que a lo largo del tiempo se haya sumado tanta gente linda y buena onda apoyando la propuesta. No tengo más que palabras de agradecimientos para todos.

Siempre que termino un long-fic me siento melancólica y algo triste. Cuesta desprenderse de una historia en la que se ha trabajado durante tanto tiempo. Sin embargo, también me hace muy feliz haber logrado terminarla, completarla para ustedes y que se haya cerrado el ciclo. Hay que desprenderse y renovarse, los ciclos son buenos. Tengo dos proyectos nuevos ya preparados para comenzar a publicar el mes próximo, un kakahina y un royai (FMA), que me tienen muy entusiasmada y satisfecha. Hacía años que quería escribir algo sobre esas parejas, así que más allá de lo que suceda una vez que los publique, como fanficker ya he logrado mi objetivo.

Ok, hasta aquí la revelación inútil de mis sentimientos XP Ahora paso a saludar por última vez a mis comentaristas anónimos Courtheyhime, jejeje, ¡por suerte sólo se trata de un fic! Dudo mucho que Temari sea tan obcecada, ella es demasiado sensata para arriesgarse tanto con Shikamaru. ¡Y dudo mucho que Shikamaru pudiera ser tan laborioso! jajaja Hoy se devela todo y sabremos cómo termina la historia. Muchas gracias, sos lectora desde la primera hora y en cada capítulo siempre tuviste la gentileza de dejarme tus impresiones, tu apoyo y tu compañía, no sabés cuánto te lo agradezco y cuánto te apachurro a la distancia XD Abrazo de oso! M. Joy, hoy sabremos por fin cómo acabará todo. Es una pena que termine, sí, pero también una alegría. Espero que lo disfrutes. Muchas gracias por quedarte y seguir leyendo la historia, abrazo grande!

Muchas gracias a todos de nuevo, para mí ha sido un placer escribir sobre esta hermosa pareja, y siempre lo será. Ahí los dejo para que se den un buen baño de fluf XD Disculpen por los posibles fallos y gracias por leer :D


X

Será con… ¿claveles?


Shikamaru se removió en la cama, insomne. A través de la ventana de su cuarto pudo distinguir las primeras luces del amanecer e intuyó que sería otro día cálido y problemático, como casi todos los que venían transcurriendo en esa condenada primavera.

Después de otra noche sin dormir, resultaba lógico que estuviese malhumorado. Ya era la tercera vez que le ocurría después del último y memorable intercambio con Temari, cuando le confesó que evaluaba otra propuesta de casamiento. Maldito sea el día en que salió a relucir el estúpido punto cinco, ese donde constaba su inapelable amor por ella.

Tanto esfuerzo, tantas vueltas, tantas discusiones y tantas plantas en flor acarreadas de un lado a otro sólo para que ella termine considerando una propuesta de matrimonio… ¡con otro! ¡Era el colmo! Shikamaru bufó y se giró para intentar conciliar el sueño una vez más. Estaba demasiado cansado de todo.

¿Pero cómo podía Temari siquiera considerar una propuesta de ese tipo con un sujeto al que de seguro no veía desde hacía tiempo? Además, ¿había compartido las mismas experiencias con él? ¿Habían estado al borde de la muerte luchando, se habían socorrido, se habían apoyado y soportado tanto como ellos? Por todos los cielos, ella vivía rociando espanta-insectos a cualquiera que se le acercase con pretensiones serias, incluido él, ¿entonces por qué habría de tener en cuenta a alguien tan alejado de su mundo y de sus intereses actuales?

Era una tonta. Se suponía que, dadas ambas proposiciones, lo natural fuese que aceptase la suya sin vacilar. Podía ser holgazán, desinteresado y demasiado racional algunas veces, pero ella le iba en saga siendo la mujer más orgullosa, testaruda y agresiva que hubiese conocido. Y sin embargo, la aceptaba sin dudar. ¿Qué tanto tenía que meditar entonces?

Hastiado de sí mismo, Shikamaru apartó las mantas y se irguió perezosamente, notando el sopor de tanto sueño acumulado. Con lentitud se levantó, arrastrando los pies fue hasta el cuarto de baño y, con ojos vidriosos e inconvenientes ojeras, se lavó la cara con agua fría para tratar de despabilarse. Vaya imagen que daría cuando saliese a la calle.

