Notas: Aunque parezca un milagro de Odín, he vuelto para traerles una historia completamente nueva, con un cambio radical de: personajes, trama, hilo narrativo y registro en general. Este fic se lleva gestando desde hace meses, gracias al buen ambiente que hay entre todos los roles de Lost Girl que son muy inspiradores. También porque son un grupo de personas talentosas, inteligentes, interesantes a rabiar y absolutamente encantadoras, que amenizan mis horas libres y mis horas de sueño, aunque merecen la pena por todo lo que aprendemos entre charlas y bromas. Por eso, me he aventurado nuevamente a escribir un fic inspirado en ellas, en sus personajes, en su manera de rolear sus tramas particulares y en la personalidad que le implantan a sus roles.
También os comento que he escogido a Evony como la protagonista de este fic porque es un personaje muy marginado y maltratado en la serie. Además, me ofrece más tela por donde cortar para hacer una historia a mi gusto y tal vez algo original. Por supuesto, este fic es un AU gigante con personajes que no parecen en la serie, pero si en los roles de Lost Girl.
Dedicatorias:
Y ya para terminar con esta interminable nota de autor, me gustaría dedicar este fic a las chicas del rol de Lost Girl, porque son súper encantadoras y especiales, y porque llenan de risas, conocimientos y alegría cada uno de mis días.
Para: Jen, Annie, Aga, Chels, Pilar, Marina, Xiomara y en especial a Raquel, porque es la mejor compañera de rol del mundo y la única que es capaz de aguantar mis interminables menciones. ;)
Espero que os guste esta historia y una vez más, gracias por todo. :*
Mis gemidos y jadeos se mezclan con la música que llega amortizada al camerino del Backstage. Creo que suena alguna canción de Buckcherry, pero no me interesa en absoluto, porque en mis piernas entreabiertas se encuentra el rostro de una mujer que está cambiando mi forma de ver y actuar en este jodido mundo de Faes y humanos, o eso creo... Aunque ahora mismo no estoy en condiciones para analizar mi vida. Un gigantesco orgasmo comienza a liberarse en mi interior. Sujeto con mi mano derecha su cabello rubio, guiando los movimientos su lengua que está haciendo diabluras sobre mí clítoris. Mi espalda se arquea contra la fina pared mientras empujo con más fuerza mi pelvis contra su boca y gimoteo su nombre con la poca voz que se atora en mi garganta. Ella tiene su mano derecha en mi pecho, por debajo del hermoso vestido de Chanel que llevo hoy, presionado y retorciendo mi pezón con su índice y pulgar.
Apenas puedo controlar mi respiración entrecortada y el incipiente temblor de mi pierna derecha que reposa sobre el hombro de la rubia valquiria que también es una súcubo. Sí, Sasha es una valquiria con mezcla de súcubo, que apareció en mi vida para comenzar a trastocarlo todo. Llevamos unos meses juntas, pero todavía no hemos definido nuestra relación. Simplemente, somos amigas con derecho, aunque jamás en mi larga vida, mi lengua había pasado tanto tiempo entre las piernas de una amiga con derecho, ni dormido muchas noches seguidas abrazada a ella en mi cama. Pero Sasha es diferente, algo que me está desquiciando, y no solo hablo por los incontables orgasmos que hemos compartido durante noches enteras desde que nos conocimos, sino porque de alguna manera se está apoderando de algo que he reservado durante muchos siglos para esa la persona que una Oráculo me desveló como parte mi futuro, o por lo menos el color de sus ojos.
—Ahora si puedes correrte, Evony —me susurra Sasha, empujando dos dedos con más intensidad en mi interior y dedicándome una sonrisa endiabladamente sexy, antes de regresar su boca a mi sexo.
Bajo la mirada hacia sus ojos verdes, aunque a veces también parecen azules. Ese es otro dato que me está volviendo loca, porque la Oráculo predijo que unos ojos verdes casi azules serían de esa persona que es la vida que me falta, pero también mi condena y castigo. Sin poder contenerme más, me deshago en sus labios, soltando un gemido convertido en alarido y embistiendo sin control mi pelvis contra su boca. Sujeto su cara con ambas manos, retorciéndome de placer y jadeando su nombre, extasiada por el enorme orgasmo que me arrasa por completo. Cierro los ojos con fuerza cuando los últimos movimientos de su lengua se pasean por los pliegues de mi sexo mientras sus dedos rozan con maestría ese punto en mi interior que me hace desfallecer dentro del clímax.
Ha sido un orgasmo intenso, como todos los que he compartido con Sasha, pero este con el aliciente de que solo faltan unos pocos minutos para que ella salga a desfilar en la fashion week, vistiendo las obras de arte creadas por mi diseñador favorito. Aún estremeciéndome contra ella y con los ojos cerrados, siento como sus labios se apoderan de los míos invitándome a probar mi propio sabor que aún impregna su boca. Sasha sujeta con firmeza la base de mi espalda para atraerme más hacia ella. Su mano libre sube hasta mi cuello, acariciando mi nuca con la yema de los dedos. Cada ínfima parte de piel que toca es un mensaje de sosiego, mezclado con pasión que viaja directo a mis extrañas, y las yemas de sus dedos activaban una y otra vez ese deseo, lanzándome hacia una espiral infinita y sin retorno.
—Sasha, en veinte minutos sales a pasarela y falta la aprobación del diseñador —se escucha esa voz que ya conozco muy bien, después de dos sonoros golpes en la puerta que perturban ese beso con el que Sasha no le daba tregua a mi aliento.
Sus labios se separan de los míos y resopla contrariada, pero sin apartar su cuerpo, sus manos o su calor lejos de mí.
—Ya estoy casi terminando, Skyler —réplica Sasha en voz alta, aunque con muestras visibles de su pérdida de aliento.
Skyler es una súcubo cambia-formas sexual. Es decir; que puede adoptar la forma de un hombre o mujer cuando le apetezca, pero el ochenta por ciento del tiempo permanece en su forma femenina. Es amiga de Sasha, su asistente personal y flamante nuevo miembro de las Sombras. Lo que conozco del pasado de Skyler es más bien poco, aunque no menos importante. Su padre es Rainer, Fae muy poderoso que le hizo frente a Fitzpatrick durante la rebelión contra su reino, pero fue vencido por el Rey Sangriento y encarcelado en un tren. Sin duda, Skyler es una gran aportación para el bando de las Sombras, pero también me genera cierta incertidumbre, por llamarlo de una manera más delicada. Sasha pasa buena parte de su tiempo con Skyler y me han llegado rumores de que la súcubo cambia-formas comienza a sentir algo más que una amistad por Sasha.
Los celos no son parte de mis cualidades o defectos. Soy una mujer muy segura, con una elevada autoestima y jamás me he sentido amenazada por nadie, porque tampoco me ha importando nadie hasta el punto de sentir celos. Pero ahora una parte de mí ha cambiado. Sasha es algo más para mí, aunque no quiera reconocerlo y me engañe a mí misma pensando lo contrario. De allí que mi percepción hacia Skyler se vea empañada y menos objetiva. La chica me cae bien porque es sincera, humilde, agradecida, cordial y muy educada, pero no me gusta nada que se sienta atraída por Sasha. Es algo superior a mí, aunque estoy segura que jamás daré ni una sola muestra de celos. No son lo mío.
Los labios de Sasha vuelven a los míos, con más ímpetu que antes y derrochando pasión con cada movimiento de su lengua. Gimo entre sus labios, aún recuperándome del orgasmo, pero otros dos golpes nos corta el momento que empieza a cobrar el mismo matiz que nos había llevando a Sasha y a mí, dejándonos buena parte de nuestros deseos y también de nuestra cordura.
—Ya estoy casi lista —Sasha vuelve a gritar, pero miente como una bellaca.
Yo me había encargado de quietarle la escasa ropa que llevaba puesta, dejándola desnuda y expuesta a mi merced unos veinte minutos atrás. Mis manos incapaces de quedarse quitas, deambulan por su espalda marcando suavemente su piel con el filo de mis uñas. Sus labios vuelven a ejercer un magnetismo imposible de resistir y nos besamos con desesperación, sintiendo como nuestros latidos se mezclaban en uno solo. Abro los ojos y dejo de besarla, echando la cabeza hacia atrás. Ella me mira y os juro que puedo leer mi propio el deseo desatado en sus hermosos ojos que ahora brillan en verde. Respiramos de forma agitada, pero con las sonrisas decorando nuestro labios hinchados por los besos. Me doy cuenta de que siento algo más que un impulso, una atracción y un deseo carnal por la mujer que ahora me dedica una sonrisa que derretiría hasta los polos y también mi maltrecho corazón.
Sin ninguna premeditación, ese puro sentimiento se convierte en un simple deseo: «Si algún día tengo que abandonar este mundo, quiero que sea ella la valquiria que me lleve en sus brazos y guíe mi alma a donde tenga que ir para encontrar la paz». Mi corazón habla a través de mis ojos y puedo ver en el verde de su mirada una respuesta a ese anhelo, pero que Sasha disimula con un beso que me deja con la duda de si ella ha leído mi pensamiento. Pero rápidamente la incógnita se disipa en sus labios, y en su cuerpo, por donde mis dedos van dejando rastros de mi propio calor.
—Vamos, little Valki —murmuro entre sus labios, intentado separarme y recuperar la compostura—. Tienes que prepararte para deslumbrar.
