Declaimer: Digimon y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Toei Animation y Akiyoshi Hongo. Esta historia fue realizada sin fines de lucro.


A

Esperaba fervientemente que el silencio sepulcral del auditorio me permitiera analizar con más detalle la situación en la que me encontraba. Estaba en problemas porque no sabía qué demonios hacer para el White day. Mi mente trabajaba arduamente, mientras mi mano izquierda iba de un acorde a otro y los dedos de la derecha raspaban delicadamente las seis cuerdas de mi guitarra, haciendo que de ésta comenzarán a emanar notas suaves, delicadas y tranquilizantes, cuyo eco resonaba por todo el lugar, estimulando mi mente.

Sin embargo, una melodiosa voz interrumpió mis cavilaciones. Abrí los ojos, más por costumbre que por la necesidad de reconocer a la dueña de tan encantadora voz que supera, por mucho, los poéticos cantos de cualquier ninfa y es más hipnotizante que la de todas las sirenas juntas. Creo que he pasado demasiado tiempo con mi hermano y ya se me ha estado pegando lo cursi. Pero es que es inevitable al tener semejante espectáculo delante de mí.

Traía puesta una falda, la cual le llegaba arriba de la rodilla, dejando ver sus bien torneadas piernas; un suéter de manga larga, calcetas y tenis; todos ellos blancos. No sé qué cara habré puesto, que me miró con preocupación y el tono en el que me habló no hizo otra cosa que confirmármelo.

—Yamato, ¿estás bien? —no le contesté inmediatamente.

Mejor me dediqué a examinarla y descubrir que era lo que más me gustaba de ella. Sería su lacio cabello pelirrojo, o sus ojos cobrizos. Tal vez su esbelta figura, o su hermosa sonrisa. Su tersa piel, o su asombrosa habilidad para detectar las penas de otros. No lo sé a ciencia cierta.

—Sí, no te preocupes, estaba pensando en el espectáculo que tenemos que dar dentro de unos días —contesté. Su rostro cambió e hizo una de las tantas sonrisas que me gustan, la de comprensión.

—No te preocupes Yamato, ya verás que cualquier cosa que hagas será muy buena —me dijo y no podía hacer otra cosa que responder su gesto con una sonrisa.

El sonido de un fuerte portazo nos devolvió a la realidad. Dirigí mi mirada a la puerta y me di cuenta que Taichi acababa de llegar con una cara de pocos amigos. Cuando se puso frente a nosotros se quedó parado, tomó un respiro y se estiró su castaña melena, me sigue sorprendiendo las dimensiones que tiene, simplemente no es normal. Aunque el pelo lila de Miyako tampoco lo es.

Venía vestido con un pantalón negro, tenis blancos y una playera azul. Estoy comenzando a creer que todas las playeras que tiene en su guardarropa son de ese color, exceptuando la de su uniforme de futbol y las de la escuela.

—Cálmate Tai, ¿qué es lo que tienes? —preguntó mi amada Sora con ese tono de preocupación que le dedica a todas esas personas que le importan.

—Nada, simplemente me acabo de topar con mi hermana y con Takeru, se dirigían a la biblioteca e iban tomados de la mano —contestó.

La situación no me sorprendió, Taichi es muy celoso de su hermana, pero algo me decía que no era todo lo que tenía; había algo más que estaba ocultando. Lo había notado muy serio y molesto desde hace varios días y no creó que sólo sean los múltiples pretendientes de Hikari. Pero tampoco me he tomado el tiempo de analizar la situación debido a que tengo el problema del concierto que tengo que dar el mismo día del White day.

—¡Ay Taichi! Deja a la pobrecita de Hikari en paz. Además, Takeru es todo un caballero, respetará a tu hermana por sobre todas las cosas; lo conocemos desde hace mucho —replicó Sora.

—Está bien, creo que exageré un poco —se resignó mi amigo, para ya no seguir discutiendo. Pude notar que ya se había relajado.

—Bueno, ya me voy chicos. Voy a ver a Mimi en un centro comercial y me pidió ir temprano porque tiene una cita en la noche, pero quise venir antes a verte —se despidió de mi con un tierno beso en los labios y de Taichi con un fuerte abrazo.

Lo que me inquietó fue que Taichi se volvió a poner tenso y respondió de una manera muy seca a la despedida de Sora. Estaba molesto de nuevo y seguía sin saber el motivo. Dejé mi guitarra a un lado y puse mi mano derecha en el mentón tratando de repasar lo que acababa de suceder. Fue cuando la verdad se reveló ante mí y no pude evitar dibujar una sonrisa en mi rostro.