Se vistió, mordisqueó una tostada y salió de su casa decidido a jugarse la última baza. Nada de paciencia, de indirectas ni de medias tintas, nada de discursos disuasivos ni sarcasmos desafiantes. Iría con la propuesta lisa y llana, explícita, deletreada y traducida a todos los idiomas que conocía, le manifestaría una vez más la naturaleza de sus sentimientos y la determinación de formar una familia con ella con todas las letras que el alfabeto contemplaba. Y que sea lo que Dios quiera.

Por esa razón, se dirigió hasta el local de Ino por última vez. Quienes lo vieron pasar pensaron que se parecía más a un pobre y vagabundo espectro cargando con todos los pecados del mundo que a un enérgico e impetuoso shinobi nacido y criado en el País del Fuego. No obstante, porque lo conocían, se encogieron de hombros. A fin de cuentas, se trataba de Shikamaru.

Era cierto, el sueño vencía su cuerpo, pero jamás permitiría que venciera también su voluntad, al menos mientras tuviese que completar el plan. El ninja advertía lo penoso de su apariencia, mucho más flemática que de costumbre, por lo que se aferró a la bella imagen de su objetivo para hacer caso omiso de esas miradas y enfocarse en sus nobles propósitos de insistencia.

Entró al local y buscó a la dueña con los ojos. La encontró acodada sobre el mostrador, y la cara ceñuda con la que lo recibió no auguraba nada bueno. Shikamaru suspiró con resignación y se acercó hasta allí.

-¿Qué tal todo? –indagó a modo de saludo.

Ino frunció el ceño con disgusto.

-¿Qué tal todo? ¿Sólo eso preguntarás? –refunfuñó-. ¿Por qué no pides ayuda? ¿Por qué no reconoces que se te está haciendo difícil? ¿Por qué no te asesoras con una experta como yo acerca del carácter de las mujeres? A este paso, te quedarás soltero de por vida.

Shikamaru prefirió hacer caso omiso de su supuesta experiencia sobre el carácter de las mujeres y replicó con calma:

-¿Qué te hace pensar que necesito tu ayuda?

Ino puso los ojos en blanco y con un gesto de la mano lo señaló de arriba abajo.

-¿Pues qué crees? –dijo con alevosía-. ¡Pareces un fantasma! Si Temari-san ya hubiese accedido a ser tu novia, prometida o lo que fuera, sólo te conducirías con el nivel de desidia habitual, pero dada tu cara de pescado muerto...

-Es porque los pasados días tuve insomnio.

-Insomnio, letargo, sedentarismo y una gran posibilidad de rechazo inminente, ¿me equivoco?

Además de ser problemáticas, las mujeres en ocasiones daban miedo. El sexto sentido de Ino, tan inoportunamente acertado, se lo recordó, y se prometió tenerlo en cuenta de allí en adelante.

-Eso ya lo veremos –farfulló.

-Entonces estoy en lo cierto, ¡has entrado en la Zona de Riesgo! –exclamó Ino, saliendo de atrás del mostrador para dirigirse a algún punto determinado del local-. Confiaba en ti, Shikamaru, creí que podías resolverlo solo, de verdad, pero creo que tendré que intervenir.

El ninja alzó las cejas. ¿Zona de Riesgo? ¿Tendría que intervenir? Otra kunoichi arrogante y van… ¿Por qué se le pegaban siempre a él, maldición? ¿Acaso su flojera no actuaba como repelente natural? Lo matarían, estaba seguro de que algún día las mujeres de su vida complotarían para aniquilarlo. Sólo sería cuestión de tiempo.

-Que sea un simple rosal –pidió, alzando la voz para que lo escuchase.

-¿Estás loco? Eso no funcionó –repuso Ino desde la otra punta. Luego tomó una maceta y con paso célere volvió a su lado y la depositó en sus manos-. Toma, llévale claveles blancos.

Shikamaru repasó mentalmente lo estudiado y recordó el significado de los claveles. Aunque fuesen de lo más apropiado para el futuro, no le pareció que lo fueran en el momento actual.

-Resérvalos para cuando llegue la oportunidad –dijo, devolviéndole la maceta-. Mejor pensemos en otra opción.

-Esta es la oportunidad y ésta es la opción –porfió Ino, pasándole la maceta de nuevo-. Debes ser muy claro con tus intenciones y los claveles te ayudarán en eso.

-Es lo que pensaba hacer, me declararé formalmente con ella –le confió el joven, regresándole la maceta otra vez-. Por eso quiero llevarle algo sencillo, algo que hable de nuestros sentimientos. Los claveles serían demasiado.

