Hasta la victoria

Hessefan


Disclaimer: Shingeki no Kyojin le pertenece a Hajime Isayama. Las frases son de Ernesto "Che" Guevara, extractos de discursos que ha dado y que podrán encontrar en YouTube (algunas son de cartas o de libros que escribió). Solo dos le pertenecen a otros autores, pero usadas con frecuencias por el Che con ligeras variaciones y por eso, con el tiempo, se las han atribuido a él. Esas las marqué con un asterisco :p
Advertencias: Spoilers del manga, desde el capítulo 51 al 56 inclusive.
Notas: Este es el fic que le escribí a Yoana_spiegel por el Amigo Invisible organizado en la comunidad de LJ, "Shingeki no Kyojin en español", me tocó ella como AI y la verdad es que me encantó escribirlo. Me quedó un poco largo para considerarlo un one shot XD pero espero que igual les guste.

NOTA II: [Abril de 2015] Al final, por consejo, decidí partir este fic. No se emocionen (sí, claro) creyendo que es una continuación. Sigue siendo el mismo fic, pero dividido en dos capítulos para que no les resulte tan pesado.


«Porque esta gran humanidad ha dicho basta y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente»

(…)

Cuando Eren dejó el trapeador en su sitio a toda prisa, los demás comprendieron de manera tácita que el capitán estaba de regreso. Como solía suceder, las risas, reclamos y el lenguaje chabacano se esfumaron en un abrir y cerrar de ojos.

La presencia de Levi los obligaba a adoptar la postura de quien está frente a una máxima autoridad, aunque no lo fuera; pero no respetaban al capitán por su cargo, sino por lo que su presencia hacía en ellos de manera casi espontánea. Era mirar el profundo de sus ojos cuando estaba enojado y sentirse pequeño.

Levi tenía la facultad de generar diversas emociones de acuerdo a sus propios estados de ánimo; porque esos mismos ojos que podían infundir respeto, también sabían inspirar seguridad cuando la mirada era de aprobación. Como si una voz interna gritara un "puedo hacerlo" cada vez que Levi asentía con la cabeza dando el visto bueno.

Quizás Levi no sabía lo que generaba en los novatos más jóvenes, tal vez ni siquiera lo buscaba adrede. Se había acostumbrado a ser un hombre reacio por sus orígenes, pero había algo en él, tal vez su propia humanidad, que podía convertirlo en un hombre sencillo o humilde de un segundo al otro.

El único que sabía actuar diferente ante él era Eren, pero tampoco lo hacía a conciencia o buscándolo deliberadamente, porque lo que a los demás impresionaba de Levi a él también lo aterraba, sin embargo también a su vez era lo que le daba seguridad.

El miedo que lo invadía ante la idea de perderlo todo, incluso la vida misma, se disipaba como la bruma cuando lo miraba a los ojos. Y lo que a los demás consolaba de Levi, su calma o estoicismo, a él le daba pena, porque podía ver que detrás de esa mirada indiferente se escondía un hombre desencajado, que estaba fuera de tiempo. Como si Levi hubiera nacido para vivir en una época equivocada. No encajaba allí, era como una pieza sobrante en esa gran maquinaría que hacía mover el mundo.

La concepción que Eren tenía sobre su capitán hubiera dejado boquiabierto a más de uno, pero él consideraba que Levi era demasiado noble para ese mundo tan podrido y que si se presentaba como un hombre cruel y despiadado era por la necesidad de sobrevivir en ese entorno en el cual no encajaba.

Pensaba así de él quizás no de manera tan elaborada, pero lo hacía incluso sin conocer el camino que Levi había hecho para llegar hasta donde estaba. Y pese a eso mismo que desconocía, se atrevía a seguirlo con ceguera.

No era perfecto, de hecho tenía más defectos que virtudes y Eren no dudaba que había cometido muchísimos errores; por eso también comenzaba a ser primordial descubrir esos detalles y de esa forma poder conocer en verdad a la persona que seguía.

Connie entró detrás de él y solo cuando Levi dio la autorización, se sentaron a la mesa para comenzar la conversación de rigor, que por supuesto versaba sobre la cantidad de alimentos que tenían o en la detección de posibles amenazas en el exterior, incluida la limpieza mal hecha. Era una manera de introducir el tema principal que los convocaba allí.

Hanji les pidió tiempo revelando las razones de dicha petición. Que el pastor Nick hubiera muerto significaba más que tener enemigos en la Policía Militar, era la confirmación de que el monstruo al que se enfrentaban era más grande, más violento y más temible que los mismos titanes.

Por otro lado era claro que el interés de obtener a Eren iba más allá de poder experimentar con él o de tener un arma con la cual combatir. Para Levi, la prioridad impuesta desde el principio de protegerlo cambiaba de manera radical en el presente, porque ya no se trataba de la tarea encomendada por Erwin, no implicaba el solo traerlo con vida de una expedición. Si perdían a Eren, perdían a la humanidad.

Por supuesto que Levi era tan consciente de eso como del peso que iría a recaer en los hombros del muchacho. Lo miró, preguntándose si el chico tendría las agallas suficientes para enfrentar ese destino y de manera inmediata obtuvo la respuesta. Eren no había llegado hasta allí por obra del destino, había llegado por su propia voluntad. Desde ya que iría a necesitar el apoyo y la ayuda de ellos; pero pese a su juventud, Eren era la clase de muchacho que sabía ganarse su simpatía con relativa facilidad, porque no eran de los que se salían del camino ante cualquier adversidad, de hecho, era su férrea voluntad de cambiar lo que estaba mal lo que lo motivaba a seguir adelante. Era muy joven y quizás ingenuo, pero por eso mismo era muy capaz de hacer posible lo imposible.

