Disclaimer: Inuyasha, Sengoku O Togi Zoushi es propiedad intelectual de Rumiko Takahashi.
Kagura
por Onmyuji
6.
—¡Doctor!
Salía de la panadería Antendo en Shibuya cuando sintió que era llamado y buscó entre la gente el origen de la voz, encontrando a unos dos metros de su lugar, a una sonriente castaña que rápidamente se acercaba a él, reconociéndola al instante.
—¡Oh, Sango! —Saludó él, tratando de parecer correcto y amable, pero la castaña inmediatamente se lanzó contra él, dándole un abrazo que lo dejó tremendamente aturdido—. Es un gusto volver a verte.
—¿Cómo ha estado? ¡Le pedí que tomara chequeos de rutina por lo menos un par de meses y no lo he visto desde el mes pasado que salió del hospital! —Ella se mostró visiblemente indignada por su descuido, pero luego sonrió para que él no se sintiera presionado por contestar.
—He estado bien, gracias. Adaptándome de nuevo a Japón. —Estaba demasiado embotado con la rapidez con que ella lo había abordado como para responder con más efusividad.
—¿Y qué tal va esa memoria? —Ella se tocó la cabeza, haciendo énfasis, sin perder el ánimo. Hitomi sonrió mientras la veía comportarse con tanta alegría, cual si fuera una muchachita y no una adulta hecha y derecha.
—Mejor, ciertamente. Poco a poco han estado regresando algunas memorias a mi cabeza. Pero estoy seguro de que aún no son todas. —El rostro de Sango dibujó una sonrisa más calmada, propia de un médico.
—¡Hitomi! —Sango y Hitomi giraron hacia la salida de la panadería, donde un par de niños albinos, tomados de las manos, lo miraban expectantes. Era el niño, fácilmente identificable como Hakudoushi, quien había hablado—. ¡Queremos ir al parque que está a la vuelta! —No era una petición, era un niño que no estaba acostumbrado a pedir nada, sino exigir.
—Adelántate y lleva a Kanna, con cuidado. Los alcanzo en un momento. —Hitomi sonrió con paciencia, mientras Hakudoushi soltaba un respiro fastidiado y luego tomaba camino hacia la esquina, hablando entre regaños a su hermana, que se veía nerviosa.
Luego se volvió a Sango, que le miraba con sonrisa en la cara.
—¿Sus hijos?
—Oh, no. Son mis sobrinos. Yo no soy casado. Ni tengo hijos. —Corrigió él al instante, revolviéndose incómodo con las posibilidades.
Aquellas que había tanteado antes y que se le antojaban nostálgicas y dolorosas.
—Vaya. Imaginaba que le gustaban los niños; lo he visto tratar con ellos antes, por eso no me sorprendió. Disculpe si eso lo incomoda. Yo... lo decía por Kohaku y el trato que recibió de usted cuando estuvo en el hospital. —Añadió ella, avergonzada por el error cometido para con los niños.
—Está bien, Sango, no tienes qué preocuparte por eso. He recibido esa clase de comentarios más seguido de lo que te puedes imaginar en el último mes. —Explicó él, tratando de restarle importancia al asunto.
Pero las palabras de la castaña seguían titilando en su cabeza, como si se tratara de una señal de alarma que conscientemente trató de ignorar sin mucho éxito.
Así que para tratar de desviar su atención del tema de los hijos (especialmente de esos que podían ser suyos, pero no lo eran), cambio de tema—. Y hablando de Kohaku, ¿Qué tal est-...?
—¡Sango! —Ahora fue turno de Sango de ser llamada. Y mientras ambos atendían el llamado de una voz claramente femenina, que poco a poco tomaba forma y se acercaba a ellos, Hitomi comenzó a palidecer.
La misma piel. El mismo cabello. Mismos ojos. Fue en ese momento que cayó en la cuenta.
—¡Kagome! –Pero para entonces, Hitomi ya no escuchaba. Tenía la sensación de que algo andaba terriblemente mal en todo eso. Y tuvo la certeza de que algo malo estaba por suceder en cualquier momento. Especialmente ahora que ella aparecía ante sus ojos, como si no debiera estar ahí.
