-¡Fuku-chan, tengo sed! - se quejó alargando las palabras como en berrinche.

-Hay Bepshi en el refri, - contestó sin apartar los ojos de su tarea.

-En realidad, me tomé la última anoche, -añadió el tercer joven presente.

-¡Pinche Kin-chan! ¡Te he dicho un chingo de veces que no te tomes mis Bepshis! - bufó molesto el amante de los gatos.

-Es que a mí también me gusta, - se defendió avergonzado, escondiéndose tras su libro.

-¿Ah, sí? ¿Desde cuándo? - insistió enojado.

-Desde que siempre sabes a Bepshi, - contestó el otro como si estuvieran hablando del clima.

-¿¡De-de dónde sacas esas estupideces!? ¡Me-Mejor ve a la tienda a comprar algo de tomar y deja de decir tantas cursilerías! - tartamudeó Yasutomo con un fuerte rubor cubriéndole del cuello al nacimiento del cabello.

Por su parte Shingo se escondió bajo el kotatsu aún más avergonzado porque Juichi supiera la respuesta a la pregunta de Arakita. Desde que esos dos lo invitaran a formar parte de su relación, se había sentido inmensamente feliz, tanto que cada vez que los veía sentía que su corazón estallaría o se detendría del amor que sentía por los dos, pero en ocasiones como esa, llegaba a pensar que era el único que se sentía así, y que sus amados se reían a menudo de él.

Juichi suspiró pesado, metió la mano bajo el kotatsu y le acarició tranquilizador la nuca. Arakita, en cambio, también se escondió bajo el kotatsu, envolviendo con sus brazos al moreno mientras manoteaba la mano de Juichi para alejarla. Entonces, eran gestos como esos los que le recordaban que no era el único y que también los otros dos compartían ese sentir tan fuerte.

- Traeré bepshis y chocolates entonces,- dijo al final Juichi, levantándose de su lugar, - después de todo, me encantan los dos desde que estamos juntos, - sonrió con un leve sonrojo escondido por la cobija del kotatsu, y se salió del departamento dejando atrás los gritos avergonzados de Yasutomo y la risa nerviosa y ahogada de Shingo.