Disclaimer: Shingeki no Kyojin es propiedad de Hajime Isayama.

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N/A: ¡Perdonen la tardanza! Tuve un bloqueo de escritora (?) ; A ; pero ya me recuperé, así que por fin pude terminar este capítulo que tenía a la mitad XD.

En fin, espero que les guste /o/.


POWER & CONTROL.

By: Maka Kagamine.


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I'm only happy when I'm on the run.
I break a million hearts just for fun.
I don't belong to anyone.

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Marina and the Diamonds


Capítulo dos.

Conoce a Eren «voy a ser tu ruina» Jaeger

( • ̀ω•́ )✧


Si debía confesar algo era qué, a mis casi veinticinco, nunca había besado a alguien —al menos no en la boca—. Siempre consideré esa clase de acciones prohibidas, eran una clase de acercamiento demasiado íntimo, así que sólo debías de hacerlas con tu pareja; aquel al que pertenecías.

Así qué sí, podía decirse que yo era todo un inexperto en el tema. Entonces, supuse que por eso, el beso que me dio aquel chico me nubló la mente.

Todo a mi alrededor tembló, se agitó sin cesar, cambio de colores y empezó a parpadear demasiado pronto; como un montón de flashes desfilando frente a mis ojos. Durante un momento, me sentí mareado. Los labios de —quién yo creía era Eren— se movían suave y lentamente contra los míos, casi rayando en lo tierno, sin embargo había una sensualidad escrita en el beso que me mareaba, tanto así que lo único que podía hacer era corresponderle mientras me aferraba a su sudadera negra.

Ni siquiera podía pensar con demasiada claridad. Todo mi cuerpo empezaba a dejarse llevar por mi instinto; cada pequeña célula Omega que rondaba por mi cuerpo se despertaba, arrastrándose con un cosquilleo por todo mi interior, obligándome a no dejarlo ir.

Por fin, por primera vez en mi vida, había dejado de sentir ese hueco negro que arrastraba conmigo cada día. Aunque sonara extraño, ya no me sentía solo; supe en ese preciso instante que Eren Jaeger era mi lazo perfecto. Era mi Alfa, el único que tenía derecho sobre mí.

Tras ese pensamiento, me encontré a mí mismo riendo, de la manera más amarga, en mi interior. Era ridículo, mi propia naturaleza, esa que había aprendido a manejar a mi antojo, estaba traicionándome. En mi vida no estaba escrito caer por alguien; menos por un Alfa. Se suponía que sólo los utilizaba para mis fines, para demostrarles a todos el poder que alguien como yo —siendo de la casta más baja— podía ejercer sobre ellos.

«Debes parar, entonces...»

Sin embargo, y apesar de que debía detener aquello, mi cuerpo no reaccionaba del todo; quiero decir, mi mente gritaba que parara, pero cada parte —Omega— de mi ser se negaba a hacerlo. La calidez que me invadía al estar entre sus brazos, sintiendo esos pequeños y cariñosos besos por todo mi rostro, avivaba mi naturaleza.

No estaba dispuesto a dejarlo ir.

Nos separamos —muy en contra de nuestra voluntad— por la falta de oxígeno. Él no perdió la oportunidad para clavar sus hermosos ojos en los míos. Sus orbes brillaban de una manera bastante singular, avivando ese color tan extraño que poseía, incluso hasta me provocaban cientos de escalofríos por mi piel, haciéndome temblar sin poder evitarlo.

«No debes caer...»

Muy despacio, sin querer lastimarme, le sentí deslizar su dedo índice por mi rostro. Marcó cada rasgo lentamente, casi parecía deleitarse con lo suave que era mi piel, mientras sonreía tiernamente.

—Dios mío —susurró, en un perfecto turco, que me dejó sin aliento durante unos segundos. Ese acento en él se oía fantástico—. Te busqué durante tanto tiempo y al fin te encuentro. Eres tan perfecto; justo como te imaginaba.

Sus confesión me tomó desprevenido, tanto así que salté en mi lugar sin poder evitarlo. El calor que se impregnó en mis mejillas me hizo saber lo sonrojado que estaba, mientras mis ojos brillaban complacidos. Eren sonrió ante mi reacción. Un par de coquetos hoyuelos se marcaron en su moreno rostro remarcando esos rasgos infantiles que aún poseía. ¿Cuántos años podía tener?; quizá diecinueve, o tal vez rondaba por los veintiuno. No lo sabía, pero me gustaba así como era.

«¡Detente, Levi...!»

—Tú... hueles raro —fue la única cosa romántica que dije, mientras arrugaba la nariz y seguía clavando mis ojos en los suyos. No podía dejar de verlo, no quería hacerlo—. Demasiado extraño.

