Cuando menos lo esperes.


Había una vez una hermosa joven que se había encerrado a sí misma, alejándose del mundo que le había robado sus sueños, anhelando en lo más secreto que alguien la encontrara y la sacara de su soledad. Hasta que un día descubrió que su familia por generaciones había sido víctima de una extraña maldición que la haría desaparecer sin dejar rastro si no recibía un beso de amor verdadero antes de cien días.

Así, obligada por ello, y aún insegura, inició su historia que la llevaría por un largo camino de vuelta a enfrentarse con lo que una vez el miedo había dejado inconcluso.

¿Y al final?

Lo habían conseguido, por supuesto.

Misty sonrió cerrando el diario secreto familiar, después de releer algunos pasajes de éste, y lo guardó de nuevo en su baúl con llave. En mañanas de domingo, tan pacificas y calmadas como esa, se sentía en la clase de humor para meditar y recordar.

Se sentó en el borde de su ventana, y respiró el aire limpio y fresco que emanaba de los árboles cercanos en su pequeña pero bonita casa en Pueblo Paleta; cuánto había amado ese lugar desde niña, y aún después de tantos años no podía evitar pensar viendo a la hilera de fotografías que representaban su vida, «Lo conseguimos

Cada amanecer que despertaba a su lado, cada comida juntos, cada paseo, cada día al volver a casa, en todas las pequeñas cosas cotidianas pensaba interiormente con una mezcla de alegría, agradecimiento y admiración: lo conseguimos.

Una afirmación que renovaba día con día porque no existía un final definitivo, y había descubierto que un por siempre consiste en empezar de nuevo cada mañana con la misma disposición para hacerse felices uno al otro, llegando a amarse cada vez más profunda y auténticamente.

Pues, en sí mismos los sentimientos eran una reacción instantánea e incontrolable pero amar verdaderamente era una decisión que requería continuamente de valor, esperanza y confianza mutua.

Ash y Misty fueron lentos y torpes en el amor, sintiéndolo antes de ser capaces de saber lo que significaba, siendo ingenuos e inexperimentados, y de alguna manera no habían dejado de serlo del todo; seguían aprendiendo a amarse el uno al otro, conociéndose y enamorándose de nuevo, a veces discutiendo y reconciliándose, superando las dificultades y las pruebas, sin cansarse, sin aburrirse.

Se levantó para observar más detenidamente sus fotografías. Echaba de menos a sus tres hijos; el menor había salido en su primer viaje Pokémon ese verano, y aunque sabía que iba bien acompañado con el hijo de Tracey y la hija de Brock, la casa se sentía particularmente vacía desde entonces.

Ah, de pronto le dieron muchos deseos de tener otra vez un diminuto bebé en casa, y quizás esta vez sería una pequeñita; algo que tanto ella como Delia habían ansiado desde su primer embarazo. Amaba a sus hombrecitos, pero ¡cuánto hubiera deseado tener al menos una hija!

Era un poco curioso, de hecho, que ni Misty ni ninguna de sus hermanas hubieran tenido ni una sola niña, cuando en su familia, siempre había sido lo contrario. A veces se detenían a pensar sobre ello, sin saber cómo había empezado exactamente la maldición y se preguntaban si no sería una especie de señal de que ya se había roto por completo, dejando a su descendencia libre de ella.

Le gustaba pensar que había sido porque Ash y ella habían conseguido vivir juntos después de la maldición, haciendo que su amor verdadero durara después del beso y por ende rompiendo en definitiva sus efectos.

Suspiró, pero por el otro lado, eso hacía sentir triste a Misty, pues había llegado a la conclusión de que la maldición no era tan mala a pesar de lo que los hizo sufrir. Si no hubiera sido por ella, habría mucho que nunca hubiera aprendido, y había tanto que hubiera querido decirle a su hija cuando a ésta le llegara el momento, de haber tenido una; porque el lazo entre una madre y una hija fue algo que de pequeña siempre añoró.

"Hey, Mist," Ash se asomó de pronto, sacándola de sus pensamientos, y Pikachu saltó felizmente a sus brazos con una pequeña flor para ella.

