Promesas rotas por Angie Friki Black

Disclaimer: El universo de Harry Potter no me pertenece sino a J.K Rowling.

Este fic ha sido creado para el "Intercambio de Regalos de la Familia Friki" del foro "First Generation: The story before books"

Para: Mary Alice Friki-Bielinski

Petición: Algo sobre el enamoramiento de Snape y su relación con Lily antes de que ella se fuera con James. Algo tierno, que derroche dulzura y todo, pero que acabe con corazones rotos.

Dedicatoria: Espero que éste fic, cumpla con lo pedido, Tía Alice. Es un there-shot, así que tienes tres capítulos para leer, sólo espero que te guste. Fue un enorme placer haber escrito para ti, querida tía vampiresa.


Reboté mi pelota de nuevo.

Era el único artefacto muggle con el qué se me era permitido jugar. Una pequeña pelota de goma color rojo, fue un regalo de mi padre en mi tercer cumpleaños, Tobías Snape; un muggle borracho qué para lo único qué era bueno era para maltratarnos a mí y a mi madre.

Hice rebotar más fuerte mí pelota.

Seguí caminando por la acera, de vez en cuando me detenía a ver las casas abandonadas que me rodeaban, o también aquellas qué aún teniendo vida dentro de ellas, no mostraban ni un atisbo de chispa qué indicara qué había alguien habitándolas.

Mi pelota rebotó de más cruzando la calle. Corrí tratando de alcanzarla, pero ella parecía no querer seguir mis órdenes. Al final se detuvo en la esquina de una casa. Caminé despacio para qué nadie se enterará de mi presencia, desgraciadamente, eso sí pasó.

— ¡Oye, Tuney! ¡Mira lo que encontré! —gritó una niña de cabello pelirrojo señalando mi pelota, a otra niña de cabello rubio— ¿Se le habrá caído a alguien?

Me pegué a la pared lo más qué pude. No quería ser descubierto.

—Yo que sé, Lily —dijo la otra niña encogiéndose de hombros—Ahora deja eso donde lo encontraste ¡Y vámonos!

Sí, eso era lo que quería, qué se fueran. Así podría tomar mi pelota e irme de allí.

—No hermana. Por ahí debe haber algún niño al que se le haya perdido su pelota. ¡Y yo voy a encontrarlo! —exclamó la niña llamada Lily.

—Como quieras. Pero yo me voy —le dijo dándose la vuelta y yéndose.

Una se había ido, ahora sólo quedaba la llamada Lily. No dije nada, me quedé callado tratando de aguantar mi propia respiración para no delatar mi presencia.

—Ya puedes salir —dijo la niña al cabo de unos minutos de completo silencio.

Me quedé de piedra. Era imposible que ella supiera que yo estaba ahí. ¿Cierto?

—No voy hacerte daño. Además, quieres tu pelota ¿No es así?

Bueno, al parecer si sabía que yo estaba ahí. Salí detrás de la pared con la cabeza gacha.

—Aquí tienes tu pelota —me dijo tendiéndome aquél objeto de color rojo.

La tomé.

Por un instante sus manos tocaron las mías. En ese momento sentí un escalofrió, ella me miró con sus grandes ojos esmeraldas y sus labios se curvaron en algo que parecía una sonrisa, pero no una sonrisa de ésas que mi madre solía darle a mi padre cuando estaba borracho para tranquilizarlo, no; era una sonrisa sincera, de ésas en las que podías decir que con ellas leías el alma de las personas. O por lo menos es lo qué recuerdo haber leído en algún libro.

— ¿Cómo te llamas? —preguntó. Luego negó con sus manos pellizcándose en el brazo izquierdo—. Lo siento, primero debería presentarme yo. Soy Lily Evans —dijo tendiéndome la mano.

Dudoso la tomé.

—Severus… Severus Snape —respondí.

Ella me sonrió de vuelta.

— ¿Quieres que juguemos con la pelota? —sugirió ella.

Yo asentí. De todas formas, no tenía nada que perder. No tenía amigos, la verdad, pero algo dentro de mí me sugirió qué ella sería una.

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Después de ese encuentro, Lily y yo seguimos viéndonos de vez en cuando. A veces en el patio de su casa, pero sólo cuando su hermana no estaba, al parecer no le agradaba mi presencia; también nos veíamos en el viejo molino qué estaba cerca de mí casa o en un río cerca de éste. Pero nuestro sitio favorito para reunirnos era un viejo árbol seco. Nos gustaba conversar debajo de él, ella me contaba historias y yo le contaba acerca de la magia.

Sí, hacía unas semanas atrás, Lily se había dado cuenta de que era una bruja y yo le confesé que también era un brujo. Y desde entonces ella quería saber todo lo relacionado con la magia, ya que sus padres, siendo muggles, no sabían nada. Y yo, como era hijo de una bruja, sabía bastante del tema.

—Sev —dijo Lily llamando mi atención—. ¿Crees que algún día reciba mi carta para ir a ése colegio de magia?

La miré fijamente.

—Estoy muy seguro, Lily.

Ella me sonrió de vuelta, y me tendió la mano.

— ¡Vamos! —propuso.

La tomé.

Corrimos y corrimos en todo el campo de césped verde qué se nos cernía delante de nosotros. Lily reía, y yo también. Casi al atardecer nos fuimos al árbol, el sol se escondía por el ocaso y nos acostamos en el césped.

Entrelazamos nuestras manos.

—Muy pronto van a salir las estrellas. Si quieres puedo enseñarte las constelaciones qué me sé —dijo ella señalando hacía el cielo.

Deseé con todas mis fuerzas poder decirle qué sí, qué me iba a quedar con ella esa noche. Pero no podía hacerlo, mi padre llegaba hoy y no podía dejar a mi madre sola.

Me levanté.

Ella me miró expectante y confundida. Agachándome a su altura le acomodé un mechón de su cabello pelirrojo.

—Lo siento, Lily. Pero debo volver a mi casa —le expresé.

La mirada de tristeza qué me dirigió Lily me hizo sentir muy mal.

—Entiendo —susurró ella jugando con una margarita en el suelo.

De pronto una idea súbita cruzó por mi mente.

—Podemos vernos mañana. Y te prometo qué mañana si me quedaré para qué veamos juntos las estrellas —le prometí.

Su rostro se iluminó.

— ¡Estupendo! —exclamó Lily—. Estudiare todas las estrellas que aún no conozco para enseñártelas todas. Por cierto, ¿ya somos amigos, verdad? —me preguntó.

—Por supuesto —dije yo—. Seremos amigos por siempre.

Ella asintió y me enseñó su dedo meñique.

— ¿Es una promesa?

Yo lo entrelacé con el mío.

—Es una promesa.