Nota: ¿Cuál es la palabra que se forma con la letra que está en negrita de cada capítulo? Ajá, ese es su constructo, señores. Un algo que construyeron y aún ahora actúan como si existiera. Gracias por leer hasta el final. Ya sé que estos dos no son lo mío.


Redfield


Entre ellos no existe nada. No hay señales que indiquen que pueden acercarse un poquito más y confesarse que su interés por las armas de fuego comenzó más por necesidad que por curiosidad. No hay miradas que los sincronicen. Van a destiempo.

A Wesker le parece innecesario decirle a Chris Redfield que cuando no está presente quien cuida a su hermana no es otra persona que él mismo. A Claire no le parece adecuado decirle a su hermano que conoce al capitán que tanta fe le ha dado.

Tal vez lo único que compartan sea el conocimiento del carácter impredecible del tirador. Tal vez no.

— Ha sido un placer hablar con usted, señorita Redfield. —Vuelve a los formalismos. Abandona el tono dulce con el que quiso nombrarla para usar el frío y prudente que emplea con casi todos.

Bien y puede olvidarse de la pelirroja, y acordarse que el benceno es un hidrocarburo muy curioso e inflamable. Una molécula que reacciona con la misma facilidad que la chica con la que habla ahora mismo.

Por eso no le extrañará que la próxima vez sí le diga lo que se calló: Que es encantadora. Puede olvidar la conversación con sus letras, puntos, comas, sonidos y significados. Pero no olvidará con quién habló.

Los Redfield tienen ese efecto en él. Y Claire le hace mucho honor a la primera parte de su apellido. Rojo. Como su cabello.

— ¿Gracias...? —No sabe si tiene que agradecer o no. Se irá sola a casa y quizás más tarde querrá golpearse la cabeza con la pared, pero ha sido mejor de lo que esperó. Le tiende la mano para que se despidan con un apretón.

Entre el capitán Albert Wesker y Chris Redfield existen una relación laboral y, quién sabe, hasta una paternal.

Claire también quiere tener un algo. Así sea sólo un apretón de manos que se deshará con la primera patada que le den. Por eso construye con cimientos de cariño y esperanza a la persona que quiere enamorar. Construye algo que nadie ha visto y de lo cual todos hablan.

Está escrito en el destino que los Wesker y los Redfield tendrán que lidiar los unos con los otros. Pero no está decidido en qué forma. Puede ser una relación de rivalidad, una de fraternidad…

Wesker deja que la palabra amor se cuele entre los vasos de precipitados y los frascos de Erlenmeyer que aparecen en su cabeza.

Han ido construyendo un ente ilógico que los separa y une al mismo tiempo. Ambos, solos, juntos.

La salida de Redfield le deja al capitán un aroma floral y un estrujón de cuero que no se le va de los dedos. El olor de un romance que no se realizará. El rubio carece de tiempo para esos juegos y tampoco está muy interesado en llevarlos a cabo cuando tiene planes que cumplir.

Se da la media vuelta y sonríe de lado.

No hace falta despedirse, sabe que la verá después; inclusive si sus cálculos resultan errados, la verá. Es una promesa que se hace a sí mismo. Porque prometerle algo a los demás siempre ha sido una invitación para no cumplir con sus palabras. Una motivación para no actuar como los demás esperan.

— Nos veremos, Claire.