Música inspiradora: Burlesque – I'm a good girl
Glamour
por Ragdoll Physics
Sai entró a la residencia Yamanaka de noche, había vuelto de una misión cerca de la villa, apenas a unas horas, y por más que se hubiera demorado en entregar su reporte en la Torre frente al Hokage, Ino no se veía en ninguna parte. Debería seguir en el Cuartel de Ibiki haciendo interrogaciones, lecturas de mente o simplemente siendo recriminada por el jefe de la División por sus reiteradas faltas en cuanto a su puntualidad. El pálido cerró la puerta encontrándose en una morada completamente oscura, como la boca de un lobo y procedió a encender las luces, topándose con un obstáculo en el pasillo de la entrada que no vio hasta que su camino estuvo iluminado.
Se agachó con lentitud para recoger el par de zapatos que estaba tirado y cuando estuvieron en sus manos, vio que en el camino había más objetos tirados y que el rastro terminaba en la habitación de su novia, en donde no había orden alguno. Además de zapatos encontró prendas, chaquetas de varias tonalidades para el clima otoñal, accesorios que jamás usaba pero que siempre intentaba darles una oportunidad y un cepillo para el pelo que encontró en la cocina, lugar donde seguramente había terminado de cepillarse.
Sin cambiar su expresión facial, Sai recogió todas esas cosas para dejarlas en su lugar con una serenidad envidiable, sin quejarse ni preguntarse por qué su novia era tan desordenada. El armario que era el pasillo que iba de la habitación principal al baño estaba atestado de más ropa, zapatos y maquillaje que jamás había le había visto usar, y se preguntó si Ino era una acumuladora en secreto. Sai se tomó el mentón con una mano y dejó todos los objetos que había recolectado en donde asumía que ella los guardaría y de pronto, sin saber el porqué, se vio a sí mismo sentado en el suelo de ese lugar inspeccionando todo lo que la rubia guardaba para mejores días.
Un zapato de tacón y brillantes blancos, un collar enorme de perlas rosadas y un pantaloncito de encaje rosa palo con detalles de rosas del mismo material, fueron las cosas que tenía en las manos cuando la acumuladora en cuestión entró en escena. Llevaba puesto su uniforme de Inteligencia con sus usuales sandalias oscuras y planas que no tenían nada que ver con lo que tenía guardado en el armario o que había regado en la entrada. Ningún accesorio a la vista. Ino traía los ojos entornados cuando lo vio sobre sus cuartos traseros revisando sus cosas y luego suavizó la mirada para sonreírle con cariño.
—Ahí estás —lo saludó mientras se daba la vuelta al tiempo que se sacaba la chaqueta y la lanzaba lejos, sin importarle si caía o no sobre su cama. También se soltó el pelo y lo desordenó con las manos como hacía al llegar a su casa durante la noche. Luego se lanzó a la cama dando un alarido de gozo, rodó en la cama y lo quedó mirando con los ojos adormilados y un brazo apoyando su cara—. Vi que habías recogido mi desorden allá abajo —sonrió cuando lo vio incorporarse del suelo para acercársele, sin dejar los objetos que había encontrado interesantes—. ¿Qué traes ahí? —preguntó coqueta, almendrando sus ojos celestes con picardía.
—Nunca te he visto usar cosas así —le dijo sin cambiar de tono—, ni ninguna de las cosas que guardas.
—¿Por qué me dices eso? —preguntó mientras se incorporaba un poco de la cama, sin dejar de coquetearle con sus ojos, la voz casi ronca y pausada, y los hombros alzados—. ¿Te gustaría que los usara ahora?
Sai miró el pantaloncito de encaje rosa, acariciando con un pulgar una de las rosas que lo decoraban, y luego volvió a ella.
—No las entiendo —afirmó seriamente y a Ino se le abrieron sus ojos de par en par como si le hubiese dicho uno de sus insultos—. ¿Para qué sirve tener todo esto si nunca lo ocuparás?
—¿Que para qué sirve todo esto? —reiteró Ino como si la respuesta fuera obvia pero para Sai no lo fue.
—Eso fue lo que pregunté.
