Disclaimer: Fairy Tail pertenece a Hiro Mashima.

Prompt: Tabla Hipnótica. #27 Ritmo. [30vicios]

Personajes/parejas: Sabertooth. Sus típicas insinuaciones BL de mi parte, y algunas GL.

Notas: Serie de viñetas, una por cada miembro. Nada muy largo, lo tengo casi listo así que juro (señor, siento que estoy escupiendo al cielo) que lo terminaré rápido.

Extensión: 971 palabras.

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Sting.


Sting, sorprendentemente, es el primero en levantarse. Son pocas —contadas— las veces que no es así. Y no es que ese hecho esté ligado a una inexistente responsabilidad o madurez del rubio, absolutamente nada que ver, simplemente Sting tiene más energía que fuego artificial en pleno apogeo y no aguanta mucho quieto, ni acostado ni dormido. Por eso y solo por eso es siempre el primero en levantarse, y a palabras de Rogue es la única característica destacable en su persona. Sting solo se ríe, se le hace curioso que diga eso dado que lo primero que hace cuando se levanta es ir a incordiar el sueño de su compañero. Desde ya, nunca logra sacarlo de la cama, pero Lector si logra levantar a Frosch y salen juntos a jugar por el jardín.

Tras su nefasto intento de que Cheney muestre algo de vida, va hasta la cocina encontrándose con Yukino, que ya prepara el desayuno. Se queda ahí un tiempo, acompañando a la chica, hasta que Orga se aparece por la puerta, señal de que debe ir a volver a incordiar a Rogue, lo hace cerca de tres veces por la mañana, la tercera es cuando está el desayuno y deben bajar a comer.

Esa es toda la rutina que Sting Eucliffe posee, porque pasado el desayuno y la ducha de rigor lo que hace el resto del día siempre varía. Un día puede decidir pasarlo en la piscina, el otro en una misión, el siguiente quizás en la biblioteca o en el cuarto de Rogue; siempre es algo diferente. Acabada la mañana solo existen tres cosas que pueden considerarse rutina, que nunca varían: arrastrar a Rogue a lo que sea que quiera hacer, pasar cerca de media hora tranquilo en compañía de Lector y dejar botado el papeleo. Que sí, que Sting es el maestro, ¡pero odia el papeleo y en su puta vida lo hace! Siempre queda para después, suscitando las criticas de Rogue, siempre lo deja abandonado sobre su escritorio por los siglos de los siglos. O al menos sería así de vivir lo suficiente. Sting no lo toca, nunca lo hace. Señor, son más contadas las ocasiones que lo ha tomado que las que se ha levantado tarde, y eso es decir mucho; MUCHO, con letras mayúsculas.

Pero de que el papeleo acaba revisado, firmado y todo eso, lo hace. Cómo es simple. Es Sting y su cara derrotada y un «Rufus, soy capaz de darte todo el dinero del mundo, hasta de matar a quien me pidas, pero haz esa mierda por mí». El susodicho enarca una ceja, como meditando qué se acerca lo suficiente a «todo el dinero del mundo», porque el maldito no lo parece pero es un puto usurero, y si Sting no viviera tan desesperado no se dejaría extorsionar, pero de verdad que está dispuesto a todo con tal de que esas... cosas desaparezcan de su escritorio.

Minerva suele enarcar la ceja, indiferente, revolviendo su plato porque el tema siempre suele surgir al almuerzo.

—Eso suena a matar a alguien por el seguro de vida —comenta.

Sting enarca la ceja a su vez, de una manera que da la pauta de que lo piensa. Lo piensa. Piensa.

—Sting-sama, no va a matar a nadie —regaña Yukino, devolviendo la ceja a su lugar.

—¿Y si en lugar de ser yo el homicida ese es Rufus y sencillamente hago de cómplice y cuartada? —pregunta el maestro, como si cambiar el orden inicial de su idea fuera a hacer cambiar de opinión a Yukino.

Rufus también enarca una ceja, dando la pauta de que también lo piensa. Yukino suspira, exasperada.

—No van a matar a nadie —repite, inamovible.

Sting se arroja sobre la mesa, decaído.

—Necesito dinero —musita.

Lo necesita, mierda, y lo del seguro ciertamente suena bastante factible. Además, ¿quién sospecharía de él? ¡Nadie! Si actualmente es un corazón de oro, humildad ante todo.

Bueno, de seguro todo el grupo en torno a la mesa sospecharía, pero eso da lo mismo. A la señorita le importaría tanto como una hoja del jardín, lo que es nada. Rogue, de seguro, le soltaría algo como «me vale si esclavizas a toda la humanidad y la haces trabajar en tu papeleo, lo importante es que los susodichos papeles desaparezcan de tu escritorio de una jodida vez». Desde ya que a Rufus no le importaría, el dinero sería para él. A Orga le importaría tanto como le importaría a la señorita. El único problema es Yukino, que ya dijo no y lo dirá eternamente. Aunque si medita eso mismo, técnicamente solo debe ocultar la evidencia de ella.

Bah, se va a dedicar al cobro de seguros a este paso, es más lucrativo.

Suspira, termina de almorzar y se va a hacer lo que sea que haga ese día en particular, como siempre. Arrastrando a Rogue con él, por supuesto.

Luego acaba el día como siempre, dándose un baño y arrojándose en su cama para contemplar el retrato de Natsu-san.

—Natsu-san, ¿tú que harías? —murmura.

—Dragneel no tiene el coeficiente suficiente para planear un homicidio, desde ya que no lo hace.

—Rogue, carajo, largate de mi pieza —musita, molesto—. ¿Qué haces aquí, para empezar?

—Acompaño a Lector.

Que, como es de esperar, se pasó el día en compañía de Frosch y por eso vuelve en compañía del mago de sombras, Frosch en brazos.

—¡Sting-kun! —exclama el exceed, subiéndose a la cama, dispuesto a dormir.

—Qué tal, Lector —responde, desganado—. ¿Ya te largas, Rogue?

El nombrado da la vuelta, indiferente, pero antes de salir pronuncia «haz el papeleo», cerrando luego la puerta.

Sting suspira, porque en su puta vida lo hará, se niega rotundamente a ello. Su rutina podrá cambiar a veinte mil opciones distintas, pero ninguna de esas opciones incluirá la burocracia de un gremio.

Jamás.


Ta dá.

Espero les haya gustado.

Nos leemos. Bye.