¡Odio a Zoro!
Nunca me dice palabras bonitas. Soy su novia, tiene que hacer el esfuerzo de enamorarme cada día más. Debe alabarme y dar su vida para complacerme. Pero no. Él no sabe el significado del romanticismo.
Entonces está muy concentrado limpiando sus katanas. Pule sus bordes con extrema escrupulosidad, con un cuidado que ni siquiera a mí me ofrece. ¿Tanto le gusta limpiarlas?
Ey, pedazo de imbécil, no todo gira alrededor de tus malditas katanas. ¡Obsérvame a mí! No estoy pintada en la pared de la cubierta. No sólo tus katanas necesitan atención, yo también lo necesito.
—Zoro —Me coloqué al frente de él, totalmente decidida. Él, como si no hubiese escuchado mi voz, no levanta la vista. ¿Son esas katanas más importantes que yo?—. Zoro, mírame.
—¿Uhm? Ahora no, Nami. Estoy ocupado.
Un tic nervioso se reflejó en mi ceja. En pocas palabras ¿Esos pedazos de metales son más importantes que yo?
Una katana, un pedazo de metal, un compuesto inorgánico, incapaz siquiera de sentir, incapaz de respirar, incapaz de vivir, algo que tarde o temprano va terminar doblado, quebrado, quemado o enterrado en algún rincón del mar… ¿Eso es más importante que yo?
—Zoro. —Vuelvo a llamarlo más decidida que nunca. No me voy a dar por vencida. Un par de katanas no van a ganarme la batalla.
—¿Qué quieres, Nami? —Finalmente Zoro levanta la mirada. Parece algo enojado… ¿Es tan inoportuno que lo interrumpa mientras limpia sus katanas?
—Quiero que cepilles mi cabello. —Ordeno con total seriedad mientras le extiendo un peine.
Esa fue la orden más indiscutible y segura que hice en mi vida. Dejando de lado el hecho de estar comportándome como una niña celosa de un par de katanas, pienso que esto es algo necesario. Es importante que las parejas compartan ese tipo de actividades, juntos.
Por alguna razón, Zoro nunca me dice cosas bonitas, y mi tolerancia está alcanzando su punto límite. Además, no voy a permitir que un par de katanas sean más prioridad en la vida de Zoro que yo. Su novia.
—Está bien. —Accedió.
—¿En serio? —Quedé petrificada.
Ok, eso no me lo esperaba.
Zoro accede a mi petición sin protestar. Es una respuesta inesperada, en vista de que interrumpí su 'importantísima actividad'. Sonrío, sin poder evitar sentirme feliz.
—Me acabas de pedir que peine tu cabello, ¿no? —Pregunta. Yo asiento mientras me ubico al frente de él. Me siento de espalda para que cepille mi cabello.
—¿Sabes cómo hacerlo?
—No, por favor, enséñame. —Bromea, tomando el cepillo y pasándolo suavemente por mi cabello.
Lo detesto.
¿Por qué Zoro tiene que ser tan poco romántico? Sé que no existe 'el hombre perfecto', o si existe, de seguro está buscando a 'la mujer perfecta', y no creo que yo entre en la definición de 'mujer perfecta'; pero el hombre debe esforzarse cuando existe alguien por quien se siente atraído.
Pero no. Zoro no hace el mínimo esfuerzo por demostrarme su amor. Yo sé que él me ama, el problema es que no lo demuestra. No me abraza, no me besa, y luego de lo tanto que me cuesta escoger la ropa, nunca me dice 'estás linda'. Lo más inaudito del caso es que, cada día que pasa, me enamoro más de él. Estoy tan enamorada de él que en ocasiones el sentimiento es insoportable, es complicado mantenerlo adentro de mí. Y Zoro sigue sin hacer absolutamente nada.
Lanzo un largo suspiro.
—Lo tienes bastante largo. ¿No has pensado en cortarlo? —Me pregunta, sin dejar de peinarme.
