Capitulo II


El mundo siempre está girando y aunque creemos que estamos detenidos éste siempre encuentra la manera de volvernos a su cauce.


Jamás pensó que luego de tanto tiempo la volvería a ver. Él la había sacado de su vida porque su padre quería alejarlo de todas las cosas que pudieran representar una debilidad para él. Debía ser sanguinario, frío y calculador. Tenía que poner en alto el nombre de la familia Taisho. Él debía seguir el ejemplo de su padre y si no lo hacía éste acabaría con Kagome.

Sabía de qué era capaz su padre. Kagome había sido una niña de escasos recursos pero con una vocación apasionada, había estudiado con tanto ímpetu y con tanto deseo; en su fuero de ayudar a las personas que todos los colegios y universidades le habían abiertos las puertas, por eso se habían logrado conocer en la universidad de Tokio.

Ella le había dado un punto de vista de la vida que jamás pensó en experimentar. Había sido difícil al comienzo, ella era muy orgullosa y él también. Su grandeza no la había ahuyentado, sólo molestado y no paraba de repetirle de lo poco humanitario y bien servido que era. Ella lo había vuelto humano, lo había sensibilizado. Al final de la especialización su padre se había dado cuenta que se habían casado y eso había sido el fin de su relación.

Todas estas cosas volvían a su mente a medida que se acercaba a la mesa donde la azabache se encontraba. Había pasado tanto tiempo, él ya no era un niño, él ya podía protegerla, ya podía ofrecerle algo.

—Dra. Higurashi —fue lo único que pronunció para notar como la joven se estremecía. La mesa donde estaban dejaba una hermosa vista de la ciudad, la música tranquila y el aire sofisticado estaban impregnados en el lugar. Él quería sorprenderla, quería que ella olvidara la última vez que se vieron. Quería inundar sus sentidos, quería volver a esa época donde se amaron con tanto ardor.

Detallo su cabello por detrás y quiso meter sus manos en esa selva negra. Todavía podía recordar la sensación de lo suaves que solían ser. Kagome llevaba un vestido negro con un pequeño escote en la espalda, su piel tampoco había cambiado, lucía igual de nívea que en antaño. Cuando se levantó sorprendida al verlo notó que los años sólo lo habían vuelto más hermosa.

—¿Sesshoumaru? —ella parecía en shock. Su cara se puso pálida y esto no le gustó—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabes? ¿Por qué? ¿Qué has hecho con el Sr. Himuya? —quiso sonreír al recordar la habladora que era, pero ya no acostumbraba a hacerlo. Él había cambiado.

—Es un pseudónimo —no quiso ser tajante y por un momento se dio cuenta que quién tenía en frente no era un hombre de negocios, era su ex esposa, la mujer más cálida del planeta y la estaba tratando con indiferencia—. Puedes sentarte —le ofreció señalándole la mesa. A pesar de su interrogatorio anterior esta no se movió ni un ápice y sólo se dedicaba a mirarlo petrificada.

—No has respondido mi pregunta —esta vez su mirada fue ceñuda. Se estaba enojando.

—Siéntate —ordenó. Él jamás preguntaba, él sólo daba órdenes y los demás debían seguirlas.

—Púdrete —fue lo único que respondió antes de tomar su bolso de noche y comenzar a caminar en sentido contrario a él.

—Pensé que estabas muy interesada en recaudar fondo para la fundación —no agregó nada más, la amenaza estaba implícita. No tuvo que esperar mucho cuando esta se volteó molesta y lo enfrentó.

—Dime cuál es el juego. No eres de los que donan dinero, Sesshoumaru —su voz sonó ácida y molesta.

—No hay ningún juego, Kagome —ella sonrió sarcástica.

—Contigo siempre hay un juego. El demonio de los negocios, el hombre de hielo qué gana donando tanto dinero. No voy a caer.

—No vine a hablar de nosotros. Tengo entendido que esto era para recaudar fondos —y él mismo se sorprendió de verla ruborizada por la vergüenza. Sin volvérselo a pedir ella se sentó en la mesa y un camarero se acercó.

—¿Todavía tomas té? —ella asintió suavemente y él ordenó un té blanco y un whisky. Ella pareció querer preguntarle algo pero no la dejó—. Contestando a tu pregunta me gusta saber en qué se van mis impuestos. Si patrocino fundaciones quiero saber que no estoy manteniendo vividores.

—Este proyecto es apoyado también por el gobierno de Japón, tendrás un interés preferencial en tus impuestos por unos años —explicó deleitándose con el té. Al notarlo genuinamente interesado siguió hablando—. Es un complejo especializado en cardiología, se planea que sea el mejor de Asía, no es solamente un centro para ayuda a los más necesitados, es un área de investigación —aunque escuchaba atentamente su explicación no podía dejar pasar el brillo de sus ojos azules, seguían siendo tan intensos y cautivadores como en antaño, como parpadeaba, la curva de sus labios, sus rizos negros, quiso extender su mano y tocarlos, enredarse en ellos, tocar su cuello, sus manos, quería cerciorarse de que ella era real, que no era un delirio de su mente, esos que atacaban cada noche, con cada amante, en la soledad de su mundo.