—¿Qué te pasa Ishida? ¿Por qué pones esa cara de tarado? Ya sabemos que Sora te tiene idiotizado pero no es para que mantengas esa cara todo el tiempo —intentó molestarme, pero yo sabía que mi descubrimiento lo irritaría más.

—Salgamos de aquí, necesito caminar un poco y de paso platicar algo contigo —le dije y él asintió con la cabeza.

Estando afuera comenzamos nuestro andar sin decir una sola palabra. El clima templado hacía que el trayecto fuese tranquilo. El sol estaba oculto entre la nubes y una suave brisa soplaba para refrescar la media mañana. Precisamente por eso elegí cuidadosamente mi atuendo, el cual consistía en un traje negro, el saco de dos botones; zapatos del mismo color y una playera blanca de cuello redondo. Me daban un aire serio, para contrastar con la imagen de lo irresponsable que puede llegar a ser un adolescente. Agregándole que mi aspecto, caucásico, rubio y de ojos azules, me podrían hacer caer en el arquetipo del chico rebelde y desinteresado.

Estaba pensando en eso cuando Taichi me preguntó:

—Me imagino que todavía no sabes que regalarle a Sora para el White day, ¿verdad?

—La verdad no, es claro que le voy a dar unos chocolates pero, aparte de eso, me gustaría darle algo especial, algo que no se esperare y la sorprenda. Además, agrégale que los organizadores del evento nos obligaron a presentar una canción nueva, que no hayamos tocado, de preferencia inédita. El concierto es la próxima semana y con todo esto no he logrado pensar que es lo que voy a hacer con estos dos problemas. Cuando estoy pensando en la solución de uno se viene a mi cabeza el otro y estoy hecho un lío.

—Créeme no quisiera ser tú en estos momentos.

—Yo creo que nadie quisiera ser "yo" en una situación como esta.

El muy insensible se empezó a reír en mi cara, lo que me molestó sobremanera. Sin embargo, me di cuenta de que era el momento de tomar mi turno y molestarlo seriamente.

—Bueno, aunque mi situación podría estar peor —dije sabiendo que aquello atraería su curiosidad.

—Sinceramente lo dudo pero, ¿a qué te refieres exactamente?

—Simple, a que estaría mucho peor si estuviésemos en estas fechas, Sora y yo no fuésemos novios y ella tuviera un montón de pretendientes. Eso me haría enojar mucho y todavía más si ni siquiera me tomará en cuenta.

El rostro de Taichi se volvió apacible, era claro que había entendido mi indirecta, no es tan distraído como Daisuke.

—¿Desde cuándo te diste cuenta? —preguntó con un tono de voz serio y que no le escuchaba desde que Agumon cayó en manos del Emperador de los digimons.

—Hace unos momentos. Cuando Sora se despidió de ti —respondí de la misma forma. La conversación se había tornado seria.

—Y, ¿qué crees que deba hacer? —esa pregunta me tomó por sorpresa. No imaginaba que quisiera escuchar mi opinión y mucho menos un consejo.

—Yo pienso que deberías decírselo. La verdad, creo que Mimi también siente algo por ti, no estoy seguro qué, pero estoy convencido de que no le eres indiferente.

Soltó un suspiro, no sé si de alivio o resignación. —Es lo mismo que me dijo mi hermana.

—¡¿Hikari también lo sabe?! —esa pregunta salió en un alto número de decibeles que fueron consecuencia de lo sorpresivo de la información recibida.

—¡Sí! ¡Pero no es necesario que media ciudad también lo sepa! —me regañó.

—Perdóname, simplemente me sorprendió, es todo —me excusé.

—¿Cómo no lo iba a saber? Vivimos en la misma casa y me conoce muy bien como para detectar mis estados de ánimo. No tuve más remedio que sincerarme con ella.

Bueno debo decir que todo eso sonaba lógico. Por lo que decidí retomar el rumbo de la conversación, pero no llegué a hacerlo porque Taichi me volvió a hacer una pregunta:

—Explícame algo. ¿En qué te basas para afirmar que no le soy indiferente a Mimi?

