Ni Los Juegos del Hambre ni sus personajes me pertenecen; son propiedad de Suzanne Collins.


Ella

Es ella. La reconozco al instante. Lo sé por la forma en que mis manos empiezan a temblar, por el modo en que un pitido se adueña de mi sentido del oído y por la manera en que mi corazón empieza a latir más rápido, como si quisiera salirse de mi pecho.

El conjunto de sensaciones me produce dolor. Duele porque cada ínfima parte de mi cuerpo fue maltratada, fue golpeada hasta límites insospechados, duele porque los golpes eran para complacerla a ella, siguiendo las órdenes de ella.

Verla allí, mirándome con los ojos como platos provoca que la furia nuble mi visión. Todo se ve rojo; incluso puedo verla esbozando una sonrisa de felicidad al ver el estado en que me encuentro. De repente ya no puedo quedarme quieto. Tengo que detenerla antes de que decida hacerle esto a alguien más.

Cuando mis manos se cierran sobre su garganta algo me dice que está mal. Una pequeña voz enterrada en lo más profundo de mi ser me dice que no debo matarla, que es ella. Pero mis manos parecen moverse solas, y la emoción que se adueña de mi cuando siento como su piel cede ante ellas no hace otra cosa que envalentonar todos estos sentimientos.

Una risa nerviosa se me escapa cuando noto que ya no intenta resistirse. Quiero que todo termine, que su corazón finalmente deje de latir pero al mismo tiempo quiero que siga haciéndolo. Medito por un momento la posibilidad de dejarla con vida, para que sufra en carne viva todo lo que ella me hizo sufrir.

Sin embargo cuando aflojo un poco mi agarre algo me golpea en la cabeza y todo se vuelve negro de nuevo. Lo último que alcanzo a distinguir antes de que el mundo se apague son sus ojos grises mirándome aterrorizados.

Me despierto del todo días después. Mientras tanto me mantienen en una especie de trance, despertándome sólo para realizar pruebas y evaluar mi estado. Nadie me habla directamente, pero entre las brumas del inconsciente alcanzo a escuchar y a entender la palabra secuestro. Una imagen fugaz del presidente Snow surca por mi mente, pero inmediatamente es reemplazada por una de ella riéndose a mi costa.

Los días pasan despacio, me mantienen atado en una cama. Al principio me muevo todo lo que mi dolorido cuerpo me deja, tratando de liberarme. Al principio les grito que ella es un muto, que todo es su culpa. Luego recuerdo que todo esto es una trampa. Fingieron liberarme con el único fin de que me esperanzara, y ahora ella vuelve a tenerme encerrado. No tiene sentido intentar advertirles, pero lo sigo haciendo. En cualquier momento ella podría decidir que ya no le sirven más y hacerles lo mismo.

Después de que me canso de repetir a todos los que me visitan que ella es un muto, que es peligrosa, empiezo a notar pequeños pero significativos cambios. No sé si es que la medicación que me están dando desde que llegué está empezando a surtir efecto o si realmente me estoy volviendo loco pero empiezo a verla en todas partes.

Primero la veo en sueños, tratando de matarnos lanzándonos un nido de rastrevíspulas. Esa noche me despierto gritando y con el cuerpo todo agarrotado; las correas que me atan a la camilla me están lastimando. La imagino regodeándose de esto y siento ganas de vomitar la insípida comida que me dan.

Cierro los ojos, tratando de disipar el dolor y la veo nuevamente, dando vueltas en un vestido rojo, envolviendo su cuerpo en llamas. Abro los ojos asustado cuando las llamas se extienden por todos lados y empiezan a quemarme, mientras ella sigue girando y riendo descontroladamente.

La veo de nuevo. Parece más pequeña, envuelta en una chaqueta de cuero. No lleva un arco en la mano pero si un saco de arpillera cuelga de su hombro. No se ríe como suele hacer cada vez que me torturan, como suele hacer cada vez que me hacen daño. Simplemente mira hacia adelante como si no me viera en frente.

Así mi habitación se llena de Katniss Everdeen. La veo todo el tiempo, en todos lados, incluso cuando cierro los ojos tratando de evitar su imagen. La veo de todas las formas que la recuerdo, de hecho la veo de varias formas que no recuerdo del todo.

A veces se ríe, a veces se acerca peligrosamente, a veces dice en voz alta lo mucho que le gustaría matarme. A veces se queda callada simplemente mirándome y a veces me pide que me quede con ella. A veces se ve tan brillante como el sol y a veces tan pálida como un papel. A veces me dice que su color favorito es el verde y a veces me dice que disfrutó matando a toda mi familia.

