Notas de Autor: Casi ni pude dormir pensando en la historia, es que me causó tanta gracia imaginarla. Espero que les agrade, en especial a mi retadora.
Escrito para Genee, quién me retó en el foro Proyecto 1-8.
Disclaimer: Digimon no me pertenece, pero me divierto escribiendo de ello.
Summary: Inspirado por el popular juego de Pocky, Taichi decide tratar de robarle un beso a Sora. Pero uno nunca sabe qué va a pasar en una lánguida tarde de verano, y quizás no sea el único que se sorprenda por ello.
Había algo que decir acerca de las vacaciones de verano y era que nunca eran exactamente lo que uno esperaba. Habían estado desesperados por salir de clases y tener tiempo para dormir, jugar, descansar – pero ese era el tipo de vida que aburría después de unos días. Aquella tarde en particular iba conspicuamente por ese camino. Habían decidido reunirse en casa de Mimi, ver películas y comer comida chatarra; si bien no era la idea más novedosa, era algo aceptable para aquel viernes.
Cuando Taichi llegó (para la sorpresa de nadie), Yamato le abrió la puerta. En la sala estaba Miyako, con el control remoto en mano, cambiando canales con desinterés mientras Sora ayudaba a Mimi a llevar vasos de limonada rosa a sus invitados. Taichi sonrió, levantando una mano y pasando su vista por la habitación.
—Wow, controlen su alegría —espetó con diversión.
Sora rió, y eso era todo lo que necesitaba. Miyako suspiró fuertemente, volviendo su atención al televisor.
—Hace un día tan lento —dijo con desinterés—, y no hay nada que ver en la televisión.
—Eso es porque no dejas nada más de cinco minutos —Sora dijo, pasando un vaso a Taichi y otro a Miyako.
—Porque todo es aburrido, Sora —la chica se quejó, tomando un trago. Su cara se alegró instantáneamente, volteando a ver a Mimi—. ¡Está delicioso, Mimi!
Mimi sonrió ampliamente. Estaba acostada en el piso, usando las piernas de Yamato como almohada. El rubio no parecía molestarse, apenas tomaba de su bebida y miraba con desinterés a la televisión.
—Es limonada rosa —dijo, como si fuese la cosa más obvia del mundo—, por supuesto que está deliciosa.
Taichi probó un sorbo, su lengua explotando ante sabores que no esperaba.
—Sabe a…
—Fresas y rosas, sí —Mimi terminó, divertida—. Receta especial de Tachikawa Satoe.
—Interesante combinación —Taichi aceptó, bebiendo más de la deliciosa bebida.
Sora parecía fascinada con el brebaje, lamiendo sus labios con una expresión tan dulce que a Taichi se le hacía pequeño el corazón. Al otro lado de la sala, Miyako encontró finalmente un episodio de alguna serie detectivesca que Ken le había enseñado y todos se habían dispuesto a verla. Después de veinte minutos habían fuertes discusiones acerca de quién era el asesino, por qué los detectives eran tan jóvenes y guapos, la incredulidad general ante la supuesta eficiencia del sistema judicial americano, etc.
—Les digo que fue la novia psicópata —Taichi dijo, resoplando—. Se le nota en la cara que fue ella.
—Claro que no —Mimi le refutó de inmediato—, fue el amigo envidioso. ¡Cómo va ser la novia!
—Claro, tú la defiendes porque también eres loca —volteó a ver a Yamato con solemnidad—. Yo que tú, me cuido. Que mira que lo trae en ella.
Mimi le tiró un cojín a la cara, que él no pudo esquivar del todo. Era increíble la puntería que la castaña tenía cuando se molestaba. Sora, que estaba en el mismo sofá que él, chilló de risa, agarrando sus costillas. Taichi revolvió sus cabellos, sonriendo. Le gustaba hacer reír a la pelirroja, aún si fuera a costas de su bienestar. Miyako, por su lado, era la única que estaba aún pendiente de lo que pasaba en el episodio.
Aburrida de pelear por un asesinato que realmente no le importaba, Mimi suspiraba en alto mientras Yamato le dedicaba una media sonrisa.
