«Irotin y Atom dejan a Nir en su habitación, no ha parado de llorar no de balbucear cosas. La imagen del sultán es tan deplorable que no saben qué hacer; nunca se imaginaron verle de aquella manera. Tan derrotado.

Al poco tiempo Ekusu irrumpe en la habitación, mira de mala manera a los dos guardias y ellos salen a toda velocidad. Nir posa sus orbes acuosos en Ekusu; con la sangre bulléndole por todo el cuerpo se levanta y trata de golpear a su supuesto amigo.

¡¿Cómo has podido?! ¡Tú sabes lo que sentía por él! ¡¿Por qué lo has hecho?! ¿Por qué? —Al final se rinde y se deja caer. La valentía ha sido engullida por la tristeza; golpear a Ekusu no le devolvería a Akurah.

Es por tu propio bien, si no lo hacía yo, alguien más lo haría. ¿Qué hubiera pasado si te descubrían? —Habla con tranquilidad, tratando de hacerle entrar en razón —. Además, ¿qué hubiera pasado si Akurah fuera como Misuki? ¿Y si te hubiera traicionado?

Tú no le conoces… él en verdad me amaba…

¿Y Misuki? ¿No decía lo mismo?

Nir cierra los ojos ante sus palabras, tan frías que duelen. Pero no dudaba de Akurah, sabía lo que ambos sentían, aquello no podía ser fingido, tantos besos, tantas caricias, tantas palabras llenas de amor; todo aquello no se podía fingir.

Ya todo está bien —estira su brazo para acariciar su cabello, pero la acción es interrumpida por el sorpresivo manotazo que Nir le da.

Quiero que salgas

Nir…

¡No quiero verte! ¡Lárgate! —Le empuja con fuerza. No quería escucharle, ni verle, aquello provocaba rememorar lo ocurrido. Sea el motivo que fuere, Ekusu ha matado a la persona que amaba y eso jamás se lo perdonaría.

En un movimiento rápido toma el rostro de Nir con una mano, los ojos chispeantes en furia le miran provocando temblores en su cuerpo. Ekusu no era así, ese que le sostenía con molestia no podía ser su amigo, su caballero, su fiel acompañante.

Esto lo he hecho por nosotros. Akurah jamás te valoraría, yo soy tu mejor decisión —su voz sale áspera, demandante.

¡Déjame en paz! —Manotea y le empuja fuera de su habitación. Al cerrar la puerta se desliza con la frente pegada a esta, las lágrimas fluyendo; dolorosas.

Cierra los ojos, rememorando todos aquellos momentos junto a Akurah, días que no volverán ni aunque lo desee, experiencias que no sentirá con nadie más. Con el puño fuertemente cerrado golpea la hoja de madera; el dolor es tan grande que siente morirá en cualquier momento, así, con lentitud. Por cada lágrima, en cada exhalación puede notar su alma escaparse, y vaya que duele.

No era suficiente sentir que moría, necesitaba morir, ya no había nada por lo qué luchar, sin sus padres, sin la persona que ama, ¡al diablo con su reino! Con ese dolor punzante no podría gobernar con sabiduría.

Las piernas le tiemblan al levantarse, entre tropezones llega a la cama, rebusca bajo las almohadas hasta sentir el dilo de la daga. La toma con fuerza para sacarla, gotas de sangre resbalan por la hoja metálica. Posa sus labios sobre está y llora con fuerza, apretando la mandíbula para no emitir los gemidos de dolor que le queman la garganta.

No puedo y no quiero vivir sin ti Akurah. Quiero estar contigo. Por favor espérame y si no puedes, encuéntrame… búscame… quie…quiero estar contigo —solloza.

Aprieta el mango de la daga, su reino estaría bien, Ekusu se haría cargo de él o tal vez se encontraría a algún familiar. Igual ya no era su problema.

Te amo… Akurah.

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Ekusu tamborilea con los dedos sobre la mesa, ha estado pensando un montón de cosas, tal vez la culpa le este invadiendo; sacude la cabeza, no podía, lo hecho, hecho estaba y ya no podía arrepentirse.

¡Ekusu! ¡Ekusu! —Irotin llega bastante agitado y con la expresión más aterrada que haya visto.

Ey, tranquilo. ¿Qué ha pasado? —Se levanta de la silla preocupado cuando los ojos de Irotin se inundan en lágrimas —. ¡Dime qué sucede!

E-el sultán… él… él…

Sin dejar que termine la oración hace a un lado la silla, tirándola y corre a la habitación del pelirrojo. El alma le abandona al verle en el piso sobre un charco de sangre. Con paso vacilante se acerca, se coloca de rodillas y toca su cabello.