Acaricio su cuello con delicadeza, haciendo que sean las yemas de mis dedos lo que le haga entender que me importa una mierda el desfile y el mundo entero porque solo quiero seguir así con ella, pero que por mucho que me fastidie, debemos aplazar esto para más tarde. Niega con la cabeza, con un gesto aniñado y encantador, aunque se da por vencida, pero no sin antes robarme un beso y parte de mi resistencia.
—Salgamos de esto y vayamos a tu casa —musita clavando la mirada en la mía, haciendo que su cuerpo contradiga a sus palabras.
—Tenemos que dormir, Sasha —murmuro mientras mis manos bajan por sus hombros—. Mañana nos iremos a París y es un viaje muy largo.
Consigo separarme su cuerpo, pero al mismo tiempo echando de menos su calor contra el mío. Dentro de una semana comienza la fashion week de París y Sasha forma parte de las modelos que desfilarán en la pasarela parisina. Como soy la representante de Sasha, pues asisto a casi todos sus desfiles y eventos, por eso mañana saldremos a la ciudad de la luz, pero antes disfrutaremos de unos días de calma en mi casa en París.
Bajo la falda de mi vestido, después peino mi cabello con las manos y busco en el suelo mi ropa interior.
—Lo sé, pero mañana podremos dormir en el avión, ¿no? —dice Sasha, sujetando mi mano—. No te las pongas, así me ahorras tiempo en quitártelas.
Alzo una ceja mirándola con los ojos entrecerrados y haciendo un esfuerzo para no desvelar esa sonrisa que se muere por brotar en mis labios. Asiento lentamente, sin apartar mi mirada de la suya, continuando con el juego de seducción que parece nunca terminar entre nosotras. Sasha quiere acercarse a mí, lo puedo sentir en cada gesto contenido de su cuerpo, pero se resiste como puede rompiendo el contacto visual. La sonrisa se abre paso en mis labios y me encuentro a mí misma suspirando como una adolescente de solo pensar en lo que haremos en la limusina de camino a casa. Guardo mi ropa interior en el diminuto bolso que llevo esta noche, disimulando mi estúpida sonrisa. Quién diría que yo, la Morrígan, líder de las Sombras, mujer fría, despiadada y calculadora, se terminaría encariñando de esta manera por una valquiria con mezcla de súcubo. Pero es que Sasha es diferente en mucho aspectos.
Me calzo los tacones, sin perder mucho tiempo mientras observo de reojo como los nervios de Sasha se apoderan de ella. No es su primer desfile y seguro no será el último en su brillante carrera. Ah sí, la tapadera de Sasha en el mundo humano es ser una modelo de alta costura, que le permite conseguir el balance perfecto entre su naturaleza fae y su adaptación con los humanos. Antes de conocernos, Sasha tuvo una relación enfermiza con una mujer que la maltrató psicológicamente. Rachel Duncan era una zorra de armas tomar, pero solo un par de días después de conocer todo lo que padeció Sasha a su lado, he movido mis hilos para hacer sufrir a esa zorra estreñida. La verdad no fue muy difícil hacer que el mundo de Rachel se viniera abajo, hasta el punto de desaparecer por completo y no me arrepiento de nada. Cosas peores le hecho con personas que hicieron menos daño que la zorra de Rachel.
Echo un vistazo en el espejo, comprobando que estoy perfecta para salir, pero antes me acerco a Sasha que ya se ha enfundado el primer vestido con el que abrirá el desfile de Valentino. La contemplo con absoluta admiración, maravillada por la belleza que irradia cada poro de su cuerpo y la abrazo por la espalda.
—Tranquila, nena —susurro mirando sus ojos llenos de angustia a través del reflejo del espejo—. Todo saldrá bien, te lo prometo —Beso su cuello un par de veces hasta que ella se da la vuelta, aun en mis brazos y me roba un intenso beso.
Nuevos golpes en la puerta del camerino, vuelve a interrumpir nuestro beso y siento que en cualquier momento derretiré a Skyler si sigue perturbando mis momentos con Sasha.
—Ahora estoy bien, cariño —susurra Sasha, rozando de nuevo mis labios—. Son los nervios que siempre me invaden antes de salir a desfilar. No te preocupes por mí, que ya has conseguido quitarme buena parte de la tensión acumulada.
—Bien, estaré en la primera fila del lateral derecho de la pasarela —Le robo un beso, sin querer evitarlo—. Nos vemos después del desfile.
Le guiño un ojo, separándome de ella, pero Sasha atrapa mi muñeca y vuelve a atraerme a su cuerpo. La miro con sorpresa, intentando descifrar lo que sus ojos intentan decirme y siento miedo. Creo que puedo leer en ellos algo de lo que aún no estoy preparada para aceptar como una realidad. Todavía debo descubrir si Sasha es esa persona que predijo la Oráculo siglos atrás, por eso necesito un poco más de tiempo antes de dejarme llevar por lo que estoy empezando a sentir por la pequeña valquiria.
—¿Me das un beso de buena suerte? —murmura con los ojos puestos en mis labios.
—No lo necesitas, pero igual te lo doy —digo escondiendo mi sonrisa y felicidad.
Sasha asiente en silencio y me voy acercando a su rostro. Cuando apenas unos centímetros separan a nuestros labios, sonrío y levanto una mano para acariciarle la mejilla con el dorso. Con asombro, compruebo que me tiembla. El contacto de sus labios con los míos, produce un escalofrío interminable por toda mi espina dorsal y el deseo se convierte en un suspiro entre nuestras bocas. Detenemos el beso poco a poco. Retengo mi mano en su nuca y le acaricio la barbilla con el pulgar, sin decir nada, solo mirándonos con intensidad. Después me echo hacia atrás, guiada por la mirada rendida de Sasha, y permanecemos así unos largos segundos.
—Buena suerte, little valki —pronuncio dando un paso hacia atrás y le guiñó un ojo cuando su mano libera la mía.
—Gracias, Evony —dice mi nombre de esa forma tan particular que me hace perder la noción del tiempo.
No digo nada más y avanzo hasta la puerta del camerino. No quiero mirarla porque no podré contenerme y Valentino se quedará sin modelo ni musa para su desfile. Suspiro abriendo la puerta y me encuentro a Skyler apoyada contra la pared, con un pinganillo enganchado a su oreja derecha, papeles en las manos y con una sonrisa forzada en los labios.
—Evony... —carraspea la súcubo cambia-formas para ahuyentar la decepción en su voz—. Hola.
Ella sabe muy bien lo que Sasha y yo estuvimos haciendo en el camerino, no hace falta mucha imaginación para darse cuenta. Aún así, siento cierta pena por ella, pero no de forma negativa, solo una tristeza porque Skyler no se merece pasar por una decepción ni vivir el desengaño de ver como la persona que le gusta se tira a otra.
—Llama a la maquilladora y al estilista —le digo llevando mi mano hasta su brazo, dándole en ese apretón una muestra de mi respeto hacia lo que siente—. Sasha sigue un poco nerviosa, pero seguro tú conseguirás calmarla —Le guiñó un ojo y aparto mi mano de su brazo.
Skyler me sonríe, percibiendo en mi suave voz un atisbo de remordimiento, pero no por lo que hice con Sasha y eso ella lo sabe. Suspiro, observando como desaparece por la puerta del camerino. Enderezo mi espalda antes de comenzar a caminar a paso firme entre las modelos, estilistas, maquilladores, diseñadores y todo el personal cargado de un tremendo estrés hasta que consigo salir fuera del Backstage. El ruido alto de la música Panic! At The disco, el destellar de los flash mezclándose con la penumbra diseñada, el murmullo de las voces y la atmósfera que sirve de preludio a un evento de esta envergadura, me recibe como una más.
Echo un vistazo a mi alrededor hasta que siento como alguien me agarra del brazo. Me giro al sentir como mi espalda choca contra una pared para encontrarme con el rostro de un hombre que conozco muy bien y la sonrisa de villana aparece en mis labios.
—Necesito que vuelvas conmigo, Evony —murmura acercando su cuerpo al mío y su desagradable aliento a alcohol relamiéndome los labios—. Necesito que vuelvas a ser mi musa y mi todo.
Zafo mi brazo de su agarre y con mucha parsimonia, coloco ambas manos sobre el pecho de Eduard Estés, antiguo escultor de poca monta del cual me alimenté de su mediocre talento y disfrute de su cuerpo durante un breve periodo de tiempo. Lo aparto como puedo y niego con la cabeza, pero sin dejar de sonreír con malicia.
—Querido, eso no va a ocurrir —susurro con desdén, manteniendo mi posición de superioridad.
—No puedo hacer nada bien, ninguna obra es buena y me estoy volviendo loco —dice desesperando pegando su cuerpo al mío y agarrando mi espalda con sus manos—. Me estoy volviendo loco sin ti.
Intento mantener la calma para desquiciarlo con mi indiferencia, incluso cuando noto su erección contra la parte baja de mi vientre. No es la primera vez que uno de mis antiguos artistas intentan recuperar su inspiración perdida en mí, por lo que sé cómo actuar. Acomodo el cuello de su camisa, mirando sus ojos grises llenos de angustia y controlándome para no hacer uso de mis poderes frente a los humanos.
—Eduard, tu gran problema es tu poco talento —susurro a su oído mientras mis dedos van tensando el nudo de su corbata—. No me culpes a mí, querido —Aprieto los extremos de la corbata llegando a asfixiarlo—. Supéralo y ponte a vender tus pobres esculturas en la calle.