Era la verdad, jamás había percibido un olor similar en otro Alfa. Conocía muchísimos, pero ninguno tenía un aroma como ese. Si bien en un principio me había parecido fuerte y masculino, en ese instante la fragancia que llenaba mi nariz era más bien dulzona; llegando hasta ser empalagosa. Pero, nuevamente, me gustaba. Se me antojaba hasta adictiva, sólo quería que él me tomara y me dejara ese olor por toda mi piel.

«No lo hagas, Levi... No caigas...»

Eren se carcajeó. La habitación se llenó de su risa infantil al mismo tiempo que sus orbes se iluminaban, y durante un momento creí que habían cambiado de color, convirtiéndose en un par de joyas doradas. Me quedé sin aliento por un segundo, ¿cómo podía ser así de perfecto?

¿Cómo era capaz de mover mi mundo de esa manera?

«Reacciona, Levi. No lo permitas. No caigas por él»

—¿Eso es bueno o malo? —inquirió, mientras se acercaba otro poco a mí, con sus ojos brillando de una manera singular. Mi cuerpo pareció reaccionar ante eso y, contrario a lo que creía, terminé por caminar hacia atrás casi huyendo de su contacto.

«No servirá de nada todo lo que haz hecho si te dejas marcar...»

Encogí los hombros ante su pregunta, pero me sentí en peligro cuando mi espalda chocó contra la pared. No debía estar tan cerca de él; no cuando causaba toda esa revolución en mi interior. Su cuerpo acorraló al mío, sus manos se situaron en mi cadera mientras sus ojos brillaban con picardía. Le miré sonreír, mientras su nariz se juntaba a mi rostro se deslizó por mi nariz, y bajó muy lentamente hasta llegar a mi cuello, olisqueando mi piel en el acto. No pude más que aguantar la respiración cuando sentí su aliento chocar contra mi carne.

—No estás marcado aún... —susurró, todavía hundiendo la nariz en mi piel.

No era bueno y lo sabía, pero tampoco podía hacer demasiado para separarme de él. Pese a que mi mente no lo hacía del todo, mi naturaleza lo reconocía como mi Alfa.

Y, del alguna manera, me odiaba por eso. Porque ese no era yo. Ese no era el Levi que guiñaba un ojo y tenía a un montón de Alfas besándole los pies. Ese no era el Levi que, con sólo poner una sonrisa coqueta, podía obtener todo lo que quisiera. Ese no era el Levi que jugaba con los sentimientos de los demás. Ese no era el Levi que rompía cientos de corazones sólo por diversión; para demostrarles a todos el poder que podía ejercer sobre la casta más alta, siendo de la más baja.

—De-detente —pedí, casi sin voz, y sintiendo las mejillas calientes. Me aferré de nuevo a su sudadera negra, mientras cerraba los ojos con fuerza—. Detente...

Pero el chico me ignoró vilmente. En cambio —y creo que para molestarme más— repartió ligeros besos en mi cuello. El contacto de sus labios me hizo jadear despacio, casi en voz baja. Sin embargo, Eren logró escucharme. Le sentí dibujar una sonrisa medio coqueta ante de succionar con fuerza la piel de esa zona. Simplemente no pude aguantar el gemido que se instaló en mi garganta.

Nuevamente, Eren sonrió. Repitió la acción, y no me quedó de otra más que volver a jadear.

Alentado por eso, él decidió ir más allá. Mientras sus manos acariciaban la piel de mi pecho —¿¡cuándo mierda me había alzado la camiseta?!—, rozando peligrosamente mis tetillas, su lengua, húmeda y cálida, se deslizó por mi cuello bajando con sensualidad hasta mis clavículas.

Intenté ahogar el gemido al morderme el labio, pero no funcionó.

—¡Ngh...! No-no... De-detente —rogué, de nuevo, todavía aferrándome a él. A Eren le importó poco.

«¡Detenlo, Levi! ¡Debes parar todo...!»

—Eres delicioso —susurró, con sensualidad, todavía pasando su lengua por mi carne.

Pronto, me encontré a mí mismo temblando de sobre manera, deseando con más fuerza que siguiera con todo eso.

Pero no debía permitirlo...

No me dejaría vencer por un mocoso.

El único que llevaba el control sobre mi vida, era yo.

Y se lo haría saber.

Entonces, queriendo con ansiedad que el mocoso parara todo —porque estaba seguro que si no lo detenía, terminaría por entregarme a él—, aproveché que había acomodado una de sus piernas entre las mías para alzar la rodilla, pegándole justo en esa zona sensible para todo hombre.

