Disclaimer: Dragon Ball no me pertenece, ese es de Akira Toriyama Sensei.
Couver
CAPÍTULO CINCO
"En los mismos zapatos"
Vegeta estaba molesto… decir eso era realmente quedarse corto.
Su esposa estaba a unos cuantas semanas de dar a luz y las cosas aparentemente estaban ya más tranquilas. De vez en cuando a ella se le antojaban cosas raras pero nada que no se pudiera remediar. A él le dieron algunas pastillas para suprimir los síntomas y había podido retomar su vida (entrenamiento) con total normalidad.
Eso hasta a que su dichosa mujer se le ocurrió un extraño e inservible invento y todo gracias a su siempre bien oportuna lengua saiyajin.
Todo había comenzado en una mañana cualquiera después de la hora de desayunar…
― ¡Ay, Kami! Cada vez estoy más y más gorda― se quejaba Bulma al momento de ver su figura en el reflejo de la puerta del refrigerador, uno con acabado cromático―. A este paso pronto me pareceré a Majin Boo.
―Mujer, no exageres. Es normal que subas un poco de peso ―dijo el príncipe como cualquier otra cosa antes de disponerse a salir de la estancia.
Los ojos azules de la fémina centellearon y Vegeta percibió de inmediato el cambio en el aire. Se encontraba en problemas.
―Con que exagero ¿eh? Ya quisiera verte a ti queriendo entrenar con una barriga como la mía, te apuesto a que no podrías. Pero claro, me dirás que las mujeres de tu raza sí que lo hacían ¿no es así? ―siseó.
―Por eso las hembras depositaban los cigotos en cámaras especiales después de la concepción ―Vegeta disfrutó un poco de la expresión alarmada de la científica. Todavía existían ocasiones en que él gustaba de hacerla enojar, aunque la mayoría de las veces terminaba arrepintiéndose de ello.
―Pero qué desalmados.
―Éramos una raza guerrera y con muy poca población, así que algo se tenía que hacer.
Bulma frunció los labios un poco, estaba tentada a preguntar algo ("¿Y tú, Vegeta? ¿También fuiste concebido de esa forma?"). Pero no se atrevió, así que optó por seguir con su enfado.
―Entonces no me vengas a criticar con mis quejas. En verdad que ya te quisiera ver.
―Jum, deja ya de decir tonterías. Sabes bien que eso es anatómicamente imposible, me extraña que presumas de ser una genio ―el saiyan salió finalmente del lugar.
Bulma infló las mejillas infantilmente, para después alzar la ceja derecha.
―Ya veremos.
La suerte del príncipe estaba echada.
Esa misma noche, tras un duro entrenamiento, Vegeta subió a la recámara exhausto y, tras darse un baño rápido, se quedó profundamente dormido. No se preocupó demasiado al notar la ausencia de su esposa, de todas formas era normal que se quedara a trabajar hasta tarde. Tras un profundo suspiro, el sueño lo dominó.
―Vegeta… Vegeta―una lejana voz lo arrancó de su estado. Todavía se removió un poco en su lugar antes de abrir los ojos poco a poco.
Se quedó tumbado unos segundos más, algo le parecía extraño, pero no alcanzaba a comprender bien qué era lo que le estaba sucediendo. Giró la cabeza hacia su lado derecho para ver la hora. Las 7 A.M.
Se quiso impulsar para levantarse pero algo le estorbó para hacerlo libremente. Volvió a intentarlo y cuál fue su sorpresa al notar lo que se lo impedía.
― ¡BULMAAAAA! ―el grito se dejó escuchar por toda la casa. El príncipe bajó corriendo las escaleras, aunque en el proceso por poco y cae por las escaleras.
Encontró a su esposa en la cocina tomando tranquilamente una taza de té. En cuanto lo vio le sonrió en una mezcla de sorna y triunfalismo total, pero después de verlo comenzó a carcajearse.
Encima llevaba lo que parecía ser un chaleco antibalas, sólo que estaba provisto de una enorme barriga, a semejanza de un embarazo. Vegeta trató de quitárselo, pero era tanta su desesperación que no encontró la forma de hacerlo.