Ash le sonrió y se recargó en el umbral de la puerta; aún llevaba el pecho descubierto después de estar trabajando en el jardín, y ella aún con todos los años de casados, todavía sentía que su corazón se aceleraba emocionado al estar cerca de él.

"Te busca tu otro esposo." Le dijo risueñamente como si nada.

Misty tomó la flor de Pikachu y le dio una caricia, antes de que éste se subiera en su hombro, y se acercó a Ash.

"¿En domingo?" Frunció el ceño ignorando el comentario de él. "Espero que no sea porque perdió el archivo que le mandé. Gary siempre está metido en demasiados proyectos a la vez y me echa a mí la culpa cuando olvida algo." Se quejó un poco indignada, colocando sus manos en su cadera.

Ash se rió y se acercó a ella para besarla.

"No sé, Mist." Le dijo volteándose para tomar una camisa de una silla y se la pasó por encima. "Pero sí se ve algo molesto esta vez."

Asintió preguntándose vagamente de qué se trataría.

Tenía años que Daisy se había quedado como la líder principal del gimnasio de ciudad Celeste, ya que Misty después de un tiempo trabajando en otro proyecto al que fue invitada, había descubierto una gratificante vocación en el campo de la investigación especializada en Pokémon Acuáticos y, trabajaba en el laboratorio de los Oak desde entonces; lo cual la hacía pasar gran parte de su semana siendo colega de Gary, cosa que tenía sus ventajas (como conseguir que en la nueva entrada Pokédex, Tentacool y Tentacruel pasaran a ser conocidos como las joyas del mar) y contras a veces, porque él a diferencia de Tracey o los otros investigadores, no tenía problema en decirle sin tapujos cuándo se equivocaba en algo. De hecho, Gary amaba inmensamente hacerle saber que él siempre tenía la razón.

Bajó las escaleras con Ash tras ella, e inmediatamente sintió la mirada penetrante, casi asesina, que Gary le lanzó, pero caminó hacia él como si no lo hubiera notado en absoluto.

"Buen día, cuñado." Le dijo utilizando la expresión con la que solían llamarse de vez en cuando en juego, desde que un día él le confió que Ash había sido como un hermano para él de niños. "¿Qué te trae tan temprano en nuestro humilde hogar? ¿Te gustaría una taza de té?" Le sonrió dulcemente, utilizando una voz exageradamente amable, y de ser posible, la expresión de él se volvió más irritada.

Ash tenía razón esta vez lo había hecho enojar en serio.

"Red, déjate de cortesías innecesarias." Le dijo tensando las palabras, y ella se cruzó de brazos, diciéndole con el gesto que no le quedaba mucha paciencia.

"¿Qué pasó, Gary?" Le preguntó esperando que se dejaran de rodeos.

"¿Qué pasó? Esto pasó." Arrojó algo sobre la mesa de centro. "¡Me contagiaste!"

A su tono de voz, Pikachu se tensó y ella instintivamente lo bajó de su hombro y con una última caricia y un suave todo está bien lo dejó en el suelo.

"Es una foto de Belle." Escuchó a Ash decir con voz confundida.

¿La hija de Gary? Se acercó también y al ver la foto dejó escapar una pequeña exclamación de sorpresa. Se veía transparente, como si, pero no podía ser, aunque su cumpleaños número 11 había sido justo ayer.

"Sí, Misty." Gary le dijo con voz peligrosamente baja. "¿Quieres explicarme por qué mi preciosa hija, que no tiene nada que ver contigo ni tu complicada familia, ahora está a punto de desaparecer?" Agregó subiendo de tono.

"¿Qué?" Volteó a verlo desconcertada, y luego intentó ordenar sus pensamientos. "Espera." Se acercó más él y lo miró con ojos entrecerrados. "Tú no puedes culparme. ¡Yo no te contagié! Es una maldición, no una enfermedad."

Se miraron mutuamente indignados.

Ash que había permanecido sospechosamente silencioso y pensativo, viendo con interés la fotografía junto con Pikachu desde su hombro, decidió intervenir entonces.

"Pero tiene sentido, Mist." Comentó en lo que ella reconocía era su tono inocente, ese que usaba a pesar de que sabía sería mejor no contrariarla. "Desde el principio me pregunté por qué dijo Gary que pudo ver que desaparecías cuando se suponía sólo los miembros de tu familia podían verlo. Esto lo explica, de alguna manera, ya le habías pasado tu maldición." Expuso levantando el portarretratos. "Quizás porque le contaste cuando se suponía que no podías decírselo a nadie."

