Disclaimer: Naruto y sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto

Hola, gracias por entrar n.n

Tenía que volver con esta pareja, aunque no siga el manga ya todos sabemos perfectamente cómo termina Naruto. Las redes sociales son terribles. Sin embargo, como vieja shikatemista debo agradecer que Kishimoto haya tenido la deferencia de "canonizar" esta pareja. Aunque no me gustó mucho lo que hizo con los cuatro principales, creo que si tampoco me daba el gusto con el shikatema ahí sí que iba a Japón y rompía todo XD

No tengo idea de cómo estos chicos llegarán a estar juntos, así que simplemente me dediqué a imaginarlo. Eso es un fanfiction, ¿no?, una historia de ficción basada en otra historia de ficción, por lo que esta que propongo es sólo una posible visión, una de las formas en que se me ocurrió juntarlos. Espero que los que se enganchen puedan disfrutarla, y los que no, que sigan buscando y que pronto encuentren la historia que más les agrade.

Debo comenzar por aclarar que no tendrá lemmon :( Lo aclaro porque muchos lectores buscan eso o se les genera la expectativa de que lo habrá, y no lo habrá. Tengo dos shikatemas con lemmon, dos historias en ranking M, por si están interesados. Últimamente, mi búsqueda con el romance gira en torno a la construcción del vínculo, al intercambio, al conocimiento del otro, me gusta explorar en eso. Suena pretencioso, lo sé.

¿Por qué el tema de las flores? En lo personal no me gustan mucho, pero bueno, a Temari le encantan las plantas y eso es todo lo que importa. ¿Se imaginan a Shikamaru regalando flores con esa cara de perezoso? ¿Alguien tan apático como él? Pues ya veremos cómo lo sobrellevará.

El significado que le adjudicaré a cada flor en cada entrega es el que figura investigando en Google, así que puede ser limitado o incluso desacertado. Preferí ciertos significados sobre otros únicamente con fines prácticos, en general cada cultura le atribuye a cada flor un determinado simbolismo, y a veces hay coincidencia entre unas y otras y a veces no.

Creo que, por lo demás, es una historia bastante sencilla. Lo que sí puedo asegurar -y los que ya han leído cosas mías están de testigos- es que el fic tendrá un ritmo de actualización decente, redacción decente y su correspondiente final decente. "Decencia" es mi segundo nombre (?)

Tengan a bien disculpar la cháchara y los posibles fallos que puedan encontrar. Y muchas gracias por leer :D


Las flores tienen su lengua para las enamoradas

Federico García Lorca


I

¿Cómo será?


Como casi todos los puntos de partida, el primer capítulo de una historia de amor puede ser lo más difícil de escribir o lo más simple, puede ser tan complejo como incierto, tan sencillo como desordenado. Al fin y al cabo, el mundo surgió del caos.

No obstante, bastaría determinar que el inicio fue así y así para deslizarse cómodamente por la narración, para sentirse seguro con una fórmula específica. Pero también podríamos dudar, decir quizás aquí, quizá más allá, probablemente, es posible... Y habría que conformarse con eso porque, aunque resulte difuso, de todas maneras el proceso se ha iniciado.

Así razonó Shikamaru mientras se dirigía a la posada donde Temari se había hospedado, ayuno aún de motivaciones inconcientes. Había recorrido esa callejuela tal vez una docena de veces en el último mes, otra docena en el anterior y otra docena en el mes anterior al anterior, y entonces empezó a preguntárselo: ¿por qué tenía que verla tan seguido? ¿Acaso el destino de Konoha dependía de ello? ¿Qué pensarían sus amigos al respecto?

Sus amigos… "El amor está en el aire", dice una canción, y vaya si en la aldea se hacía sentir. Si hasta parecía una epidemia de lo rápido que se prendía en todos. Adondequiera que mirase se topaba con parejas formadas o en formación, jóvenes que en otro tiempo se empeñaban para superarse a sí mismos en el campo de batalla ahora de repente se deshacían en atenciones para su pareja o se quedaban embobados admirando de lejos al sujeto de su interés, más rojos que un maldito tomate maduro. Ridículo.