Él presiona con más fuerza su cuerpo contra el mío y sus ojos me observan con la rabia mezclándose con su deseo. Siento como mi bolso cae al suelo y no puedo mantenerle la mirada. Busco entre la penumbra de la multitud a Bruce, pero no lo encuentro por ninguna parte. Todo está muy oscuro, Eduard me ha arrinconado al lado de la puerta del Backstage por donde ahora mismo no pasa nadie. La situación se está saliendo de control cuando siento como una mano de Eduard se posa en mi pierna y va subiendo por la cara interna de mi muslo, separándome de piernas. Solo escucho su respiración agitada, los latidos acelerados de mi corazón amortiguados con el sonido de la música de fondo.
—Volverás conmigo, Evony —murmura besando mi cuello y acercando su mano cada vez más a mi sexo—. Solo yo puedo darte lo que necesitas y lo sabes... lo sientes.
La humedad de su boca se extiende sobre la piel de mi cuello y siento que debo separarlo de mí o no podré controlarme de hacerlo papilla enfrente a todo el mundo. Intento separarlo, pero su descontrol también aumenta su fuerza contra mí. Tensó la mandíbula según sus labios van abarcando más piel y le empujo sin éxito. No quiero hacer una escena que estropee el desfile de Sasha, pero tampoco voy a permitir que un cabronazo sin talento pasee sus manos por mi cuerpo.
—Suéltame, Eduard —murmuro, pero con una voz firme y malgeniada.
—No te resistas —jadea subiéndome el vestido, aunque lo evito con mis manos—. Ambos sabemos lo que soy capaz de hacerte disfrutar.
Es cierto que Eduard es un pobre desgraciado sin talento, pero no puedo negar que sabe como usar sus encantos masculinos para copular. Aún así, no me interesa escenitas de pasión desmedida con un patético artista que no sabe darse cuenta de su mediocridad y menos ahora que mis bragas están en mi bolso.
—No me gusta repetir mis ordenes —digo en un tono más alto y amenazante—. Suéltame y ahórrame el rechazarte de nuevo que ya es aburrido...
No me deja decir ni una palabra más, porque tapa mi boca con una mano sin ninguna delicadeza. Me remuevo bruscamente contra él intentando salir de su agarre, pero nada de lo que hago es suficiente para quitármelo de encima. Cuando estoy a punto de darle un mordisco y clavar mis dientes en sus asquerosos dedos, siento como él se separa de mí y escucho el sonido de un golpe, seguido por el ruido de unas copas estrellándose contra el suelo haciéndose añicos. Aprovecho para empujarlo con todas mis fuerzas, consiguiendo hacerle perder el equilibrio, pero no llega a caer al suelo. Eduard se tambalea mientras maldice con su voz entrecortada a una camarera que aún lleva en sus manos una bandeja vacía, pero la tiene preparada para cruzarle la cara en cualquier momento. En el instante que me doy cuenta que él se abalanza sobre la chica, me interpongo en su camino en un acto que ni yo misma entiendo, pero es superior a mí. Necesito protegerla, aunque no sé el por qué.
—Ni se te ocurra tocarla o te mato aquí mismo, cabrón —grito jadeando por el esfuerzo y una sensación de cólera que jamás había sentido en mi vida.
No me da tiempo a reaccionar cuando veo como Bruce aparece de la nada, coge a Eduard por el cuello y me mira esperando mi aprobación. Con un ligero movimiento de mi cabeza, Bruce se da por entendido de lo que debe hacer y lo saca del recinto por una de las salidas de emergencia para no hacer tanto escándalo. Corinne, mi secretaria, sujeta mi brazo cuando siento que pierdo las fuerzas. Ha sido mucha tensión en muy poco tiempo y Sasha se alimento de mí unas cuantas veces durante nuestro encuentro sexual. Por eso, ahora me siento tan débil.
—Evony, ¿qué ha pasado? —me pregunta Corinne con la voz temblando—. ¿Estás bien?
El cansancio que siento, da paso a una ira incontrolable. Miro a Corinne con los ojos ardiendo en mi propio enfado y me separo de ella, jadeando con un perro rabioso.
—¿Quien cojones invitó a Eduard Estés? —intento controlar el tono de mi voz para no hacer tanto aspaviento, pero mi rabia puede más que mi educación o modales.
—No lo sé —murmura Corinne con miedo y me entrega mi bolso que estaba tirado en el suelo.
—Pues averígualo y házmelo saber —masculló entre dientes, arrebatándole mi bolso con brusquedad—. No pasará un día en que ese cabrón no se arrepienta por lo que acaba de pasar.
Corinne asiente y sale casi corriendo a buscar la lista de invitados al evento. Respiro profundo con los ojos cerrando y sacudiendo mi cuerpo al notar como aún persiste el calor de Eduard sobre mi piel. Resoplo con asco apretando mis puños, pero busco la manera de relajarme. Me giro para agradecerle a la chica que me ayudó, pero ha desaparecido. Una profunda decepción se instala en mi interior, es como si algo muy importante se acabara de escurrir entre mis dedos.
Maldigo en voz baja, pero recuperó la compostura cogiendo una copa de champán que me ofrece otro camarero. Bebo todo el contenido de mi copa para quitarme el desagradable sabor que me dejo ese idiota. Avanzo entre la multitud, fingiendo mi mejor sonrisa y varios clientes de mi agencia se acercan a mí. Hablo con ellos como si nada hubiese pasado, pero en mi mente aún está esa chica misteriosa, y sin rostro, que me salvó.
Cuando las luces parpadean un par de veces para anunciar el inicio del desfile, Corinne se acerca a mí diciéndome que Eduard se coló en el evento. Le ordeno que vaya a buscar a Bruce para que no mate a ese subnormal si todavía no lo ha hecho. No necesito otro problema con las autoridades humanas ni que el Ash inmiscuya sus narices en mis asuntos. Antes de irse, Corinne me indica el lugar donde debo sentarme y se marcha tomando la misma dirección por donde salió Bruce con el estúpido de Eduard. Camino hacia mi asiento en primera fila, pero buscando con la mirada a esa chica que cada vez me intriga más. Necesito conocerla, verla y hasta darle las gracias. Sí, lo sé, es rarísimo en mí, pero algo en mi interior me grita que no deje de buscarla.
A unos pocos metros de mi asiento, vislumbro a Kenzi que al darse cuenta de mi presencia levanta la mano para que vaya hasta ella. Oh, se me olvidaba decirles que Kenzi ahora es mi amiga. De hecho, es mi heredera, quizás de manera simbólica porque sigue siendo humana, pero buscaré la manera de que Lauren la convierta en fae y algún día Kenzi ocupará mi cargo como la Morrigan. No os podéis hacer ni idea de lo enfadada que está Bo con la amistad que me une a Kenzi, pero ella ahora tiene toda la atención puesta en su renovada relación con la doctora Lewis, o Beattie. Sí, también estoy enterada del pasado de Lauren aka Karen, información que juega a mi favor porque Lauren es la nueva jefa de medicina de las Sombras. Y hablando del rey de roma, Bo y Lauren también han hecho acto de presencia. La súcubo me fusila con la mirada mientras me acerco a mi sitio que está al lado de Kenzi, pero yo para fastidiarla, como siempre, le sonrío y le guiño un ojo. Lauren se da cuenta y tira de su mano para que se contenga. Las saludo con una gesto delicado de la mano fingiendo una sonrisa.
Para aclarar, yo no tengo nada contra Bo o Lauren, son mis empleadas y tengo una relación amor odio con ellas, en especial con la súcubo, pero nada que vosotros no sepáis. Y como soy una persona poco querida en mi circulo social, pues no podía faltar Tamsin que se encuentra sentada al otro lado de Kenzi. Quizás la valki está aquí por Kenzi o por Sasha, aún no lo he descifrado porque Tamsin es una especie de mentora para Sasha y también ahora está con Kenzi de manera sexual y románticamente hablando. Ellas todavía no han definido su relación, pero todo apunta a que ambas están enamoradas. A mí no me extraña porque hacen una pareja estupenda y Kenzi es feliz, así que no hay nada más que añadir.
—¿Donde te habías metido, Evs? —me pregunta Kenzi cuando me siento a su lado y me da dos besos uno por cada mejilla.
—Estaba con Sasha —contesto colocando mi bolso sobre mi regazo y observando a Tamsin que bufa al escuchar mi respuesta.
—Vale, no me digas más que no quiero saberlo —murmura adoptando un gesto de asco.
—Pues no hice nada que tú no hagas con la valki —muestro una sonrisa canalla y miro a la valquiria que tiene enlazados sus dedos con los de Kenzi—. Hola, Tamsin.
La valquiria no confía en mí en cuanto a Sasha, porque piensa que la usaré hasta hacerle daño y después la dejaré hecha una mierda. La verdad no me extraña que piense así, porque ese ha sido mi modus operandi durante siglos y Tamsin me conoce lo suficiente para que tenga sus reticencias hacia mi relación con su pupila. Durante un tiempo he llegado a pesar que Tamsin está ayudando a Sasha porque al ser su último ciclo de vida, Sasha será quien la suceda como la valquiria más importantes entre Valhalla y este mundo.
—Quizás te necesite para resolver un desagradable asunto —le digo con un tono áspero y soberbio.
—Estoy fuera de servicio —replica con desdén.