Ella se giró por completo a él.

"Ash, eso no prueba nada." Le dijo algo nerviosa; pues sus hermanas le habían dicho que cada regla que se rompía tenía una consecuencia.

Él bajó la fotografía para mirarla directamente a los ojos y se acercó un poco más a ella.

"Bueno, mi otra teoría es que ustedes me han estado engañando, y Belle, en realidad, es tu hija." Lo último lo dijo en tono de exagerado asombro, casi como si estuviera riéndose del diálogo de una telenovela; notándose que no lo creía en absoluto.

Lo miró visiblemente insultada por su broma fuera de lugar. Él mismo había estado en el hospital cuando la mujer de Gary dio a luz a la niña.

Gary se aclaró la garganta.

"No tengo tiempo para sus tonterías." Les dijo con voz seria.

"Oye, Gary," Misty volteó a él dándose cuenta de algo. "Pensándolo bien, ¿por qué vienes a culparme de buenas a primeras? ¿Siquiera se te ha ocurrido discutirlo con tu querida esposa y madre de tu hija primero? Su familia podría tener una maldición igual o parecida a la mía."

"Misty, ¿por quién me tomas? Eso fue lo primero que hice, pero cuando me di cuenta que ella no veía ni sabía nada, supe directamente a quién responsabilizar. Te lo digo desde ahora, no pienso dejar que mi inocente niña pase por esto."

Misty suspiró, Gary era sumamente protector cuando se trataba de alguna de sus hijas, y coincidentemente, ahora notaba, era curioso que su esposa y él tuvieran puras niñas. Quizás definitivamente la maldición había dejado a su familia y pasado a otra, pensó un poco resignada.

"No es algo tan malo, Gary." Comentó en tono más sereno, y se giró para tomar la fotografía de las manos de su esposo, y la observó con detenimiento mientras Ash se acercó a Gary para intentar calmarlo.

Belle era una niña alegre y preciosa, que estaría en ese mismo momento viajando por algún bosque con su hijo mayor y sus demás amigos, incluyendo el único hijo de Serena; y de hecho, la pequeña a la que había visto crecer junto con sus hijos no estaba lejos de ser una verdadera hija para ella, y entonces, los ojos de Misty se iluminaron con una nueva idea.

"Oigan, hay que empacar." Exclamó emocionada, haciendo que ellos dos voltearan a verla desconcertados por su cambio de ánimo. "Se me acaba de ocurrir el plan perfecto." Declaró viéndolos con una enorme sonrisa, y luego parpadeó inocentemente. "No te preocupes, Gary. Les ayudaré. Soy la madrina de Belle, después de todo, y sé exactamente cómo romper la maldición esta vez." Dicho eso se dio la vuelta hacia su cuarto; necesitaba ir por el diario secreto familiar para pasarlo a Belle.

Tres segundos después tanto Ash como Gary gritaron al mismo tiempo en tono alarmado.

"Olvídalo, Mist/Red."

Ella se rió felizmente mirándolos desde arriba sin necesidad de responderles nada, sólo disfrutando por un momento el sentimiento de agradecimiento por su vida, y porque se le había sido concedido el deseo de conservar intacta la amistad de los dos, a pesar de todo lo que pasó.

Realmente, lo habían conseguido, todos ellos.

Por eso, lo primero que le haría saber a Belle sería que aún si el amor a veces no era como lo esperabas, y no podía ser tan sencillo como en los cuentos de hadas, siempre era una bendición y no una maldición.


Y, vivieron felices para siempre.


Nota: Esto no queda claro para Misty pero la maldición se pasó a Gary, sí en parte porque le contó, pero más que nada porque cambió su corazón y lo hizo creer en y desear con tanta intensidad un amor verdadero, sentimiento parecido al que daba la maldición, y entonces ésta lo escogió, ayudándolo con el destino a encontrar a su amor verdadero después (la mamá de Belle), que fue como su propio cuento con final feliz.


Disclaimer: Pokémon no me pertence.