—Por dos razones —comencé mi explicación—. La primera, conocemos a Mimi lo suficiente como para saber que le gusta arreglarse. Pues, ¿recuerdas que el año pasado hicimos una reunión para celebrar el primer aniversario de la derrota de BelialVandemon a la cual ustedes no asistieron porque tu abuela falleció y tuvieron que ir a su funeral?

—Sí lo recuerdo, fue un momento doloroso para todos nosotros. Hikari la pasó mal esos días. ¿Pero eso que tiene que ver con lo que te pregunté? —me cuestionó.

—No seas impaciente. Bueno en esa reunión, para sorpresa de todos, Mimi no se esmeró en su arreglo personal, algo que no pasó desapercibido por ninguno de los que asistimos. Eso y que en todas las demás reuniones que hemos tenido, y a las cuales has ido, Mimi es la de siempre; aunque falte Jō, Koushiro o el que sea.

—¿Eso es todo?

—No, también he notado que, cuando creé que nadie la ve, se dedica a mirarte.

Taichi no dijo nada más, pero en el fondo sabía que ambas razones le daban ánimos. Una sonrisa apareció en su rostro y me di cuenta de que le había dado a mi amigo algo característico de mi hermano: esperanza.

—Muchas gracias Yamato. Ahora te diré que ya encontré la solución a tus problemas.

Paré mi marcha y él lo notó por lo que también se detuvo. Lo miré a los ojos tratando de encontrar alguna pista de que lo que me había dicho de trataba de una broma, pero no la hallé.

—¿Es en serio? —lo interrogué para terminar de salir de mis dudas.

—Claro —me respondió.

—Bueno, entonces, ¿qué esperas para decirme la solución que se te ocurrió? —pregunté con algo de impaciencia.

—Es fácil, canta una canción romántica, de esas melosas que tanto les gustan a algunas mujeres, y se la dedicas a Sora en el concierto. Para complementar los requisitos que les pidió el organizador del evento pues compones una, aunque no creo que tangas tanto tiempo, o busca a alguien que tenga una inédita y asunto arreglado.

Quedé con la boca abierta de la impresión. Es que me resultaba difícil de creer que semejante idea se la hubiese ocurrido a este pelos de escoba.

—¿Cómo fue que se te ocurrió eso? —pregunté aun anonadado.

—No sé, sólo se me vino esa idea a la cabeza. Podría ser que, como no es mi problema, no haya atascado mi mente con tantas preocupaciones y al estar más relajado, mi lucidez es mayor.

—¡Ya te he dicho que no es bueno meterse sustancias que no puedes manejar! —mi comentario volvió a la normalidad nuestra platica.

—¡No digas sandeces Ishida! Te estás buscando una buena tunda.

Seguimos discutiendo hasta que me intrigó saber una cosa y volví a cambiar el rumbo de la conversación.

—Cambiando de tema. Entonces, estas molesto porque Mimi va a tener una cita esta noche. Eso quiere decir que lo de nuestros hermanos tomados de la mano sólo fue una excusa para distraernos a Sora y a mí.

—Algo hay de eso. Con esta cita de Mimi he estado excesivamente irritable. Cuando vi a nuestros hermanos así, sí me enojé. Pero creo que fue por descargar mi enojo —respondió.

—Bueno entonces, no te molesta en sí que nuestros hermanos sean tan cercanos.

—No, de hecho Takeru es al único chico al que le tengo la suficiente confianza para encargarle el cuidado de mi hermana, y sé que nunca me va a fallar; confió plenamente en él. Nada me gustaría más que ellos terminaran juntos.

—Entonces oficialmente seríamos familia. Aunque yo creo que hay algo que te alegraría más que nuestros hermanos nos hiciesen emparentar.

—A ver genio y, ¿qué es eso que me alegraría tanto?

—Un beso de Mimi —respondí sabiendo que eso lo volvería a irritar.

Comenzó a gritarme pero no entendí nada de lo que dijo, porque me di cuenta de que no tenía ni la más mínima idea de donde conseguir la canción, por lo que exclame un "Demonios".

—¡Ahora que Yamato, ya te di la solución! ¡¿Ahora qué es lo que te preocupa?! —exclamó.

—Que no sé dónde conseguir la canción —contesté.

Pero una nueva idea surgió en mi cabeza y con ella la imagen de la persona que me podría ayudar.

—Taichi, dijiste que nuestros hermanos fueron a la biblioteca.

—Ya te dije que sí.

—Y eso, ¿hace cuánto fue?

—Cómo una hora más o menos.