Irotin… n-no… dejes que nadie entre —ordena en voz quebrada.

El chico asiente, entendiendo el ambiente sale de la habitación cerrando la puerta a sus espaldas.

Ekusu levanta el cuerpo inerte del pelirrojo con tanto cuidado, temiendo alguna reacción negativa de esté. Le coloca boca arriba y en cuanto le ve deja salir un jadeo; una gran herida le atraviesa el cuello, se ha desangrado y aquellos ojos antes llenos de vida se encuentran desorbitados. Con dedo índice y corazón le cierra los parpados. Solloza y le abraza contra su pecho. Idiota, estúpido, ¿qué había hecho? ¡Eso no era lo que él esperaba! No deseaba ese final, era una pesadilla.

¡Niiir! ¡Nir! Que has hecho… ¿por…por qué lo hiciste? —Oculta su rostro entre su cuello y se mese con aquel cuerpo frío pegado a él.

Maldita sea, maldito, estúpido. Jadea y gruñe, duele, duele en lo más profundo, ¿eso había sentido él al perder a Akurah? ¿De verdad se sentía así? Apretando parpados y mandíbula toma la daga que se encuentra torada a unos centímetros de ellos.

Nir… con tu sangre y la mía, mezclada, unida… Alá nos volverá a unir y está vez… tú serás sólo mío —le besa la frente, temblando.

Cierra los ojos y reza, pidiendo a lo más sagrado poder encontrar a Nir en cualquier lugar, rogando el vivir una nueva vida juntos; sólo los dos.

Dame la oportunidad de ser feliz a tu lado… por favor.»

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Abre los ojos de golpe y se sienta en la cama, sollozando oculta su rostro entre las rodillas y toma su cabello con fuerza; se muerde los labios tragándose cualquier sonido lastimero.

—Rin… Rin, ¿estás bien?

Siente una mano acariciar su espalda con cariño, tratando de apaciguar su llanto.

—Tranquilo, estoy aquí

—¿Por qué hizo esto? Murmura pegado al cuerpo contrario quien le abraza con protección —. ¿Por qué?

—Está bien, no pasa nada

No sabía bien qué responderle porque ni él mismo sabía la respuesta. Agradece que todo aquello haya terminado y aunque Rin siga teniendo pesadillas y se lamente por la locura de Sousuke lo tiene aquí, entre sus brazos, que es lo más importante.

Rin había pasado casi un meso en el hospital en un estado de coma causado por el shock y la bala que se incrustó en el hombro; después de despertar quedó en transe, no quería comer y dormía muy poco, hubo veces en las que tuvieron qué sedarle pues se alteraba y poco faltaba para lastimarse.

Al fin recuperado llegó el juicio de Sousuke y aunque Rin se negó a levantar cargos el juez dictaminó cinco años de presión y tres de servicio comunitario; después de eso, y aunque Rin insistió, no le han vuelvo a ver.

Makoto y Kisumi se fueron a Europa donde una oferta de trabajo le esperaba al de cabellos rosados. A Makoto no le importó mucho dejar Japón, alejarse de Haruka iba a ser lo mejor pues aún se sentía culpable por haber participado en su homicidio y el haber llegado tarde a detener a Sousuke; por más que Kisumi le dijera que no había sido culpa suya, él así lo sentía.

Rin suspira, después de aquel incidente el jefe de policía había decidido que era mejor que se retirara pues no estaba muy bien psicológicamente y temía que hiciera una locura; y así lo hizo, firmó su carta de renuncia y ahora trabaja a tiempo parcial en el restaurante de Haru en lo que encuentra trabajo.

—¿Sabes? Deberías quedarte trabajando aquí; la clientela ha aumentado desde que entraste —menciona mientras corta los tentáculos de un pulpo.

—No me apetece. Necesito mis propios ingresos —suspira recargándose en una de las encimeras.

—Puedo pagarte si así lo quieres

—Con las propinas estoy bien —deposita un beso en sus labios antes de tomar algunos platillos y salir de la cocina.

Haruka sonríe. Eran increíbles las vueltas que daba la vida, no podía estar más feliz pues aunque su historia no fuera la más romántica al menos se había quedado con la persona que más ha amado 'en sus vidas'. No se quejaba, pero ojala, si hubiese otra vida para ellos, que la historia sea muy diferente, que de principio a fin estén juntos, en una felicidad armoniosa, sin tantos obstáculos; sin tantos problemas de por medio.

~ * F I N * ~