Buenas tardes, hermanos míos, hoy día voy a hablarles sobre lo importante de dormir un mínimo de ocho horas al día… O sea, sino, terminas como yo, subiendo puros flasheos dignos de quien se haya fumado un buen porro de los fuertes… NO es que yo sepa de eso, ni nada… Bueh… ¿Vieron cuando hablan de más pero les da paja borrar…?... Paja… *Inserte foto de Homero Simpsons babeando por una rosquilla*… Ok, ya no… La cosa es que… ¡Al fin! El último capítulo…

F: OMG. No puedo creerlo… Tú, hija de la gran perra, te leíste un fic mío de principio a fina… ¡Dime la verdad! Me estoy por morir ¿Es eso, cierto?... ¡MalditaBUENO!

Mmmm… El porno es vida… el porno es amor… No, chau, me traumaste con el video de Shrek… ¡No puedes mostrarme esas cosas! ¡No puedes! Deberías ser un poco más considerada con esta chica… ¡Corrompes mi inocente alma!... HSLCM manda (?Bueh… Hummm, esas colas se veían zukulentas (?Khé… ¡Ven con Marcelo! Agachate y conócelo… Ok,no XD Alaba a Barney… Amalo, vivelo, siéntelo… 7.7 Sieeeeentelo xD

Si la vestía más puta se le iba la inocencia al panda… Bueh… Oye, ¿seguro que no eres tú quien me quita las pastillas? Digo, cada día pareces más drogada y bueno… eso.

¡Se siente, se siente, Po está caliente!... ¡Se siente, se siente, Tigresa está caliente!... Ah, re… No, salí… Me hiciste acordar al Mundial… Te odio xD

Leonard kenway: Bueh, bueh… Como que bien… Bueno, si la pasan bien, pero tampoco exageremos

AlienHeart1915: ¡¿ESTUPIDO?! ¡¿A QUIEN LE LLAMAS ESTÚPIDO?!

IECS: No les guardes rencor… Son idiotas, pero tienen buenas intenciones.

pabillidge90: Nah, esta vez no será Po… Creo.

fanatico z: ¡Y justo para el final! xDDD

geraldCullenBlack: ¡Y claro que aprobecho!... Si luego te tengo a ti. Aunque, según me has dicho la otra noche, aquello no es algo que te moleste demasiado 7.7 Jejejejejeje

No, aún no…

¡¿Qué otro tres galanes?! ¡¿QUÉ OTROS PUTOS TRES GALANES, GERALD?!.. Tu… Tu… *Insertar lágrimas*… ¿Con quién has estado, maldita traidora?... Olvídate de mí… Olvídate de mis caricias, maldita jodida… Ya irás a joder a otra, ya te encontrarás otra pervy que te inspire como yo para escribir (¿ ¡Jah! Quiero ver eso…

Bueeeeeno… ¿Vieron así cuando quieren tener intimidad con su enamorada/o y su hermano/a no les deja? Aquel momento, en el que en medio del fuego de la pasión, un familiar llanto o su nombre siendo pronunciado por una voz similar a las suyas les alertan y obligan a detenerse… Bueh, solos aquellos que conviven con hermanos (especialmente menores) saben de qué les hablo…

Porque no importa si están en familia. No importa que tan amigos sean tus hermanos, que tan compañeros sean tus padres… En casa ¡NO SE GARCHA!

Aguante el telo, loco, no import naaah… Ok, no (Una apuesta. Tenía que ponerlo)

¡A leer!


Capítulo 7; Todo queda en familia.

No tenía idea de en qué momento todo se había salido del lugar.

El paseo fue divertido, lleno de risas por parte de ambos, y la cena simplemente perfecta. Habían mantenido una conversación sencilla, natural y fluida, se las había arreglado para no tartamudear ni meter la pata de alguna manera. Elle se veía contenta. Él estaba contento. Entonces, llegó el momento. Le propuso ir a "un lugar" y en cuanto ella aceptó, no sin antes mostrar cierto recelo y recordarle que fácilmente podría patearle el trasero, Po la condujo hacia un pequeño claro, no muy alejado, en donde tendría una bella vista.

Había planeado hasta la más pequeña palabra.

Se había planteado soluciones para cada reacción de ella.

Había decido tomarle la mano con delicadeza y simplemente decírselo. Para su sorpresa, ella no apartó la mano, incluso le devolvió un suave apretón. Sus ojos no abandonaban los de él, esperando, expectantes a lo que fuera a decir, incluso esperanzados. Po jamás se sintió tan seguro en su vida, jamás tuvo tanto valor como en aquel momento.