—Ni loca… tú no sabes todo lo que me costó que creciera de esta forma —En realidad no costó mucho, mi cabello suele crecer rápido, pero me gusta como lo tengo actualmente—. ¿No te gusta? ¿Te gusta más cuando está corto?
—Me gusta tal y como está —Dice Zoro rápidamente—. Siempre he pensado que tu cabello es hermoso.
—Ah, gracias. Y me ha costado trabajo, ¿sabes? —La gente cree que tener un cabello tan sedoso y saludable es fácil, pero la verdad requiere un gran…
¿Eh?
Eso que dijo Zoro… ¿Fue un cumplido? Él dijo que le gustaba mi cabello, que era hermoso…
Wow. ¡Wow!
Sólo con esas palabras, mi ánimo se elevó hasta el cielo. Como si sus palabras hubiesen soplado la vela en mi corazón.
—Tenía tiempo sin escuchar algo lindo de tu parte. Llegué a pensar que no me veías bonita. —Sonreí aliviada. Muchas personas me han dicho que soy una mujer hermosa, que tengo un cuerpo extraordinario y que soy muy inteligente. Tengo cientos de admiradores por todo el mundo. Pero sus palabras no me importan tanto como escucharlas de la persona a quien más amo.
—Claro que… aunque no te lo diga, lo pienso. —Balbucea Zoro, sacándome de mis reflexiones.
—¿En serio?
—Ya, Nami. Soy hombre, por supuesto que me pareces hermosa, la mujer más hermosa. Pero no todos somos como el cocinero sucio, yo se disimular.
Me veo obligada a voltear para verlo fijamente, y entonces me doy cuenta que él está en la misma situación que yo. No sabe hacia dónde mirar, no sabe si enfrentarme o levantarse y huir de allí. Vaya, Zoro, ¿En serio eres tú quien levemente sonrojado me está hablado ahora mismo?
Si aquello que está diciendo Zoro es verdad, entonces puede que él piense que mis pechos son apetecibles, pero no lo dice por decencia, o por timidez, o porque piensa que puede herir mis sentimientos. Aunque eso no explica el hecho de dedicarle más tiempo a sus katanas en lugar de mí.
—Es que… nunca me dices nada… nunca me abrazas o me buscas; no es que quiera una cascada de cariñitos, pero no sabré lo que piensas de mí si no me lo dices —Confieso. Él no ha apartado su mirada de la mía, lo que hace el momento más intenso—. Parece que todo lo que te importa son tus katanas.
¡Ya, lo dije!
—Tú también haces lo mismo —Se excusa, desviando su mirada a un costado—. Con tus mapas…
¿Eh?
¿Qué fue eso?
¿Mis mapas?
Un momento… ¿No se referirá a…?
No puede ser.
No puede ser… aunque quizás lo mismo que siento yo con sus katanas, lo siente Zoro con mis mapas. Claro, al principio había sido algo difícil llevar nuestra relación a escondidas, por lo que cuando decidimos hacerla pública, creí que Zoro y yo íbamos a ser más cercanos que antes. Con 'cercanos' me refiero a cariñosos y románticos. Pero resultó lo contrario, Zoro se tornó más amargado y frío que nunca; y yo soy demasiado orgullosa como para andar atrás de él.
Entonces cuando me di cuenta que su tiempo libre lo malgastaba en dormir y pulir sus katanas, me molesté. Pero pensándolo bien, yo también dedico mi tiempo libre a mis mapas.
Estallé en risas.
—¿D-de que te ríes? Estás loca. —Zoro se aleja, sin saber el motivo de mis risas. ¡Pues claro que es gracioso que ambos sintamos celos por cosas que ni siquiera respiran!
—Somos unos tontos. —Susurro, acercándome a su rostro y depositando un beso en sus labios, beso el cual Zoro no tarda en corresponder. Coloca sus manos alrededor de mi cintura y me atrae hacia su cuerpo, profundizando el beso.
Este es el Zoro al que amo.