Su reacción fue inmediata. El color de su rostro se perdió al instante, mientras su gesto se retorcía —aunque no supe si fue por el dolor, o porque se había enojado— y aguantaba una exclamación a medias. Sus manos, casi en automático, fueron directo a su entrepierna al mismo tiempo que se dejaba caer de rodillas al suelo.

—Te dije... —murmuré, entre vagas respiraciones, mirándole fijamente casi como si no me importara. Pero, dentro de mí, me regañé. Había maltratado a mi Alfa— Que te detuvieras.

Eren arrugó el entrecejo, luego de regresar su mirada a mí. Sus ojos, ahora un tanto oscuro, se notaban completamente dolidos.

—¿Qué demonios... te pasa? —gruñó, con los ojos llorosos (por el dolor, tal vez).

«Muéstrate fuerte. Muéstrale que no vas a caer por él»

Levanté el mentón y, reprimiendo esas ganas que tenías de consolarlo, le miré fijamente como si su estado me diera igual. Mis ojos eran fríos; sin rastro alguno de sentimientos. La mirada típica de todo Alfa Ackerman, aunque en mi caso era una excepción. Porque, aún siendo un Omega frágil y pequeño —como solían burlarse todo esos imbéciles—, la tenía y sabía en que momento usarla.

—Eso debería preguntarte, mocoso de mierda. ¿Qué demonios te pasa? ¡No puedes ir besando y lamiendo a las personas sólo porque sí! —reclamé, todavía viéndole desde arriba. Ah, como me gustaba eso de llevar el control (más o menos, pero bueno)—. Es asqueroso; a saber con cuántos más lo has hecho.

Eren frunció aún más su ceño, pero no hizo amago alguno para levantarse.

—¡Claro que no lo hago con todo el mundo! —contraatacó, limpiándose las lágrimas que habían quedado en sus ojos, aplicando demasiada fuerza, con su antebrazo. Cuando terminó, regresó la mirada a mí. Sus orbes brillaron llenos de seguridad cuando chocaron contra los míos, provocándome un temblor involuntario— Sólo contigo; porque eres mi Omega. Por eso debo marcarte.

Rayos, esas palabras suyas lograron remover todo mi interior de nuevo, el escalofrío que me recorrió el cuerpo me hizo jadear e iluminó mis ojos ante la determinación que surcaba por su rostro. Me fascinaba que ya me reconociera como su Omega; poco faltaba para decirle que tenía todo el permiso de dejar su esencia en mi piel.

«¡No, no, no! ¡No caigas, concéntrate

Negué con la cabeza varias veces, para luego bufar sarcásticamente. No caería, no lo haría. Levi Ackerman no estaría a los pies de nadie; jamás.

Porque el mundo se había hecho para estar a mis pies.

—Escúchame bien, niño —dije, bastante lento. Quería que mis palabras se le grabaran bien en esa cabeza de piedra—. Pero presta atención, porque sólo diré esto una vez —me acerqué hasta él, lo suficiente como para tomarlo de su sudadera y alzarlo un poco. Él se vio sorprendido, sin embargo su expresión no cambió—. Yo no soy tu Omega, ¿entiendes? ¡No lo soy ahora, y no lo seré nunca!

Pero Eren no tenía intención alguna de darse por vencido. La sonrisa que se pintó en su rostro me hizo sentir levemente descolocado. ¿Acaso el mocoso pensaba que era una broma? ¿Realmente no había prestado atención a mis palabras?

Las carcajadas que le siguieron a aquella sonrisa burlona me perdió aún más, tanto así que sólo pude pestañear todavía sosteniéndole por su sudadera. Él, dándose cuenta de la situación, aprovechó mi descuido. Lo primero que hizo fue poner sus manos sobre las mías y, haciendo un poco de malabares, se levantó del suelo.

Cuando reaccioné, ya estaba contra la pared de nuevo. Otra vez, me tenía acorralado entre su cuerpo y el muro. Abrí los ojos, apresurado, e intenté huir. Pero Eren aprovechó la diferencia de tamaños para no dejar que me moviera. Iba a reclamarle, juro que iba a hacerlo. Sin embargo, toda mala palabra que amenazaba con salir de mi boca murió en el acto, sólo con mirar esa sonrisa ensancharse en su rostro.

—Eres un chico difícil, ¿eh? —susurró, contra mis labios. El repentino acercamiento me hizo jadear, buscando un poco más de contacto— No importa, ¿y sabes por qué? —me vi en la necesidad de negar con la cabeza. No podía hacer más— Porque realmente, realmente me gustan los retos, y créeme cuando te digo que te haré caer.

Y entonces, Eren me besó de nuevo. Me resistí al principio, pero poco importó. Mi instinto era más fuerte, me gritaba a todo volumen que me dejara poseer por él; que ese chico era lo que siempre había estado buscando, aún inconscientemente.

