Disclaimer: El Potterverso no es cosa mía, lo que es muy triste.
Este fic participa en el reto anual "Long Story 3.0" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black
Ruinas
Capítulo 10
Calma
Hogwarts, 18 de febrero de 1998
Te has unido a las patrullas de los Carrow. A Lisa le has dicho que lo haces para protegerla, aunque también es cierto que te estás protegiendo a ti mismo. Sabes que a tu padre le han hecho preguntas sobre tus lealtades.
Y tienes que salvar tu trasero.
Así que te paseas por los pasillos, junto a Parkinson. Ha recuperado un poco de la bravuconería, aunque se le ha bajado bastante.
—¿Has escuchado eso? —te dice.
En el pasillo se oyen pasos apresurados y voces susurrantes. No hay que ser un genio para saber quiénes son.
—Deberíamos avisarle a alguien —añade, preparando su varita para emitir la señal convenida.
—Déjalo, Pansy —le contestas—. No quiero líos.
Tu compañera te mira con la ceja alzada y mueca de asco. A lo lejos, los pasos desaparecen en la lejanía. Esperas que hayan llegado a sus salas comunes.
—¿De qué lado estás tú?
Es una buena pregunta.
-o-
—¡LISA! —gritó él al ver que la chica caía al suelo, ante un hechizo. Por un momento, le pareció que el mundo se detenía. Pero antes de ser consciente de lo que estaba pasando, Theo se encontró corriendo hacia ella a toda velocidad. Instintivamente tomó su varita y la aferró con fuerza.
Las malditas lecciones de Aparición tenían que servir de algo, se dijo mientras le tomaba la mano a Lisa. No iba a soltarla por nada en el mundo. No iba a soltarla.
Cerrar los ojos. Concentrarse en un destino.
San Mungo. San Mungo. San Mungo.
Sintió un tirón en el estómago y en cosa de segundos, el olor a poción desinfectante invadió su nariz. Pudo escuchar gritos conmocionados, desesperados.
—¡Ayuda! ¡Ayuda! —gritó, era lo único que lograba decir.
Sintió cómo alguien intentaba tomar a Lisa y quitársela de los brazos, pero él se aferró aún más a su mano.
—Nott, soy yo… —escuchó una voz familiar—. Morag, la amiga de Lisa. La podemos ayudar, pero necesitamos que la sueltes.
Antes eso, el joven relajó su agarre. Alguien le puso una manta sobre los hombros y lo llevaron a otra habitación, más pequeña que donde había estado en su última visita. Lo único que había en ella era una camilla, una mesita de noche y una silla blanca. Él se sentó en la camilla, donde sus pies quedaban flotando por sobre el suelo. Poco después, un joven de su edad entró a ella.
Theo lo reconoció en seguida, como cualquier persona en el mundo mágico. El niño que vivió, en carne y hueso. No se había cambiado los anteojos desde sus años escolares, pero en sus ojos se veía la huella de la guerra y sus años como auror. Theo estaba convencido de que todos en su generación tenían esos ojos, que habían visto demasiado.
—Nott —lo saludó sin demasiada deferencia—. Creo que tienes una buena historia que contarnos, por lo que dicen los testigos de la sala de emergencias —dijo sentándose en la silla frente a la camilla—. Cuando quieras, puedes empezar.
—¿Con qué?
—Con lo que pasó, claro.
—La verdad es que no estoy muy seguro de qué fue lo que pasó. Sé que alguien me atacó con una cruciatus en la mitad de la calle, y que Lisa fue la única persona a la que le importó lo suficiente como para ayudarme. Y que el encapuchado nos hizo Aparecernos en un lugar.
—¿Qué lugar? —preguntó Potter, arrugando la nariz y apoyando los codos en las rodillas.
—No lo sé. Era como el gran comedor, pero más vacío… y más antiguo —Theo cerró los ojos. No se había fijado en muchos detalles, pero describió lo que recordaba. Arcos ojivales, pilares y ventanas sin cristales—. Supongo que parecía una iglesia abandonada —terminó de decir, con un gruñido.