Por fortuna él venía esquivando el contagio con habilidad y temple de acero, y pensaba que sus amigos estaban locos por haber sucumbido tan fácil. Chouji, sin ir más lejos, últimamente pasaba más tiempo fuera de la aldea acechando a cierta kunoichi pelirroja que buscándolo para compartir una de sus clásicas barbacoas. ¿Por qué se había vuelto tan pollerudo? ¿Por qué acelerar tanto las cosas si todavía eran demasiado jóvenes para proyectar planes de familia?

Un momento… ¿Por qué de sus encuentros con Temari pasó a pensar en las parejas incipientes? Shikamaru se alzó mentalmente de hombros, irritado. En los últimos tiempos sus razonamientos tomaban direcciones caprichosas y desconcertantes, resultaba muy problemático en verdad.

Y sin embargo, paradójicamente, ahí estaba él dirigiéndose al encuentro de una mujer, así había sido desde siempre y parecía que así seguiría siendo aunque nunca pudiese explicarse el motivo con seriedad. ¿Fue así desde que la conoció o desde que empezaron a socorrerse en situaciones extremas? ¿O fue desde que empezó a ser la embajadora? ¿Desde el final de la guerra, quizás? El primer capítulo de su relación con Temari era inasible, y eso un poco lo incomodaba.

A sus veintitantos años de edad continuaba siendo tan racional como a los trece, tan vago y desinteresado de las cosas, tan desapegado e indolente. Pero hete aquí que, para matar el tiempo, en esta ocasión se le había dado por contar las veces que había recorrido ese trayecto, no pudo dejar de asombrarse al descubrir tal asiduidad y, por tanto, empezó a analizar la situación. Se reunía con Temari con demasiada frecuencia y tenía que haber una explicación.

Si ya no podía precisar con exactitud cuándo, cómo y por qué había comenzado todo aquello, por lo menos debería aplicar la lógica para explicar la causa de que sus pies, más tarde o más temprano, lo guiasen hacia su encuentro ni bien encontraba un hueco entre sus obligaciones. El origen podía ser caótico, pero el presente era pasible de ordenamiento y procedió:

Punto uno: eran, obviamente, amigos. ¿Qué tendría de malo que quisiera visitarla? ¿Alguien podría señalarlo con el dedo por necesitar de vez en cuando de su consejo, de su camaradería o de su compañía?

Punto dos: era la embajadora de Suna. Entre sus funciones, Shikamaru tenía que velar por los asuntos del Hokage y, entre ellos, las cuestiones diplomáticas siempre habían sido una prioridad, por lo cual no había nada de raro en sus visitas.

Punto tres: era una de las personas más inteligentes que conocía. Es una verdad de Perogrullo que a la inteligencia le atrae la inteligencia, en el sentido intelectual del término, así que nadie podría culparlo por buscarla más de lo necesario.

Punto cuatro… Aquí Shikamaru tuvo que hacer un esfuerzo particular. ¿La historia que cargaban? ¿La costumbre? ¿La confianza? ¿La familiaridad que se generaba entre ambos, que les permitía ser y comportarse con naturalidad sin temor de espantar al otro? Era difícil encontrar un término apropiado para abarcar todo eso, así que terminó dejándolo en suspenso.

Y como quien dice cuatro dice cinco, se concentró en buscar una nueva justificación lógica para sus recurrentes visitas. Buscó y rebuscó, y tan ensimismado iba que se le formó una arruga en la frente, un par de vecinos lo saludaron sin recibir respuesta y una niñita que lo conocía bien caminó tras él imitando graciosamente su actitud de "genio reflexionando", sin que él lo notase. Pero por más empeño que puso, no logró hallar el quinto argumento para la cuestión.