No pasó mucho tiempo para que su juguetona lengua se inmiscuyera en mi boca, y empezara a explotar todo rincón de mi cavidad. Sorprendentemente no me dio asco —pese a que yo tenía un TOC con la limpieza—, de hecho, hasta cierto punto, lo disfruté. Me dejé llevar. Crucé la línea.

Antes de darme cuenta, mi lengua ya jugueteaba con la suya; se enredaban y succionaban de una manera magnífica. Nuestra saliva se mezcló, y empezó a escurrir por la comisura de mi boca en pleno beso. Obviamente tampoco me importó estar todo babeado.

Nos separamos —aún sin quererlo—, más que nada por la falta de oxígeno. Su lengua se retiró de mi boca muy despacio, dejando un puente casi invisible de saliva entre nosotros. La sola imagen me resultó sensual —aunque debía parecerme asquerosa—, y me hizo sonrojar un poco.

—Tú... —susurré, casi enojado; casi. Fruncí el entrecejo, provocando una sonrisa burlona de su parte. Quise golpearlo en ese momento. ¿Cómo podía ser tan atrevido?— Vas a morir. Yo mismo me encargaré de matarte.

—Será grandioso morir por tus manos, Levi.

Sólo bastó con que pronunciara mi nombre de esa manera para que dejara de respirar. Mi corazón latió ansioso, al mismo tiempo que otro chispazo de electricidad surcaba por mi cuerpo. El cosquilleo se acentuó en mi vientre mientras mis mejillas se sonrojaban.

¡Eren sabía mi nombre!

«Claro que lo sabe, idiota —se burló mi consciencia, empapando sus palabras con sarcasmo—. Es obvio que Mikasa le habló de ti, pendejo»

Solté un gruñido para mí mismo, y regresé al tema.

—¿Qué es eso? ¿Aparte de pendejo, eres masoquista también?

Él encogió los hombros.

—Sólo por ti —dijo, sin burla—. Puedes golpearme todo lo que quieras, pero ni con eso te dejaré ir; no ahora que por fin te encontré.

Chasqué la lengua, en un ataque de vergüenza. ¿Por qué sus palabras me hacían sentir tan feliz?

—Te odio.

Eren pareció bien con eso.

—Está bien, no importa. Ya te lo dije, haré que caigas ante mí. Cueste lo que cueste, haré que me ames.

¿¡Qué demonios pasaba con ese chico!?

¿¡Acaso nunca se daba por vencido!?

Por un momento, creí estar frente a una persona qué siempre conseguía todo lo que deseara; casi como yo.

Y sí, eso era peligroso.

—Tú... ¿Eres alguna clase de niño consentido? —inquirí, lleno de burla— ¿Acaso tus papis siempre te dieron todo?

Aunque mi intención era molestarlo —o mínimo hacerlo enojar—, Eren no caía. En cambio, sus labios se levantaron en otra sonrisa.

—Sí, siempre —admitió, sin pena alguna, mientras la punta de su nariz recorría mi cuello—. Así que ya lo sabes, siempre, siempre obtengo lo que quiero. Y te tendré a ti, quieras o no; porque eres mi Omega.

Me fue imposible no temblar, más cuando le sentí dejar un beso pequeñísimo en mi barbilla. Luego, se tomó la total libertar de olisquear toda mi piel sin reparo alguno.

—Yo no soy tu Omega —le repetí, casi asqueado de la situación. Me odiaba —y lo detestaba a él también— por no poder llevar el control en ese momento—. Nunca lo seré.

Eren dibujó una sonrisa contra mi mejilla, para después dejar otro beso sobre mis labios; fue pequeño, casi rayando en lo tierno.

—Tenemos un lazo, lo sabes —murmuró, como si supiera todo—. Sé que también lo sentiste; sentiste que estamos destinados a estar juntos.

Quise negarme, decirle que era una mentira creada por su mente enferma. Pero él había dicho aquello con tanta seguridad que me quedé sin palabras, y por un momento sólo pensé en concordar. Supe entonces que librarme de Eren Jaeger sería imposible.

—... Te odio.

Eren rió una vez más.

—Ya te dije que no importa. Haré que me ames, sólo debes esperar.

Eren me miró con ternura cuando me escuchó chasquear la lengua. Sin decir nada más —creo que en ese momento las palabras sobraban—, él se acercó a mí. Su nariz se restregó contra la mía en un beso esquimal, como si fuéramos una pareja de verdad. Me sonrojé, pero tampoco pude separarme. Otra vez, me dejé llevar y permití que me llenara de mimos.