—Trabajas para mí las veinticuatro horas del día y harás lo que yo te diga, valki —rebato con firmeza y autoritarismo.
—Pues págame más —contraataca alzándose de hombros y con indiferencia.
—Estás sobreremunerada, querida.
—Uy, que empieza el desfile —interviene Kenzi, zanjando el cruce de réplicas que pronto se hubiese convertido en una discusión.
Las luces se apagan al completo, pero la oscuridad solo dura una milésima de segundo. La música comienza a sonar con fuerza, retumbando por todos lados. La pasarela se llena con un juego de luces dejando al público en la penumbra para que toda la atención la capte la larga tarima. Sasha sale la primera, con un vestido azul marino, ajustado a su torso y trasparencias en la caída de la falda. La mirada perfectamente maquillada de Sasha parece perdida en un punto imaginario de su horizonte mientras camina contoneando las caderas, con un paso firme y seguro. Los flashes parpadean con cada uno de sus pasos, recortando su esbelta silueta. Llega al final de la tarima y se queda durante unos segundos con una pose bastante estudiada, con todos los camarógrafos agolpándose a sus pies, disparando ciento de fotografías por segundo. Sasha regresar de vuelta al inicio de la pasarela, pero al pasar frente a mí, se gira sonriente y me guiña un ojo con descaro.
Durante el desfile Sasha sale unas cuatro veces más, luciendo los últimos diseños más importantes de la próxima colección primavera verano de Valentino. Esta noche es la clausura de la fashion week, dejando para el final a los diseñadores más relevantes en la palestra de la alta costura. Mi estrecha amistad y relación profesional con el diseñador italiano es lo que le ha brindado la oportunidad a Sasha de llevar el rol protagonista en este desfile y ahora es una de las nuevas adquisiciones de la marca italiana con más prestigio en el mundo de la moda.
Según van saliendo las modelos mostrando las obras del diseñador, Kenzi y yo vamos comentando como dos cotillas, pero no estoy prestando tanta atención como debería, porque cada dos segundos busco con la mirada a esa chica misteriosa. Aún así, entre los vestidos que salen a pasarela, escojo dos para mí que serán las joyas de mi armario. Siempre que asisto a alguna fashion week, compró algunos diseños para las diferentes galas a las cuales tengo que hacer acto de presencia, tanto para el mundo fae como para el humano. Muchos eventos acaparan casi toda mi agenda. Soy la representante de grandes artistas a nivel internacional, por lo que las galas, exposiciones, conciertos y diferentes fiestas requieren que vaya vestida con las mejores marcas. No me quejo, para nada. Es lo que más disfruto después de alimentarme del talento de los artistas.
Casi una hora después, el desfile acaba con la aparición de Valentino y Sasha para despedirse y recibir la ovación del público presente que se ha puesto en pie, pero yo sigo sin poder localizar a esa chica misteriosa que me salvó. A pesar de mi silenciosa decepción, observo como la pequeña valquiria no puede estar más guapa con ese vestido rojo de seda opaca, que se ciñe a su cintura junto con esa raja que dejar ver a la perfección su definido muslo y ella mostrando la mejor de sus sonrisas. Quizás mi afecto por ella sea una gran influencia por la belleza que derrama a su paso y quiero pensar así o sino estaré en un gran problema.
Después de varios minutos, Valentino y Sasha abandonan la pasarela entre aplausos sonoros. En el momento que las luces de la larga tarima se apagan dando por finalizado el espectáculo, Corinne se acerca para informarme lo que ocurrió con Eduard. Bruce, al parecer le dio una paliza y ese subnormal se encuentra en un hospital de la ciudad. Cojo a Tamsin del brazo y le comento por encima lo que ocurrió. La valquiria, de muy mala gana, acepta limpiar el desastre con sus contactos en las policía humana. Se despide de Kenzi, dándole un beso enfrente a todos y después me aniquila con una mirada asesina, pero se va al hospital que le dice mi secretaria.
Durante unos breves minutos le explico a Kenzi lo que pasó con el idiota de Eduard, pero cuando estoy a punto de contarle sobre la chica misteriosa que me salvó, Bo irrumpe para decirnos que Helena ha llegado. Dejo de hablar y finjo enfado al verla, pero en el fondo sabe que no me enfadaré jamás con ella. Helena es parte de las Sombras. Es una musa con el don de la telepatía, que conocí por casualidad gracias a Kenzi, pero que se ha ganado todo mi respeto. Tiene un gusto exquisito por la literatura y aún recuerdo la acalorada discusión que tuvimos por culpa de su indiferencia hacia la gran novela de Oscar Wilde: El retrato de Dorian Gray. Aún así, ella comparte conmigo muchos gustos por grandes escritores y músicos.
—Siempre tarde, Helenita —digo ocultando en un regaño mi alegría de verla.
—Lo siento, pero asuntos importantes me retuvieron más de lo que esperaba —contesta rehuyendo de mi mirada, bebiendo de su copa de champán.
—¿Espero que no haya sido por culpa del escritor? —inquiró alzando una ceja con perspicacia.
—Pues sí —responde chasqueando los dientes y desvelando una sutil sonrisa—. Tendremos que cobrarle los honorarios de mis horas extras.
Helena trabaja conmigo y ahora le da inspiración a un prometedor escritor norteamericano que con un poco de ayuda ganará un Pulitzer y dentro de unos años el premio Nobel de la literatura. Vale, quizás exagero un poco, pero tal vez no estoy tan mal encaminada con ese escritor. Acaba de publicar su segundo libro y Helena le está ayudando en su tercera gran obra, que seguro será una joya de la literatura moderna.
—No te preocupes, darling —hago un gesto con la mano para quitarle importancia—. Es un gran cliente que promete.
Hablamos unos minutos con Kenzi, pero después me aparto con Helena del grupo para presentarle a dos futuros clientes de mi agencia y saber cuál es su opinión. En los últimos días he estado un poco distraída con mi vertiginosa relación con Sasha y necesito su experiencia para reconocer grandes talentos. Le susurro parte de la información de esos talentosos artistas para que la conversación con ellos sea más fluida y eficiente. Como me lo esperaba, Helena me da el visto bueno después de una primera toma de contacto oficial con esos dos hombres.
Al darme cuenta que Helena ha tomado las riendas de la conversación y lo tiene todo controlado para cerrar los contratos con los dos artistas, me disculpo con educación. Necesito buscar a la chica que no he podido quitarme de la cabeza en la últimas dos horas. Es algo que soy incapaz de contener, va más allá de la curiosidad, pero no sé lo qué puede ser. Cojo una copa de champán que me ofrece uno de los camareros y al ver su atuendo, me doy cuenta que la chica también vestía ropas parecidas. El recuerdo de la bandeja en sus manos para cruzarle la cara a Eduard, concuerda con la que lleva el chico y el estruendo de las copas me confirma que la chica misteriosa es una de las camareras que trabaja en este evento.
Cuando estoy a punto de preguntarle por si conoce a la chica que está instalada en mi mente, Corinne aparece para avisarme que Sasha tardará unos minutos más porque está atendiendo a varias entrevistas. Le ordeno que vaya con ella para que no se sienta presionada y que la ayude con las respuestas correctas que debe dar. Le doy un trago largo a mi copa, haciendo lo mismo que llevo haciendo en las últimas dos horas, buscar a la chica misteriosa. Me paseo entre la gente, observando sus caras, sus ropas y en especial a los camareros que se cruzan en mi camino, pero ninguno se parece a ella.
Dos copas de champán, un par de aperitivos dulces con sabor a tortitas con chocolate y una decepción creciendo en mi interior, sin saber el motivo por el cuál estoy enfrascada en la búsqueda de esa chica, salgo a la parte de atrás del local para fumarme un cigarrillo. Abro mi bolso sacando la pitillera, el mechero y lo cierro, quedándome de pie sintiendo como las paredes parecen retumbar por la música que se escuchan en el interior. Hace el típico frío al principio del otoño, la noche esta nublada por una bruma espesa con la llovizna amenizando el gélido ambiente. Pero el olor a lluvia sobre la tierra inunda todos mis sentidos.
Acerco la llama del mechero hasta la punta de mi cigarrillo e inhalo una pausada y copiosa calada. Retengo el humo unos segundos para luego dejarlo salir por mis labios como una tenue línea de color gris claro. Aprovecho este momento de soledad para recrear cada detalle de lo que ocurrió con Eduard, tratando de encontrar alguna pista más sobre esa chica misteriosa, pero solo recuerdo la silueta de su espalda, su cabello negro o eso creo y como su cuerpo estaba dispuesto a atracar a Eduard una vez más si era necesario, pero ninguna imagen de su rostro.
Perdida en mis pensamientos, me doy cuenta que alguien ha abierto la puerta que tengo a mi espalda porque las primeras notas de la canción Heroes de David Bowie se cuela en la tranquilidad de la noche. Inmediatamente, recuerdo esos días a principio de 1977 cuando Bowie necesitó más que nunca mi ayuda. Sí, también he sido la musa de una estrella del rock de la talla de David Bowie. Pero ahora mi mente viaja a esa época cuando él estaba cansado después de una gira muy larga y necesitaba lanzar el segundo disco de su trilogía Berlín, pero se encontraba carente de ideas para escribir canciones. También Bowie sentía que tenía que cambiar un poco su estilo, enfocarse más en la música que en su calidad vocal, por eso le ayudé a mudarse a Berlín, le alquilé un pequeño piso en la Alemania del oeste y le presenté a dos productores que le dieron ese empuje que necesitaba para escribir su único disco hecho en territorio alemán. Ser una musa no es solo aparecer en horas intempestivas a susurrar la esencia del arte, también es darle recursos a los artistas para que exploren su verdadero y exquisito talento, de cuál yo me alimento.