Se maldijo por lo bajo. ¿Por qué llegado a ese punto se le agotaban las ideas? ¿Acaso se estaba haciendo viejo? Ya podía divisar la posada adonde se dirigía y no había logrado dar con una tesis adecuada y coherente que arroje un poco de luz sobre sus aprensiones. No había más remedio, tendría que preguntarle a la propia Temari qué pensaba del asunto.

Como de costumbre, la encontró sentada en los escalones de la entrada contemplando el cielo del atardecer. Sin anunciarse ni saludar se sentó a su lado, también como de costumbre, y empezó a pensar que quizá debería añadir "compartían códigos" a la enumeración del punto cuatro.

Nunca les hizo falta ningún tipo de convencionalismo para relacionarse. Con saber de la cercanía del otro les resultaba suficiente para conectar, para acompañar y para aceptar la compañía, por lo que un saludo afectuoso o simplemente introductorio los hubiera incomodado.

En eso eran iguales. Durante algunos minutos permanecieron en silencio sumidos en sus propias cavilaciones, hasta que Temari giró el rostro para mirarlo y notó su retraimiento.

-¿Ocurre algo? –indagó.

-Nada en particular –repuso Shikamaru.

-¿Nada? ¿Esa cara arrugada es de nada?

-Sólo pensaba.

-¿En qué?

-En cosas.

-¿Qué cosas?

-Tonterías.

-¿Cuáles tonterías?

-Sería problemático decirlo.

-¿Problemático? –se burló Temari volviendo el rostro al cielo-. Yo diría que trabajoso. El único problema que tienes es la flojera, mocoso.

Shikamaru gruñó sin responder. Temari meneó la cabeza con resignación. Lo conocía como a la palma de su mano y sabía perfectamente que sólo su pereza demoraba la respuesta, pero que esa respuesta llegaría sin dudar. Sólo era cuestión de armarse de paciencia y esperar.

Los ritmos de Shikamaru no estaban hechos para lidiar con la plática femenina tradicional, por eso se llevaba tan bien con ella. Temari no era particularmente habladora, y ese era un atributo que el ninja agradecía y respetaba. Sin embargo, de vez en cuando hasta a una mujer como ella le asaltaba la curiosidad.

De todas formas le vino bien el interrogatorio. Podía ser perezoso, pero también tenía una buena dosis de curiosidad cuando el problema le interesaba. Y vaya si a su edad un problema de aquella índole le interesaba, sobre todo porque, aunque lo disimulase, era muy conciente de su falta de experiencia en el campo de las relaciones.

Fue así como, a regañadientes, momentos más tarde retomó la conversación.

-Pensaba en nosotros.

Al oírlo Temari se sobresaltó, no por haber roto el silencio sino por el contenido del enunciado.

-¿Nosotros?

-Nosotros –corroboró Shikamaru. Temari se acomodó mejor para escuchar-. De repente hoy me he preguntado por qué nos vemos tan seguido y por qué siempre a solas, por qué nos llevamos tan bien que no necesitamos a nadie más alrededor.

Temari lo miró con una ceja levantada.

-Vaya –comentó, pues el estupor no le permitió expresarse mejor.

-Sabes a qué me refiero.

La joven negó con la cabeza, algo perpleja todavía.

-No tengo idea –admitió.

Shikamaru volvió a gruñir, la cosa se complicaba. Empezó a arrepentirse de haber reconocido esa clase de inquietudes, Temari podría malinterpretarlo y eso era lo último que quería.

-La amistad entre un hombre y una mujer es poco común –intentó-, pero nosotros somos muy buenos amigos y hoy me propuse entenderlo, eso es todo.

-Mientras venías de camino.

-Así es.

-Te aburres mucho cuando caminas, ¿verdad?

El ninja la miró amenazante y ella lo toleró impertérrita, sosteniéndole la mirada hasta el final.

-El asunto es que llegué a una serie de conclusiones –prosiguió él-, a un conjunto de posibles explicaciones lógicas.

-¿Explicaciones lógicas?