Mala elección, por cierto. Porque apenas la burbuja de amor estaba creciendo a nuestro alrededor, la puerta de mi casa se abrió.

Eren y yo volteemos hacia la entrada.

Y, por todos los seres divinos que parecían no amarme, Mikasa Ackerman entró.

(...)

No supe exactamente qué cosa hacía ahí. Ni tampoco cómo había conseguido la llave de mi departamento.

Sin embargo, aguanté la respiración, durante largos segundos, cuando vi el rostro de mi hermana deformarse en diferentes expresiones ante la escena que estaba presenciando. Podía saber con asombrosa facilidad qué estaba sintiendo, éramos gemelos después de todo. Empezó por el asombro, le siguió la confusión y terminó con el enojo.

Nadie dijo nada, sino fue hasta que Eren habló que terminó con la pesadez que había invadido mi departamento.

—¿Mikasa? —preguntó, mientras ponía una enorme sonrisa en su rostro— ¡Merhaba(1), Mikasa! ¡Qué gusto me da saludarte!

Mi dulce y tierna hermana —mi sarcasmo debía hacerse notar— pestañeó, pero no dijo nada. Oh, oh. Esa era una pésima señal.

—Hola, Eren —contestó, luego de un rato—. También me da gusto verte —tras ese saludo, Mikasa regresó la mirada hacia mí. Intenté hacerme el desentendido—. ¿Qué se supones que estás haciendo, Levi?

Pronunció mi nombre con una clara advertencia. Pero, obviamente, no me mostré intimidado. Mi hermana no me daba miedo, podía lidiar con ella; lo había hecho durante veinticuatro años.

Eren, que pareció no notar el aura de muerte que nos rodeaba a Mikasa y a mí, se adelantó en contestar—: Oh, nosotros estábamos...

—Nada —respondí, sin ninguna clase de sentimiento, mientras empujaba a Eren (porque todavía me tenía acorralado) para poder alejarme de él.

Mikasa entrecerró los ojos.

—No mientas, Levi —advirtió, de nuevo—. Te conozco; sé las cosas qué haces.

—No hacía nada, ¿¡bien!? —expliqué— En todo caso, el que me atacó fue tu amigo. Él tiene la culpa de todo.

Eren, de alguna manera u otra, pareció ofenderse.

—¡Oye! No te ''ataqué'' —rectificó—. Sólo besé a mi Omega. No le veo nada de malo a eso.

—¿''Nada de malo''? ¿¡En serio!? Llegas aquí y de pronto me besas sin decir más. No sé tú, pero ese fue un claro ataque.

Mikasa pestañeó.

—Esperen un momento... Hay algo aquí que no me queda claro —habló mi hermana, deteniendo la «pelea». Ella repasó su mirada primero sobre Eren, luego sobre mí—. ¿Tu Omega? ¿Qué quieres decir con eso, Eren?

Eren sonrió totalmente encantado.

—Bueno, ¿recuerdas, qué desde que supe que era un Alfa, siempre estuve buscando a mi Omega? —Mikasa asintió, no muy a gusto cuando supo hacia donde iba la conversación— Pues acabo de encontrarlo. ¡Es Levi! Tenemos un lazo y todo eso. ¿No es maravilloso?

Los ojos de mi gemela se oscurecieron por completo, y en secreto quise golpear a Eren una vez más. ¿Cómo podía hablar de esas cosas así, sin más? Me di una palmada sobre la frente cuando Mikasa apretó los puños. Estaba seguro que me esperaba todo un sermón interminable de su parte. Y sabía que éste sería peor, porque había «engatusado» a un amigo cercano de ella.

—Levi... —susurró, clavando sus ojos oscuros en mí— ¿No te dije que no usaras tus artimañas en él?

Esta vez, fue mi turno de ofenderme.

—¿Hah? Oh, no. Escucha, yo no hice nada. Fue el quién se abalanzó sobre mí y me besó, apenas abrí la puerta. No tengo nada que ver.

Mikasa iba a decir alguna otra cosa, pero, nuevamente, Eren se le adelantó—: ¿Qué sucede, Mikasa? ¿No estás feliz por mí? ¡Por fin encontré a mi Omega! A mi lazo perfecto...

Ante la cara soñadora que había puesto, la mujer suspiró mientras se acercaba muy despacio a Eren, para luego poner sus manos sobre los hombros de él y mirarlo como si sintiera pena. Yo, en cambio, me acaricié el puente de la nariz y me preparé mentalmente para cualquier cosa.

Eren puso cara de no entender nada.

—Lo siento, no puedo sentirme feliz por ti. No cuando dices creer que Levi es tu Omega.

El chico arrugó la nariz claramente decepcionado.