El muchacho se mostró incómodo de un momento al otro. El capitán tenía la costumbre de mirarlo y no quitarle los ojos de encima por un tiempo que cada vez le parecía más y más largo. Al principio creía que era para vigilarlo, pero cuando se acostumbró a sostenerle la mirada, se daba cuenta que en los ojos del hombre no había recelo, sino curiosidad. Qué tipo de curiosidad, Eren no lo sabía.

(…)

«Podrán morir las personas, pero jamás sus ideas»

(…)

Ni a Connie le había quedado clara la idea principal, pero de lo único que Eren estaba seguro era que su propio papel cobraba más relevancia que en el pasado. No sentía miedo al respecto, pero dudaba de poder cumplir con las expectativas impuestas.

Más por curiosidad que por otra razón, intentó averiguar qué habían hablado con el comandante; tal vez de esa forma pudiera adivinar su nuevo destino o lo que le tenían preparado, pero Connie no supo decirle nada nuevo que ya no hubiera oído, a excepción de una pequeña frase que citó de Levi.

—Sí, dijo eso: "le daré a Eren un nuevo entorno adecuado", después se pusieron a hablar de Historia, sobre no presionarla y ya…
—¿Te molesta si te dejo pelando las papas unos minutos? Volveré enseguida —lo interrumpió, secándose las manos con un trapo.
—Sí, Eren, me molesta y mucho… son demasiadas papas, ¿a dónde vas? —preguntó, ya cuando su compañero había dejado la cocina. Tras su espalda Mikasa murmuró un gélido "déjalo" que obligó a Connie a chistar y seguir haciendo el trabajo, mientras Historia permanecía en ese silencio aterrador sin dejar de revolver la olla y Armin ayudaba.

Eren atravesó la sala y vio los puestos de vigilancia por la ventana, a Sasha bostezando y a Jean haciendo guardia con el fusil tan apretado que daba la sensación de que el enemigo estaba allí, frente a él. Se lo notaba tenso. Todos lo estaban, no solo Jean.

Cuando llegó al cuarto de los hombres se dio cuenta que su seguridad se esfumaba a cada paso que daba. No sabía de qué manera sondear al respecto, algo dentro de él le decía que no debía cuestionar las decisiones de sus superiores sino creer en ellas. Levi le había enseñado eso, pese a que en el pasado había sido un detalle que le fastidió del héroe de la humanidad, pues no creía que un hombre tan reluctante fuera capaz de obedecer tan sumisamente las órdenes. Reparó en ese momento en que no dejaba de ser lo que era, pese a que esa misma humanidad que le había otorgado tan honorifico título le hubiera dado la espalda.

Levi estaba garabateando en un cuaderno pequeño, sentado en una silla y con un pie descalzo, puesto sobre la cama que nunca usaba. Se balanceaba apenas, tan concentrado que le costó unos segundos reparar en el intruso.

Eren entró vacilante y por ese gesto Levi supo que algo relevante se traía en manos, sin embargo el chico empezó a divagar, mencionando las tareas o propósitos a cumplir, su rol en la historia, sus responsabilidades. Nada nuevo que ninguno de los dos no supiera y por eso, también, comprendió que detrás de tanta palabrería se encontraba la razón subyacente de la interrupción.

Eren nunca lo buscaba para conversar sobre temas mundanos, tenía a sus amigos para hacerlo, solo lo buscaba cuando algo lo inquietaba de sobremanera o cuando sabía que no obtendría respuestas satisfactorias de sus compañeros.

—Y entonces, pienso… —balbuceaba Eren, quien para esas alturas ya se había sentado en la punta de la cama— estamos aquí resguardados para que Hanji pueda experimentar conmigo sin levantar sospechas, para guarecer a Historia.
—Me harté —espetó Levi callándolo de manera abrupta—. ¿Qué es lo que quieres saber, Eren? Haz la pregunta, clara y concisa. Sabes que me fastidia la gente que da vueltas y vueltas para hablar.

Eren asintió, sabía que a su capitán le molestaba la gente que no sabía ser franca. En especial le fastidiaba muchísimo que Eren no lo fuera con él. Le había dicho, tiempo atrás, que si no tenían confianza entre ellos para cuestionar órdenes o para expresar un descontento frente a una idea, serían pisoteados, y no por los titanes.

Un grupo tan pequeño como el que formaban ellos debía permanecer unido, y no unido en sentido de amistad. Ellos no tenían por qué serlo entre sí, ni tampoco debían contarse intimidades o dormir abrazados para solidificar los lazos, no. Se trataba de obtener la confianza necesaria para tener la seguridad de que la otra persona no le clavaría un puñal en la espalda. Que sin ser amigos eran camaradas, porque perseguían un mismo objetivo que no daba lugar a una traición. Ser desleal o no ser franco, era similar a ser un traidor, o al menos era la base que formaba los cimientos de una traición.

Por eso a Levi le molestaba muchísimo que no fueran directos con él, cuando él mismo no tenía ningún problema en reprochar alguna actitud o manifestar un descontento. Importaban poco los rangos en la situación en la que se hallaban; no por ser él un superior le sería más fácil y pretendía que los muchachos también fueran capaces de contradecirlo. Hacerlo no significaba faltarle el respeto, porque podía cumplirse una orden, pero decir "señor, no estoy de acuerdo por esta razón". Para Levi eso tenía muchísimo más valor que el silencio.

