Epílogo
Meses después…
—William, cariño—Eran las tres y diecisiete minutos de la madrugada. Miró a su adorado marido que estaba tumbado desnudo junto a ella en la cama, metió las manos en el colchón tratando de levantarse un poco haciendo una mueca de dolor ante otra contracción espero que pasara y le acaricio una de esos riso rebeldes que se deslizaban sobre su frente y le dio un beso en la mejilla.
—No te pongas nervioso, pero... hablo suavecito cerca de su oído para no despertarlo tan rudamente
—¡Dios! —exclamó William nerviosísimo. Dándose de vuelta inmediatamente sobre si para levantarse de la cama todo desorientado.
—Tranquilo, acaba de empezar —le dijo viéndolo vestirse a toda velocidad con los pantalones que tenia sobre la silla al lado la de la cama.
—Lizzy, mi amor, te duele, ¿verdad?— luchando con los pantalones mientras caminaba alrededor de la cama hasta colocarse delaten de ella para prestar su ayuda
—Sí, bueno, ya sabes, suele pasar cuando llega este momento —contestó levantándose de la cama con su ayuda con gesto de ternura la tomo por la cintura y la ayuda a levantarse
—Te duele, estás intentando hacerte la fuerte, pero te duele.
—Cálmate. El la tenia aun entre sus brazo así que tomo la oportunidad de darle una sueva caricia en su mejilla.
—¿Cómo me voy a calmar? La bolsa. Voy por ella. ¿Dónde está? ¡Ah, sí, ya sé dónde está! Tú, tranquila, Elizabeth, no te pongas nerviosa. —dejándola ahí para a unos pasos de la cama
—No estoy nerviosa... —le contesto con una leve sonrisa en los labios y se acerco a una sillón cercano a su cama
—¡Y no te vistas! Ya te ayudo yo —le gritó desde el vestidor.
—Puedo yo sola. — le contesto serenamente
Como se imaginaba, no sirvió de nada porque a los dos minutos lo tenía ante ella quitándole el camisón.
—¿Te visto o te pongo el abrigo encima y ya está? —Preguntó presa del pánico después de dejarle solo en un ligero camisón. — ¿Y si vamos en helicóptero?
Ella sonrió viendo la creciente angustia en sus implacable marido —No creo que el hospital tenga helipuerto —contestó Elizabeth con amor.
—Te llevo al coche, entonces,
—Puedo andar. Solo necesito apoyarme un poco en ti. — pero primero debo vestirme no crees. Lo comento con verdadero humor en búsqueda de relajar la tensión que se estaba creando en ese momento. El rápidamente la ayudo aponerse en pie y corrió al vestidor en busca del vestido materno que ella le señalo, le calzo unas suaves sandalias planas ya que sus pies hinchados no toleraban nada mas apretado.
Siete meses maravillosos les habían hecho darse cuenta del increíble amor que habían estado a punto de perderse, un amor que iba en aumento día con día.
Habían celebrado una boda sencilla, el Longbourn a la que solo habían ido los parientes cercanos y los amigos íntimos. Elizabeth había disfrutado de lo lindo ante la ternura de William. Ya no se molestaba en ocultarla.
Conducía muy rápido deslizándose por las carreteras desoladas a esa horas de la madrugada, ya eran las casi cinco de la mañana, William se sentía fastidiado porque no podía hacer nada para aliviarle el dolor. Para cuando llegaron al hospital, estaba peor, tanto que ella le tuvo que decir que no pasaba nada, que era una buena clínica y que el personal sabía qué hacer con las mujeres embarazadas.
—¿Cómo puedes estar tan tranquila? —le preguntó molesto.
—Porque uno de los dos tiene que estarlo. —respondió con esa sonrisa suave que aun mantenía y su voz clamada y amorosa
—Ya lo estoy — confirmo rotundamente
—Sí, ya lo veo —bromeó Elizabeth mirándolo a los ojos y haciéndole sentir el hombre más dichoso del mundo.
La tomo por la cara y le dio un dulce beso, y esperaba transmitir todo lo que sentía con esa acción ya que las palabras no eran suficientes para expresarlo. Los separa de un beso que espero suave y estaba terminado en mas apasionado de lo que quería cuando una nueva contracción llego haciéndola jadear de dolor.
Salió del carro cruzado frente a este para abrirle la puesta y ayudarla a salir. Entraron de la mano, en la clínica al verla llegar el personal muy solicito los atendió y la sentaron en una silla de ruedas mientras el tubo que quedarse haciendo frente a una señora muy risueña que le daba todas las instrucciones de los papeles de su admisión.
Ya establecidos los acomodaron en una habitación espaciosa con sus piso blanco y padres claras estériles pero también tenían sensación de relajantes. Había llamado algunos familiares sobre todo a su padre y Anne. Luego, compartieron largas horas de dolor en las que solo pudo sujetarla de la mano, y aguantar sus apretones de mano, nunca se imagino que fuera esa mujer a tener tanta fuerza, que casi siente que le fracturaba la mano, secarle el sudor de la frente e intentar recordar los consejos de los cientos de libros sobre el parto que había leído.
Dos horas después apareció una enfermera de aspecto agradable —Ella va bien —le dijo calmadamente—, pero usted parece que necesita una taza de té. Le quedan, por lo menos, un par de horas más. ¿Por qué no baja a la cafetería a tomar algo?
—No, quiero quedarme con ella.
—Bueno, pero no se desmaye. — sonriendo
—Nunca me desmayo. ¿No debería haber un médico por aquí? —exclamo sintiéndose incomodo
—He traído más niños al mundo que contratos ha firmado usted, jovencito —contestó la enfermera con una sonrisa—. Está en buenas manos.
Nunca había estado tan nervioso y emocionado al mismo tiempo. Tanto como cuando, hora y media después, Elizabeth había llegado a la dilatación completa y la preparó para el nacimiento de su hijo. La comadrona le dijo—Puje— y en eso vio aparecer la cabeza de su hijo.
—Es un niño —anunció la comadrona sacándolo y alzándolo para cortar el cordón umbilical y frotarlos, el bebe procedió a dar un asombroso grito la enfermera lo envolvió en una sábana y se lo entregaron a la radiante y exhausta madre—. Y tiene mucho pelo.
Elizabeth miró a la criaturita y sonrió.
—Tenemos un niño —dijo William emocionado al borde de las lágrimas. —Y se parece a mí.
—¿Tú crees? —bromeó Elizabeth.
—Está muy claro, mira el pelo —contestó besándola en la frente y besando al recién nacido. —Mi familia —dijo con un nudo en la garganta—. Mi familia perfecta.
Fin.
