Hola a todos. Pues estarán preguntándose qué demonios hago escribiendo otro fic y dejando el otro en suspenso, pues bien, esta idea me llego en un sueño (extraño, no creen?) así que para no volverme loca, decidí sacarlo de una vez por todas. Además tengo un pequeño bloqueo de escritor.

A todos los lectores les doy la más cordial bienvenida a mi segundo fanfic de How to Train Your Dragon: NO MÁS!

Comencemos:

Capítulo 1

Hipo POV:

Hipo el inútil.

Pequeña vergüenza de Estoico.

Pescado parlanchín.

He vivido con esos sobrenombres durante casi 8 años. Todo comenzó cuando cumplí 7. Mi cuerpo era más delgado y más frágil. Débil. Eso es lo que era.

La aldea comenzó a ignorarme y a mirarme como si fuera un bicho raro, provocando que me sintiera un marginado, como una persona que no vale nada.

Al cumplir los 11 años las cosas empeoraron.

Mi primo Patán, junto a los gemelos Brutacio y Brutilda, decidieron tomarme como saco para golpear. Había días en los que sólo provocaban que tropezara y cayera, haciéndome ver como un inútil; otros días me empujaban colina abajo y otros se limitaban a golpearme y patearme hasta que terminara en el piso sollozando.

Lo peor? Nadie en la aldea hacia ni el más mínimo movimiento para auxiliarme.

Nunca dije una palabra sobre esto a nadie. Logré ocultarlo durante 2 años, hasta que un día mi secreto fue descubierto.

Era un día como cualquier otro para mí en Berk: despertaba, desayunaba solo en casa- mi padre es el jefe de la aldea, así que siempre estoy solo- caminaba por el bosque, hacia mi camino a la fragua, donde ayudaba a mi mentor Bocón a crear armas para matar dragones- ya saben, guerra, mata o muere, les suena?- y recibía mi golpiza diaria.

Ese día estaba caminando por el bosque, buscando un lugar tranquilo para dibujar y escribir lo que nadie quiere escuchar: mis problemas; pero mi primo y los gemelos me encontraron.

-Qué haces aquí, enano?- me preguntó con maldad Patán.

-Nada que te incumba.- respondí, temeroso.

-Guau Patán, el bebé Hipo te contestó.- se burló Brutilda.

Bebé Hipo, ese es nuevo, agregado a la lista.

Y así comenzó. Mi primo detestaba que le plantara cara, así que como él es más alto que yo, me tomo de mi playera y me arrojó al suelo, comenzó a patearme y golpearme, diciéndome miles de insultos.

Sentí como mis costillas y uno de mis brazos se fueron quebrando, una de sus patadas me golpeó en el rostro partiéndome el labio. Cuando decidió que ya fue suficiente, me dio una patada final y se fue, con los gemelos pisándole los talones. No me levanté en un buen rato, el dolor era insoportable, pero cuando lo logré, caminé hacia la fragua.

Me oculté en mi lugar de trabajo, hasta que escuché a mi mentor llegar. Él tocó a la puerta y me pidió que saliera para ayudarle a afilar algunas hachas. Como no respondí a su llamado decidió entrar y ¡oh, sorpresa! Se encontró con un chico de 13 años magullado y roto.

Preguntó qué fue lo que ocurrió, y como yo nunca he podido mentirle a Bocón, tuve que contarle lo que nadie sabía. La verdad.

Él quiso ir con mi padre y contárselo, pero yo le supliqué y le hice prometer que jamás diría una palabra, argumentando que a mi padre jamás le importaría, y que además ya tenía demasiados problemas como jefe.

Bocón a pesar de no estar de acuerdo conmigo, accedió a no abrir la boca y se limitó a ayudarme a vendar mis heridas.

Esa noche mi padre pregunto qué me había ocurrido, yo contesté:

-Caí por una colina.

Él no preguntó más.

A la edad de 14 comencé a autolesionarme. El ardor al sentir el filo de una daga pequeña pasar sobre mi piel, me ayudaba a olvidar el rechazo y dolor que me dejaban las personas.

En poco tiempo mis brazos, piernas, torso y espalda, estaban cubiertos de cicatrices o incisiones, pruebas de mi depresión.

Cumplí 15 años, la edad que actualmente tengo, y nada ha cambiado.

Hacía varias cosas para hacerme notar, para que mi padre se sintiera orgulloso, y yo sabía que para lograrlo debía hacer lo que los vikingos hacían. Matar a un dragón.