-Los claveles son perfectos para lo que te propones hacer –insistió ella, entregándole la maceta una vez más. Y para clausurar el ridículo ciclo del eterno retorno, se apresuró a volver del otro lado del mostrador.

Shikamaru permaneció con la maceta entre las manos, dubitativo. Había pensado en otro tipo de flores, incluso ya tenía ensayado en su mente el modo como se desenvolvería con Temari esta vez, pero hete aquí que Ino le sugería algo completamente diferente al plan original. Para alguien tan racional como él, esa clase de imponderables le representaban una molestia.

De pronto recordó que la vez anterior también se había dejado llevar por un arrebato, y que el resultado no había variado. Se le estaban agotando las ideas, la serenidad, la confianza… El amor podía ser lo que impulsaba al mundo, pero también podía volverse un verdadero incordio.

Ino insistió en los claveles. Olían bastante bien. Al demonio, ¿qué podía perder? Desde que Temari le revelara la propuesta de su aldea venía caminando sobre la cornisa como un acróbata de circo, y que el diablo se lo lleve si había entrenado durante tantos años para terminar ofreciendo esos espectáculos. Hoy podía dar el paso fatal o aquel que lo restituyera de nuevo a la vida.

Sin pensarlo más ni despedirse correctamente, dio media vuelta y se marchó. Sí, con los claveles. Porque a pesar de las carantoñas de Ino, fan declarada de la pareja que todavía no formaba con Temari, siempre fue su amiga y gran aliada, y podía permitirse confiar en ella. Al fin y al cabo, Ino siempre le confiaba su vida cada vez que aplicaba su jutsu. ¿No debería hacer él lo mismo a modo de compensación?

Tal vez no, no tratándose de estos asuntos, pero qué más daba.

La cuestión es que Shikamaru y los claveles partieron en busca de una última oportunidad con la mujer de sus sueños, aunque la mujer de sus sueños estuviese considerando otra propuesta. La mañana se presentaba cálida y apacible, tal vez propiciatoria de sus anhelos, por lo que se deshizo de sus inquietudes y marchó a su encuentro con un poco más de convicción.

-o-

Temari leyó la carta una vez más. Puso su mejor buena voluntad, su mejor pensamiento, pero aun así consideró imposible que pudiese aceptar una propuesta de ese tipo, por más que se tratase de un heredero tan importante. Era un buen muchacho, pero siempre lo había tenido entre sus compañeros y jamás como posible pareja. Tendría que escribirle pronto a Gaara para comunicarle su decisión.

Aunque, pensándolo bien, lo más conveniente y práctico sería volver de una buena vez por todas a Suna para decírselo personalmente. ¿Qué hacía todavía en Konoha? Sólo leer y leer montañas de documentos, firmar y firmar kilómetros de pergaminos, analizar y analizar pilones de carpetas. Cualquier otro ninja especializado en cuestiones diplomáticas podría hacerlo igual de bien en su lugar, y ella merecía unas buenas vacaciones.

Buenas y bien largas, de esas que no se resuelven a terminar. Y en Suna, en su amada aldea, entre sus hermanos y las plantas que había abandonado allá.

Entonces recordó que tenía plantas nuevas, plantas en flor que en ese preciso momento la rodeaban aromatizando tanto su habitación como su espíritu. Esos últimos meses había sido maravilloso amanecer rodeada de tantas y tan bellas flores, las flores que le había obsequiado el hombre que amaba. El hombre al que iba a prodigarle la estocada final.

Sentía tanta culpa que ni la visión del rosal florecido la distrajo de su angustia. Sí, tenía que irse de allí definitivamente antes que el amor de Shikamaru la atrapase para siempre. Podía parecer loca, obcecada e incluso estúpida tomando semejante decisión, negándose de esa manera tan absurda a lo único que podría darle un verdadero sentido a su vida, pero lo cierto era que echaba de menos su hogar y quería regresar con los suyos. Nunca se atrevería a abandonarlos otra vez.

El amor sería lo único que le daría sentido a su vida… Tonterías, pensó, mientras terminaba de vestirse. El amor sólo era un condimento más, uno importante sin duda, pero el ser humano podía procurarse muchas formas de felicidad si era lo suficientemente inteligente y sensible para hacerlo. Y ella lo era.