Potter asintió. Se veía más listo de lo que se había visto en sus años escolares, cuando siempre parecía estar papando moscas o algo parecido.
—No sé por qué preguntas tanto, Potter. Tú y yo sabemos que esto no va a llegar a ningún lado. Todos sabemos que a nadie le importamos nosotros, a los que nos están atacando y matando… —dijo el joven, clavando sus ojos azules en Potter—. Esto no va a llegar a nada.
—Claro que sí.
—Bueno, supongo que si el niño que vivió lo dice, yo debería creerle —replicó Theo con el tono más sarcástico que logró convocar en su voz—. Pero no estoy seguro. ¿Cuánto tiempo llevan siendo atacados? A nadie le importa, sólo somos un montón de mortífagos y asesinos.
—Doce semanas y tres días. Eso es lo que ha pasado desde el primer ataque. Y puede que a nadie le importe, pero a mí sí —replicó Potter, clavando sus ojos verdes en él—. Y créeme que haré todo lo que esté en mis manos para que no vuelva a pasar.
Theo arrugó el ceño. No estaba seguro de si debía creerle a Potter y su jodido complejo de héroe, pero a lo mejor eso lo hacía ser más sincero que el auror promedio. O más interesado en su trabajo, por lo menos. A pesar de que se trataba del mismo niñato de Potter de toda la vida, Theo se dio cuenta de que no podía menospreciarlo.
Porque le creía.
—Vale. ¿Qué tienen hasta ahora?
—No se supone que hablemos de investigaciones en curso, Nott —dijo Harry, echándose para atrás en la silla.
—¿Ni siquiera con una víctima? Si me cuentas, podría ver si recuerdo algo más. O si eso hace que lleguemos a algo nuevo. Quid pro quo, Potter. ¿Nunca lo has oído?
Pudo ver que el joven hacía una mueca exasperada y fruncía el ceño. Pero un segundo después, pareció relajarse.
—Por el momento , sabemos que han atacado a personas que de acuerdo a ellos se han librado del castigo justo. Y sabemos que no son mortífagos.
—¿Cómo saben eso?
—No usan ninguno de los símbolos asociados a ellos. Y muchos de los que han sido atacados son hijos y parientes de mortífagos. Aunque ellos eran hijos de puta, lo cierto es que siempre se protegieron entre ellos —explicó Potter—. Sospechamos de una organización.
—Es todo un tanto vago, ¿no crees, Potter?
—Claro que lo creo. Por eso estoy investigando. Por el momento, no hay mucho que se pueda hacer, pero ya verás cómo los traeremos a la justicia. Y ellos serán los que tienen que pagar por esto. No ustedes.
Theo asintió con la cabeza. Por todo lo que había escuchado de Potter, siempre había estado seguro de que era un cabeza hueca con una capacidad extraordinaria para meterse en líos. Resultaba que era un cabeza hueca, pero al menos parecía que tenía el corazón donde debía tenerlo.
No era algo que a Theo le llamara la atención, pero al menos significaba que su historia estaba en las manos de alguien a quien le importaba.
Y eso significaba que tarde o temprano, el viento iba a cambiar.
-o-
Hogwarts, 9 de abril de 1998
Tiene un moretón en la cara. Se le ha ocurrido contestarle a Alecto en las clases obligatorias de Estudios Muggles. Y los Carrow han estado nerviosos últimamente. Algo va a pasar en cualquier momento, para bien o para mal. Se siente en el aire.
—No puedo creer que no hayas dicho nada, Theo —dice, con dolor en su voz—. ¿De qué lado se supone que estás?
De ninguno. O de ambos. Ni siquiera tú estás seguro.
—No podemos seguir así… —sigue diciendo.
Y con esas palabras, sientes cómo el mundo se desmorona a tus pies. Pero una vez más, no tienes las fuerzas para decirle que no se vaya. Que se quede contigo. Lisa no te deja hacerlo, tampoco. Simplemente se va.