-Explicaciones lógicas.

Temari volvió a suspirar con resignación, intuyendo la magnitud de la cadena de razonamientos a la que el chico podría llegar en sus elucubraciones. Definitivamente, Shikamaru no tenía remedio.

-Bien, oigámoslo –accedió con estoicismo.

-El punto uno señala que somos amigos.

-Felicidades –se mofó ella sin poderlo evitar-, has hecho el descubrimiento del siglo.

-Nadie se asombra de que te busque o de que nos encontremos seguido –siguió Shikamaru sin hacerle caso-. Nadie malinterpreta ni nos mira extraño como cabría suponer cuando se trata de un hombre y de una mujer que ni siquiera son originarios de la misma aldea.

-Tal vez la gente no sea tan prejuiciosa.

-El punto dos es el más lógico desde una perspectiva racional –continuó él, más preocupado por plantear sus premisas que por las intervenciones ajenas-: eres la embajadora de Suna y mis asuntos se superponen con los tuyos, por lo que resulta natural que nos veamos a menudo.

-No puedo negarlo.

-El punto tres indica que hay una afinidad intelectual insoslayable, compartimos inquietudes que no todo el mundo suele considerar.

-O soportar sin aburrirse –murmuró Temari, que comenzaba a preguntarse adónde quería llegar él con toda esa perorata. Y si los demás no "solían considerar" ciertas "inquietudes" era porque a veces la única persona que estaba dispuesta a soportar ese tipo de plática era ella.

-El punto cuatro es bastante problemático –prosiguió Shikamaru, ignorando sus palabras.

-No me digas.

-Llegué a enumerar una serie de aspectos tales como la familiaridad, la costumbre, la confianza, la espontaneidad… No pude encontrar un rótulo adecuado para abarcar todos los conceptos.

Ahora Temari lo miró con recelo. Ese vago realmente había estado pensando en ello, y lo había analizado a fondo. No supo si reír a carcajadas o propinarle una tunda para despabilarlo.

-¿Y el cinco? –preguntó, porque de todas maneras era una buena amiga y sentía curiosidad.

-No hay punto cinco.

-¿No lo hay? –se extrañó Temari.

-No lo hay.

-No te creo. –La kunoichi lo escrutó detenidamente, se concentró en sus ojos y en ciertas oscilaciones que, con el correr de los años, había aprendido a detectar-. Pero lo pensaste, ¿verdad? Admítelo.

Un ligero cambio en la postura del joven delató el acierto de sus suposiciones. Temari sonrió alevosamente, burlona.

-¿Qué pasa con el ninja genio? ¿Cómo puede ser que hayas agotado todas las posibilidades sólo en cuatro puntos?

Si fuera posible, Temari hubiese jurado que el tipo se había ruborizado. Tal vez la declinación del sol le jugaba en contra y percibía tonalidades engañosas. De todos modos, se conformó con saber que había tenido razón, que él no había podido llegar más lejos en sus elucubraciones aunque lo hubiese intentado, y esa insospechada limitación le divertía.

Era una conversación de lo más singular, tuvo que admitirlo. Al principio se había burlado, luego se había aburrido y al final se sintió sinceramente interesada, pues no podía menos que turbarla el que Shikamaru se hubiese volcado a analizar una amistad como la que los unía, siendo que para ella esa amistad tenía un gran valor. Si prácticamente se había instalado en Konoha, era porque sabía que contaba con alguien en particular para no sentirse sola.

Pero Temari no era tan estúpida para conformarse con esa sola idea, ella también había hecho su propio análisis de la situación, aunque mucho tiempo atrás. Sin embargo, como en aquella época los atravesaban los efluvios de la guerra, desechó cualquier pensamiento emocionalmente comprometedor y se conformó con lo más práctico: sus caracteres eran demasiado similares, lo ideal para una buena y sólida amistad. Cualquier otra inquietud fue debidamente soslayada.

La situación le pareció sugestiva y de lo más cómica, y en su interior empezó a despuntar una idea maliciosa.