No necesitaba de un hombre para sentirse completa. Era fuerte para cuidar de sí misma, era independiente para prescindir de alguien más y sabía hallar felicidad entre sus plantas, en su casa, entre sus hermanos y entre sus amigos. Con Shikamaru también había sido feliz, y eso era lo que quería conservar sin los eventuales desacuerdos de una relación amorosa.

Les echó un nuevo vistazo a sus flores y las contó. Eran ocho en total. Tendría que adquirir algún tipo de carretilla para poder llevárselas todas en un solo viaje.

Decidida, tomó dinero y salió de su cuarto para comprar una. Mientras más rápido se ocupase de esos asuntos, mejor. Le informaría al Hokage de su decisión más tarde, cuando ya todo estuviese arreglado. De Shikamaru, en cambio, se encargaría en algún momento, cuando se le ocurriese el modo más amable y menos contraproducente de encararlo.

Deambuló durante un buen rato por las calles de Konoha buscando una tienda o establo donde aprovisionarse de lo que buscaba, sin mucha idea de a dónde ir ni a quién preguntar. Escudriñó entre las tiendas y se devanó los sesos intentado hallar alguna pista sobre el rubro, pero no logró obtener la respuesta que necesitaba. Ni siquiera puedes resolver esto, se reprochó al final, irritada.

De pronto, como es propio del destino, giró en una esquina y divisó al mismísimo Shikamaru caminando con su lentitud habitual directo hacia ella, unos veinte metros más adelante. Maldita sea su suerte... ¡Y traía otra planta!

Temari buscó en todas direcciones para hallar una brecha por donde escabullirse, pero todo lo que pudo hacer fue dar media vuelta y regresar por donde había venido. Cuando Shikamaru la vio y notó su comportamiento, se decidió a apretar el paso, por una condenada vez en la vida.

La kunoichi caminó de prisa y al sentir un cosquilleo en la nuca se volteó brevemente. Para su desazón, Shikamaru la seguía. Volvió a mirar hacia adelante para fingir ignorancia y especular con la mejor forma de perderlo, aunque de los nervios le costó concentrarse. Lo único que supo con certeza fue que no debía detenerse bajo ningún aspecto.

El ninja entendió lo que ocurría en una fracción de segundo. ¿Ahora se hacía la desentendida? La muy desvergonzada. De todas maneras no le importaba, porque no pensaba desistir aunque tuviera que perseguirla entre los techos y los árboles de más allá de la frontera.

Temari giró en un recodo y avanzó por una calle conocida para ella, por lo que podría hallar una conveniente vía de escape. Caminó más rápido para ganar ventaja, caminó con el alma y los sentidos puestos en evadirse de una vez por todas de aquel acoso existencial. Caminó con paso firme, resuelta, aunque al final sólo pudo virar hacia otro concurrido pasaje.

Entonces Shikamaru, al notar la maniobra, volvió a acelerarse para no perderla de vista. ¡Qué mujer más problemática! Se sentía tan fastidiado que no podía pensar con claridad, hasta que admitió lo ridículo de la situación y lo enamorado que estaba de ella. Una vez que fue conciente de eso, la luz del conocimiento dispersó las sombras de la incertidumbre y las ideas le llovieron sobre la cabeza hasta que supo lo que debía hacer.

Durante un buen rato de giros y más giros por calles y pasajes de todos los aspectos, colores y longitudes, la mujer esquivó sin remordimientos y el hombre persiguió con tenacidad. Parecían los característicos personajes de un pac-man. Sin embargo, a pesar de la astucia de Temari, el chico logró maniobrar de manera tal que terminó por conducirla a las afueras del asentamiento antes de que ella pudiese notarlo.

Para cuando se dio cuenta de la jugarreta, estaba rodeada de las verdes y suaves colinas en donde tanto les gustaba pasar el tiempo en el pasado, cuando creían que lo único que los unía era una estrecha amistad. Temari masculló una maldición. Recriminándose la torpeza, se volteó para volver sobre sus pasos y casi se llevó por delante al ninja, parado detrás.

-Ups, lo siento –dijo él.

-Eres un descarado –bufó ella, apartándose.

-Y tú una tonta. ¿Por qué sigues escapándote de mí? ¿Acaso crees que voy a comerte?

-No estoy escapando de ti, ¡no soy tan básica! –protestó la joven, algo ruborizada-. Tenía prisa por llegar a un lugar antes de que me interceptaras con tus requiebros amorosos.

Shikamaru la miró con incredulidad.

