HORNS
Capítulo V» If you want blood (you've got it)
Encerrado como estoy ahora en mi prisión, el hospital para criminales con enfermedades mentales, me cuesta creer que haya sido tan estúpido con respecto a Naraku. Es decir, recién ahora me doy cuenta de que me presenté como Naraku Kagewaki por la única razón de que mi «amigo lejano» se llama Naraku.
Se me había inculpado la muerte de Nozomi Inoue y la acusación tenía, y tiene aún, todo el sentido. Es decir, yo la atravesé. Sin contar que todo yo estaba en ese lugar. En la consabida escena del crimen. Los cuernos con los que han atravesado a la dulce Nozomi son los mismos que coronan mi cabeza. La conocía. No tenía motivos para matarla, no en verdad, pero, ¿eso qué importa? Estoy loco.
Esa fue su conclusión. Tengo un trastorno disociativo de personalidad. A mi psiquiatra todavía le sorprende que mis dos personalidades sean tan parecidas y, al mismo tiempo, solo una esté dispuesta a matar. Aunque yo también me creo capaz de matar, solo si lo tuviera enfrente una vez más. Unos minutos bastarían.
Es decir, todavía creo que en realidad la mató Naraku y no yo, aunque fuese mi cuerpo y mis cuernos quienes la llevaron a perecer.
Creo que Frederick empieza a sospechar que no existen dos yo, o dos personalidades dentro de mi mente. Que Naraku y Musō son la misma persona. Creo que se debe, sobre todo, a que nunca logra «invocar» a Naraku. Pero no mentí al decir que existía.
Dejaré que Frederick descubra que no existen dos personalidades en mi. ¡En verdad no existen, después de todo! No creo que le tome mucho más tiempo. Estoy cansado de verme aquí. Este lugar no es para mi. Kagura me visitó solo una vez para desearme que me pudra aquí dentro. Parecía asqueada sobre lo que le hice a Nozomi. Nunca volvió, y no volverá. No creo salir tampoco. La dulce Nozomi está muerta y yo la maté. Si no me mandaron a la silla es simplemente porque estoy... cu-cú, cu-cú. Ya saben.
Nunca creí que pudiera escuchar mis pensamientos. Ni siquiera me planteé que mis palabras llegaran a sus oídos cada vez que hablo solo en mi celda, cada vez que lo insulto a gritos. Si puede escucharme o si puede ver mi decadencia, todos los cabellos desprolijos, la barba crecida, la mugrosa ropa de este lugar... si puede verme, creo que lo debe estar disfrutando. Creo que eso es lo que más me cabrea.
Por eso quiero verlo una vez más. Y estoy seguro de que lo haré. Volverá por mi. Conozco su clase, tuve muchos clientes así. Volverá para reírse de mi y de su regalo. No sé porqué quería que la matara, pero algo en esos cuernos, algo de él me llevó a la locura. La puso en mi camino y yo le atravesé el cuerpo curvilíneo con mis relucientes cuernos. Tarán, cae el telón.
Quiero que vuelva para reírse. Porque si yo lo mato, podré ir en paz a la silla. Me electrificarán hasta que mi corazón no bombeé nunca más, y mi piel se volverá tan traslúcida como la de él. Aunque lo de la silla sea simbólico. Entonces estaremos los dos muertos, y mis dos personalidades se desvanecerán a medida que mi cerebro se pudra.
Entonces, solo entonces, dejaré de estar loco y pasaré a ser un pobre diablo enterrado en un cementerio, olvidado por todos. Y entonces... entonces me encontraré con Naraku en el infierno. Me reiré de él hasta que me duela la garganta y me sangren las comisuras de los labios. Y seré feliz.
—Hola, Musō. —Su voz sonó un día cálido, tres días después de contar cómo maté a Nozomi y los hechos previo a ese fatídico viernes.
Tal vez ustedes también puedan escucharlo si lo intentan; hagan de cuenta que pueden hacerlo.
Perdido en mis pensamientos, no pude darme cuenta de que allí estaba. De que sí podía escuchar mis gritos y susurros, y sí podía verme en ese estado deplorable. Y de que estaba conmigo en ese celda desde... vaya a saber uno cuánto tiempo.
Porque no lo supe hasta ese día, ¿entienden?