—Lo siento —acabó por decir Eren, escondiendo la mirada—. Connie me contó que usted le dijo al comandante que me iban a dar un nuevo entorno adecuado.

Levi asintió, satisfecho no solo por llegar al meollo del asunto y cortar con tanta cháchara que no le interesaba, sino por la valía del muchacho a la hora de admitir que no estaba siendo sincero. Por lo general la gente tendía a negarlo hasta la muerte y callar toda una vida algo que les molestaba.

—¿Y qué quieres saber?
—A qué se refería puntualmente con eso.

Levi tomó una bocanada de aire que soltó a modo de suspiro y miró hacia un costado preguntándose si valía la pena ser franco del todo. Una ironía que él exigiera sinceridad y no fuera capaz de darla en ese contexto, pero comprendía que a veces Erwin se guardaba algunos detalles por el bien de una misión, y que él lo hiciera con Eren no debería ser algo que su consciencia se lo reprochara, aunque lo hiciera.

—Como bien dijiste… es para darte un poco de calma y paz. Experimentar y poder mantenerte a ti y a Historia seguros del enemigo.

Cuando estaban los dos a solas, Levi solía ser calmo y paciente con Eren. Ni el mismo hombre se explicaba la razón, pero con las demás personas que poblaban ese universo que hacían su día a día le costaba comunicarse; no servía para hablarle con claridad al grupo y solo de una manera íntima lograba hacerlo sin errores o malinterpretaciones.

—¿Y solo la cabaña es un entorno adecuado? —preguntó, demostrándole al hombre que era muy atento y que prestaba atención a lo que conversaban a solas— Recuerdo que una vez me dijo que yo solo confiaba en mí mismo cuando el entorno era adecuado. En ese entonces todos estaban en peligro.

Levi ahogó una minúscula sonrisa. Le agradaba Eren, porque con el tiempo descubrió que el muchacho no era solo un chico utópico lleno de inocentes esperanzas, contraria a esa idea, era un hombre que no se dejaba engañar con facilidad. Asintió, decidiendo que sincerarse en ese momento era lo justo.

—Sí, por eso los que te custodian son tus amigos. No solo porque jamás esperamos de ellos una traición, sino porque sabemos que si el enemigo encuentra la madriguera tú no permitirás que haga daños irreparables.
—Desearía dejarlos al margen.
—Lo sabemos. Lo sé… —admitió sintiéndose un poco egoísta— Por eso mismo están aquí. ¿Te sientes usado?
—Ya me hizo esa pregunta hace poco.
—Y te la vuelvo a hacer.
—No, señor —relajó los hombros, exhalando el aire a modo de lamento—. A veces… pero me consuela saberlo, porque si me dejo usar es porque yo lo decido, porque es mi voluntad, porque entiendo que esa es la mejor manera de hacer el trabajo.
—Bien, es importante que entiendas que aquí todos tenemos el mismo propósito y que todos cumplimos un papel importante. —Cerró el cuaderno haciendo un ruido seco que acaparó la atención del muchacho.
—Y si yo… ¿me rehusara? —desafió, sabiendo de igual modo cual sería la respuesta. Levi era la clase de sujeto que no dudaría en hacerlo cooperar a la fuerza si hacía falta.
—No lo harás —dijo con tanta firmeza que descolocó al muchacho—. Te conozco lo suficiente para saber que no lo harás, porque sabes, sin que nadie te lo haya enseñado, que las decisiones y las órdenes tienen un fin.
—Sí, usted me enseñó eso —contradijo con una efímera sonrisa—, puedo tomar mis decisiones, obedecer o no, el resultado de mis elecciones no las sabré en el momento, solo al final.
—Pero por algo decidiste confiar en mí y en mis decisiones. En las de Erwin —corrigió.
—Porque soy joven y no tengo la experiencia.
—Porque eres sabio y comprendes eso —terció con ligera energía—. Nosotros también cometemos errores, tomamos mala decisiones y mandamos a morir a miles de inocentes.
—Lo sé, pero yo decidí seguirlo y creer en usted —admitió sin vacilaciones, diciéndoselo a sí mismo para convencerse y ganar esa seguridad que tanta falta le hacía.
—No te preocupes —dijo para finalizar la conversación y volver a abrir el cuaderno—, no haré nada adrede que ponga en peligro a tus amigos. ¿Era eso lo que te inquietaba? —Le sorprendió que Eren negara con la cabeza.
—Temo que… —le tomó tiempo abrir la boca y sincerarse— todo lo que es hoy, algún día vaya a desaparecer.

Levi entendió, sin necesidad de más palabras, que Eren le temía a lo mismo que a él a veces no lo dejaba dormir. También le aterraba la idea de perder a ese equipo, porque si ellos desaparecían, todas esas batallas libradas dentro y fuera de las murallas caerían en el olvido y en un saco roto.

No tenía palabras para confortarlo, no era bueno para consolar a la gente pese a que Petra, en el pasado, insistía en que era un experto. Solo podía ser sincero, era algo que el muchacho valoraba de su parte.

—Es normal. No queda más que seguir adelante. Ahora ve a seguir con tu tarea.
—Sí. —Se puso de pie, pero no podía irse sin preguntarlo—. ¿Qué escribe, capitán?

