Hola, esta es mi primera historia así que por favor no sean tan rudos c:
Primero que nada aclaro que la historia no seguirá cronológicamente el anime/manga. Rumiko dejó el pasado de los personajes muy ambiguamente y esta es mi representación de como las cosas podrían haber sucedido si...
No he visto el anime ni manga desde hace ya tiempo por lo que ando muy perdida con el tema, pero espero no decepcionarlos. Gracias y gracias por pasearte a curiosear.
Agradecimiento especial a Inu_Kag por la portada, un abrazo.
Lazos que nos unen.
En el Japón Feudal, existían varías tierras que eran gobernadas por reinos tanto humanos como por demonios. Estas dos especies tenían un odio insano el uno por el otro, tenían conflictos constantes por los terrenos y podían crear guerras a la mínima oportunidad. Sin embargo, los humanos no eran rival para los demonios; Y no todos los demonios querían guerras innecesarias, suficiente eran las luchas de poder contra los suyos. Por lo tanto, a duras penas hicieron las pases, aunque eso no evitaba que dejaran de menospreciarse.
El reino más poderoso y el que mantenía la paz entre los demonios estaba a cargo de Gran daiyōkai, Inu no Taisho, quien estaba casado con una daiyōkai de nombre Irasue. Su matrimonio era solamente político y para prevalecer la sangre demoniaca Inu fuerte. Ambos daiyōkai se tenían gran respeto, empatía y cariño.
Con el tiempo nació su primer hijo y heredero, Sesshomaru.
A diferencia de los yōkais que podían tener un solo gobernante y representante por siglos, siempre y cuando no fuera derrotado. El reino humano pasaba a diferentes gobernantes de la misma familia por décadas o años. Teniendo en cuenta que la familia actual no fuera derrocada.
Esta vez los gobernantes humanos era una poderosa familia acaudalada y respetada, que ganó su lugar a pulso desde tiempo atrás en las guerras: La Familia Oshiro.
El representante que estaba en cada reunión y hacía su papel de rey era Hikari Oshiro. Un hombre de 54 años, de piel bronceada, fornido a pesar de la edad, con cabello canoso y ojos oscuros que imponían autoridad y respeto. Era hijo de grandes generales, por lo que estuvo liderando ciertas guerras antes de tomar su lugar como señor feudal.
Tenía una gran familia. Su esposa Mei, de 40 años, seguía siendo una mujer muy hermosa con el cabello pequeño, negro y lacio como la seda; Piel blanca y unos ojos claros casi azules. Perteneciente a una gran familia noble conocida.
Fruto de su amor concibieron 3 hijas y un hijo: La primera, Izayoi, que contaba con 19 años y era poseedora de una gran belleza; Su cabello era sedoso, fino, de un color negro como el ala de un cuervo y tan largo que le llegaba por debajo de la cintura. Sus ojos de un color azabache, su piel blanca y delicada, siempre vistiendo elegantes kimonos de colores claros que resaltaban su belleza.
La segunda y tercera eran gemelas de 15 años: Sakura y Hana. Ambas eran la viva imagen de su madre, la diferencia era que Hana tenía los ojos oscuros de su padre y Sakura los ojos azules de su madre.
Y, por último, el heredero varón: Ren. Tenía 12 años con cabello castaño como el que poseyó su padre en juventud y los ojos de su madre.
Las hijas Oshiro recibían toda clase de propuestas por famosos y respetados nobles y generales. Izayoi recibía aún más que sus hermanas al ya tener suficiente edad para el matrimonio. Para decepción de sus padres, Izayoi rechazaba cortésmente cualquier pedido de compromiso. Por ello, las más jóvenes no podrían comprometerse si la mayor no estaba casada.
Normalmente, a las jovencitas se les comprometía a corta edad y se les asignaba un marido de buena posición y que diera seguridad y estabilidad al reino. Sin embargo, los reyes eran generosos y dieron oportunidad a su descendencia que tuvieran la libertad de elegir a sus compañeros, siempre y cuando fueran de buenas familias.
Sin embargo, si su hija mayor no se comprometía pronto lo harían por ella. 19 años y sin pareja, era un muy mal augurio para una princesa.
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Izayoi estaba cansada de los intentos de sus padres para conseguirle marido. Era fiesta tras fiesta, reunión tras reunión y un montón de charlas incómodas con hombres que le doblaban la edad, pero que eran aliados fuertes para la familia.
A Izayoi se le tenía prohibido salir del castillo y que hablara con jóvenes vasallos. Siempre tenía que conversar con hombres o muchachos que eran aceptados por sus padres. Muchos eran arrogantes, presumidos y crueles con los subordinados. Unos otros eran amables, tímidos, inseguros y estaba segura de que estaban tan obligados como ella.
Un día la presión fue suficiente y en acto de rebeldía y curiosidad por el exterior, salió en medio de la noche. Usó vestimenta que le cubriera el rostro y que no fuera tan llamativa a la vista, lo cual le fue difícil ya que su madre compraba lo mejor de lo mejor.