Por su parte, Shikamaru aprovechó el silencio que se hizo entre ambos para revisar el planteo del problema una vez más, no porque se resintiera al delatar su incapacidad para formular el dichoso punto cinco, sino porque realmente le interesaba. No podía dejar de percibir allí un bache, algo no dicho, algo que no alcanzaba a vislumbrar aún con la claridad suficiente como para ponerle palabras, pero que de seguro estaba ahí, latente.

Aun así comenzó a sentirse un poco ridículo y demasiado expuesto, había llevado el análisis demasiado lejos sin medir las consecuencias apropiadamente. En primer lugar, debería habérselo guardado para sí. En segundo lugar, no había un motivo claro para persistir en entenderlo.

¿O sí lo había?

-¿Entonces? –preguntó Temari, que había vuelto la vista al cielo fingiendo desinterés.

-¿Entonces qué?

-¿Qué pasa con el punto cinco?

La muy condenada no podía simplemente olvidarlo, ¿verdad?, tenía que seguir hurgando en el asunto. Las mujeres eran nefastas.

-Espero que te estés divirtiendo –masculló.

-Mucho –admitió Temari, que por nada del mundo se mostraría considerada con un amigo en apuros, sobre todo si ese amigo era él. Además, su malévolo cerebrito venía elucubrado malévolos planes-. ¿Qué pensarías si te dijera que sé muy bien cuál es el punto cinco?

-Diría que no me fastidies.

-Lo digo en serio, idiota.

-Sólo quieres molestar.

-Fuiste tú el que vino con el tema.

-Y ahora lo termino, maldición.

-Por supuesto que no lo terminaremos, niñato, creo que el punto cinco es el que ofrece mayores expectativas –determinó Temari con tono enigmático-. Vaya, esto de mirar las nubes realmente funciona –comentó.

Malhumorado, Shikamaru suspiró, se sentó de modo que pudo descansar la espalda en uno de los sostenes de la galería que rodeaba la construcción y se cruzó de brazos para contemplar con indolencia el mismo atardecer que estaba admirando su compañera. A esa hora y con la escasa luz del poniente, las esporádicas nubes que se deslizaban hacia el horizonte parecían sobrenaturales.

-Ya, dilo.

Desde donde estaba no pudo ver la semisonrisa que se dibujó en el rostro de Temari.

-El punto cinco señala que estás enamorado.

El otro fijó sus ojos en ella, incólume.

-¿Es en serio?

-Muy en serio.

-En verdad que eres astuta.

-Y tú demasiado perezoso como para admitir tus sentimientos.

El otro siguió mirándola con el ceño fruncido, se olía la estrategia que la muy ladina pergeñaba, pero aun así hubo algo en sus palabras que lo inquietó profundamente. Más allá de las intenciones que tuviera Temari al sugerirle unos sentimientos tan problemáticos para él –relacionados con la epidemia que venía esquivando "con temple de acero"-, la sola idea resonó en su fuero interno como una campanada fatal.

El ninja más inteligente de Konoha, y quizá de la Nación, podía ser muy hábil cuando se trataba de trazar complejos e infalibles planes de batalla, pero sólo invertía las energías en ese tipo de razonamientos. Lo emocional, por el contrario, solía quedar relegado, o sólo se revelaba en situaciones extremas. Temari lo sabía, lo sabía perfectamente.

Shikamaru era el mejor en aspectos fundamentales para la vida en comunidad, en estrategias y en cálculos, pero en el orden de lo individual era bastante torpe y apático. De seguro era un muchacho sensible, pero le faltaba motivación para entender el aspecto sentimental que todo ser humano poseía, incluso alguien tan racional como él.

-Eso es absurdo –terminó por decir el chico para darse tiempo a asimilarlo.

-¿Calificarías de absurdo a todo aquello que no se relacione con lo intelectual? ¿La vida amorosa de una persona te parece absurda? ¿O es absurdo enamorarse?

