La mañana que desperté del hospital para poder reunirnos Don, Jess y yo estaba peculiarmente tranquila. El desayuno nunca llegó. Y por lo general recibo la visita de mamá en la mañana a la hora programada para ese tipo de actividades. O el chequeo de enfermeras sobre cómo estoy mejorando de mi espalda. Pero nada de aquello sucedió. Lo que, es más, estaba inusualmente tranquilo y silencioso. Siempre tenía que escuchar los chillidos de niños en urgencias, o en caso contrario, quejidos de hombres por algún accidente. Estaba lejos de cualquier consultorio médico, así que el barullo no era muy significativo. Pero el silencio que se presentó aquel día era ensordecedor.

De igual manera, ese día se supone que Liza vendría a recogerme de este lugar y escaparnos a la carnicería de un amigo de Don, un lugar seguro según el gigante de dientes podridos. Pero tampoco tenía noticias de ella. Habíamos preparado una silla de ruedas escondida en el baño personal de mi habitación. Y ella me había dado uno de sus pines.

El stand de Liza se llamaba "Echo Beach", y se enfocaba en la ecolocación sónica. Si alguna persona hablaba o hacía algún tipo de ruido sabría decir dónde está con precisión quirúrgica, siempre y cuando estén en un rango de 2 kilómetros. Su stand se parte en dos, una parte se queda con ella un visor que le cubre las orejas y los ojos, unos guantes y una pequeña capa todo interconectado por una delgada línea, mientras que el satélite de ondas la otra parte adaptable al visor para armar un casco es lanzado al cielo permitiendo así la vista y alcance tan grande. Al parecer puede localizar cualquier cosa, humanos, plantas, animales, automóviles, armas, pero sólo una cosa a la vez. Si quiere buscar a una persona, Echo solo puede obtener las ondas naturales de un ser humano, al igual con los animales. No puede buscar a un gato y a un perro al mismo tiempo, es necesario elegir sólo uno a la vez. Lo que lo hace realmente potente, es que también puede saber quiénes son los usuarios y dónde están, pues ellos presentan una frecuencia aún más especial: la de los stands. Y además

-Podemos usar eso -dije a media tarde mientras planeábamos por teléfono con los demás sobre nuestro ataque sorpresa a la SNA-, Liza sabrá dónde están, pero ellos no sabrán dónde estamos nosotros…

-Y sin que se lo esperen -me interrumpió Don a media idea-, nosotros les damos por culo.

-Exacto -dije satisfecho por nuestra sincronía tan natural para joder a esos locos-, ¿qué les parece?

-Es perfecto -al parecer Don y Jess estaban juntos aquella tarde-, puedo usar a rosa para teletransportarnos ahí si es preciso y simplemente arremeter.

-Es un plan.

Eso fue lo que acordamos ayer por la tarde, pero por cada minuto que pasaba acostado en la cama, mi nerviosismo y ansiedad crecían alarmantemente. Revisaba cada que podía el reloj, el segundero se movía cada vez más lento o ¿yo quería que se moviera cada vez más rápido? No es imposible. Cada vez se movía más lento, lo noté demasiado tarde. Pues cuando creí haberme dado cuenta de aquello un doctor demasiado bien parecido y en forma, casi como si usara ropa dos tallas menos a lo que realmente necesitaba, entró por mi puerta.

-Buenos días, señorito Canavaro, o eso quiero creer dadas las innumerables visitas de guapas jovencitas que ha tenido -trató de ser amable, pero había algo que no me gustaba de él. Su pelo relamido y con corte de moda. Cómo se marcaba cada uno de sus músculos a su ropa, ¿qué medico mexicano tiene tanto tiempo para ser físico culturista al mismo tiempo?

-Buenos días -dije con tono monótono, esperando algo.

- ¡Vaya que sí son buenos! -dijo mientras abría una paleta de la Rosa y se la metía a la boca-, hoy tiene agendada su salida.

