Personajes/parejas: Sabertooth. Sus típicas insinuaciones BL de mi parte, y algunas GL.
Notas: Celebremos, que he terminado algo pronto, yo traigo la champagne (aunque no bebo, mejor traigo bebido, o jugo). Esto a nada, y aclaro que a nada, estuvo de no ser viñeta. ¡Maldita Minerva, por poco paso las mil palabras! De verdad, en un punto mire y "999 palabras" y no es joda, pero fui editandolo y logro continuar como viñeta y mantener casi todo lo que quería decir. Porque apegandome al titulo, digamos que los otros son más "costumbres" y este es el "cambios", que no, no me saque el titulo de la manga (aunque lo haga el 98% de las veces, tengo tan poca imaginación). ¿Estoy diciendo algo productivo siquiera? No deben responderme, sé la respuesta: No. Ya, dejo de perderles el tiempo.
Ahora, disfrutemos esta última viñeta y el hecho de que termine esto pronto, porque el jueves viajo donde unos familiares y no tendré tiempo de escribir.
Extensión: 989 palabras.
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Minerva.
Minerva es la última en levantarse, después de todo no tiene que ir hasta la cocina para desayunar, así que necesidad de salir temprano de la cama no tiene. Da lo mismo a que hora se despierte, se queda acostada hasta que le traen el desayuno, que siempre viene de la mano de Rogue.
—Señorita.
Sonríe antes de aceptar la bandeja.
—Gracias.
Y que se dé la molestia de dar las gracias es tan reciente como su re inclusión al gremio, extrañamente contrario al cariño que le tienen, que es lo suficientemente grande e ilógico como para que parezca tener siglos de antigüedad. Porque siempre ha sido la señorita y parece será así hasta el día de su muerte, y el apodo ahora rebosa de, además de respeto, aprecio. Se levanta, una vez ha terminado de comer, pensando eso, más aún cuando llega a la cocina para dejar la bandeja y la recibe el «señorita» de Yukino. Los otros cuatro, para esa hora, de seguro ya se han largado.
Deposita la bandeja en la mesa, corresponde el saludo y se devuelve a su cuarto. Se asea, se viste y retorna al salón. No es que tenga una actividad predilecta que la entretenga el resto del día, lo único que hace es sentarse en uno de los sillones y observar. Dicen que las viejas costumbres no mueren y ella siempre se ha considerado el rey del tablero; el rey no actúa, contempla. No es como que contemple algo interesante o que no conozca, que Sting pase las tardes de aquí para allá no es nuevo, ni que Rogue lo acompañe. Que Rufus lea y Orga esté en el gimnasio, tampoco. Lo único nuevo, diría cualquiera, es Yukino. La maga estelar siendo relevante para ella, acercándose a su persona para preguntarle si necesita algo.
—Nada.
—Ya veo.
Lo otro nuevo podrían ser las sonrisas que se le escapan, escuetas y leves, pero sonrisas al fin y al cabo.
Acaba, en un momento dado, dirigiéndose a la cocina por un café. Yukino ya no está ahí, por supuesto, pero usualmente está en el salón cuando regresa y «la señorita pudo habérmelo pedido, no tenía que ir hasta la cocina». Sonríe, como comienza a ser usual.
—Puedo hacerme un café, no te preocupes.
El rostro de Yukino parece gritar «claro que me preocupo» pero no dice nada, solo le sonríe y comenta algo trivial con ese rostro de ángel que tiene. Luego se marcha y ella queda sola en el salón como antes.
Pasado un rato llegan Lector y Frosch, que suelen salir a esas horas. El exceed le sonríe.
—Hola, señorita.
Después de todo, absolutamente todos le sonríen y dicen señorita con una sonrisa en la cara.
—Hola —corresponde.
No tarda en llegar alguien más, pues pronto será el almuerzo y es el interludio en el que sus compañeros dejan de hacer lo que sea que estuvieran haciendo, y le pregunta si necesita algo. La respuesta que da siempre es la misma, y la respuesta que recibe, verbal o no, también.
«Claro que me preocupo».
Porque es la señorita, por motivos desconocidos, y el mundo se puede detener si ella la precisa. Se dirige al comedor a la hora de almuerzo pensando eso, más aún cuando los cuatro magos se paran al tiempo y ella solo necesita una silla. Yukino suspira a su lado, captando levemente su atención. Los otros discuten en lo que continua pensando sobre la detención del mundo, y en que Yukino parece tanto la mamá de ese gallinero que, si es ella la que precisa la detención del mundo, el mundo se detiene igualmente. Yukino manda a callar y el gallinero se calla, Yukino pide que el mundo se detenga y el mundo se detiene.
Entiende un poquito el sentimiento.
—Eso, háganle caso a mamá gallina.
La chica sonrojada le causa gracia.
—No soy mamá gallina.
Claro que sí, por eso el mundo puede detenerse o los pollitos saltar de un precipicio, porque es Yukino. La oye susurrar, bajito, «yo lo haría por ustedes». No le asombra el sentimiento, tampoco que por ella hagan lo mismo, aunque sí le extraña porque está segura de no merecerlo.
Se marcha de vuelta al salón al haber terminado, siempre de la primera, y contempla. Que Rogue ande retando por ahí a Sting no es raro, que Rufus se quede dormido y Orga venga a despertarlo tampoco. Nada es raro ni diferente, todo es como lo recuerda antes de marcharse. Salvo por una cosa, una que no es Yukino. Aunque si la cuenta bien son dos cosas y no una.
Observa y nada es, a simple vista, diferente. Pero contempla, como el rey debe hacer, y todo ha cambiado. Y son muchas cosas pero se sienten como pocas, porque son muchas cosas pero se reflejan en las sonrisas constantes y no hace falta nada más para que el cambio sea patente. Yukino sonríe, y es alguien dentro de ese lugar y para ella como antes no solía ser, y la diferencia se hace obvia. Todos le sonríen y pronuncian el señorita como antes pero de alguna manera ya no es lo mismo.
Minerva contempla, es lo único que hace, porque se supone es lo que se debe hacer para adaptarse a un nuevo entorno. Y es que es nuevo, muy nuevo. Tan reciente como las sonrisas que siempre corresponde, como el gesto facial al que no está muy adaptada.
Cena, se acuesta y se duerme siempre con esa idea. Con la idea y la duda de qué hace ella ahí, es ilógico tanto el cariño como el perdón, y es el doble de ilógico que a ellos les parezca lo más lógico y esperable del mundo.
Es ilógico dormirse pensando que tal vez nada es diferente, que tal vez la diferente es ella. O que tal vez lo son todos y por eso las sonrisas ahora son compartidas.
Y le gusta así.
DAH. Estos iditas (sí, iditas, la o es totalmente innecesaria y le quita sensualidad a la palabra) me dan en los FEELS.
Gracias por leer. Gracias a los que comentaron.
Nos leemos. Bye.