Por estar envuelta en los recuerdos de cuando esa canción fue creada, y que ahora su melodía se esparce entre la bruma de la noche, no me molesto en mirar quien a salido del local y continúo fumando, creyendo que ha desaparecido la persona que me hizo recordar esos días felices en Berlín al lado de unos de mis artistas más exigentes. Cierro los ojos dejando que un hilo tenue de mi voz se contagie de la música que retumba en el interior del recinto.
—I, I will be king and you, you will be queen —murmuro muy suave, dejando salir el humo de mis pulmones.
—Though nothing will drive them away. We can beat them, just for one day. We can be Heroes, just for one day.
La dulce voz de una mujer ha completado la primera estrofa de la canción, captado mi sorpresa y atención. Me giro para encontrarme con unos ojos claros que vi hace varios siglos atrás y que he buscado durante buena parte de mi vida inmortal. Intento disimular mi asombro, al ver como en sus labios se esparce una cálida sonrisa. Me quedo fija en mi sitio, sin mover ni un ápice mis músculos, que parece rígidos como una tabla de madera. La mujer ha dejado de cantar, pero la voz de Bowie sigue retumbando con claridad en el ambiente.
—Me alegra saber que ahora estás bien —la chica rompe el silencio, dando un paso hacia mí—. ¿Puedes darme uno? Se me quedó en el coche mi paquete de tabaco.
Su primera frase hace saltar todas mis sospechas de si fue ella quien hace unas horas impidió que Eduard se propasara, pero sigo sin apartar mi mirada de sus ojos. Esos ojos que me fueron revelados hace siglos y que al fin hoy me miran. Trago saliva cuando ella vuelve a sonreírme, algo extrañada por mi reacción de estupefacción. Asiento abriendo con mis manos levemente temblorosas el bolso y saco la pitillera de acero con el logo de una marca exclusiva de cigarrillos ingleses.
—Gracias, preciosa —musita guiñándome un ojo y disimulando el haberse dado cuenta del temblor en mis manos—. ¿Si no es mucho pedir también me darías fuego?
Las pulsaciones de mi corazón van incrementando con cada segundo. Se me acaba de olvidar cómo debo respirar y el temblor en mi cuerpo va a peor. Tal vez penséis que son reacciones exageradas en mí, pero es que todavía no sabéis lo que he estado esperando este sencillo y transcendental momento. Cualquier reacción que tenga ahora mismo, no hace justicia a la espera estéril de años y años que he padecido.
Tiro al suelo el cigarrillo a medio consumir para encender como puedo la llama de mi mechero. Le acerco el fuego hasta la punta del cigarrillo que sostiene entre sus labios, pero el viento del otoño sopla sobre nosotras logrando casi extinguir la llama. La chica se da cuenta y lleva ambas manos hacia el mechero, rozando las mías. Siento que mis piernas comenzarán a temblar en cualquier momento, mientras mantengo la mirada en su rostro y ella le da una calada suave al cigarrillo mientras la punta se va encendiendo por completo, tornándose en un color ámbar que alumbra tenuemente sus mejillas.
Cuando la chica misteriosa se separa, me mira volviendo a guiñarme un ojo como agradecimiento y aparta sus manos de las mías. Apago el mechero, sintiendo que mi corazón se va a salir de mi pecho al notar como su mirada clara, limpia y abierta me atraviesa llegándome hasta el alma. A ese lugar donde sé que pertenece. Seguro pensaréis que que sigo exagerando, pero es que no lo sabéis, aún no, lo que esos ojos significan para mí.
—Jamás había fumado esta marca, pero es buena —susurra expulsando el humo por su boca y cortando el silencio que se ha comido mis palabras.
Claro es una buena marca, son unos Treasurer Black, los cigarrillos más caros y exclusivos del mundo. Agito la cabeza ante ese pensamiento estúpido, dándome cuenta de que ella no me conoce en absoluto como para que yo le dé una de mis típicas réplicas envenenadas. Además, no me apetece ser borde o pedante con ella... Con ella no.
—¿Fuiste tú? —inquiero recuperando la voz perdida entre los cascotes de mi asombro—. La persona que me quitó a Eduard de encima.
La chica asiente, dándole otra calada al cigarrillo y separándose un par de pasos de mí. «Odín, es tan hermosa que casi no puedo respirar». Aprovecho que su mirada se pierde un momento entre la oscuridad de la noche que nos acoge para detallarla mejor. Su piel blanca resalta por el negro azabache de su cabello liso. No es muy alta, pero está perfectamente proporcionada. Viste unos vaqueros negros junto con una camiseta gris con el logo de Mötley Crüe y una chaqueta de cuero negro.
—Sí, vi que necesitabas ayuda y actué sin pensarlo demasiado —dice en un tono tranquilo, pero hay algo escondido en su voz. Es como si estuviese contenido su rabia porque ahora sabe el nombre de ese hombre al que ella le estrelló la bandeja que tenía en sus manos—. Pero no me arrepiento de haberlo hecho.
Me mira directamente a los ojos. Sus palabras y su mirada alcanzan el punto exacto, central, preciso e inequívoco, de mi pecho. De forma definitiva, algo ha cambiado dentro de mí y ahora parece estar reluciendo enfrente de esta chica misteriosa.
—No te arrepientas —murmura al ver como su mirada cae sin remedio al suelo—. Hiciste algo que te agradezco y te he buscando durante toda... la noche para decírtelo.
¡Mierda! Casi le digo que la he buscado durante toda mi vida, algo absolutamente fuera de lugar y menos si ella no es fae. Estoy segura que no es fae sino la hubiese visto antes, tiene que ser humana y sí es así estoy bien jodida. La chica levanta ligeramente la cabeza y vuelve a clavar esa mirada que me mueve el suelo bajo los pies, pero con cierto rubor en sus mejillas.
—Sí, bueno, no fue nada —murmura con vergüenza, algo que me resulta adorable.
«Pero, ¿qué coño pasa conmigo? No la conozco de nada y ya encuentro adorable su timidez. Además, no estoy segura que sean sus ojos, que sea ella la persona que llevo esperando una eternidad. Aunque algo me dice que lo es y eso no puede ser nada bueno. Ay, Odín, me vas a volver loca y más de lo que ya estoy». Reduzco con un paso la distancia que nos separa y, dudando un instante, le sonrío con la misma timidez.
—Gracias, para mí fue suficiente —replico a media voz y contemplando sus ojos que me lanzan al borde de un abismo, pero sin oscuridad. Lleno de esa luz que sale de su alma de manera tan natural que me da valor para saltar.
La música sigue retumbando, haciéndome ver que apenas ha pasado un minuto desde que la conozco y ya parece que la eternidad tiene sentido si ella me mira de esa manera. Las dos estamos inversa en una sonrisa calcada en nuestros labios. Necesito saber más de ella, quiero saberlo todo y no sé por qué tengo esta lacerante necesidad.
—Evony Fleurette Marquise —susurro tendiéndole mi mano, tentada por sentir el tacto de su piel.
La incomodidad que le había producido saber el nombre de ese patético artista de segunda que estaba sobre mi cuerpo, desaparece con el brillo de sus ojos combinados con una amplia sonrisa. Cambia el cigarrillo de mano, pero sin dejar de mirarme. «Odín, me vas a matar». Pienso mientras espero con ansias ese roce de su mano contra la mía, de su calor mezclándose con el mío aunque sea por un ínfimo instante dentro de la eternidad que ha sido mi espera.
—April O'Connell —musita sujetando mi mano con firmeza y deslizando las yemas de sus dedos parcialmente fríos por el dorso de mi piel—. Tienes un nombre precioso.
Un nuevo y diferente escalofrío serpentea por mi espalda. Su apretón es cálido, y acabo de perder un segundo de vida a favor de la eternidad con solo tocarla por primera vez. Eso es, ahora lo sé, este primer segundo, este contacto, es lo que está sellando y, de alguna manera, dándole un giro a mi destino. Todo parece nuevo, real y verdadero, pero terriblemente familiar. Quizás estoy soñando o alucinado con este anhelo que parece estar tomarlo forma. Pero una certeza me golpea con fuerza y sé que debo conocerla, tengo que verla bien y no bajo la luz de una farola que me hace creer que sus ojos son los que llevo buscando con desesperación durante tanto tiempo.
—Gracias, pero no es la primera vez que escucho ese halago a mi nombre —bromeo con una sonrisa y como una subnormal, pero sin dejar de sujetar su mano.
April se acerca a mí, cuando nuestras manos se separan y me mira de una forma que creo reconocer aunque jamás la hubiese visto en mi vida. Es humana y si en verdad lo es, quizás tenga ante mi la parte demoledora de la profecía que me desveló la Oráculo.
—De eso estoy segura, pero también tienes una sonrisa preciosa y especial... como tú —murmura, haciendo de su mirada una perfecta telaraña donde voy cayendo sin defensas.
Ella se muestra tan calmada, pero a mí me dispara las pulsaciones como las ráfagas de una ametralladora en plena batalla campal. Desde luego, April sabe como coquetear y eso me sumerge en un mar de dudas, del cual sé que no saldré ilesa por más que intente nadar contra la marea.
