Renuncia: todo de Hiro Mashima.

Advertencias: spoilers y vómito mental.

Y sé que la mayoría ya publicó cosas sobre esto, y tampoco es que lo mío sea novedoso. Pero equis dé.


Afuera el viento se lamenta, la nieve llora en copos diminutos.

Gray entierra el rostro en el pecho de Juvia (caliente, es tan caliente ¿cómo no se dio cuenta antes?), entre hipidos y aflicciones. Con el frío calándole en lo más hondo de su persona. Lágrimas se le escapan y bien podrían ser estalactitas de hielo. Está la sensación de que se tambalea y no tiene dónde apoyarse mientras rememora el rostro sonriente de Silver al escapársele entre los dedos, cual mota de polvo.

«Justo ahora, justo cuando te encontré sin buscarte…».

Ugh.

Gray pierde el escaso color que posee, quebrándose, derritiéndose. En ella, con ella. Entierra los dedos en su abrigo, adquiriendo una tonalidad rojiza por la fuerza empleada. Y Juvia lo dice, no es más que un susurro (Fue el amor quién mató a Padre-san—fui yo). Y Gray siente que cae, aprieta con más ímpetu. Juvia gimotea. Parece un cachorro asustado.

Él no entiende. No entiende si espera que le odie—emoción ajena a su vocabulario. Porque no puede. Sigue deslizándose una cascada en sus ojos (y duele). Más no la odia. Sus pies tropiezan, se recarga en ella.

«Tú…, »

(quién más me cuida, quién me saca alegrías involuntarias, quién es cálida como Mika y miles de hilos bermejos entrelazados, quién me enseñó la dicha de bailar bajo la lluvia, quién liberó a Silver y dio el golpe que yo no me atreví a dar).

No me dejes.

Quédate.

Por favor.

Se desprende de la amargura, rodeándola en un abrazo donde las palabras no hacen falta. Ella le corresponde (porque siempre lo ha hecho) y le acompaña en sus penas. Lo siento, lo siento, repite.

Y Gray se piensa más roto, más gris. Sin embargo, no la suelta. Permanecen quietos, ajenos a todos. Desbordándose el cúmulo de emociones—una marea intensa, con un simple «Gracias».

(Aquí está Juvia para empaparte con su amor).

Y en medio del silencio, se encuentran dos manos. Sus dueños, ahogándose en melancolía.

Afuera el viento se lamenta.