Y tú la ves alejarse, con su pelo rubio recortado a tijeretazos y la túnica rota. Tus pies están clavados al suelo.
Eres un cobarde. Y lo peor es que lo sabes.
-o-
Lisa se despertó en una habitación con las luces brillantes. Reconocía el olor a poción desinfectante perfectamente. No tenía ni idea de cómo había llegado ahí, pero todo indicaba que estaba viva. Por si estaba muerta y el paraíso era su lugar de trabajo, sería una jugada muy cruel del destino.
—Despertaste —dijo una voz familiar un momento antes de que el rostro de Morag apareciera frente a ella—. Yo pensaba que dormirías un poco más. ¿Cómo te sientes?
—Fatal, ¿qué crees? —bufó Lisa, de una manera muy poco habitual en ella. La cabeza le daba tumbos, pero se incorporó de todas maneras. Necesitaba saber más acerca de lo que había pasado. Y por supuesto, eso implicaba hacer un montón de preguntas.
—Bueno, eso. Pero supongo que es la pregunta estándar —señaló su amiga, que había cogido la cartilla junto a la cama y la estaba revisando con cuidado—. Deberías ver la cantidad de hechizos que te golpearon, Lisa. Eres más dura de lo que pareces.
Lisa hizo una mueca a su amiga. Lo único que quería era una poción que sirviese para desinflamarle la cabeza y ahorrarle ese dolor espantoso.
—¿Cuánto tiempo llevo durmiendo? —inquirió. A lo mejor habían pasado semanas desde lo sucedido. No podía haberse perdido tanto tiempo de su vida.
—Un día y medio. Necesitabas recuperarte de muchas cosas.
—Ya veo.
A pesar del largo sueño, Lisa sentía todos sus músculos agarrotados y adoloridos. Eso de las aventuras nunca había sido para ella.
—Oh… —Morag dudó un momento, arrugando la nariz—. Hay un par de caballeros que quieren hablar contigo —dijo—. Supongo que no tengo que decirte quiénes. Me dijeron que apenas despertaras te preguntara si podían pasar. De a uno, por supuesto. Reglas del hospital.
Lisa suspiró. Por supuesto que los dos estaban ahí. ¿Cómo no iban a estar?
—Vale. Dile a Anthony que venga —dijo finalmente.
Tarde o temprano tendría que enfrentarlo, y mejor temprano. El chico entró rápidamente a la habitación, y Lisa notó inmediatamente que no había dormido bien. Las ojeras bajo sus ojos se notaban demasiado.
—¿Cómo te sientes? —preguntó antes de dejarse caer sobre la única silla.
—He estado mejor, la verdad.
Entre los dos se hizo un silencio incómodo.
—Lisa… Creo que debemos hablar —dijo Anthony, acercando su silla a la camilla—. Creo que lo nuestro —empezó a decir, con una expresión que denotaba que estaba luchando por no echarse a llorar—… tenemos que terminar.
Lisa se quedó helada. De todas las cosas que Anthony podía haberle dicho, esa era seguramente una de las peores y más inesperadas. Porque después de todo lo que había pasado, terminar una relación de años era lo último que se le había pasado por la cabeza.
—Anthony… no. Podemos… podemos…
Quería decir que quizás podían arreglarlo todo. Hacer como que las últimas semanas no hubieran pasado. Hacer como que Theo no había vuelto de golpe y porrazo a sus vidas. Hacer como que ella de verdad no sentía nada por él.
Por supuesto, eso habría sido una mentira. Porque Lisa sentía cosas por Theo. El problema era que también las sentía por Anthony. Aunque no eran exactamente los mismos sentimientos, pero ella no sabía muy bien cómo definir cada uno de ellos. Sólo sabía que era complicado.
—Lisa, está bien… Creo que necesitas un tiempo para aclararte las cosas —respondió Anthony, poniendo una mano sobre las de la joven—. Está bien. Te prometo que puedo esperar todo lo que quieras. Lo único que te pido es que me digas cuándo hayas tomado una decisión, sea cuál sea. Quiero que seas feliz, Lisa. Porque te lo mereces.
