Disclaimer: Dragon Ball no me pertenece, ese es del grandioso Akira Toriyama.

Destino

CAPÍTULO SIETE

"Porque las cosas cambian"

―Su café, señorita ―el mesero depositó una humeante bebida y un platito con galletas sobre la mesa.

Afuera caía una leve ventisca de nieve. A través del ventanal se podía ver a la gente caminar sin mucha prisa a pesar del mal clima, la verdad era que ya estaban acostumbrados a ese estado y habían aprendido a vivir de esa forma.

Los abrigos y bebidas calientes eran ya cosas necesarias, así que los locales de ropa y cafeterías siempre estaban abarrotadas. También los consultorios de médicos generales y los terapeutas llevaban su 'agosto'. Era como si la gente gustara de sacar sus viejos recuerdos en esas épocas, al son de notas bohemias y suspiros nostálgicos.

Bulma comenzaba a pensar que ella también debía acudir a uno de estos dos.

Desde el día en que había salido de casa habían pasado ya casi cinco meses y había logrado viajar a una pequeña ciudad en un punto intermedio entre la Gran Capital, que era como llamaban a la ciudad del Oeste. En ese punto en donde se encontraba la vida era menos ajetreada, pero contaba con una gran afluencia por ser la antesala de la capital más histórica de todo el mundo y el lugar perfecto para enterarse de las cosas sucedidas con la Capsule, lo que incluía saber de la llegada de Vegeta y de algún intento de asesinato para con el presidente de la empresa. Ninguna delas dos había sucedido.

La ojiazul llevó una de las galletas con chispas de chocolate a los labios y ahí, mientras la mordisqueaba, la sostuvo hasta que se terminó. Recargaba la cabeza en la palma de la mano izquierda y con la mirada perdida entre la gente escuchó que alguien le llamaba.

―Disculpe, señorita, pero el joven que está allá le invita a beber algo con él ―Bulma miró primero al mesero y después al otro lado del local.

Se trataba de un chico de cabellos y ojos azul oscuro que le saludaba con el movimiento de una mano. La chica se quedó sin saber qué hacer, pero después de un instante le respondió el saludo. El chico se levantó y caminó hasta su mesa.

―Hola ―él sonrió amablemente y a Bulma le inspiró confianza invitándolo a sentarse con un ademán―. Disculpa por el atrevimiento, pero como te vi sola, bueno…

El chico se sonrojó y aquello le causó risa a la ex científica. Se veía que era alguien sencillo y amable.

―Soy Bulma.

― ¡Ah, sí, claro! Que torpe, no me he presentado. Mi nombre es Ten ―le dio la mano, aún más sonrojado.

― ¿Ten?

―Sí, por mi padre. Mamá estaba embarazada cuando él murió, ya sabes, en la época de los androides.

―Entiendo. Yo nací años después de eso. Supongo que debió ser difícil.

―Sí, mamá siempre fue muy fuerte y a pesar de vivir escondidos nunca permitió que nada la detuviera. Ella estaba segura de que algún día alguien pudiera destruir a esos monstruos, así que en medio de velas me hacía estudiar ―sonrió nostálgico― nuestro escondite estaba repleto de libros por doquier.

Bulma parpadeó un poco y por un instante miró hacia afuera como en busca de un recuerdo, algún momento de su vida que se encontraba nublado en su mente.

―Pero debo estarte agobiando con mis memorias y una chica como tú no estará interesada en eso.

La peliazul volvió la mirada hacia él.

―N-no quise decir que tú fueras de esas chicas…bueno, yo…

― ¿Frívola? No te preocupes, vengo de una ciudad del Tercer Nivel, a pesar de no haber vivido esos años, a veces soy capaz de ponerme en los zapatos de toda esa gente.

La voz de Bulma se apagó un solo instante, nuevamente su mente se perdía en esa espesa niebla de recuerdos. Sacudió la cabeza y volvió a sonreírle al joven. A pesar de no conocerle le parecía agradable y confiable.

―Entonces, no eres de por aquí.

―No, estoy buscando a un amigo. Se llama Vegeta ¿has oído hablar de él?

―Me temo que no, en realidad yo también voy de paso.

― ¿La Gran Capital?

― ¿Y quién no? ―Ten rio y ella se contagió por un momento― Si tienes la dirección quizá pueda ayudarte a encontrarle.

Bulma soltó un suspiro, llevando la barbilla a su mano derecha.

―No sé en dónde pueda estar ese cretino. En realidad sólo es una suposición de que él tenga que pasar por este lugar antes de llegar al Oeste.

―Casi todos pasan por aquí y…

La sirena de una patrulla que pasaba a toda prisa por enfrente del local le hizo guardar silencio. Ten le siguió con la vista hasta que se perdió.

― ¿Sucede algo?―preguntó la chica.

―Ah, no. Mamá siempre reaccionaba igual con ese sonido, solía decir que no era nada bueno y que cada vez que lo escuchara me escondiera.