Levi lo miró como si la pregunta lo incomodara de sobremanera y Eren sintió que se había entrometido demasiado. Ellos dos no eran amigos ni cercanos como para inmiscuirse en la vida del otro. Sin embargo, disolviéndole ese temor, el capitán abrió la boca y respondió.

—Se podría decir que… es un diario personal. —Antes de que acotara alguna idiotez, se apresuró a aclarar—: Escribo los resultados de la jornada al final de cada día.
—¿Para qué? ¿Para escribir los informes? —Imaginaba que lo hacía para acomodar las ideas antes de redactarlos y enviárselos a Erwin o a otro superior.
—No… porque si muero al menos quedará este diario como vestigio de mi persona. —Miró el cuaderno, recordando que ese hábito lo había adquirido luego de encontrar el diario de Ilse—. Ve a preparar la cena. Tus compañeros están trabajando y tú estás de charla.

(…)

«No se vive celebrando victorias, sino superando derrotas»

(…)

Luego de escucharla a Historia narrar su pasado, no se sentían capaces de probar bocado, a excepción de Sasha quien comía en un atípico silencio. Eren buscó con la mirada al hombre, viéndolo ensimismado en sus pensamientos, con un brazo apoyado sobre el respaldar de la silla era ajeno a que la comida en su plato se estaba enfriando.

—¿Cómo fueron las guardias? —Con esa simple pregunta cuya respuesta ya se conocía, el único que podía hacerlo, quebró el silencio.
—Jean y Sasha fueron los últimos, señor —respondió Eren.
—A la mañana fue Mikasa —se apresuró a agregar Jean—, creo que con Connie.
—Historia —Levi acaparó su atención—, ¿tú hiciste guardia?
—A la tarde… con Armin.
—Bien —Levi se limpió la boca con el trapo y se puso de pie—, me toca a mí.
—¿Y yo? —Eren lo imitó, parándose de inmediato.
—Tú tienes otras funciones que cumplir.
—No quiero tener privilegios —se quejó.
—Y no los tienes —argumentó Levi con sutil ahínco—. Tampoco los tiene Historia. Pero mañana a la mañana Hanji estará aquí con su equipo para experimentar contigo, esta noche debes descansar. Mikasa me reemplazará en cuatro horas.
—El capitán tiene razón, Eren —se animó a opinar Mikasa y eso fue lo que Levi necesitó para poder irse.

No lo dijo en voz alta, pero prefería hacerse cargo él solo de la noche. Solía ser la hora más peligrosa y en la que se debía estar más atento, luchando no solo con enemigos invisibles en la bruma sino con el sueño. Lo positivo era que él no dormía nunca, se había acostumbrado a descansar lo justo y necesario. A su vez, estar en soledad no le permitía distraerse; junto a alguien el aburrimiento lo llevaría a prestar atención a cada gesto que su compañero hiciera e incluso hasta podría llegar a animar una conversación.

No le sorprendió que al cabo de media hora Eren se apareciera en el exterior, lo que sí le asombró fue verlo llegar con una taza de té que le ofreció, acompañado de un fraternal "no ha comido nada, capitán". Levi tuvo que reprimir el impulso de sonreír, aceptó la taza de buena gana y trató de echarlo con cordialidad.

—Deberías estar durmiendo.
—En un rato, la noche es larga. —Lo miró pese a que el hombre buscaba ignorarlo, preguntándose por qué un superior se hacía cargo de un trabajo mundano. Lo dijo, sin pensar demasiado en lo que decía—. Podría darnos la orden de rotar entre nosotros y usted descansar.

Recién entonces Levi volvió a mirarlo. Entendía a lo que se refería. Aunque se suponía que no debía distraerse, reconocía que la compañía de Eren le agradaba, quizás más de lo que debería permitirse. Eso no era bueno, ni para él, ni para Eren, mucho menos para la humanidad.

—Si hiciera eso… ustedes hablarían mal de mí a mis espaldas.
—Oh, no sabía que era de los que se preocupaban por las habladurías —bromeó, un poco hablando en serio.
—No es que me importe en lo personal, pero… —carraspeó, dándose cuenta de que cada día que pasaba junto al chico se abría más y más a él, tal vez como una manera de prepararlo por si algún día no llegaba a estar. Tenía muy presente que la nueva generación debía hacerse cargo de terminar el trabajo.
—¿Pero? —Lo alentó y Levi se dio cuenta de que se había quedado cavilando sobre su extraño lazo con Eren por demasiado tiempo.
—Pero como superior de ustedes sí me importa. Ustedes me siguen —explicó, acaparando la entera atención de Eren, sabía que al chico le agradaba escucharlo divagar sobre esos temas—, ustedes creen en mí. Si yo les fallara de alguna forma, generaría un descontento que mermaría la voluntad de la tropa.
—Vaya… —Se sorprendió, porque no esperaba un análisis tan acertado.

No era fácil ser un superior. Entendía por qué Levi nunca había hecho abuso de autoridad, como en un pasado Oruo y otros superiores sí lo habían hecho. Era cierto, cuando alguien de mayor rango buscaba pisotear a alguien de menor rango, era natural que el individuo inferior recelase a dicha autoridad. A fin de cuentas Levi también había sido un "inferior" en algún momento de su vida.