—Bueno, luego nos vemos tengo algo que hacer —me despedí muy burdamente.

Comencé a correr a casa de mi madre y Takeru. Sabía que ella estaba en horas laborales y, con la confirmación de que mi hermano estaba ocupado, me dejaban el campo libre para esculcar entre las cosas de él y encontrar lo que posiblemente sería mi salvación.

Gracias a que tengo mi propio juego de llaves me fue fácil entrar. Me quité mis zapatos y me dirigí directamente a la recamara de mi hermano. Estaba completamente en orden, contraría a la mía.

Hace algún tiempo ya, había descubierto que Takeru componía canciones, específicamente desde que aprendió a tocar el piano. No había querido decirle nada porque sabía que esa información me ayudaría en algún momento de apremio y vaya que tuve la razón.

Busqué en una mochila que tenía escondida bajo la cama. En ella había varias libretas. La primera que ojeé era de poemas cursis dedicados a "[…] la luz dadora de la vida. Creadora del sol, la luna, las estrellas y de mi existencia". No tenía ni idea de dónde sacaba tanta cursilería. El segundo tenía dibujos muy buenos hechos a lápiz de bellos paisajes primaverales, montañas nevadas, caballos en praderas y retratos humanos; el que no me sorprendió encontrar, para nada, fue el de Hikari. El tercero era el que buscaba, el de sus canciones.

Lo comencé a ver detalladamente, eran puras baladas, la mayoría de ellas sin letra. La primera que encontré era deprimente; definitivamente algo que no quería usar. Seguí revisando hasta que vi la última, estaba a medio terminar y era exactamente lo que necesitaba; mi hermano acababa de salvarme la vida.

Sinceramente me preocupó mucho un pedazo de la letra. Era claro que mi hermano estaba pasando por un momento difícil, pero no imaginaba que al grado de soñar con abrirle el corazón de Hikari para saber con certeza a quién quiere. ¿Tanta era su incertidumbre y su ceguera para no darse cuenta que sus sentimientos eran totalmente correspondidos? Aunque lo más seguro es que la frase esté en sentido figurado.

El sonido de la puerta abriéndose me indicó la presencia de alguien más. Ahí parado, con su mano derecha sobre la puerta y con una cara de asombro y preocupación, se encontraba mi querido hermano.

—Qué bueno que llegaste, necesito hablar contigo —le dije y su rostro se tornó molesto.

—¡¿Quién te dio permiso de revisar mis cosas?! —preguntó algo exasperado.

—Nadie —respondí—, pero no te preocupes que tus pequeñas habilidades de compositor ya las había descubierto.

Su rostro volvió a mostrar su sorpresa. Se puso a recoger sus libretas, excepto la de sus canciones, la cual tenía entre mis manos. Las guardó en su mochila y fue a cerrar la puerta. Cuando regresó se sentó en su cama y me dirigió una mirada de súplica.

—Por favor que nadie se entere, me da pena —me pidió.

—No te preocupes, no pienso hacerlo —mi respuesta lo tranquilizó un poco.

—Bueno y, ¿qué es lo que necesitas de mí?

—Sencillo, necesito que me dejes usar ésta canción —dije dándole su libreta.

—Pero esa canción aún no está terminada y dime, ¿para qué la ocupas?

—Me gustaría cantarla en el concierto de la próxima semana. Así que tienes hasta mañana para tenerla lista, porque también necesito tiempo para aprendérmela y ensayarla con la banda.

—¡¿Estás loco?! ¿Cómo quieres que termine la canción tan pronto?

—No lo sé hermanito; créeme que soy consciente de que lo que te estoy pidiendo es algo muy difícil, pero eres el único que me puede ayudar en estos momentos —mis palabras fueron sinceras, él era la única persona que podía ayudarme.

—Está bien, acepto. Lo hago porque de seguro a Sora le va a gustar tu detalle. Sólo tengo una petición —me dijo.

—¿Cuál? —pregunté.

— Dame un día más, eso es todo.

La petición era razonable por lo que terminé aceptando. Takeru había regresado a la casa por algunos libros, los metió a su mochila y salió junto conmigo, pues Hikari aun lo esperaba en la biblioteca. Cansado de tanto ajetreo en tan poco tiempo, decidí irme a mi casa a descansar. La semana que me esperaba iba a ser una la de las más difíciles en mis 15 años de existencia, pero si las cosas salían bien, terminaría siendo una de las mejores.