Yo… Me preguntaba si…

—¿Si…? —Ella le animó a continuar.

Po sonrió y al verse sin palabras, depositó un tierno beso en la mejilla de ella.

Y fue en ese momento en que, al crujido de algunas ramas, le siguieron tres coces susurrantes. Segundos después, Rashidi y los gemelos cayeron de bruces en el suelo. ¡¿Qué hacían ellos ahí?! Tigresa se puso hecha una furia. Pero no miraba a los pandas en el suelo. Miraba a Po. Parecía enojada y herida, lo cual solo mortificó más al menor de los pandas.

—¡¿Tu qué?! —Gritó— ¡¿Acaso todo era parte de un jodido juego entre ustedes cuatro?!

Tartamudeando, nervioso y desesperado, Po intentó explicarse. Él no sabía que sus hermanos estarían allí. Él jamás intentaría burlarse. Pero Tigresa se rehusó a oír explicación alguna, ni siquiera se detuvo a gritarles, antes de dar media vuelta e irse.

Rashidi intentó disculparse con su hermano.

Los gemelos quisieron explicarle qué hacían ahí a Tigresa.

Ellos solo querían ver a su hermanito dar aquel paso tan importante.

Pero ni uno ni el otro quiso escucharlos. Po se quedó un rato en aquel claro, solo, con la excusa de que necesitaba pensar. Sus hermanos no eran malos, sabía que no lo habían hecho de mala gana, pero… ¡¿Es que no podían simplemente haber esperado en la casa?! Ahí hubieran estado mucho mejor que siguiéndolos por todos lados.

Finalmente, decidió que no podía dejar aquello y fue hacia la casa. Estaba seguro que Tigresa estaría allí. Estuvo casi media hora rondando por lado de la puerta de su habitación, indeciso, temeroso incluso de que, en cuanto entrara, un frasco le golpeara en la cabeza y le dejara inconsciente.

Tomó aire. Debía hacerlo.

—¿Puedo? —Preguntó Po, antes de entrar a la habitación.

Tigresa estuvo por reclamar aquello. No quería verlo. No quería verlo ni a él ni a ninguno de sus tontos hermanos. Pero no pudo evitar sonreír, enternecida, al ver al oso entrar con pasos torpes e inseguros y cubriéndose los ojos con una mano, mientras que la otra la mantenía extendida para no chocar con nada… cosa quede mucho no le sirvió. No dio ni dos pasos dentro, cuando sus pies se enredaron con unas prendas que Tigresa se había olvidado tiradas, cayendo de bruces al suelo. Aun así, mantuvo los ojos cerrados.

Tigresa rio. No pudo evitarlo. De repente, todo el rencor pareció esfumarse, solo con ver al joven panda allí, en el suelo, con un pequeño puchero en sus labios. Se veía… lindo, tal vez incluso tierno, como un niño. Le escuchó quejarse en voz baja y rápidamente se hincó junto a él, sujetándose la yukata al pecho con una mano y acariciándole suavemente con la otra, entre las orejas, donde tenía un pequeño chichón.

—Abre los ojos —Pidió, con voz neutra.

Po movió tan solo un dedo, observando el rostro de ella. Al menos sonreía. Al menos, aún no le había golpeado.

—¿Prometes que no me golpearás con algún frasco?

La felina rio y a Po le pareció la risa más bonita del mundo.

—Tranquilo, estoy visible.

Aún en el suelo, Po abrió los ojos y levantó la mirada. Tigresa tan solo pudo observarle. Se veía tan tierno, como un cachorro, con las mejillas sonrojadas y los labios esbozando un pequeño puchero Sin quererlo, volvió a acariciarle entre las orejas, con suavidad. ¿Cómo podía enojarse con ello? ¿Cómo…? Suspiró, un tanto molesta consigo misma.

—¿Hola?

—Venga, levanta —Ordenó nuevamente, con el entrecejo arrugado.

Sin mucho esfuerzo, tomó la mano del oso y jaló de esta, ayudándole a ponerse de pie. Po le agradeció con una avergonzada sonrisa, antes de que ella volteara. Ninguno dijo nada.

Po recorrió la habitación con la mirada, con bastante interés.

Desde que ella había llegado, ni él ni ninguno de sus hermanos volvió a entrar a aquel cuarto. Era interesante. La cama seguía en su lugar, en una esquina junto a la pared. Donde Rashidi tenía su armario, Tigresa había colocado un espejo de cuerpo completo, moviendo el armario para la otra esquina. La mesita de noche seguía junto a la cama y a los pies de esta, la felina había colocado un pequeño baúl de madera. No era mucho el cambio, tan solo lo mínimo y fundamental, pero bastante notorio que ya no era Rashidi quien dormía allí. Tal vez por el orden que reinaba en este o por el tenue aroma a incienso.

