CAPÍTULO II. Problemas, muchos problemas.

— ¿Señor Himura? –dijo la mujer.

Kaoru y Yahiko miraron la expresión de Kenshin; paralizado.

— Kenshin ha llegado ¿es muy urgente que hable con él? Si gusta, podemos tomar un poco de té –ofreció amablemente la pelinegra a la invitada sin si quiera pensar en lo grave del asunto.

La expresión del pelirrojo seguía siendo la misma, eso preocupó a la chica ya que también, la desconocida no le había contestado. Kamiya miró a Myojin que estaba hipnotizado con la bella mujer, la muchacha rodó los ojos.

Por su parte, Kenshin no sabía qué hacer. No era como si pudiera ir y decir "Tomoe ¡tanto tiempo sin verte! ¿Quieres una taza de té?" tampoco podía correr a sus brazos y llorar, aunque tenía muchas ganas de hacerlo. Sus recuerdos llegaron como una ráfaga de viento, esa ráfaga que le hizo recordar desde lo más simple hasta aquellos momentos únicos que pasó a lado de su esposa. ¡Ella estaba ahí! Más bonita de lo que recordaba, tan viva como los demás y serena como siempre.

Tomoe empezó a avanzar hacia Kenshin, caminó muy despacio frente a Kaoru y Yahiko; por alguna razón, frente a ellos parecía que cualquier acercamiento a su esposo estaba mal. Cada paso que daba hacia él era doloroso, tenía inmensas ganas de llorar y por lo visto, el hombre también. Con cada paso que daba, podía notar el rostro afligido del hombre que bien, ahora parecía mayor. Ella recordaba a un chico asustado y viviendo entre inocencia y malicia. Recodaba aquella katana que llevaba en sus manos para cortar el cuello de cualquier hombre que Kogoro le mandara a matar, recordaba su rostro que aparentaba a un ser frío y despiadado ¿Cómo podía un niño parecer tan maduro? Parecía mentira ver unas pequeñas arrugas a lado de sus ojos que eran por cierto, de un color violáceo.

— ¿Me has olvidado? –preguntó ella con un tono de voz muy bajo, Kaoru apenas y lo pudo escuchar.

El pelirrojo sonrió un poco y tomó aire; no quería soltar las lágrimas. Sintió un poco de vergüenza, ella se veían tan joven y él tan viejo. Se suponía que Kenshin era más joven que su esposa pero no aparentaba eso. Kenshin miró a su prometida de reojo, ella estaba mirándolos atentamente y por su expresión, sabía que cualquier cosa fuera de lugar que él hiciera, la lastimaría enormemente.

— Serías la última persona que yo podría llegar a olvidar –contestó e inevitablemente, unas lágrimas corrieron por sus mejillas.

No lo pudo evitar, abrazó a Tomoe fuertemente ahí, bajo las estrellas y con la mirada de los otros dos sobre ellos. Himura hundió su cabeza en el espeso cabello negro de Tomoe. Cuando respiró, se dio cuenta de que los cerezos no estaban. Seguramente con el baño ese aroma que tanto amaba se había ido pero no importaba porque siempre, bajo ese perfume, estaba el refrescante y suave aroma natural de ella.

Kenshin se separó de Yukishiro después de unos minutos, cosa que la mujer no pudo comprender. El hombre miró a la kendoka que por su expresión parecía esperar una explicación. Sin embargo, Himura decidió que no sería bueno que se presentaran tan de repente, no quería que Tomoe se enterara de la forma incorrecta qué lugar ocupaba Kaoru en su vida.

— Kaoru… —la llamó el ex—hitoriki —…señorita Kaoru –se corrigió a sí mismo — ¿Nos permitiría pasar a una habitación? Necesito hablar a solas con la señorita. –Kaoru abrió los ojos de par en par. Claro que estaba celosa y preocupada ¿Por qué señorita Kaoru? ¿Por qué debían hablar a solas? ¿Por qué demonios se habían abrazado? Esas y muchas preguntas más tenía en la cabeza.

— Claro –contestó ella con seriedad, la chica se movió dándoles pasó a la casa. Ambos entraron y hablaron en el antiguo cuarto de su prometido.