-Como digas –concedió-. ¿Y hacia dónde te dirigías tan apurada?

Ahora Temari se cruzó de brazos, desviando la mirada. Hubiera querido evitar ese intercambio. Quizá no fuese el mejor momento para comunicarle sus planes, por lo que optó por revelarle tan sólo una parte de la verdad.

-Quería encontrar un establo, pero no sé en dónde buscar. Nunca necesité de uno.

-¿Qué precisas?

-Una carretilla.

-¿Una carretilla? ¿Para qué? –Shikamaru se tomó algunos segundos para pensarlo-. ¿Es para transportar las plantas que te he regalado?

-Sí –repuso Temari con la mayor naturalidad que pudo invocar-. Algún día tendré que llevármelas y necesito con qué hacerlo.

-Buena solución, insuficiente explicación –dijo el joven, escrutándola con atención. La conocía demasiado bien como para conformarse con eso, y se daba perfecta cuenta de su turbación. Y había algo más… ¿culpa?-. Hay algo que no me estás diciendo.

-Te he dicho lo que necesitas saber, listillo. Ahora, si me disculpas –dijo ella, dando algunos pasos para alejarse.

La voz de Shikamaru la detuvo.

-Puedo deducir perfectamente de qué se trata esto.

Ese mínimo desafío bastó para que Temari desanduviese lo recorrido.

-A ver, señor sabelotodo, ¿de qué se trata entonces?

El interpelado se tomó algunos instantes para reflexionar. Luego la miró con mayor interés, y ese simple gesto le bastó a Temari para sentirse descubierta. Ni siquiera tendría que haberle dado la oportunidad.

-Decidiste marcharte –dijo Shikamaru.

Esta vez, Temari no se permitió eludir su mirada. Notó los signos de la falta de sueño, la inusitada opacidad de unos ojos oscuros, pero siempre brillantes e inteligentes, y su actitud fluctuante. Y supo que era por su causa. Al final, pese a sus verdaderas intenciones, le estaba haciendo daño.

-Shikamaru –murmuró, sin saber en realidad qué quería decirle.

El otro también notó en sus ojos la angustia y sonrió de lado, algo apenado. Ni siquiera se había declarado con formalidad y ya le provocaba consternación.

-Está bien, supongo que algún día esto iba a pasar –dijo, apelando al sentido común. Dominando sus propias emociones, se obligó a recordar la razón para haberla perseguido por toda Konoha y le tendió la maceta que todavía llevaba entre las manos-. Ino sugirió claveles blancos, ahora serán nueve macetas las que deberás transportar.

Temari tomó la planta y la miró con cierto pesar.

-Me gustan mucho los claveles blancos, me recuerdan a mi infancia y a mi abuela –declaró sin pensar, por pura costumbre de conversar con él.

-Espero que sean bellos recuerdos.

-Lo son.

-Creo que dentro de su simpleza son muy bonitas.

-Vaya, ¿al fin te gusta una planta?

Shikamaru volvió a sonreír. Luego, durante algunos segundos, ninguno de los dos fue capaz de decir algo más. La novedad de la próxima partida sobrevoló entre ellos y cada uno por su parte hizo un gran esfuerzo para evitar que el temor o la ansiedad hicieran estragos en su corazón.

El ninja, en particular, tuvo que esmerarse por recuperar sus propósitos de aquel día. Había ido tras ella y la había conducido hasta allí para poder decirle correcta y formalmente todo lo que hasta entonces había desglosado en pláticas problemáticas sin obtener resultados positivos. Había logrado conquistarla, desde luego, y no era poco, pero resultó insuficiente a la hora de asumir un compromiso mayor.

Que ella le saliera con la idea de regresar a Suna lo había descolocado, por más que desde el principio hubiese sabido que tarde o temprano esgrimiría esa alternativa. Pero una cosa era preverlo y otra muy distinta era ratificarlo. Aunque los enemigos accionaran del mismo modo en el campo de batalla y estuviese preparado para ello, Temari era la mujer que quería para su vida y no le hacía ni pizca de gracia que recurriese a lo evidente.

La kunoichi, por su parte, agradeció que pudiera aferrarse a la maceta para mantenerse a flote. Veía cierto amague en Shikamaru, como si estuviera a punto de decirle algo importante, y de sólo pensarlo se angustió todavía más. Si se disponía a tratar de convencerla por milésima vez de que se quedase, de la angustia pasaría a la desesperación.