― ¿Me quieres decir qué diablos significa esto? ―los ojos le brillaron de ira, si la científica fuera capaz de ver el aura de energía se hubiera asustado de inmediato.
―Nada, ahora quiero verte ser capaz de entrenar con eso y no sentirte todo un inútil.
―N-no… ―el ojinegro se retorció en su lugar para intentar quitarse el artefacto, pero todo fue en vano.
―No te esfuerces, le pedí a Shen Long que no pudieras quitártelo.
― ¿Cómo? No puedo creer que desperdicies el poder de las esferas en cosas tan inútiles.
―Mira quién lo dice, el que quería pedir la inmortalidad.
Por un instante Vegeta balbuceó, pero no logró proferir alguna frase coherente. Bufó y dio media vuelta, no sin antes que su vientre chocara contra la pared, dispuesto a demostrarle a la mujer que sí era capaz de hacer su vida (entrenamiento) normal.
Subió y quiso agacharse por sus zapatos pero no pudo hacerlo y, no acostumbrado al nuevo peso, perdió el equilibrio, cayendo de bruces. Lo bueno que la cama estaba cerca, así que alcanzó a sostenerse de la orilla de esta. Se acordó de que su mujer prefería sentarse y, abriendo el arco de sus piernas era capaz de agacharse para tomar todo lo que quisiera… incluyéndolo a él. Movió la cabeza de un lado a otro para hacer desaparecer esos pensamientos y después de tener que acostarse para calzarse se levantó extenuado. Tomó un traje limpio y con ello no tuvo mayor problema pues estos eran elásticos.
Al salir de la habitación, su sonrisa mordaz desapareció al toparse con Trunks.
―Papá ¿qué fue lo que te pasó? ―preguntó con los ojos desorbitados, Vegeta enrojeció y salió volando (literalmente) de la casa.
Todas las maldiciones y malas palabras que se sabía pasaron por su mente mientras programaba la cámara de gravedad. Al terminar trató de moverse, pero en verdad que el peso le estorbaba. Volvió a maldecir, no dispuesto a darse por vencido.
20 minutos después…
Vegeta estaba jadeante, con las rodillas y manos en el suelo. Su mente no podía comprender cómo es que con eso le costaba tanto trabajo moverse si ya estaba acostumbrado a sobrecargar su cuerpo.
Ya sin tantas ganas, logró estirar su brazo para desconectar la gravedad y dejarse caer cuan largo era. Con los brazos extendidos por encima de los hombros, decidió que por una vez que le diera la razón a su mujer no pasaría nada y…
Un fuerte dolor en el bajo vientre le hizo ver luces de colores todo a su alrededor. El dolor pareció dispersarse y no le tomó en cuenta y ya hasta casi estaba quedándose dormido, cuando volvió a aparecer. Esta vez hasta hizo que el sudor perlara su frente, trató de quitarse el chaleco para poder ver que le estaba sucediendo a su cuerpo, pero nuevamente fue imposible deshacerse de él.
En eso se encontraba, y de hecho su mente empezaba a imaginarse algo muuuy malo, tenía un mal presentimiento, cuando la pantalla de la cámara se encendió.
―Vegetaaaa ―chilló Bulma― creo que ya es hora.
― ¿Hora? ¿De qué? Maldición, mujer ¿qué fue lo que me hiciste?
―Es… un traje que te… permite sentir las contracciones ―Bulma estaba ya tratando de respirar como le habían enseñado, en tanto Vegeta sentía que su cuerpo se le iba a partir en dos.
¿Podrá el príncipe salir airoso de esta dura batalla? El nacimiento de Bura en el siguiente y último capítulo…
Perdón por el retraso, la verdad es que escribir algo que sea comedia siempre se me ha hecho algo más difícil y necesito estar muy a gusto para poder escribir. Además, de que estoy en medio de unos cursos y por el trabajo. Gracias por sus comentarios.
Nos seguimos leyendo.