Lisa bajó la cabeza. En ese momento, dudaba mucho merecer ser feliz, por mucho que Anthony lo dijera. Después de todo, ella había sido la que había besado a Theo, aunque sabía que a Anthony le dolería.
A lo mejor él tenía razón. Lo que ella necesitaba era tiempo para ordenarse la cabeza y poder aclararse las cosas.
—Lo siento… —musitó, muy despacio. Pero él la escuchó de todas maneras y le sonrió de vuelta. Esa sonrisa con la que siempre la hacía sentirse más cómoda.
—Está bien. Sólo recuerda que no quiero dejar de saber de ti. Después de todo, somos amigos, pase lo que pase.
Lisa quería creer que todo sería tan sencillo como él lo planteaba. Que las cosas podían volver a ser como siempre lo habían sido. Aunque sabía que eso era imposible. Pero por un momento, podía creerle a Anthony.
—Por cierto —agregó él—. Está afuera y quiere hablar contigo. Considerando que te salvó de esos hijos de puta, lo menos que puedes hacer es darle las gracias —dijo con una mueca divertida, antes de darle un beso en la frente y salir de la habitación.
Theo entró inmediatamente después. Llevaba una venda en la cabeza y tenía una cicatriz que le cruzaba la cara, pero parecía estar desvaneciéndose.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó, sentándose en la misma silla en la que unos momentos antes había estado Anthony.
—Como si me hubiera arrollado el Expreso de Hogwarts —respondió ella, con una mueca—. Pero claramente podría estar peor. Si no fuera por ti, seguro que no lo estaría contando tan tranquila —dijo.
Theo esbozó una sonrisa de lado.
—Supongo que te lo debía, Lisa. Has hecho mucho por mí.
Lisa suspiró. Estaba agotada y lo único que quería hacer era dormir por días completos. Pero sabía que necesitaba esa conversación con Theo. Necesitaba solucionar esto de una vez por todas.
—Theo… —musitó—. Creo que tenemos que empezar de nuevo.
—¿De verdad crees que podemos empezar de nuevo, Lisa?
Por supuesto que no podían. No con toda la historia que ambos cargaban sobre sus hombros. No con todos los errores que habían cometido. No con el final que nunca habían escrito. Era imposible empezar de nuevo.
Pero no era imposible arreglar lo que se había roto.
—No, claro que no —concedió ella—. Pero podemos tratar de perdonarnos, ¿no crees?
—Me parece una idea estupenda —contestó él—. Es bueno volver a hablarte, Lisa Turpin.
-o-
Hogwarts, 2 de mayo de 1998
McMillan ha preguntado qué pasa con quiénes quieren luchar. McGonagall ha dicho que sólo los de los cursos mayores pueden hacerlo, siempre que quieran.
Inmediatamente te giras a verla, junto a sus amigas. Su expresión es dura y no se parece en nada a la Lisa que conoces desde niña. Es raro que en tan poco tiempo haya cambiado tanto.
Ella se va a quedar. Es cosa de ver la forma en que aferra su varita, como si se le fuera la vida en ella.
Tú, por otra parte, no lo tienes tan claro. Pero no tienes que pensarlo, porque los demás Slytherin te sacan del Gran Comedor. Mientras esperan a que los más pequeños salgan, ves como los que han decidido quedarse corren para defender el castillo. Ella también.
¿Y si te quedas? ¿Quieres ser un jodido héroe?
Pero cuando es el turno de ustedes, ni siquiera miras atrás mientras sales por el túnel.
No es el final perfecto con todos los cabos atados. Y tampoco es un final para Theo y Lisa. Pero creo que he mostrado bien el camino que los dos han recorrido por muchos años, aunque aún les queda camino por andar. Por el momento, las cosas quedarán así, pero pueden cambiar completamente más adelante. Pero me he quedado satisfecha.
¡Hasta la próxima historia!
Muselina