-Mira, mocoso, yo…

-Todavía no has preguntado qué significan los claveles –observó Shikamaru, superponiéndose a su voz.

Temari vaciló. ¿Por qué se lo hacía tan difícil? Suspiró con resignación. Al parecer no intentaría disuadirla, al menos por el momento.

-¿Qué significan? –preguntó.

Y Shikamaru se encomendó al cielo.

-En algunas regiones, son las flores que componen las guirnaldas nupciales.

Temari se quedó de piedra. Shikamaru le dio tiempo para reponerse, pero ella dudaba de que ese tiempo fuera suficiente para ordenar el retorcido amasijo que se formó en su pobre cabeza y en su acelerado corazón. Otra vez le salía con la dichosa propuesta de matrimonio, ¡otra vez! ¿Por qué era tan menesteroso en esos asuntos y tan perezoso para lo demás?

Y parecía que el muy condenado no pensaba detenerse.

-Escúchame una última vez –pidió-. Algunas cosas te las he dicho en otras ocasiones, pero, o no supe expresarme correctamente, o tú has evitado escucharlas. –Luego tomó aire y le lanzó de un tirón-: Estoy enamorado de ti. ¿Acaso olvidas el punto cinco que nos condujo hasta aquí, cuando fuiste tú la que lo formuló? Quiero que te quedes conmigo, quiero que seas mi novia y que nos comprometamos. Quiero casarme contigo y quiero que formemos una familia.

Una vez más las palabras fatales habían sido pronunciadas. La joven se llenó de perplejidad. Lo hizo, ¡el muy ladino se le declaró formalmente! Ante la renovada rotundidad de sus propósitos, Temari fue incapaz de reaccionar. Era como ver una película por vigesimocuarta vez.

-Por si no te has dado cuenta, no te pedí que dejes Suna ni que olvides a tus hermanos, tampoco te pedí que renuncies a los tuyos –prosiguió Shikamaru al percibir su aturdimiento-. Lo único que quiero es… que me sumes a tu vida, que me pienses en ella como yo te pienso en la mía. Sigamos siendo amigos, Temari, los mejores amigos que se conozcan: los aliados, los que ofrecen una parte de sí mismos para crear algo nuevo.

Ella ni siquiera podía pestañear adecuadamente. Estaba atónita, muda, inoperante para articular palabra, insulto o aceptación. Había sido perfecto, desgarradoramente perfecto. Los hermosos claveles asociados a los mejores años de su vida se confabularon ahora con ese increíble sujeto para ponérsela patas para arriba.

A ella, a Sabaku No Temari, Princesa de la Arena…

Le costó tanto reponerse del estupor que demoró un buen rato en insinuar una repuesta. El otro la esperó con una mezcla de paciencia y ansiedad, pues tal como lo anunciase éste sería el último intento, en su interior ya lo había decidido desde esa misma mañana. Dijera lo que dijese, lo aceptaría sin replicar.

-Tienes agallas –reconoció Temari, pues al menos debía concederle el mérito. Todavía se hallaba demasiado perturbada como para saber a ciencia cierta qué decirle, pero se forzó a estar a la altura de su honestidad-. Estoy segura de que cualquier mujer se sentiría… afortunada al recibir semejante declaración, es verdad que cuando algo te interesa le dedicas todo tu empeño –agregó a modo de sustento-. Sin embargo, yo también creo haberte dicho que no puedo aceptarte de esa manera, además de que me han hecho una propuesta más conveniente.

Fue como si la voz emanase de otra Temari, de una diferente a ella, a la Temari que hablaba. Desde lo más profundo de su corazón, Temari se vio a sí misma diciendo esas absurdas palabras, diciéndoselas a él. Y esa pequeña Temari, desesperada, prorrumpió en voces y chillidos desolados para que la otra, la torpe y orgullosa kunoichi que desperdiciaba tan maravillosa oportunidad, la viera y la entendiera.

Luego de oír tales razones, Shikamaru guardó silencio durante unos instantes. Después, como si se desprendiese de una vieja y pesada carga –la carga que venía arrastrando desde que Ino le entregase esos claveles tan significativos-, asintió con la cabeza, aceptando que había perdido.

A diferencia de ciertas personas, era más bien un hombre práctico, un joven simple. Y ya se había decidido a asumir lo que viniera.

-Entiendo –aseveró. Y como ya no tenía nada que hacer allí, se dio la vuelta para marcharse.