—¿Cuánto planean que dure la construcción? —intervino. Ella parecía cómoda hablando sobre esto y debía permanecer en esa zona de confort o la espantaría.

—Un año más o menos. Ya está bastante adelantada pero los equipos médicos, insumos, y demás todavía están en proceso.

—¿Cuánto planeas trabajar ahí? —pregunto casi desinteresadamente.

—Lo que sea necesario. Soy originaria de Japón pero apoyo fundaciones en todo el mundo, actualmente resido en Estados Unidos. El mismo Gobierno me solicitó así que no puedo dejar de representar mi país, tengo que viajar por todos lados en busca de fondos por eso jamás estoy mucho tiempo en un lugar, pero realmente espero poder establecerme nuevamente en Japón —sin darse cuenta le había contado todo. Él no había tenido que hurgar mucho. Quiso sonreír con suficiencia, él era un maestro de los negocios, obtenía lo que quería y ella se dio cuenta—. No has cambiado —y la seriedad invadió su rostro.

—Quiero estar seguro de lo que hagi—fue su única repuesta. Sus ojos azules esta vez lucían templados, ella estaba pensando muy bien sus palabras y comprendió que tenía experiencia en esto. Se preguntó con cuántos hombres habría ella cenado, a cuántos les habría sonreído afablemente, con cuántos habría coqueteado, cuántos habrían tenido el placer de ser su amante y la sola idea le hacía hervir por dentro.

—En una semana el comité médico y administrativo se reúnen. Allí conocerá en quién está poniendo su dinero —hizo un gesto con la cabeza de aprobación y pidió la cuenta. Había sido suficiente.

—Que tenga buenas noches, Dra. Higurashi —la mujer se bajó de la limosina e hizo una sutil reverencia.

—Sesshoumaru —le llamó cuando el auto estuvo a punto de arrancar—. Gracias —y sin más entró en la residencia.


Esa noche cuando llegó a su departamento desató su corbata y fue a caminar hacía su estudio. Se sirvió un vaso de whisky seco y se recostó en la mullida silla de oficina. Había sido dura esa noche. Tenerla, observarla. Su mente todavía no paraba de decirle que era un error, que debía alejarse.

Él la había sacado bruscamente de su vida. No había peleado por ella y sabía que no tenía derecho de buscarla ahora, pero también sabía que no necesitaba ningún derecho, ella era de él y esa era suficiente excusa.

Campaneó el vaso en un dejo de centrar sus pensamientos y, en contra de todo su orgullo abrió la primera gaveta del amplio escritorio y sacó del fondo una foto de Kagome en la universidad.

Era invierno y ella había querido ir a la noria, lucía un gorro de felpa blanco, unos jeans ajustados bien azules y un suéter de lana beige. Cuando la vio bajo los copos de nieve fue el momento en que decidió que ella sería su esposa. Sólo había tenido que darle una mirada a sus mejillas sonrojadas, su sonrisa implacable a pesar de que sabía que tenía más de 24 horas sin dormir por su guardia en la clínica, y como había extendido sus brazos hacía él y lo había abrazado como si fuese la persona o la cosa más importante del mundo para ella.

Él había podido percibir tantas emociones en su mirada, en la forma en como al llegar al departamento de estudiantes habían hecho el amor, que supo jamás encontraría otra mujer así de devota, así de sincera, así de cálida.

Kagome —suspiró. Había luchado contra las ganas de besarla. Contra las ganas de decirle que volviera. Pero su reacción había sido tan explícita. Ella no estaba contenta de verlo. El camino hacía su casa había sido totalmente silencioso. Ella no le miró en todo el trayecto.

Sesshoumaru…gracias —la suavidad en su tono, esta vez sus ojos no lo miraban con aprensión habían vuelto a detonar en él esa sensación de calor.


—En este mes el servicio a las plantas se ha realizado satisfactoriamente. Ha costado unos miles más, pero hemos podido hacerle frente sin suponer una crisis energética —escuchaba el reporte sin mucho interés. Él mismo había estado en el plan de mantenimiento y reparación de las plantas hidroeléctricas, ellos manejaban también las empresas potabilizadoras de Japón, si el servicio era deficiente el Gobierno no dudaría en hacerles la vida un infierno.

—Sr. Sesshoumaru —en medio de la reunión, Jaken un hombre bajo, calvo y bastante orejón, pero fiel sirviente había llevado hasta él una carpeta que no tuvo que explicar qué era, le dio un asentimiento con la cabeza y el hombre tan sigilosamente como entró salió.

Fingiendo estar escuchando miró la primera página.