—Vaya —siento mis mejillas arder como un carbón al fuego—. Pues muchas gracias. Nunca pensé que mi sonrisa fuese preciosa o especial...
—Pues lo es —corta mis palabras y también el pequeño espacio que había entre nosotras—. Al menos para mí.
Al terminar de decirlo, ella baja los ojos hacia mis labios y, cuando sube de nuevo la vista, veo en su mirada un atisbo extraño de añoranza. Esa mirada, que acelera mi ritmo cardíaco porque entiendo en ese gesto un rastro de coqueteo, consigue atrapar en definitiva toda mi curiosidad. Ahora que la tengo tan cerca me quedo fascinada por el color de sus ojos. A pesar de la presencia de tenues líneas de cansancio bordeándolos, la belleza y el magnetismo de su mirada son incuestionables.
—Tienes unos ojos preciosos y me recuerdan a alguien muy especial —murmuro sin darme cuenta que solo unos escasos centímetros separan nuestros labios— ¿De qué color son?
—Verdes casi azules —contesta sin separarse ni rechazar nuestra cercanía.
Mi corazón se detiene por completo, mis piernas flaquean, mi respiración muere súbitamente y todo esto porque ante mí están los ojos por los cueles suspiré largos años. La descripción que acaba de darme sobre sus ojos es la misma que me dio la Oráculo siglos atrás. Sé que esto solo es el comienzo y que mi vida está cambiando, como si el destino ahora mismo hubiese lanzado una moneda al aire y lo que está dando vueltas entre el fracaso o la victoria es solo mi futuro.
La voz de David Bowie sigue sonando en el ambiente mientras nuestras miradas siguen buscando el indicio perfecto para dar el siguiente y anhelado paso. Quizás no debería hablar en nombre de April, pero estoy segura que ella ahora mismo siente lo mismo que yo, pero sin saber algo que yo sí, porque este momento estaba fijando y gestado en nuestras vidas siglos atrás.
En un gesto coordinado, meditado, pero al mismo tiempo impulsivo. April acerca sus labios hasta robarme un beso e inclina la balanza para que la moneda que ha lanzado el destino caiga en el lugar perfecto... Ya lo sé, mi futuro es con ella.
I, I can remember (I remember)
Standing, by the wall (by the wall)
And the guns shot above our heads
(over our heads)
And we kissed,
as though nothing could fall
(nothing could fall)
And the shame was on the other side
Oh we can beat them, for ever and ever
Then we could be Heroes,
just for one day
El contacto de sus labios me transporta hasta ese anhelo que siempre he tenido de probarlos, aunque nunca los haya visto hasta hace escasamente unos minutos. ¿Es posible sentir esto por alguien que no has conocido nunca y que al tenerla enfrente supera todas tus imaginarias expectativas? Pues sí, porque yo lo estoy viviendo en este preciso instante con una hermosa mujer que mueve sus labios contra los míos, que va invadiendo mi boca con su sedosa lengua y que acaba de pegar por completo su cuerpo al mío.
Siento como titubea, porque no está segura de que su avance es bien recibido por mí. Y no me extraña porque me he quedado como una ameba sin capacidad de reacción, sin aliento y con el corazón dando vuelcos en vez de latidos. Pero aún en ese estado de estupefacción, tomo la iniciativa y mis manos sujetan con fuerza su chaqueta, acercándola y atrapándola contra mí. Sus dedos acarician mi nuca y parte de mi cuello mientras nuestros labios siguen buscándose entre ellos con absoluta entrega. Es imposible extrañar algo que nunca he tenido, pero así me siento ahora mismo. He echado de menos unos labios que nunca rozaron los míos, el tacto de unas manos que nunca habían tocado mi piel y el aroma de una mujer que hasta hoy no había aparecido en mi vida, pero que estaba en mi futuro antes de que naciera.
Después de un par de gemidos compartidos dentro de ese primer beso, April y yo nos separamos. Ella me mira, como si buscara en mis ojos algún resquicio de duda por lo que acaba de pasar. Mi respuesta es una ligera caricia, deslizando mis manos hacia su espalda y dejándola muy cerca de mí. Todavía siento el sabor de sus labios contra los míos, impregnado mi boca con un sabor a tortitas con chocolate. April roza con sus dedos mi nuca, desliza por mi cuello su pulgar, sin decir nada, solo mirándome con intensidad, comprobando lo acelerado que está mi pulso bajo las yemas de sus dedos y permanecemos así largos segundos.
—Evony —susurra mi nombre, dudando lo que quiere decir.
El miedo me invade al pensar que se ha arrepentido, que me dirá que tiene pareja y que esto no puede ser. «Esperad un momento; ¡la que tiene una cuasi relación soy yo! Odín bendito, Sasha. No, no, no, no... Yo no puedo hacerle esto y más después de lo que sufrió con esa zorra estreñida de Rachel. ¿Qué demonios estoy haciendo?»
Mis ojos se abren con asombro y me separo completamente de April. En su mirada leo la duda y también un velo opaco de resignación que parece devorarles todo el brillo a sus ojos verdes casi azules o quizás solo son un reflejo de los míos. Pero April suspira y sujeta mi mano acercándome de vuelta a ella, besándome sin tregua, reparo o conformidad a lo imposible.
Mi mente se pone en blanco y lo único que me importa es este beso. La pasión va subiendo, mientras nuestras lenguas vuelven a encontrarse para iniciar de nuevo una danza que le pone música nuestra pasión. Con una mano sujeta mi rostro y con la otra sube por mi brazo erizándome la piel a su paso. Por mi parte, vuelvo a colocar las manos a su cintura, regresándola a su lugar contra mi cuerpo y respondiendo al beso con la replica ahogada en mi garganta. Gimo entre sus labios, lo que April recibe como una señal inequívoca de que está haciendo lo correcto. Me besa lento, pero con ímpetu, fuerza y convicción. Me siento bien en sus brazos, en sus labios, en su cuerpo contra el mío, aunque yo la esté cagando de manera estrepitosa con Sasha y también con April.
Corto el beso jadeando y buscando algo en sus ojos que no sé lo que es. Pero lo que me perturbó no fue el remordimiento, la duda constante o la falta de oxígeno que estaba colapsando a mi cerebro, fue el sonido de una cámara y el ligero destello de un flash, lo que me hicieron cesar el beso. April ajena a todo, menos a mí, sonríe con timidez sin dejarme ir muy lejos. Tiemblo por el frío, el momento y la tremenda estupidez que estoy cometiendo.
—Me tengo que ir —digo entre dientes, tratando de buscar una distancia prudente para calibrar la situación.
—Oh —susurra sin poder evitar su decepción y tampoco no se molesta en ocultarla—. Bueno, yo también me voy ya. He terminado mi turno aquí.
Nos miramos fijamente alargando el tiempo juntas, pero con una ligera incomodidad. Hay un destello indescifrable en su mirada, como si conociera la respuesta a una incógnita que yo desconozco por completo. Rasgando unos segundos de más a su lado, rebusco en mi bolso una de mis tarjeta de visita. También extraigo mi pluma y haciendo de mi bolso una superficie apta para escribir mi numero de teléfono personal.
—Aquí tienes mi tarjeta —se la tiendo, fijando devuelta mis ojos en los suyos—. Estaré fuera de la ciudad un par de semanas, me voy a París mañana.
«¡Maldición! Mañana me voy con Sasha a París y acabo de besar a la persona que se supone ser parte de mi futuro. Ahora si comprendo lo que la gente llama karma, porque en este momento no tengo una explicación para todo esto. ¿Por qué tiene que aparecer ahora? ¿Por qué no hace unos meses atrás antes de conocer a Sasha? No sé qué debo hacer, pero mi cuerpo lo tiene muy claro; mandar todo a hacer puñetas y quedarme con April un poco más».
—Lo entiendo —dice como si acabaran de derrotarla y cabizbaja con los ojos deambulando por el garabato que hice con mi numero de teléfono—. Te llamaré.
Veo como April fuerza la sonrisa y como bajo mis pies se abre la tierra en dos. Alargo mi mano, sujetando la de ella que tiene mi tarjeta entre sus dedos. Siento su calor en las yemas de mis dedos, busco sus ojos que no tardan en regresar a los míos y le sonrío con toda la tranquilidad del mundo, aunque por dentro esté envuelta en un caos brutal.
—Hazlo, April —susurro deslizando mi pulgar por la calidez de su piel—. Quiero que me llames y que volvamos a vernos.
Dejo la propuesta flotando en el aire, mientras nuestras miradas comienzan a hablar en un lenguaje secreto, oculto para aquel que no sepa ver con la esencia del alma, pero yo he escondido esa parte de mi alma durante tanto tiempo que ya no sé si en verdad existe o solo esta escondida debajo de mi superficialidad.
—Lo haré, preciosa —murmura tocando con su pulgar los números que yo escribí. Me quita la pluma, rebuscando en los bolsillos de su vaquero algún trozo de papel hasta que encuentra un ticket donde apunta su numero—. Este es el mío. Llámame cuando te apetezca —me guiña un ojo y doy un paso atrás.
Ambas nos quedamos calladas y sin saber muy bien cómo despedirnos. Aparto mi mano que aún sujetaba el ticket con su numero para después sonreírle con una sensación demoledora al tener que irme cuando acabo de encontrarla, pero sé que April me llamará en dos semanas, cuando vuelva de París y de solucionar todo con Sasha.