— ¿Crees que estoy loca?
—No más que antes —contestó, apretando su nariz al mismo tiempo que la chica le sacaba la lengua.
Se sentó, alcanzando una cajita que estaba abandonada en la mesa y sacando una galletita cilíndrica cubierta de chocolate y ofreciéndola a Yamato con una sonrisa muy coqueta.
— ¿Pocky?
El rubio sonrió, asintiendo. Mimi metió la galletita en su boca y él mordió el otro extremo, dejándola dar pequeñas mordiditas hasta llegar a él. Cuando sólo faltaba un poco, Yamato terminó de morderla y la besó de lleno en los labios, haciéndola suspirar. Fue un beso corto, y al final Mimi estaba ruborizada y Yamato miraba al techo de la casa como si fuese lo más interesante del mundo.
Miyako tenía los ojos brillantes y mordía un cojín, mientras que Sora sólo tosió educadamente, alejando la atención de la feliz pareja. Taichi, por otro lado, había tenido una excelente idea.
—Saben, podríamos jugar…
— ¿Pocky? —Mimi le interrumpió, su voz un poco más chillona de lo normal.
—Iba a decir cartas —Taichi mintió, encogiéndose de hombros—, pero claro, eso también puede ser.
Miyako se sentó de golpe, juntando las manos.
—Eso puede ser divertido. ¡Hace mucho no jugamos!
Sora miraba a Taichi y luego a Yamato, abriendo su boca y luego cerrándola sin decir nada.
—Pero somos cinco —Mimi dijo, viendo a sus amigos—. Alguien quedaría fuera.
—Y ustedes son pareja, así que no cuentan —Taichi dijo—, nos llevan una ventaja injusta.
Yamato, que siempre era más perceptivo que los demás, sonrió suavemente, tomando una de las galletitas y metiéndola en su boca.
—Jueguen ustedes —dijo, agitando su teléfono en el aire—, el mundo virtual me necesita.
Se subió al sofá, recostándose con las piernas estiradas de lo más cómodo, el palillo de Pocky un accesorio más sobre sus labios. Mientras tanto, Mimi miraba con coquetería a Taichi, agitando otro palillo en su pálida mano. Movió sus cejas sugestivamente.
—Entonces, ¿jugamos?
Taichi sacó otro palillo de la caja y negó con su cabeza.
—Eso quisieras, princesa —volteó a ver a Yamato, que los miraba desde el rabillo de su ojo—, pero valoro mucho mi vida.
Volteó hacia Sora, que solamente se encogió de hombros.
—Ya que —dijo—, hay tiempo que matar antes de que vengan los demás.
—Un poco más de entusiasmo, ¿quieres? —Taichi resopló, molesto.
Sora soltó una risa, acercándose y tomando la galletita que tenía en la mano con su boca.
—Vamos ya.
Taichi tragó con dificultad pero sonrió. Esto sería demasiado fácil.
Mimi volteó hacia Miyako, su rostro traicionando ninguna de sus intenciones.
—Miya-chan —le dijo inocentemente—, ¿lista?
Miyako se deslizó de su lugar y gateó hacia Mimi, sentándose frente a ella, sorprendiendo a todos los presentes, menos a Yamato, a quién parecía no importarle nada ya, su atención dedicada de lleno al aparato en sus manos.
—Lista.
Dejó de prestarles atención. Tenía en frente a Sora, viéndolo con expresión divertida pero desafiante y eso le encantaba. Al principio, las preguntas eran cosas sencillas para calentar. Luego Sora comenzó a preguntar por resultados específicos de partidos que sabía Taichi no podría haberse perdido. Fallaba por uno o dos o tres goles. A veces, se le iba el nombre del jugador o su nacionalidad.
Sus ojos color rubí estaban redondos, muy abiertos.
— ¿Qué finges? —preguntó entre dientes, con media galleta entre ellos.
—Error honesto, Sora —Taichi protestó—, ¡preguntas cosas muy difíciles!
— ¿Quién ganó el partido de la semana pasada, Taichi?