—Perdón por llegar tarde. La cita con la florista tomó más tiempo del que tenía contemplado. —Se disculpó la azabache recién llegada mientras se inclinaba sobre su sitio, apoyando las manos sobre sus rodillas para tomar un poco de aire.
—Está bien, yo también acabo de llegar. Oh, pero no quiero ser grosera; Kagome, te presento al doctor Kagewaki Hitomi. Mi paciente del que te conté, el que atendió a Kohaku cuando pequeño. —La aludida levantó la cabeza a forma de reconocimiento de esa información y con una sonrisa fresca y amable, le saludó—. Doctor, ella es mi amiga Higurashi-... —Y él devolvió el gesto, cada vez más nervioso.
—¿Kikyou? —Se sintió sumamente angustiado por haber soltado aquello de manera tan súbita, pero el recuerdo del nombre de su estudiante, tan mencionado e insistente en su vida y la de su familia (aparentemente como si se tratara de una especie de vínculo que mantenía atado todo lo que querían bloquear de su memoria) lo estaba angustiando.
La aludida respingó al ser llamada de esa forma—. No, Kagome. Lo siento, pero debe de estarme confundiendo con Kikyou, mi hermana. Era mayor que yo, pero nos confundían mucho. Decían que éramos idénticas a pesar de la diferencia de edad. —La sonrisa de ella se tornó triste.
—Oh, así que eres la hermana pequeña de Kikyou. –Por un momento pensó que era la misma muchacha que repentinamente parecía tener una extraña relación con él y su familia. Luego notó que la muchacha (severamente idéntica a Kikyou, insistía), hablaba en pasado de ella y apuntó—. ¿Decían? —Insistió él, pero por la sonrisa nostálgica de ella, se arrepintió al instante de hacerla.
—Kikyou fue asesinada hace unos diez años, doctor. —La sangre se le heló al instante, temiendo lo que acababan de confirmarle sobre ese raro presentimiento que tenía. Y luego las imágenes, ese recuerdo borroso en su mente, comenzaron a tomar forma.
Sus manos llenas de sangre. Y de fondo a esa nada agradable vista, el cuerpo tibio pero inerte de una mujer de cabellos negros, piel nívea y rostro apacible que él perfectamente reconocía.
Kikyou.
«Te mataré por haber matado a Kikyou. Y esto es por haber hecho llorar a Kagome.»
Oh por Dios. Él había matado a Kikyou.
Tratando de no verse tan turbado por aquella epifanía, habló de manera rápida, de forma que lució más avergonzado que angustiado por su descubrimiento—. Oh, lo siento mucho, no debí preguntar.
—Está bien. No hay problema. —Apuntó la joven de cabellos azabaches con una sonrisa, para luego voltear a sus alrededores, como buscando a alguien—. ¡Oh! ¡Inuyasha viene para acá! —Sonrió Kagome más alegre en esta ocasión, mientras señalaba el lugar donde un chico de cabellos plateados, muy llamativo a la vista, se acercaba a su punto de encuentro.
Cuando Hitomi lo vio, pudo reconocerlo. Y sintió miedo por los recuerdos que asaltaban su mente. Por la amenaza hecha que retumbaba en su cabeza insistentemente.
«Te mataré por haber matado a Kikyou. Y esto es por haber hecho llorar a Kagome.»
Sólo entonces fue capaz de reconocer que su vida corría peligro en ese lugar. Y tenía que marcharse de inmediato.
—Ha sido un gusto charlar con ustedes, señoritas, pero si me disculpan, mis sobrinos deben estar esperándome y no creo que sea buena idea dejarlos solos mucho tiempo. —Se disculpó él, de manera atropellada, mientras daba pasos lejos de las dos féminas que lo miraron extrañadas.
—Oh, es verdad. —Reconoció Sango. Luego le sonrió—. Espero verlo pronto, Doctor.
—Hasta luego, Sango. Ha sido un gusto, s-señorita Kagome. Adiós. —Y en un instante, puso pies en polvorosa calle arriba, en dirección al parque frente al edificio de la administración y perdiéndose entre el hervidero de gente.
—¡Inuyasha! —Saludó Kagome al recién llegado que no quitaba la vista del sendero que Hitomi había tomado y luego se acercó a él, enlazándose en un abrazo. La azabache, al notar que su ceño estaba fruncido y lucía irritado, apuró a hablar—. ¿Sucede algo?