Camino hacia la puerta, pero antes de abrirla me vuelvo y la miro. Quiero recordar sus ojos y compararlos una y otra vez con los que vi hace tanto tiempo atrás. Necesito estar segura, aunque ya sé perfectamente que April es la vida que me falta. No demoro más la despedida y entro de vuelta en el local, sintiendo como si una parte de mí se quedara con ella. Suspiro largamente, llevando las yemas de mis dedos hasta los labios y sintiendo su sabor aún paseándose sobre ellos.
—Tortitas con chocolate —susurro con una sonrisa de adolescente tardía y relajando poco a poco mi cuerpo.
Me permito solo unos segundos más para regodearme en las sensaciones que circulan por mi cuerpo. Vuelvo a suspirar adoptando mi actitud altiva, arrogante y de sobriedad. Sujeto bien mi bolso, antes de comenzar a caminar con paso firme y decidido entre la gente que aún están bebiendo y riendo. Veo a Helena donde la dejé, hablando con los artistas y utilizando todos sus poderes, no solo los faes sino también su aguda elocuencia.
Avanzó hasta donde se encuentra Kenzi hablando con Bo y Lauren para despedirme. Para mi sorpresa Tamsin ha vuelto, con cara de pocos amigos y me lanza una mirada asesina cargada de odio. Doy gracias que las miradas no matan porque sino estaría a tres metros bajo tierra en estos momentos. Aún así, me muestro indiferente ante su deliberada expresión de odio, pensando que se trata de ese asunto con Eduard. Le doy dos besos a Kenzi en sus mejillas, susurrándole al oído que la llamaré cuando llegue a París. Hago como si las demás ni existieran y me encamino hacia el Backstage para buscar a Sasha.
Al entrar en la zona reservada para el personal del desfile, observó a lo lejos a Corinne y Skyler charlando amigablemente. Me acerco a ellas para ordenarle a mi secretaria que llame a mi chofer y tenga preparada la limusina. Cuando quedo a solas con Skyler, me comenta que Valentino quiere hablar conmigo, pero la verdad es que ahora no estoy para platicas banales, por muy interesante que pueda ser cruzar un par de opiniones en italiano con mi diseñador favorito.
Le pido a Skyler que se invente alguna excusa inteligente porque de todas maneras veré a Valentino en París. Ella como siempre me dedica una sonrisa complaciente y sale a hablar con el diseñador. Paso las manos por mi cabello, arreglo mi vestido, intentando ocultar los rastros de esos dos besos compartidos con April antes de entrar a enfrentarme con la mujer que comenzó a abonar el camino para este cambio que parece imparable en mí.
Al entrar veo a Sasha terminado de atarse sus botas altas. Lleva el cabello recogido en una simple coleta, vestida con ropa menos glamurosa que esos vestidos que usó durante el desfile. El remordimiento se arremolina en mi estomago haciendo que dé más de una vuelta según mis latidos vuelven a desbocarse, sobre todo, cuando Sasha sube la mirada y encuentra la mía. Esa sonrisa limpia de cualquier rastro de tristeza o añoranza, me destroza con el primer pestañear de sus ojos verdes.
—Ya estoy casi lista, cariño —me dice levantándose para buscar su bolso y veo como su movil parpadea, pero ella no le presta atención al mensaje.
La sigo con la mirada, sintiéndome fatal por lo que hice, sensación de la cual no estoy acostumbrada, jamás me he arremetido de nada. Siempre he sido un ser esquivo al remordimiento, pero ahora es como me siento. Guardo silencio mientras ella termina de recoger sus cosas y se acerca hasta mí para darme un beso, pero en el último momento giro la cara y sus labios terminan en mi mejilla. No sé por qué diablos hice eso, o quizás sí, pero como no lo puedo justificar, rehuyo de su mirada para no excusarme con cualquier mentira.
Mis ojos se posan en las flores que encogí y mandé a enviarle a Sasha para después del desfile. Me escurro de su lado con mucho disimulo, para no entrar en un cruce de explicaciones que ahora no puedo darle. Avanzó hasta las flores, pero sintiendo como Sasha viene detrás de mí.
—Te llegaron las flores —murmuro dejando mi bolso sobre el mueble donde reposan las flores y acaricio con mis dedos un pétalo rojo de las rosas—. Espero que te gustaran.
—Me encantaron —murmura abrazándome por detrás y besando mi cuelo—. Son preciosas como tú.
El mismo cumplido que le dio April a mi sonrisa, ahora me lo dice Sasha... «¿Puede ser algo llamado karma? Yo creo que sí». Sus labios suben por mi piel dejando a su paso un rastro de calor y deseo. La mano izquierda de la rubia valkiria sube hacia uno de mis pecho, mientras la derecha baja sin prisa hasta mi entrepierna. Cierro los ojos, mordiéndole el labio inferior con fuerza y casi gimiendo en vez de respirar.
—Sasha...
—Lo sé, pero no he podido resistirme —musita atrapando con sus dientes el lóbulo de mi oreja y al sentir como una de mis manos intenta impedir su avance, me gira en sus brazos para encararme—. Voy a besarte y te vas a dejar —murmura antes de invadir mis labios con su boca.
El beso se hace intenso desde el primer instante y siento como las manos de Sasha comienzan a vagar por mi cuerpo, arrastrando la tela de mi vestido para abarcar más de mi piel. Gimo, tratando de contenerme, pero es imposible porque Sasha comienza a drenar pequeñas dosis de mi Chi. Me percato que soy completamente vulnerable a la pequeña valkiria porque me gusta más de lo creía, aunque ahora estoy en un dilema de esos que siempre huí como de la peste.
Sujeto su cara con ambas manos y le devuelvo el beso con más pasión imposible. Pero el recuerdo de los labios de April me dejan desarmada ante lo que debo y quiero hacer. Me separo de Sasha jadeando al sentirla sobre mi cuerpo expectante y ansiosa. Los ojos de Sasha me escrutan muy extrañada por haber cortado de esa manera tan súbita lo que parecía un nuevo episodio de nuestra pasión desatada en cualquier momento y lugar. Mantiene su mirada en mí el tiempo suficiente para darme la oportunidad de escoger. Pero no sé interpretar su señal, o no me atrevo, así que ella deposita un suave beso en mi pómulo y se separa tendiéndome su mano derecha.
Recojo mi bolso mientras Sasha me dice que Skyler llevará las flores que le regalé a su casa. El comentario enciende mis celos, pero en este momento no soy quién para tenerlos. Salimos del camerino caminando entre el personal que comienza a recoger todo el material y equipos, pero no me hace falta un espejo para ver en mi cara los rastros del remordimiento que me carcome con solo sentir el calor de Sasha contra mi mano. «A buena hora me da por tener remordimientos» Pienso mientras Corinne y Skyler se despiden de Sasha, y mi secretaria me informa que la limusina nos esperas enfrente de la misma puerta donde tuve ese fugaz encuentro con April, pero que ha revuelto toda mi alma.
Los ojos de esa chica, ya no tan misteriosa misteriosa, me acompañan durante el corto trayecto que hago de la mano de Sasha. Menos mal que mañana cogeré un avión a París y dejaré este caos de sentimientos en la ciudad mientras me aclaro en la artística ciudad de París, donde puedo ser yo misma sin aparentar todo el tiempo la implacable imagen de la Morrigan. Necesito estabilidad y esta noche lo que menos he tenido es equilibrio. Me siento como una jodida marioneta con la que el destino mueve sus hilos haciéndome ir de un lado a otro sin control de nada. «¿Qué carajo tengo que hacer? No puedo hacerle daño a Sasha después de todo lo que ha vivido en el pasado, pero tampoco puedo obviar el transcendental detalle de que acabo de conocer a la mujer que será la vida que me falta. ¡Maldita Oráculo!»
El frío de la noche nos recibe al igual que lo hace mi chofer, abriéndonos la puerta de la limusina. Escudriño a mi alrededor en búsqueda de una pista de lo que ocurrió en este mismo sitio con April, pero solo las dos colillas de esos cigarrillos ingles son los únicos testigos de ese instante que ha cambiado el rumbo de mi vida, con un simple giro del destino. Dejo que sea Sasha quien entre primero mientras le indico a uno de mis empleados más fieles que nos lleve a casa.
Entro en la limusina y me siento a su lado. La hermosa valquiria no tarda en volver a coger mi mano, entrelaza sus dedos con los míos y reposa su cabeza sobre mi hombro. Yo cierro los ojos un instante, inhalando su aroma para buscar algo de calma en estos pequeños detalles que ahora me parecen insuficientes. Estoy jugando con fuego o es el fuego lo que juega conmigo, pero sé que no resistiré mucho tiempo así. Abro los ojos después de dejar un beso cargado de culpa en la cabeza de Sasha para desviar mis ojos hacia las luces de la ciudad que parece moverse tan rápido como lo hace ahora mi vida.
—Estás muy callada, Evony —susurra Sasha jugando con mis dedos entre los suyos—. ¿Pasó algo durante el desfile?
Ahora de mentir cómo se me da tan bien y ocultarle que mi silencio se debe a una mujer que no he logrado quitarme de la cabeza desde que la vi de espalda con una bandeja en las manos y dispuesta a todo por defenderme.