—Si pierdo la estima, que sé que no tengo —murmuró por lo bajo—, pero sí el respeto de la tropa, estaría perdido. No me harían caso, estarían descontentos conmigo y… todo sería un desastre.

Luego sobrevino el silencio, uno en el que ambos se sumieron para reflexionar desde distintos puntos de vista sobre las razones que los convocaban allí. Levi pensó abrir la boca para mandarlo a dormir, como si fuera un niño, pero Eren se le adelantó distrayéndolo de nuevo.

—¿Por qué no comió, capitán? ¿Tan feo cocinamos? —Se lamentó con gracia— Quizás las papas estaban mal peladas.
—Nada de eso —negó, escondiendo la sonrisa—, supongo que no comí por el mismo motivo por el cual nadie más pudo abrir la boca.
—Historia —murmuró Eren—. Me cuesta figurarme ese estilo de vida. Me sentí muy egoísta escuchándola hablar.
—¿Egoísta?
—Sí, aunque no sé si esa es la palabra. En realidad me sentí feliz y esa felicidad me hizo reparar en que estaba siendo egoísta.
—Explícate. —Le había llamado la atención y lo que no pretendía hacer, que era distraerse, se estaba convirtiendo en una realidad irrevocable.
—Claro… yo tuve una buena vida, una buena infancia y padres que me quisieron. No puedo figurarme su estilo de vida y me siento agradecido de no poder hacerlo. Y aunque a veces me quejo de Mikasa, al menos la tengo a ella.
—Entiendo —asintió—, pero no eres egoísta, simplemente eres consciente de que algunos no la tuvieron fácil. Es importante tener presente eso.
—¿Usted la tuvo fácil, capitán?

Levi guardó silencio. Cada tanto Eren se tomaba el atrevimiento de hacerle preguntas muy personales. No era invasivo del todo, no era muy directo ni tampoco insistente, pero demostraba interés por saber de su pasado, de uno al que Levi trataba de no aferrarse, aunque lo hubiera hecho en el presente la persona que era.

—No recuerdo mucho a mi padre, un poco a mi madre —fue lo único que dijo.
—¿Tuvo una buena infancia?
—Supongo que… tuve la infancia que me tocó. Al igual que tú no soy quién para decir que la mía fue mala, habiendo por ahí tantas personas con pasados terribles. No la tuve fácil, pero no soy de los que se lamentan por ello. Creo que las personas como Historia o como yo tenemos claro eso, tan claro, que tratamos de cambiar nuestro presente. No podemos hacerlo con nuestro pasado así que… a diferencia de la gente como tú que le gusta recordar pasajes de su infancia, nosotros tratamos no de olvidarlo, pero sí de no sacarlo a flote. —Se arrepintió de ser tan espontáneo, pero ya era tarde para volver a meter esas palabras dentro de la boca—. No somos lo que fuimos, somos lo que nosotros en el presente queremos ser.
—Perdón entonces, no quería hacerle recordar…
—No te preocupes —lo tranquilizó—, ya te dije que no trato de olvidar, lo tengo presente a cada segundo, solo que no me gusta hablar de ello.
—Por eso…
—Ahora ve a dormir que me estás distrayendo —lo interrumpió, para zanjar un momento que comenzaba a ser íntimo y que por serlo, era muy incómodo—. Si vienen a atacarnos me enteraré cuando tenga una bala en la cabeza.

Cuando Eren entró de vuelta a la cabaña con la taza vacía que el capitán le devolvió, esa sensación de bienestar se esfumó para ambos. El chico tuvo el impulso de dar la vuelta y quedarse un rato más con él, en especial cuando al acostarse en la cama la inseguridad volvió a acosarlo.

Se quedó dormido pensando en Historia y en el capitán, preguntándose qué tan escabroso podría llegar a ser el pasado del hombre y si, al escucharlo hablar con tanta sinceridad como lo había hecho Historia, seguiría admirándolo de la misma manera o incluso más.

Por su lado Levi pensaba lo mismo, pero a la inversa. Algo dentro de él le impedía ser sincero en ese aspecto puntual de su vida y con ese chico en especial porque temía el desprecio. Entendía por qué no quería su desprecio y se enojaba consigo mismo por permitirse esas emociones que, consideraba, entorpecían el desempeño de su labor.

(…)

«Prefiero morir de pie, a vivir arrodillado»*

(…)

Luego de los experimentos, Eren había dormido por un día entero bajo la estricta custodia de Mikasa, quien ni siquiera se había movido de la silla cuando a la noche los muchachos ocuparon sus camas para descansar. Levi se hizo cargo de dos guardias nocturnas, un poco para dejarle su cama a la muchacha y otro poco para no estar dentro del cuarto a la espera infatigable de que Eren abriera los ojos.

Le inquietaba la situación, le habían exigido demasiado y los resultados no habían sido buenos, para nada eran buenos. Estaba fastidiado no solo por no obtener lo que buscaban sino por permitirse sentir remordimientos por haberlo expuesto a todo ese circo. No debería ser así, él tenía un propósito y así Eren muriese en la empresa, la tarea debía ser llevada a cabo.

Así que con ese malhumor que se cargó durante todo ese día le habló. Agradecía la presencia de Hanji, porque ella podía poner en palabras claras su descontento o al menos parte de lo que lo atormentaba.

Cuando todos se marcharon a seguir el día y se quedaron a solas, no le sorprendió que Eren lo mirase con recelo. Hasta podía jurar que había temor en los ojos del muchacho. No le gustaba que Eren le tuviera miedo, no él.