—No lo creo, Mikasa. Levi es mi Omega, lo sé. Incluso él lo sabe; también sintió el lazo que nos une.

Tras eso, ambas miradas se centraron sobre mí. Me encontré en la necesidad de fingir demencia. Jamás aceptaría eso; iba en contra de mis principios.

Queriendo huir de ahí lo más rápido posible, alcé las manos y solté lo primero que se me vino a la mente: —Oh no, yo no sé nada. Tú amigo se inventa cosas raras en su mente, Mikasa. Debería visitar a un doctor.

La sonrisa, que hasta ese momento adornaba el rostro de Eren, desapareció por mi respuesta. Sus cejas se medio juntaron, y nuevamente la decepción hizo acto de presencia en él. Mentiría si dijera que no tuve esa urgente necesidad de correr hacia el chico para pedirle perdón por la mentira que acababa de decir. Así que decidí aplastar mi trasero contra el sofá de la sala, para evitar ir hasta su lugar y abrazarlo.

Diablos, por situaciones como esa, realmente terminaría odiando mi naturaleza.

Mikasa se miró complacida ante mi respuesta —al menos un poco—. Eren no tanto.

—¡Levi!

—Eren, escucha —dijo mi hermana, ganándose toda la atención de su amigo—... Levi no es bueno para ti, ¿bien?

Eren arrugó la nariz.

—¿Por qué?

Mikasa parpadeó de nuevo, parecía estar buscando las palabras indicadas para su respuesta.

—Porque Levi es... —dejó la frase al aire, dándome a entender que no sabía qué decir exactamente. Encogí los hombros, importándome poco lo que pudiera responder— Levi es... Levi es... No importa, el punto es que él no es bueno para ti.

Eren bufó.

—Esa no es una respuesta —advirtió, frunciendo el ceño.

La mujer suspiró, sintiéndose derrotada. Me sorprendí, sí. Porque Mikasa era de ese tipo que nunca se dejaba vencer por nadie. No me quedó de otra más que suponer que Eren realmente le importaba mucho.

Quise hablar, hacerle entender también que yo no era bueno para él. Que si insistía en quedarse a mi lado sólo terminaría lastimado; herido, cuando se diera cuenta el tipo de persona que era, y las cosas que hacía. No obstante, justo en ese preciso momento, el teléfono de mi casa sonó. La sala quedó hundida en un sepulcral silencio que sólo se rompía tras cada ruido que hacía la máquina.

Casi de manera automática, me levanté de mi lugar y caminé hasta llegar al teléfono. Ese que estaba adherido a la pared, cerca de la entrada.

—Estoy ocupado ahora, llama después —dije, al contestar.

Iba a colgar pero la voz exaltada de Petra, mi secretaria, me hizo detenerme.

—¡Señor Levi! —chilló, al otro lado de la línea. Hice mala cara— ¡Espere, no cuelgue! Es importante, es importante.

—Habla ya, Petra. Estoy ocupado.

Entonces, las palabras siguientes que pronunció me dejaron congelado, como si realmente no pudiera creerlo—: Farlan Church está esperándolo en su oficina. Dice que quiere firmar el contrato, Señor.

—¿¡Qué!? —grité, llamando la atención de mis invitados. Sentí la mirada sorprendida de ambos perforando mi espalda— ¿¡Qué!? ¿¡Justo ahora!?

—Sí, justo ahora. Está realmente ansioso de verlo, señor.

Solté un montón de palabras —que casi parecieron en otro idioma— por lo bajo mientras volteaba a mirar a mi hermana. Ella reparó en mis ojos casi al instante, brillaban con emoción contenida; casi me moría por sonreír. Casi. Mikasa alzó una ceja al no entender mi reacción.

Tenía mis razones para actuar así, lo juro. Farlan Church era algo así como un tipo inalcanzable; su familia era importante, una de las más influyentes en todo Londres. Y obtener una simple firma de él era casi una misión imposible.

Pero, por supuesto, para Levi Ackerman no existían los «imposible». Menos cuando se trataba de conseguir lo que quisiera.

—Bien, bien. Iré para allá.

Tras eso, y con una vaga despedida, colgué el teléfono.

—¿Qué sucede? —preguntó Mikasa.

—Debo irme —fue lo que dije, al mismo tiempo que tomaba mi saco—. Tengo a Farlan Church esperando en mi oficina, quiere firmar el contrato.

Ella dejó de respirar durante un segundo. Sus ojos se abrieron de sobremanera mientras una ligera exclamación escapaba de su boca. De alguna manera, Mikasa tampoco podía creer aquello...

Porque no muchas personas conseguían una firma de un Alfa tan importante como Farlan.

(...)