—Estoy un poco cansada, cielo —miento a medias porque en realidad estoy agotada de darle vueltas a la todo y estar con esta zozobra sin saber qué pasará con mi vida de ahora en adelante.
—¿Tomé demasiado de tu Chi? —inquiere preocupada removiéndose para buscar mis ojos.
—No, nena. Solo estoy cansada después de un largo día, pero nada que no pueda solucionar un baño con sales y espumas caliente, acompañado de un buen vaso de whisky escocés.
—Espero estar invitada a ese baño de espuma —dice en un tono ligero, divertido y cargado de ignorancia por lo que hice en su ausencia.
—Claro, nena —respondo sin saber si estoy mintiendo o no. Quiero estar con Sasha, me gusta y es fácil vivir muchas cosas con ella aunque una brecha generacional nos separé. La pequeña valquiria está cruzando por su primer ciclo de vida y yo llevo siglos andando por ese mundo—. ¿Hoy dormirás en mi casa?
Pregunto sabiendo la respuesta porque en las últimas tres semanas, Sasha ha dormido todas las noches conmigo. Actuamos como una pareja, hacemos todo lo que hace un pareja, pero sin llegar a definirnos como tal. Solo durante una leve conversación entre besos, caricias y orgasmos, ella me confesó que no quería ser solo mi amiga, pero yo interpreté esas palabras como un subidón de endorfinas debido al tórrido momento en el que estábamos inversas.
—Sí tú quieres, pues me quedaré —murmura antes de atacar con sus labios mi cuello—. Así mañana podremos salir juntas al aeródromo para coger el avión a París.
Asiento disimulando con una sonrisa la inquietud que recorre mi cuerpo. Sasha sufrirá si se entera de lo que ocurrió con April, pero tampoco puedo hacer como si April no existiera porque la llevo esperando casi toda mi vida. Debería haber aprendido a que no debo construir castillos de arena cerca de la orilla porque el mar siempre lo destruye todo y parece que ahora mi mar es una chica con ojos verdes casi azules. «¡Mierda, maldita Oráculo!»
El resto del trayecto lo hacemos entre preguntas y comentarios sobre el desfile, las modelos, el diseñador italiano y los planes que tenemos para pasar esos días en París. «Vale, no puedo negar que me genera bastante ilusión irme con Sasha a París y, contra todo pronóstico, deseo verla feliz. Pero ¿en realidad estoy enamorada de ella? Me gusta mucho, pero eso ya quedó claro desde hace mucho tiempo, aunque ahora todo parece ser diferente. ¿Por qué, Odín? ¿Por qué ahora padezco de sentimientos? Antes iba feliz por la vida, fastidiando a los demás, siendo esa zorra fría sin corazón, pero terriblemente elegante y con un vacío lacerante por no encontrar esa parte que me falta que hoy apareció en mi ida con un simple giro del destino».
Salimos de la limusina, compartiendo sonrisas junto algún comentario subido de tono que hacen arder mis mejillas y las de Sasha, a pesar del fuerte viento que sigue su paso por toda la ciudad. Abro mi bolso para sacar las llaves, pero como esta noche no es mi noche, todo lo que había dentro de mi diminuto bolso cae al suelo junto con mis bragas que la valquiria no dejó que me pusiera. «Sí, he ido en plan comando toda la noche, pero cosas peores he hecho en mi vida». Nos ponemos de cuclillas para recoger las cosas que están esparcidas por el suelo enfrente a la puerta de mi mansión, pero el viento hace volar algunos papeles sin poder detenerlos. Sasha y yo nos apresuramos a guardarlo todo, riéndonos como dos crías y después abro la puerta como puedo.
—Me gustas más cuando ríes que cuando estás toda seria en plan Morrigan letal —dice divertida mientras vamos entrando en la penumbra de mi casa, pero sabiendo de memoria el camino que debemos seguir para ir a mi habitación.
—Pensaba que mi seriedad te parecía sexy —replico, girando un poco la cabeza para mirarla de reojo mientras subo el primer peldaño de las escaleras, llevándola de la mano.
El sonido de su risa, pero disimulada con maestría para que no se haga eco dentro de la casa, se cuela no solo en mis oídos sino también en una pequeña parte de mí donde no dejo entrar a nada ni a nadie.
—Tú eres sexy, Evony —hace una pausa muy breve—, pero cuando sonríes de verdad, parece que le quitas un poco oscuridad a este mundo de por sí opaco.
«¿Sasha está flirteando conmigo? ¿Por qué ahora? ¿A qué viene este cambio de palabras y de actitud? Ay, Odín, deja de jugar conmigo» Pienso mientras sigo subiendo las escaleras, sujetando su mano con delicadeza, pero con la misma firmeza de siempre y dejando que el silencio de la casa me ayude a darle una respuesta a la altura de su flirteo.
—Jamás imaginé que mi sonrisa fuese determinante para el quehacer de la luz u oscuridad del mundo —bromeo buscando esa sonrisa que desapareció en los labios de Sasha por culpa de mi prolongado silencio.
—Pues lo es, Evony —murmura adoptando el gesto más serio que tiene en su repertorio de ademanes espontáneos y me mira sin pestañear—. Por lo menos para mí, tu sonrisa y toda tú se han vuelto esenciales para el quehacer de mis días.
—Oh —musito con un nuevo rubor cubre por completo mis mejillas.
—Creo que acabo de hacer sonrojar a la líder de las Sombras. —Su sonrisa es encantadora, aunque yo acabo de entrar en un aprieto de los gordos.
—No lo haz hecho, solo es un rubor acumulado de esos que son más difíciles de controlar —murmuro tirando de su mano para seguir caminando hacia mi dormitorio y también para darle una tregua a mis rojas mejillas.
Abro la puerta y siento como Sasha suelta mi mano, deja caer su bolso al suelo para sujetar mi cintura. Me doy la vuelta para mirarnos y compartir sonrisas hasta que ella vuelve a buscar mis labios, o los busco yo. Da igual, lo importante es que nos estamos besando hasta que se nos agota el aire en los pulmones. El calor de sus manos, de sus labios, de su cuerpo entero, hace más difícil la situación en la que me he metido yo sola. Abro los ojos lentamente mientras Sasha continua acariciando mi espalda con las dos manos.
—Voy a preparar la bañera —murmuro cerca de su boca antes de robarle un beso.
La sonrisa de Sasha se entiende sobre mis labios y al asentir, acaricia con la punta de su nariz la mía. Nos separamos lentamente, dejándome ir al baño mientras ella comienza a quitarse la ropa. Una vez en la soledad del cuarto de baño, me dedico unos segundos para mí. Necesito buscar alguna manera de salir de este embrollo. Me gusta Sasha, porque me sobran los motivos para estar con ella e intentarlo de verdad, pero también está April y sus ojos verdes casi azules que significan mi supuesto futuro. «Vale, no voy a maldecir a la Oráculo esta vez, sino a mi jodido egoísmo».
Respiro profundo posponiendo cualquier decisión para el día siguiente. Ahora no puedo pensar con claridad y por razones obvias. Abro el agua caliente mientras con mi otra mano echo las sales aromáticas en el fondo de la bañera. Busco unas toallas, mi albornoz de seda negra y pongo todo sobre una mesilla muy cerca de la cabecera de la bañera. Enciendo unas velas para darle otro matiz al ambiente, como buscando algo de relajación. Cuando tengo todo preparado, salgo al dormitorio para buscar a Sasha que ha tardado más de lo que esperaba.
—Cielo, la bañera está... —se me apaga la voz de repente.
Cuando pongo un pie en el dormitorio, me encuentro con Sasha sentada en la orilla de la cama, sin camiseta, solo con el sujetador, una bota puesta y la otra a su lado, los vaqueros desabrochados y en las manos está su movil encendido que ilumina su rostro húmedo por unas lagrimas que se deslizan lentamente por sus mejillas. La observo sintiendo como un frío inexplicable me golpea de lleno al ver el gesto de profunda tristeza remarcando su hermosa cara. No me atrevo a dar ni un solo paso. Estoy petrificada en mi sitio, completamente inmóvil y sin saber si debo o no respirar.
Sasha alza su mirada hasta la mía, clavándome sus ojos rojos por las lagrimas y su mirada verde agua en los míos. Sé que mi rostro está pálido por el miedo. Algo malo ha pasado porque su reacción no es normal, pero también sé que ha sido mi culpa. La tristeza que ahora reviste su cara, y le ha quitado el brillo a sus preciosos ojos, es solo por mi culpa.
—¿Estás viéndote con otra persona, Evony? —suelta de golpe y ese golpe de sílabas se estrellan contra mí.
Sasha sabe en este momento, por el sobresalto de mi mirada antes de que yo pueda limpiarla con la opacidad del enmascaramiento natural que hay en mí, que algo empieza a romperse dentro de ella. El espejo luminoso que vivía en su interior se hace añicos y es por mi culpa. Y en este momento me doy cuenta de que he perdido a Sasha para siempre, porque la moneda que lanzó el destino acaba de dar su veredicto, dejándome fuera de su vida y sin ella en la mía.
Notas: Lo sé, Evony enamorada de dos mujeres, y con sentimientos, es demasiado AU, pero deseo saber vuestras opiniones y espero que os haya gustado este primer capítulo. Sigo escribiendo el fic Ghosts That We Knew, no lo he abandonado, solo estoy buscando la manera idónea para ya encarrilarlo hacia el final.
Como siempre, gracias por vuestro tiempo y por leer mis historias.