Yahiko y ella miraron pasar a los dos por el pasillo y cuando desaparecieron, se miraron entre sí.

— ¿No te parece misterioso? –preguntó el chico.

— No lo sé –respondió Kaoru yendo a la cocina a preparar té. El niño frunció el ceño y la siguió. Cuando se asomó a la cocina, vio a la chica tomar una cubeta y luego salir para llenarla de agua.

— ¿Así que vas fingir que no te importa? –preguntó el chico que la seguía. La muchacha se detuvo y lo miró a los ojos.

— No sé de qué hablas, prepararé té para todos –contestó al mismo tiempo que empezaba a llenar el bote.

Yahiko la miró serio, la conocía muy bien como para creerle ese cuento. La chica también lo sabía por lo que se sintió ligeramente avergonzada al ver el rostro del niño que la acusaba de mentirosa.

— Estoy perfectamente bien –le aseguró ella sin dejar de ver al pequeño muchacho.

— ¿Entonces porque dejas que el agua se riegue? –la chica bajó la vista, el agua se desparramaba del bote, incluso se había mojado los pies y eso la hizo sentirse más avergonzada. – La Kaoru que yo conozco estaría en la puerta espiando la plática de esos dos… o llorando –.

— ¡Vale! ¡Tal vez eso haría pero ya he madurado! –contestó irritada mientras caminaba a la cocina. El chico fue tras ella.

— No vas a engañar a nadie con esa cara tan fea, por esas cosas a veces creo que Kenshin merece a alguien mejor –la chica se detuvo, giró en su propio eje y miró a Yahiko a la cara, estaba llorando.

— ¡Nunca soy lo suficientemente buena! ¿No?—gritó con unas lágrimas en la cara. El niño resopló ¿por qué las mujeres siempre eran tan ridículamente sensibles?

— ¡No lo entiendes! –empezó a decir el niño. – ¡Todos queremos que Kenshin y tú se casen! pero siempre tienes que arruinarlo, ¿la vez que Kenshin se fue a Kioto? Megumi, que también estaba enamorada de Kenshin, tuvo que ir a reprenderte porque estabas en depresión, también, cada vez que alguien le coqueteaba a él ¡tú sólo te enojabas o lo golpeabas! ¿Por qué nunca haces nada al respecto? –Yahiko se fue de la cocina a su habitación dejando a la chica sola.

La kendoka se limpió las lágrimas, estaba enojada. No quería darle la razón al niño, así que siguió con su labor.

Por otro lado, Kenshin y Tomoe se abrazaban efusivamente, por todos los años que no lo habían hecho, por lo mucho que se había echado de menos. Aún no se decían nada, sólo se transmitían ese cariño que nunca, nunca había muerto.

— ¿cómo es que sucedió esto? –preguntó de repente el pelirrojo aun sin soltarla.

— No lo sé… ni siquiera estaba bajo el suelo… amanecí enfrente de mi tumba, fue un poco tenebroso –contestó diciendo todo con el mismo tono de voz, nada de emoción en sus palabras.

— Esto no tiene explicación… ¿acaso es un…? –el hombre no continuó.

— Posiblemente es un milagro –trató de completar lo que él había dicho.

— Debe de haber una explicación –aseguró el hombre.

Después de unos minutos se separaron. Ella aún tenía el pelo mojado y él la mirada perdida.

El hombre parpadeó, ahora que la veía bien, notó que la mujer no estaba nada bien, se veía la el doble de delgada a lo que recordaba, su rostro estaba adormilado; se veía agotada e incluso enferma. El verla tan de repente le hizo ver una ilusión, pero tenía sentido que estuviera así, incluso su pelo se veía muy maltratado.

— Descansarás, Tomoe… —el hombre bajó la mirada y sonrió un poco, era bonito volver a decir su nombre y que realmente ella estuviera ahí.

— No quiero –dijo ella al mismo tiempo que se quitaba cabello del rostro, el pelirrojo alzó la vista y la miró.

— ¿Cómo llegaste acá? –preguntó él.

— Un hombre me dijo que estabas acá –contestó.