Sólo entonces Temari lo vio. Se vio a sí misma, pequeña y chillona, recriminándose la estupidez. Se vio sola lamentando sus malas decisiones, reprochándose lo que se había permitido perder por temor a arruinarlo o por temor a depender. Pero, si lo pensaba, Shikamaru no le había pedido que se apoyara en él… Es decir, podría apoyarse en él cuando lo necesite, pero habría momentos en que también él necesitaría apoyarse en ella.

¡Le había pedido que sean aliados!

El casamiento, la familia, todo eso lo podrían discutir después. Estar juntos, acompañarse, aunar sus respectivas soledades constituía el proyecto más ambicioso y el más maravilloso que pudieran proponerse. Quizás existiese un modo de llevarlo a cabo positivamente, y si ella era incapaz de vislumbrarlo aún era porque debían descubrirlo juntos. Y fue así que lo vio. Lo vio alejarse y vio peligrar ese proyecto.

El primer paso, por paradójico que suene, sería el más fácil de dar: consistía simplemente en confiar en él. Y a ella no le costaba nada hacer eso.

Dio un paso hacia adelante, queriendo alcanzarlo. Así jamás podría retenerlo.

-¡Shikamaru! –llamó.

El joven se detuvo. ¿Por qué incluso a esa distancia se veía tan alto y tan maduro? Cuando pudo volver a fundir a una y a otra Temari, comprendió que ella también había crecido hacía mucho, sólo que nunca se dio tiempo a pensarlo.

Shikamaru volteó en su dirección.

-¿Qué ocurre? –indagó.

Temari dejó la maceta en el suelo y apretó los puños para darse valor, el valor que hasta entonces había reservado únicamente para el campo de batalla.

-Hace un tiempo… dijiste algo.

Shikamaru la miró sin comprender. ¿Qué diablos quería de él ahora? Había perdido, lo asumiría como un hombre, no necesitaba de ningún consuelo ni de ninguna excusa para superarlo. Había sido demasiado arrogante de su parte suponer que una mujer podría conquistarse con un plan elaborado, él que hasta hacía un par de horas se quejaba de la arrogancia de los demás.

-¿A qué te refieres?

-Dijiste que algún día necesitaría de ti. –No, ésa no era la frase, tendría que recordarla bien si quería decirla bien. Y Temari recordó-. Algún día necesitarás algo que sólo yo pueda hacer por ti, eso fue lo que dijiste.

Shikamaru se impacientó.

-¿Y?

-Que quiero que me lo propongas de nuevo.

Por un instante el ninja creyó que no había oído bien. Había varios metros de distancia entre uno y otro, el viento había comenzado a soplar y alborotaba ruidosamente las copas de los árboles.

-¿Cómo dices?

-Quiero que me lo propongas de nuevo –repitió Temari, elevando la voz-. Quiero que vuelvas sobre tus pasos, te plantes delante de mí y me digas de nuevo que quieres que esté contigo, que sea tu novia y toda esa sarta de tonterías.

Entonces Shikamaru comprendió que sí, que había oído bien. El corazón le dio un vuelco.

-No son tonterías –objetó, tratando de dominarse.

-Como sea –masculló ella-. Vuelve y dímelo de nuevo. Vuelve y repítelo, eso es lo que necesito que hagas por mí. –Y luego, suplicando con la mirada, agregó en un hilo de voz-: Nadie más podría hacerlo, Shikamaru.

El ruego contenido en la frase terminó por romper sus escrúpulos. Shikamaru se precipitó hacia ella hasta anular por completo la distancia y la estrechó entre sus brazos.

Temari le devolvió el abrazo con fuerza y con un alivio del tamaño del universo.

-Lo siento, casi lo arruino –musitó sobre su hombro, al borde del llanto.

-Está bien, está bien –murmuró él, meciéndola cariñosamente-. Te lo propondría cien veces más si fuese necesario, las palabras son lo de menos. Admito que no fue el mejor de mis planes.

-¿Lo dices por las flores? ¡Pero si estuviste genial!

-Lo digo por la estrategia en general. ¿A qué clase de hombre se le puede ocurrir conquistar a una mujer como si se tratase de ir a la guerra?

La joven sonrió. Se apartó un poco, lo miró a los ojos y lo besó. Shikamaru recibió su calidez con una dicha y una gratificación que jamás hubiera imaginado que podría llegar a sentir.