Pasar la seguridad fue difícil, pero ella había planeado esto por meses. Cuando salió fue casi como un nuevo aire, la adrenalina y emoción fueron inexplicables.
Caminó sin rumbo. Temerosa, maravillada y cautelosa. Todo era una extraña alegría, hasta que vio una aldea. Aquel lugar estaba casi desierto y apagado, nada a como era en el día cuando viajaba en carreta con su familia.
—Vaya, vaya, qué-qué tenemos aquí—dijo un hombre detrás de ella. El hedor a alcohol era asqueroso, la mirada que el hombre ofrecía era aterradora y su aspecto robusto y andrajoso era aún peor. El borracho caminaba a su alrededor, tambaleándose y silbando obscenamente.
Para el terror de Izayoi, había otros tres hombres más acercándose con mismo aspecto, pero diferente complexión.
—Si me disculpa, tengo que seguir mi camino— dijo, tratando de caminar lejos. Pero ellos se mantuvieron siguiéndola y acosándola.
El lugar estaba tan oscuro que casi no había gente fuera y los que había no mostraban interés en ayudarle. Izayoi comenzó a temer verdaderamente por su vida, intentando regresar por donde vino y pensando que podría correr tan rápido que los tambaleantes hombres no la alcanzarían.
Lo que ella desconocía era que los hombres estaban hartos de que Izayoi no mostrara nada de gentileza hacía ellos, por eso cuando ella se preparó para correr, dos hombres fueron más agiles y la tomaron de entre los brazos empujándola hacía la negrura y aislamiento del bosque. Izayoi pataleó, forcejeó y gritó tan fuerte como pudo. Pero nadie respondía a sus llamados.
Trató de escapar con todas sus fuerzas, pero al ser una princesa solo le habían enseñado modales, lo cual lamentó profundamente ya que sus delicadezas no le servían de nada en la situación.
Sin poder hacer nada, los hombres se aprovecharon atándola y amordazándola.
—E-e-ella es her-hermosa— dijo uno de ellos mientras la tocaban sin ligereza y poco a poco iban desvistiéndola.
Izayoi lloró y suplicó que se detuvieran, pero a ellos poco les importaba, incluso les emocionaba más que ella luchara. Cuando perdió toda esperanza y pensó que perdería su pureza de la forma más cruel, escuchó otra voz masculina:
—Creo que ella está pidiendo que se detengan.
Los hombres detuvieron lo que hacían, aunque sujetándola para que no escapara.
—¡Es me-mejor que se lar-largue! No es de su incu-incumbencia— gritó uno de ellos, sacando una daga amenazadoramente contra el hombre desconocido.
—Será mejor que guardes eso, estoy seguro de que ni siquiera sabes usarlo. Déjenla en paz y lárguense— dijo el extraño. Su voz sonaba calmada, pero había cierta letalidad en sus palabras.
—Maldito infeliz, estás loco. Sobre él, chicos— ordenó uno de los captores. Tomaron cualquier arma a su alcance y se abalanzaron contra el hombre.
Izayoi cerró los ojos con temor de ver morir su última esperanza, escuchando los ruidos de batalla. Gritos, gemidos y gruñidos… hasta que se detuvieron.
Sintió que la desataban y le quitaban la mordaza de la boca.
—¿Estás bien? —escuchó la voz de su "salvador". Abrió los ojos lentamente y vio unos hermosos ojos dorados. Él pudo haber hecho una expresión, pero Izayoi seguía perdida en los ojos dorados, nunca había visto unos ojos de tal coloración tan exótica.
Cuando su salvador tomó cierta distancia, ella pudo visualizarlo mejor. Era un hombre alto, su piel ligeramente bronceada, vestía un kimono y hakama blancos con una imponente y distintiva armadura de acero con púas, pero la vestimenta fue lo que menos le importó. Fue su rostro, su cabello, entonces supo porque nunca había visto tales ojos ambarinos. El extraño no era más que un yōkai; su delator era su larga cabellera platinada sujetada por una coleta, una línea morada en cada mejilla, rostro afilado y sus cejas tan oscuras que contrastaban con su cabello.
El yōkai sonrió, encantadoramente en opinión de Izayoi, pero rápidamente adquirió una expresión de sorpresa para mirar hacia otro lado avergonzadamente—. Deberías… —dijo, pero se cortó después de ahí.
Izayoi pensó que el daiyōkai lo decía por su falta de respuesta, hasta que sintió el sople de aire fresco en su cuerpo semidesnudo. Su cara se calentó como no creía posible y se cubrió rápidamente lo mejor que pudo. Afortunadamente su ropa no estaba desgarrada sino solamente sucia y mal ajustada. Agradecería a los sastres por hacerle ropa tan resistente.
—Lo siento, lo siento. Estoy bien, gracias—sus palabras salieron rápidamente y nerviosamente, si su madre la escuchara estuviera indignada. Se levantó torpemente del suelo, sus piernas seguían temblorosas por el susto al que se vio sometida.
—No tiene nada de que disculparse, y me alegra escuchar que esté bien—dijo el yōkai, aun evitando la mirada, pero ocultando una sonrisa divertida.