No lo entiendo. Me gustaría que se fuera, que todas ellas se fueran. Me gustaría poder cerrar los ojos y no volver a verla nunca más, no volver a pensar en ella porque cada vez que lo hago siento miles de emociones contradictorias envolverme. Odio. Rabia. Resentimiento. Añoranza. Cariño. ¿Amor? ¿Qué es realmente lo que siento?

Siento que cada día que pasa una parte de mí se va rindiendo al hecho de que ella estará en todos lados, de que sus distintas imágenes me van a perseguir para siempre, no importa cuánto les grite que se vayan. Cuando dejo de gritarles y de intentar alejarme cada vez que ellas se acercan me quitan las correas y permiten que me mueva libremente por el pequeño cuarto en que me tienen encerrado. Los doctores empiezan a comentar entre ellos que quizás estoy mejor, que quizás los tratamientos estén dando resultados.

Sinceramente, lo dudo. Me siento más tranquilo, pero ella, en todas sus versiones, nunca va a desaparecer. No importa cuántas veces digan que son recuerdos implantados.

Dictaminan que estoy lo suficientemente cuerdo para realizar pequeñas actividades cotidianas, y me ponen a hornear y decorar un pastel. Es para la boda de Finnick y Annie, dijeron. Me alegro, sobre todo por ella, así que le pongo mucho empeño. Me entusiasmo un poco (sólo un poco) cuando descubro que se siente como antaño, y cuando me veo reflejado en el vidrio de mi celda puedo reconocerme un poco. Como si parte de mi hubiese decidido volver justo ahora.

Sin embargo ella nunca se va y eso me desespera. Siempre deja alguna de sus versiones vigilándome y eso me pone de los nervios a veces. Es como si no quisiera dejarme solo; seguramente teme que escape de su albedrío. Trato de hacer de cuenta que no la veo mientras glaseo el inmenso pastel, trato de hacer de cuenta que no la escucho cantar la canción del valle.

Su canción sigue en mi mente días después, cuando Haymitch finalmente se digna a visitarme. A él también lo odio, pero no le tengo miedo. No creo que venga a hacerme daño. Medito sobre si contarle o no que ella nunca se va, pero finalmente no lo hago. En su lugar le digo que quiero verla, a la verdadera. Él me mira con desconfianza, pero finalmente acepta. Dice que en cuanto pueda convencerla la traerá a hablar conmigo. Confío en que eso baste para que todas las demás desaparezcan.

Ella aparece pocos días después. Por las dudas los médicos volvieron a atarme y a colocarme un tubo en el brazo para poder dormirme con facilidad. No creo que haga falta en realidad.

Cuando la veo vuelvo a sentir un revoltijo de cosas que no se condicen entre sí. Indignación, desprecio, rabia, y alivio. Reconozco que nuestra charla no es buena para ninguno de los dos, incluso con mi cabeza distorsionada puedo ver como ambos resultados heridos. Pero al final me siento aliviado. Todas las demás Katniss que me acechaban, tanto dormido como despierto, desaparecen finalmente.

Solamente queda la misma Katniss que acabo de ver, la misma que huyó despavorida y enfadada de mi celda.

No se va a ir, supongo. Me doy cuenta que no quiero que lo haga, no quiero estar solo nuevamente.

No es eso. No quiero estar solo, pero tampoco quiero estar con otras personas que no sean ella. Incluso cuando sigo dudando; cuando todavía la veo intentando matarme, no deseo que se vaya.

Después de todo siempre ha sido ella.


Hola! Seguramente se preguntan qué diablos es esto. Yo también lo hago, a veces xD Les voy a contar la historia de este fic. Fue ideado para participar de un concurso de fanfiction de una convención a la que planeo ir (muy friki lo mio, sí) pero me pasó algo terrible. Se me pasó la fecha para enviarlo. *se golpea a si misma* Esta semana fue un lío y cuando me di cuenta ya había pasado la fecha de inscripción y yo no había enviado el fic T_T Así que decidí subirlo, para no sentirme tan mal conmigo misma xD De todas formas planeaba subirlo, pero después de la convención.

Es un pequeño relato sobre Peeta cuando vuelve al trece secuestrado. Es de este tamaño porque era el límite que especificaban.

Y bueno, son cosas que pasan xD

Espero les guste :) Y ya que estoy le hago promoción al long fic que estoy escribiendo: Cambiar de Aire.

Nos leemos por allí.

Saludos!