-Sabes lo que quiero decir.

-El asunto es que no tienes idea de lo que sientes –continuó ella mirándolo con seriedad-. Te has enamorado de mí y ni siquiera eres conciente de ello.

-Cosa que tú descubriste antes que yo porque…

-Porque llevas un ritmo existencial bastante retrasado.

-Y tú puedes darte cuenta de las condiciones emocionales porque eres más rápida –ironizó él.

-No por ser más rápida, tonto, sino porque resulta tan obvio que el mundo entero lo sabe y por eso nunca se ha sorprendido de la asiduidad con la que me visitas.

Shikamaru gruñó por tercera vez, insatisfecho con la explicación. Ya la tesis acarreaba una serie de cuestiones, porque si estuviese enamorado tiraría por la borda todas las prevenciones que se molestó en tomar para permanecer invulnerable al influjo "cupídico" que circulaba por Konoha. Pero por otro lado, si lo pensaba, un ninja podía enamorarse de una kunoichi tranquilamente, era natural que así ocurriera y sería un pelmazo si lo descartaba como posibilidad.

Lo que definitivamente no le cuadraba para nada era la argumentación, sin importar que ella estuviese jugando o no. Y de algún modo, como de costumbre, Temari leyó entre sus aprensiones.

-Eres flojo hasta para darte cuenta de tus emociones.

-Si fuera amor lo habría descubierto.

-No si sólo te manejas con el cerebro. El amor es irracional, iluso.

-El amor acontece por instancias y posee demasiadas derivaciones.

-Eres de no creer –masculló ella, indignada con su lenguaje. Se apiadó de la pobre muchacha que aspirase a conquistar ese corazón tan analítico-. Por todos los cielos, Shikamaru, ahora es cuando deberías aceptar las cosas como son.

-Eso es problemático.

-Pues más problemático sería si no fuese correspondido.

Ahora Shikamaru se turbó.

-En el supuesto caso de que tuvieras razón con respecto al punto cinco –señaló haciendo énfasis en la palabra "supuesto", a lo cual Temari gesticuló con fastidio-, lo ideal sería que se trate de un amor correspondido, o no valdría la pena ni siquiera considerarlo.

La joven dejó caer pesadamente la cabeza en una mano, agotada. Maldita sea la hora en que se le ocurrió hacerle tal jugarreta. Lo miró con ojos entrecerrados como si fuera un espécimen de laboratorio. Si seguían a ese ritmo –el maldito ritmo de Shikamaru-, para cuando llegasen a una conclusión Naruto y Hinata tendrían bisnietos.

-Todavía no puedes aceptar que se trata de amor y ya te preocupa no ser correspondido –lo regañó, encrespada. El otro la miró con ironía. La única forma de que el tipo accionase sería invocando la motivación correcta, por lo que Temari se decidió a ofrecérsela sin más-. ¿Entonces quieres saber si yo también estoy enamorada de ti?

En la pausa suspensiva que siguió Shikamaru la observó con fijeza y Temari le sostuvo la mirada con resolución, él tratando de leer en ella y ella ocultando con mucho cuidado lo que en realidad se proponía. Podía ser tonto para comprender sus sentimientos, pero de ninguna manera lo subestimaría con respecto a entrever las intenciones de los demás.

Lo que Temari fue incapaz de prever era que el ninja, a esas alturas, estuviese considerando con mucha seriedad la cuestión. Jamás podría notar el cambio en sus pulsaciones operado en una fracción de segundo, la creciente ansiedad que experimentaba, la vieja y conocida sensación de haber dado por fin con las palabras que definían con precisión sus confusas impresiones.

Shikamaru sintió una punzada dentro de sí. ¿Podía ser posible, en verdad se había enamorado de ella? ¿Era ésa la sensación inasible, la idea que se le escapaba sin que pudiese llegar a nombrarla? Ella se lo había lanzado por bromear, lo sabía, ¿pero por qué habían calado tan hondo sus palabras si fuese una mera invención?