— ¿Qué partido? Estás inventando cosas.
Mordió la galleta de nuevo.
— ¡Taichi!
— ¿Qué? —le preguntó—. Estás ganando, Sora. ¿De qué te quejas?
—Estás perdiendo a propósito. ¡Eso es trampa!
—Claaaaro que no —el moreno se defendió cómo pudo—, es que tú eres muy buena en este juego.
La pelirroja se acercó peligrosamente, viéndolo molesta.
— ¿Qué se supone que significa eso? —masculló, sus labios demasiado cerca de los suyos, con apenas dos bocados entre ellos—. ¿Crees que por ser niña soy buena en esto, eso dices?
Taichi levantó las manos, alarmado. Sentía la base de su nuca picar al erizarse su cabello y movió su cabeza una fracción.
—Nada de eso, olvídalo. Pregunta de nuevo, ¿quieres?
Sora preguntó. Volvió a fallar. Ambos se vieron con desafío.
Pero justo antes de la última pregunta, escucharon un par de chillidos que los hizo a ambos voltear, rompiendo la galletita en dos. Mimi y Miyako estaban de rodillas ambas, sus labios a punto de tocarse de la manera en que Taichi había pasado toda la tarde soñando tocar los de Sora. Pero ellas no sonreían dulcemente, ni tenían los ojos cerrados. Se miraban con decisión, fijas y dispuestas a luchar.
Yamato, que aún estaba acostado en el sofá, las miraba con las cejas en alto, su juego olvidado mucho tiempo atrás. Entonces la mirada de Mimi se suavizó, y se acercó a Miyako delicadamente, cerrando sus ojos al comer el último pedazo que quedaba entre ellas, presionando sus labios contra los suyos.
Pasaron un par de segundos en los que nadie dijo nada, hasta que Yamato, su semblante serio e indiferente una vez más, presionó la costilla de Miyako con un dedo. La chica abrió los ojos de golpe, pegando un chillido y soltando la galleta que tenía entre sus dientes, viendo por un segundo antes que Mimi la mordiera de golpe. Puso una mano en su cadera, ladeando su cabeza y levantando dos dedos en señal de victoria.
El rostro de Miyako estaba rojo, caliente, la chica balbuceaba y tocaba sus labios, rápidamente escondiendo su vergüenza al ahogarse en su vaso de limonada. En la conmoción de Mimi ayudándole al darle palmaditas en la espalda y Yamato sonreír con diversión, el palillo de Pocky en su boca y sus ojos fijos en su aparato celular de nuevo; Sora aprovechó para tomar el rostro de Taichi y plantarle un suave y fugaz beso en la boca.
Se alejó, masticando su galleta y viéndolo con diversión.
—Si eso querías —le dijo—, sólo tenías que hacerlo, tonto.
Taichi parpadeó, una sonrisa boba dibujándose en sus labios al verla.
—Entonces esto significa…
—Luego —Sora dijo, tomando otro palillo y comiéndolo sola—, creo que han sido suficientes sorpresas por hoy.
Taichi soltó una pequeña carcajada, tomando dos galletitas y metiéndolas de una vez en su boca, comiéndolas despacio y entre risas. De haber sabido que eso era todo lo que tenía que hacer… bueno, la tarde pudo haber sido más productiva.
El resto llegó no mucho después de eso. Koushiro traía una gran lista de películas y el resto de los chicos traían golosinas y demás necesidades aparte de la pizza que habían ordenado. Mientras votaban por la primera película de la tarde, Takeru se tornó hacia Miyako, quién parecía más distraída de lo usual, tarareando una melodía que se le hacía conocida.
—The taste of her cherry chapstick... hm, hm, hm, hm…
—Miya-chan —le dijo—, ¿qué cantas?
— ¡Ah! Nada, nada —respondió, negando con cabeza y manos—, alguna tontería que se me ha pegado de la radio.
Atrás de ellos, Mimi, Taichi y Sora reían descontroladamente mientras que Yamato suspiraba, poniendo una mano en la boca de su novia para ahogar su risa.
Definitivamente, no había sido la tarde que esperaban.