Llegué a la empresa casi veinte después. Poder salir de casa me había costado muchísimo, más que nada porque aquel imbécil llamado «Eren Jaeger» se negaba a dejarme ir. Empezó a hacer un montón de preguntas: sobre quién era Farlan, de donde lo conocía y si teníamos alguna clase de relación. Creo que no está de más decir que casi me carcajeo en su cara. Casi.

Por Dios, ¿quién se creía ese mocoso, exactamente? ¿Mi Alfa, o algo así?

«Bueno, Levi... técnicamente, es tu Alfa»

Oh, genial. Incluso mi jodida conciencia se ponía en mi contra. Maravilloso, realmente maravilloso.

Solté una sarta de insultos para mí mismo —sí, así de afectado me había dejado ese mocoso— al mismo tiempo que la puerta del elevador se abría, justo en mi oficina.

Cuando salí de él, Petra fue quién me recibió con una sonrisa de oreja a oreja en su bonito rostro. Se acercó con demasiada rapidez a mí, para poder entregarme la carpeta amarilla que traía entre sus manos; dentro estaba todo el papeleo necesario que Farlan debía firmar.

—¿Sigue ahí? —pregunté, pasando de saludarla, y tomé los papeles que me ofrecía.

Petra asintió.

—Sí, señor, no se ha movido de ahí —dijo, mientras ayudaba a acomodarme el cuello del saco. Como había salido a toda prisa no me tomé el tiempo suficiente para fijarme en mi apariencia—. Se ve que está realmente ansioso por verlo.

Sonreí en mi interior al mismo tiempo que me alborotaba el pelo, para darme iba imagen más sensual. Debía hacer lo necesario para, realmente, obtener esa firma. Y estaba seguro de que ni siquiera alguien tan recto, como el mismo Farlan, podía resistirse a mí. Petra terminó de arreglarme la ropa, luego de unos segundos, y me dedicó una sonrisa pequeña.

—Está listo, señor.

Asentí.

—Deséame suerte, Petra.

Ella rió de esa manera tan jovial que tenía, antes de murmurar un ''mucha suerte, Levi''.

No me molesté porque ella haya utilizado mi nombre. Petra y yo nos conocíamos desde hacía mucho tiempo; habíamos estudiado juntos en la secundaria para Betas y Omegas(2). Nuestra relación era cercana, más que ser mi asistente, o mi secretaria, Petra era mi amiga. Una de las pocas personas en las que podía confiar de verdad. Le agradecí con una mirada, antes de caminar hacia mi oficina.

Entonces, al mismo tiempo que dibujaba mi mejor sonrisa, abrí la puerta y entré a mi oficina.

No me sorprendió encontrar a Farlan sentado en la silla giratoria que estaba tras mi escritorio. Sus ojos, que segundos antes habían estado vagando por los cientos de reconocimientos que estaban en mi pared, se dirigieron a mí apenas cerré la puerta a mi espalda. La sonrisa que invadió su rostro, apenas me reconoció, se acentuó más cuando miró como me recargaba en la superficie de madera.

Ah, me gustaba siempre llamar la atención de esa forma.

—Hola, Levi.

Le sonreí. Farlan guiñó un ojo, totalmente coqueto.

—Hola, Farlan —saludé—. No esperaba verte aquí. Me tomaste por sorpresa.

Farlan pasó una mano por su cabello rubio cenizo alborotando un par de mechones, mientras soltaba una carcajada pequeña. Debía ser totalmente sincero y admitir que él era bastante atractivo. No, creo que la palabra ideal era «guapo».

«Pero Eren lo es más, ¿no, Levi

Lancé una maldición para mí mismo. En serio, no podía estar pensando en el mocoso en ese preciso momento.

Queriendo dejar todos esos pensamientos de lado, regresé la mirada para mi compañero. Él seguía mirándome fijamente. Repasó ese par de ojos por todo mi cuerpo; de arriba hacia abajo, tanto como quiso. No me quejé, estaba acostumbrado a esa clase de miradas. Los Alfas lo hacían siempre.

—Lo siento, ¿no interrumpí nada importante?

Negué con la cabeza, e hice un ademán con la mano para restar importancia al asunto. De hecho, me había ayudado a escapar de una incómoda situación, y ese mocoso que se autoproclamaba mi Alfa.

—Nada, sólo estaba en casa; aburrido, viendo una película — respondí, pero me apresuré a volver al tema—: Entonces... ¿Realmente vas a darme tu firma?

Farlan se levantó de mi silla. Con pasos muy lentos se acercó hasta mí, al punto de que su cuerpo acorraló al mío contra la puerta. Pese a que en mi interior le insultaba a diestra y siniestra —simplemente no entendía por qué los Alfas hacían eso—, sonreí de nueva cuenta mientras clavaba mis ojos en los suyos.