Ino dio un bufido mientras gateaba sobre la cama hasta quedar cerca de él para arrebatarle los objetos de las manos y se perdió en el armario sin darle una respuesta hablada a su pregunta. Sai la siguió enseguida pero cuando llegó a un paso, Ino le cerró las puertas blancas en la cara. Tras unos instantes de confusión, la cabeza de su novia se asomó por la abertura que se atrevió a abrir para hablarle.
—Te espero abajo —dijo—, te enseñaré para qué es lo que sirven.
Y volvió a cerrar las puertas del corredor que daba al armario y al baño privado. Escuchó un desorden armándose ahí adentro y tras unos instantes de miramientos se alejó a la planta abaja, donde esperó unos minutos en vano. Ino no bajaría rápido, se dio cuenta, y se dirigió entonces la cocina para armar la cena de ese viernes por la noche. De pronto una duda le atacó de súbito y fue en búsqueda de su guía de comportamientos hecho libro. Buscó palabras claves y cuando dio con un párrafo en específico entendió que quizás Ino lo echó a la planta baja para que durmiera en el sillón.
—Vi eso en una de las películas para chicas que le gustan a Ino —se dijo para sí con la mano en el mentón, pensativo. Luego volvió a buscar más palabras claves. Más párrafos desfilaron ante sus ojos y todos hablaban de lo mismo: el frío y solitario exilio—. "Jamás le digas a una mujer que se ve gorda o mal con alguna vestimenta —leyó para sí—, así también está prohibido decirle que ya tiene mucha ropa. Jamás lo es." —Sai levantó la vista del libro sin comprender, ¿quizás se había equivocado al preguntarle a Ino sobre su acumulación de vestuario?
Las luces de la casa de apagaron de súbito dejando solamente encendida la de la cocina y escuchó una música tenue que ambientaba la casa. El primer pensamiento de Sai fue que lo estaban aislando de la habitación, visual y auditivamente. Pero el sonido de los tacones lo invitó a buscar la entrada posterior de la cocina y vio a su novia entrar rítmicamente vestida con telas de la Arena. Era un traje corto, de tonalidades que iban del rojo al negro, e Ino se giró haciendo sonar los tacones con brillantes y el collar de perlas se enredó en su cuerpo como un látigo.
—¿Ves? Sí puedo usar los vestidos que jamás me ves usar —le dijo dando una nueva vuelta sobre sí hasta que el vestido se levantó lo suficiente para revelar el pantaloncito de rosas debajo—. Es de la Arena, de la marca favorita de Temari. Es muy costoso y lo conseguí en oferta en uno de mis viajes. —Sai recordaba que había leído alguna vez lo culposas que eran las mujeres al comprar y de la necesidad de hablar de las ofertas.
Ino se encaminó por la cocina hasta que lo rodeó con esos pasos rítmicos que había adoptado por la música y su novio se sentó en uno de los asientos cuando los ojos de ella se lo pidieron. La inesperada aridez de su boca desconcertó a Sai. La florista le dio la espalda, enfrentándose al horno y apoyó las manos en la manilla de la puerta más baja del horno para sostener todo su peso de esa manera y estiró las piernas hasta que su trasero quedó más elevado que el resto del cuerpo, revelando de nuevo al pantaloncito que de pronto se le hizo muy bello con las decoraciones de flores de encaje.
—Y estos tacones —le dijo con su voz pausada mientras levantaba un pie a la vez hasta que el taco con brillantes rozara sus nalgas al compás de la música ambiental—, los conseguí a mitad de precio aquí en la Aldea, hace dos años atrás. Sólo los he ocupado una vez, además de esta. ¿Te parece que son lindos? —preguntó Ino mientras miraba de soslayo y su novio sólo respondió mirando al pantaloncito rosa siendo golpeado suavemente con los tacones de brillantes.
Sonriendo se dio media vuelta y subió cada cadera dos veces con la música antes de abrirse el vestido con lentitud y se lo sacaba por las piernas. El vestido dejó de ser importante al instante y aunque fuera costoso como había dicho, Ino lo pateó lejos para que no se le enredara en sus preciosos tacones a medio precio. Caminó entonces hasta el mesón donde comían y donde Sai estaba sentado y se sentó de un salto sobre la mesa, quedando inmediatamente más alta que él. Ino se arrastró con ayuda de sus palmas y se deslizó sobre el pantaloncito como si no hubiera roce entre ambas superficies, las rosas de encaje y la madera del mesón. Cuando dejó de moverse, movió las piernas alternadamente hasta quedaran totalmente estiradas.