"Dra. Kagome Higurashi: Directora actual del Centro Médico de Japón, Profesora de Medicina en la Universidad de Japón, poseedora de una plaza cardiológica en el centro hospitalario para Niños de bajos recursos, doctorado en cirugía Cardiovascular, y especialización en Cirugía de Corazón abierto, Representante de Japón ante las asociaciones médicas internacionales cardiológicas, reside actualmente en Estados Unidos, soltera…"

No tuvo que leer más. Lo que de verdad le interesaba era que seguía soltera y una pregunta le asaltó ¿Por qué? No había que ser vidente para notar la mujer que tenía frente a él, en ese tiempo y ahora. Sabía que la había dejado con la vil excusa de que ella no era nadie, que no tenía que ofrecerle a él. Había mentido, ella ya era muchísimo en esa época. No había quién no conociera su nombre en la universidad, en la clínica donde prestaba las prácticas. Donde ella llegaba era querida y apreciada.

Él la había alejado y ella se había hecho un nombre. La mujer con la que había cenado, se puede decir que es un honor haberlo hecho. Esta mujer que aparecía en el reporte era una ilustre, una eminencia de la Medicina y él había tenido el honra de ser su acompañante. En ese mismo momento quiso retroceder el tiempo y, jamás haberla dejado.


—¿Qué le parece? —miró con seriedad a la junta directiva que tenía en frente. Por lo general él no se encargaba de esas cosas, mandaba a alguien en su lugar. Pero estaba ella ahí, sin mirarlo, pensativa. En toda la reunión no había hablado sólo para lo estrictamente necesario.

—Mande la información a mi secretaria. Pueden contar con mi respaldo —diciendo esto la sesión se levantó. Todos sabían quién era él y estaban más que sorprendidos que el mismísimo Sesshoumaru Taisho estuviera en aquella junta.

—¿Estas bien? —no pudo evitar tomarle la cara suavemente y obligarla a mirarlo. Sus ojos azules lo miraron con sorpresa.

—¿Por qué haces esto? —ella siempre había sido tan perspicaz.

—Vamos a comer —ella apartó las manos de su cara, podía notar como su cuerpo temblaba ligeramente.

—No tengo hambre. Además tengo muchas cosas que hacer en el hospital —la detuvo antes que siguiera hablando, al empujarla suavemente en dirección a la salida.

—Sé que es tu único día libre —ella le dio una mirada de sorpresa y luego enojada.

—¡Me has investigado! —sonrió culpable, no tenía por qué mentirle. Ambos se conocían, sabía cada una de sus expresiones, si ella realmente no hubiese querido ir a comer con él, no se abría movido una sola pulgada.

—¿Te desagrada? —respondió ronco.

—Sigues siendo un controlador —esta vez sonrió con picardía al llegar al lujoso restaurante. Se notaba que ella ya no se incomoda en la presencia de lugares lujoso, la Kagome que esta frente a él, era una mujer con clase, distinguida pero con esa alma compasiva en su mirada y en su forma de ser.

—¿Hace cuánto estas en Japón? —esta vez ella lo observó fijamente. Humedeció sus labios mientras pensaba su respuesta y juró que en ese momento podría saltar sobre ella y besarla ahí mismo.

—Hace tres meses —sonrió tranquila. La conversación entre ellos fluyó como la cosa más natural. Ninguno podía estar en la presencia del otro sin que aquella camaradería hiciera fluir, no era solo sexo lo que ellos habían tenido, se habían compenetrado de una forma en la cual cada uno sabía lo que el otro quería y necesitaba.

En todo el almuerzo no dejó de detallarla. Sus ojos azules se abrían cuando hablaba de su trabajo, como se sonrojaba cuando la ponía en una situación incómoda, sus labios temblaban cuando sonreía. Se sorprendió a sí mismo haciéndolo. Había pasado tanto desde la última vez que pensó lo había olvidado.

—Sesshoumaru —susurró ella cuando la dejó en la puerta de su casa. Su corazón comenzó a latir vertiginosamente. Cuando pensaba en volver a tenerla a solas, pensó que ella le reprocharía, lo torturaría, le diría un sinfín de cosas por haberla dejado. Entonces ahí, encerrándola entre la puerta y él sus ojos brillaron con tantas emociones, todas diferentes, confusas.

—Descansa —susurró suavemente dejando un suave y casto beso sobre su mejilla. No cometería el error de apresurar las cosas, esa mirada decía tantas cosas y entre ellas la confusión, dolor, incertidumbre.

La había perdido una vez, no lo haría nuevamente. No ahora que el destino la cruzaba en su camino.


NA: Hola a todas, muchísimas gracias por sus comentarios. Esta historia va a ser bastante corta, no muy extensa, pero muy linda. Aunque creo que esto lo había dicho ya antes. Ahora bueno contestanto algunas respuestas.

*Sí Sesshoumaru era o es de bastante dinero y Kagome pobre. Más adelante iré colocando que pasa con su familia.

-No voy a hacer referencia a cuanto tiempo ha pasado, ni ha la edad. Podría ser mucho, podría ser poco. Quiero decir, por todos los méritos que ella tiene podría tener fácil 40 años, 36 más o menos. Pero como son edades que no se suelen tocar en los Fanfis lo voy a dejar a su imaginación.

-Una personita pidió capitulos más extensos, bueno, aquí te lo dejo Faby Sama. Por tu apoyo, te lo dedico.

Gracias a todas nuevamente, espero les guste.