Diablos, la única explicación posible era que la muy taimada hubiera dado en la tecla. Si lo que le dijera antes le había parecido insuficiente como explicación, la sola insinuación de que tal vez no fuese correspondido terminó por iluminarlo, por despabilarlo, por empaparlo de la más pura verdad: se había enamorado. Y se sintió un idiota de primera categoría.

¿Qué había estado haciendo hasta entonces para no darse cuenta? Refunfuñando acerca de la conducta de los demás. ¿Qué le estaba sucediendo por dentro mientras tanto? Había reprimido cualquier asomo de paridad con esa conducta. Por fin comprendía el porqué de sus desordenados procesos de razonamiento, de sus reflexiones sesgadas.

Las primeras estrellas asomaron en el cielo ya más oscuro y los grillos comenzaron a cantar. La brisa nocturna les erizaba la piel, pero ninguno de los dos quería moverse o retirarse. Pasados algunos minutos, Shikamaru por fin se decidió a hablar.

-Entonces debo entender que tú no estás enamorada de mí. -Temari lo miró de reojo sin responder-. Bien, señorita importante, veamos… ¿qué debería hacer un ninja para enamorarla?

A Temari esa inesperada reacción la descolocó. ¿Acaso no se había percatado de la broma?

-¿De qué estás hablando?

-Es natural que tu enamorado quiera conquistarte.

-Sería tonto –farfulló ella, contrariada.

-Correré el riego.

-¿Pero qué bicho te ha picado?

-No me obligues a responder con frases vulgares y trilladas.

-¿No será molesto para ti? –indagó Temari, burlándose otra vez.

-Depende de lo que propongas.

-Podría encomendarte una serie de labores complicadas, retorcidas, fatigosas –se regodeó ella.

-No me extrañaría. Sin embargo, aceptaría el desafío sin dudar.

-Oh, vamos, Shikamaru, fue sólo una broma –confesó ella por fin, pues la cosa de pronto había pasado de castaño a oscuro.

-Lo sé, pero puede que haya un trasfondo de realidad en tu broma –señaló él. Temari lo miró sin comprender-. Que creo que en verdad estoy enamorado de ti, mujer.

Ahora la otra se desencajó. ¿Le estaba hablando en serio o le estaba devolviendo el juego? Lo escrutó detenidamente, pero en ese momento Shikamaru tenía los ojos fijos en ella con la mirada sólida que tanto le conocía.

Por todos los cielos…

-No mientes –murmuró, honestamente impresionada.

Shikamaru apenas se removió. El conocimiento sobre sus sentimientos era muy incipiente, pero al haber hallado la explicación adecuada recuperó aplomo y seguridad, llenándose de convicción. Como de costumbre, difícilmente se haría el desentendido cuando una cosa le interesaba. Asimiló la otrora elusiva verdad con la rapidez que su clarificado cerebro le permitía y de ahí en adelante obraría en consecuencia.

Y la kunoichi lo vio, sabía leer dentro de él como nadie. Había sido una maldita broma, pero terminó volviéndose en su contra y, para colmo de males, había dado en el blanco sin siquiera proponérselo. ¿Quién lo hubiera dicho?

De haberlo descubierto unos años antes se habría sentido halagada e incluso contenta con eso, pues por supuesto que en algún momento de su vida se había sentido atraída por él. Ahora, sin embargo, las cosas eran muy diferentes y ya había desechado para siempre cualquier debilidad de esa clase.

-Shikamaru, sólo bromeaba –repitió, tratando de reparar lo irreparable.

-Lo sé.

-Pues si lo sabes, también entiendes que no puedes concluir que estás enamorado de mí en estas circunstancias.

-Supongo que ignoras lo que sientes hasta que alguien te lo dice.

-¡Eso es una estupidez!

-Pues así ocurrió en este caso –dijo Shikamaru alzándose de hombros-. ¿Crees que no me resulta problemático? Hace apenas una hora estaba quejándome de mis amigos y sus parejas.