Sai observó que tenía un peto blanco con incrustaciones de los mismos brillantes que tenía en los zapatos.
—¿Sediento? —preguntó con una voz que fingía ser de niña para desconcierto de Sai, pero Ino no esperó ninguna respuesta porque se acostó sobre la mesa y alargó una mano hacia los cajones que habían debajo de ellos y extrajo una botella de vino sin que su posición le incomodara. Enseguida rodó hasta quedar boca abajo y señaló unas copas detrás de Sai, que se levantó sin quererlo para atender a la petición de su novia.
El vino ya había sido abierto antes y estaba medio lleno, por lo que Ino agarró el corcho con los dientes y lo escupió hacia un lado con una gracia inusual, sirviendo ambas copas sin el cuidado de manchar en el proceso a la mesa. Los dos bebieron de sus copas sin quitarse la vista de encima y cuando ella terminó, un poco del vino se le escapó por la comisura de sus labios. Sai tuvo la intención de acercársele para lamerle el hilo de líquido pero ella se alejó en el acto, con una risa suave en la garganta mientras se apoyaba de rodillas y manos sobre la mesa para erguirse completamente. La música sonó más fuerte que antes llegando a un climax e Ino pateó al aire dos veces, dándoles a las copas de lleno con la punta de los tacones y haciéndolas añicos al instante. Lejos de ser un descuido, Ino se rio abiertamente de lo que había hecho y sentó frente a su novio, con las piernas colgando en el borde y los tacones enterrándosele en las rodillas de Sai.
—Este es de la colección favorita de Mei Terumi —dijo refiriéndose al pantaloncito rosa y Sai acarició una flor de encaje con el pulgar como antes lo había hecho pero ahora tenía mucho más sentido—. El peto fue un regalo de Sakura —continuó pero tras reírse suavemente tuvo la necesidad de corregirse—, bueno, tiene que serlo, hace años que está en mi casa y jamás lo ha pedido de vuelta.
Ino se quitó el collar de perlas que le llegaba hasta el ombligo pero lo hizo pasar por los hombros, el pecho, la cintura y las piernas antes de poder usarlo para presionar el cuello de él entre las perlas y hacerlo aproximarse a ella a la fuerza.
—Y estas perlas salieron del País de la Ola, fue toda una ganga. —Culminó su presentación, Sai lo supo porque ya no habían más prendas, al menos visibles, que pudiera presentarle para demostrarle que sí usaba el montón de ropa olvidada que tenía en su armario y que además había sacado a menor precio.
Sai se relamió los labios antes de volver a hablar, sentía el sabor al vino aún en el paladar.
—¿Y qué hay de la ropa interior? —preguntó recordando una cita en sus libros de conducta. Debía usar metáforas para pedirle que se terminara de desvestir.
—No estoy usando ninguna ropa interior —respondió ella con la boca a un estirón de labios de un beso.
—Oh.
—¿Ya entiendes para qué sirve todo esto?
Sai asintió con obediencia antes de responder.
—Para quitártela.
Nota de la Autorísima: Blablablebleh No me gustó para nada el final, pero bueno, algo así debía terminar ¿no? Me dio risa encarnar a todas las mujeres en Ino y hacerla hablar de las ofertas para justificar sus compras xD Además me gusta pensar en Sai como el amo de casa en cuanto al orden y la limpieza, además de cocinero porque a Ino no la veo buena en todas esas cosas xD Y sí, esto nació después de ver el clip de Burlesque (película que me pareció malísima, tengo que decirlo) que mencioné arriba xD Si lo ven, muchas de las cosas que hice que Ino hiciera, las hace Christina Aguilera xD Blame me.
Como siempre borro mis historias cuando me dejan de gustar, me autoimpuse un reto que no podré lograr(?) Y es tener en mi perfil 20 historias de aquí al 1 de marzo, con esta van 17. No creo que lo logre, para nada, pero intentaré desesperadamente escribir tonterías SaiIno para llegar a ese número(?) Sigo recibiendo ideas xD Esto es el "cómo lo sedujo" pero versión cuando ya están juntos xD el inicio es complicado jajaja
Bueno, eso, gracias por leer, RP.