A pesar de los estremecimientos temerosos, Izayoi no pudo evitar no sonreír al encanto del yōkai. Pero cuando se percató de los cuerpos detrás del demonio no pudo contener un sonido de asombro y terror.
Había sangre, miembros descuartizados y más sangre. Izayoi nunca había visto tanto horror en su vida. Parecía una carnicería despiadada.
—Lo lamento, pero ellos no me dieron otra opción. No creo que seres como ellos sean realmente una perdida—dijo el yōkai, con un tono tan frío que heló la sangre de Izayoi. Pero cuando volvió a mirar su rostro, a pesar de las palabras carentes de emoción y un semblante tranquilo, había cierto pesar en su mirada—. Por favor, ya no los mire. Vámonos de aquí, este lugar no es para que una joven como usted vague por la noche.
Izayoi asintió por puro compromiso y siguió al demonio. Ignorando el temor latente por su salvador. El hedor de los cuerpos comenzaba a llegarle, pero se fue perdiendo a medida que avanzaban al exterior del bosque.
La caminata fue silenciosa y torpe, hasta que Izayoi tuvo el valor de hablar.
—Gracias por salvarme, no quiero imaginar lo que hubiese sucedido si usted no hubiese intervenido.
—No tiene nada que agradecer…—el daiyōkai se detuvo como si esperara algo.
Izayoi sonrió tímidamente —. Izayoi, mi nombre es Izayoi.
—Izayoi, que lindo nombre— dijo el daiyōkai, he Izayoi no pudo evitar no mirarlo, solo para encontrarlo sonriendo. La joven princesa sintió un cosquilleo en su estómago y evitó de nuevo la mirada con sus mejillas sonrojadas.
Unos cuantos pasos más para que Inu no Taisho se detuviera abruptamente.
—Espera, ¿No serás Izayoi Oshiro, la princesa? —preguntó él.
Izayoi no fue capaz de mirarlo—. Sí, soy yo—confesó apenada—. Y usted, ¿Cuál es su nombre? —cuestionó, mirándolo.
El daiyōkai le hizo una pequeña reverencia y respondió: —Mi nombre es Inu no Taisho.
«Inu no Taisho», pensó Izayoi. Ese nombre le sonaba. Entonces lo reconoció, Inu no Taisho no era un demonio cualquiera él era alguien mucho más importante. De inmediato se inclinó para saludarlo como corresponde.
—Su…—dijo, siendo detenida por él.
—No tienes que hacerlo—Sonrió Inu no Taisho.
Izayoi asintió y correspondió a la sonrisa. Reanudando su caminata.
—¿Qué hacía usted en este lugar? —preguntó Izayoi.
—Buena pregunta, lo mismo digo de usted—respondió Inu no Taisho.
Izayoi se sonrojó y respondió sinceramente: —…Estaba cansada de toda la atención, de las responsabilidades y el control. ¿Usted?
Inu no Taisho asintió, pensó por un segundo su respuesta y contestó: —Supongo que lo mismo, es sólo que hay tantas cosas y quería darme un respiro… la verdad no lo sé con certeza, pero me alegro porque me dio la oportunidad de conocerla.
Al escuchar sus palabras, Izayoi no dejó de sentir emoción y sonrojarse de nuevo. Probablemente el dai-Inu no Taisho estaba siendo educado, pero eso no evitaba las sensaciones que Izayoi nunca había sentido antes.
El silencio los envolvió de nuevo. Dejaron atrás el bosque y salieron hacía los caminos de la aldea. Los caminos como la aldea se veían tan aterradores para Izayoi que ya no quería cruzar de nuevo sola.
Inu no Taisho se aclaró la garganta—. Es muy peligroso que usted siga en este lugar, permítame que la acompañe— ofreció.
Izayoi se sorprendió, era como si el demonio le estuviera leyendo la mente. Pero ella no podía pedirle más, no después de todo lo que él había hecho por ella.
—Yo… no tiene que hacerlo, si no lo desea.
—Al contrario, Izayoi, quiero hacerlo. — Cuando él mencionó su nombre fue tan raro y hermoso a la vez.
Izayoi sonrió y dio un asentimiento tímido. Inu no Taisho simplemente le ofreció una sonrisa. Tal pequeño y diminuto acto provocaron que el estómago de Izayoi revoloteara en la emoción y sus mejillas se calentaran.
Inu no Taisho era ajeno a los sentimientos que atravesaban a la humana, pero no eran muy diferentes. Él se encontraba nervioso y no dejaba de brindarle miradas furtivas en el camino.
El silencio que los dominaba no era incómodo, pero no era bienvenido.
Estar en territorios humanos siempre le atraía gran curiosidad, aunque no había vida en la aldea por la noche, no dejaba de llamarle la atención. Gracias a sus dudas logró tener una conversación decente con la joven a su lado. Aquellas charlas comenzaron a tornarse más amigables conforme avanzaban. Y entre más hablaban, más cautivado se encontraba por ella.
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