—Ahora recuerdas mi verdadero nombre.
—¿Prefieres Naraku?
Negué con la cabeza. Seguía sentado en el catre con las piernas abiertas y los codos apoyados en las rodillas, la cabeza gacha mirando el suelo, que brillaba y olía a químicos de limpieza.
—Dime porqué... ¿Por qué Nozomi?
Levanté la cabeza y le observé. La mirada de Naraku se ensombreció, si es posible.
—¿Sabes sobre reencarnaciones, Musō?
La voz de Naraku seguía siendo ronca y peligrosa, tal como lo recordaba. Se paseaba por la celda con calma. De repente volví a sentir el peso de los cuernos sobre mi cabeza. Estaban conmigo y no me abandonarían, porque Naraku no lo quería. Sentí el impulso de interrumpirlo y preguntarle si verdaderamente era un demonio, un diablo, un brujo, ¿qué era? Pero eso no importaba, y no lo hice.
No dije nada, que era justamente lo que él quería que hiciera.
—Conocí una mujer una vez, hace ya mucho tiempo. Más tiempo del que puedas imaginar —me dijo. Su voz pareció dulcificarse una décima. Lo creí imposible, de verdad, que ese hombre que me arruinó lo poco que quedaba de mi vida pudiera sentir algo parecido al amor—. Nunca podría tenerla. De ningún modo posible.
—¿Por qué?
El susurro apenas fue audible, no pude evitar soltarlo.
—No podía moverme de ningún modo —gruñó. Los recuerdos parecieron molestarle. Casi instintivamente, se llevó una mano al anillo del meñique y comenzó a girarlo—. Entonces... cambié. Cambié drásticamente y fui mejor. Era mejor de lo que soy ahora, que tengo muchísimo poder. Imagina eso.
» Era indestructible. Sumamente poderoso. —Su voz parecía febril, enferma. Su mirada se perdió en el cielo encapotado que se veía aquel día tras la minúscula ventana enrejada, alta, casi pegada al techo. Luego bajó la mirada y la enfocó en mi, que no podía apartar los ojos de él—. Ella se enamoró de otra criatura. Una criatura débil y despreciable. Un insecto. Un perro.
Guardé silencio. Sus ojos refulgían otra vez rojos, pero aquella vez no sentí miedo, sino furia.
—Entonces la maté.
Lo miré sin poder creerlo, recuerdo bien la estupefacción que me causó. Yo, que nunca pude entender la frase «Si no eres mía, no serás de nadie», tuve frente a mi una criatura que la había hecho suya. Y luego recordé que yo también hice mía esa frase. Tal vez les haga soltar una sonrisa la ironía, como a mi.
—Pero reencarnó. Luego de quinientos años, reencarnó en otra persona. Y cuando esa persona murió... reencarnó de nuevo.
No pude decir nada. Me costaba un poco pensar. Me sentía cansado, la cabeza me latía con fuerza. No entendía cómo alguien puede obsesionarse a ese punto con otra persona. No en ese momento, aunque no me di cuenta que yo estaba tan obsesionado como él. Pero lo mío está respaldado: el cabrón me arruinó la vida. No iba bien, pero no estaba completamente arruinada.
—Con Kagome lo intenté, pero no pude —siguió diciendo. No tenía, y sigo sin tener, majadera idea de quién es esa Kagome, pero me alegro que la chica haya escapado—. Pero esta vez había algo a mi favor. Después de localizar a Kikyō, justo después... te encontré a ti, Musō. A quien estuve buscando todos estos años.
—¿A mi?
La garganta se me resecó de repente. Algo no estaba bien, lo sentía en cada fibra de mi ser. No sabía de historia, de mitología, de espíritus o reencarnaciones o lo que fuera todo aquello. Pero algo no estaba bien si un tipo como Naraku me buscaba a mi.
—Mi propia reencarnación —sonrió. Recuerdo que me habían empezado a temblar las manos, y junté fuertemente las cejas, sin entender.
—¿Yo...?
—Tú —me dijo—. Parte de mi está en ti, Musō. Y nuestro destino siempre, siempre, fue acabar con Kikyō.
—Con Nozomi —murmuré.