Po no supo qué esperaba encontrar, pero definitivamente no eso. Había un tocador, pero en este no había ningún tipo de maquillaje o accesorio, como había pensado. No había ropa por doquier o ropa interior colgando del borde del espejo, como había escuchado decir a los gemelos.

Observó nuevamente a Tigresa, sentada en la cama, con las piernas cruzadas y un viejo pergamino sobre estas. Se veía… bonita. Recién parecía haber salido de bañarse, por el pelo húmedo, y le gustaba como le quedaba aquella yukata.

La yukata… Sus pensamientos se desviaron involuntariamente hacia lo corta que era. Desvió la mirada, intentando pensar nuevamente en la habitación y los pequeños detalles femeninos de esta.

—Es… interesante —Murmuró, torpe.

Tigresa no levantó la mirada, pero sí arqueó una ceja.

—¿Qué cosa, panda? —Preguntó, sin mostrar mucho interés.

—Tu habitación.

—¿Y qué esperabas? —Inquirió ella— Labiales y rubor.

Po arrugó el entrecejo, confundido.

—¿Qué es rubor?

—No lo sé —Admitió ella, encogiéndose de hombros— Solo sé que es maquillaje.

—Eso es nuevo.

—¿Qué?

—Tú. No sabes de maquillaje.

Como respuesta, Tigresa simplemente se encogió de hombros, restándole importancia, aun con la mirada fija en su pergamino. Se veía muy concentrada, por lo que Po no quiso volver a preguntar nada. No quería molestarla. Se acercó a ella y se sentó al borde de la cama, en silencio. Tigresa levantó la mirada, tan solo unos segundos, observándole por debajo de las pestañas, y le dedicó una sonrisa un tanto… ¿traviesa? Po parpadeó, perplejo. No, de seguro era su imaginación. Igualmente sintió sus mejillas teñirse de rojo.

Pasaron varios minutos en silencio. Tigresa leía y Po simplemente le observaba. Se percató de varios detalles en ella, que antes no había tomado en cuenta, como que sus ojos no eran exactamente carmín; tenían motas ambarinas. Sus labios se movían sutilmente al leer, como si estuviera diciendo las palabras para sí misma, y su rabo se enroscaba juguetonamente.

Aquel inocente movimiento trajo mucho más pensamientos de los que debería a su mente.

—¿Por qué tan sonrojado, panda?

La voz de ella le sobresaltó. Ni siquiera le estaba mirando… ¿Cómo se había dado cuenta?

—Yo no… ¡Yo no estoy sonrojado!

Pero era inútil. A cada palabra, el rojo en su rostro aumentaba considerablemente.

Tigresa se mordió el labio, evitándose de reír, y dejó el pergamino a un lado. Gateó por la cama, ignorando lo que aquello provocaba en el osos, y se sentó frente a él, con las piernas cruzadas y sujetándose los tobillos.

—¿Me dices que sucede?

Po decidió concentrar sus pensamientos en lo infantil que se veía sentada de aquella manera… y no en que el cinturón de la yukata estaba flojo, lo cual dejaba que esta se separara un poco a la altura del pecho de ella, insinuando el suave pelaje blanco de su pecho. No, no quería pensar en eso. No debía pensar en eso.

—No es nada —Contestó.

—Entonces, si no es nada, no tienes razón para no decírmelo.

—Tampoco para decírtelo.

—Si no me lo dices, me harías pensar que sí era algo importante.

—… —Po cerró la boca— Qué lista.

Tigresa sonrió, pero fue una sonrisa demasiado impersonal, cortes. A Po no le gustó.

—Anda, cuenta.

Rápido, panda, lo que sea, lo que sea… ¡No le mires el busto! Mal momento para descubrir que la felina no estaba usando vendas en el pecho y que el frío había hecho maravillas en este.

—¿Qué pasó con mis hermanos el otro día? —Habló atropelladamente.

—Nada.

—Tigresa…

—Oye, quita ese tono, no eres mi madre —Parecía molesta— Me tiraron pintura, eso es todo.

—¿Y tú…?

Tigresa le dio un zape en la cabeza, bastante fuerte. Po se quejó con un bajo "ouch", sobándose el área lastimada con la mano.

—Que no uses ese tono —Reprendió— Bien, si, los golpee. ¿Contento?

—Mucho —Po sonrió— Llevo desde que tengo memoria sin poder golpearlos.