—¿S-Señor…? —se animó a murmurar al verlo todavía sentado en la cama, refunfuñando como un perro viejo y gruñón. Se atrevió a estirar una mano para posarla sobre la de él, un gesto inocente que tenía por fin acaparar la atención del mayor, pero Levi lo tomó demasiado personal. Por algo había retirado la mano con prisa, mirándolo como si hubiera cometido una insubordinación imperdonable— P-Perdón, no quise...

Levi parpadeó, dándose cuenta de que el equivocado era él, que Eren no escondía ninguna intención tras ese gesto que era de mera camaradería y nada más. Lo cierto es que Levi no estaba acostumbrado al contacto físico. Jamás daba la mano incluso a sus superiores y Erwin, de vez en cuando, se atrevía a ponerle una mano en el hombro, pero rara vez lo hacía y cuando sucedía, Levi tendía a mirar esa extremidad como si buscara pulverizarla con algún rayo invisible que saliera de sus ojos.

No, no era que le disgustara la intimidad que generaban esa clase de contactos, solo que no estaba habituado a ello y no sabía qué hacer o cómo sentirse al respecto. Se limitaba a experimentar nerviosismo, y sentirse desencajado a su edad lo fastidiaba. Al final acababa por generar esa sensación inamovible en los demás de "mírame y no me toques". No obstante, ahí estaba Eren, quien pese a conocerlo bien y saber que era un hombre hostil de pocas pulgas, se había animado a quebrar esa barrera invisible para tocarlo. Fuera por camaradería o no, era lo de menos, lo había alcanzado.

—Lamento haber fallado —continuó Eren ante tanto silencio que lo acojonaba. Nunca había visto a Levi con ese gesto, no parecía estar solo enojado o pensativo, tampoco podía decir que lucía atemorizado, pero era una mezcla extraña de las tres.
—¿No escuchaste nada de lo que dije? —reprochó, para luego tratar de serenarse, Eren no tenía la culpa de sus dramas y de su compleja persona—. Da igual, tan solo no falles.
—No lo haré, trataré de…
—No trates, hazlo —instó de manera ruda y Eren solo asintió, atribulado—. Ahora levántate de esa cama, báñate, come algo y sigue adelante.
—Sí, señor.
—No es tu culpa —murmuró, más diciéndoselo a sí mismo que a él—, te estamos exigiendo demasiado. No tiene sentido depositar todas las esperanzas en ti y quedarse muy cómodos con ello, esperando a que dé resultados. También tenemos que pensar en otros caminos.
—Gracias.

Esa simple palabra le hizo darse cuenta de que estaba pensando de más en voz alta. Levi carraspeó, se puso de pie y fue él quien dejó de lado todas esas cuestiones que lo abrumaban para tomarlo de las manos. Jaló de aquellas extremidades y lo puso de pie. Eren intentó caminar, pero cayó de rodillas sintiendo los músculos cansados y dormidos.

—Levántate.

Sin soltar la mano del capitán lo hizo y cuando logró dar el primer paso, Levi recién lo soltó para dar la vuelta y marcharse. De inmediato entró Mikasa y trató de ayudarlo, pero Eren se negó, podía hacerlo solo, no estaba paralítico tampoco.

Aunque al salir del cuarto lo buscó con la mirada, no logró ver al capitán, al menos hasta que se encaminó al baño que habían improvisado en el exterior. Alejado de la casona, nadie tenía permitido acercarse cuando sabía que otro compañero estaba usándolo; aunque era una regla no escrita del capitán más para los varones que para las muchachas del grupo.

Eren no mostró ninguna incomodidad por verlo sentado en una roca, muy cerca. No tenía sentido interrumpir su escritura para pedirle intimidad. Eren no la exigió ni Levi se la otorgó. Lo contempló con disimulo unos segundos, desnudo bajo el agua, pero tuvo que cerrar el cuaderno e irse cuando su cuerpo comenzó a reaccionar al estímulo visual.

Era un niño. Aunque tenía el cuerpo de un hombre y el de un guerrero, Eren no dejaba de ser un niño para él. Trató de mentalizarse eso, de grabárselo en la mente como un mantra, incluso sabiendo que no funcionaría. Nunca le había dado resultados.

(…)

«En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea»

(…)

Cuando llegaron las instrucciones del comandante a través de una nota que Levi les dio a leer, supieron que no les quedaban más opciones que abandonar, o creer y seguir al capitán. Ese fue el momento más clave del equipo, porque aquellos que irían detrás del pequeño gran hombre, lo harían hasta el final del camino confiando plenamente en él.

—En este momento no les daré la orden de venir conmigo, dejaré que decidan por ustedes. Los que quieran volver a la capital tendrán el indulto de la policía. Seguramente les harán muchas preguntas y yo no puedo garantizarles que no los matarán, pero es un riesgo que ustedes deberán asumir. Pero sean conscientes que seguirme implica abrirse de la ley.
—Seríamos traidores —se animó a murmurar Armin, quien solía ser el más despierto para comprender lo que las decisiones presentes podían implicar a futuro.

Si ellos se marchaban de allí junto a Levi y escapaban como fugitivos, serían considerados criminales por los altos mandos. No había que ser muy lúcido o muy "Armin" para darse cuenta de esa realidad.