—¿Qué hacía ese bastardo con ustedes? —Exigió Inuyasha mientras miraba aún más demandante a ambas mujeres, que intercambiaron miradas, confundidas.
—¿Te refieres al Doctor Kagewaki? —Preguntó Sango casualmente.
—¡Ese cabrón era Naraku! —Rebatió el chico, más irritado aún.
—¿Naraku? —Kagome contuvo un gemido lastimero mientras veía rápidamente a Sango, tratando de encontrar una explicación para la declaración de su compañero—. Sango, ¿eso es verdad?
—¿De qué demonios hablas, Inuyasha? Ese era el Doctor Kagewaki Hitomi. Es el mismo que atendió a Kohaku y llevó a cabo su operación a corazón abierto. Tú mismo me acompañaste junto con Miroku a recogerlo el día que el doctor lo dio de alta. ¿No te acuerdas? No seas un bruto. —Explicó Sango mientras se cruzaba de brazos, molesta. El semblante de Inuyasha se relajó, pero aun así se mantuvo en guardia.
Ya haría un mes de que se lo había encontrado en la calle y después de la paliza que le había dado (con amenaza de muerte incluida), esperaba que el tipo al menos no tuviera el descaro de pasearse por la calle así nada más.
O tal vez...
Viendo que Kagome se encontraba ya casi temblando entre sus brazos, apuró a hablar, tratando de despreocuparse, relajarla, y sobre todo, tranquilizarse a sí mismo—. Seguro que lo he confundido.
La bolsa de pan en sus brazos tembló mientras caminaba, volteando ocasionalmente para asegurarse de que nadie lo estaba siguiendo. Al asegurarse de que nadie iba detrás de él, respiró profundo, tratando de calmarse.
Ese encuentro, tan casual como preocupante, estaba llenando su cabeza de preguntas a las que no tenía respuesta, así como recuerdos difusos que no lograba encajar en ningún lado. En su mente se recordaba específicamente el cuerpo muerto de Kikyou tan parecida a la recién conocida Kagome y la voz de Byakuya exigiendo saber que había pasado.
Byakuya.
Él había estado ahí, era él quien lo había encontrado; debía saber algo. Sí, ahora estaba convencido de que nadie más podía darle las respuestas a eso que necesitaba saber.
Tratando de conservarse en calma, sacó un teléfono celular de uno de sus bolsillos y marcó un número, casi distraído.
El tono sonó por unos segundos, antes de que finalmente alguien tomara la llamada.
—Sí, ¿diga? —Era una voz aguda, pero ciertamente no era la voz de la persona a quien necesitaba en esos momentos.
—¡Yura! ¿Este no es el número de Byakuya? —Él mismo se reconoció impaciente.
—¡Oh, Hitomi, querido! Qué lindo que te atreves a llamar... es una pena que no sea a mí a quien buscas. —Se sintió ligeramente irritado y decepcionado de no poder comunicarse directamente con su hermano y tener que lidiar con su ahora esposa—. Sí, este es el número de Byakuya, querido, pero este número es el personal. Y Byakuya ahora no está.
—¿No está? ¿Qué quieres decir con que no está?
—Pues que no está. Tu hermanito lo mandó de viaje de negocios a Tailandia y no regresará hasta dentro de dos semanas. —No pudo evitar apretar el teléfono entre sus dedos mientras escuchaba a la mujer hablando del otro lado de la línea.
No le sorprendía. Podía imaginarse que Byakuya y Naraku trabajaran juntos. Naraku era brillante y Byakuya podía ser lo que quisieran, pero tenía esa suerte de actitud de servicio que seguro lo habían acercado a Naraku.
Eso explicaba por qué Naraku nunca estaba, eso explicaba el sorprende crecimiento de la nula fortuna familiar, engrosada por las habilidades del mayor en los negocios
Pero le parecía demasiado inconveniente que Naraku, sin saberlo, se le hubiera adelantado en la jugada—. ¿No tienes un número al que pueda recurrir? —Insistió.
—Tiene un número exclusivo para su trabajo, —Hitomi sintió alivio mientras la escuchaba decir aquello—,... pero ese número es como su línea privada con Naraku y sus clientes. O algo así.
—Es una pena. —Pero aquello lo había dicho solo para sí.