Tigresa le observó, aparentemente seria, hasta que la pequeña sonrisa le curvó los labios. Era fácil sentirse cómo al lado del otro, era fácil hablar, sin la necesidad de pensar demasiado. Las palabras implemente fluían y cuando ya no, el silencio era cómodo. Sin embargo, cuando a gracia por el chiste hubo pasado, a ambos se les hizo un nudo en sus estómagos. Debían hablar de lo sucedido aquel día, pero ¿Cómo? A ambos les incomodaba el tema. Ninguno era muy ávido en el tema del romance, mucho menos en casos como esos. Po creyó que lo conveniente sería que él iniciara.

—Oye… sobre lo de hoy…

Pero ni siquiera pudo terminar la frase.

Tigresa bajó la mirada hacia sus manos, que retorcían nerviosamente la sábana. Aquella noche había sido… hermosa. Tal vez, incluso la mejor en toda su vida. Tal vez había exagerado un poco. Po no sería capaz de aquello. Sí, había exagerado bastante.

—No te preocupes —Murmuro— Entiendo.

—No, no es eso, no… ¡Mis hermanos son unos idiotas! —Gritó, un tanto exasperado— Tú sí me gustas, Tigresa, me gustas demasiado, y… y… ellos… —Entonces, pareció darse cuenta de algo— Lo acabo de decir ¿No?

Tigresa sonrió. Una sonrisa ancha y burlona, bonita. La primera sonrisa sincera desde que Po había entrado al cuarto.

—¿Qué yo te gusto? —Inquirió. Po asintió tímidamente— Si… De hecho, lo acabas de gritar.

Po se llevó las manos al rostro, sobándolo, un tanto cansado.

—Soy un desastre —Murmuró— Yo… Digo cosas muy tontas cuando estoy con chicas, sudo, me pongo nervioso… No sé ni qué estoy diciendo ahora.

Tigresa quiso reír, pero no lo hizo. No quería incomodar más a Po. Le pareció tierno, tierno y romántico en cierto aspecto. Tomó las manos del panda, con ternura, y suavemente se las apartó del rostro. Él alzó tímidamente la mirada hacia ella. Tigresa sonrió y sin pensarlo, besó tiernamente los labios del oso. Fue un beso corto, pequeño, un rose de menos de un segundo… pero que a ambos le puso los pelos de punta.

¿Aquello en su estómago eran mariposas? ¿O acaso estaba por vomitar?... ¡No! ¡Eran mariposas! Un tanto más confiado, Po tomó el rostro de ella entre sus manos y volvió a acariciar aquellos delgados labios con los suyos. Para ambos era su primer beso y la sensación fue… extraña. Extrañamente bonita.

El calor de sus mejillas aumentó y cuando se separaron, ambos rieron nerviosamente. Rosaron sus narices, con mimo, y nuevamente acercaron sus labios, pero ni siquiera llegaron a tocarse cuando…

—Oooooowwwww… ¡Joder, lo sabía!

—¡Vamo' la puta, no importa nada!

—¿Qué? ¡¿Ya garcharon?!

Po y Tigresa se separaron bruscamente cuando la puerta se abrió, dando un fuerte azote. Rashidi, Yu y Huo cayeron al suelo, este último, con un lienzo y un pincel en la mano.

—¡Y lo retraté todo!

Las mejillas de Po ardieron como nunca.

—¡¿Qué demonios hacen ahí?! —Gritó.

—¡Salgan de mi cuarto, ya! —El chillido de ella superó por mucho al de Po en volumen y efecto obtenido en los tres hermanos en el suelo.

Tigresa se colocó de pie, olvidándose por un momento de la yukata mal atada, y caminó a fuertes zancadas hacia los pandas en el suelo. No le costó nada jalarlos a los tres juntos y obligarles a colocarse de pie. Con una mano, tomó a los gemelos de las orejas y con la otra sujetó de la piel de la nuca a Rashidi, empujándolos hacia la puerta…

Fue entonces que la imponente y alegre figura del patriarca de aquella poco convencional familia sobresaltó no solo a Tigresa, sino a los tres pandas que colgaban de sus manos y al pequeño de los hermanos parado en medio del cuarto…

—Ya llega...

—¡¿Qué demonios pasa aquí?! —Chilló una voz femenina, bastante parecida a la de Tigresa, aunque mucho más grave e imperiosa.

Bao y Akame estaban en el pasillo, el panda observando a sus hijos mayores con tal cara que prometía volver a zurrarlos de un momento a otro, mientras que la mujer dirigía una mirada a su hija que ella juró ver la muerte en los cálidos ojos de su progenitora. Rápidamente soltó a los tres pandas, dejándolos caer en el suelo.