—Para nosotros sí —admitió Levi—. Para mí serán traidores, sin embargo no dispararé a nadie por la espalda que ahora quiera irse; pero si a mitad de la huida alguien se arrepiente y quiere volver, ya va a ser muy tarde y no me va a importa quién sea, le dispararé. Por eso piensen bien en lo que van a hacer.
—No tenemos tiempo que perder —apuró Eren tomando un saco para meter dentro lo comestible que estaba a su alcance y dando a entender así que su decisión era clara y segura, después de todo no estaba dispuesto a dejarse caer mansamente en las manos del rey. No fue de extrañar que Mikasa lo imitara.
—Los que vienen conmigo —hizo un gesto con la cabeza— tomen lo indispensable, salgan por la puerta de la cocina y no paren hasta llegar a la loma. El resto puede salir con nosotros y tomar el camino hacia la ciudad. Hay caballos de sobra, pero solo monten cuando hayamos escapado.

A Levi no le costó darse cuenta que hablaba en un plural que ya no existía porque no había nadie allí dispuesto a desertar. Se daba cuenta que ahora era él quien debía confiar en ellos. Todos debían hacerlo o serían comidos por ese enemigo invisible que los acechaba en la noche.

Afuera de la casona y en la seguridad de la loma aquellos que dudaban, como Jean, se dieron cuenta de que habían tomado la decisión correcta en el preciso momento que la cabaña empezó a arder.

Por lo visto era algo más temido que la policía militar lo que iba tras ellos, y si hubieran vuelto como simples soldados, con seguridad hubieran sido torturados para sonsacarle todo lo que supieran respecto a Eren e Historia. Ahora, no quedaba más que seguir adelante.

Esa noche caminaron por el bosque en completa oscuridad, alejándose lo suficiente para mantenerse a resguardo del peligro. En algún momento, que Levi encontró como propicio, dio la orden de parar y de descansar hasta que saliera el sol.

—No estamos muy lejos de Trost —dijo echando el bolso sobre el suelo para luego sentarse sobre él, apoyando la espalda contra el tronco de un árbol.

En ese momento Eren recordó la herida en el tobillo del capitán. Mikasa, quien le había contado lo ocurrido, también pareció reparar en ese detalle pues le miró la pierna y no reprochó la decisión.

—¿No es mejor seguir? Todavía no estamos lejos de la policía militar… o lo que sea que nos está siguiendo —opinó Jean sin quitarse el bolso y sin tomar una posición de descanso.
—Ya, Jean —Eren se dejó caer agotado en el césped—, si el plan es capturarnos no van a venir tras nosotros en la noche. Ya viste el comunicado del comandante. Van a esperar a hacerlo con la luz del día, en la ciudad, así es más fácil para ellos. ¿Verdad, capitán?

Levi asintió, escondiendo la mueca de dolor. Había estado caminando por horas, al principio corriendo, y sentía el tobillo muy resentido. Dio la orden de descansar porque ya no podía seguirle el ritmo al grupo, sin embargo no pensaba hacer verbal su impedimento físico. Como líder no podía consentir una debilidad.

Agradeció que tanto Eren como Mikasa entendieran y fueran discretos al respecto. La chica también había buscado un lugar donde sentarse y Sasha no tardó en imitarla. Al final los únicos tres que se habían quedado de pie se sentaron cuando Historia lo hizo.

—Hay luna llena. No hagan luces que puedan develar nuestra ubicación —dijo Levi al ver que Connie buscaba lo necesario para hacer un fuego—. Traten de dormir, yo haré guardia. No falta mucho para la salida del sol.
—Entendido —musitó Connie guardando los implementos con cierto descontento.
—Dispérsense, no se acuesten uno al lado del otro. Si por esas casualidades el enemigo llega a encontrar a uno, encontrará a todos. Solo no se alejen mucho, que puede haber osos en esta zona.

Acataron la orden y se dispersaron buscando entre el follaje alguna mullida cama para improvisar. De esa forma, si uno era atrapado dormido el resto sería alertado y tendría más posibilidades de escapar. Sin embargo Eren se quedó, encontrando que ese mismo lugar en el que estaba era idóneo.

Por mucho que Mikasa tironeó de él para arrastrarlo consigo permaneció firme junto al capitán. Levi pudo haberle dado la orden de que se apartara, pero no quería, en primer lugar porque dada la circunstancia le daba seguridad tenerlo vigilado.

¿A quién quería engañar? Le agradaba saber que estaba cerca. Para Eren era similar, se sentía a salvo bajo el ala del capitán; al mismo tiempo, la situación le generaba tanta inseguridad que necesitaba de esa dosis de confianza que Levi sabía inspirarle en momentos tan críticos como ese.

—Todo va a salir bien —murmuró el hombre en la penumbra. Eren estaba echado y podía ver la luna reflejada en sus ojos abiertos. Asintió y habló en voz baja como si temiera que el resto pudiera oírlo pese a la distancia y aunque no dijera nada revelador.
—¿Qué haremos a partir de ahora?
—Huir —respondió con obviedad, sabiendo que había más detrás de la pregunta de Eren—. Tenemos que darle tiempo a Erwin. Mientras, no podemos dejar que tú e Historia caigan en manos de la policía militar.
—Lo sé, pero…
—¿Te refieres a qué haremos cuando despertemos? —Vio que Eren asentía y recién ahí comprendió que tenía miedos lógicos respecto a su futuro—. Lo pensé bien y es un buen plan el de permitir que los atrapen, no a ti y a Historia puntualmente, pero es la única manera de llegar a ellos.
—No entiendo —se sentó, porque la conversación era quizás la más importante de su vida, de hecho su vida estaba en juego.
—No lo pensé todavía, pero si durmieras y me dejaras hacerlo, seguro que para cuando salga el sol algo se me ocurrirá.