Les quedaba un largo camino por delante, mucho que aprender y mucho con lo que lidiar. Así es el trayecto de cada pareja. Sin embargo, cuando hay un verdadero conocimiento del otro, cuando han sabido construir con solidez los fundamentos para estar juntos, sabrán encontrar el modo de resolver las dificultades.

Cuando el beso terminó, Temari señaló que todavía no se lo había vuelto a proponer. Shikamaru compuso una de sus características semisonrisas.

-Pensé que por el momento el beso sería un buen final.

-Pues pensaste mal, es un cliché.

-¿Entonces prefieres que me arrodille, que te sorprenda con un anillo y que de fondo lancen fuegos artificiales?

-Claro que no, qué horror –repuso Temari. Recordó la planta, la recogió y se la tendió-. Ya que para ti emprender la conquista fue como ir a la guerra, lo cual no me parece muy descabellado, ¿qué tal si hacemos las paces?

-¿Con flores? –replicó él, tomando la maceta. Fue como un déja-vu.

-Así es, esta vez será mi obsequio para ti –dijo ella, sonriéndole con picardía-. Con flores ha empezado, así que con flores debe terminar. En el lenguaje femenino equivale a admitir que me he enamorado de ti.

-o-

Temari lo corrió por todo el cuarto con el abanico en la mano.

-¡Repite eso!

Shikamaru, divertido y también un poco preocupado, procuró buscar refugio debajo de la cama.

-Ya te he dicho la verdad, ¡ahora vive con ella!

-¡Eres un imbécil! ¿Entonces viajaste a Suna y convenciste a Gaara de que me hiciera creer que había una propuesta de matrimonio para mí? ¿Y dices que fue para obligarme a decidir? ¡Sal de ahí abajo y asume la responsabilidad como un hombre!

-Era un plan de respaldo.

-¿De respaldo?

-Tenía que ponerte en la bifurcada, o jamás tomarías una resolución.

-Y encima dice que fue por mi bien –masculló Temari, cuya indignación iba en aumento-. ¿Cómo convenciste a Gaara de montar semejante pantomima?

-No fue Gaara, fue Kankuro.

-¡Pero si la letra era de Gaara! –Entonces la kunoichi se cortó en seco, entendiéndolo por fin-. ¿Kankuro la falsificó?

-Fue más fácil convencer a Kankuro que intentarlo con Gaara –admitió Shikamaru-. De todas formas le pareció divertido.

Temari no lo podía creer.

-¿Entonces ellos lo sabían, sabían lo que estabas haciendo?

-Sólo Kankuro, a Gaara te lo reservé para ti.

-¡Pues gracias! –exclamó ella con sarcasmo, dejándose caer en la cama-. De modo que la propuesta nunca existió... Un momento… Maldito estratega, ¡sabías que diría que sí!

-Por supuesto que no, ¿cómo saberlo? Soy bueno calculando y anticipando movimientos, pero pésimo para adivinar. –El joven buscó en su cerebro hasta hallar las palabras adecuadas-. Cuando lo mencionaste, me molestó y me confundió mucho que lo estuvieses evaluando. Creo que ése fue el verdadero motivo del insomnio.

-Si alguna vez lo consideré fue como recurso para liberarme de ti.

-Sólo ahora lo sé –repuso Shikamaru, pensando en ello-. Cuando me rechazaste, sentí de veras que había fracasado.

-Te lo merecías.

-Lo sé. Y también sabía que te molestaría enterarte de la maniobra –admitió él, emergiendo de las profundidades. Luego se arrojó a su lado-. El tal Shin nunca se enteró de lo cerca que estuvo de casarse contigo. Mejor para él, a veces das miedo.

-¿Miedo?

-Miedo.

Temari se lo pensó. A pesar de lo ofendida que se sentía por haber sido objeto de tamaña farsa, y más por haber caído tan cándidamente –había olvidado lo bueno que era Kankuro falsificando la letra de los demás-, la idea de desquitarse de variadas y pequeñas formas a lo largo del tiempo nutría de insospechados placeres la expectativa de una vida junto al ninja más flojo de Konoha.

Él, por su parte, observó de reojo cómo se regodeaba con la confesión. Sonrió para sus adentros. Temari era el desafío más complicado que había enfrentado, pero realmente había valido la pena. Con ella nunca se aburriría.

De todas maneras, para los próximos días se propuso cuidarse de su encono conservando cierta distancia. Si quería llegar en condiciones a la noche de bodas, lo mejor sería permanecer fuera del alcance de su vengativo abanico.

FIN