Naraku asintió gentilmente, sin dejar de mirar su anillo, haciéndolo girar. Diciendo silenciosamente que, cualquiera fuera Kikyō, estaba en Nozomi así como Naraku estaba en mi. Y...
—Nuestro destino siempre será acabar con Kikyō, Musō.
Levanté la vista y la clavé en él. No podía entender cómo. Los cuernos y la locura que él me había pasado, eso tenía que ser lo que me llevó a...
—Por eso la mataste con tus cuernos. ¿Lo entiendes, Musō?
Caminé unos pasos adelante, acercándome a él. Naraku dejó de girar su anillo y me miró, con los mismos ojos rojizos con los que me miró la primera vez que nos vimos, la vez donde me atrapó en un apretón de manos y cambió mi vida para siempre.
—Tú —gruñí.
—Yo te di lo que siempre quisiste.
—Me lo arrebataste todo. ¡Me pusiste esos cuernos y...!
Guardé silencio porque la rabia que sentía superaba todo lo demás.
—Y ganaste casos, tuviste mucho sexo, mucho dinero y conociste al amor de tu vida...
—Y luego la maté.
Naraku soltó una risa, mirándome burlón.
—¿No te prometí que todo se arreglaría? ¿Mi regalo, los cuernos, no te dieron todo lo que te prometí? ¿No mejoró tu vida?
Gruñí de frustración.
—¡Y la empeoró en un minuto!
—¡ES-NUESTRO-DESTINO! —gritó. Aferró sus manos a ambos lados de mis brazos y acercó su rostro al mío—. Siempre mataremos a Kikyō.
Me solté de su agarre con un movimiento brusco, empujándolo lejos de mi. Naraku trastabilló y me miró furibundo. Luego, negó lentamente con la cabeza.
—Algún día lo comprenderás, Musō.
—¿Qué eres exactamente? Dímelo —exigí—. ¿Por qué no la mataste tú mismo? ¡Yo no tengo nada que ver con esto!
—Tienes todo que ver —me dijo. Me miraba con ira contenida, la que yo ya no podía contener por mucho más tiempo—. Eres un imbécil. ¿No puedes verlo aún? ¿No te dije acaso lo que soy?
Sin poder comprender del todo lo que hacía, corrí y me lancé sobre él. Caímos al piso y peleamos con fuerza por quién quedaba arriba. Fui yo quien estuvo sobre su cuerpo y apretó con todas mis fuerzas el cuello níveo de Naraku, mientra veía a sus ojos desorbitarse, su piel ponerse colorada, morada...
Luego sonrió y mis dedos aferraron, con la misma fuerza, el aire. Me giré y lo observé sentado en el catre, mirándome y sonriendo, acariciando su anillo con calma. Parecía, aún así, levemente agitado.
—Realmente no lo entiendes, ¿verdad?
Con dificultades para respirar con tranquilidad, me mantuve arrodillado en el suelo y lo observé con irritación.
—Soy solo un espectro. Un recuerdo de lo que fui alguna vez —aclaró, mirándome como a un niño pequeño al que le cuesta entender—. Poco más que un demonio, con algunos pocos trucos.
» Con cierta habilidad para trascender a la muerte.
—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté. Ya no sentía las fuerzas suficientes para incorporarme. Simplemente no podía hacerlo.
—Musō, realmente eres mi reencarnación. ¿Lo entiendes ahora?
Negué lentamente con la cabeza. Asimilar sus palabras parecía imposible.
—Tienes mi karma. Mis habilidades para transcender... bueno... no nos metamos en temas engorrosos, no los entenderías. Te dije que fui grande, ¿cierto? Logré que esa... «información» siga dentro tuyo.
—¿Estás diciéndome...?
—Cuando la vi, me liberé. Te liberé.
—No.
—Sí. Somos uno —me dijo, sonriéndome. Seguía arrodillado y sin fuerzas ante él, incapaz de comprenderlo del todo—. Somos Musō. Somos Naraku.
Negué con la cabeza otra vez. Y otra vez. Y luego grité que no. Pero todo lo que hiciera no iba a cambiar el hecho de que lo que decía Naraku era cierto. Tenía dentro mío a un demonio que no podía controlar. A la criatura que fui hace mucho tiempo atrás.