―Ja, ja, sólo que seas un delincuente que se esconde, amigo.

―No soy un delincuente, pero sí que guardo algo ―dijo de buen humor.

― ¿Y quién no? ―ella repitió la frase del chico. Ambos rieron.

―Oye, Bulma, mañana a primera hora viajaré hacia la Capital, si quieres puedes venir conmigo. Probablemente puedas encontrar a tu amigo allá.

La ojiazul se quedó pensativa, quizá viajar con alguien más le vendría bien. Después de todo ya llevaba varios meses sin tener un contacto significativo con otra persona.

―Sí, eso sería fantástico ―respondió con una sonrisa.

― ¡Qué bien! Ahora, si me permites, te llevaré hasta tu hospedaje.

Ambos salieron del local, afuera ya no caía nieve y el blanco paisaje les reconfortó a pesar de las temperaturas bajas. El chico la condujo hasta una motocicleta y ella no pudo evitar emocionarse al ver el vehículo. Sin embargo, esta vez guardó silencio, la situación le resultaba nostálgica y el recuerdo de Vegeta la invadió una vez más.

―Hace muchísimo frío ―comentó el de los ojos oscuros. Bulma atinó a sonreírle, cuando en ese momento una corriente de aire frío le provocó un estornudo, dejando paso a un suceso extraordinario.

El cabello oscuro del chico se tornó rubio y sus ojos azules en verdes esmeraldas.

― ¡Por Kami! ―exclamo Bulma, al tiempo en que daba un paso hacia atrás.

―Vaya, hasta que este idiota hizo algo bueno para divertirnos ―sonrió encantador―. Pero realmente no eres de mi gusto.

― ¡Pero qué estás diciendo! Y además ¿quién diablos eres en realidad?

―Vamos, vamos princesa, no te asustes.

―Que no me… ―un tic nervioso la invadió.

―Mi nombre es Ten, mi caso es extraño ¿sabes? Cada vez que estornudo cambio de personalidad, yo soy la parte divertida y el otro es el aburrido.

― ¿Y- y cómo es eso posible?

―Lo heredamos de mamá ―el chico volvió a sonreír, aunque esta vez fue una mezcla de añoranza y de orgullo.

―Ten… ―murmuró, de repente la cabeza le dio de vueltas y las piernas se le debilitaron sin ser capaz de reaccionar.

― ¡Oye! Chiquilla ―eso fue lo último que Bulma escuchó antes de perder el conocimiento.

((…))

En algún momento de su vida estaba segura de que había escuchado de algo así, pero los recuerdos no le alcanzaban para asegurarlo. Constantemente, y con su viaje hacia la Capital del Oeste, le parecía vivir en una interminable bruma y no acababa de entender el por qué.

Bulma Ryu abrió despacio los ojos y se encontró en la habitación de huéspedes que ocupaba en el pequeño hotel de la zona.

Se levantó despacio y aguzó el oído, pero rápidamente se dio cuenta de que se encontraba sola. Soltó un suspiro y al querer buscar algo para taparse, porque seguía haciendo frío, encontró una pequeña nota sobre el buró.

"Querida Bulma:

Me hubiese encantado pasar más tiempo a tu lado, pero me ha sido imposible. Lamento que te haya hecho pasar por un mal rato, si puedes perdonarme te espero en la capital. Búscame en la dirección que está al reverso.

Ten.

La chica volteó la tarjeta y en ella aparecía el emblema en azul de la Capsule, la dirección al pie junto con un número telefónico.

El corazón de Bulma dio un vuelco.

((…))

El tiempo para los seres sagrados no corre de la misma manera, la misma ley se aplica para los seres que, de alguna manera, han tenido acceso a la eternidad, en la gloria o en el infierno.

Para Trunks habían sido sólo un par de horas o por mucho de días, aunque haciendo cuentas entendía perfectamente que en tiempo humano, quizá ya fuera cosa de varios meses. Eso lo mantenía angustiado, pues no contaba con ninguna clase de información con respecto a sus padres.

Y él estaba encarcelado. Enma lo había mandado a aprisionar poco después de que lo degradara de supuesto como guardián. Desde entonces estaba incomunicado. No dejaba de pensar en sí, acaso, el infierno sería mejor.

"Al menos allá tienes compañía de los que te atormentan", se decía.

Se levantó de la cama (en realidad solamente se trataba de un pedazo de concreto en una habitación sin ventilación ni nada por el estilo) y se acercó a la puerta, todo era silencio y no importaba lo mucho que pudiera estar llamando, nadie le contestaba.

Pero esta vez fue diferente.

Una sombra fugaz pasó por en medio de las paredes, era como una especie de humo negro y brillante. Pareció detenerse un instante después de 'juguetear' alrededor de la figura de Trunks y, tras desaparecer para proseguir su camino, las cerraduras de su celda se abrieron.