—Yo… —Po se acercó a Tigresa— Esto no es…

—… esto no… —Ninguno supo qué decir.

Entonces, el rostro de Akame se desfiguró, pasando en menos de un segundo de ser severo a ser la personificación misma de la pena ajena. El rostro de Bao, y seguidamente el de sus hijos, se tiñó de un fuerte y brillante escarlata.

—Tigresa…

—¡¿Qué?!

—Se te ve la izquierda— Akame señaló al pecho de su hija.

Un tanto confusa, Tigresa bajó la mirada… Y rápidamente juntó los bordes de la yukata.

Sus mejillas hicieron competencia a las de los pandas. El cinturón de la yukata se había aflojado demasiado y ella, tan entretenida en correr a los osos de su cuarto, no había sido consciente de que se le veía el pecho izquierdo.

—Nadie vio nada —Masculló.

Los cinco pandas de la habitación asintieron rápidamente.

—Vamos, todos afuera —Ordenó Bao— Que su hermano está muy ocupado.

—¡Papá!

Pero Bao simplemente guiñó un ojo cómplice a su hijo menor, antes de sacar a todos del cuarto El silencio que llenó la habitación fue un tanto incómodo.

—Eso fue…

—… raro —Agregó Tigresa, que sostenía firmemente los lados de la yukata sobre el pecho.

Po miró de reojo a Tigresa y una pequeña sonrisilla le curvó los labios.

Esta vez no se lo pensó dos veces. ¡Vaya uno a saber cuánto tiempo estaría a solas sin una nueva interrupción! Sin decir nada, volvió a tomar el rostro de ella entre sus manos y la besó una vez más. Un beso tierno, un tanto tímido, como una suave caricia, que aunque le tomó por sorpresa, Tigresa correspondió casi de inmediato.

Ambos sonrieron y los brazos de ella le rodearon el cuello a Po, a la vez que él, un tanto más confiado, colocaba las manos en sus caderas Ella ladeó el rostro, profundizando el beso, y Po emitió un bajo quejido al sentir un suave mordisco en sus labios.

Ambos rieron, otra vez.

El momento era tan lindo como incómodo. Era algo nuevo para ambos. Las mariposas en el estómago, las corrientes eléctricas ante las caricias del otro. No sabían qué debían sentir exactamente y cada sensación era algo qué descubrían.

Jadeando un poco, cortaron aquel contacto, apoyando la frente en la del otro, con los ojos cerrados y aun sonriendo. Po volvió a besar castamente los labios de ella, cuando…Se acordaron que la puerta seguía abierta.

—Tigresa, la derecha… —Akame pasó caminando por el pasillo.

—Chicos, cierren la puerta al menos —Le siguió Bao.

—¡No jodan! —Gritó Rashidi.

—Dejen a los pobres debutar en paz —Exclamaron los gemelos.

Las mejillas de Po y Tigresa ardieron, pero esta vez, a ninguno le molestó. Era claro que, mientras estuvieran en aquella casa, no tendría la libertad que deseaban en ese momento. Si, Akame y Bao podrían ser tan compañeros como quisiera, pero no dejaban de ser sus padres. De alguna manera u otra, ya sea con discreción o parados a menos de un metro de distancia, encontrarían la manera de controlarles.

Y los hermanos también. Después de todo, Po era el bebé, el más pequeño. No iban a dejar que alguna mujer le robara la inocencia a su pequeño panda sin antes pasar por su aprobación.

Las risas de ambos se escucharon en todo el cuarto. Po rodeó la cintura de ella con sus brazos, atrayéndola más a si, y Tigresa, con una picara risilla, deslizó sus manos por el cuello de él, entrelazándolas por detrás de su nuca.

—¿Esto siempre será así? —Preguntó, divertida, aunque un tanto apenada.

Po sonrió, pero antes de que respondiera algo, por toda la casa se escuchó un "Si" a coro…

—Ay, no sea tímidos —Escucharon a Yu, que pasaba caminando por el pasillo.

Huo iba con él, pero se detuvo para cerrar la puerta, no sin antes guiñarles un ojo cómplice.

—Si todo queda en familia, chicos.

Fin.


Vengan… Vengan… Lloremos juntos.

Ok, no… Hasta aquí todo. Tal vez haga un epilogo, pero aún no lo he decidido… Así que por el momento, doy por concluida esta pequeña historia… ¡Un besote! ¡Chaito! ¡Os veo en cualquier cosa que escriba y ustedes comenten!

¡Chau!

¡Chau!

¡Chauuuuuuuuuuuu!

(Me siento Tinelli)