-¡Entonces sigue quejándote y olvida lo que dije!

Pero Shikamaru no era hombre que dijera una cosa y la contradijera con sus acciones. Lejos de echarse atrás, se acomodó mejor contra el poste y suspiró profundamente.

-Demasiado tarde. Ahora dime cómo puedo conquistarte.

Temari no lo podía creer. Estupefacta, se le quedó mirando con gran indignación, superada por la naturalidad con la que había asumido una emoción semejante. ¡Ni siquiera exhibía un conflicto!

Cualquier otra mujer se sentiría dichosa de recibir tal confesión y absolutamente entusiasmada si le prometían el cortejo correspondiente, pero ella no era una mujer normal ni le interesaba serlo. Además, ni siquiera cuando él le gustaba hubiese aceptado cambiar una amistad tan especial por una relación amorosa cuyo desenlace ninguno de los dos podría prever. Él parecía muy dispuesto a correr el riesgo, pero ella no.

Su vida estaba en Suna. En el supuesto caso que pudiese corresponderle se encontraría frente a la bifurcada de su vida, tendría que elegir entre su aldea y su relación con Shikamaru y ella no estaba lista para tomar esa decisión. Incluso haría hasta lo imposible para evitarlo. Se había metido por sí misma en ese problema, por lo que ahora ella misma tendría que arreglarlo.

-Shikamaru, lo que propones es absurdo y me estás incomodando –empezó a decir, sopesando lo que el recurso de la franqueza absoluta podría redituarle-. Además, aunque llevo meses aquí, sabes perfectamente que sólo vengo por temporadas, que siempre volveré a Suna.

-Lo sé –dijo él-, pero una vez que te conquiste no tendrás necesidad de elegir.

Al oír esa respuesta Temari dudó de que la hubiese entendido.

-Te dije que me estás incomodando. Y no dejaré mi aldea –aseveró.

-Si te enamoras de mí no dejarías nada –insistió él-, simplemente habrás arribado al punto donde empezará tu verdadera vida. -Ahora la otra se quedó cortada. Shikamaru aprovechó su perplejidad y continuó-: Naruto dice que el hogar está en donde se halla tu corazón, por lo que cuando tu corazón esté conmigo, sabrás cuál es tu verdadero hogar.

Temari lo miró boquiabierta, casi en shock por ese insólito discurso. Como la mayoría del tiempo compartían en silencio o departían sobre trivialidades, su esporádico costado sensible se le había perdido en la lejanía. Cualquier otra mujer se hubiese derretido con menos que eso, pero estaba claro que ella jamás sucumbiría.

-No cambiaré Suna por Konoha –repitió con firmeza-, y deja de decir tonterías acerca de planes de conquista. ¡Lo único que falta!

-Ya lo veremos –repuso él con la misma determinación.

-Eres más insensato de lo que creía, ¡fue sólo una maldita broma! –porfió ella, alterada, al borde de incurrir en el asesinato.

-Lo siento, princesa, pero parece que tus bromas encierran grandes verdades –dijo el ninja, que había comenzado a cabecear del sueño. Temari se indignó-. Te conquistaré, ya lo verás. Cuando algo me interesa, no paro hasta conseguirlo.

La kunoichi se exasperó. Estaba tan anonadada con esa inusual desenvoltura que ya no supo cómo hacerlo reaccionar ni cómo librarse de la situación. Y aunque le hubiese vociferado mil veces más a su somnolienta cara que nada de lo que hiciera daría algún resultado porque sencillamente se había vuelto loco, a causa de los nervios no pudo evitar preguntar:

-¿Y cómo crees que lograrás conquistarme, si se puede saber?

-Del modo más sencillo, por supuesto –contestó él, enigmático.

-Pues te deseo suerte –masculló ella con sarcasmo, muy poco dispuesta a dar el brazo a torcer. Se había metido en un buen lío y no le quedaría más remedio que lamentarlo.