Trunks aguardó un momento, entonces un gran tumulto se dejó escuchar. Salió con prontitud ¡todos los que se encontraban presos habían sido liberados! Y no todos los que se hallaban en ese sitio eran almas bien intencionadas. Más de la mitad tendría razones suficientes para guardarle rencor al dios del más allá.

Sabiamente el chico se escondió y apartó de todos. Notó que los pocos guardias que quedaban libraban luchas feroces, pero inútiles en contra de todas esas hordas. El fuego y el caos se extendían con rapidez por todo el lugar.

En medio de todo eso, la única persona capaz de ayudarle sin duda sería Annin, claro si antes se libraba de ese grupo que le cerraba el paso justo en ese momento.

El equipo enemigo era el típico, chicos grandes y malos que piensan que por la superioridad en números lo tienen todo ganado.

Trunks pareció rezagarse, pero simplemente lo hizo para analizarlos con la mirada, algo que había aprendido de su padre. Después sonrío, desconcertándose porque no acababa de comprender la razón por la que se sentía emocionado en medio de la situación.

Excitado se fue sobre el que parecía ser el más débil. Atinó en su juicio y uno a uno los quitó de su camino, hábilmente con patadas y puñetazos, a pesar de que podía sentir cómo sus articulaciones crujían un poco por el tiempo encerrado. Pero no había tiempo que perder, el desorden estaba haciéndose cada vez más y su pequeña lucha lo único que hacía era llamar más la atención de otros para sumarse a ella. Entonces sí, muy pronto, la superioridad iba a rebasarle.

Diez, veinte, cincuenta, hasta que perdió la cuenta de cuántos le atacaban al mismo tiempo y su instinto de guerrero le indicó que era tiempo de sobresalir aún más. Pronto su halo de energía empezó a empujar a sus adversarios hasta que todos ellos salieron disparados por los aires. Sus cabellos rubios y sus ojos verdes brillaron sólo por un instante y después se marchó volando de ese lugar.

Se sintió enfadado, podía ser capaz de escuchar los regaños de su padre ¿Cómo era posible que unos sabandijas le habían obligado a convertirse en SS? Soltó el aire contenido y aceleró su vuelo, sólo para darse cuenta de que todo el más allá se encontraba devastado y con claras muestras de que una pelea se había librado no hacía mucho.

Quiso bajar para comprobar los daños y, de paso, a ver si quedaba algún sobreviviente, pero pensó de nuevo en su padre y aceleró más el paso para finalmente llegar hasta donde Annin.

Entró corriendo, el calor del fuego del caldero podía sentirse, así que por un instante quedó reconfortado. Corrió, la llamó pero ella no contestaba. Al parecer no había nadie.

― ¡Annin sama! ¿Dónde está? ¡Annin sama!

Estaba desesperado, no podía creer que su única esperanza no estuviera, que algo malo pudiera sucederle ¿Era posible? Ella era como una diosa ¿los dioses podían morir? Lamentablemente él sabía que sí.

Bajó el rostro y apretó los puños.

―Este no es el momento para ponerse sentimental ―sintió la mano cálida de la guardiana en su hombro.

― ¡Annin sama! ―dijo aliviado.

―Creo que este es el último lugar a donde llegarán. Has hecho bien en venir directo aquí y no en buscarlos primero para plantarle cara.

― ¿Qué está sucediendo? Por favor, dígame.

―Las palabras de esa condenada bruja se han cumplido. Al menos eso fue lo que dijo el idiota de Enma.

―La Tierra, mis padres…

―Ellos están bien, al menos por el momento. No sabemos quién, el cómo o el por qué, pero han liberados a todos los entes encerrados y condenados y salido a causar daño en todo el más allá. Los Kaio están viendo la manera de hacerle frente y han logrado frenarles por un poco, pero hay algo mucho más siniestro detrás de todo esto.

Annin hizo señas con las manos para que la siguiera.

―Estoy segura de que vendrán al final aquí, pues es la puerta entre ambos mundos y tú tendrás que ir a la Tierra para avisarles.

― ¿Yo? A los muertos sólo se les permite ir por un día y ¿qué podré hacer sólo con un día? Será imposible.

La mujer hizo un movimiento elegante con su mano derecha y en ella apareció un cascabel.

―Con esto tu estancia se prolongará más, pero si llegase a sucederme algo el cascabel desaparecerá y tú te verás forzado a regresar. Vete ahora y ten cuidado, porque no habrá nadie que te pueda guiar hasta el mundo de los vivos. Creo que a Uranai debió pasarle algo o se le está impidiendo venir pues no hemos tenido noticias suyas ¡Ve!

Trunks se llenó de incertidumbre y ansiaba llegar a la Tierra. Pero más allá de eso, le emocionaba la idea de volver a ver a sus padres.

¿Qué les deparará esta vez el destino a todos ellos?

FIN DEL CAPÍTULO SIETE

Perdón, perdón. Al parecer hubo un error en la posteada del capítulo siete anterior y no me di cuenta de ello hasta ahorita… perdón, este es el correcto.