Tenía, diría mi psiquiatra Frederick, un trastorno disociativo de la personalidad. Ja. Aquello era una enfermedad mental o era realidad, y cualquiera de las dos opciones era una mierda. Yo era mi peor pesadilla. De alguna manera Naraku había logrado que yo lo recuerde, que yo lo... libere. Y estaba allí como un espectro, como un demonio. Me puso estos cuernos y logró que lo hiciera. Que la matara.
Naraku era un demonio, y estaba también en mi, las dos cosas en simultáneo.
Naraku sonrió.
—Sí.
Esas fueron sus últimas palabras. Luego lo atravesé con mis cuernos, tal como recordaba haberlo hecho con Nozomi. Solo que a él lo miré a los ojos hasta que lo transformé en un colador. Y lo miré hasta que desapareció el brillo de sus ojos, hasta que el calor abandonó su cuerpo.
Me dormí sintiendo la calidez de su sangre derramada y desperté riendo en una habitación vacía y tan limpia como al principio.
FIN
Apuntes:
› Los títulos de los capítulos son títulos de canciones de AC/DC, con algunas modificaciones mías. No todas las canciones van de la mano con lo que pasa en el capítulo, pero los títulos me parecieron adecuados, y la banda me parece adecuada al fic y a Naraku/Musō.
› Este fic puede considerarse un Semi-UA. En ningún momento dejo de lado la historia original ocurrida en el manga/animé. Me dedico a explorar el "mundo moderno" con reencarnaciones, y este tipo de juegos. Al mismo tiempo, resulta en una adaptación de la película Horns.
› Musō es la reencarnación de Naraku. Nozomi es la reencarnación de Kikyō. You no es la reencarnación de Kagura y Shin Taishō no es la reencarnación de Sesshōmaru, sin embargo, para Naraku es como estar reviviendo sus épocas antiguas.
Mi idea es que Musō, con la influencia interna del dormido Naraku, encuentre en You a Kagura. De hecho, comienza a llamarla Kagura él mismo. Esto porque You es un tipo de baile tradicional japonés, mientras que Kagura es otro tipo de danza japonesa. Musō/Naraku simplemente busca la forma de llamarla Kagura, usando esta excusa. El fic sigue siendo Naraku/Kagura, porque, a fin de cuentas, para Naraku, You es Kagura.
Shin Taishō termina siendo un descendiente, muy lejano, de Inuyasha y Kagome (obviamente, sin saber su historia). Cuando se encuentra con Nozomi, que sí es la reencarnación de Kikyō y Kagome, comienza a salir con ella. De algún modo, las almas de esta familia están conectadas.
› Si bien parece un juicio, no lo es. Musō/Naraku no solo era el sospechoso, si no el condenado. Lo encuentran en la escena del crimen sentado junto a la ventana, con la vista en sus manos y bañado de la sangre de Nozomi. A partir de ahí, solo intentan determinar el porqué, por eso él cuenta la historia, a partir del momento en que crecen sus cuernos. Recién en este capítulo pueden ustedes ver que está bajo observación en una institución para criminales con enfermedades mentales.
› Los cuernos son reales, realmente le crecen en la cabeza. Así como Kagome también tuvo poderes espirituales, Musō/Naraku también puede hacer uso de sus poderes sobre la transformación. Los cuernos sí tienen cierto poder sobre las personas, pero muchas cosas Musō las logra por sí solo.
~Nota:
Si quedaron dudas con el escrito, espero que con las notas que dejé sirvan para aclararlas. Y si aún quedan dudas (sé que dejé algunos puntos sin aclarar, fue a propósito), se los voy a dejar para interpretarlo. Me gusta cuando la lectura te deja espacio para imaginar, para pensar, armar tus teorías. Yo tengo una idea y una interpretación clara para lo que escribí. Pero quiero que ustedes creen la suya propia, si es que el escrito da espacio a eso.
Pueden considerarlo un final brusco, lo sé. Yo lo adoro. Me gusta así. No lo cambiaría. Tampoco cambiaría el modo en que lo narré. Es uno de mis fics que más me gustan. :)
Me encantó escribir este corto fanfic, y espero que a ustedes, y en especial a Agatha, también les haya gustado. Si tienen comentarios para dejar, los estaré esperando.
Un beso enorme, y hasta el próximo fic. :)
Mor.