- ¿Qué? -dije más que sorprendido. Había hablado con papá de mi plan y dijo que me apoyaría en todo lo que pudiera, pero esto es excesivo. Mi padre no usa tanto el nepotismo.

- ¡Así es! -salió un momento a traer otra silla de ruedas-, hoy es libre como parajillo en primavera para revolotear con sus queridas amigas.

Me quitó agujas y desconectó todos los aparatos que me monitoreaban y sin ningún esfuerzo me levantó de la cama, para ponerme con delicadeza extrema en la silla.

Habló de temas a lo que en verdad no puse la más mínimas de las atenciones. Bajamos por el elevador. Sólo podía observar mi reflejo, la bata de hospital, mis pies descalzos y lo atónito que estaba por lo que sucedía en aquel instante. No puse atención a qué botón presionó el doctor, tampoco supe cuántos pisos bajamos, ni tampoco escuchaba murmullo en los pasillos. Entonces caí en cuenta demasiado tarde, ya estábamos en el estacionamiento subterráneo, pero aun así pregunté:

-Nunca escuché su nombre, doctor -algo en mi se preparó.

No obtuve una respuesta. Él simplemente me guiaba por la rampa de inválidos, chupando su maldita paleta barata. Entonces me dejó justo en el medio. Era un estacionamiento grande, sobre todo cuando no hay automóviles.

Algo no iba bien. Mi instinto actuó demasiado tarde. Alisté a King Creole en mis dos manos. Aquel hombre se quitó la bata de médico y la camisa blanca abotonada con su humilde corbata negra le entallaba más aun en su fornido cuerpo. Tenía una sonrisa macabra y no podía verle los ojos por algún reflejo raro que incidía en sus lentes. Se acomodó su relamido pelo y fue entonces cuando se presentó:

-Bueno, señor Cannavaro -se arremango la camisa blanca-, soy Israel, un usuario de stand tal y como usted -¡lo sabía!, pero ya no me servía de nada tener la razón-. He venido aquí pues me han informado que fue culpable de la temporal desaparición de Rocket -su tono era demasiado formal, casi caballeresco, como salido de algún reino. Un caballero dispuesto a entrar a una justa por el amor de su princesa… O, ¿el honor de su reino? Aún no lo decido.

- ¿Temporal? -dije incrédulo-, sólo nos enfrentamos hace un par de noches, yo pensé…

- ¡Ah!, pues no ha tenido la certeza necesaria dichas especulaciones tan inocentes -dijo aún entonando teatralmente-. Ahora tendremos que disponer de usted, mi buen señor.

-Sólo está usted aquí -dije en tono algo burlón-. Y no sé si eso sea muy fácil -sostuve a mis dos bolas frente a mí, de manera defensiva.

Sonrió como niño emocionado y me hizo una pequeña reverencia mientras meneaba su brazo derecho.

-No esperaba menos de alguien de su talla, joven maestro -dijo con gran orgullo. Se levantó rápidamente y puso el puño con el que hizo la reverencia en el pecho -Por eso es por lo que, como caballeros, debo informarle que estoy trabajando en equipo -cerró los ojos y con vergüenza continuó-. Usted es alguien que necesita un trato especial, por eso es que mi ayudante nos ha permitido, muy amablemente, usar su habilidad, Madhouse, para tener una pelea como usted se merece.

-Así que -dije con algo de hartazgo-, ¿viniste a matarme con ayuda de alguien?

-Así es -dijo completamente contento y sin dejar la pose de guardia-. Pero no sin darle la oportunidad de que observe la magnificencia de nuestra asociación, la Nación del Fuego -su tono cambió, era más serio e intimidante-. Por eso es que yo, uno de los sultanes mismos de mi querida familia, Israel he venido a arrancarle la cabeza de tajo con ayuda de mi stand Manowar.

Desde su puño, una espada enorme se materializó. Era casi de su altura. Según mis cálculos él debía medir dos metros y poquito más. La espada debía medir lo que yo, como mínimo.