—Lo es. En fin. Gajes del oficio, supongo.
—Llamaré entonces en otra ocasión.
—¡Oh, pero querido! Tienes que venir a casa y visitarme, estaré encantada de recibirte.
—Lo consideraré en otro momento. Ahora estoy con nuestros sobrinos.
—Oh pero, ¿quién prefiere tener que lidiar con un mocoso malhablado y una niña que no reacciona cuando la peinas que venir a visitarme? ¡Solo tú, Hitomi! —Respingó ella, un poco divertida.
—Te llamo luego, Yura. Adiós. —Y colgó, dejando que su paciencia con ella finalmente se agotara.
Se acercaba al parque cuando colgó la llamada que sostuvo con Yura. Ahí, pudo ver claramente a Hakudoushi y Kanna sentados en una banca, como desesperados ante su ausencia.
—¿Qué mierda te tomó tanto tiempo, Hitomi? —Hakudoushi se paró de la banca y soltó a Kanna en cuanto lo vio acercarse, mientras ponía las manos en jarra con indignación al verlo acercarse.
—El lenguaje. —Le advirtió Hitomi omitiendo la respuesta a la demanda infantil, mientras caminaba hasta ellos y le alborotaba el cabello albino, haciéndolo sentir incómodo y respingar. Luego volvió a su lugar en la banca y peleó junto con Kanna con el interior de la bolsa de pan que llevaba el adulto.
Así, sentados en una banca del parque a unos metros del edificio de la administración, el par de niños y Hitomi comían pan tibio en silencio.
El viaje de Byakuya era algo que no había previsto en la búsqueda de respuestas, ahora más que nunca necesarias. Advirtió que no le quedaba más remedio que esperar a que su hermano regresara para interrogarlo directamente sobre el asunto. Mientras tanto, no podía hacer otra cosa sino tratar de no pensar en eso y fingir que nada estaba ocurriendo.
Pero era difícil sacar de su cabeza el cuerpo inerte y ensangrentado de Kikyou; de olvidar a la azabache recién conocida hablando con nostalgia de ella. Y al hombre alto que recordó de pronto, que lo asaltó en un callejón y lo amenazó de muerte.
Ahora entendía por qué.
Ojalá Byakuya regresara pronto, su cabeza estaba comenzando a ponerlo aún más inestable.
—Oye Hitomi.
—¿Sí, Haku? —El pequeño se encogió en su lugar con vergüenza al ser llamado de esa forma, pero no rechistó ni hizo queja alguna.
Luego, mientras miraba sus pies fijamente, como si estuviera tomando valor para decir algo, habló—. ¿Por qué te fuiste de Japón tanto tiempo?
Al parecer, la muerte de Kikyou no era el único tema del que tenía mucho en qué pensar. O que responder.
Fin del capítulo 6.
PS. ¿Qué pensaron? Que me iba a tardar otro año en publicar este capítulo, pero no X3 De hecho, ya hice un esquema, aproximadamente, de qué tengo planeado para esta historia. Aunque voy a un ritmo muy, muy lento, no pienso dejarla abandonada; Aun tengo un montón de cosas por organizar, pero créanme que apenas estamos llegando a la mitad de la historia O:
Seeep, esto no es ni la mitad, de la historia xD digamos que uno o dos capítulos más y ya lo estaremos, pero recordad que me estoy tomando mi tiempo, quiero pulir toda clase de detalles que puedan presentarse, como por ejemplo, las edades de todo el mundo aquí, que lo he dejado super ambiguo, pero quiero tener la idea, al menos yo misma, sin tener que dejarla en claro en el fic.
Hitomi va a empezar a recordar muchas cosas. Y no sólo él :P, no me queda más que decirles que no le crean a todo el mundo, que no se confíen de todos los recuerdos que ellos tienen. No todo es lo que parece :P
Les agradezco por tomarse la molestia de leer, y espero que, Agatha, estés disfrutando lo que lees xD! Espero traerles, al menos, un capítulo por semana o cada dos, la actualización trataré de hacerla un poco más regular. Pero si en algún momento me tardo más de lo pretendido, ¡No se alarmen! Volveré. Siempre vuelvo xD mi orgullo y honor de escritora no me permite droppear este fic (ni ningún otro xD).
Onmi.