Eren tomó esas palabras como lo que eran, una reprimenda, y volvió a echarse sobre las raíces, sintiendo como estas se le clavaban en la espalda. Buscó apoyar la cabeza sobre su bolso para estar más cómodo; de esa manera quedó a escasos centímetros del muslo del capitán, podía incluso oler el aroma de su cuerpo sudado por la carrera que habían tenido que hacer al inicio de la huida, con la policía, o quien fuera, pisándoles los talones.

—Si todo sale mal…
—Si todo sale mal, Eren, es un riesgo que debemos asumir —dijo con tedio, dándose cuenta de manera inmediata de que estaba de mal humor no por la circunstancia de estar en esa encrucijada, sino porque le fastidiaba que Eren estuviera allí, tan cerca, sin permitirle pensar qué era lo mejor, y maldita sea, no lo mejor para el chico, para el grupo entero. Levi no podía consigo mismo, no podía evitar ser egoísta y preocuparse cinco veces más por la seguridad de Eren que por Historia. Así Erwin le dijera que la integridad de la chica era más importante que la del muchacho, quien en ese momento lo contemplaba como si fuera un perro apaleado, sabía que no podría con su genio y que su corazón se empecinaría en dar cada paso pensando en la seguridad de él. Maldita sea, maldito Eren. Pero no era su culpa, nada de lo que pasaba era culpa del muchacho, así que Levi respiró hondo y se aplacó para hablarle sin ofensas—. Jean podría hacerse pasar por ti…
—¿Historia?
—Armin —espetó y no le sorprendió escuchar la carcajada ronca de Eren.
—No le va a gustar nada.
—No va a tener opciones tampoco. —Levi sonrió cobijado en la oscuridad, una mueca que fue nítida gracias a la luz de la luna llena. Sin embargo de inmediato ese gesto solazado se borró de un plumazo cuando lo miró; tenía la cabeza de Eren junto a su brazo así que solo debía mover la cabeza para poder verlo con claridad—. ¿Tienes miedo?
—Eso no importa. Usted me enseñó que es normal tener miedo. Cuando lo seguí, cuando todos lo seguimos —señaló la nada, como si buscara a sus compañeros desperdigados por la maleza— lo hicimos sabiendo a lo que nos enfrentábamos. Quiero decir… que si lo sigo, tengo muy en claro que puedo morir, y no por un titán precisamente. Puedo morir yo, puede morir usted, puede morir cualquiera. Es un riesgo asumido. ¿Me da miedo? Sí, desde ya, ¿a quién no le daría miedo morir? Pero sé que si estoy a su lado no moriré en vano.

Levi sabía por qué había dicho todo eso, precisamente antes de verse obligados a huir como ratas habían conversado al respecto. Perder a Eren significaba condenar a la raza humana. En el presente tenían la posibilidad de erradicar aquello que no les permitía ser libres. Ya no se trataba de matar hasta el último titán, no era esa la razón primaria que los movía a actuar.

Nunca lo había sido a decir verdad, a fin de cuentas se ingresaba en la Legión porque se ansiaba esa libertad para uno mismo y para todos, hasta para aquellos que ni siquiera la anhelaban. En resumidas cuentas, la Legión era para aquellos que se habían cansado de vivir oprimidos.

Por eso, en el presente, seguir adelante más allá de todas las trabas que el gobierno imperialista les imponía, era más que solo un deseo por alcanzar esa libertad. Sí, podían morir, pero si había alguien por nacer dispuesto a no dejarse pisotear, esas muertes nunca serían en vano. Perder la libertad era más aterrador que perder la vida.

Lo que Eren le estaba diciendo era que había elegido ese camino no porque era el único que le quedaba, que sí, era cierto, ni tampoco porque ansiaba una libertad que siempre había anhelado, sino porque sabía, o al menos tenía esa fe conmovedora, de que solo junto a Levi, y no junto a otra persona, lo lograría.

Levi no pudo evitar sentir un afecto desbordante, porque nunca antes alguien había creído de esa manera tan estúpida en él. Había tenido compañeros, amigos como Farlan e Isabel, que lo acompañaron, soldados que dejaron en sus manos sus vidas, pero nadie que fuera capaz de dejarle algo más valioso que todo ello. Porque Eren le estaba dando a entender que dejaba hasta sus ideales en sus manos. Creía en Levi, de la manera en la que un religioso confiaba en el dios creador de Murallas, con esa fe ciega que movía montañas.

—No tardarás en morir si crees más en otra persona que en ti mismo —murmuró antes de besarlo.

No se dio cuenta de que lo estaba haciendo hasta que Eren dio un ligero respingo de sorpresa. El muchacho había sentido la lengua tensa, buscando adentrarse en su boca. No lo esperaba. No esperaba nada de eso.

Levi reparó en su traspié y la orden siguiente e inmediata fue que se marchara a dormir de una bendita vez. Eren obedeció, porque estaba demasiado confundido. Apenas se puso de pie vio a Mikasa despierta y mirándolo con estoicismo a la distancia. Buscó un lugar cerca de ella, pero no pudo dormir.

« La revolución no se lleva en los labios para vivir de ella, se lleva en el corazón para morir por ella»

(…)