— ¿Qué hombre? ¿Alguien de Kioto? –preguntó él de nuevo, pensó en Aoshi de inmediato.

— No lo sé, cuando salía del panteón… me dijo que si yo era la esposa de Himura y que si te buscaba te podía encontrar en Tokio, me dio unas monedas y me dijo que podía viajar en barco, fue muy sospechoso… —explicó ella al mismo tiempo que soltó un bostezo.

— Todo es tan irreal… no me lo creo… —contestó él. Ella no le contestó.

Himura la miró, realmente estaba agotada.

— No importa… estoy muy feliz, de hecho, no quería ver a nadie que no fueras tú… Kenshin, yo… —la mujer estaba a punto de desplomarse, el pelirrojo se alarmó. –Sólo quiero que vayamos a nuestra casa… que vayamos a ese pueblo y vivamos como campesinos… ¿recuerdas? –preguntó ella con un tono de voz muy bajo, Tomoe recargó su cabeza en el hombro de su esposo.

— Sí… —respondió con una sonrisa.

— Quiero que vayamos a vivir de nuevo ahí… y que esta vez sí nos casemos decentemente, eso me haría eternamente feliz… —la sonrisa del hombre se desvaneció.

Yukishiro se durmió y empezó a caer pero él no lo permitió; la recostó en su regazo.

Estaba realmente deprimido… ¿qué diablos haría? No le podía decir acerca de la boda, sería demasiado cruel. Tampoco podía irse con ella a la montaña y abandonar a Kaoru porque tampoco lo deseaba. Estaba realmente confundido, estaba muy angustiado.

El hombre tomó a su esposa en brazos y la cargo, la miró de nuevo. Seguramente no despertaría en muchas horas. Sintió una presencia por lo que de inmediato miró a la puerta; era Yahiko.

Estaba molesto.

Kenshin sonrió encantadoramente, como siempre.

— Tiene sueño –dijo, aclarando el por qué la tenía en brazos.

— Hay algo llamado futón, en el cuál podría dormir más cómoda –contestó amenazante. El pelirrojo rio.

— Entonces ¿Podrías traer uno? –.

El niño no respondió, lo miró a los ojos con el ceño fruncido unos segundos y luego salió de la habitación. Kenshin estaba seguro de que lo haría así que mantuvo esa sonrisa hasta que el muchacho regresó.

La acostó, puso cobijas. Yahiko salió de la habitación y regresó con Kaoru.

— ¿Dormirá acá? –preguntó la kendoka tranquilamente.

— Espero que no le moleste, ella no tiene un lugar donde ir —.

La chica sonrió con él y se acercó.

— Kaoru… —la chica lo miró — ¿Podría ayudarme a quitarle el obi? Debe ser una tortura usarlo para dormir.

— Por supuesto –contestó la muchacha. Kamiya esperó un minuto entero a que Kenshin se fuera para poder desvestirla pero no lo hacía. — ¿Puedes irte? –le pidió la chica un poco irritada.

— ¿Por qué? ¡Oh! Cierto, disculpe –contestó torpemente el hombre. Se sentía culpable. Si fuera un poco más sincero, le hubiera dicho algo como "No hay necesidad, la vi desnuda decenas de veces".

Una vez que la muchacha le puso una cómoda Yukata, salió directo a la cocina donde Himura y Myojin estaban, ambos tomando té.

— ¿Quién es ella, Kenshin? –por fin preguntó la muchacha, quería saber eso desde hace varias horas atrás. El pelirrojo se quedó mudo, no quería decirlo tan de repente. Pasaron minutos silenciosos hasta que la chica dio por hecho que él no se lo diría.

La cena continuó así, hasta la hora de dormir. La más difícil tanto para Kenshin como para Kaoru.

— Buenas noches –dijo Yahiko antes de irse a acostar. El silencio se volvió más tenso.

La pelinegra miró de reojo a su pelirrojo querido, se dio cuenta de que él igual la miraba y por lo tanto, cuando sus miradas chocaron, él sonrió.

¡DIOS! Si Kenshin estuviera en la piel de Kaoru, se asustaría de realmente conocer cómo es que su cuerpo reaccionaba cada vez que le lanzaba esa sonrisa, sentir en piel propia cada pelo que se erizaba en ella, sentir como su sangre se calentaba y lo difícil que le era respirar.