—Por supuesto, te la daré. Pero... a cambio quiero pedirte algo —explicó, al mismo tiempo que su dedo índice recorría mi mejilla.

—Claro, siempre y cuando esté a mi alcance.

Él iluminó su rostro con otra sonrisa. Sin decir más, me tomó por la mano y me guió hasta el sofá verde musgo que tenía en mi oficina; ese que combinaba a la perfección con las paredes cafés y el suelo de madera de cedro. Farlan tomó asiento para luego atraerme sobre sí. Creo que está de más decir que terminé sentado sobre su regazo, mientras sus manos se situaban en mi cintura.

No pude más que aguantar la respiración ante aquello. Farlan era el primer Alfa que hacía algo atrevido como eso —creo que era el segundo, en realidad—. Apreté los puños cuando sentí la urgente necesidad de pararme y golpearlo. Pero me detuve al recordar que debía hacer eso por el bien de la empresa. Además, nunca estaba de más tener a otro Alfa que cumpliera mis caprichos.

—Quiero una cita —murmuró, demasiado cerca de mis labios. Durante un momento, no pude evitar sorprenderme. Más por sus palabras, que por la cercanía—. Quiero que, a cambio de mi firma, tengamos una cita, ¿te parece?

Y Farlan sonrió como si fuera un niño pequeño. Ese simple gesto me hizo saber que sus palabras eran verdaderas. Así que simplemente le devolví él gesto mientras pestañeaba largamente, como si estuviera pensando demasiado en mi respuesta.

Obvio sólo lo hice para que se desesperara un poco. Farlan debía entender que quien llevaba el control era yo.

—Está bien, si eso quieres por mí está bien.

El se vio complacido con mi respuesta.

—Gracias, Levi.

Entonces, él decidió dejar un beso sobre mi mejilla. Casi rozó peligrosamente mis labios. Casi.

Diablos, en serio, diablos. ¿Qué coño tenían los Alfas con violar mi espacio personal de esa manera?

Sin embargo, no dije palabra alguna. Otra vez, no me quedó más que sonreír mientras que mi mano derecha se movía hasta su pelo y acomodaba esos mechones que parecían no tener remedio. Era necesario, lo juro. Debía actuar lo más coqueto posible para tenerlo a mis pies.

Sí, claro. Pero no contaba con que, justo en ese preciso momento, la puerta de mi oficina se abriera —¿¡Qué acaso no sabían tocar¡?—, y Eren entrara con una sonrisa adornando su rostro.

Él dejó de respirar durante largos segundos en lo qué su cerebro procesaba la escena. El olor me golpeó primero; y sólo eso fue necesario para saber lo enojado —¿o celoso?— que Eren se encontraba. Un minuto después, la sonrisa se borró, sus ojos se oscurecieron y su ceño se frunció totalmente.

Durante un momento creí que estaba fuera de sí.

No dijo nada, más se acercó con largos pasos hasta nosotros. Y lo siguiente pasó demasiado rápido. Antes de que Farlan y yo pudiéramos reaccionar, Eren ya lo tenía contra la pared, levantándolo apenas unos pequeños centímetros del suelo por el cuello de su camiseta.

Farlan no reaccionó. Yo tampoco pude hacerlo.

—No te atrevas... —murmuró con voz ronca, casi como si no fuera él mismo, mientras apretaba con más fuerza la ropa de Farlan— No te atrevas a tocarlo de ese modo. ¡Levi es mío!

¿¡Qué demonios...!?


.

Continuará...

.


Aclaraciones.

(1): Hola, en turco. Eren, en este fic al menos, será mitad alemán, mitad turco XD porque el nombre «Eren» es de ese origen.

(2): Los Omegas y Betas estudian juntos, no importa la posición económica. Los Alfas, por otro lado, al ser los más poderosos, estudian aparte; en una escuela hecha especialmente para ellos.


N/A: Eren se pone celoso cuando tocan a su Omega ùvú, pobrecillo, no sabe lo qué le espera (?) XD.

Espero que les haya gustado el capítulo, y que disculpen la tardanza D: cuando los bloqueos llegan tardan para irse uvu (?) XD. Ahora mismo me pondré a escribir la continuación de LHC para no tardar en publicarla x.x.

Muchísimas gracias por todos sus hermosos reviews ; A ; y por sus favs y follows. No esperaba recibir tantos, en serio, ¡muchas gracias! ; o ;

Por cierto, ¿tienen tumblr? El mío es makaxkagamine . tumblr . com por si quieren seguirme OwO

En fin, nos vemos en el próximo capítulo ;)

Lyne Diamond*


¿Review? *-*