En cada redada utilizaba algunas de mis invenciones "mata dragones" pero sólo conseguía hacer más desastre y lograba que toda la aldea me mirara con desprecio y mi padre con decepción.

Ahora, en este momento, me encuentro en medio de otra redada, en la cual yo estaba decidido a matar a un dragón.

Mi mentor acababa de salir a luchar, cuando vi la oportunidad perfecta para probar mi nuevo invento.

Salí corriendo de la fragua, empujando mi catapulta lanza-boledoras. Llegué hasta un punto alto de la colina y preparé todo, esperando un blanco.

Fue entonces que un sonido, temido por todos los vikingos, se escuchó en el cielo. Un dragón oscuro como la noche surcó los cielos, dándome la oportunidad perfecta para disparar. La fuerza del impacto me derribó de espaldas, pero me incorporé a tiempo para ver como un Furia Nocturna caía en dirección al bosque.

Cuando se lo dije a mi padre, no me creyó, nadie lo hizo. Solo me mando de regreso a casa, diciendo que él debía limpiar mi "desastre".

Bocón me siguió todo el camino hacia mi casa, escuchándome alardear sobre lo malo de mi vida.

-Lo estás viendo por el lado equivocado.- me decía.

Abriendo la puerta pero antes de entrar le dije:

-Lamento los problemas que he causado, y no te preocupes más por mí, todo habrá cambiado para mañana.

Bocón me miró muy confundido, pero antes de que pudiera replicar o decir algo más, entré a la casa y cerré la puerta.

Una vez adentro, subí las escaleras, encaminándome a mi habitación.

Sabía qué era lo que tenía que hacer para terminar con mis problemas. Para terminar con todo el rechazo, el desprecio, los apodos, el dolor.

No pertenezco a este mundo, así que desapareceré de él. Moriré por mi propia mano.

Llegué a mi cuarto y miré a mí alrededor. Esta sería la última vez que pisaría este suelo, que tocaría mis cuadernos y lápices.

Dirigiéndome hacia mi armario, tome una cuerda larga que ahí guardaba y fui hacia mi escritorio; tomé un dibujo que hice varios años atrás.

Mi padre y mi madre sonriéndole a un pequeño niño. Su niño. Yo.

Le di la vuelta y con delicadeza le escribí a mi papá.

Lamento no haber sido el hijo que siempre quisiste. Lamento tener que hacer esto.

Dile a Bocón que agradezco todo lo que hizo por mí.

Al fin volveré a ver a mamá. No te preocupes, ella me cuidará.

Te quiero, aunque tú nunca lo hayas hecho.

Hipo.

Bajé las escaleras y dejé le dibujo en la mesa, del lado de la nota.

Tomando la cuerda, salí por la puerta trasera. El sol ya había salido, y se notaba que sería un día precioso. El día de mi muerte.

Camine hacia el árbol más cercano y lo escalé, parándome en la primer rama alta y resistente.

Mi plan es que nadie vea las intensiones que tengo, pero que después no sea difícil encontrar mi cuerpo.

Amarré un extremo de la cuerda a la rama y el otro extremo alrededor de mi cuello.

Oh Dioses, pensé, esto de verdad está pasando.

Sentado en la rama observaba a mí alrededor, respirando por última vez el olor del bosque, viendo por última vez la luz de sol, escuchando por última vez los sonidos de la aldea, sintiendo por última vez los latidos de mi corazón.

Ya listo, me deslicé de la rama.

Los primeros segundos no sentí nada más que la presión en mi cuello, pero tiempo después mis pulmones empezaron a reclamar aire. Por reflejo boqueé en busca de oxígeno, pero la obstrucción en mi tráquea no lo permitía. Mis piernas se movían violentamente y mis manos tomaron la cuerda que envolvía mi cuello, fueron unos minutos angustiantes, pero después puntos negros empezaron a invadir mi visión, mi cuerpo se volvió flácido y mis piernas dejaron de moverse. Ya casi termina, pensé, solo un poco más.

En mis oídos escuchaba cómo los latidos de mi corazón iban disminuyendo, hasta que se fue deteniendo.

-HIPO!

Mi nombre, alguien gritaba mi nombre, pero ya era tarde.

-¡HIPO!

Todo se volvió negro.

Bueno chicos, aquí concluye el primer capítulo de NO MÁS.

Apreciaría mucho que me dejaran reviews!

Prometo actualizar pronto tanto Another Story como esta.

Gracias a todos por leer!

Nia Haddok, fuera.