En él pasaba más o menos lo mismo, sus bellos ojos zafiro que lo volvían loco, no, más que loco. Si la muchacha supiera que tortura era aquella de dormir a su lado sin poder tocarla como él quería hacerlo… Lo sacaba de quicio.

Lamentablemente, en esa ocasión, casi había olvidado aquello. Estaba demasiado preocupado como para desnudar mentalmente a la kendoka o decirle algo bonito porque sentía que Tomoe la oiría.

Cuando ambos cambiaron sus ropas y prepararon sus futones, se miraron, sonrieron y sin decir nada se acostaron.

Kaoru estaba desesperada, sabía que él no quería hablar sobre ello, pero necesitaba una explicación de inmediato. Tenía miedo de perderlo, tenía miedo de que ese "Señorita Kaoru" regresara y se quedara para siempre por lo que decidió armarse de valor para decir lo que pensaba. Pensó en lo que diría una y otra vez, cambió una palabra por otra y respiró profundamente deseando que sus conclusiones fueran totalmente incorrectas. Incluso ya pensaba en Kenshin respondiéndole ante sus tonterías "no digas cosas absurdas, ella no es nada para mí, sabes que te amo, Kaoru" pero de inmediato se advirtió de que era casi imposible.

Cuando lo volteó a ver, se dio cuenta de que él igual estaba en dirección a ella por lo que se sonrojó, daba gracias a lo más sagrado el que estuviera lo suficientemente oscuro como para ver ese molesto enrojecimiento.

— Kenshin… —lo llamó.

— ¿Sucede algo? –preguntó él con cuidado.

— ¿Me dirás quién es ella? –preguntó por fin.

El hombre se enmudeció de nuevo, por minutos no dijo nada.

— Eres importante para mí, Kaoru –dijo él como una respuesta alternativa.

— ¿Eso qué tiene que ver con lo que te dije? –preguntó ella ligeramente desesperada. Él suspiró.

— No te haría daño nunca, daría casi todo por ti –le aseguró el hombre.

La muchacha lo miró a los ojos con cierta confusión.

— Yo daría todo por ti, Kenshin —.

El hombre se sintió terriblemente mal.

— Daría mi vida por ti –le aclaró el pelirrojo.

— Lo sé —.

— No tienes ni idea de lo que haría por ti –le dijo él, estaba a punto de acariciarle el rostro pero se contuvo.

— Yo… quiero saber qué no harías por mí –.

— No lo sé… —contestó el hombre desviando la mirada.

— Kenshin… —lo volvió a llamar.

— ¿Sucede algo? –preguntó con cuidado, una vez más.

— ¿Te puedo besar, la mejilla izquierda? –preguntó la chica.

Puedes hacer conmigo lo que quieras, pensó él.

— Por supuesto –respondió el hombre. –Si tú me dejas hacer lo mismo –dijo con un poco de humor.

Tú me puedes coger, si quieres.

— Por supuesto –dijo sonriendo. Ambos se sentaron en su futón y se acercaron, la chica acarició la cicatriz de Himura y con amor, le dio un beso, tan suave que apenas y lo pudo sentir.

Kenshin sonrió y la jaló del brazo acercándola más a él, con ambas manos, tomó su rostro y lo besó de una manera más brusca pero igualmente amorosa.

— No me lastimes –el hombre alarmado la miró, estaba llorando. Su amada Kaoru lloraba y eso le rompió el corazón.

— No lo haré… —le dijo sonriendo de nuevo.

Por la mañana siguiente, el hombre se levantó temprano, sintió que todo era un sueño. Un sueño pesado y cruel. Pero lo había sentido tan real que tuvo que asomarse a su antigua habitación. Cuando entró y vio a Yukihiro, se sobresaltó, estaba en problemas, en muchos problemas.

CONTINUARÁ…

N/A. No me tarde en escribirlo, me tardo en subirlo :( espero sus opiniones, en mi propia opinión, me gustó más éste capítulo que el anterior.

Besos y Amor!