Tragué saliva, impactado de aquello. Así que decidí atacar, moví lo más rápido que pude mi brazo derecho para lanzarle una de mis power balls en algún punto vital. Pero él sin mayor problema, la desvío con la empuñadura de su stand. La power ball quedó incrustada en el piso

-Oh, por favor -no parecía molesto por lo que hice-, aún no he terminado -se escuchaba extrañamente decepcionado-. Aunque lo considere un oponente admirable, he de admitir que soy mucho mejor que cualquiera, incluso que el pelele de Don -vaya y yo pensando que Donald era ególatra-. Manowar me da habilidades humanas inimaginables. Una vez corte por la mitad un ferrocarril en movimiento, y sin moverme ni un solo centímetro. Puedo lanzarle un camión de pasajeros a cualquiera que se lo merezca y puedo alcanzar una velocidad mayor a la de los 150 kilómetros por hora sin mayor esfuerzo, todo mientras mantenga a mi confiable espada empuñada.

-Bueno, pues gracias por la advertencia, supongo.

-Eso no es todo -se acercó un poco a mí-. El stand de mi compañero, Madhouse, aísla con un aura extraña. Me debe de disculpar, señor mío, pero no entiendo el sistema tan complicado de la habilidad de mi compañero. Se lo resumiré de la siguiente manera: No estamos solos, simplemente estamos en una dimensión temporal paralela dónde si estamos solos. Si la habilidad de mi compañero es desactivada, entonces el espacio regresa a la dimensión dónde pertenece -hizo un gesto de suficiencia, como si él apenas hubiera entendido la habilidad de Madhouse.

-Sí -dije como queriéndolo hacerlo sentir bien-, de hecho, lo acabas de explicar perfectamente.

-Me siento halagado por su cumplido -sonrió como niño.

-Sólo tengo un par de dudas -dije para comprarme algo de tiempo-, ¿podría exponérselas para que lleguemos a un entendimiento adecuado y justo para el duelo que estamos a punto de tener?

-Nada me haría más feliz que proporciónale la información necesaria para su inevitable derrota -desgraciado creído e imbécil, pensé.

- ¿Su compañero está con nosotros? -lo observé confundido-, es decir, ¿tiene que estar dentro de este universo paralelo para que funcioné?

-No -contesto con confianza-, él debe estar observando en este caso el edificio para que su habilidad sea completada.

Era más estúpido de lo que creía. El pequeño pin que llevaba funcionaba como comunicador, tal vez y sólo tal vez, Liza escuchó todo aquello y podría buscar a su compañero.

-Si está pensando -dijo de repente el cavernícola ese- en hacerle una pequeña treta a mi compañero, ha de saber que no está sólo. Hay por lo menos una docena de personas cubriéndolo desde su habitación.

- ¿Qué carajos estás diciendo?

-Verá, señor Cez -hijo de puta-, estoy tan confiado en mí victoria que, aunque, de alguna manera alguien intente ayudarlo exteriormente, que no me importa darle toda la información que necesite.

Entonces la vi, vi la flama que refulgía en sus ojos. El ambiente se volvió pesado e increíblemente terrorífico. Se rodeo de un aura negra e intimidante. Envolvía todo el estacionamiento. No, por lo que podía ver y sentir, era infinita. Lovecraft habría estado fascinado.

-Así que si -dijo como sentenciando mi vida a un corto, pero doloroso destino-, él está en el décimo piso, habitación 1014 en el hotel que está justo frente a este hospital. Los demás pisos están repletos de nuestra gente, cualquier persona non grata será asesinada.

Empuñó a Manowar con ambas manos. No sé de dónde vino una brisa. Tal vez de su determinación. Pues se arremolino en él y en su espada, haciendo trizas, además de con su fuerza la camisa. La corbata salió volando. Sus lentes ni se inmutaron, al igual que su cabello.

Mi única esperanza era que Liza haya escuchado todo y escapar. Escapar de alguna puñetera manera